Infidelidad inducida

Cómo lleve a mi esposa a su primera infidelidad con un masajista en unas vacaciones inolvidables que cambiaron para siempre el rumbo de nuestras relaciones sexuales.

Estaba decidido, después de mucho insistir con mi esposa por fin había logrado convencerla de que tomáramos vacaciones los dos solos, sin los niños, estamos casados hace siete años, de los cuales jamás nos habíamos dado la oportunidad de pasar un tiempo solos, ni siquiera tuvimos luna de miel, todo por el maldito trabajo.

Ya tenemos dos lindos niños, uno de 6 y la segunda de 3, aún no hemos decidido si vamos a tener más. Yo tengo 42 años y mi esposa 30.

Mi esposa sin ser una modelo, tiene lo suyo, tiene lindas piernas, buenos pechos y un trasero que es muy bien paradito y firme, aunque pasadita de peso, pero bien proporcionada, mide 1.65 y es de tez blanca. Yo mido 1.70, soy algo más moreno y delgado producto de constitución y la práctica del fútbol.

En cuanto a nuestras relaciones íntimas se puede decir que eran normales, dos veces por semana, a veces una, mi esposa es un poco cohibida en cuanto al sexo, no es tan liberal como yo, se reprimía cuando yo le hacia algún comentario obsceno, mucho menos pensar que algún día podríamos llegar a la práctica del swingers porque cuando le insinuaba aquella posibilidad ella la desechaba rápidamente, y la verdad fueron muchas insinuaciones indirecta o directamente que le había hecho a mi esposa sobre la posibilidad de verla haciendo el amor con otro hombre, era una fantasía que tenía escondida dentro de mi pero que no la sacaba mucho a flote ni insistía mucho con ello. Cuando le hacia ese tipo de proposiciones su argumento era que estaba muy feliz y satisfecha conmigo, aunque en esos momentos yo la atacaba por todos los ángulos insistiendo con la necesidad de que pueda probar con hombres mejores dotados ya que mi pene solo mide 14 cm en erección, nada, no había poder en el mundo que pueda convencerla.

Para poder conseguir que acceda a viajar conmigo de vacaciones tuvo el destino que intervenir y proporcionarnos ese golpe de suerte que a veces necesitamos para conseguir lo que queremos. En un sorteo navideño que hubo en la empresa donde trabajo me gané un viaje al caribe por una semana para dos personas, en un hotel 5 estrellas y con todos los gastos pagados, más un monto de dinero en efectivo para nuestros gastos personales. Si no hubiese sido por eso, creo que jamás haya logrado mi objetivo.

Fueron unas vacaciones maravillosas producto de las cuales mi esposa cambió radicalmente la visión que ella tenía en cuanto al sexo. Un cambio que trajo consigo mucha felicidad y placer para ambos, y estrechar aún más nuestra relación como pareja.

Cuando llegamos al hotel quedamos maravillados por las instalaciones, jamás pensamos que pudiese haber tanta belleza y confort, puesto que en mi país los hoteles de 5 estrellas no son ni la sombra del hotel al cual estábamos llegando.

En el paquete vacacional incluía un par de sesiones de masajes relajantes en el spa dentro de las instalaciones del hotel, cuando el encargado o recepcionista del hotel me entrega la cartilla donde especificaba las ventajas con las que contaríamos me llamó mucho la atención el tema de los masajes puesto que era una actividad que a mi esposa le gustaba mucho. Aquella noche fue muy normal y a la mañana siguiente me dirijo a la recepción del hotel para recabar más información respecto a los masajes, la persona que me atendió me explicó que existían varios tipos de sesiones, que variaban de acuerdo a las pretensiones del cliente, aquellas sesiones iban desde masajes netamente terapéuticos, masajes relajantes, masajes adelgazantes y por último para clientes especiales existía el masaje erótico en el cual incluía, si el cliente así lo deseba, una sesión de sexo, entonces mi cerebrito perverso encontró la oportunidad largamente buscada de poder incluir a mi esposa en un juego, sin su consentimiento, de hacerla participar de una sesión de sexo con otro hombre. Apunté el nombre de mi esposa para este tipo de masajes para lo cual tuve que abonar un pago extra puesto que nuestro paquete solo incluía masajes relajantes, fijamos hora para esa misma tarde, le comuniqué a mi esposa que había reservado hora para una sesión de masajes y le gustó mucho la idea. Cuando llegó la hora de asistir a la sesión yo estaba nervioso y procuraba pensar en un sinnúmero de cosas para que mi verga no me traicionara y se notara la erección que ya tenía debajo de mi shorts. Llegamos y nos atendió una señorita muy simpática a lo cual preguntó a mi esposa si prefería que el masajista fuese hombre o mujer, ahí me quedé mudo, pues no había pensado en aquella posibilidad, mi esposa respondió que le era indiferente, obviamente no sabia lo que le esperaba, a lo que yo intervine pidiendo un masajista varón, también consulté si existía la posibilidad que yo ingresara con mi esposa a la sala de masajes a lo que la recepcionista me dijo que las reglas del hotel no permitían el ingreso de una tercera persona, me quedé desilusionado puesto que mi intención era seguir de cerca el juego al que había incluido a mi mujer sin que ella se entere y ver hasta donde podía llegar, la recepcionista pidió a mi esposa que pasara a la sala de masajes y que espere por el masajista, al cerrar la puerta me explicó nuevamente las reglas del hotel aduciendo que la atención al cliente es muy personal, pero que para este tipo de situaciones el hotel tenía dispuesto una alternativa, ya que no era primera vez que se le presentaban este tipo de situaciones en las cuales el esposo o la esposa quieren presenciar el "masaje", me pidió que la siguiera conduciéndome por una serie de habitaciones que me desorientaron en cuanto a mi ubicación, llegamos a un pasillo un tanto estrecho que tenia una serie de puertas a un solo lado, nos detuvimos en una de ellas, sacó un manojo de llaves y abrió, ante mi había una pequeña salita de 2mts. x 2mts. con un sillón giratorio en el medio, un frigobar a un extremo y una mesita delante del sillón, se acercó a la cortina que tenía en frente y la corrió, entonces entendí porque estaba allí, ante mi estaba la sala de masajes, mi esposa estaba sentada en una silla ojeando una revista esperando por el masajista, la recepcionista me explicó que del otro lado había un espejo obviamente falso y que en la sala de masajes tenían estratégicamente colocados micrófonos para que la persona que este de este lado pueda escuchar todo lo que se hablaba en la otra sala, me quedé con la boca abierta y lo primero que pregunté era si no tendrían también cámaras filmadoras, no porque haya querido filmar a mi esposa sino que de repente por ahí hacían películas y luego las comercializaban, con la misma seriedad que nos había atendido desde el principio me respondió que el hotel era una empresa seria y que por sobre todo resguardaba la integridad física y moral de sus clientes, me reí por dentro de su cometario y no le presté más atención, ella salió y cerró la puerta, tomé asiento y me dispuse a esperar que llegara el masajista, me preparé un trago para calmar los nervios y todo fue cuestión de tiempo.

Desde donde estaba sentado tenía una vista completa de toda la habitación donde se llevaría a cabo el "masaje", en un costado había una butaca donde estaba sentada mi esposa viendo una revista, en el medio la camilla tradicional para el masaje con una especie de cavado donde la persona puede colocar el rostro de tal forma que no quede con la cabeza de lado, casi en el medio una mesa tipo tocador donde había un serie de frascos me imagino con los aceites para los masajes, al otro extremo de la habitación había otra puerta que me imaginé seria el vestidor o baño. Todo era completamente blanco, desde los muebles hasta la pared, hasta la plantita artificial que había en un rincón tenía flores blancas.

A los minutos entra un joven de entre 25 a 30 años, era de tez blanca, muy bien bronceado, mediría creo yo 1.80 ó 1.85 mts, pelo castaño oscuro con rayitos dorados, la verdad que parecía sacado de una revista, vestía una camiseta de tirantes como para hacer gimnasia por lo cual se dejaba ver unos pectorales y brazos muy bien trabajados en el gimnasio, shorts deportivos y chinelas para piscina, cuando entra saluda muy cordialmente a mi esposa estampándole una beso en la mejilla, mi esposa se levanta y él le pide que pase al baño a cambiarse indicándole que dentro habían toallas y la ropa que usaría, mi esposa le mira como desconcertada y le dice que ella ya traía puestos los bikinis que usaría. El la mira de pies a cabeza, mi esposa se había puesto los bikinis de había traído desde nuestra ciudad, que no eran muy sexys que digamos, así los usaba porque tiene mucho bello púbico y es reacia a depilarse porque dice que mucho duele, entonces cuando usa bikinis se rasura solo la parte de los pelos que quedarían por fuera, entra al baño y luego sale envuelta en una toalla playera, él le pide que se la quite y allí estaba mi mujer medio avergonzada con un bikini color rosa que más parecía la ropa interior de mi abuela, que en paz descanse.

El masajista le indica que en el baño está la ropa adecuada dentro de una bolsita con la cual ella se sentiría más cómoda, mi esposa vuelve a entrar al baño y sale con una bolsita transparente que tenia algo negro adentro preguntándole al joven si era eso, el le dice que si indicándole que por favor se lo ponga, entonces ella abre la bolsita delante de él y saca una micro tanga nueva (tenia hasta la etiqueta) que no era mas que unos hilos que se unían a un pequeño triángulo, y el sostén? Pregunta ella. No lo necesitamos, responde el masajista. Mi esposa sonríe nerviosa, la prenda era demasiado pequeña para ella y estoy seguro que por su cabeza pensó en la cantidad de pelos que saldrían por los costados, eso sería vergonzoso para ella, se quedó parada, indecisa de la decisión a tomar, pero el masajista presagiando cual era el problema la tranquilizo diciendo que no se preocupe, que normalmente eso sucedía, que él era un profesional y no tenía porque avergonzarse. Mi esposa entra nuevamente al baño y a los minutos sale envuelta en la toalla, el masajista muy tranquilamente le pide que se recueste sobre la camilla, ella sube por las escalerillas y se sienta preguntando si se acostaba de espaldas o de barriga, él le responde que se coloque como se sienta más cómoda, ella se acuesta de barriga aún envuelta en la toalla la misma que le tapaba desde la mitad de la espalda hasta unos centímetros debajo de las nalgas, el masajista se coloca al costado de ella colocándole una porción de aceite por los hombros y un poco más debajo de la nuca y comienza a esparcirlo por toda el área, el masaje parecía inofensivo, era suave y pausado, notaba que mi mujer poco a poco se relajaba, de rato en rato él colocaba un poco más de aceite, entonces le dice que tendrían que retirar la toalla, ella sin levantarse para que no le vea los pechos puesto que no tenía sostén, retira la toalla y su cuerpo queda totalmente expuesto al masajista, la verdad que la micro tanga que se había puesto le dejaba todo el trasero al descubierto, solo se podía ver la unión del hilo que ascendía por el canal del trasero hasta juntarse con las otras que se prolongaban hasta la parte delantera, mientras el masajista esparcía los aceites por la espalda de mi esposa mantenía una plática con mi esposa sobre su estadía en el hotel, al poco rato comenzó a hacerle ciertos comentarios referente al cuerpo de mi esposa, lanzándoles piropos indirectos como que su piel era muy suave, que tenia un cuerpo firme, cuando llego a los glúteos colocó un poco más de aceite en cada una de las nalgas y suavemente las masajeó diciéndole que tenia un trasero muy lindo y firme; su esposo debe estar orgulloso de la mujer que tiene, que debe ser la envidia de sus amigas, debe tener una lista interminable de admiradores, yo con una mujer así sería el hombre más feliz del mundo y así, una serie de halagos a los cuales mi esposa solo sonreía tímidamente, dejó de masajear las nalgas y se coloco junto a los pies, aplicó otra clase de aceite y se entretuvo masajeando los pies, él se había colocado a los pies de la camilla por lo que tenia una perspectiva mucho más directa del trasero de mi mujer, su masaje poco a poco fue subiendo por las pantorrillas mientras sus halagos hacia las piernas de mi esposa no se hicieron esperar, esta vez sus observaciones sobre la antónima de mi esposa eran mucho mas directas y más calientes, ya no eran simples alabanzas o piropos, las alusiones venían cargados de mucha picardía y morbo, mi esposa esta vez ya no sonreía, podía observar su rostro por la hendidura que tienen esas camillas, estaba sería, yo pensaba que en cualquier momento reaccionaría ante las insinuaciones del masajista y todo mi plan se iría por la borda, pero no fue así, aun cuando el masajista llegó has sus nalgas y más que masajes lo que le propinaba eran caricias, apretaba las nalgas con los pulgares hacia adentro de tal forma que cuando hacia presión se podía ver claramente la delgada tirita negra de la micro tanga, el agujero del culo y la mata de pelos que provenían de la concha de mi mujer.

Ante la pasividad de mi esposa hacia esos "masajes" mi pensamiento obvio era que lo estaba disfrutando, aunque las facciones de su rostro no denotaba ninguna señal, ella seguía seria, ahora los masajes se hacia más extensos, recorrían las piernas desde los muslos hasta la cintura, para lo cual en el recorrido de las diestras manos del masajista tenía obligatoriamente que pasar por las nalgas, al estar mi esposa con las piernas juntas el "masaje" se limitaba a la cara externa y posterior de los muslos, ante esa posición el masajista suavemente cogió las piernas de mi esposa por los tobillos y se las separó indicándole que el masaje quedaría incompleto si no le afectaba la parte interna de los muslos, con las piernas abiertas la visión que ahora tenia de su concha era de primer plano, continuó con el mismo tipo de masaje llevando sus manos a través de la cara interna de los muslos hacia la cintura, centímetros antes de chocar con la concha, sus hábiles dedos pulgares la esquivaban y subían orilleando todo canal del culo de mi mujer, en esa parte la trayectoria de las manos se hacía más lenta, en ese menester estuvo el masajista durante unos quince minutos, yo no podía creer que mi mujer no esté sintiendo nada ante las caricias prácticamente en su intimidad, al observar detenidamente su rostro pude constatar todo lo contrario puesto que cuando mi esposa está excitada el color de sus mejillas obtiene un color mucho más rojizo, mi esposa estaba excitada.

Los "masajes" continuaban y el masajista se deleitaba abriendo las nalgas de mi esposa en cada pasada de sus manos, era obvio que con los apretones que le daba a las naciente de sus nalgas también los labios de la concha se abrían y la tela semitransparente de la micro tanga dejó relucir sus primeros jugos vaginales producto de su inocultable excitación, al notar aquello, el masajista con una sonrisa de satisfacción preguntó – Te gusta? Mi esposa no contestó, y como el que calla otorga el masajista continuó con su labor, ahora sus dedos pulgares se introducían cada vez más en la intimidad de mi esposa, al llegar a su conchita sus manos se detuvieron y los dedos pulgares del masajista se introdujeron por la micro tanga llegando por primera vez a acariciar los labios mayores de la vagina de mi mujer que ya era un mar de jugos, instintivamente mi mujer levantó levemente la cola como para facilitarle la caricia a esos dedos invasores, de esa manera el masajista pudo acariciar libremente su clítoris que ya estaba hinchado de tanta excitación, al presionar su botoncito del placer mi mujer abrió aún más las piernas llegando a colocarlas a las orillas de la camilla y levantó aun más la cola, definitivamente mi recatada y anticuada esposa estaba entregada a las magníficas caricias que les estaba proporcionando el masajista.

Los brazos que antes los tenía estirados a lo largo de su cuerpo, ahora se agarraban de la camilla para poder sostenerse mejor, el masajista acariciaba con el dedo pulgar el clítoris y con el dedo medio le penetraba la concha de mi mujer, metiéndole inclusive un segundo dedo, al mismo tiempo que le susurraba comentarios calientes referente a la concha de mi esposa que parecía que eso la excitaba aún más.

Le preguntó si quería darse la vuelta para que esté más cómoda a lo que mi esposa sin responder accedió, se giró, y sus pezones ahora apuntaban al cielo producto de su excitación, el masajista la tomó de las pantorrillas abriéndole las piernas, le quitó la micro tanga y le pidió que se acercara un poco mas al extremo de la camilla, ahora la peluda concha de mi mujer quedaba a disposición de él, colocó las piernas de mi esposa en sus hombros, yo pensé que le metería la verga de una vez porque debajo de su shorts de notaba un erección imponente, me equivoqué, empezó a besarle los muslos hasta llegar a su entrepierna, hundió su cabeza entre las piernas de mi mujer y empezó a comerle la concha, chupaba y lamía el abultado clítoris mientras le metía dos dedos por canal inundado de jugos sexuales, mi mujer se acariciaba los pechos y su cara estaba roja señal de que se avecinaba un orgasmo, esta vez no me equivoqué, en la posición que estaban mi mujer agarró la cabeza del masajista y la apretó aún mas contra su concha y tensó su cuerpo, comenzó a dar gemidos bastante sonoros, ella no es da las que grita, es de las que solo gime, eso me encanta. El orgasmo que le vino fue bastante fuerte porque le mantenía apretada la cabeza contra su intimidad hasta que se relajó y quedó tendida en la camilla con las piernas colgando a ambos lados completamente abierta.

El masajista se quitó la camiseta y dejó a la vista unos abdominales perfectos, muy bien trabajados, luego se bajó lentamente el shorts y liberó su verga que la tenia como una roca, era larga y gruesa, calculo que mediría entre 18 y 20 cm de largo por 6 de diámetro, a comparación de la mía se la veía enorme. Se quedó de pie al lado de mi esposa mientras le acariciaba los pechos, mi esposa estaba con los ojos cerrados recuperándose del orgasmo que había tenido y aún no había visto semejante pedazo de carne que apuntaba directamente a sus tetas. Él agarró la manito de mi esposa y se la dirigió a su verga, ella abrió los ojos y volteó la cabeza para ver lo que estaba agarrando y sus ojos quedaron como platos ante el tamaño de lo que tenía en la mano, tal vez con un poco de dignidad se incorporó y se sentó en la camilla indicando que no lo podía hacer, que era casada y que nunca había sido infiel a su esposo, me sentí orgulloso y feliz de la decisión que estaba tomando pero decepcionado también porque quería verla ensartada por semejante palo. Aunque no la notaba muy decidida a abandonar aquel recinto, se puso de pie junto al masajista, la diferencia de tamaño era considerable pues ella le llegaba a los pechos, él le hablaba al oído diciéndole que no se arrepentiría, que lo pasaría muy bien mientras se tenía que agachar para besarle el cuello y las orejas, zona que todos conocemos es muy erógena, ella se dejaba estar y tímidamente decía que no, él le siguió besando el cuello y ella echó su cabeza hacia atrás, entonces él se agachó aún más y comenzó a chuparles los pechos, cuando mi mujer abrazó al masajista por el cuello me di cuenta que la función continuaba y mis deseos aún se podían hacer realidad. El masajista estuvo chupándole los pechos un buen rato hasta que se los dejó rojos, se incorporó y buscó la boca de mi mujer, era la primera vez que intentaba besarla en la boca, mi mujer abrió los labios y respondió el beso como si en ello se llevara la vida, le comía la boca con ansias, deseos y hasta parecía con desesperación, mientras se besaban él nuevamente guió una de las manos de mi mujer a su verga, ella la agarró y se la movía lentamente con el clásico movimiento de una masturbación, él le soltó la boca y le preguntó si quería chuparla, ella bajó la mirada hacia el falo desafiante que le apuntaba al ombligo y se agachó despacio, se colocó de cuclillas y miraba como embobada el instrumento de su placer que ahora tenía en sus manos, parecía que no se animaba y el masajista le preguntó si alguna vez lo había hecho, ella respondió afirmativamente pero indicando que nunca con algo tan grande, abrió su boca lo más que pudo y se la fue metiendo hasta donde podía, la sacaba y la lamía por todo lo largo, no estuvo mucho chupando porque dijo que le dolían las piernas en esa posición, el masajista le dijo que no se preocupe y la puso nuevamente de pie mientras le buscaba la boca para seguir besándola.

La subió a la camilla, sentada con las piernas abiertas y el en medio, era solo cuestión de que el presione su pelvis y le metería su verga en la cueva encharcada de mi esposa, quedando aún un poco de lucidez por parte de mi esposa le pidió que se colocara un preservativo, él accedió gustoso, mientras el masajista se colocaba el condón ella se acostó boca arriba, cuando él se acercó nuevamente abrió las piernas y le pidió que lo haga despacio pues tenía miedo que la lastimase, él la tranquilizo comiéndole nuevamente la concha con la lengua, cuando creyó conveniente apoyó su vergota en la entrada de la concha de mi esposa, jugaba con ella pues se le refregaba por todo lo largo de la raja, desde el clítoris hasta donde comienza el canal que separan sus nalgas, mi mujer estaba que se salía porque de una vez se la meta, le agarró de las cadera y presionó suavemente y su cabeza se perdió en su mata de pelos, lo empujó suavemente hacia fuera y nuevamente lo atraía hacia ella, en cada movimiento la verga del masajista entraba un poco más, en ratos ella hacia pequeños gestos de dolor pero seguía empujando a su amante para que la penetre más y más, hasta que llegó un momento en que se perdió completamente en la concha de mi mujer,

Los movimientos eran suaves, lentos, como permitiendo que la concha de mi esposa se acostumbre a semejante pedazo de verga, cuando ya estuvo completamente amoldada ella comenzó un movimiento de caderas ante lo cual se vino de una manera estrepitosa, hacia solo unos minutos que la había penetrado sin siquiera haber mucho movimiento por parte del masajista y ya tenía un orgasmo fortísimo, pasaron unos minutos y cuando él vio su recuperación comenzó a mover sus caderas hacia delante y atrás, ahora la estaba cogiendo como tenía que ser, su movimiento era fuerte y sus bolas golpeaban contra las nalgas de mi esposa produciendo un sonido por demás de morboso. La taladró en esa posición durante un rato largo hasta que mi mujer nuevamente tuvo otro orgasmo más fuerte que el anterior, esta vez él no dejó de moverse y siguió dándole verga hasta provocarle otro más, le sacaba toda la verga de la concha y le golpeaba su clítoris con el glande, después se la volvía a meter de un solo golpe.

Se separó de ella de la posición en que estaban y le pidió que se volteara para metérsela por atrás, al parecer mi esposa pensó que le quería coger el culo y le dijo que por ahí no quería, el la calmó y le dijo que no era su intención, que su conchita era por demás de sabrosa para desperdiciar su tiempo con su culo. Que cínico pensé para mi, estoy seguro que si mi mujer haya cedido un poquito le dejaba el culo como un florero.

La acomodó de cuatro patas y se subió a la escalerilla para estar a su altura, se la metió de un golpe pues ya la concha de mi esposa estaba lo suficientemente dilatada como para aguantar su vergota. Los movimientos eran fuertes y coordinados, no se cuantos orgasmos tuvo mi mujer, pero estaba hecha un trapo, con el culo levantado, los brazos caídos y apoyada en sus pechos, se trató de incorporar un poco y entendí que le dijo al masajista que ya no, por favor que pare, no aguantaba más, hacia media hora que el machote ese le estaba dando verga por detrás sin disminuir ni un poquito la velocidad de sus movimientos, él le dijo que aguante un poco más que ya se iba a correr. Así fue, aumento la velocidad de sus embestidas, fueron tan fuertes que casi hace caer a mi esposa de la camilla, su cuerpo se tensó y acabó dentro de la concha de mi esposa, me hubiese gustado que haya terminado en la boca de mi mujer, pero eso no sucedió.

Se separó de ella lentamente, mi mujer estaba desparramada en la camilla para masajes con los ojos cerrados, el se acercó a su oído agradeciéndole, diciéndole que nunca había estado con una mujer tan sensual y caliente, otra vez afloró el cinismo comercial del masajista, pero bueno, me imagino que lo hacia para que mi mujer no se sienta como una vulgar puta, me pareció bien.

Se despidió de ella, dándole un beso en la mejilla, mi mujer poco a poco reaccionó y se incorporó, levantó la micro tanga del suelo y se dirigió al baño, al ratito entró la recepcionista justo cuando mi esposa salía del baño con la misma ropa que había llegado y con la micro tanga en la bolsita transparente. La recepcionista preguntó si había quedado satisfecha con el "masaje", esta vez mi esposa se puso colorada pero de vergüenza, respondió que si tímidamente, a lo que la recepcionista le indicó que cuando los clientes no quedan satisfechas puede elevar una queja a la administración del hotel para que se vuelva a repetir la sesión con otro masajista, esta vez sin costo alguno. Quedé asombrado con la propuesta de la recepcionista, mi parte diabólica me indicaba que mi mujer tendría que quejarse y pedir dos masajistas en vez de uno, pero sabía que mi esposa no lo haría, aunque …… quien sabe. Respondió que estaba bien, que estaba conforme, pregunto si se podía llevar la micro tanga, la recepcionista le dijo que era suya, estaba incluida en el precio y se retiró.

Habían transcurrido un poco más de dos horas desde que me senté en esa butaca, me había tomado media botella de whisky y me había masturbado tres veces.

Así comenzaron nuestras vacaciones inolvidables, este fue el principio de una serie de acontecimientos que hicieron dar un giro de 180º a nuestras relaciones íntimas con mi esposa. Hechos que con el tiempo les iremos contando, digo "les" porque esta historia la escribí con la participación de mi esposa. Que creían? Que ella se callaría su aventura con el masajista? Después de dormir más de doce horas, muerta de vergüenza y arrepentimiento me lo confesó, por eso la amo, porque es incapaz de ocultarme algo.

Disculpen si nos excedimos. Les regalamos una fotito del trasero de mi esposa.