Infidelidad inducida 2

Después de la infidelidad de mis esposa con el masajista durante nuestras vacaciones, el panorama se pinta mucho más prometedor`pues que luego de una conversación muy abierta con ella decide aceptar mis juegos ya que lo había disfrutado mucho.

Mi esposa había dormido como 12 horas seguidas después de que el masajista se la había cogido como nunca antes alguien lo haya hecho, y yo había sido testigo mudo de ese hecho. Aunque yo me mostraba como si nada supiera y no haya pasado nada, me recosté junto de ella y comencé a acariciarle su pelo, haciéndole pequeñas bromitas sobre el tiempo que había dormido, al final no pudo contenerse y se largó en llanto, con sus ojos llenos de lágrimas me dijo que tenía que confesarme algo y que si era mi decisión nos volvíamos a nuestro país y ella asumiría como adulta el error que había cometido, la tranquilicé con todo el amor que le tengo pidiéndole que me cuente que había pasado, me contó todo lo sucedido, de rato en rato se detenía en su relato porque el llanto no la dejaba continuar, después de terminar y al ver que yo no mostraba el enfado que ella esperaba de mi, es más cuando le pregunté si lo había disfrutado me confesó con aún más vergüenza que jamás había gozado tanto, entonces le hice recuerdo de las veces que yo le proponía que probáramos cierta variedad en nuestra vida sexual, me refería a eso le dije, a que goces del sexo tanto como puedas, siempre y cuando haya consentimiento de ambos, la conversación se prolongó durante aproximadamente unas dos horas, aunque seguía con muchas dudas respecto a mi posición finalmente me dijo que estaba dispuesta a hacer todo lo que yo quiera, siempre y cuando nuestra relación no se acabe, en ese momento le confesé que todo lo había planeado yo, se volcó sobre mi y dándome golpes en el pecho sin mucha fuerza diciéndome que era un degenerado, al mismo tiempo se reía, era todo un reproche sin ganas de ser una pelea, nos revolcamos en la cama y terminamos haciendo el amor como locos.

Aún mucho más relajados, después del almuerzo bajamos a la playa por primera vez, los cuerpos esculturales que por ella se paseaban, tanto femeninos como varoniles no dejaban de asombrarnos, estuvimos toda la tarde tomando sol y bañándonos en el mar, mi esposa tenía puesto el bikini rosa que había traído de casa y la verdad que no era muy sexy que digamos, en comparación de los hilos dentales que se paseaban por nuestras narices, parece que al final le dio un poco de vergüenza y me dijo que para el día siguiente se compraría otros un poco más sexys, eso me dejó más que feliz, notaba una cierta actitud propia de modernizarse sin que yo le exija nada.

Aquella noche cenamos en el hotel y nos tomamos unos tragos en el bar del mismo, no nos animábamos a alejarnos mucho del hotel porque la recepción nos había recomendado que tuviéramos mucho cuidado porque era una ciudad peligrosa y los amigos de lo ajeno preferían a los turistas, con esa advertencia mi esposa no quiso ir a ningún otro lado. Esa noche y con el calor de los tragos mientras hacíamos el amor le pedía que me cuente sus sensaciones sobre su encuentro con el masajista, mientras me contaba el recuerdo de su amante parecía que le excitaba mucho más porque su conchita era un mar de jugos que yo bebía ávidamente dándole una chupada de película, tuvo dos orgasmos seguidos y todavía no la había penetrado, mientras jugaba con mi glande en la entrada de su cueva me burlaba de ella pícaramente diciéndole que le había gustado el tamaño de su verga, el cuerpo escultural de su masajista, ella contestaba que si a todo y me pedía que se la meta de una vez, que ya no aguantaba más, cuando le pregunté si estaba dispuesta a probar otra vez otra verga que no fuera la mía me miró con una mirada de lujuria y me dijo que si, que si quería probar otra, que la del masajista la volvió loca, ahí se la metí de una sola vez, instantáneamente tuvo otro orgasmo y yo la taladré unos minutos más y me corrí dentro de ella.

Estaba hecho, al día siguiente buscaría la manera de que mi esposa siga disfrutando de otras vergas.

Casi a media mañana bajamos después de desayunar, lo primero que hicimos fue dirigirnos a una tienda de ropa de playa, dejé que mi esposa escogiera, aunque obviamente yo sugería los más sexys, al final se decidió por un bikini de dos piezas color atigrado bastante sexy, en la parte de adelante era bastante cavado y bajo, en la parte trasera era nada, se lo probó y me llamó al probador para que la viera, con cara de fastidio me mostró como una enorme cantidad de pelo se desbordaba por todos los lados del bikini, me reí y se incomodó aún más, la tranquilicé diciéndole que eso tenía solución y que de la tienda nos volveríamos al hotel y yo personalmente la rasuraría. - Eso es lo que no quería -, me dijo, convencida al final que era la única solución escogió otros bikinis más de diferentes colores, similares o más pequeños aún al que había escogido, muy contenta con sus compras se aprovechó de mi nobleza y me atracó en media calle pidiéndome que le compre un sinnúmero de chucherías femeninas más que no vale la pena mencionar qué eran. Bueno, algo tenía que costarme, no?

Volvimos al hotel y nos pusimos manos a la obra, con agua tibia para abrir los poros, con mi crema para afeitar y una navaja nueva le dejé el coñito un espectáculo, la verdad que no me gustan los coños depilados totalmente, siempre me han atraído mucho más aquellos adornados con un poco de pelo, asé le dejé el de mi esposa, con un triángulo bien formado por encima de su conchita, se le veía precioso, acerqué un espejo para que se viera y le gustó mucho, yo me había excitado una barbaridad mientras hacia de "barbero" y ella lo notó. - Se ve que te gusta mucho, pero te aguantarás hasta la noche, ahora quiero estrenar mis bikinis - , me dijo y se dirigió a darse una ducha, luego salió con su bikini puesto, ahora estaba súper sexy, se ensayo el segundo y el tercero que fue el que más me gusto, no se si no se dio cuenta al comprarlo porque solo se probó el primero, pero el triángulo delantero era tan pequeño que aun se le veían los pelitos por encima de la tela y atrás era un hilo que se perdía entre sus nalgas, ese me gusta le dije, - lo sabía, me respondió, por eso lo compré - , dio media vuelta y se metió al baño.

Se había vestido con un vestidito negro de tela muy ligera que le llegaba a un palmo arriba de las rodillas, se había puesto una gorra blanca ocultando su pelo corto con rayitos rubios, escondió sus hermosos ojos bajo unas gafas oscuras, - vámonos – me dijo, yo me moría por saber cual de los bikinis se había puesto.

Esta vez no quiso ir a la playa, nos quedamos en la piscina del hotel puesto que no habíamos almorzado, pedimos algo ligero para comer, luego nos acercamos a las tumbonas que rodeaban la enorme piscina, cuando se quitó el vestidito por la cabeza quedé con la boca abierta, mi esposa se había puesto los bikinis celestes muy sexys que me gustaban mucho sin importarle que por encima del bikini sobresalía casi 1 cm de sus pelitos púbicos. Me hice el que no le di importancia pero no le quitaba el ojo de su triángulo sexual, para no demostrar mi excitación me lancé a la piscina. Desde el agua la veía colocándose el bronceador, me acerqué a la orilla de la piscina mientras ella se recostaba en la tumbona, desde mi posición claramente se podía apreciar que el pequeño bikini no dejaba mucho a la imaginación pues hasta se podía apreciar el nacimiento de sus labios mayores, recreé un rato mi vista en ella y luego me fui a nadar para calmar mi erección nuevamente.

Estuvimos en la piscina toda la tarde, noté como muchos hombres y también mujeres al pasar por delante de nosotros fijaban su vista en la entrepierna de mi esposa, la verdad que los pelitos sobresalidos eran alucinantes, habíamos pedido cerveza para refrescarnos mientras tomábamos sol, de cuando en cuando le ponía más bronceador, ella se colocaba de espaldas, de pecho, de todos lados para quemarse pareja, llegó el final de la tarde y nosotros seguimos en las tumbonas como mucha gente que estaba en la piscina pues el calor era insoportable.

Ya entrada la noche seguíamos en la piscina tomando cerveza, estábamos muy alegres y no encontraba la manera de cómo ponerle más picante a nuestra velada, conversábamos de todo y de nada y todo nos causaba gracia, estábamos como dos recién enamorados, en eso se nos acerca un pareja, nos saludan pidiendo las disculpas del caso excusándose que nos habían escuchado conversar y se dieron cuenta que éramos extranjeros al igual que ellos aunque de países distintos, conversamos un poquito y los invitamos a que se queden con nosotros, aceptaron gustoso, ellos eran argentinos, él de 39 años y ella de 27, aunque ella parecía mucho más joven puesto que era delgadita, tenia una carita de niña preciosa, pechos pequeñitos, pelo castaño, ojos inmensamente azules y mediría 1.60. El era de mi estatura más o menos, medio regordete, con la panza un poco crecida por la falta de ejercicios, inmediatamente deduje que ese tipo no le gustaría a mi mujer pues no le atraen los hombres con panza. Aún así se mostró muy amable con la pareja, rápidamente congeniamos, lo que al gauchito le faltaba de pinta lo tenía de simpatía y sin darnos cuenta ya estábamos riendo a carcajadas como si fuéramos grandes amigotes. Seguíamos tomando cerveza y la consecuencia inmediata de esa bebida es ir al baño, en el caso de las mujeres ese efecto se multiplica, las dos chicas se excusaron pidiendo permiso y se fueron a hacer lo que nadie más podía hacer por ellas, nos quedamos como dos bobos mirando el trasero de nuestras mujeres, la gauchita a pesar de su delgadez era bien formada y con el pequeño bikini que tenía hacia resaltar unas nalguitas bien paraditas y duras, al lado de mi esposa parecía su hermana menor puesto que mi mujer tenia más cuerpo, ojo, dije más cuerpo, no mejor cuerpo. Nos miramos los dos y como leyéndonos el pensamiento preguntamos al mismo tiempo. – Buena no?- nos reímos a carcajadas, esta vez pregunté yo primero.

Yo – A cual de las dos mirabas?

El – A la tuya y vos?

Yo – A la tuya

Entonces nos pusimos de acuerdo para intercambiar parejas, aunque le advertí que le iba a costar mucho con mi esposa por su estado físico, él me dijo lo mismo, que también me costaría mucho pues nunca lo habían hecho, aunque ya lo había conversado con su esposa y estaba de acuerdo esta era su primer noche en el hotel y ella aún seguía indecisa, me contó que ya le había echado el ojo a mi esposa y que yo no le parecía mal a la suya. Yo le comenté que ni los habíamos visto, nuevamente nos reímos a carcajadas y llegaron nuestras mujeres.

Seguimos tomando cerveza los cuatro, con la conversación que mantuvimos con el amigo ya estábamos más en confianza y nuestros comentarios eran mucho muy picantes, él hacia mi esposa y yo hacia la suya, como el que hizo él respecto al pelito que sobresalía por encima del bikini de mi esposa.

El – Se te ve muy sexy.

Esposa – Gracias, no era esa la intención, pero a mi peluquero le faltó tijera.

Con ese comentario ocurrente nos matamos de la risa.

Ya era muy entrada la noche y no nos habíamos percatado que había muy poca gente en la piscina, entonces a la gauchita se le ocurrió que quería ir a bailar, a unos 200 mts de la piscina, en terreno de la playa había una cabaña de palmas que hacía las veces de discoteca para el que quiera pueda ir a bailar sin tener que arreglarse mucho, pues toda la gente se veía en traje de baño, mi esposa se animó porque la cabaña estaba todavía en terreno del hotel, antes de ir me doy un baño para refrescarme dije y me zambullí en la piscina, en realidad lo que quería era botar la cantidad de orines que tenia de toda la tarde, ya lo se, dirán que soy un asqueroso, pero quien no se ha echado una orinadita en una piscina, estaba disfrutando de lo lindo de mi meada cuando veo que la gauchita también se mete al agua, nadó un rato y después se sentó en la escalerilla de la piscina, me acerqué a ella colocándome a su lado mientras me mantenía a flote agarrándome de la orilla de la piscina, como ya estaba lanzado la ataqué de frente.

Yo – Tienes lindas piernas

Ella – Gracias

Yo – Lástima que estén en el lugar equivocado

Ella – Porque? - con cara de incredulidad ante mi comentario.

Yo – Porque deberían estar en mis hombros.

Aunque un poco jocoso, no me reí ni ella tampoco y me respondió.

Ella – Más tarde.

Yo – Y porqué no de una vez.

En la posición que ella estaba no fue muy difícil moverme y que mi cabeza quede entre sus piernas, la tomé de sus muslos y la atraje hacia mi pero ella se resistió y yo desistí, aún así me acerqué a su entrepierna, mi cara estaba a escasos 15 cm. de su concha, se la toqué por encima del bikini y ella nuevamente me rechazó.

  • Aquí no por favor – me dijo.

Yo me alejé nadando y nos salimos de la piscina para ir a bailar a la cabaña.

Durante el trayecto, mi esposa se cuelga de mi brazo y me cometa lo siguiente:

Te gusta la gauchita, no?

Yo – Un poco, no tanto como vos.

No seas mentiroso, yo vi cuando te acercaste a ella en la piscina.

Yo – Y bueno, está linda la flaca. Y a vos no te atrae el gaucho?

No, para nada.

Me quedé callado, yo sabía que así sería, ella al ver que mis planes de ligarme a la gauchita se truncaban me dice que no me preocupe, que si podía avanzarle ella no tendría ningún problema, ya vería como se las arreglaba con el panzón.

Llegamos a la cabaña, estaba llena de gente, la música tropical era muy alegre, prácticamente toda la gente estaba en traje de baño, al estar tan lleno era inevitable el roce con los cuerpos semidesnudos de las mujeres, y también de los hombres obviamente, nos abrimos paso como pudimos hasta llegar al bar, pedimos unas cervezas y mi mujer comenta que en el trayecto le habían agarrado las nalgas dos veces. – A mi también – dice la gauchita. Esto se pone bueno pensé. Estábamos parados mi esposa, el gaucho y yo, la esposa de él había aprovechado un taburete que estaba libre y se había sentado, bailábamos en nuestros lugares pues no había más espacio, la música caribeña era muy contagiante y mi mujer pegaba su cola a mi entrepierna lo que me estaba excitando, la posición era muy caliente y el gaucho no le soltaba mirada, en eso que me acerco a la barra para pedir más cervezas, vuelvo y mi esposa quiere ir a bailar a la pista de baile, ante tanta multitud de gente yo me negué y ella me hizo un gesto de descontento, entonces mi mujer toma de la mano a la gauchita, le da un pequeño jalón y se la lleva a la pista de baile, nos quedamos solos y le miro al gaucho diciéndole que debería aprovechar esa oportunidad, arrepentido por su tardanza me dice, ya volverán. Ahí nos quedamos los dos bebiendo mientras nuestras esposas ya no se veían entra la multitud de gente.

Como les había platicado en nuestro anterior relato "Infidelidad Inducida", el escribir nuestras experiencias es algo que hacemos juntos mi esposa y yo, por ende y al estar ausente yo de lo que le sucedió a ella y a la gauchita mientras bailaban, será mi esposa la que de aquí en adelante narre lo sucedido.

Bueno,

En realidad quería ir a bailar lejos del gaucho que estaba con nosotros, la verdad que me ponía muy incomoda su mirada que prácticamente me desnudaba, mi esposo no lo entendió y se negó a llevarme a bailar a la pista, no le podía decir que nos vayamos a otro lugar porque mal que mal me estaba divirtiendo y él estaba deseoso de comerse a la gauchita y yo quería que lo hiciera, derepente era para quitarme el remordimiento de lo sucedido con el masajista, así quedaríamos en igualdad de condiciones y no habrían reclamos posteriores, pero definitivamente no quería nada con el gaucho panzón.

Nos metimos entre el gentío que se apretujaba queriendo ensayar algún paso de baile, aunque yo me había puesto mi vestido negro y la gauchita también se había puesto su trajecito celeste de dos piezas, una falda muy corta con una blusita pegada al cuerpo , este era muy delgado y corto y se podía sentir en propia piel el roce da la piel de la gente que ahí estaba, algunas mujeres estaba tan solo de bikinis y la mayoría de los hombres con el torso desnudo. Estábamos muy pegadas la una a la otra moviéndonos, nuestros pechos prácticamente estaban pegados unos a otros, aunque yo soy más alta que ella, podía sentir su aliento, la cercanía de su cuerpo en movimiento y los tragos encima me estaba poniendo malita, siempre me había considerado una mujer muy heterosexual, la situación que estaba viviendo momentáneamente me tenía desconcertada, me estaba excitando con los movimientos de una mujer. – Te mueves muy bien – le dije al oído, ella me miró y me sonrió, le tomé de las caderas para seguir el ritmo cadencioso que tenía al bailar, ella también hizo lo mismo pero sus manos fueron un poco más allá y siguiendo la tira del bikini empezó a agarrarme las nalgas. – Con razón a mi marido le gustó tu trasero – me dijo mientras sus caricias en mis glúteos se hacían más fuertes. Me moví un poquito y coloqué mi pierna derecha entre las suyas, ella se acomodó sintiendo la presión de mi muslo en su concha y comenzamos con un movimiento circular de caderas, yo la presionaba hacia mi con una mano desde su cintura y ella hacía lo mismo pero con sus dos manos y desde mis nalgas.

El "baile" que estábamos llevando a cabo era por demás de sensual y excitante pero eso parecía no importarle a la gente que se movía alrededor nuestro, mi excitación estaba por los cielos y ante la cercanía de su rostro con el mío acerqué mis labios a los suyos y nos besamos, sus labios eran cálidos, suaves, su lengua jugaba con la mía al mismo ritmo que sus caderas se movía permitiendo que mi muslo se acople contra su concha, nuestros besos ya eran un torbellino de placer y seducción, ambas estábamos abandonadas al placer que nos estábamos brindando cuando sentí unas manos junto a las mías que presionaban las nalgas de la gauchita, levanté mi vista y detrás de ella había un muchacho moviéndose al mismo ritmo que lo hacíamos nosotras, él la tenía tomada de las caderas, le sonrío como dándole permiso a que continúe con lo que hacía, mi amiga al parecer no se había percatado de esa situación pensando tal vez que era uno más que se hacia espacio para poder bailar, me acerco a su oído y le digo que tenía un admirador en sus espaldas, ella voltea su cabeza un poco y lo ve, le sonríe y continuamos bailando ahora los tres, la danza erótica que habíamos comenzado entre ella y yo ahora tenía un tercer integrante que se acoplaba muy bien a nuestros movimientos.

Mi bikini ya no podía aguantar tanta humedad de mi conchita que era un manantial de lo excitada que estaba, sin más agarré la mano de mi amiga y la dirigí hacia mi entrepierna, no se entretuvo con caricias, de una vez corrió mi bikini hacia un lado y me metió un dedo que me hizo cerrar los ojos de placer, hice lo mismo con ella notando que estaba sumamente mojada, le corrí su bikini a un lado y le comencé a acariciar la concha metiéndole una dedo y acariciándole el clítoris, nos volvimos a fundir en un beso lujurioso olvidándonos del invitado que ella tenia detrás, como él se movía pegado al trasero de mi amiga, era más que obvio que ya estaba empalmado, mientras con una mano le serruchaba el coño a la gauchita con la otra acaricié el instrumento del amigo por encima del shorts, ya tenía la verga dura como palo y por lo que podía palpar era de un tamaño más que considerable, ni corto ni perezoso se bajo un poco el short y liberó su verga, no la podía ver pero si la podía sentir, grande, caliente, suave, venosa, dura, larga, lo empecé a masturbar salvajemente, era increíble, hace dos días atrás era una mojigata avejentada tachada a la antigua y ahora me encuentro con una concha en una mano y una pija en la otra de dos personas totalmente desconocidas.

Ya estaba a punto de tener un orgasmo pero quería prolongar un poco más el placer que estaba recibiendo de las manos de la gauchita, con la verga del muchacho presionada en mi mano empecé a deslizarla por entre las nalgas de mi amiga, ella la sintió y llevó su mano hacia atrás, ahora ya eran dos manos las que sujetaban semejante palo, ni las dos manos juntas cubrían toda su largura, su bikini ya esta corrido hasta el otro lado de su nalga por lo que el agujero de su culito estaba descubierto, empujé la verga hacia abajo apuntando hacia el agujero de su concha, yo quería que se la meta, como él era más alto tuvo que flexionar un poco las piernas, con la mano que tenia dedeándole la concha por delante agarre su vergota y la enfilé hacia la entrada jugosa de la concha de la gauchita, el muchacho no necesito hacer ningún movimiento por que ella levantó aún más la cola, presionó un poco hacia atrás y se ensartó solita ese mástil que la penetró hasta el fondo, la gauchita se colgó de mi cuello para no caerse pues los movimientos del muchacho eran cada vez más fuertes, prácticamente la levantaban del suelo en cada ensartada, al quedarme sin los dedos que me estaban dando tanto placer no me quedó más que tocarme yo misma el clítoris que ya lo tenía muy sensible, no necesité acariciarme mucho pues ya estaba a punto, tuve un orgasmo de los que pocas veces se los llega a tener, mi cuerpo se tensó y acabé como nunca mientras mi amiga seguía siendo salvajemente cogida por este adonis desconocido, la gauchita ya había experimentado un orgasmo y su cara era un poema de lujuria y satisfacción, la música seguía retumbando en nuestros oídos, un atisbo de moralismo en nuestro cerebro le indicaba a nuestras piernas que traten de seguir el ritmo para disimular el acto sexual que se estaba llevando a cabo en plena pista de baile, el olor a sudor y sexo se podía confundir con el olor del cigarro y alcohol que flotaba en el ambiente y eso ayudaba a que el moreno siga ensartando a nuestra amiga, parecía que no terminaría nunca y mi amiga de vez en vez me miraba con sus ojos desorbitados por tanto placer que estaba recibiendo, los movimientos del muchacho se intensificaron, tensó su cuerpo y regó su leche dentro de la concha de la gauchita, la mantuvo ensartada un rato más, ya ninguno de los tres se movía, nos importaba un carajo la música, por entre las piernas de mi amiga ahora caían hacia abajo restos de semen de su amante, metí mi mano intrusa por entre sus piernas y agarré la verga del muchacho que poco a poco se ponía blandota, la expremí sacándole hasta la última gota de semen, la cabeza de mi amiga estaba recostada en mi hombro, por encima del ella nos besamos con el muchacho metiéndonos lengua hasta la garganta, la gauchita se recuperó, se incorporó y me pidió que la acompañe al baño.

Fuimos al baño, nos aseamos, le pregunté si se sentía bien y me contestó que si, pero me pedía que no dijera nada de lo que había pasado, le aconsejé que sería mejor contárselo a su marido, estaba segura que lo entendería, además era lo que habían venido a buscar, me dio la razón y nos dirigimos a la barra donde estaban nuestros maridos que los encontramos más borrachos que una cuba, en esas condiciones la continuación de la fiesta se truncó y tanto mi amiga como yo nos quedamos con ganas de más, era imposible seguir puesto que nuestros hombres se habían enfrascado en una discusión de futbol y terminaron discutiendo sobre política internacional como dos grandes asesores políticos que tienen la solución en sus manos, estaban tan concentrados en ellos mismos que ni supieron cuando llegamos al hotel y nos separamos cada una con nuestro cada uno. Subimos a nuestra habitación y mi marido se desplomó en la cama, nunca he conocido borracho que sea mujeriego.

Me di un baño y me acosté a dormir, nuestras vacaciones realmente la estábamos disfrutando al máximo, al día siguiente siguieron nuestras aventurillas que ya les iremos contando poco a poco. Acá les regalamos una foto que nos tomó el gaucho a su mujer y a mi y que luego pasó a nuestro correo.

Hasta la próxima.