Infidelidad durante la convención de profes (ll)

Como pasar un buen rato con un vieja amiga.

—Sigue, sigue así, así… dámela toda… así fuerte… no pares, no pareeeees…— me contesta ella agitando la cabeza como si ya no pudiera controlar sus emociones.

Doy unos cuantos empujones más hasta que me clava los dedos en los costados y me hace ver que me tengo que parar. Está teniendo su orgasmo, yo solo debo acompañarla, quedarme quieto, darle unos besos tiernos en el cuello y esperar…

Pasado el punto más alto de su placer, su disfrute todavía continua, me echo hacia atrás con cuidado y me dejo caer a su lado. Davinia se pega a mí, echada sobre su costado, apoya su cara sobre mi pecho, pone su pierna cruzada sobre la mía y aprieta su sexo contra mi cadera.

Siento su calor, su humedad, Davinia empuja fuerte, le gusta sentir la presión sobre sus labios. También quiere que yo note que está paladeando un rico y largo orgasmo, quiere que lo viva con ella, y esa es su forma de compartir su placer conmigo.

Me encanta sentir el agradable balanceo de sus caderas, con su pierna doblada encima de la mia, culea adelante y atrás, sus labios se aplastan una y otra contra mi pierna dejando fluir sus jugos que terminan humedeciendo mi piel. Tiene los labios abiertos como una flor, y en medio de ellos aparece el capullito que envuelve su clítoris. Ante los apretones, se retira parcialmente permitiendo que roce suavemente con mi pierna.

Con la mejilla apoyada sobre mi pecho contempla mi verga que yace apoyada sobre mi vientre, hinchada, dura…ansiosa por recibir caricias. Acerca su mano y empieza a juguetear con ella, la coge con cuidado rodeándola por la parte central con su mano y la endereza para que quede vertical.

Lentamente baja la mano tirando de la piel hacia abajo, aparece el capullo que estaba parcialmente cubierto por el pellejo. Está enorme, a punto de reventar, me estremezco cuando su mano llega a la base manteniendo una tensión casi insoportable en la piel del frenillo.

—Davi-i-i-i-ia, Davinia…me haces daño— le digo tratando de revolverme para librarme de su excesiva presión.

—Me encanta cogerla, tener el control… dominar este pedazo de carne ardiente…el mismo que me estaba rompiendo por dentro y que tanto gusto me ha dado— me susurra mientras sube y baja el pellejo recreándose en el movimiento.

—Cuando la miro, necesito hacerla mía… con la mano…con la boca… la quiero toda para mí— afirma convencida.

—En el sexo…los dos deben mandar por igual…me gusta tanto que me des dulces y duras culadas como tenerte a mi merced, esperando mis caricias­— me dice haciéndome ver que no es casualidad el dominio que pretende ejercer sobre mí.

Dejo que la manosee convencido que va a arrancarme un orgasmo tremendo. Con la mano izquierda le acaricio toda la espalda, desde los hombros hasta las nalgas. La otra mano la utilizo para acariciar su larga cabellera negra, manteniéndola recogida para que no le impida la visión.

Davinia sigue imperturbable con un intenso sube y baja que me tiene próximo al orgasmo, mi respiración se va acelerando, Veo su cabeza subir y bajar apoyada sobre mi pecho, empiezo a suspirar fuerte, a retorcerme…si sigue así me voy a correr.

Cada vez que miro la veo completamente concentrada en lo que hacen tus manos, observando como mi vientre sube y baja involuntariamente y como mis muslos se ponen rígidos tratando de disipar los espasmos que me provoca.

— Davinia, no, nooo… no sigas… para, para… si continuas me voy a correr— le suplico.

Me hace caso, pero solo por instante.

— Qué guarra eres… cómo te gusta tener el control, vas a hacer que me corra sin poder darte la leche dentro”, te recrimino cuando retoma el ritmo y la secuencia de sus meneos.

—¿quieres que te la chupe un….poquitoooo? — dice para a continuación abrir la boca y relamerse los labios.

Sufro al pensar que si acerca su boca húmeda y me da una lamida no podré contenerme. Es probable que me corra mucho antes de lo que quiero, … ¿qué puedo hacer para contenerme?

Cuando una de tus manos me rodea el capullo, lo abraza y lo aprieta, la cosa se complica. Tengo que dejar de mirar y pensar en otra cosa para que esta deliciosa tortura no termine en una eyaculación prematura.

Acerco mi mano hasta encontrarme con la suya, debo reducir el ritmo, no quiero acabar todavía.

—Ufff, aahhh…deja, deja…— le pido antes de revolverme y librarme de su intenso apretón.

—Dejáme que te lleve hasta el final. Quiero ver cómo te corres…quiero ver cómo te fundes entre mis manos, quiero ser yo la que ahora domina el placer— me pide sin contemplaciones.

—Me gusta, soy golosa, soy una viciosa… lo disimulo bien, pero tu verga dura y grande me vuelve loca. ¡La quiero para mi!... hoy, eres mio y quiero tenerte sólo para mi—

—Será toda tuya… pero antes quiero que te subas encima y me montes como una amazona…quiero sentirte sobre mi polla, frotando, cabalgando…ven, ven, súbete, súbete— le pido colocándome de manera que ella se pueda situar a horcajadas sobre mi pubis con la polla apuntando directamente a sus labios.

Con cuidado, tratando de adaptar su vagina a mi verga, se va dejando caer hasta que mi miembro se hunde completamente entre sus piernas.

Me incorporo lo suficiente para poder darle unos ricos chupetones en sus pezones color café.

—Uhmmm que rico!!! —

Desde esta posición la veo esplendida, con su morena melena sobre los hombros, la expresión de su cara me muestra que Davinia quiere ser la dueña.

El ventanal está abierto, entra la fresca brisa que viene directamente del mar, se oye el repiqueteo de la lluvia golpeando sobre las barandas metálicas del balcón. Me encanta el contraste de temperatura de la piel de su espalda con respecto a la ardiente gruta que acoge mi polla. Alargo las manos para cogerle los pechos, ¡Que lindos!, suaves… blandos y turgentes.

—Uhmmm, ¡cómo me gustan! —

Con la punta de los dedos toca mi polla como para comprobar que está en su punto. Tras lo cual te incorpora sobre las rodillas, su vagina queda justo por encima de la punta de mi polla. Estoy deseando que sus caderas desciendan de nuevo y mi polla pueda clavarse dentro de ella.

— ¿te gusta como te monto? ¡Chúpame los pechos! —   me ordena sin parar de moverse adelante y atrás haciendo que mi polla se mueva dentro de ella.

Tengo mis manos sobre tus muslos, las llevo hasta las nalgas y le ayudo en el movimiento, mi mayor deseo es que se vuelva a correr mientras galopa alegre encima de mi pubis.

Estoy deseando que llegue al orgasmo, cuando lo haga la dejare descansar un poco, tras lo cual llegara mi momento.

Cabalgando duro, te viene el orgasmo. Cansada y sudorosa inclinas tu cuerpo sobre mí, lo que aprovecho para coger tu cara entre mis manos, tirar de tu cabeza hasta que estas al alcance de mi boca y te doy un beso intenso, apasionado. Te abrazo con firmeza, te dejo descansar, paladeando las ricas sensaciones que suben desde tu chochito, ahora tan delicadamente sensible, hasta la nuca.

Tengo todavía mi polla gorda y dura dentro de tu cuerpo, ya solo faltan unos instantes para darme un festín, lo imagino igual que cuando un brioso caballo monta a su yegua preferida.

Uhmmm, que imagen tan apetitosa!!!

Aprovecho que todavía no has recobrado el control de tu cuerpo para hacer que te coloques a mi lado, boca abajo, con las piernas ligeramente separadas. Pongo el dorso de la mano sobre tu tobillo y luego la desplazo lentamente hacia arriba, tienes la piel tan suave…me encanta acariciarla.

Es un contacto leve, suave, como si de una pluma se tratase, mi mano se entretiene recorriendo centímetro a centímetro el camino que va desde los pies hasta la nuca. Quiero respetar tu momento de dulce regocijo solo interrumpido por algún espasmo rezagado que de vez en cuando te sacude.

Tras unos instantes de suaves caricias, llevo mi mano hacia el muslo. Primero por su parte exterior y luego por la entrepierna. ¡Uy, que gustito! tu piel es seda pura. Me acerco hasta las nalgas, parte externa del muslo, parte interior, curva del glúteo... estoy tan excitado que me sale un hilillo de líquido preseminal que humedece mi capullo.

Pongo la mano entre las piernas y me voy a acariciar sus labios vaginales. Después de culear un poco como si mi contacto te incomodase o como tratando de alejarme, me dejas quedar ahí. Me aceptas y dejas que te acaricie íntimamente, me he ganado tu confianza y sabes que te quiero.

—Me gusta mucho acariciarte, hacer que tiembles cuando te paso la mano— te digo mientras recorro con mucha parsimonia cada rincón de tu espalda y de tus piernas.

—Estoy loco por echarme encima, dejar que nuestros cuerpos se fundan en uno y sentir como tu coño abraza mi verga— te digo mientras pongo la mano entre tus piernas.

Te dedico mi repertorio de caricias por toda la zona, te meto los dedos índice y medio en tu vulva que está completamente mojada. Te paso los dedos a lo largo de tus labios, y alterno el frote de tu clítoris con los dos dedos, con la penetración del dedo pulgar para acariciar la cara interna. Tu néctar empieza a ser tan abundante que te moja la parte interior del muslo.

Me gusta sentir como mis dedos se untan con tus flujos, me gusta chuparlos mezclando con ellos mi saliva. Uhmm, soy un goloso y tú tienes el licor más dulce…esto es un anticipo, pronto mi boca irá a la fuente para saciar mi sed.

—Querida, ponte de rodillas mirando hacia el cabecero— te digo al tiempo que hago que apoyes los antebrazos sobre la cama.

Estoy impaciente por tenerte, por clavarla entre tus carnes para sentir tu húmedo y cálido abrazo.

Quedas con el culo en pompa y piernas separadas. Tengo delante de mí tu vulva abierta y mojada esperando que meta toda mi verga. Está a punto de reventar, gorda y dura como un auténtico padrón, fuerte y vigoroso, ansioso por cubrir su yegua.

Te acaricio las nalgas, primero con una sola mano y luego con las dos, desde la parte interna de los muslos hasta rodear la redondez de su culo. Poso una mano sobre tu raja y mis dedos se entretienen en juguetear con cada uno de los pliegues de tu piel hasta encontrar su húmeda vagina.

Cuando separo tus labios, del interior sale un halo de calor me excita todavía más. El dedo medio se hunde para luego aparecer completamente humedecido por tus flujos.

—Métela, métemela ya…quiero sentirla bien adentro— me suplicas al tiempo que agitas las caderas en un gesto de impaciencia.

—Se me ha puesto inmensa… la vas a tener pronto…bien dura…— digo tratando de calmar tu impaciencia.

Busco acomodo para mi polla que se sitúa justo en la raja del culo. Ha llegado el momento más deseado, con la verga erecta, cogida por la parte más cercana a los huevos, froto sobre tu vagina arriba y abajo. Quiero que me sientas llegar…que tu cuerpo lo desee.

Primero suavemente, con delicadeza a lo largo de la raja, aumentando poco a poco la presión; Davinia después de un instante de duda, separas las piernas alargas la mano hacia atrás, me tomas la polla y la colocas justo en la entrada de tu coño.

Sólo tengo que mover un poco la cadera hacia delante para sentir como mi polla se abre camino y va desapareciendo engullida por una vagina carnosa y extremadamente caliente.

Me detengo, retrocedo un poco y aprieto de nuevo para ir ahondando. Así lo hago hasta que tras varias maniobras mi polla ha quedado engullida totalmente y mis testículos están pegados a tus nalgas.

Uhmmmm como me gusta sentir el contacto de tu piel mientras te tengo debajo, dándome la espalda. Me gusta acercar la boca a tu cuello para olerte, para besarte, para pasar la punta de la lengua…

—Davinia, me encanta tenerla clavada en ti…tienes el coño exquisito, prieto y caliente… Por siempre vas a ser mi potrilla…vendrás a mí para que te monte, así…así…

—Mueve el culo, así…así…muévete.. — te digo mientras te doy buenos empujones como un verdadero semental.

¡Esto debe ser el paraíso! Con toda la polla dentro te acaricio el muslo desde la rodilla a la cadera y luego busco el contacto de tus pechos. Mi amiga Davinia retoza, se acomoda y se abraza al cojín.

Mantengo mi cuerpo pegado al tuyo y la polla bien adentro, dejando que ondules el cuerpo pues te gusta sentirme entre tus carnes… y de esta manera me notas mucho mejor.

Me encanta sentir la piel de tu trasero en contacto con mi pubis, recoger tu pecho con la mano mientras con el pulgar acaricio el pezón. Ahora, sumisa y complacida culeas lentamente dejándote llevar, al tiempo que gimes y susurras algo que no puedo entender.

¿me estás diciendo que te gusta?¿qué me echabas de menos?¿qué me quieres para siempre?

La postura del perrito me gusta mucho, tanto que temo correrme antes de tiempo. Para controlarme mejor, doy cuatro empujones y hago una pausa. Controlándome así puedo estar mucho más rato, hasta que todo esté bien mojadito y dilatado, y ya no pueda aguantar más.

Doy uno, dos, tres, CUATRO empujones y pausa, (CUATRO el movimiento es más fuerte, más rápido, más intenso).

—¡Cómo me gustaaaaa— te digo en el momento de pausa para luego retomar las duras embestidas contra tus nalgas.

—Me gusta tenerte así…dominarte…darte fuerte…hacer que te cueste aguantar mis empujones—te doy una palmadita cariñosa en la nalga aunque suena demasiado fuerte.

—He estado esperando este momento…y es delicioso— digo sujetándote fuerte por la cintura y apretando muy fuerte mi cuerpo contra el tuyo.

Para que no sepas lo que le viene después y que mis embestidas te causen una agradable sorpresa, en cada una de las series altero un poco la secuencia manteniendo el control estricto del ritmo e intensidad…

Uno, dos, TRES, cuatro y pausa,

uno, DOS,TRES, cuatro y pausa,

UNO, DOS, TRES, CUATRO, y así varias veces.

Después de unos minutos repitiendo la maniobra, tu espalda se arquea hacia arriba y hacia debajo de forma descontrolada, ya no eres dueña de tu cuerpo. Se desatado un huracán que te arrastra hacia el más dulce de los placeres. Desembocas en unos gemidos de placer que me atraviesan el cerebro, me estimulan... me siento halagado, que formo parte de ti… y eso me gusta.

—¿Te corres cariño?...¿Davinia, quieres más?¿así?¿más?¿así? — te pregunto mientras acelero al máximo con mis movimientos de cadera para entrar en un alocado bucle de mete y saca de ritmo creciente.

Balanceo mis caderas adelante y atrás con toda la amplitud posible, para pasar del casi fuera…hasta golpear con fuerza tus nalgas con mi pubis.

Mi polla frota íntimamente con las paredes de tu coño en cada entrada, en cada salida. El capullo golpea fuerte contra la cerviz, provocando en cada encontronazo un gemido y un placer especial al sentir el empujón.

Ronroneas, gimes y caracoleas, moviendo tu culo para sentir intensamente el frote de mi polla con las paredes sedosas de tu vagina. Con este alocado movimiento, unido a que tu vagina está llena de flujos, mi polla se sale varias veces y tenemos que parar para que la vuelva a ensartar.

—Métela, métela…por dios, no pares ahora…que me vengoooo— dices alargando una mano hacia atrás como si quisieras sujetarme y de esta manera asegurar que no va a haber más interrupciones.

Víctima de tu desenfreno te llevas la mano hacia la parte delantera de la raja  y haciendo un movimiento circular con tus dedos sobre el clítoris. No puedes esperar más…quieres darte ese ultimo estimulo que te lleve al orgasmo más deseado.

—¡Métela!... Vamos… dame fuerte—gritas mientras siento que tu coño vuelve a tener contracciones y tu cuerpo vuelve a entrar en una nueva secuencia de espasmos.

Echo hacia atrás para coger fuerza y luego vuelvo a avanzar un poco más que en la embestida anterior. Así continúo hasta que mi polla se ha perdido totalmente dentro de tu ardiente coño.

Tras unos instantes para recobrar el aliento, vuelvo a moverme acompasadamente adelante y atrás, muy despacio, paladeando el contacto, con la sensación que toda mi polla está rodeada por un puño que la aprieta, aunque la deja mover envuelta en seda.

Lo que siento es indescriptible, tengo la impresión que me voy a correr de inmediato.

Dejo caer el cuerpo hacia atrás hasta que quedo sentado sobre mis talones como en una de las posturas de yoga, la vajrasana, en la que los talones presionan sobre las nalgas y las puntas de los pies y el dorso se colocan sobre el suelo.

He mantenido las manos sobre tus caderas y así te obligo a que me acompañes, por lo que ahora permaneces sentada, apoyando tus nalgas sobre mis piernas. Tu cuerpo permanece erguido dándome la espalda, desde atrás te rodeo con mis brazos y puedo acariciar tu vientre, y tus pechos.

Uhmmm, como me gusta cogerte por detrás y acariciar tus tetas mientras coloco mi cabeza por encima de tu hombro, te aparto la melena para que el cuello quede libre para mis bocaditos y besos.

—Davinia, me gusta tenerte en mis brazos, sentir como tu calor me llega a la entrepierna, como tus jugos me mojan mis muslos—, te digo mientras te acaricio los pechos con ambas manos.

—Si, siiii… a mi me gusta sentirte dentro…sentir que cuando me muevo así… la punta me acaricia por dentro— dices al tiempo que mueves el culo como si te quisieras acomodar mejor sobre mis muslos para sentirla más adentro todavía.

Creo que ya notas mis contracciones, te detienes y esperas que mis huevos impulsen hacia arriba, hacia tu coño, unas ardientes bocanadas de leche… toda mi leche es para ti. Sin movernos me corro dentro de ti. ¡Uhmm, que corrida más placentera! Me vacío completamente mientras permanezco abrazado.

—Me encanta sentirme llena de tí— me dices volteando la cara para que nos podamos dar un beso.

—Davinia, a me vuelve loco tenerte tan cerca, en secreto, tan fogosa…eres mi yegua y yo soy tu padrón. ¡Vamos a disfrutarlo juntos!!!

Tras unos instantes de quietud y silencio, nos dejamos caer de costado sobre la cama, mantengo mi abrazo desde tu espalda, mis piernas pegadas a la tuyas y mi boca respirando sobre tu nuca. Sueño con que tú lo hayas pasado tan bien como yo.

Deverano