Infidelidad durante la convención de profes.

Nos encontramos en una convención y recuperamos el tiempo perdido

He bajado al piso donde está la habitación de Davinia, he ido dando saltos como el que va pisando ascuas encendidas, rápido y sin mirar atrás. Llamo a la puerta con una secuencia de golpecitos para que adivine que soy yo. ¡Estoy más que emocionado!, el corazón me late fuerte. La mano se ha quedado suspendida en el aire antes de repetir el toque pues la puerta se ha abierto casi de inmediato.

No hay tiempo para saludos, me cuelo dentro y mi amiga Davinia cierra enseguida la puerta a mi espalda con cuidado de no hacer ningún ruido que pueda delatarnos. Ahora, ya a salvo de miradas indiscretas, tenemos tiempo para cruzar nuestras miradas. Solo nos separa medio metro, enfrentados en el corto pasillo de entrada a la habitación, nos miramos dubitativos.

Con lo fácil que salían las palabras mientras estábamos frente al laptop, la gran complicidad que habíamos adquirido en la pantalla, lo sencillo que era hacer bromas y reír ante nuestras ocurrencias. En este momento parece que una pared de cristal ha crecido entre nosotros que nos mantiene separados.

Nuestros deseos entran en dura pugna con nuestras lealtades comprometidas, con nuestros compromisos, con nuestros recelos, es una decisión muy difícil y ambos nos lo estamos pensando. Es igual que cundo una fuerza de atracción actúa, las piezas se empiezan a mover, sin saber que les está afectando, hasta que la distancia se ha reducido lo suficiente para que ambas partes se lancen una contra la otra y se adhieran con fuerza.

Así es nuestro primer beso, impetuoso, sin palabras, aplastando nuestra boca con la del otro. Abrazo con fuerza a Davinia, y ella me lo devuelve, mientras movemos las cabezas a un lado y a otro para dejar que nuestras lenguas se busquen y se encuentren en un apasionado beso.

Atropelladamente nos adentramos en la habitación sin deshacer el abrazo ni el beso, tropezamos, rectificamos la dirección y avanzados hasta quedar juntos, de pie, al lado de la cama. Tomamos aire, nos miramos, estamos seguros…los dos queremos ir adelante…nos embarga la emoción… es nuestra oportunidad…hemos desactivado nuestros frenos, Davinia confía en mí y yo en ella.

Mientras le miro a sus ojos almendrados de color café, hago deslizarse lenta y simultáneamente los tirantes de su camisón hacia el exterior de sus hombros. La tirilla de tela se detiene a medio brazo y el camisón se queda atrapado sobre el pecho sin terminar de caer. Para eso solo hace falta que Davinia se encoja de hombros con lo que la prenda cae a plomo al suelo.

—Uhmm, Davinia que pechos tan lindos tienes —le digo parándome a contemplarlos y a continuación alargar las manos para que vayan a su encuentro.

—Quítate la camiseta— me dice mientras estira de ella desde abajo obligándome a levantar los brazos por encima de la cabeza.

Luego deshace el botón del pantalón y baja la cremallera lentamente hasta la mitad, retrasando lo que es inevitable, mi polla tiene que salir lo antes posible de su prisión para aligerar la presión. A estas alturas ya estoy tan excitado que no sacarla me produce dolor.

Davinia momentáneamente se desentiende de mi problema, se sienta sobre el borde de la cama y se mueve sinuosamente hasta alcanzar con la espalda el cabecero de la cama. Se acomoda, deja las piernas estiradas ligeramente superpuestas y me mira con una expresión en su cara que me llena de lujuria.

Libero el bulto de mi verga y dejo caer los pantalones hasta los tobillos, me descalzo y tiro los pantalones a un lado.

—¿Te gusta el calzón que llevo?... ¿y esto que has provocado? — le digo dejándole tiempo para me mire con deseo.

—Bueno… no parece que esté mal. Ven, acércate que quiero verlo de más cerca — me dice mientras se apretuja los pechos con ambas manos consciente que le está subiendo un cosquilleo desde la entrepierna hasta los pezones que ya se han endurecido.

—Antes de quitarme el calzón debe advertirte que… — le digo

—¿Queeeé? ¿Te pasa algo? — dice un poco sobresaltada por la duda creada.

—No, nada, nada importante, solo que… algunas veces se mueve sola, sin que la pueda controlar— le digo para conseguir su sonrisa.

—Mira que eres tonto…anda ven acá y déjate de tonterías— dice mientras da unas palmaditas sobre el colchón justo al lado de donde ella esta.

Yo no me doy por vencido, me quito el bóxer, me acerco hasta ella clavando las rodillas sobre la cama con lo que mi verga queda a unos cuarenta centímetros de su cara. Davinia la mira con la ilusión de quien sabe que se pedazo de carne hinchada y dura le puede dar el placer que tanto anhela.

Con la mirada fijada en mi miembro, es el momento de terminar de descubrir el glande. Es una seta esplendida, de un color morado intenso por la gran cantidad de sangre que almacena. La fina piel que lo recubre esta tensa y brillante, es un apetitoso bocado.

Cuando más concentrada está mirando mi miembro, quizás pensando en lo que más le apetece hacer, la sorprendo completamente.

Apretando y aflojando los músculos pélvicos soy capaz de hacer cabecear mi pene arriba y abajo para total sorpresa de mi amiga. La he dejado hipnotizada observando el movimiento. Tras un instante de parálisis, reacciona agita la cabeza y me da varios cachetes en la parte exterior de muslo. Entre risas nos revolcamos encima de la cama como si nos estuviésemos peleando.

Con las piernas entrelazadas, agarrándonos mutuamente por los brazos, terminamos con las caras enfrentadas, a poca distancia…en posición adecuada para darnos un beso cariñoso, dulce, amoroso…el beso que da pie a otros, a otras caricias… a otros juegos…a otras sensaciones…por fín vamos a hacer el amor.

Queeeé? ¿Te pasa algo?— dice un poco sobresaltada por la duda creada.

—No, nada, nada importante, solo que… algunas veces se mueve sola, sin que la pueda controlar— le digo para conseguir su sonrisa.

Entre risas nos revolcamos encima de la cama como si nos estuviésemos peleando.

Terminamos con las piernas entrelazadas, agarrándonos mutuamente por los brazos, con las caras enfrentadas, a poca distancia…en la mejor posición para darnos un beso cariñoso, dulce, amoroso…el beso que da pie a otros, a otras caricias… a otros juegos…a otras sensaciones…por fín vamos a hacer el amor.

Davinia me coge por sorpresa, mientras le estaba dando un tierno beso sobre el labio superior me da un empujón que me derriba y aprovecha para ponerse ella encima. Me sonríe satisfecha por el logro conseguido haciéndome ver que quiere tomar la iniciativa. Me gusta mucho la idea, aunque no es lo que quiero para esta ocasión.

Haciendo valer mi mayor envergadura y fuerza la tomo por la cintura para empujarla y recuperar mi posición dominante encima de ella. Hace un pequeño gesto de disgusto que logro apaciguar dándole un beso inmenso en la boca.

—Davinia… Davinia… ¿me dejas que te llame “Gatita”?— le digo mientras le miro a los ojos y le sujeto las manos apoyándome sobre ellas a la altura de su cara.

—Davinia… está bien…por favor, déjame libre— me pide forcejeando pues no le gusta sentirse prisionera bajo mi cuerpo.

La libero, acerco mi cuerpo al suyo y le beso, la mejilla, la nariz, el labio, la barbilla y el cuello. Apoyo mi pubis desnudo sobre el suyo haciéndole sentir la rotundidad de mi verga. Me muevo lo suficiente para acomodarme y frotarme con su sus muslos y su bajo vientre. Con sus manos apoyadas sobre mi espalda me atrae para darme un beso.

—Uhmmm, me gusta tenerte encima, que me beses y que me aprietes, así como lo haces— me dice al tiempo que separa un poco las piernas para darme más espacio para que me pueda mover mejor sobre su pubis.

Sigo haciéndolo suave e intenso haciéndole sentir que ya estoy preparado, duro…deseoso. Davinia quiere acelerar, con dificultades se echa abajo las bragas para que mi polla pueda entrar en contacto con su chochito que hace rato pide nuestra atención

Maniobro para que la punta se coloque entre sus muslos apuntando hacia la rajita. Empujo un poco, tropieza con su ingle, retrocedo, empujo… la cabezota se aplasta contra el perineo. Retrocedo y empujo…para rozar a todo lo largo de la raja. Me gusta hacerlo así…quiero que lo desees, que creas que no atino… que necesito una ayuda.

Asi lo crees tú, por lo que alargas la mano hasta cogerla y dirigirla apuntando directamente hacia la entrada de la vagina. Ese gesto me encanta, me indica que quieres más y que solo tengo que apretar ligeramente para meter el glande entre tus carnes.

Noto como sus manos ahora se pasean por mi espalda hasta llegar a mis glúteos, me atraes hacia ti y haces que mi polla se clave un poco más.

—Davinia…que delicia…me encanta tu chochito… me tienes loco— le susurro al tiempo que aprieto hasta meterla toda ella.

Tras un instante de reposo para sentir todo tu calor y toda la presión de tus carnes al envolver mi miembro, empujo hacia delante, lentamente, suave… con intensidad. Sin perder el contacto, aflojo la presión para volver a apretar otra vez.

Manteniéndola metida hasta el fondo…empujo y aflojo una y otra vez. Despacio, suave…sin pausa, haciendo que la sientas dentro…dura…gorda… como un hierro al rojo…invadiendo tu espacio más íntimo, al tiempo que te provoca la dulce sensación de sentirte rota, mojada…

Tus manos se aferran a mí, me clavas los dedos en mis costados, me atraes, suspiras profundo y me regalas los oídos…

—Así, así… dámela toda… así fuerte… mas, más…así…sigue…más…Uhmmm, siii…siii—

De forma cansina, sin alterar el ritmo, sigo con el movimiento…apretar…aflojar…apretar… aflojar. Quiero que seas tú la que vaya creciendo, con una caricia constante, predecible…se que te gusta y solo tengo que continuar lo que sé que está funcionando.

—¿Estas bien cariño? Me encanta tu chocho…tan ardiente …tan jugoso— le digo entre empujones y algún beso que le sigo dado.

—Eres un puto cabrón… me estas rompiendo por dentro…pero… ME ENCANTA, sigue, sigue así…— me pide volviéndome a atraer hacia ella tirando de mi culo hacia abajo.

Doy un par de culadas más intensas…más rápidas comprobando que su chocho está tan acomodado al grosor de mi miembro y que todo está tan mojado que ahora si que es posible y deseable un mete y saca como es lo habitual.

Ensayo la amplitud y la fuerza, pruebo una vez, bien… Pruebo otra vez…bien. Ahora repito todo seguido, abajo…arriba, abajo…arriba. Sin prisas voy subiendo la velocidad y la intensidad. Mi pubis choca una y otra vez con sus muslos y el vientre.

Se oye un chasquido con cada empujón, aumento el ritmo, solo tengo que escuchar sus gemidos para saber cuál es el incremento adecuado.

—Davinia…Davinia… me vuelves loco— le digo con la voz entrecortada por el esfuerzo.

—Sigue, sigue así, así… dámela toda… así fuerte… no pares, no pareeeees…— me contesta ella agitando la cabeza como si no pudiera controlar sus sensaciones.

Doy unos cuantos empujones más hasta que me clava los dedos en los costados y me hace ver que me tengo que parar. Está teniendo su orgasmo, yo solo debo acompañarla, quedarme quieto, darle unos besitos en el cuello y esperar…

Pasado el punto más alto de su placer, me echo hacia atrás con cuidado y me dejo caer a su lado. Davinia se pega a mí, echada sobre su costado, apoya su cara sobre mi pecho, pone su pierna cruzada sobre la mía y aprieta su chocho contra mi cadera.

Siento su calor y su humedad, Davinia la aprieta fuerte, le gusta que yo perciba su satisfacción, quiere que yo también la viva, y esa es su forma de compartirla conmigo.

Así podemos estar un buen rato, mientras ella disfruta de su placer, yo decido que hacer a continuación, estoy dudando entre comérmela o hacer que haga de amazona sobre mí.

¿Tu que prefieres?

Deverano