Infidelidad consentida durante la pandemia
Cuando se declaró la pandemia; y, el aislamiento social; con mi esposo, quedamos aislados y encerrados, en distintas ciudades. Él, en Costa Rica, por razones laborales, y esperando un vuelo de repatriados; y, yo, en nuestro piso, en Buenos Aires. Él arregló todo, para que me acostara con un vecino.
¿Qué me pasará si continúa el aislamiento social?
Al comienzo del mes de marzo, Ramiro, mi marido, emprendió una gira por Latinoamérica y Miami, como todos los años, para organizar la venta y envío de vino, de una prestigiosa marca de Argentina, antes de que comenzaran las temporadas estivales, en el hemisferio norte.
A pesar que, hace años lo hace, yo no me acostumbraba a su ausencia; quizás, porque ambos somos muy sexuales, a pesar de nuestra mediana edad, seguíamos haciéndolo casi todos los días. A nosotros nos entretiene más hacer el amor, que ver una película después de cenar, por ejemplo.
A los tres días, en una de nuestras muchas llamadas telefónicas diarias, me alegró el día; ya que, me informó lo bien que había vendido en Miami; por lo que, comenzaba su itinerario de regreso. Primero, haría DF, en Méjico; luego, Panamá y Costa Rica; y después, seguir volando hacia el sur, hasta llegar a Buenos Aires.
Y muchos se preguntarán, como hacíamos con la distancia; pues, nos masturbábamos por Skype. Establecíamos un horario, luego de que, cada uno cenara; para esto, yo me arreglaba muy sexy.
Recuerdo esperar con ansiedad la conexión, frente a la computadora, armada de mis vibradores, y habiendo probado la webcam, en su mejor posición.
A la semana, recibí la peor noticia de Ramiro; la pandemia del COVIT – 19, se había expandido en el hemisferio norte. Él ya estaba en Costa Rica; pero, el gobierno había ordenado una cuarentena social obligatoria; por lo que, habían cerrado las fronteras y los vuelos se cancelaron.
Al día siguiente, en Buenos Aires, se decretaban las mismas medidas; lo cual, me angustió de sobremanera.
A partir de ese día, ambos comenzamos a cuidarnos mucho, entendíamos que era muy peligroso; por lo que, nos encerramos; él, en su hotel, y yo, en nuestro departamento.
Comenzábamos a comunicarnos más veces al día; y cuando podíamos, nos masturbábamos mirándonos a través de la webcam.
A veces, lamentábamos que yo no pudiera, porque aquí, habían comenzado las clases de los niños; y aunque no tenemos hijos, yo debía preparar clases virtuales de arte; ya que, soy profesora de esta especialidad.
Con el correr de los días, a ambos, se nos hacían insuficientes las video conferencias por Skype; a mí, porque necesito del contacto físico, de la acción carnal; pero, a él, que es más fantasioso, más mental que yo, o como se dice aquí, más ratonero; innovaba, seguramente para aliviar mi pesimismo.
Él me hizo bajar una App, en el móvil, que consistía en un juego erótico. En una de sus versiones, se planteaban preguntas sobre fantasías; pero, ambos conocíamos las de cada uno, y sabíamos que quedaría en el mundo de la mente.
Independientemente a lo que jugáramos, siempre terminaríamos masturbándonos, mirándonos a través de la webcam.
A la semana, recibo un paquete por correo; lo cual, me extrañó, porque no había hecho ninguna compra por Internet. Cuando abro el paquete, verifico que se trataba de un vibrador marca Lush; lo observo de atrás para adelante, intentando de descubrir que podía tener de especial; de hecho, su forma no era atractiva; tenía forma de huevo con una cola de ratón; y yo, estaba acostumbrada a que tuvieran forma de falo.
Al rato, mi marido me llama, preguntando si había llegado el paquete; lo cual, confirmé, y me explicó que estaba de última moda allá, que todas las chicas en Churbate, lo usaban; obviamente, pregunté que era Churba no sé qué; a lo que me describió que eran salas de chat, en donde se exponen frente a una webcam. Si bien esto, no me causó gracia, entendí que estaba tan desesperado como yo. Continuó contándome que, llegaba a la noche exhausto, de tanto masturbarse; y en ese momento, comenzó una pequeña discusión. Me recriminaba que yo no fantaseara, y no alimentara sus ratones; por lo que, me envió ese vibrador, que él podía comandar a través de su móvil. Esto me encendió, y me hizo prometer que, lo usara todo el día, que él se haría cargo de comandarlo.
Así comencé a quedar exhausta yo también.
Habían pasado ya, cincuenta días de cuarentena, y en una de nuestras conexiones por Skype; mientras él, comandaba las vibraciones del huevo que tenía metido en mi vagina, me comienza a interrogar.
Ramiro: Imagina si yo te doy permiso para que te acuestes con otro hombre. ¿Con quién sería?
Liluska: Imposible mi amor, no se puede salir a la calle, hace casi un mes que estamos encerrados ¿no te enteraste?
Recordé su recriminación; por lo que, me decidí a llevarle la corriente en el juego.
Ramiro: No necesariamente debes salir del edificio. – Me respondió rápidamente, como si supiera la respuesta.
Liluska: Mmm, en ese caso, no sé, no se me ocurre nadie.
Ramiro: Hace memoria. Una vez, estábamos jugando a que hacíamos un trío, usando uno de los vibradores, y surgió el periodista italiano, que vive en el último piso. Yo lo recuerdo muy bien, y fue tremenda tu acabada.
Liluska: Sí, cierto.
Ramiro: Es un tipo apuesto. Imagina que tiene algo importante entre las piernas.
Liluska: Ahh, ¡¡¡mi amor!!! – Mi marido había subido la intensidad de las vibraciones.
Ramiro: Yo podría darte permiso ¿qué piensas?
Liluska: Acaso ¿te volviste loco? Nunca te fui infiel, y tampoco ahora, por más que no termine esta pandemia.
Ramiro: No se trata de fidelidad. Hace días que imagino viéndote acostada con otro hombre.
El huevo me hizo estallar en un orgasmo; por el cual, no pude contener los gritos. También se mezclaron las pantallas mentales, que recordaba de la vez que, jugábamos a estar haciendo un trío con él. Pocas veces lo había cruzado en el ascensor; de hecho, ni su nombre conocía.
Ramiro siguió insistiendo con su fantasía; y yo, no sabía cómo seguirle el juego.
Ramiro: Mi amor ¡qué orgasmo! Parece que te gustó la idea.
Liluska: No te hagas el loco. ¡es este huevo, que manipulas tan bien! Ni siquiera sé cómo se llama.
Ramiro: Se llama Giovanni.
Liluska: Basta. Debe estar con su mujer. Sácate la idea de la cabeza.
Ramiro: No te sirve de excusa; es soltero; y, por cierto, muy putero.
Liluska: ¿Y cómo sabes todo eso?
Ramiro: Hemos charlado en varias ocasiones.
Durante los días siguientes, el nombre de Giovanni, siempre aparecía en nuestras masturbaciones online.
Ramiro: Mi amor ¿le paso tu número de celular a Giovanni?
Liluska: Basta. Te has obsesionado con la idea.
Ramiro: No me digas que, no te gustaría que alguien te sedujera, en estas circunstancias. Imagina un encuentro prohibido y que yo te observe ¿o esto te inhibe?
Liluska: Sabes que siempre quise verme bien, para los demás; principalmente, para vos; que me seduzcan, significa que aún soy atractiva, y por supuesto que, es importante para mí. Pero, lo que me planteas, es una locura.
Ramiro: Sí, lo sé; pero, no me respondiste, qué te observe ¿te inhibiría?
Liluska: No. Va, no sé.
Después de un par de días, recibí un mensaje de texto, de un número desconocido. Cuando lo abrí, supuse que era de Giovanni; ya que, explicaba que Ramiro le había pasado mi número, y que entendía perfectamente la situación; la cual, se comprometía a ser discreto y manejarlo con mucha delicadeza.
Al leerlo, pensé que el corazón se me iba a salir del pecho; por supuesto, que no respondí.
Los días siguientes, continuaron según una rutina; Ramiro comandaba las vibraciones del huevo, que llevaba dentro de mi vagina; y, Giovanni, enviando mensajes halagadores e invitaciones a chatear; a los cuales, no respondía.
Luego de unos días, me sorprende un mensaje de Giovanni, que estaba acompañado de una foto. Antes, observé la imagen; pero, para distinguir quienes eran, tuve que ampliarla; y sí, era una foto de Ramiro y yo, haciéndolo en la escalera del edificio. En ese momento, se me detuvo el corazón, y recordé esa travesura, de hace aproximadamente dos años. A continuación, leí el mensaje, que decía: es obvio, que cualquier hombre deseara observarte haciéndolo; ponte en el lugar del observador, por un segundo, que, en este caso, sería Ramiro.
Por unos instantes, navegué entre la foto y el mensaje, para intentar entender. De pronto, deduje que Giovanni nos vio en la escalera, como cogíamos; y, nos sacó una foto con el celular, mientras nos observaba.
Sin pensarlo, y de forma impulsiva, le respondí ingenuamente como se había atrevido a sacarnos una foto; inmediatamente, escribí un mensaje, preguntando si Ramiro sabía de esa foto.
Pasaron los minutos, y no recibía respuesta. Por un instante, pensé en volver escribir otro mensaje, reclamando respuesta; pero, no lo hice. También, pensé en re enviárselo a Ramiro, para que supiera, lo que Giovanni sabía y tenía; pero, tampoco lo hice.
Al recordar aquel momento, y ahora, saber que alguien nos observaba, me invadió una extraña excitación, que con el correr de los minutos, creció; a tal punto, que, al no sentir vibrar el huevo, me lo saqué, y fui a la habitación, en búsqueda del vibrador con forma de falo; me recosté en la cama, y me desquité.
A la media hora, sonó el ringtone del celular; era un mensaje de Giovanni: Sí. Tuve que hacer scroll, para recordar a que me respondía. Al instante, otro mensaje: ¿terminaste de masturbarte? Y nuevamente, se me paralizó el corazón. Sorprendida, corrí a la ventana, para verificar si me estaba observando. Cuando llegué, me sentí muy estúpida; Giovanni, vivía en el mismo cuerpo que nosotros, solo que, en el último piso; por lo que, era imposible que me estuviera espiando. Y para no quedar como tal, le respondí: Sí.
A partir de ese momento, comenzamos a chatear; y con el correr de los días, sus mensajes, eran más eróticos.
Mientras tanto, Ramiro se había tranquilizado con su control remoto; pero, me enviaba links de videos sobre “cuckolding”; con los cuales, comencé a comprender la excitación que provocaba en los hombres.
Corría el día sesenta y cinco de aislamiento; y se había establecido un triángulo virtual, entre Ramiro, Giovanni y yo; intercambiando y reenviando mensajes, que establecieron una sólida y desinhibida confianza.
Hasta que volvió a paralizarme el corazón, un mensaje de Giovanni: Mira que estoy preparando para esta noche. Y el mensaje tenía adjunto, la foto de una mesa servida, como para una cena romántica; en donde se podía observar de fondo, la gran ciudad.
Cuando me recompuse, se lo reenvié a Ramiro.
Yo sin responder a Giovanni, y sin recibir mensaje de Ramiro, comencé a ponerme nerviosa.
Pasaron las horas, y Ramiro ni siquiera había abierto el mensaje.
Con el atardecer, me sentí profundamente sola, sin saber que hacer; pero, me había decidido a aceptar la invitación a cenar. No tenía que porque pasar nada, me dije.
Después de ducharme y vestirme, cuando me observé en el espejo, me vi muy sencilla; y, automáticamente me pregunté: ¿y si quedo atrapada en juego de seducción?
Revisé nuevamente el teléfono, y nadie había aportado nada nuevo; pero, la situación me excitó de una forma extraña.
Me decidí a cambiar de look; así que, me quité todo, elegí mi mejor lencería negra: sostén y culote de encaje, portaligas y medias con costura trasera. Luego, opté por un vestido apretado al cuerpo, negro noche de pana, con breteles muy finos; me subí a mis estiletos negros, de doce centímetros, y me dirigí al baño, a maquillarme.
Eran las ocho y media de la noche, y el teléfono seguía igual de silencioso.
Abrí la puerta del departamento, para verificar que no anduviera nadie; y, además, agudicé el oído, verificando un absoluto silencio; sólo se escuchaba algún que otro televisor, en el interior de algún departamento.
Me sentía como una quinceañera, cuando se escapa para salir de noche, por primera vez.
Hasta que me decidí, y fui silenciosamente, para meterme en el ascensor. Rápidamente, oprimí el botón del último piso.
En el trayecto, me di cuenta que no sabía el número de departamento; pero, cuando iba a regresar, se abrieron las puertas del ascensor. Sólo atiné a espiar si había alguien en el pasillo; pero, descubro que sólo hay una puerta de departamento, y está entreabierta.
El corazón nuevamente se me paraliza; pero, salgo antes de quedar atrapada entre las puertas del ascensor.
Me dirijo silenciosamente hacia la puerta, y de repente, se abre de par en par, asomándose Giovanni.
Al comienzo, no lo reconozco; pero, me descoloca su mirada, como si hubiera llegado Miss Universo; y, me invita a pasar.
El ambiente muy acogedor, típico departamento lujoso de un soltero. Él me habla; pero, de los nervios, no logro decodificar que me dice; entonces, de repente, me sale decirle:
Liluska: Ramiro no sabe que estoy aquí; no me responde los mensajes.
Giovanni: No te preocupes, él nos acompaña.
Cuando escucho esto, estaba observando las velas encendidas, en la mesa; y me giro mirándolo extrañada.
Liluska: ¿Cómo? ¿A vos te respondió?
Y de forma disimulada, levanta el brazo, para señalarme.
Giovanni: Él nos observa, a través de esa webcam; aquella otra; esa también.
Nuevamente creo sentir un paro cardíaco, y me limito a seguir su dedo índice, identificando pequeñas bolas negras, con un led rojo encendido. Distingo una en la biblioteca; otra, en el borde de la pantalla de una lámpara; una, en el borde de una escultura, frente a gran sofá; y al girar sobre mí, me mareo, y antes de caer, me salvo, por fijar la vista, en las luces nocturnas de Buenos Aires, a través de un gran ventanal. Desde el vigésimo piso, se podía ver toda la ciudad; y como hipnotizada, me dirijo al ventanal, para apreciar mejor la vista.
De pronto, siento las manos de Giovanni, apoyadas sobre mis hombros, y un escalofrío, recorre mi columna vertebral, como un relámpago. Saliendo en ese momento, de la hipnosis del ventanal; girando y volviendo con la vista, a identificar la ubicación de las webcams.
Giovanni me invita amablemente, a sentarme a la mesa; él algo me dice; pero, yo sigo sin escuchar; entonces, el oficia de mesero, comenzando a servir lo que había preparado.
Estoy frente al gran ventanal; pero, mis ojos miran fijamente una de las webcams.
De repente, entiendo lo que me pregunta Giovanni.
Giovanni: ¿Qué te hizo decidirte a subir?
Liluska: No sé, es muy raro. Quizás los videos sobre “cuckolding”, que me envió Ramiro; o la falta de respuestas a mis mensajes.
Respondí sin pensar. Y como entendía que, decía cualquier cosa, que podía arrepentirme después, le pregunté:
Liluska: ¿Ramiro puede escucharnos?
Giovanni: No. Sólo puede observar.
Liluska: El led rojo encendido ¿quiere decir que está conectado?
Giovanni: No sé. Eso significa que las webcams están encendidas; pero, no podemos saber que está haciendo él, del otro lado.
A partir de ese momento, comencé a relajarme, por la mable y seductora conversación de Giovanni; aunque, tardé un tiempo, para olvidarme de las webcams.
Todo lo que me servía, estaba exquisito; se notaba que había mucha dedicación.
Cuando estaba en el último bocado de la trucha ahumada, comencé a sentir los efectos del alcohol; Giovanni se había encargado que estuviera llena; y, creo que, de los nervios, yo bebí más que lo de costumbre, y, quizás, más rápido; el hecho, es que estaba más desinhibida al conversar; y esto, lo aprovechaba Giovanni.
Giovanni: Se nota que gustas mucho del sexo. Seguramente, te permites hacer de todo ¿verdad?
Liluska: Sí. Me encanta, me hace sentir segura, cuando responde mi cuerpo a los estímulos. En cambio, a Ramiro, primero le pasa por la mente, es muy ratonero.
Giovanni: Sí, verdad, me he dado cuenta. Y, además, de lo que hicieron en la escalera. Ja Ja Ja ¿a qué otras cosas se atrevieron?
Liluska: Disfrutamos muchos de situaciones, en las que nos puedan descubrir; entonces, nos provocamos en la calle. Así que lo hemos hecho en callejones, estacionamientos, varias veces en el auto, nos toqueteamos debajo de la mesa, cuando salimos; en fin, cosas por el estilo.
Giovanni: Me imagino que hacen una gran pareja; y, después de tantos años, mantener esa llama traviesa, merecen un aplauso.
Liluska: Gracias. Es verdad, nuestras ganas no han disminuido, desde que nos conocimos.
Giovanni: Claro; por eso, te mencioné que te entendía perfectamente. Debe ser insostenible, no tener contacto físico con alguien.
Liluska: Epa. Eso no significa que lo haré.
Giovanni: Por supuesto. Pero, debes confesar que, algo te atrajo de la idea.
Liluska: Sí.
Giovanni: Ok. Pero, no te sientas presionada. Hablando de otra cosa ¿A qué más se han animado?
Liluska: ¿A qué te refieres?
Giovanni: No sé, lo que quieras contarme.
Liluska: Ah, ahora recuerdo. Durante un viaje a Holanda, nos atrevimos a entrar a un local, en la zona roja, en donde puedes observar a otros.
Giovanni: ¡Uy! ¿Cómo es eso?
Liluska: Es un gran laberinto interno, que está organizado como locales; en el interior de cada habitación, obviamente hay una gran cama; y el frente, es un ventanal, que, si colocas fichas, se corren las cortinas, y puedes observar lo que hacen adentro.
Giovanni: ¡Uau! ¿Y qué pudieron experimentar? ¿Qué vieron?
Liluska: Como no entendíamos el idioma, cuando estuvimos solos en el pasillo, metimos una ficha en un monedero al azar. Cuando se abrieron las cortinas, observamos un trío, una mujer con dos hombres. Allí, se nos fueron todas las fichas; y, Ramiro, me lo hizo por detrás.
Giovanni: ¡Uy! ¡Qué genios! ¿Participaste de algún trío?
Liluska: ¡Uy! Esta conversación me da mucho calor. Ja Ja Ja. ¿Cambiamos de tema?
Giovanni: Ok. ¿Qué quieres tomar? Voy a poner un poco de música.
Liluska: Lo que tomes vos
Bailamos un rato, algo de pop, y también, uno par de boleros; luego, me invitó a sentarme en el gran sillón, con vista a las luces nocturnas de Buenos Aires.
Giovanni: No me contestaste.
Liluska: Perdón ¿Cuál había sido la pregunta?
Giovanni: ¿Participaste de algún trío?
Liluska: No.
Respondí a secas; pero, no sé porque, eso me encendió. Y en ese instante, siento que él acomoda su mano, entre mis muslos. Evidentemente, él podía leer mi mente.
Giovanni: Pero ¿te gustaría estar entre dos hombres, quizás?
Esta pregunta, me sube la temperatura, a la vez que, su dedo índice se apoya en mis labios exteriores de la vagina, por encima del culote. Aún no sé, si la zona estaría humedecida; lo cual, le daría a él, un claro indicio. Dudo en responder.
Liluska: Quizás. Lo hemos simulado con un vibrador.
No podía creer que contestara sin dudar; creo que, me tenía a su merced; por lo menos, dialécticamente, hasta ese momento.
Giovanni: No te imaginas, lo mucho que he deseado este momento. Desde que Ramiro me contó la situación, y su fantasía, no dejé de pensar en esto. ¿Y vos?
No pude responder; solo quería sentir, porque el juego en círculos de su dedo índice, en mi entrepierna, me estaba dejando a su merced; y ahora, físicamente también.
Ante mi silencio, él se acercó a mi cuello para besarlo; luego, me mordisqueó el lóbulo de mi oreja; y yo, me colgué se su cuello, con mis brazos.
De repente, al ver por detrás de él; observo la pequeña esfera negra, de la biblioteca, con el led rojo encendido; lo cual, me recuerda a Ramiro, e imaginando que me observa, comienza a cohibirme; pero, Giovanni toma mi cara, y me encaja un profundo beso. Cuando siento su lengua, jugar con la mía, dentro de mi boca; logro olvidarme, y vuelvo a entregarme.
Esta vez, con más deseo; porque él, había logrado escurrirse y meter su dedo índice, en mi vagina; la cual, siento que sí, esta lubricada.
Nos besamos profundamente; e, instintivamente, bajé mi mano izquierda, hacia su entrepierna, verificando una importante erección.
Concentrada en ello, no me di cuenta que, Giovanni, había bajado un bretel de mi vestido, y dejado libre un pecho; seguramente, para besarlo; así que, aceleré la acción, tomándolo de la nuca, y dirigiéndolo hacia mi pecho descubierto. De esta manera, creía haber dado la señal, que esa misma noche, lo haríamos.
Mientras sentía como succionaba mi teta, como un adolescente; no sé porque, pero con mi mano, tomé noción del tamaño de su pene. Parecía ser más grande que el de Ramiro; quizás, tanto como uno de mis vibradores; lo cual, me hacía soñar con el placer, que me daría.
Su dedo índice, ya estaba entrando y saliendo aceleradamente, provocándome que gimiera y esperara un orgasmo en el cualquier momento. Sus movimientos eran calculados; alternaba entre la masturbación vaginal, juego en mi clítoris y masajes en el punto G.
Como estaba pronto de llegar, me propuse desabrochar los botones de su bragueta; tarea dificultosa, porque él estaba, prácticamente encima, con todo su cuerpo; pero, me las arreglé.
Cuando comprobé con mis dedos, que ya no había botón dentro de su ojal, metí mi mano, buscando el agujero de su bóxer.
Al encontrarlo, pude sentir el calor que emanaba, y algo de líquido, en su glande; lo abracé con mi mano, tanto como pude.
Me sorprende una tremenda acabada; por lo que, suelto su miembro, para poder arquearme de placer; y, automáticamente, lo obligo con mis manos en su cabeza, a bajar hasta mi vagina. Verificando inmediatamente, que, con su lengua, era tan hábil, como lo había sido, con su dedo índice.
A los quince minutos, de la práctica de su juego con la lengua; siento otro torrente brotar. Lejos de estar exhausta, deseaba más; pero, ahora era mi turno de darle placer; y así, lo entendió.
Él se recostó en el sillón; y de esta manera, yo pude introducir mi mano, y retirar del interior del bóxer, su erecto falo; pero, tuve que pararme, porque había estado un poco despatarrada, y me sentía incómoda con mi vestido; el cual, caía por mis hombros, y ya estaba enrollado, hasta casi la cintura.
Cuando me paré frente a él, vi nuevamente esa esfera negra en la biblioteca, con el led rojo encendido. Pero, esta situación me duró poco; ya que, sentí como se deslizaba hacia el piso, mi vestido, como un pañuelo de seda.
Y allí estaba yo; parada frente a Giovanni, sobre mis tacones; casi desnuda, con sólo un portaligas y medias negras puesto; observando atentamente, la hermosa forma y tamaño de su pene; y él, con una expresión en su cara, como si se tratara del mismísimo lobizón.
Me arrodillé sobre la alfombra, y me dirigí hacia él; tuve que tomarlo con ambas manos, para poder sostenerlo. Comencé con suaves besos, y lamiendo su glande, para limpiarlo de su líquido seminal. Lo miraba fijo a los ojos, y con mis labios rojos, lo rodeaba, impidiendo que se me corriera el Rush; ahora, era consciente que lo hacía, para brindar un buen espectáculo, tanto para Giovanni, como para la webcam.
Lo succioné; pero, no pude meterme su verga entera, en mi boca, su tamaño, me lo impedía; por lo que, lo recorrí seguidamente, intercambiando lamidas con succiones.
Al rato, lo sentí gemir e intentó detenerme; pero, le quité las manos de encima; para que, a los segundos, un torrente abundante de semen, se estrellara contra mi paladar; el cual, tragué hasta la última gota.
Cuando terminé con mi tarea de limpieza de su glande, él se incorporó, y extendió su mano, para ayudarme a pararme.
Luego, me llevó hacia su habitación. Cuando entramos, le pregunté:
Liluska: ¿Aquí también hay cámaras?
Giovanni: Por supuesto. Allí, allí y allá.
Me las señaló nuevamente, con su dedo índice. Las memoricé; una estaba colocada sobre su vestidor; otra, de costado a la cama; y una más, de la luminaria del techo. Pero Giovanni, me interrumpió con un brindis de champagne.
Giovanni: Brindo por esta experiencia, esperando que no sea la última.
Yo no supe que contestar; así que, me limité a chocar las copas.
Liluska: Chin chin.
Luego de dejar las copas, él me acomodó de espaldas, sobre la cama, y se subió en forma invertida. Inmediatamente, comenzó a jugar con su lengua, en mi vagina. Encima de mi boca, tenía su flácido pene; el cual, apenas besé, comenzó a hincharse. Así, estuvimos un buen rato.
Hasta que Giovanni, se dio vuelta, me puso de costado, y me penetró suavemente, yo dándole la espalda.
Su verga, a pesar de su tamaño, se deslizaba fácilmente, llenando todos mis espacios; podía sentir su vigorosa musculatura; mientras, le enterraba mis uñas, en sus glúteos.
Al rato, se sale y me vuelve acomodar de espaldas, penetrándome de frente; ahora, bombeaba con más fuerza; y mis gemidos, se hacían sentir en la habitación.
Antes que volviera acabar, me hace cambiar de posición; esta vez, estaba en cuatro patas; y, así, la sentía mejor aún. Tomándome de las caderas, me arrancó un profundo orgasmo, que me dejó tirada, boca abajo.
Ahora, intentaba entrar por el ano; lo cual, hizo muy despacio. Primero, entrando y sacando su glande; luego, tomó mi mano, para que yo dirigiera la acción. Se la había agarrado a la mitad de su longitud; pero, mi ansiedad, hizo que la soltara, porque se metía entera. Poco a poco, mi cola se dilataba, para recibirla hasta el fondo.
Luego de unos fuertes bombazos, volvía a acabar; pero él, parecía tener la resistencia del mundo; y yo, sospechaba que, me iba a coger toda la noche.
Al rato, siento que me inunda el ano, con un tibio y abundante líquido, sacándome un suspiro de las entrañas, que denunciaba mi placer; pero, lejos de descansar, volvió acomodarme; esta vez, frente a él, de costado, y, volvió a meterse en mi vagina, ya sensible; por lo que, sentía más aún, su pedazo carnoso.
No sé cómo hizo; pero, cuando las luces del amanecer, me molestaban la vista, sentí que, a pesar de acabar dentro mío, seguía entrando y saliendo; como si quisiera secuestrarme en esa cama.
Habíamos estado cogiendo, durante casi cuatro horas; y, ambos, habíamos perdido la cuenta de los jugos derramados.
Los últimos suspiros y resoplidos, anunciaban que la maratón llegaba a su fin.
Giovanni me ofreció su baño, para darme una ducha; pero, preferí hacerlo en mi departamento. Nos despedimos con un profundo beso.
De regreso, en el ascensor, empecé a sentir culpa, por lo bien que lo había pasado; también, pensaba cuando Ramiro, me preguntara al respecto; o peor aún, cuando Giovanni me enviara un nuevo WhatsApp. En realidad, tenía una mezcla de sentimientos; si bien, Ramiro preparó y me permitió esto; yo, seguramente, no se lo sugeriría.
La lluvia de la ducha, no me despejó la mente; y, con mucha dificultad, logré dormir algunas horas, pensando en las imágenes que habrá visto Ramiro, a través de las webcams.
Por suerte, gracias al tacto y discreción de Ramiro, recién a la noche, me envió un mensaje: - ¿Cómo estás?
Le contesté con un bien a secas; en realidad, no deseaba su video llamada; mi cuerpo, especialmente mis partes íntimas, me denunciaban la cogida que había recibido.
Recién al otro día, Ramiro se comunicó:
Ramiro: Espero que la hayas pasado muy bien Lilu. ¿tienes ganas de contarme?
Liluska: ¿Es necesario? ¿No viste todo por webcams? Giovanni las puso por todos lados.
Ramiro: preferí no hacerlo; así, podías desinhibirte.
Liluska: Pero ¿Cómo? ¿No era parte de tu fantasía?
Ramiro: arreglamos con Giovanni, que, si no te atrevías, te presionaría con mi presencia, detrás de las webcams.
Liluska: O sea que ¿no viste nada?
Ramiro: Sólo al comienzo. Estabas impresionantemente hermosa; pero, cuando en el sillón, comenzaron con los primeros escarceos, decidí dejarte a solas.
Liluska: No te puedo creer.
Ahora sentía, más culpa que antes. Entendía que, había sido yo misma, la que se arrojó a la manipulación del periodista italiano, que terminó cogiéndome durante cuatro tremendas horas. Y ahora, ¿Qué le contaría a Ramiro?
Ramiro: ¿Me contaras? No te digo ahora, sino cuando lo desees.
En definitiva, le conté; casi literalmente, a lo escrito aquí; lo que, provocó que, casi al final de la historia, nos masturbáramos.
Ramiro: ¡Uau! Lilu ¡Qué bueno! A mi regreso, tenemos que organizar un trío con él.
Liluska: Ni lo pienses. Es una locura; de hecho, por favor, pedile que no me mensajee más.
Ramiro: Tranquila. Ok. Después, vemos…