Infidelidad consentida ? (2)

Al día siguiente, domingo, me desperté más tarde de lo habitual...

Al día siguiente, domingo, me desperté más tarde de lo habitual, sobre las 11 de la mañana, y estuve un buen rato en la cama pensando y recordando lo sucedido la noche anterior, con una mezcla de sentimientos contrapuestos, pues ya pasada la calentura de la noche anterior, un sentimiento de culpa, y de haber sido infiel a mi novio me oprimía, pero por otro lado el recuerdo todo lo sucedido con Jose, y de lo mucho que me había hecho gozar y disfrutar y me gustaba mucho.

Me levanté y fui a la cocina a prepararme el desayuno, y en esto se acercó mi madre, que mirándome me dijo que si me encontraba bien, que si me pasaba algo, pues algo debió notarme en la cara, a lo que yo le respondí que no me pasaba nada, que me encontraba perfectamente. Y tan perfectamente pensé para mi.

Pasó el domingo sin pena ni gloria, con una sesión de televisión eterna durante toda la tarde, aunque creo que no me enteré de nada pues en mi cabeza solo estaban los recuerdos de la noche anterior.

El lunes, cuando llegué a la tienda y me encontré con Belen, lo primero que hizo fue cogerme a un lado y empezar a preguntarme sobre la noche del sábado: que como me lo había pasado, que tal con Jose, que si pasó algo,…Yo que no quería que nadie supiese nada de lo sucedido, le dije que bien, que estuvimos charlando y tomando una copa más, y que luego Jose me llevó hasta casa. Entonces ella me contestó: pues para no haber hecho nada se te oían los gemidos por toda la casa… y se rió de mi. Me debí poner roja como un tomate, pues notaba el calor en mis mejillas, y ya no me quedó más remedio que contárselo, pero eso si, omitiendo algunos detalles.

Entonces ella me preguntó si me había gustado, y si había merecido la pena la aventura, y evidentemente le dije que si, que había sido fantástico.

Luego yo le pregunté por su amigo y ella, y sus ojos empezaron a brillar de ilusión, y me dijo que había sido fabuloso, que no habían parado en toda la noche, y que se había quedado a dormir en su casa.

Nos reímos como unas colegialas que han hecho una travesura secreta.

Al día siguiente por la noche me llamó Guillermo, mi novio, y me estuvo contando de su fin de semana con sus amigos, que habían estado viendo un partido, y luego habían salido a tomar unas cervezas, pero sin más. Después me preguntó, como por rutina,  que si había salido de noche y si había ligado, a lo que le respondí que si, que había salido por la noche, y que había ligado. El me preguntó que tal había sido, y yo le respondí y que ya lo había hecho.

Se produjo un silencio sepulcral que me hizo intuir que se había quedado helado, pues no se lo esperaba, y noté como su tono de voz había cambiado cuando me preguntó que tal había sido, que como era el chico, que si me había gustado, que si había disfrutado, que si mereció la pena, etc. Se le notaba muy nervioso, con la voz un poco temblorosa y sorprendido, pues en el fondo pienso que no me creía capaz de hacerlo, pero yo no le quise dar ningún detalle, y simplemente le dije que si mereció la pena.

El resto de nuestra conversación por teléfono fue un poco tensa y desagradable, pues el no hacía más que insistir en sus preguntas y en querer saber detalles, que parecía que le daba morbo, y yo me negué a darle ninguno. Simplemente le recordé que el me lo había pedido muchas veces, y que yo finalmente había cumplido su deseo.

Nos despedimos y nos dijimos que nos queríamos, pero yo era consciente que a pesar de su insistencia para que lo hiciera, nunca pensó que fuese capaz, y ahora que ya lo había hecho, se había quedado dolido.

El resto de la semana pasó sin pena ni gloria, aunque no conseguía quitarme de la cabeza la noche del sábado, y además me notaba un poco morbosa, pues se me venía el sexo continuamente a la cabeza, incluso me empecé a vestir un poco mas provocativa y sexy, como queriendo buscar las miradas halagadoras de los chicos. Me encontraba distinta, sin saber precisar en que.

El sábado por la mañana, sabiendo que esa noche íbamos a volver a salir con Jose y su amigo, aproveché para ir de compras, y buscar alguna ropa especial para esa noche. Me compré un conjunto de lencería negro, con liguero, tanga, sujetador y medias, y también una falda negra que tenía una apertura lateral, no muy exagerada, pero lo suficiente para enseñar bastante la pierna.

Esa tarde en la tienda no daba pie con bola, pues estaba como atontada pensando en la noche, en que quería mostrarme muy atractiva, y que quería dejar  sorprendido a Jose, vistiéndome y comportándome muy sexy.

Finalmente acabó la jornada, y Belen y yo nos sonreímos, con la complicidad de las que saben que lo bueno del día empezaba a partir de ahora, y nos fuimos al vestidor a maquillarnos y cambiarnos de ropa. La verdad, y sin falsa modestia, era que estábamos bastante atractivas, y de hecho, cuando salimos a la calle para reunirnos con los chicos, estos se quedaros sorprendidos, y nos inundaron a halagos y piropos.

Nos fuimos a cenar a un restaurante italiano muy romántico, con velas en las mesas y una luz tenue, y allí estuvimos cenando y bebiendo los cuatro, muy divertidos, sin parar de reír, tanto por las cosas que contaban y las bromas que hacían, como por la cantidad de copas de un Lambrusco fresquito que estábamos bebiendo. Conforme avanzaba la cena se nos notaba a los cuatro que estábamos impacientes porque pasara el tiempo rápido, sabedores de lo que vendría después y que los cuatro estábamos deseando, pero había que dar tiempo al tiempo y cumplir con el ritual.

Terminada la cena, nos fuimos a tomar una copa, esta vez a un local más tranquilo y romántico, donde la mayoría eran parejas. Nos sentamos en un sofá los cuatro, de dos en dos, y pedimos al camarero unos cubalibres. Nos los trajo y nos los sirvió, eso si, sin quitarme ojo de las piernas, pues con abertura lateral de la falda, y las medias de liguero, se me veía un poco la piel del muslo. Jose se dio cuenta de el detalle, y en cuanto tuvimos las copas, con una sonrisa un poco morbosa, nos propuso un brindis por el amor.

Los cuatro reímos la ocurrencia, pues los cuatro sabíamos lo que iba a suceder en breve, cuando terminásemos las copas, y además los cuatro lo estábamos deseando.

Continuamos riendo y bebiendo, y de vez en cuando nos dábamos algún apasionado beso, que no hacían más que encender aún más mi morbo, y en un momento determinado, tuve un impulso de ir más allá con el juego, y le dije a Belén que me acompañase al baño. Una vez dentro me preguntó que si me encontraba mal, a lo que yo le respondí que al contrario, que me lo estaba pasando genial. Me comentó que la estaba dejando sorprendida, pues con lo que le había costado convencerme el sábado pasado para salir, ahora parecía como si estuviese desatada, a lo que le contesté, pues esto no ha sido nada, ahora verás. Y moviendo la blusa comencé a quitarme el sujetador, y le dije que se lo quitase ella también, que íbamos a poner a cien a estos dos chicos.

Ella se lo quitó también, y ambas nos desabrochamos un botón de la blusa, y fuimos a vernos al espejo del baño. La verdad es que estábamos supersexys con las blusas bastante abiertas, viéndose el canalillo, y con los pezones que se nos marcaban totalmente, y que con el roce de la blusa de seda todavía se ponían mas duros.

La salida del baño debió ser impresionante, pues todos los chicos del pub, incluso los que estaban con sus parejas, se volvían a mirarnos, y cuando llegamos a nuestra mesa, las caras de Jose y su amigo eran un poema. Se quedaron estupefactos, pues no podían creerse lo que estaban viendo. Me senté en el sofá procurando que la falda se me subiese hasta lo más alto, cruce las piernas para que no se me viesen las braguitas, aunque lo que conseguí es que se me viese todo el muslo y las ligas negras, y me giré el cuerpo hacia Jose, con lo que pudo tener una vista completa de una de mis tetas, pues se me veía del todo, pezón incluido. Entonces le pasé un brazo por su cuello, acariciándoselo, y me acerque a su cara, dándole un beso de los que no se olvidan en la vida, jugando con mi lengua y la suya, y comiéndomelo entero. No sé el tiempo que estuvimos besándonos, pero os puedo asegurar que la bragueta de Jose estaba a punto de reventar, y puedo asegurarlo porque en un momento de nuestro eterno beso, le pasé mi mano por encima de su entrepierna, y aquello parecía de acero.

Luego continuamos bebiendo nuestra copas, mientras miraba como Belén y su amigo lo estaban pasando también genial, y pude ver como ella, con todo el descaro y sin cortarse ni un pelo,  le pasaba la mano por la bragueta.

La verdad es que les teníamos a cien, aunque en realidad estábamos los cuatro a cien, y entre la calentura que teníamos y los efectos de los cubalibres, ya no nos cortábamos nada, y empezábamos a dar el espectáculo en el pub, por lo que en un momento dado les dije que deberíamos marcharnos ya, antes de que nos echen. Los cuatro nos echamos a reír, y dijimos que efectivamente era lo mejor.

Salimos del pub, y ya en la calle, que era estrecha y con poca luz, Jose me abrazó, y comenzó a besarme apasionadamente, y mientras yo le pasaba las manos por el cuello, el muy cabrón me levantó la falda por detrás, y me empezó a tocarme el culo. Mi primera reacción fue ponerme un poco tensa, y girar rápidamente mi cabeza hacia atrás, para comprobar si había alguien más en la calle que pudiera vernos, y tras comprobar que no había nadie, volví a abrazar el cuello de Jose, y me lo comí en un beso tórrido, mientras el me masajeaba el culo que estaba al aire libre. Mientras nos besábamos me imaginaba la escena de mi parte trasera, pues al llevar tanga y ligueros, la vista de mi culo debía ser impresionante, y eso me hacía sentirme más zorra. Luego, una de sus manos empezó a descender y a internarse entre mis muslos, hasta alcanzar mi chochito apenas cubierto por el tanga, que ya a esas alturas estaba empapado. Empezó a masajeármelo, y a jugar con mi tanga, desplazándolo para acariciar directamente mi vulva, que ya chorreaba jugos, y consiguió ponerme como una perra en celo. Tuve la lucidez de apartarme de el, pues si apareciese alguien por la calle aquello parecía ya un espectáculo porno, pero no se de donde me vino un impulso morboso para encenderle un poco más, y entonces me levanté la falda, me bajé el tanga, y se lo ofrecí como regalo. El soltó una carcajada y se acercó el tanga a la nariz para olerlo, y me dio las gracias diciéndome que era el mejor regalo que nunca le habían hecho, mientras nos seguíamos riendo.

Lo mejor fue que al darnos la vuelta para seguir caminando hacia el coche, pudimos ver a Belen y su amigo riéndose divertidísimos con el espectáculo gratuito que les acabábamos de ofrecer. Y los cuatro estallamos en una sonora carcajada.

Llegamos a casa de Jose, y ya esperando al ascensor, en el portal,  apenas podíamos contenernos, y ambas parejas nos empezamos a besar ya a acariciar, y luego ya en el ascensor aun más. Jose empezó a desabrocharme la blusa, y como no llevaba sujetador se me veían las tetas, y el empezó a acariciármelas mientras nos besábamos intensamente. Yo por mi parte le empecé a desabrochar la bragueta, y le metí mano a su paquete, hasta que le saque su dura polla y se la empecé a acariciar de arriba hacia abajo. Por su parte Belen y su amigo estaban en lo mismo, y pude ver perfectamente como le sacaba su polla y se la empezaba a acariciar. La tenía bastante grande, mucho más que la de Jose.

El espectáculo del ascensor era como para una escena de cine porno, pues ambas parejas estábamos como locos metiéndonos mano por todas partes, y besándonos como posesos. Yo desde luego estaba encendida y fuera de control.

Salimos del ascensor, y nos dirigimos hacia el piso, y ambas, Belen y yo, llevando a nuestros chicos agarrados de sus pollas y tirando de ellos hasta llegar a la puerta.  Nos dio la risa de la escena.

Nada mas llegar al piso, Jose me empujó contra la pared, y me empezó a besar con pasión desenfrenada, mientras me terminaba de desabrochar los dos botones de mi blusa que aún permanecían abrochados, y me empezó a acaricias las tetas y a chuparme los pezones. Yo le desabroché la camisa, y le acariciaba el pecho, para luego desabrocharle los pantalones y meterle mano a la polla. Seguimos metiéndonos mano y besándonos un buen rato, hasta que el amigo nos preguntó que si queríamos una copa. Jose y yo estallamos en una carcajada, diciéndole que para copas estábamos nosotros…

Entonces Jose se dirigió a su amigo y le dijo que esta noche nos tocaba a nosotros el dormitorio, y aunque se le notó que no le hacía mucha gracia, no le quedó más remedio que aceptar, pues el sábado anterior había sido al revés.

Jose y yo nos dirigimos medio desnudos al dormitorio, y yo nada más llegar me quité la falda, ofreciéndole una perfecta visión de mi cuerpo desnudo, únicamente cubierto por unas medias y un liguero, puesto que el sujetador me lo había quitado en el pub, y las bragas se las había regalado en la calle.

Me senté en la cama, y le ayudé a quitarse los pantalones y el bóxer, de manera que al terminar, su polla dura quedó a la altura de mi cara. Se la cogí con la mano y empecé a acariciársela, con suaves movimientos hacia arriba y hacia abajo, sin dejar de mirársela, viendo el enorme capullo morado que parecía que me mirase y me dijese “cómeme”. Por un lado me apetecía mucho chupársela, pero por otro aún me surgían atisbos de decencia, ya que nunca había tenido en mi boca otra polla que no fuese la de mi novio. Finalmente se impuso la zorra que estaba aflorando en mi, y comencé primero a besársela y después a chupársela con arrebato. El se puso completamente encendido, y acompañaba mis chupadas con empujones de su polla hacia delante y hacia atrás.

Como no quería que se corriese, y menos en mi boca, me tumbé hacia atrás en la cama, levantando las rodillas y abriendo las piernas, ofreciéndole la vista de mi coño rosáceo y brillante por la humedad que afloraba, como invitándole a entrar dentro de mi. Y así lo hizo, se fue acercando lentamente, apuntó su capullo en mi chochito, y comenzó a follarme primero suavemente, poco a poco, y luego de forma desbocada, como un potro salvaje.

Yo no podía reprimirme, y le clavaba mis uñas en su culo, mientras jadeaba y gritaba, y sentía como su barra de acero perforaba mi sexo hacia delante y hacia atrás, y de mi interior salían mis jugos que recorrían mis muslos. Me puse como una loca a contorsionar mi cuerpo, a gritarle que me diera fuerte, a decirle que era su yegua y el mi potro salvaje, que me galopase más fuerte, y a dejarme llevar como una pervertida.

Mi vientre se retorcía, mientras mi cabeza se me nublaba poco a poco, jadeaba como poseída por una lujuria infernal que me superaba, hasta que sentí en mi  interior los estertores de su polla, y como su liquido inundaba las paredes de mi coño, y no pudiendo aguantar más, pegue un alarido y me corrí. Me corrí como ni en mis sueños más lujuriosos hubiese imaginado que se pudiese una correr…

Y nos quedamos jadeando abrazados, descansando del esfuerzo realizado y disfrutado, recuperando nuestros cuerpos, mientras que yo con mis dedos jugueteaba con su polla, girándola hacia un lado y hacia otro, y el acariciaba mis pezones, y de vez en cuando nos besábamos.

Así estuvimos toda la noche, follando como auténticos poseídos por la lujuria, la pasión y el vicio. En todas las posturas imaginables, agotando nuestros cuerpos, que apenas se recuperaban, volvíamos a castigar con nuevas sesiones de sexo salvaje, todo ello envuelto en una atmosfera de lujuria y el olor de nuestros fluidos que no hacía más que volver a encender nuestra pasión, diciéndonos frases obscenas que aun nos excitaban más.

Eran las siete de la mañana, cuando nuestros cuerpos estaban extenuados por completo, y ya físicamente no podíamos más, por lo que nos vestimos y salimos para coger el coche y que Jose me llevara a casa.

Al pasar por el salón, vimos a Belen y a su amigo, desnudos, abrazados y dormidos en el sofá, por lo que Jose y yo nos miramos con mirada cómplice, nos sonreímos y nos dimos un nuevo beso apasionado.

Llegue a casa, y afortunadamente todos estaban aún durmiendo, y sin meter ruido, me desvestí y me metí en la cama, notando todo mi sexo irritado y dolorido, y allí, desnuda entre las sábanas, recordando lo sucedido esa noche, se me vino a la cabeza el recuerdo de Guillermo, y comprendí que ya nada volvería a ser igual entre nosotros, si es que fuese a seguir existiendo un nosotros…Había descubierto la zorra que había en mi.