Infidelidad

Como te cambia la vida cuando descubres la infidelidad de tu pareja...

 ¡ Cariño, me voy a duchar!

Mi mujer acababa de volver del hospital donde trabajaba. A pesar de tener turnos diferentes, no llevábamos mal del todo el vernos apenas unos minutos entre turnos y por la noche. Además, teníamos los fines de semana para poder disfrutar de sesiones de sexo muy, pero que muy ardientes.

Pensaba esto mientras recogía su ropa del suelo y pensaba en sus rotundas curvas y en si me daría tiempo meterme unos minutos con ella en la ducha y hacerle una "exploración de orificios" a fondo... Recogía su tanga del suelo cuando de repente vi algo que hizo de olvidarme de todos mis anteriores pensamientos: En el interior había dos pelos pelirrojos, y se notaba claramente que era vello púbico.

Me quedé completamente parado. El mensaje era bastante claro y meridiano. Mi mujer era morena... Y solo había una manera que esos pelos hubieran llegado a ahí. A partir de ese momento toda mi jornada pasó como entre nieblas, pensando en que había fallado en nuestra relación o que no le había sabido dar o no había sabido pedirme. Por la noche, durmiendo a su lado, me despejé un poco más. A día siguiente me pediría el día libre y oculto esperaría a que saliera el pelirrojo de marras ( seguro que no había muchos) y ya improvisaría lo que hacer: O hablar con él o meterle una paliza de la que se acordara toda su vida.

Al día siguiente, aparqué mi coche en el parking de su hospital y oculto entre otros vehículos, comencé a vigilar la salida de personal. Durante quince minutos salia personal de todas las tintadas de pelo posible menos la que a mi me interesaba. El flujo de salida fue haciéndose más esporádico y finalmente salió mi mujer junto con su amiga Esther, riéndose las dos. El enfado dio pasó a la pena. Aún quería a mi mujer pero merecía un escarmiento. Me fijé en el culo de su compañera, super-petado en unos vaqueros ajustadísimos, marcando coño una barbaridad. Y me pregunté si Esther accedería a liarse conmigo para darle en los morros a mi mujer. Y de repente me dí cuenta de una cosa: Esther era la única persona pelirroja que había salido por esa puerta...