Inexplicablemente

Sigo sin entender porque la vida me premio contigo.

Finalmente estoy a las afueras de mi casa, luego de un largo y cansado día. Abro la puerta y eres lo primero que veo, como todas y cada una de las noches, desde hace quince años que me diste el sí. Caminas hacia mí, envuelta, más que en ese provocador conjunto de encaje negro, en una nube de sensualidad y sexo que borra de mi pensamiento, cualquier pena y preocupación. Después de quitarme el saco que ocultaba un poco mi barriga, los zapatos y los calcetines, me pides que me siente en el sofá y espere un poco. Desapareces de mi vista unos segundos. Te pierdes entre las sombras de nuestra habitación.

Regresas con una botella de color verde. Con lo que ésta contiene, mojas tus manos y te hincas para empezar un relajante masaje en mis, asquerosamente perfumados, pies. El simple toque de tus yemas en mi planta, alejando el estrés y el cansancio, dispara mi lívido hasta el cielo. Mi miembro, que no puede permanecer indiferente a tus caricias, da signos de vida, clama por salir de su prisión. Tú lo notas y no lo haces esperar. Me desprendes de mis pantalones y bóxer, para de inmediato alojar mi húmedo pene en tu boca.

Subes y bajas con maestría y facilidad, la que te dan mis nada impresionantes dimensiones. El placer que me das es tanto, que casi olvidó preguntarme si en verdad a ti te gustará. Me abarcas por completo, con el falo que tengo creo hasta un bebé lo haría, pero no te importa, para ti es como si mamaras la más grande y gruesa polla. Siento que estoy a punto de terminar. Te apartó y acuesto sobre la alfombra. Me tiro sobre ti y, tras hacer a un lado tus pantaletas, te penetró sin mayor preámbulo. A pesar de tu baja excitación y mi precipitación, no te causo ningún dolor.

Comienzo un violento mete y saca que no dura demasiado. Como si no fuera suficiente mi deplorable físico, creo que también sufro de eyaculación precoz. Te he llenado con mi corrida, cuando no han pasado ni tres minutos. Me salgo de ti y te vas a la cocina, de seguro insatisfecha y cuestionando el porque estás conmigo. Regresas y ya estoy sentado a la mesa. Colocas mi plato sobre el mantel. Antes de que trague el primer bocado, me besas en la frente. Sigo sin entender porque la vida me premio con tigo. Me ves comer como si fuera el mejor espectáculo y cuando termino retiras la loza. "Te amo", me dices antes de regresar a la cocina. Entonces comprendo tantas cosas.