Inés, madre y puta como pocas

Segunda experiencia con la puta de mi madre. Me la follé a placer.

INÉS, MADRE Y PUTA COMO POCAS

Tras la extraordinaria experiencia de haber descubierto las pasiones ocultas de mi madre, y haber sido follado por ella misma, ya nada fue igual para mí.

Desde que tengo uso de razón me ha interesado todo lo relacionado con el sexo, hasta el extremo de que no recuerdo cuando empecé a masturbarme, pero si recuerdo otro hecho no menos singular, y es que, sin poder determinar desde que fecha, recuerdo haber oído a mis padre haciendo el amor (o follando, como prefiráis). Aún resuenan en mis oídos los gemidos de mi madre y los bramidos de mi padre algunas noches. Pero con el paso de los años entendí que era normal. Es normal que los hijos escuchen a los padres haciendo el amor en algunas ocasiones, pero lo extraordinario era que para mi eso resultaba extremadamente excitante, hasta el punto de que incluso me levantaba de la cama y me acercaba hasta la puerta de su habitación a escuchar, me excitaba, y como es natural después me hacía unas formidables pajas.

Yo siempre había respetado a mi madre (como madre), y siempre la he respetado, pero ahora como mujer, porque desde que descubrí su gran afición o vicio, para mi no es más que una mujer muy caliente y muy especial, es mi puta particular, y no siento ningún reparo en reconocerlo porque a ella le encanta que la trate como a una puta cuando follamos, y no solo que la trate yo, sino que también le gusta que sus amantes la traten así. Ella dice de sí misma que siempre está en celo, que no puede evitarlo, que desea ardientemente estar follando a todas horas.

Ni que decir tiene que mi madre es una mujer que, para mí, está buenísima. Por supuesto que no es una top-model, pero siempre se ha cuidado mucho y es muy coqueta, y supongo que esto le ayuda a mantenerse deseada. Mide sobre el metro setenta, es de pelo castaño muy oscuro, ligeramente ondulado y a media melena. Ojos grandes marrones claros. De facciones suaves, su cara es ligeramente ovalada, los labios son normales pero eso sí, carnosos y sensuales. Sus tetas me vuelven loco. Son grandes, pero no exageradas, muy tersas y ligeramente caídas (no descolgadas) y algo duras todavía, no olvidéis que ha dado de mamar a tres hijos y, no se a cuantos más. Sus pezones son deliciosos, tienen una buena aureola marroncita oscura y casi siempre los lleva erectos, formando relieve sobre la ropa, cuando está excitada sobresalen mucho y nadie puede evitar la tentación de chuparlos. Su vientre no es totalmente liso, sus embarazos le han dejado las características estrías, pero para mi eso la hace más excitante, me encanta acariciar y besar su barriguita. Pero lo que verdaderamente no tiene precio es lo que tiene entre las piernas. Por cierto, tiene unas piernas largas y unos muslo generosos, al igual que su culo que también lo tiene muy redondeado y apetitoso. Pero volviendo a su entrepierna, tengo que deciros que jamás he visto un coño tan hermoso como el suyo. Por supuesto que no soy nada objetivo, es mi madre, joder, y estoy enamorado de ella. La primera vez que pude vérselo lo tenía muy bien depilado, no rasurado, aunque posteriormente si lo ha tenido afeitado, es más, casi siempre lo lleva afeitado, pero cuando yo se lo vi bien la primera vez lo tenía con vello muy recortadito, como terciopelo al tacto. Su raja es más bien grande, con los labios mayores ligeramente abultados y carnosos, algo hinchados cuando está muy excitada, y por entre su raja se le suelen salir los labios menores, como dos laminitas rosadas y jugosas. A mi me gusta mucho jugar con ellos con mi boca. Y de su clítoris solo puedo decir que es una fuente de placer para ella. Es como un botoncito muy sensible que se endurece y aumenta ligeramente de tamaño cuando está cachonda. Yo lo sé, y cuando tengo la oportunidad se lo chupo con toda la ternura y suavidad que puedo con el único objetivo de hacerla disfrutar, y ella me lo agradece dándome algo que me encanta, sus jugos. Me resulta delicioso saborear sus fluidos melosos, salados y ligeramente ácidos, que no tiene comparación con nada, y os puedo decir que ella se corre abundantemente.

Por cierto, aún no os he dicho su nombre. Como habréis adivinado por el titulo se llama Inés ¿no es bonito?, y somos de la sierra de la zona levantina, en españa.

Según me ha contado ella, durante su adolescencia era una joven muy adelantada a su tiempo. En el pueblo tenía fama de ser una chica muy "alocada", y todos los chicos de su edad, y en especial algunos más mayorcitos, como fue el caso de mi padre, ya fallecido, que era seis años mayor que ella, se la rifaban para salir con ella. No hace falta decir que no se casó virgen, sino todo lo contrario, la obligaron a casarse a los 18 años recién cumplidos porque se quedó preñada, supongo que de mi padre, pues según dice ella "salía con él en aquella época". Tiempos difíciles aquellos para una mujer así.

Pero bueno, todo cambia y afortunadamente ahora es una mujer feliz, libre y totalmente desinhibida ya que nunca tuvo prejuicios. Tal es así que ya le fue infiel a mi padre desde los primeros años de matrimonio, y precisamente se lo montaba con un hermano de él, mi tío Salvador que vivía en una ciudad costera del levante español y también casado. Es más, creo que mi hermano pequeño en realidad es suyo, aunque ella nunca me lo ha dicho. Yo tampoco quiero saberlo.

Bueno, hasta aquí un breve retrato y unas pinceladas de la biografía de mi madre. La verdad es que me siento muy orgulloso de ella. Me ha enseñado muchas cosas sobre el sexo, sobre todo que hay que practicarlo siempre que sea posible, pero con mucha precaución, dado los tiempos que corren.

Os contaré la siguiente aventura incestuosa que tuve con ella, intentaré ser lo más explicito posible porque ambos deseamos compartir con todos vosotros estos momentos tan intensos y llenos de erotismo y morbosidad.

Después de ese primer encuentro en su habitación, cuando ella me sorprendió haciéndome una paja con su ropa interior, no volvimos a intimar hasta pasadas unas semanas. Yo sentía mucha vergüenza cada vez que me encontraba con ella, al igual que cuando mi padre estaba presente, porque creía que lo que habíamos hecho no estaba bien, no tanto por ella, que ya sabía lo que era, sino por mí y por mi padre, ese pobre cornudo ignorante de la clase de hembra que se había llevado, pero bueno, con el tiempo entendí que se lo tenía bien merecido por no haber sabido darle a semejante zorra lo que ella necesitaba.

Mi madre tampoco me dijo nada sobre el asunto durante los días sucesivos, aunque notaba de vez en cuando que su mirada era muy picara hacia mí, como concierta complicidad. Esto casi siempre coincidía cuando algún hombre le había hecho alguna "visita", cosa de la que desde entonces yo estaba al corriente, y por consiguiente no podía evitar espiarles y hacerme unas estupendas pajas. Creo que mi madre sabía que les espiaba y por eso no guardaba ningún cuidado actuando como si yo no estuviese y dejando la puerta de su habitación entreabierta, con lo que me permitía ver y oír todo cuanto sucedía durante esos encuentros.

Hasta que un día, próximo a concluir el verano, y acercándose ya la fecha en la que tendríamos que ir a por mi hermanos, mi madre volvió a sorprenderme. Era un viernes por la tarde. Mi padre, de viaje, no volvería hasta el domingo. Yo me estaba preparando para salir esa noche con los amigo y ella hacía algunas cosas por la casa. Hablábamos de cosas intranscendentes, como con quien saldría esa noche, o si tenía tenia algún plan con alguna chica especial y cosas así, yo le contestaba que no tenía ninguna chica a vista y que solo me limitaba a salir con los amigos haber se caía algo. En esas estábamos cuando me dijo:

-En todas estas semanas no me has dicho nada de lo que pasó aquel día- Se me encogió el estómago al oír aquello.

  • ¿Qué día, mamá, a que te refieres?

  • No me digas que ya no te acuerdas!

  • Ha, si, ¿te refieres al día que me pillaste con tu ropa interior? Lo siento mucho, mamá, yo…. Dije muy nervios.

  • No te preocupes cariño. Aquello fue una cosa normal. Estás en una edad…, ya eres un hombrecito y es normal que las chicas empiecen a gustarte.

  • Si mamá, pero yo no esperaba que pasara lo que pasó, creí que me ibas a regañar y… Mi madre me interrumpió colocándome su dedo sobre mi boca.

  • Ssss!! No cielito, no podía regañarte después de comprobar lo "crecidito y hermoso" que te habías puesto, mi vida, en ese momento comprendí que ya no eras un niño, así que ice lo que cualquier mujer hubiera hecho en mi lugar.

Y me besó en los labios con mucha ternura.

  • ¿Te gustó? Me dijo.

  • Claro mamá. Para mí fue la mejor experiencia de toda mi vida.

Ella me sonrió.

  • Te quiero, corazón.- Me dijo mientras me cogía de la mano.

  • Ven, vamos a la habitación. ¿Te apetece?

  • Si, mamá, me apetece mucho.- Le dije con la voz temblorosa por la emoción.

Ella iba delante, me llevaba de la mano. Cuando llegamos a su habitación se sentó en la cama y me colocó frente a ella. Me miró con mucha lascivia, pasándose la lengua por los labios, mientras me iba desabrochado el pantalón. Tiró de él hacia abajo y comenzó a acariciarme la polla por encima del calzoncillo. Estaba empalmado y muy excitado, mi corazón palpitaba con fuerza dentro mi pecho y la respiración se me hacía más intensa. En seguida ella metió su mano dentro de la prenda y cogiéndome la polla la sacó despacio. La movió adelante y atrás lentamente liberando todo el capullo, y acercando su boca la besó en la punta.

Que polla más linda tienes, mi amor.- La oí decir. Yo no dije nada, solo me dejé hacer.

Ella continuó pasando la punta de su lengua por el frenillo, recorriendo así todo el glande durante unos instantes, haciéndome sentir pequeñas descargas de placer que me hacían estremecer. Mi madre se estaba comportando como una verdadera profesional. Jugando con una de sus manos con los huevos, y con la otra teniéndome agarrada la polla, lamía mi capullo hasta que se lo metió en la boca. Comenzó a chupármela despacio, haciendo pequeñas succiones con los labios y la lengua, al tiempo que la movía lentamente adelante y atrás.

Sentir el calor de su húmeda boca en mi polla izo que me sintiera en la gloria. Estaba resultando distinto a la primera vez. Era más pausado y menos embarazoso para mí, y esto me permitió disfrutar más intensamente de lo que mi madre me estaba haciendo. Las piernas me temblaban ligeramente y tuve la necesidad de agarrarme a lago, y lo hice sobre lo que tenía más cerca, su cabeza. Metí mis dedos entre su pelo enmarañado y no pude evitar la tentación de apretarla contra mí. Mi madre no opuso ninguna resistencia y abriendo la boca un poco más, dejó que le metiera toda la polla dentro. Así la mantuve durante uno segundos, con lo ojos cerrados y la boca entre abierta, comencé a gemir de gusto. Mi madre, sabedora del inmenso placer que me estaba dando, me agarró por las nalgas y comenzó a mover su cabeza haciendo que mi polla entrara y saliera de su boca con un ritmo pausado pero muy intenso que me izo perder el sentido de la realidad.

¡Mamá, me voy a correr!- Balbuceé entre jadeos.

Ella no izo nada. Se limitó a seguir mamándome la polla como solo ella sabe hacerlo. Me agarró el culo con más fuerza, apretándome contra ella para que todo fuera más intenso. Supe que no le importaría, y sin poder contenerme comencé a soltar chorros de semen que se estrellaban en su garganta. Mi madre se lo tragó todo. Siguió chupando durante unos instantes hasta que se la sacó de la boca.

¡Mmmh…, deliciosa. Tu leche es más rica que la de tu padre, mi vida!- Me dijo mirándome a los ojos.

Observé su carita mientras ella se relamía y terminaba de desnudarme. Estaba algo roja, pero no era por vergüenza, sino porque estaba muy excitada. La vi más linda que nunca, y sentí algo en mi interior que jamás había sentido. Creo que me había enamorado de mi madre.

Cuando yo me quedé completamente desnudo, mi madre comenzó hacer lo propio, no sin antes pasar su mano por mi polla que aún conservaba una erección aceptable. Y mientras ella se quitaba la blusa y se despojaba del sujetador, dejando al descubierto sus maravillosos pechos, yo le ayudé a quitarse la falda y sus braguitas menudas. Permanecí unos instantes contemplando su cuerpo, su coño aterciopelado y esas tetas con sus apetitosos pezones, me nublaban la razón. Estaba buenísima.

Túmbate mamá, quiero adorarte como a una diosa.- Le dije lleno de deseo.

Ella sonrió y me obedeció.

Recostada sobre la cama, toda mi madre se me ofrecía como el manjar más exquisito del olimpo de los dioses. Me coloqué a su lado y comencé acariciando sus pechos. Me entretenía especialmente estimulando sus pezones, duros y erectos, mientras la miraba. Tenía los ojos cerrados, la boca ligeramente entre abierta y se pasaba la puntita de su lengua por sus labios mientras emitía ligeros gemidos de placer. Me di cuenta de que, con una de sus manos, acariciaba su pubis, llegando a meter la punta del dedo corazón en su raja. Rápidamente pensé que no podía dejar que ella lo hiciera, así que coloqué mi mano sobre la suya y se la aparté lentamente, ocupando su lugar con la mía. Con mi mano comencé a acariciarle su coño muy húmedo por la excitación, mientras me dispuse a lamer sus tetas y chupar sus pezones. Mi madre se agitaba ligeramente mientras emitía unos gemiditos que me ponía a cien. Noté la dureza de su clítoris y me entretuve jugando con él frotándolo suavemente. Metí mi dedo un poco más dentro de su coño que ya estaba chorreando y note como mi madre se agitaba de placer.

Ohh!... Sigue, sigue… Me estás matando.

¿Te gusta mamá, como te lo hago?

¡Si cariño, si. No pares, por favor no pares!

Intensifiqué la estimulación de su clítoris hasta que noté como ella agitaba sus caderas y flexionaba las piernas. Yo sabía que estaba apunto de reventar, así que seguí frotando con más fuerza. De pronto comenzó a gimotear y a gritar levemente. Hasta que cerró sus piernas dejando mi mano atrapada en su coño. Gemía y se retorcía como loca, gozando de un orgasmo largo o de varios encadenados, no se, y cuando no pudo más cogió mi brazo y lo apartó con fuerza.

Me izo tremendamente feliz ver a mi madre disfrutar de aquella manera, y comencé a besarla por toda la cara hasta que encontré su boca y busqué su lengua.

¿Te ha gustado, mamá?

Si mi amor, nadie me ha tocado el coño como tu lo has hecho. Yo diría que no es el primero que tocas.- Me dijo sonriente.

No mamá, no es el primero que toco, pero sí el más caliente y el más mojado. Te quiero.

Ven cielo, túmbate y no te preocupes por nada.

Me tumbé como me pidió. Mi polla, que en ningún momento había decaído, había vuelto a tener una consistencia dura y palpitaba de excitación. Mi madre se subió sobre mí a horcajadas, y comenzó a frotar su coño con mi polla. Su tacto suave, caliente y húmedo me excitó sobre manera y tuve la necesidad de metérsela. Aquellos frotamientos me estaban resultando una tortura. Ella se dio cuenta, y solo tuvo que alzarse un poquito para que mi nabo resbalara por su vulva hasta introducirse en su vagina. Entonces se apretó contra mí con fuerza haciéndome notar como la punta de mi polla presionaba en el fondo de su vagina, y cuando ella me sintió totalmente dentro comenzó a mover sus caderas con movimientos circulares haciendo más intensa la penetración. Para mí aquello estaba resultando un delirio. Follar con mi madre era la cosa más maravillosa que me podía haber pasado jamás, y así lo estaba disfrutando.

Mientras ella se movía sobre mi, yo la tenía sujeta por sus caderas y ella se apretaba sus tetas con fuerza. Yo disfrutaba viendo su cara de éxtasis, con sus ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior, gimiendo de gusto, y pude notar como volvía a correrse como una perra. De su chocho manaba tal cantidad de flujo que notaba como me chorreaba por los huevos. Así estuvo durante un rato, saltando sobre mí, disfrutando como una loca con mi polla metida en su coño y corriéndose no se cuantas veces.

La vi sudando, y decidí que ahora debía ser yo la que la follara. Le pedí que se tumbara, que deseaba follármela. Ella, jadeante, me obedeció y se acostó boca arriba separando las piernas y abriendo su insaciable coño con sus dedos. Yo me tumbé sobre ella, con mucho cuidado, y apunté mi polla sobre la entrada de su magnifico coño frotando mi capullo contra su raja. No pude estar mucho tiempo así, porque ella me agarró del culo y me apretó contra si misma, haciendo que mi polla se colara en su chocho casi sin darme cuenta de lo mojado que lo tenía.

¡Fóllame cabrón, fóllame fuerte!- Me dijo con cierta rabia.

No pude negarme. La puta de mi madre me pedía que la follara y tenía que complacerla, yo también deseaba follarla. Comencé a bombear despacio, pues quería aguantar el máximo tiempo posible, pero ella estaba desatada, y con sus manos sobre mis caderas me indicaba que le diera fuerte. Yo sabía que si aumentaba el ritmo me correría enseguida, y así se lo hice saber, pero a ella no le importaba, solo quería que la follara con fuerza.

Y así lo hice. Comencé a fallármela con desesperación. Hice que se corriera un par de veces hasta que yo ya no pude más y comencé a descargar toda mi leche dentro de mi madre. Los dos gritábamos como locos. No se si ella también se corrió a mi par, pero si note como anudaba sus piernas sobre mi espalda, como queriendo impedir que se la sacara en ese momento. Aquel orgasmo fue indescriptible. Caí sobre ella completamente destrozado, sin fuerzas, todo mi cuerpo temblara. La abracé con fuerza, y ella, cogiéndome la cabeza con sus manos, comenzó a besarme toda la cara con desesperación.

Permanecimos así durante un rato, manteniendo mi polla dentro su coño hasta que perdió fuerza y se salió sola. Luego caí a su lado, jadeante y sudoroso, feliz por lo que habíamos hecho. Mi madre permaneció a mi lado, igualmente inmóvil, relajada.

Mamá, te quiero. Eres para mí lo más grande del mundo y no quiero dejarte jamás.- Le dije al cabo de unos instantes.

Si hijo mío, tu si eres lo más grande para mí. Esto será nuestro gran secreto, y lo haremos siempre que podamos y estemos solos. Eres maravilloso.

Luego, cuando ya nos recuperamos, nos fuimos los dos juntos a la ducha. Nos enjabonamos mutuamente, y nos resultó divertido. Curiosamente nunca lo habíamos hecho. Después me vestí, y aunque en un principio ya no quise salir esa noche, mi madre me animó diciéndome que saliera a divertirme, que me lo había merecido, diciéndome además, con una pícara ironía, que no me empleara a fondo, que procurara reservarme para ella. Reímos juntos y me marché, acabando así el segundo encuentro con mi madre.