Inés (5)

Luis examina sus nuevas propiedades y comprueba sus distintas habilidades y la forma en la que puede usarlas...

INES, un regalo inesperado. (5)

Autor:

Sir Stephen

Nada más sentarme a la mesa, mientras una de las criadas me servía la cena, busqué con la mano por detrás de mi silla para comprobar si mis órdenes eran cumplidas y encontré, dispuesto y accesible, el coño de Inés que estaba preparado para ser explorado y manoseado a mi gusto; teniendo en cuenta mi plan, con el dedo que le había introducido empujé a Inés para se acercara a mi lado de manera que pudiera verla y le ordené que llamara inmediatamente a los libertos para que vinieran el domingo por la mañana a presentarse ante mí, le añadí que les avisara para que no hicieran planes ni para esa noche ni para todo el día siguiente, porque probablemente querría disponer de ellos hasta el martes por la mañana, también le ordené que dispusiese a todas las esclavas y criadas en el salón convenientemente ordenadas por edades, todas ellas deberían estar limpias y debidamente vaciadas para lo que había que proceder a aplicarles a todas un enema intestinal y una buena ducha mientras yo cenaba, Inés tenía que darse prisa en transmitir mis órdenes y volver a presentarse ante mí, con la documentación de las criadas, para contestar a algunas preguntas.

Al cabo de pocos minutos, Inés se volvió a presentar ante mí y con el ya acostumbrado ronroneo solicitó autorización para hablar y, cuando se la concedí, me dijo:

"Mi Amo, cumpliendo tus órdenes, los libertos estarán aquí sin falta el domingo a las nueve de la mañana y esperarán hasta que tú les llames a tu presencia, están a tu disposición durante todo el tiempo que estimes oportuno; uno de ellos me ha preguntado si debía traer consigo a sus crías y le he contestado que sí, de manera que sea el Amo el que decida si quiere conocerlas o no. En este momento, los siervos están lavando, por dentro y por fuera, a todas las esclavas y criadas del Amo que se encuentran en la casa, para que puedan ser examinadas y usadas por el Amo cuando le parezca oportuno. Como el Amo había ordenado, aquí está la documentación de las criadas. La esclava está siempre al servicio del Amo, para lo que el Amo desee."

Le ordené que revisase la documentación y me informase sobre qué trámites faltaban para que las criadas, una por una, pudiesen pasar a ser esclavas y cual era el procedimiento establecido para que adquiriesen esa condición; leyendo con atención los documentos, la esclava me informó:

"Mi amo, tus criadas están en diferentes fases de su adiestramiento; la criada Lucía sólo tiene que superar los exámenes físicos y la prueba de capacidad sexual que estaban pendientes, pero es al Amo al que le corresponde decidir cuando estará preparada o no para ascender a la condición de esclava.

Las criadas Silvia y Maria se encuentran en las primeras fases de su adiestramiento, acaban de superar con éxito la prueba de humillación y, cuando el Amo lo desee, serán sometidas a los exámenes de aptitud sexual, adiestramiento oral, y a las pruebas de profundidad de coño y culo, para los que llevan algún tiempo preparándose.

En cuanto a la ceremonia de aceptación como esclava de la criada Lucía, el único requisito es que, ante ella y sobre ella, el Amo proceda a poner su firma en el contrato de esclavitud y le haga saber a la nueva esclava que, a partir de ese momento, su condición es definitiva y por tanto le debe al Amo obediencia ciega, sumisión absoluta y entrega total; es costumbre que el Amo imponga a la nueva esclava un nombre que sea de su agrado -puede ser el mismo que lleva como criada u otro diferente- y que será el único por el que se la conocerá a partir de ese momento. Si el Amo lo autoriza, la nueva esclava recitará la plegaria que toda esclava debe aprender y que debe ser repetida mentalmente tres veces al día como mínimo; después de eso es costumbre que el Amo tome posesión de su esclava por todos o por alguno de sus agujeros."

Terminé mi cena y me dirigí hacia el salón, intentando averiguar qué tipo de exámenes físicos eran los que debía superar Lucía, ya que estaba convencido, después de mi siesta, que la prueba de capacidad sexual podía dársela por superada con nota; de repente caí en la cuenta de que era yo el único que tenía que decidir en que iban a consistir esos exámenes físicos y que no había nadie que se fuera a atrever a poner ningún tipo de pega a mi voluntad; así tomé la decisión de que al día siguiente, se celebraría la ceremonia en la que la criada Lucía pasaría a convertirse en mi esclava y quedaría asignada a mi uso personal y exclusivo.

En cualquier caso, esa misma noche tenía previsto disfrutar con otro tipo de ceremonias; básicamente, mi idea era poner a prueba la capacidad de sometimiento y humillación personal de mis esclavas y criadas para saber hasta qué punto me pertenecían, como se me anunciaba desde la tarde anterior, no sólo su cuerpo –que eso parecía claro a primera vista- sino sus mentes y sus voluntades que era lo que de verdad me interesaba.

Pensando a qué tipo de pruebas sometería a mis esclavas y criadas, entré en el salón, dirigiéndome al sillón que ya se había convertido en mi favorito; nada más entrar, todas las esclavas y criadas que se encontraban alineadas y en posición de sumisión, inclinaron la cabeza hasta tocar con su frente el suelo, o mejor dicho, el trasero de la esclava que les precedía y permanecieron así hasta que, una vez sentado, Inés dio una palmada en señal de que podían recuperar la posición original; hice una seña a Inés para que continuara y, en voz alta, dijo:

- "Mi Amo, las esclavas y las criadas han sido colocadas siguiendo las ordenes del Amo; todas ellas están preparadas para tener el honor de ser examinadas por su Amo, han sido limpiadas por dentro y por fuera, lavadas e higienizadas para ser usadas por el Amo con toda comodidad; todas llevamos varias semanas sin tener ningún orgasmo, ni siquiera hemos mantenido ninguna relación sexual, por lo que todas las esclavas y criadas del Amo estamos en celo y calientes para servir al Amo y ofrecer nuestros orgasmos al Amo en prueba de nuestra absoluta sumisión y obediencia."

Antes de empezar la inspección de mis esclavas, hice que los siervos trajeran una mesa baja y la colocaran exactamente delante de mi sillón y a continuación ordené a la primera de las esclavas que resultó ser, como esperaba, la esclava Raquel -la más joven e inexperta de mis esclavas- que se subiera a la mesa y adoptase la posición de sumisión; con la altura añadida de la mesa podía, sin esfuerzo especial alguno, examinar detalladamente y sin esfuerzo, el cuerpo de mi esclava.

Sin ningún tipo de prisa, deteniéndome en cada recoveco y cada curva, fui inspeccionando su cuerpo de arriba abajo, tal y como había hecho la noche anterior con Inés e incluso más minuciosamente y con menos reservas que las que tuve veinticuatro horas antes. Exploré su pelo, le hice levantar la cabeza para poder ver el interior de su nariz, le abrí la boca y saqué la lengua con unas pinzas para examinar el interior diente a diente como había visto que se hacía con los caballos, al terminar con la cabeza fui descendiendo, hombros, brazos, manos, pechos, vientre, ombligo hasta alcanzar el pubis; tirando de sus pezones, la obligue a levantarse sobre sus rodillas de manera que su coño quedase a la altura de mis manos y palpé, abrí e investigué a mi antojo sin que ni un solo sonido de queja, dolor o rechazo saliera de la boca de la esclava de no solo se prestaba a todas mis manipulaciones, sino que incluso procuraba adoptar aquella postura que me facilitase mejor mi tarea, decidido a cumplir mi propósito hasta el final, ordené a la esclava que se girase completamente y pusiese a cuatro patas sobre la mesa ofreciéndome un impresionante culo redondo, terso y firme pero que cedió a mi presión sin necesidad de esforzarme; aquellas nalgas fueron palmeadas, separadas, acariciadas milímetro por milímetro hasta que llegué al agujero que también procedí a abrir introduciendo varios dedos en su interior hasta que comprobé lo que creía era su máxima dilatación; tampoco en esta ocasión la esclava emitió el más leve sonido, ningún quejido, sólo algún que otro movimiento de la cabeza cuando forzaba su ya dilatado agujero. Para concluir, hice que la esclava se acostara sobre la mesa y que los siervos levantaran y separaran las piernas para analizar el interior de los muslos, las piernas y, ¿porqué no? volver sobre el magnífico coño que se me ofrecía con toda naturalidad.

Finalizado el examen físico, hice que la esclava se volviese a arrodillar ante mí y abriéndome la bata le ordené que se metiese mi polla en la boca; no era mi intención que me hiciera una mamada por lo que con la mano frené su rítmico movimiento, fui apretando hasta que noté como mis genitales se apretaban contra los dientes inferiores y en ese momento le ordené "métete los huevos en la boca y chupalos" ; la verdad es que no se cómo lo hizo, pero la esclava consiguió abrir un poco más la boca y empujar mis genitales al interior, sorbiendo con fuerza y moviendo la lengua alrededor. Noté que empezaba a tener problemas de respiración y decidí sacar mi sexo de la boca, pero sólo para bajar un poco y apretar su cabeza de manera que su lengua acariciase mi culo; la esclava debió comprender mis intenciones porque enseguida empezó a lamer como si quisiera limpiarme, llegando hasta mi propio agujero, lo que me provocó una agradable sensación que estaba dispuesto a repetir; sin que yo se lo ordenara, la esclava inició un lento movimiento hacia delante y hacia atrás que le permitía lamer desde la base de mis huevos hasta más allá del agujero de mi culo atreviéndose a profundizar la caricia tan pronto como se dio cuenta de que me gustaba.

Antes de que sus caricias me provocaran otras sensaciones más profundas, y teniendo en cuenta que era la primera de las tres esclavas y las dos criadas que iba a examinar y quería llegar hasta la última, decidí dar por terminada la inspección y cogiendo su pelo tiré de él para obligarla a separar su cabeza de mi entrepierna a la vez que le dije "Ya has tenido bastante por ahora, deja algo para tus compañeras". Si he de ser sincero, me pareció apreciar en la esclava, cuando empujé su cabeza hacia atrás, un pequeño gesto de rebeldía, como si no estuviera conforme con dejar de lamerme el culo; la aparté de mi lado no sin antes tomar nota de que no debía permitir, ni siquiera, esta ligera muestra de indisciplina por lo que, sin saber todavía el castigo que le aplicaría, le dije "Tu rebeldía será castigada; cuando acabe la inspección me rogarás que te aplique el escarmiento que mereces" , sin inmutarse, plenamente consciente de que había cometido una falta de docilidad, me contestó "Si Amo, pido disculpas al Amo por haberle faltado al respeto; estoy al servicio del Amo y merezco ser castigada de la forma en la que el Amo estime conveniente; gracias Amo por mejorar el adiestramiento de tu esclava."

Finalizada la inspección de la más joven de mis esclavas, y siguiendo el turno establecido por mí, la correspondía someterse a mi examen a la criada Lucía, algo más vieja que Raquel –sólo unos meses- pero cuya experiencia y docilidad ya tenía acreditadas hasta el punto de que al día siguiente se celebraría la ceremonia de su aceptación como esclava; pero en ese momento no cabía hacer discriminaciones y, pese a que ya conocía bastante bien el cuerpo de mi criada, llevé a cabo su exploración con la misma minuciosidad y detalle que con la esclava Raquel.

Con satisfacción evidente puede comprobar lo absoluto del grado de entrega y sumisión a mi voluntad de todas las esclavas y criadas, y su afán por servirme satisfactoriamente al recibir, tanto de la criada Lucía como de las demás esclavas y criadas que inspeccioné, la misma, si no mayor, sumisión y entrega que con la esclava Raquel, así como una total ausencia de gestos e incluso miradas o sonidos de rechazo, era como si las posturas, tocamientos y manipulaciones a las que eran sometidas constituyeran una práctica habitual y natural en su condición y a la que, desde luego, ni remotamente se les podía ocurrir negarse o protestar; ahora bien, sobre todas destacó la última de las esclavas, Inés, cuya esclavitud era tan perfecta que incluso se adelantaba levemente a mis deseos y parecía satisfecha y excitada con mis manipulaciones.

Satisfecho con los resultados de la inspección, no tanto desde el punto de vista físico –aunque alguno de los cuerpos era sencillamente espectacular- sino mental en cuanto a la obediencia y sumisión a mi voluntad, ordené que todas las esclavas y criadas se reunieran delante de mí, por supuesto acudieron a cuatro patas y adoptaron la posición de sumisión, para que pudieran presenciar el castigo impuesto a la esclava Raquel por la falta cometida; como era el primer castigo que imponía, quise que pudiera servir de ejemplo y por eso dirigiéndome a todas ellas, les expliqué:

"La esclava Raquel ha se ha atrevido a resistirse frente al uso que el Amo quería hacer de su cuerpo, demostrando que no estaba completa y totalmente a la disposición de su Amo; esta es una actitud inadmisible en una esclava y que no estoy dispuesto a tolerar. Sois mis esclavas, mis criadas y mis siervos, sois de mi propiedad, tanto vuestros cuerpos como vuestras mentes me pertenecen, habéis perdido el derecho a tener voluntad propia y eso significa que vuestra única opción es obedecer de inmediato cualquiera de mis ordenes, hasta la más insignificante. Mi obligación y mi derecho como Amo es perfeccionar y completar vuestro adiestramiento hasta eliminar cualquier rastro de voluntad, de vergüenza, de amor propio, de asco ni de cualquier otro sentimiento; sois mis animales de compañía, mis bestias de carga, mis juguetes sexuales, o cualquier otra cosa que yo quiera que seáis o en la que yo quiera convertiros.

La actitud de la esclava Raquel merece que sea repudiada y expulsada por su Amo; ha demostrado que no merece ser esclava, como mucho podría volver a convertirse en criada e iniciar su adiestramiento desde el principio, pero esta es mi primera noche como vuestro Amo y quiero ser generoso, por eso ni la expulsaré ni la reduciré a su condición anterior. Pero no creáis que estoy dispuesto a permitir de ninguna manera ni la desobediencia ni la insumisión, y por eso he decidido que el castigo de Raquel sirva de ejemplo para todos vosotros y para eso todos vais a estar presentes y participar en el castigo de la esclava, porque Raquel va a recibir cuarenta latigazos que le aplicareis vosotros, las esclavas los siervos y las criadas, en tandas de cinco cada uno, pero tened en cuenta que si observo la menor compasión o si algún brazo no azota el culo y la espalda de Raquel con la debida fuerza, el culpable recibirá el mismo castigo pero duplicado."

Dejé transcurrir algunos minutos para que tanto la esclava Raquel como mis demás propiedades asumieran completamente el significado de mis palabras y el alcance del ejemplar castigo que había decidido imponer; deje vagar mi mirada por los cuerpos desnudos que acababa de examinar, recordando y valorando características y posibilidades hasta que, durante una décima de segundo, mis ojos se cruzaron con los de la esclava Inés que, inmediatamente, bajó la mirada; pero en ese instante pude apreciar el enorme orgullo y la evidente aprobación que le causaba mi reciente actuación. Para que quedara claro que me había dado cuenta, me acerqué hasta ella y le acaricié lentamente la cabeza, como se acaricia a un animal de compañía, la esclava no lo dudó, cuando terminé mi caricia me lamió la mano y la besó con cariño y respeto.

Cuando, por segunda vez, nuestras miradas se cruzaron, la de Inés en lugar de humillarse como era su obligación, se dirigió a una de las esquinas del salón y al seguirle la mirada descubrí una argolla incrustada en el techo con una cadena colgando junto a una a vitrina que, hasta ese momento, me había pasado desapercibida; cuado la abrí ví que en su interior había muy variados útiles, algunos necesarios para ejecutar determinados castigos físicos tales como fustas, látigos, varas, otros para obtener el sometimiento tales como esposas, argollas, collares, etc y algunos destinados a funciones varias tales como diversos tipos de consoladores, de dildos o de cinturones de castidad –tanto masculinos como femeninos- y otros artilugios desconocidos para mí. De inmediato se me ocurrió una nueva idea y llamando a Lucía a mi lado, le puse al cuello un collar de perro al que enganché una fina correa y le dije "A partir de ahora siempre llevarás el collar y la correa, mañana haré grabar en la placa tu nombre y condición, y permanecerás a mi lado para servirme como el animal de compañía en que pienso convertirte" ; la criada –futura esclava- no dijo nada, simplemente se acurrucó entre mis piernas y apretó su cuerpo contra el mío.

Ordené a los siervos que trajeran el sillón hasta colocarlo cerca de la esquina, a la suficiente distancia de la argolla, me senté con Lucía a mis pies y ordené a Raquel que se acercara. Visiblemente temblorosa, la esclava se acercó hasta quedar situada frente a mí, debajo de a argolla, en la posición de sumisión; el temblor de su cuerpo era claramente perceptible en los pezones y en la comisura de los labios pero obedeció de inmediato cuando le ordené ponerse de pié y levantar los brazos. Los siervos le pusieron unas muñequeras de cuero con arandelas que se cerraban entre sí y que engancharon a uno de los eslabones de la cadena que colgaba de la argolla y a una señal mía tensaron la cadena hasta que los brazos de la esclava estuvieron lo suficientemente tirantes como para impedirle moverse hacia los lados y huir de los latigazos, sólo podía moverse en círculos y, aún así, no era capaz de controlar las vueltas que daba su propio cuerpo.

Los turnos para aplicar el castigo se iniciaron con Bautista, después siguieron las dos criadas (a Lucía la estaba usando para entretenerme), luego Cesar, a continuación las dos esclavas más jóvenes, seguidas del siervo Ramón y, por último, la esclava Inés; le indiqué a Bautista que cogiera una de las fustas de doma que s encontraban en la vitrina y que se quedase al lado de Raquel y después de asegurarme que todas mis propiedades estaban mirando hacia la esclava colgada, expliqué que quería que la cadencia no fuera excesivamente rápida y que se variase la zona de aplicación para no castigar siempre el mismo sitio y, entonces, ordené a Bautista que empezara su tanda; el primer fustazo la pilló de sorpresa y durante las dos primeras tandas la esclava Raquel hizo considerables esfuerzos por no gritar y por no moverse excesivamente, pero después del segundo cambio, no pudo evitar intentar eludir los golpes con movimientos de su cuerpo que lo único que conseguían era hacerla girar sin control sobre sí misma multiplicando el efecto del castigo.

Conforme se iban produciendo los cambios de turno empecé a plantearme el hecho de que Inés había mencionado de pasada que el difunto Amo había tenido algún problema con los libertos, quienes empezaban a mostrar ciertos amagos de indisciplina y de autosuficiencia, por lo que se hacía necesario adoptar una estrategia parecida para el domingo por la mañana y dejar claro quién era el Amo demostrándoles que, aunque estuvieran en una situación diferente a sus demás compañeros, me pertenecían de igual forma que los que estaban en la casa y podía disponer de ellos y usarlos a mi antojo.

Pensando en ello, no me dí cuenta de que el castigo había llegado a su fín hasta que me fijé en el absoluto silencio que imperaba en el salón, ni golpes ni gemidos, y me di cuenta de que la esclava Inés se había quedado quieta y con la mirada baja a mi lado, sosteniendo entre sus manos la fusta obviamente esperando mis órdenes; por su parte la esclava Raquel, todavía colgada de la argolla, sollozaba y se agitaba con el cuerpo completamente marcado por las señales de los fustazos.

En ese momento se me ocurrió la forma idónea de finalizar una sesión que sirviera de demostración a todos de las consecuencias de la insumisión por leve que ésta fuera y ordene a los siervos que desataran a la esclava y la pusieran a cuatro patas en la mesa baja y una vez cumplida mi orden, dirigiéndome a la esclava le dije:

- "Esclava, tu falta de sumisión ha sido corregida, ahora le agradecerás a tu Amo que se haya tomado la molestia de mejorar tu adiestramiento atendiendo mi polla como se merece hasta que te tragues todo mi semen. Después me demostrarás que has aprendido la lección y lamerás, chuparás y acariciarás el sexo y el trasero de Troy -uno de los dos perros pastor alemán- sin dejar ni un solo resquicio por el que no pase tu lengua."

A pesar del evidente dolor que le producían las marcas de los fustazos, la esclava se puso inmediatamente en acción y metiendo la cabeza entre mis piernas lamió, chupó, acarició y aspiró mi polla, mis huevos y mi culo para volver al principio y absorbiendo toda mi erección se aplicó a hacerme una estupenda mamada que me sirvió de relajante y me dejó satisfecho.

Después de limpiar mi polla de los últimos restos de semen, y sin pensárselo dos veces ni demostrar la más mínima repulsión, la esclava Raquel se acercó a Troy –que esperaba tranquilamente tumbado a un lado del salón- y procedió a cumplir mis órdenes con dedicación absoluta lamiendo, chupando y acariciando al perro hasta que le di la orden de acabar y retirarse para que la limpiaran, le aplicaran crema en las heridas y la dejasen descansar hasta que decidiera llamarla de nuevo a mi servicio.

Tal y como había previsto, la actitud de mis propiedades fue cambiando mientras se desarrollaba el castigo desde la inicial despreocupación y la sonrisa, incluso la diversión, hasta los semblantes serios, tensos, con evidentes signos de preocupación en sus caras y los cuerpos estirados ofreciéndose sin recato; de esta forma me di cuenta de que el mensaje que pretendía enviar había sido recibido sin ninguna duda; ahora todos y todas eran conscientes de que yo era el Amo, y que podía ser inflexible o generoso, según me apeteciera pero que, en cualquier caso, mi voluntad era la única que importaba; en ese momento estuve seguro de que tanto las esclavas como los siervos y las criadas habían aprendido la lección y, en adelante, procurarían mostrarse mucho más dóciles y sumisos a mis órdenes, fuera lo que fuera lo que les mandara hacer.

Una vez impuesta mi autoridad como Amo y demostrado que estaba dispuesto a ejercer mi poder sin vacilación asentado -parecía mentira que hubieran transcurrido menos de veinticuatro horas desde que Inés me hiciera la inesperada proposición- había llegado el momento de relajarme y disfrutar con las atenciones de mis esclavas antes de irme a dormir e intentar recuperarme completamente.

Llevando a Lucía de la correa, me levanté y ordené a las criadas Silvia y María que se adelantasen para prepararme un baño caliente y me llevé a las esclavas Ana y Luisa hacia mi cuarto; a Inés le ordené que me preparase la ropa para el día siguiente –ésta iba a convertirse en una de sus obligaciones diarias- y que se preocupase de comprobar que a Raquel se le hubiese aplicado la crema adecuada; en cuanto a las demás, las envié a dormir con instrucciones para que al día siguiente, sábado, estuviese preparado mi desayuno para servírmelo tan pronto me despertase, pero que, hasta ese momento, no quería que se oyese el menor ruido en toda la casa por lo que la limpieza se tenía que realizar en absoluto silencio.

A los siervos les impuse la obligación de que –esa y todas las demás noches a partir de ese momento- cerrasen toda la casa, pusiesen las alarmas y se retirasen. En cuanto a la mañana del sábado Bautista y Tino saldrían a primera hora para hacer las compras necesarias para toda la semana y traerme la prensa, también debían averiguar la forma en la que, todos los días, tuviese los periódicos a mi disposición con el desayuno –si era necesario Bautista tendría que ir a recogerla- por su parte, Cesar –que tenía conocimientos de informática y electrónica- debía dedicarse a comprobar el funcionamiento de las cámaras de seguridad e instalar los monitores correspondientes en el cuarto que tenía asignado y revisar la configuración del ordenador instalado en el estudio asegurándose de que la conexión a Internet estuviera operativa cuando decidiese usarlo. Al volver de la compra Bautista llevaría a la esclava Inés y a las criadas Silvia y María a mi apartamento para que recogiesen mi ropa, ya que, a partir de ahora, viviría definitivamente en la casa aunque mantuviera el apartamento por razones de comodidad.

continuará