Inés (4)

Luis ha asumido su condición de Amo y empieza a disfrutar de las ventajas que le comporta su herencia...

INES, un regalo inesperado. (4)

Autor:

Sir Stephen

Después de una mañana bastante ocupada resolviendo asuntos pendientes, y en la que me sorprendí a mí mismo en varios momentos pensando en mis nuevas propiedades, Inés apareció en la puerta de mi despacho con un vestido elegante y discreto pero que me permitía, como enseguida pude comprobar, acceder a su cuerpo con absoluta libertad; la esclava solicitó mi permiso para hablar, con el ronroneo que tanto empezaba a gustarme, y cuando se lo autoricé, me dijo:

"A tu servicio, mi Amo. Las órdenes del Amo han sido cumplidas, la casa del Amo está limpia y ordenada, el coche del Amo está aparcado en la calle con la ropa y la criada en el maletero, Bautista está dispuesto para llevar al Amo donde el Amo le ordene y la esclava preparada para servir al Amo en lo que el Amo desee. ¿le apetece al Amo usar el cuerpo de la esclava?" y diciendo esto último me mostró de qué manera podía acceder al cuerpo de mi esclava si quería usarla sin quitarle la ropa.

"Ahora no" le dije, había llegado a la conclusión de que mi nueva condición de Amo me exigía preocuparme de mis propiedades –entre otras cosas de su alimentación- así que le ordené "baja y dile a Bautista que saque del maletero a Lucía, después les compras un bocadillo a cada uno, que se lo coman y mientras tanto Lucía puede desentumecer los músculos; tienen veinte minutos, luego Bautista volverá a meter a Lucía en el maletero y me esperará al volante; en cuanto les entregues los bocadillos y les transmitas mis instrucciones, vuelve aquí"

"Como tu ordenes, mi Amo"

Lo que había pensado era comer tranquilamente en un restaurante acompañado de Inés y aprovechar para que me informara de algunas cuestiones respecto de las sociedades e inversiones, así como me pusiera en antecedentes sobre algunas personas que el difunto Amo identificaba como "los señores" y que, al parecer, participaban conjuntamente en algunos de los lucrativos negocios que acababa de heredar; pero antes quería realizar algunas llamadas y confirmar el aplazamiento de una reunión prevista para la tarde a los efectos de disponer de dos días y medio para poder hacerme cargo, definitivamente, de toda mi herencia.

Cuando Inés regresó de cumplir mis órdenes, yo estaba hablando por teléfono y, con un gesto, le indiqué que se acercara a mi lado; la esclava rodeó la mesa y, situada frente a mis rodillas, adoptó la posición de sumisión no sin antes subirse la falda hasta prácticamente la cintura y abrirse el escote de manera que no hubiese impedimento alguno para ver y tocar su coño y sus tetas; obviamente aproveché la circunstancia para, mientras acababa de aplazar la reunión prevista para esa tarde y resolver algún que otro problema urgente, manosear a discreción el cuerpo de mi esclava.

Siendo viernes al mediodía y con todo el fin de semana por delante, sin ningún compromiso que me obligase a madrugar el lunes siguiente, me dispuse a conocer en profundidad todas las propiedades (mercantiles y personales) que acaba de asumir; y, para ello, lo primero era obtener respuestas a las dudas que ya tenía planteadas.

Como había previsto, el restaurante al que solía acudir habitualmente estaba medio vacío por lo que pude elegir una mesa separada del resto y desde la que no se escuchara la conversación que pensaba mantener con mi esclava.

Después de ordenar la comida para los dos –Inés ni siquiera intentó mirar la carta, consciente de que la elección de su comida era una cuestión que no estaba a su alcance- le ordené que, de entrada, me hiciera un resumen de las cuestiones más importantes relativas al conjunto de las sociedades, a la situación financiera y a los orígenes de la fortuna que iba a disfrutar, después de unos breves instantes en los que me dio la impresión de que la esclava estaba ordenando sus ideas, inició su exposición:

"Mi Amo, la situación económica es bastante sencilla; al aceptar la herencia has asumido la propiedad de varias sociedades o mejor dicho, de una sola de ellas que es, a su vez, la cabecera de un holding que tiene una participación mayoritaria en ocho sociedades importantes y algunas otras menores. Legalmente, las acciones de la sociedad principal están distribuidas entre varios de tus esclavos, entre los que se encuentra esta esclava, pero además de pertenecerte y hacer aquello que tú ordenes, sea lo que sea, está previsto que, si te parece oportuno, te nombremos apoderado general, de manera que puedas actuar libremente por ti mismo y hacer con las sociedades lo que consideres oportuno. Dentro del grupo hay empresas dedicadas a la construcción, a los servicios financieros, a la vigilancia y seguridad, productos informáticos, inmobiliarias, investigación farmacéutica etc (me fue dando los nombres de cada una de las sociedades, algunas de ellas muy conocidas) . El Director General del holding es un liberado, un siervo al que le ha sido concedido el derecho a vivir como una persona normal y al que se le asignó una esclava para que ejerciera como su esposa y parecieran un matrimonio normal; los dos están pendientes de que el Amo decida cuándo quiere conocerlos y acudirán de inmediato a presentarse ante el Amo. Sin duda, el siervo liberado podrá responder con mayor detalle todas las preguntas que el Amo desee hacer, si que puedo decirle al Amo que entre la retribución de las acciones, las rentas financieras y los beneficios de las sociedades, el Amo puede disponer de varios millones de euros al año. Existen también otras sociedades en las que el Amo participa junto con otros Amos y hay una asociación llamada El Club en el que se reúnen todos los Amos y que les pertenece.

Pude comprobar con satisfacción como, a lo largo de su informe, la esclava Inés hacía evidentes esfuerzos por cumplir mi orden de no mencionar siquiera a mi antecesor así como que sus conocimientos sobre la situación económica y financiera no eran mayores que lo me había contado, decidí cambiar de tercio y le ordené que pasara a informarme con todo detalle sobre las esclavas, siervos, criadas y libertos:

"Como el Amo ya ha podido comprobar, el Amo tiene seis esclavas (Inés, Sonia, Ana, Luisa, Marta y Raquel) las edades de las esclavas oscilan entre los 35 años de la más vieja –obviamente era la propia Inés- y los veintiuno de la más joven; todas las esclavas hemos elegido voluntariamente nuestra condición y hemos sido adiestradas y domadas para ser totalmente sumisas y obedientes a nuestro Amo, se nos ha eliminado cualquier vestigio de vergüenza, de Amor propio o de dignidad hasta convertirnos en poco más que animales de compañía perfectamente obedientes que sólo existen para servir y complacer al Amo que puede hacer con nosotras todo lo que quiera, sin ningún tipo de límite o condición; el Amo puede usarnos a su antojo, castigarnos de la manera que prefiera, bien para corregir nuestras faltas o para su propio disfrute, prestarnos, alquilarnos, cedernos o vendernos a otros Amos o simplemente, si se cansa de alguna de nosotras, hacernos desaparecer.

El Amo también es propietario de cuatro siervos (Bautista, Ramón, Andrés y Juan) cuyas edades oscilan entre los 38 años de Bautista y los 20 de Juan y que, al igual que las esclavas, le pertenecen de manera completa y sin limitaciones de ningún tipo; si el amo no quiere usar sus cuerpos, puede destinarlos a realizar las tareas que le parezca conveniente, incluso puede liberarlos para que desarrollen sus funciones en la vida normal, siempre all servicio del Amo.

El Amo tiene también cuatro criadas (Lucía, Silvia, María y Laura) con edades entre los 22 y los 19 años; las cuatro están en distintas fases del período de adiestramiento –la más adelantada es Lucía- y cuyos resultados ha podido consultar el Amo en cada uno de los expedientes; las criadas accederán a la consideración de esclavas cuando el Amo considere que su adiestramiento es el adecuado y acepte el "Contrato de Esclavitud" que ya ha sido firmado por las criadas; obviamente, todas ellas son voluntarias y están decididas a entregar sus cuerpos y sus mentes al servicio del Amo.

Por último, el Amo posee seis libertos, que son siervos a los que se les ha otorgado una libertad restringida y que viven en el mundo normal ejerciendo diversas profesiones o funciones que le han sido encomendadas por el Amo. Cinco de ellos tienen adjudicada, además, el uso de una esclava como "esposa" para dar la imagen adecuada en la sociedad; de esos "matrimonios" dos de ellos han tenido hijos –con el permiso del Amo- que están siendo entrenados en la sumisión y la obediencia para que sirvan al Amo cuando alcancen la edad adecuada. Los libertos son, además del Director General del grupo de empresas propiedad del Amo (Antonio y su esposa Patricia) un Director de un importante hotel de lujo (Rafael y su esposa Angeles), un Juez del Tribunal Supremo (Ricardo y su esposa Begoña), el Director General de una importante entidad financiera (Joaquín y su esposa Rosa), un importante Arquitecto con fama nacional (Carlos) y un influyente diputado del partido en el Gobierno (Salvador y su esposa Alba). Todos ellos han sido informados de la situación y están a la espera de recibir la orden del Amo para acudir de inmediato a mostrar sus respetos y su sumisión; evidentemente, las esclavas esposas también son propiedad del Amo, así como las crías que ha tenido.

El Amo también es propietario de dos perros pastor alemán perfectamente entrenados para la seguridad de la finca, así como para ser usados de diversión con las esclavas; no se preocupe el Amo que su adiestramiento es perfecto y muy pronto aprenderán a conocer y obedecer la voz de su nuevo Amo.

Como el Amo ya pudo comprobar ayer, no todas sus propiedades están en la casa, algunas se encuentran en la villa de verano en las islas, cuidando de que todo esté en perfecto estado y dispuesto para ser disfrutado por el Amo en el momento que quiera."

La verdad es que, pese a lo que había podido comprobar hasta el momento, la situación me seguía pareciendo increíble y a punto estuve de preguntarle a Inés cómo era posible que personas inteligentes se entregasen de esa forma a la condición de esclavos, sin embargo, me pareció mejor ir comprobándolo por mí mismo y tomármelo con paciencia y tranquilidad; disponía de todo el tiempo del mundo y, al parecer, mis propiedades estaban firmemente consolidadas y no corría peligro de perderlas.

Ordené a Inés que acabara su comida y sin tomar café, decidí que era el momento de volver a mi "casa"; aunque la esclava todavía estaba comiendo, lo dejó todo y se levantó de la silla en el momento en el que le dije "Vamos" , siguiéndome a la distancia establecida. Nada más vernos salir del restaurante, Bautista me abrió la puerta del coche con la exagerada reverencia de costumbre y, sin esperar a que Inés entrara y cerrara la puerta, arrancó el motor atento a mis órdenes.

De camino y mientras pensaba en cómo iba a organizar la presentación e inspección de mis propiedades, escuché el ya familiar ronroneo con el que la esclava Inés me solicitaba permiso para hablar desde su posición de sumisión; la dejé ronroneando un rato, sólo por el placer de escuchar ese sonido y cuando, con un gesto, le autoricé a dirigirme la palabra escuché cómo la esclava me rogaba que le permitiese, cumpliendo las órdenes que yo mismo había dado el día anterior, llamar por teléfono a la casa y dar las instrucciones oportunas para que todas mis propiedades estuviesen dispuestas a recibir al Amo, le di permiso y añadí que tuviesen preparado café y una habitación para dormir la siesta ya que empezaba a notar el cansancio después de casi treinta horas sin dormir.

Cuando llegamos a la entrada principal, y antes de que Bautista llegase a detener el coche y pudiese bajar para abrirme la puerta, la esclava-mueble, Sonia, salió de la casa y, completamente desnuda, me abrió la puerta inclinándose ante mí y diciendo "A tu servicio, Amo, bienvenido" ; nada más salir del coche, Sonia se apresuró a adelantarme para, nuevamente, abrirme la puerta de la casa, sólo que esta vez se arrodilló en la entrada y agachó la cabeza en señal de sumisión.

Ante mí, a ambos lados de la entrada de la casa, cuatro esclavas, una criada y dos siervos, me esperaban arrodillados en la posición de sumisión y completamente desnudos; pasé junto a ellos casi sin mirarlos, me dirigí al salón que ya conocía y me senté en el mismo sillón de la noche anterior –con la luz del día pude comprobar que el salón era bastante más grande de lo que me había parecido la víspera y que, algo retirados, había otros sillones e incluso un par de sofás- que nadie había movido del lado de la chimenea. Inmediatamente, me había seguido a un paso de distancia, Inés se puso a mi altura y, con un solo movimiento, se quitó el vestido adoptando la posición de sumisión ante mis piernas y volviendo a ronronear para que le permitiese dirigirme la palabra.

"Si el Amo lo permite, el café del Amo está preparado y le será servido en el momento en el que el Amo lo ordene. ¿quiere el Amo inspeccionar sus propiedades ahora o prefiere hacerlo después de dormir la siesta?"

"Que una criada me traiga el café y una copa de whisky, sin hielo; que se me presenten los siervos para la inspección y que lleven a Lucía a mi habitación, la usaré durante la siesta."

Casi antes de que acabara de hablar, una de las criadas –que ya se había puesto el uniforme correspondiente- me trajo una bandeja con el café (humeante) y la copa que había pedido permaneciendo a un lado del sillón con la bandeja a la altura adecuada para que pudiera servirme sin esfuerzo; detrás de ella se presentaron en fila los tres siervos (Bautista incluido) los cuales, al llegar hasta mí, se arrodillaron en la posición de sumisión esperando mis órdenes.

Mientras me tomaba el café y disfrutaba de la copa –aprovechando para manosear el coño y el culo de la criada que sin soltar la bandeja abrió sus piernas para facilitarme el acceso- ordené a mis tres siervos que se pusieren de pie, se diesen la vuelta y doblasen la cintura, enseñándome el trasero sin ningún obstáculo –se notaba que todos ellos tenían forzado el agujero del culo- que volviesen otra vez a ponerse cara hacia mí y me enseñasen sus respectivos aparatos. Con los tres en una incómoda posición que me permitía ver sus pollas y sus huevos cómodamente, le dije a Inés que se acercara uno por uno y les manoseara y acariciara hasta que estuvieran erectos pero, por supuesto, sin llegar a correrse; la esclava obedeció al instante y les hizo a cada uno de los tres una paja fenomenal hasta que, respectivamente, se empalmaron y empezaron a mostrar síntomas de excitación; acabada su tarea, se inclinó y me lamió la mano buscando mi aprobación para volver a su postura original. Y así, con los tres siervos empalmados frente a mí y mi mano explorando el coño de la criada, les hice saber mi voluntad:

"Se ha acabado el ir desnudos, a partir de ahora, excepto cuando yo os lo ordene expresamente, estaréis siempre vestidos, incluso para dormir, mientras esteis en la casa llevareis como uniforme un mono de trabajo que se quitará o se cambiará con facilidad cuando os saque a la calle o tengais que salir solos, se os vestirá como requieran las circunstancias; además, de ahora en adelante, cada uno de vosotros tendrá asignada una función concreta en la casa y a ella estaréis dedicados: Bautista, tú ya sabes lo que tienes que hacer, eres mi chofer y cuidarás de los vehículos de la casa, no te quiero ver ocioso, si no tienes nada que hacer limpiarás los coches hasta que estén perfectamente limpios y libres de cualquier mota de polvo o suciedad, y, por supuesto, dormirás en el garaje; Andrés, tú te llamarás a partir de ahora Cesar y serás el portero de la casa, cuidarás de que no entre nadie que no tenga mi permiso y te encargarás de los perros, por las mañanas, limpiarás y cuidarás el jardín con la ayuda del otro siervo; vivirás en el cuarto que hay en la entrada, en el que se instalarán las pantallas de control; Ramón, tu nombre será, a partir de ahora, Tino y te ocuparás de las compras de la casa, de llevar las cuentas y de que nunca falte nada, ni comida, ni bebida, ni cualquier otro tipo de elemento que se necesite; dormirás en el almacén y cuando hayas acabado tus obligaciones principales, ayudarás a Cesar en el jardín. Una o dos veces por semana, o más a menudo si decido premiaros, podréis follar con la esclava o la criada que yo os permita, si hasta ahora tenias alguna asignada, eso se ha acabado para siempre, mientras no tengáis autorización para follar llevareis puesto un cinturón de castidad porque no quiero que manchéis a mis esclavas n ia mis criadas y he comprobado que os excitáis con facilidad. Los tres podréis dirigiros a mí siempre que, previamente, me pidáis permiso utilizando la expresión "¿Da mi Amo su venía? o ¿puedo dirigirme a mi Amo?" y yo os lo de, pero sin necesidad de ronronear. También quiero que practiquéis como camareros, porque, si en alguna ocasión doy una fiesta, o una cena, serviréis a mis invitados junto con las criadas. Por último quiero que tengáis muy presente que es mi deseo que nunca, NUNCA, me toquéis ni me rocéis con ninguna parte de vuestros cuerpos, siempre permaneceréis alejados de mí a la distancia de un paso, excepto cuando yo os ordene expresamente otra cosa. ¿Lo habéis entendido?"

Con la enorme erección que la esclava les había provocado patéticamente expuesta, los tres inclinaron la cabeza respetuosamente y asintieron "Sí, Amo, estamos a tu servicio y cumpliremos tus órdenes" con un gesto les indiqué que se retirasen.

Cumplido ese trámite, había llegado el momento en el que me tomara un merecido descanso y dije en voz alta "Voy a dormir la siesta" , a lo que Inés, esta vez sin pedir autorización –la castigaría después- me dijo "Amo tu habitación está preparada en el piso superior" . Nada más subir las escaleras pude comprobar que no había posibilidad de pérdida, la habitación tenía las puertas abiertas y, desnuda y en posición al lado de la cama, estaba la criada Lucía dispuesta a ser usada como a mí me apeteciera; antes de entrar ordené a Inés, que me había seguido a la distancia adecuada "Que nadie me moleste por ningún concepto; está completamente prohibido que nadie haga el más mínimo ruido, cierra las puertas y espera mis órdenes." Entré en la habitación y, con un gesto, indiqué a Lucía que me desnudara y me metí en la cama ordenando a la criada que me hiciera una mamada que me sirviera de relajante y me ayudara a conciliar el sueño, lo cual, por cierto, tardó menos de lo que yo mismo creía.

Después de varias horas de un sueño tan intenso como reparador, me desperté con una agradable sensación de cosquilleo en mis genitales producida por la boca de la criada Lucía que, al no haberle ordenado otra cosa, había mantenido mi polla en su boca durante todo el tiempo y cuyas caricias, ahora que notaba que estaba despierto, habían vuelto a intensificarse logrando, casi de inmediato, una considerable erección.

Sin embargo, esta vez no me iba a conformar con usar sólo la boca, por lo que, dándole un leve tirón de pelo quité su boca de mi sexo y le ordené "Quiero usar tu coño, móntame" ; su reacción fue inmediata, se irguió ante mí, abrió sus piernas colocándolas a ambos costados de mi cuerpo y, ayudándose de las manos, absorbió son su húmedo y cálido coño toda la longitud de mi polla, a la vez que murmuraba "El amo me honra usando mi coño para su placer, gracias amo" iniciando un movimiento circular, a la vez que subía y bajaba sus caderas provocándome unas sensaciones que creía haber olvidado; eso unido a la visión de su pecho oscilando ante mí, de sus ojos entornados, de su boca entreabierta en actitud de absoluta entrega así como los gemidos de placer que emitía hicieron que pronto estuviera listo para tener un orgasmo que se preveía intenso y enormemente satisfactorio, pero lo que sin duda me provocó directamente la explosión final fue el hecho de que, sin dejar de moverse, la criada Lucía, casi con un susurro, me suplicara "Por favor, mi Amo, ¿puede la criada correrse y ofrecer el placer de su cuerpo como muestra de su entrega y sumisión a su Amo?" En medio de una más que considerable explosión de placer, tanto físico como mental, me limité a afirmar con la cabeza comprobando como la criada estallaba en lo que parecía un enorme orgasmo y presa de fuertes convulsiones se derrumbaba sobre mi pecho a la vez que, en un gimoteo apenas perceptible, repetía "Gracias, mi Amo; mi placer te pertenece, mi cuerpo es tuyo; gracias mi amo por usar a esta criada". Volví a quedarme amodorrado y al despertar de nuevo ví que la criada se encontraba en el suelo, en posición de sumisión, con la respiración todavía agitada y los pezones duros; le ordené que me preparara una ducha y al levantarse le propiné una fuerte palmada en su generoso y prieto culo que hizo que contoneara las caderas de manera agradable mientras iba hacia el baño.

Antes de entrar en el baño, desde la misma cama, llamé a la esclava Inés que inmediatamente abrió las puertas de la habitación, entró a cuatro patas y adoptando la posición de sumisión me dijo "A tu servicio, mi amo, la esclava espera que el amo haya descansado a gusto y esté satisfecho" ; sin hacer caso de lo que ya consideraba algo natural, le ordené que me fuera preparado algo de cena (estaba hambriento) para cuando me hubiera duchado y arreglado.

Después de la ducha, en la que la criada Lucía se esmeró en enjabonarme, enjuagarme y secarme con toda delicadeza y una radiante sonrisa, me puse un batín acolchado y unas zapatillas y me dispuse a cenar repasando la ejecución del plan que había concebido para aprovechar al máximo el fin de semana y conocer al detalle tanto mis propiedades como las posibilidades de actuación que mi nueva condición me iban a permitir en el futuro.

continuará