Inés (3)

Con la ayuda de la esclava Inés, Luis empieza a ejercer su nueva condición de Amo...

INES, un regalo inesperado. (3)

**Autor:

Sir Stephen**

Excitado por la sensación provocada por los azotes, cogí del pelo nuevamente a la esclava Sonia, la obligué a darse la vuelta y, sentándome en el sillón con ella entre las piernas le puse la cara ante mi ya abultada bragueta y, como suponía, no hizo falta dar ninguna orden ya que mi esclava desabotonó con todo cuidado la bragueta, secó mi miembro y, después de lamerlo con cuidado, se lo metió en la boca. Entonces me dirigí a los esclavos de la entrada y les grité:

"Vosotros, venid aquí inmediatamente y presentaros ante mí de uno en uno".

Observé complacido como todos ellos se colocaban en fila y, siempre a cuatro patas, se dirigían al sillón en el que me encontraba y una vez a mi altura, sin dignarse levantar la mirada, cada uno de ellos, me decía:

"Mi Amo, tiene el honor de presentarse ante ti tu esclava (siervo o criada) … que te pertenece en cuerpo y mente y que está a tu servicio para obedecerte y satisfacer tus necesidades y caprichos; dispón de mí como desees, seré lo que mi Amo quiera que yo sea."

Dicho lo cual todos y cada uno de ellos lamían mi mano y se apartaban a un lado para dejar paso al siguiente.

Por mi parte, las atenciones que venía dedicando a mi polla la boca de la esclava Sonia empezaban a surtir efecto y dejándome llevar por las sensaciones me corrí en la garganta de mi esclava quien siguió aspirando y acariciando hasta que tuvo la seguridad de que había tragado la última gota y aún así, tuve que parar su cabeza con la mano para que dejara de aspirar; pese a que era evidente que ya había terminado, la esclava no hizo además alguno de retirarse o permitir dejar salir a mi miembro de su boca hasta que, nuevamente, empujé su cabeza hacia atrás y entonces procedió a lamer delicadamente todo el flácido polla, limpiándolo para, finalmente, secarlo con su propio pelo y volver a introducirlo, yo diría que con reverencia, en la bragueta que abotonó con suavidad.

A esas alturas, la esclava Inés y la criada Lucía ya habían vuelto a entrar en el salón, pude observar que convenientemente limpias, peinadas y levemente maquilladas, y permanecían a la espera de mis órdenes en la posición de sumisión; Inés tenía a su lado una bolsa, supongo que con la ropa, y un abrigo largo.

Cuando Inés vio que la esclava Sonia me abotonaba la bragueta, se acercó al sillón y en su tono habitual me indicó:

- "Con el permiso del Amo, si el Amo ha terminado de hacer uso de la boca de su esclava, que espero que el Amo haya encontrado a su gusto, tal vez quiera el Amo dar algunas instrucciones a los esclavos y criadas que dejarán en la casa o tal vez quiera el Amo examinar el cuerpo de alguna de sus esclavas, esclavos o criadas. Si no desea hacer nada más con ellos, el Amo puede ordenarles que vuelvan a sus ocupaciones habituales; también puede el Amo, si está cansado, disponer que uno de los siervos conduzca el vehículo."

Definitivamente ya era demasiado tarde para seguir entreteniéndome y la verdad es que empezaba a estar saturado de tanta experiencia nueva, así que, antes de volver a mi casa, pensé que sería bueno darles mis primeras instrucciones dejando cualquier otro asunto para más adelante y también era buena idea disponer de un chofer.

"Escuchadme todos, quiero que hagáis limpieza general de toda la casa y del jardín, aprovechad para retirar todas las fotografías, cuadros o documentos que, de cualquier manera recuerden o mencionen a vuestro difunto Amo, al cual desde ahora no se volverá a mencionar, lo meteréis todo en una o varias cajas y ya decidiré lo que hay que hacer con ello. A partir de este momento, y hasta que yo no os dé nueva orden, tenéis todos prohibido practicar ningún tipo de sexo, ni entre vosotros ni en solitario ni de ninguna manera. Cuando yo decida volver, Inés os avisará y me esperareis en este salón tal y como estáis ahora. Eso es todo, podéis iros." Y dirigiéndome en concreto a Inés, le dije "Tú que los conoces elige al que mejor conduzca y que se ponga algo de ropa, pero date prisa" .

De inmediato, la esclava hizo una seña a uno de los siervos y éste salió a toda velocidad; por su parte, y una vez más, Inés estaba al quite y antes de que nadie más se levantara, se dirigió a mí diciendo:

"Con el permiso de mi Amo, le ruego a mi Amo disculpe el atrevimiento de esta esclava, pero tal vez el Amo quiera precisar si cuando ha establecido la prohibición de practicar ningún tipo de sexo, se refería, también, a que ninguna esclava, esclavo o criada pudiera tener relaciones con los perros del Amo"

Mi respuesta sonó brusca en gran medida porque, pese a todo, algunas cosas me seguían sorprendiendo, y por ello casi le grité:

"¿Eres tonta o qué? Claro que está prohibido; cuando he dicho ningún tipo de sexo entre vosotros también me refería a todos los animales que me pertenecen, esclavas, siervos, criada y, perros ¿está claro?" y dirigiéndome al siervo que tenía más cerca, le dije "Tú, coge el sobre con los documentos y la bolsa de ropa y llévalos al coche. Inés y Lucía, detrás de mí, espero que el chofer ya esté preparado; los demás, cumplid mis órdenes."

Todavía me estaba levantando del sillón cuando escuché que todos los esclavos, como si fueran un coro bien afinado, repetían:

"Gracias, Amo; te pertenecemos, Amo; estamos a tu servicio para hacer todo lo que ordenes Amo y Señor"

Me dirigí a la puerta que había abierto una de las esclavas que se inclinó en una exagerada reverencia cuando pasé a su lado y comprobé que, efectivamente, el siervo-conductor, vestido con uniforme y gorra, ya estaba de pie al lado del coche esperando instrucciones, por lo que le tiré las llaves y le ordené que lo pusiera en marcha. Detrás de mí, a menos de dos pasos, caminaba Inés con el abrigo en el brazo y caí en la cuenta de que no le había ordenado expresamente ponérselo, con Lucía un poco más atrasada y el siervo con los documentos y la bolsa que, pese al frío, caminaba también desnudo sin que, al parecer, eso le importase demasiado; abrí el maletero y le indiqué con un gesto que lo dejase dentro; una vez cumplida la orden, se mantuvo de pie al lado del coche hasta que, dándole una palmada le dije "Retírate" y se dirigió al interior de la casa, no sin antes despedirse con el ya conocido "gracias, mi Amo" . Por su parte, Inés y Lucía permanecían quietas al lado del coche, esperando mis órdenes y al notar mi mirada, Inés volvió a tomar la palabra para preguntarme: "¿Desea el Amo poner a la criada en el interior del vehículo o prefiere dejarla en el maletero junto con las demás cosas?"

Debo reconocer que, durante un instante, estuve tentado de meter a Lucía en el maletero pero enseguida pensé en el frío que hacía y decidí apiadarme de ella y contesté: "Dentro, por si me apetece usarla". Y comprobé como Lucía se colocaba en el suelo del asiento trasero, procurando ocupar el menor sitio posible; pese a su desnudez, Inés mantuvo abierta la puerta para que yo entrase y, a continuación, se colocó en la misma posición que la criada.

Después de ordenar al chofer que arrancase e indicarle la dirección de mi casa, mientras empezaba a asumir que me iba a resultar imposible conciliar el sueño, Inés volvió a tomar la iniciativa dirigiéndose a mí en su ya habitual tono humilde y suave me preguntó:

"Con el permiso del Amo, ¿puede esta esclava atreverse a molestar al Amo haciéndole algunas preguntas para conocer como quiere el Amo que se cumpla su voluntad?"

Obviamente mi respuesta fue afirmativa, y el diálogo que siguió a continuación me resultó extraordinariamente revelador:

"Gracias, Amo, es un honor tener permiso para hablar con el Amo, pero para esta esclava no moleste ni ofenda al Amo, ¿quiere el Amo autorizar que esta esclava le dirija la palabra libremente o el Amo prefiere que antes de abrir la boca para hablar esta esclava le pida permiso con algún gesto o sonido?"

Rápidamente asumí que lo que me estaba diciendo Inés era que no consideraba ni normal ni adecuado que una esclava pudiera dirigirse a su Amo directamente, probablemente porque además no sería un buen ejemplo para los demás, así que improvisé:

"Tienes razón, a partir de ahora sólo podrás dirigirme la palabra cuando te de permiso y para pedirme permiso deberás ronronear como una gatita hasta que yo te conceda la autorización ¿entendido? Y que conste que sigue vigente mi orden de mantenerme informado y asesorarme adecuadamente"

"Será como mi Amo ordena, y la esclava ronroneará cada vez que tanga el atrevimiento de solicitar autorización para tener el honor de dirigirle la palabra al Amo"

"¿Algo más?" le dije por si acaso necesitaba que le diera permiso para seguir hablando.

"Con el permiso del Amo, ¿quiere el Amo dar alguna instrucción u orden especial a la esclava y a la criada para que sepan como deben servirle adecuadamente y satisfacer su placer durante el tiempo que permanezcan en la casa del Amo y así no tendrá el Amo que molestarse en dar ordenes continuamente?

"Me parece bien. Cuando lleguemos a casa, el chofer nos dejará en la puerta del ascensor, luego aparcará el coche en la plaza que le indicaré, y se preocupará de cerrar las puertas cuando salgamos, además, ahora y siempre, deberá recoger los paquetes, documentos o bolsas que haya en el maletero y las llevará a casa, no quiero tener que repetirlo más veces. Lucía me abrirá la puerta y se apartará para que pueda salir; Inés, te pondrás el abrigo antes de salir del coche y me seguirás adonde yo vaya, detrás pero lo suficientemente cerca para que estés al alcance de mi mano. Nada más entremos en casa, te quitarás el abrigo y permanecerás desnuda, siempre cerca de mis manos; Lucía, estarás atenta mis palabras para traerme aquello que desee o hacer lo que yo diga sin necesidad de que te lo ordene expresamente, así cuando oigas que quiero una cerveza, inmediatamente me la traerás, si quiero cualquier otra cosa, lo mismo y si digo que tengo ganas de mear, ya sabes lo que tienes que hacer. El siervo permanecerá desnudo en la cocina esperando mis órdenes. Mañana, a las 7’30 en punto de la mañana Inés me despertará y mientras tanto Lucía tendrá preparado el desayuno consistente en café con leche, tostadas muy hechas y el periódico –que el siervo bajará a recoger al portal- después, las dos me serviréis en la ducha, me enjabonareis y, luego me secareis, si me apetece una de las dos me haréis una mamada o me follaré uno de vuestros coños, y me preparareis la ropa para vestirme. Cuando me haya ido, podréis desayunar lo que haya sobrado que os repartiréis con el siervo. Ya os daré más instrucciones. ¿Por cierto, como se llama el chofer?"

Fue Inés la que me contestó ya que, como supe después, ninguna esclava, siervo o criada estaba autorizado a dirigirse a mí excepto si yo le hacía una pregunta directa.

"Tus órdenes serán cumplidas, Amo; estamos a tu servicio para lo que desees. El nombre del siervo chofer, si el Amo no decide otra cosa, es Jorge".

En ese momento, una idea me vino a la cabeza y decidí poner en práctica una broma antigua, por eso dije:

"Jorge no me parece apropiado, así que a partir de ahora el siervo chofer se llamará Bautista.¿lo has oído, Bautista?"

Ahora sí que me contestó directamente el siervo chofer:

- "Estoy al servicio del Amo, para lo que el Amo desee; a partir de ahora mi nombre será el que mi Amo me ha puesto y sólo responderé a ese nombre. El siervo Bautista le da humildemente las gracias al Amo por haber decidido servirse de él como chofer."

Ya habíamos llegado, así que le indiqué a Bautista como abrir el garaje con el mando a distancia y el número de mi plaza, así como el piso y la puerta de mi casa; tal y como le había ordenado, detuvo el coche ante la puerta del ascensor para que bajáramos y, a continuación se dispuso a aparcar el vehículo.

Tan pronto como se detuvo el vehículo, Lucía abrió la puerta y se tendió en el suelo para permitirme salir con comodidad, a continuación Inés, que se había puesto el abrigo, salió detrás de mí y por último Lucía nos siguió hasta el ascensor. Una vez dentro, ordené a Inés que se desabotonara el abrigo y empecé a pellizcar sus pezones hasta que se endurecieron; en la cara de mi esclava pude ver junto al dolor de cada pellizco, como su respiración iba haciéndose más profunda a medida que el deseo se incrementaba y entonces caí en la cuenta de que no se había corrido pese a las caricias y manipulaciones a la que la había sometido en la casa, por lo que supuse que no podía hacerlo sin mi permiso, pero para asegurarme inicié un interrogatorio deliberadamente obsceno aprovechando el trayecto hasta el 8º piso:

"Esclava, ¿porqué estás caliente?"

"Si, mi Amo, esta esclava está muy caliente"

"¿Tienes ganas de correrte?"

"Si, mi Amo, la esclava tiene muchas ganas de correrse con el permiso del Amo".

"Y ¿porque no lo has hecho?"

"Pido perdón a mi Amo por no haberme corrido, pero el Amo no me lo ha ordenado ni me ha dado permiso y la esclava no puede correrse sin permiso de su Amo"

"¿Cuánto tiempo hace que no te corres?"

" Mi Amo, desde dos días antes del fallecimiento del anterior Amo, esta esclava no ha sido autorizada a correrse." Eso quería decir que hacía casi dos meses y medio que no tenía un orgasmo. Me sorprendió su capacidad de resistencia, pero añadí:

"A partir de ahora, cuando estés a punto de correrte me pedirás permiso directamente, a no ser que te haya ordenado expresamente tener un orgasmo"

"Como mi Amo ordene, el cuerpo de esta esclava pertenece al Amo y está a su servicio."

Al abrirse las puertas del ascensor di por finalizada la conversación y me dirigí a la puerta de mi apartamento comprobando que Inés me seguía a un paso de distancia con el abrigo abierto exhibiendo su desnudez y Lucía iba detrás en silencio y con la mirada baja; abrí la puerta y, nada más entrar, Inés se desprendió del abrigo como le había ordenado siguiéndome hasta el sofá y arrodillándose a mi lado en la posición de sumisión después de que yo me sentara; por su parte Lucía permaneció de pie y quieta en la entrada del salón, sin duda esperando mis órdenes. Una vez acomodado en el sofá, y dado que todo lo sucedido me había desvelado completamente, dirigiéndome a Inés le ordené "Esclava, acércate que voy a examinarte"

En ese momento, sonó el timbre de la puerta –sería Bautista- por lo que, en voz deliberadamente baja dije "Abre" , observé como Lucía se dirigía rápidamente a abrir la puerta, franqueando el paso a Bautista que, sin saber que hacer con los documentos y la bolsa, se quedó en la entrada esperando mis órdenes, con un gesto le indiqué que se acercara, cogí de su mano el sobre con la documentación y con una palmada y otro gesto le indiqué donde estaba la cocina y mirando a Lucía le dije "Agua" .

Por parte Inés, siempre de rodillas, se acercaba hasta pegar su cuerpo a mis piernas, manteniendo el torso erguido y exhibiendo sus pechos a la vez que separaba, de manera casi exagerada, las rodillas para abrir el coño. Inicié mi exploración por el pelo, comprobando como la esclava iba adoptando en cada momento la posición que mejor facilitaba el acceso, seguí por la cara, la nariz, las orejas, la boca sin que en ningún momento hiciera el más mínimo ademán de alejarse, ni siquiera cuando le hice abrir la boca para poder examinar sus dientes y su lengua; de ahí pasé a los hombros, brazos (pude apreciar que estaba perfectamente depilada) y el pecho, masajeando sus tetas y amasándolas a mi voluntad y pellizcando los pezones o apretándolos para comprobar su reacción. Ni un solo gesto de rechazo, sólo leves muecas de dolor o inaudibles gemidos.

En ese momento, apareció Lucía con una bandeja en la que había puesto una jarra de agua fría y un vaso, que me ofreció con una reverencia, diciendo: "Sirvo a mi Amo" a lo que le repliqué "Has tardado demasiado, después de castigaré por tu pereza" a lo que la criada, sin dejar de ofrecerme la bandeja respondió "Gracias, mi Amo, sirvo y obedezco a mi Amo" .

Después de beber un buen trago –pese a la hora estaba muerto de sed- y decidido a continuar la exploración del cuerpo de Inés –que se mantenía en esplendida forma- le puse un dedo en la barbilla empujando suavemente hacia arriba y su reacción no me defraudó ya que, como esperaba, se puso lentamente en pié y dobló y separó las piernas de manera que su coño estaba a la altura de mi mano y era perfectamente accesible. Ni su pubis, ni sus caderas ni su culo mostraban la más mínima marca de bronceado, por lo que deduje que no usaba nunca ni bikini ni tanga para tomar el sol, así como tampoco existía ni rastro de vello, lo que permitía una visión completa de sus labios vaginales, al notar que intentaba introducir un dedo en su coño, Inés adelantó su pubis y, con sus propias manos, separó y abrió los labios permitiéndome así una examinar tanto su clítoris como la parte interna del coño; obvio resulta decir que pude introducir cuatro dedos en su interior sin que la esclava hiciera el menor gesto de retirarse.

Finalizado satisfactoriamente el examen delantero, propiné a la esclava una palmada en el lateral y dije "trae ese culo" y, como esperaba, la esclava Inés se giró para darme completamente la espalda, doblándose por la cintura hasta formar un ángulo recto –desde luego estaba en buena forma física- y, cogiéndose una nalga con cada mano, las abrió al máximo para permitirme un más fácil acceso y visión de sus redondeadas y prietas posaderas, así como de su agujero posterior que se ofrecía ante mí invitándome a probarlo, lo que hice introduciendo hasta tres dedos en su interior sin mayor problema. Acabada la inspección le propiné una fuerte palmada en el culo y al comprobar que seguía sin moverse le ordené "posición" ante lo que, de inmediato, se volvió a colocar de rodillas frente a mí con la mirada baja y los labios entreabiertos.

Como ya empezaba a clarear y casi se aceraba la hora de iniciar la jornada laboral, me acerqué a la cocina donde comprobé que Bautista, el siervo chofer, había cumplido mis instrucciones y esperaba desnudo, pero se había dormido apoyado en la mesa; de una patada le quité la silla y cayó al suelo despertándose de inmediato para, como si estuviera acostumbrado a ese tratamiento, inmediatamente arrodillarse ante mí y saludarme diciendo: " Estoy a tu servicio, Amo, ordena y obedeceré de inmediato ", al decirle "Ven" se puso a cuatro patas y me siguió hasta el salón donde al entrar di una palmada en el trasero de Lucía y la empujé hasta el sofá frente al que me esperaba Inés y les di las instrucciones para el día que estaba empezando.

"Lucía, irás a la cocina y me prepararás el desayuno, después de servirme te desnudarás e irás al cuarto de baño donde me esperarás. Inés, mientras desayuno, irás a lavarte y también me esperarás en el cuarto de baño. Bautista, te pondrás el uniforme y bajarás al portal, esperarás hasta que traigan el periódico y me lo subirás inmediatamente. Cuando acabe de ducharme y de usaros a las dos, si me apetece, la criada Lucía me secará mientras que la esclava Inés prepara la ropa que me pondré y me ayudarás a vestirme; Bautista, después de traerme el periódico bajarás al garaje, limpiarás adecuadamente el coche y lo sacarás a la calle donde me esperarás aparcado cerca de la puerta de la finca, cuando me veas salir, bajarás del coche y me abrirás, con una reverencia, la puerta trasera más cercana a la acera, después me llevarás al despacho y volverás a casa inmediatamente"

"Después de que yo me haya ido, podréis comer las sobras de mi desayuno, pero sólo tenéis diez minutos para alimentaros, luego arreglareis, limpiareis y ordenareis toda la casa. A la una en punto, Inés y Lucía, me preparareis una maleta con ropa para varios días y mis cosas de aseo, luego os vestiréis y bajareis con Bautista al coche; la maleta y Lucía irán en el maletero, cuando lleguéis al despacho, subirá Inés a avisarme mientras Bautista espera en el coche ¿entendido?.

Como si fueran una sola voz, los tres contestaron "Sí, Amo, estamos para servirte, te pertenecemos y obedeceremos tus órdenes" .

Sentado como estaba en el sofá, no tuve más que tocar ligeramente a Inés cuando se estaba levantando, para que la esclava se quedara quieta esperando mis órdenes y bastó que le dijera. "Mientras espero el desayuno, voy a usar tu boca" , para que, de inmediato, se arrodillase, me desabotonase la bragueta sacando mi polla y metiéndosela en la boca, iniciase una mamada que me ayudara a relajarme antes de empezar el nuevo día. Tanta devoción y empeño puso que para cuando Lucía trajo el desayuno ya me había corrido y la esclava Inés ya había limpiado adecuadamente mi polla y la había vuelto a introducir con todo cuidado y reverencia en el interior del pantalón.

Estaba empezando a tomarme el café –debo reconocer que el desayuno estaba primorosamente preparado- cuando sonó el timbre de la puerta indicando que Bautista estaba de regreso con el periódico; le dí una palmada en el hombro a Inés, le ordené "Abre" y pude comprobar como la esclava, desnuda y a cuatro patas, obedecía y Bautista entraba en el salón y me acercaba el periódico con una reverencia a la vez que decía "A tu servicio Amo, con tu permiso el siervo chofer bajará al garaje para cumplir tus órdenes" . La hice una seña para que se retirase y seguí desayunando a la vez que me enteraba de las noticias del día.

Después de abrir la puerta, Inés ronroneó a mi lado hasta que le autoricé a hablar y entonces me preguntó: " Mi Amo, ¿puede tu esclava ir al baño a limpiarse y prepararse para servirte en la ducha?" con una seña le indiqué que se fuera y, siempre a cuatro patas, fue a cumplir mis órdenes.

Por su parte Lucía, después de servirme el desayuno, sin necesidad de que le ordenase nada, se desnudó descubriendo un cuerpo joven con unas formas casi perfectas que pensé en utilizar allí mismo pero que decidí reservarme para la noche y, utilizando el mismo sistema que Inés, me pidió permiso para preguntarme "¿Mi Amo está servido?, ¿puede la criada retirarse a preparar la ducha del Amo?" , con el mismo gesto que a Inés le di permiso y se retiró, también a cuatro patas, de mi presencia dejándome disfrutar de un espléndido desayuno que me permitió recuperar las fuerzas gastadas durante la larga e inesperada noche que acababa de terminar.

Acabado el desayuno –les dejé una tostada a cada uno y un poco de leche- me di una larga y reconfortante ducha caliente durante la que fui devotamente enjabonado por mi esclava para que, después, me secara, con no menos reverencia, la criada; después fui cuidadosamente afeitado por la esclava Inés –una auténtica experta- y masajeado suave pero firmemente por la criada Lucía; debo reconocer que, en la pugna por cual de las dos me servía mejor, ambas quedaron empatadas sin que pudiera inclinarme por ninguna de ellas; además durante todo el rato pude manosear, tocar y pellizcar a mi antojo el sexo y las tetas de ambas sin que ninguna opusiera la más mínima resistencia.

Al entrar en la habitación, seguido por la esclava y la criada, me sentí muy satisfecho al comprobar que la ropa que iba a ponerme ese día –elegida con gusto y acierto por Inés- estaba preparada y extendida en la cama.

Antes de irme creí necesario hacerles saber a ambas que estaba contento y satisfecho y, con un gesto, las atraje hacia mí y les acaricié la cabeza como se hace con los perros a la vez que les decía "estoy satisfecho de vosotras, seguid así y tendréis contento a vuestro Amo" , tanto Inés como Lucía, visiblemente emocionadas porque su Amo les expresase su satisfacción, se limitaron a levantar la mirada y, con su mejor sonrisa, decir "Gracias Amo, me siento muy honrada de haber servido bien al Amo" después de eso, y sin considerar necesario despedirme, salí a la calle donde me esperaba Bautista que, cumpliendo mis órdenes a rajatabla, me abrió inmediatamente la puerta con una ostentosa reverencia y me llevó hasta la oficina, donde llegué más pronto que de costumbre y más cansado de lo habitual, pero satisfecho y contento con la nueva posición que me había deparado el destino.

continuará