Inés (13: Un regalo inesperado)

Continúan las aventuras del amo Luis, que empieza a aprender a disfrutar de su nueva situación.

INES, un regalo inesperado.(13)

Autor:

Sir Stephen

XIII

El experimento me estaba pareciendo sugerente y me había ayudado a conocer un poco más a fondo a Rafael, que era un tipo agradable y buen conversador, por eso aprovechando que la situación se había distendido mucho quise comprobar su reacción y por eso de improviso, sin cambiar de tono y como si continuara la misma conversación que estábamos manteniendo, comenté:

"Ángeles, con toda normalidad, en cuanto te acabes el bocado, te vas a levantar y te acercarás al armario que está detrás de ti, cogerás un consolador-vibrador grande y volverás a la mesa, conforme vayas a sentarte te lo meterás en el coño y te acercarás a Inés para que lo ponga en marcha a media potencia, tan pronto como lo haga le darás las gracias y la besarás en la boca introduciéndole toda tu lengua a la vez que le acaricias los pezones.

Cuando acabes te sentarás y actuarás con absoluta normalidad, como si nada hubiera pasado. Y vosotros dos –dirigiéndome a Inés u Rafael- seguiréis la conversación tal cual se está manteniendo."

Dicho y hecho, sin cambiar siquiera el gesto, la esclava Angeles cumplió mis órdenes de inmediato, al igual que Rafael e Inés que continuaron conversando como si no pasara nada, incluso cuando la esclava adoptó la postura necesaria para exhibir su coño ante Inés y que ésta pudiera acceder a los mandos del vibrador; pese a la evidente obscenidad de la escena, mis instrucciones se cumplieron con toda naturalidad y sin que ninguno de los tres revelara el más mínimo síntoma de disgusto o incomodidad por la situación.

Estaba dispuesto a conocer si existía algún límite en obediencia de mis esclavos, así que, transcurridos unos minutos desde que Angeles se había sentado, y los efectos del vibrador empezaban a ser evidentes en su comportamiento, así que decidí introducir un nuevo elemento de prueba y dirigiéndome a Rafael le ordené:

"Rafael, en cuanto termine de hablar, vas a empezar a masturbarte con la mano izquierda, mientras con la derecha continuarás comiendo hasta terminarte el plato, pero recuerda que no puedes correrte sin mi permiso y que debes seguir la conversación como si nada."

Nuevamente la reacción del liberto fue automática y sin perder un segundo, con absoluta normalidad, como si estuviera acostumbrado diariamente a masturbarse mientras comía procedió a cumplir mis órdenes; me sorprendió agradablemente comprobar que ni su gesto, ni su tono de voz cambiaron mientras se masturbaba, incluso participó normalmente en la conversación.

Aunque la situación empezaba a incomodarme –realmente yo era el único que seguía comiendo con normalidad- quise agotar las posibilidades y tomando la palabra –cada vez que yo hablaba, los tres se callaban inmediatamente y permanecían atentos a mis deseos- les ordené:

"Bien, a partir de ahora quiero que cambieis de conversación, vais a describir con toda claridad lo que estáis haciendo cada uno, lo que veis que está haciendo el otro y lo que sentís al respecto; tú Inés, vas a empezar describiendo con todo detalle y en el lenguaje más soez que conozcas, lo que cada uno de tus compañeros está haciendo, empezando por Rafael y después cada uno de vosotros expresará sus sentimientos y describirá sus sensaciones.

Quiero que os expreséis con absoluta libertad sin ningún eufemismo y utilizando las palabras más crudas que conozcáis."

Nada más acabé de dar mis nuevas instrucciones, Inés empezó a describir con toda crudeza y de manera ciertamente obscena, las maniobras que estaban realizando mis dos esclavos, de manera que no cupiera la más mínima duda de su obediencia y, sin ningún rubor con el tono de quien habla sobre sus proyectos para unas vacaciones o algo similar, empezó:

"La esclava sirve al Amo como el Amo dispone.

Amo, en este momento, el liberto Rafael está haciéndose una paja y tiene su polla completamente dura y a punto de reventar; la esclava está convencida de que el liberto está completamente caliente y a punto de correrse pero sabe que no puede hacerlo hasta que el Amo se lo permita; pero el liberto es un animal que no puede impedir que su polla deje escarpar algunas gotas de líquido que, si al Amo le apetece, la esclava limpiará con su boca.

La esclava Angeles está cachonda por el efecto que el vibrador está haciendo en su coño, y no para de mover el culo para conseguir que su clítoris se ponga al rojo vivo; cuando Angeles ha obedecido al Amo y le ha dado un morreo a la esclava sobandole los pezones como el Amo quería, la esclava se ha puesto también cachonda y ha deseado que siguiera metiendole la lengua en la boca y tocandole hasta correrla, pero sólo el Amo decide cuando se corre esta esclava.

Además el espectáculo de la polla endurecida del liberto y del coño ardiendo de la esclava Angeles está produciendo que esta esclava también se ponga cachonda, por eso los pezones de la esclava están duros y dispuestos para ser usados y el coño de la esclava está chorreando preparado para que el Amo se lo folle si le apetece; si al Amo le divierte, bastará con una sola indicación para hacerle a la esclava una buena corrida."

Al darse cuenta de que Inés terminaba su descripción, Rafael tomó la palabra y pasó a realizar la suya en un tono de voz que denotaba lo acertada que había estado la esclava:

"Mi Amo, el liberto está obedeciendo a su dueño y se está haciendo una paja pero sin llegar a correrse hasta que el Amo se lo permita.

Mientras el Amo no disponga otra cosa, el esclavo seguirá maniobrando su polla y manteniéndola dura y a punto de reventar; el esclavo está orgulloso de obedecer al Amo y sabe que el Amo es el que dispone del cuerpo del esclavo a su capricho.

El liberto está también orgulloso de ver como la zorra de la esclava Angeles está obedeciendo al Amo y se ha puesto caliente y con el coño ardiendo; el liberto espera que el comportamiento del cuerpo de la esclava esté ofreciendo al Amo el espectáculo que al Amo le apetece; además, en un honor y un orgullo poder poner caliente también a la esclava Inés, que no ha parado de mirar la polla del liberto con cara de desear metérsela en la boca o en el coño; pero el liberto y la esclava sabemos que eso sólo pasará si el Amo lo desea porque estamos a disposición del Amo y nuestros cuerpos, nuestras voluntades y nuestros sentimientos pertenecen al Amo."

Inconscientemente, mi mirada se dirigió hacia Angeles y pude comprobar que, al notar que le correspondía hablar, hizo un considerable esfuerzo por ocultar su estado y poder cumplir mi deseo, sin embargo, sus evidentes jadeos hacían ver que casi estaba a punto de reventar sexualmente; aún así, intentando aparentar normalidad, dijo:

"Mi Amo, la esclava está muy cachonda y preparada para ofrecer un orgasmo a su Dueño, cuando el Amo desee tenerlo.

La esclava está disfrutando del consolador que el Amo le ha ordenado colocarse en el coño y que la tiene en masturbación continua y excitación al borde de estallar; la esclava espera que la calentura de la esclava sea del agrado del Amo.

El cuerpo de la esclava está completamente inflamado, el Amo puede comprobar que las tetas de la esclava están muy duras, los pezones erectos y el coño está chorreando por la excitación que le provoca el vibrador.

La esclava se ha empezado a calentar al ofrecer el coño a la esclava Inés para que activase el consolador, morrearla en la boca, y acariciarle las tetas y pellizcarle los pezones; la esclava no tiene orientación ni preferencias sexuales, es y hace lo que el Amo quiera, el Amo decide la clase de sexo que la esclava vaya a tener y la esclava obedece y es feliz de someterse a los deseos del Amo.

La esclava ha sido amaestrada para excitarse cuando ve la polla de un macho cerca, por eso ver al siervo Rafael hacerse una paja también aumenta la excitación de la esclava, pero sólo el Amo puede decidir si la esclava va a recibir la polla del liberto y porqué agujero.

La esclava está al servicio del Amo para aquello que el Amo quiera; ser usada por el Amo es el mayor honor que la esclava puede recibir."

Así pues, resultaba evidente que mi experimento había sido un éxito ya que me había permitido comprobar que la condición de esclavos de ambos era perfectamente compatible con un comportamiento socialmente normal, aún así, o precisamente por eso, decidí que, más adelante, tenía que continuar el experimento sólo que en condiciones reales, más adelante decidiría cómo y cuando lo llevaría a cabo.

Al finalizar el segundo plato, y sin haberles permitido a ninguno de los dos que se corrieran ordené a Rafael que dejara de masturbarse y a Angeles que se sacara el vibrador y lo dejara encima de la mesa y, recordando el motivo principal de la invitación comer, hice que el liberto que me informase exhaustivamente acerca del nuevo puesto que le habían ofrecido en la empresa.

Aunque ya había tomado la decisión de que Rafael aceptara el nuevo cargo que se le ofrecía, quería saber cuales iban a ser sus nuevas ocupaciones y el servicio que, desde ellas, podía prestarme; a través de sus detalladas explicaciones pude apreciar que desde su nuevo cargo, Rafael podía facilitar y hacer extraordinariamente más agradables mis viajes tanto de trabajo como de placer y que además las relaciones comerciales que significaban podían ser muy interesantes y lucrativas para mí y mis socios.

Resultaba extraño ver a Rafael hablar, con toda naturalidad, de su trabajo y describir el nuevo puesto que se le había ofrecido a la vez que ofrecía una espectacular erección; por su parte Angeles escuchaba la conversación con toda normalidad aunque la dureza de sus pezones y la intensidad de su mirada evidenciaban que seguía excitada y dispuesta.

Profundamente satisfecho, tanto de la información obtenida como del comportamiento de la pareja de esclavos –que en esos momentos se acababan de convertir en mis favoritos- decidí que les iba a ofrecer un premio y, a la vez, someterlos a una nueva muestra de sumisión y entrega, y por eso al terminar el postre y mientras me tomaba el café, le dije al liberto:

"Rafael, tu Amo está satisfecho por el comportamiento que tanto tú como la esclava Angela habéis mostrado durante la comida, me complace comprobar vuestra entrega y obediencia; por eso, como premio, mientras me tomo el café vas a montarla y follártela en mi presencia hasta que los dos os corráis."

Inmediatamente, Rafael hizo un gesto a la esclava y ésta se puso a cuatro patas colocándose de manera que tuviera una visión perfecta de su culo y su coño ofrecidos y abiertos; a continuación Rafael se situó de rodillas detrás de ella, y, de un solo golpe, introdujo la polla en el coño de la esclava hasta el fondo y empezó a moverse rítmicamente, entrando y saliendo cada vez más rápidamente, follándosela sin contemplaciones en mi presencia hasta que ambos alcanzaron un sonoro orgasmo tras el que quedaron tendidos en el suelo, todavía uno encima y dentro de la otra, sin moverse siquiera de su posición hasta que les ordené expresamente que se levantaran y fueran a lavarse y a preparar sus cosas para volver a sus ocupaciones habituales.

Acabada la comida, empecé a notar los efectos producidos por una dosis de vino tinto algo exagerada para mi costumbre habitual, por lo que me levanté con la intención de dormir un rato de siesta –las dos esclavas camareras apartaron la mesa para que no me estorbase en cuanto se percataron de mi intención de ponerme en pié- seguido, ya que no había dado una orden en contra, por la esclava Lucía que se mantenía en posición inclinada para facilitar que la llevara cogida del collar de una manera cómoda para mí pero, es obvio, no para ella.

Una vez en la habitación ordené a Lucía que me desvistiese, lo que hizo encantada porque ello implicaba abandonar su forzada postura y de pié junto a la cama acaricié su trasero mientras me descalzaba, como podía hacerlo con el lomo de un animal de compañía, tras lo que estiré suavemente del anillo de su coño conforme me recostaba de manera que mi muy accesible, servicial y dispuesta esclava de compañía se situó de inmediato encima de la cama a cuatro patas quieta esperando mis instrucciones sin saber la forma en la que iba a ser usada pero evidentemente dispuesta a complacerme de cualquier manera que se me antojase.

Sin decir una palabra, dirigí su cabeza hacia mi cintura e inmediatamente todo su cuerpo respondió a la orden y enseguida pude notar la caricia de sus labios y la humedad de su lengua sobre mi polla y toda su zona circundante lo que fue suficiente para que me relajara y me fuera adormeciendo suave y confortablemente.

No tenía ni idea del rato que estuve dormido, pero lo que sí puedo asegurar es que mi despertar fue, como mínimo, tan placentero como mi adormecimiento, sólo que, esta vez, noté que tenía un punto de excitación provocado por la dedicación constante e incansable de los labios y la lengua de Lucía que habían estado acariciando sin desmayo mi sexo; sin embargo, sin duda porque no estaba autorizada, noté que la esclava, pese a su ardiente fervor, se cuidaba muy mucho de introducir mi polla en su boca, limitándose a acariciar toda su extensión así como las zonas de alrededor.

Tanto la acelerada regularidad de su agitada respiración como el rítmico movimiento de sus caderas que hacían que su coño rozara levemente su coño mi pierna indicaban una creciente excitación cuya veracidad pude comprobar al notarlo tremendamente humedecido y que se abrió de manera automática al sentir la presión de mi pierna, fingiera o no, lo cierto es que mi caricia hizo que se intensificara la presión de sus labios sobre la base de mi sexo hiciera un completo y exhaustivo uso de sus capacidades bucales para mi placer.

Pese a que mi excitación sí que era auténtica –la verdad es que no me importaba en absoluto si la de la esclava lo era o no- no quise forzar la situación más de lo prudente y renuncié a follarme el coño de Lucía a la que sin embargo conduje hasta el orgasmo primero con la simple caricia de mi rodilla y, después, con el roce de los dedos de mi pie, simplemente por el puro placer de notar cómo su cuerpo se entregaba sin reservas al dominio transmitido por las órdenes silenciosas pero muy reales de mi pié.

La esclava me agradeció el placer que le había regalado besando y lamiendo suavemente mi sexo a la vez que, aún sabiendo que desobedecía mis órdenes, me dirigía una mirada de profunda, sumisa y entregada satisfacción que preferí no castigar.

Con las energías renovadas por la siesta me dispuse a darme una ducha con la que despejarme y afrontar las tareas que me había impuesto para esa tarde. Concentrado en mis pensamientos mientras me dirigía hacia el baño, casi ni me dí cuenta de que Lucía había seguido mis pasos en silencio y, con absoluto sigilo, dándose cuenta de cuales eran mis intenciones y anticipándose a mis deseos, había empezado preparar la ducha como sabía que era mi gusto.

Obviamente satisfecho por la capacidad de sumisa iniciativa que empezaba a demostrar mi animal de compañía adelantándose a mis deseos –sin duda dirigida y aconsejada por Inés- me recreé en la suavidad de sus caricias y en la dulzura de sus masajes dejando que se entregara en hacerme más agradable y relajante una ducha que, en esas condiciones, duró bastante más tiempo que el que normalmente empleaba en las que me tomaba en solitario hasta hacía unos pocos días.

Una vez completamente seco y vestido con ropa amplia y cómoda, me dirigí hacia el salón con la intención de poner en orden mis ideas y empezar a aplicarlas impartiendo nuevas instrucciones que completaran las anteriores y que empezaran a dibujar lo que iba a ser un futuro que se me prometía cómodo, agradable y lleno de satisfacciones.

Así pues, con la confianza renovada en mí mismo y con la tranquilidad de saber que mis decisiones, fueran las que fueran, nunca iban a ser criticadas ni cuestionadas, sino obedecidas a rajatabla e inmediatamente, me dispuse a reorganizar mi vida, cómodamente sentado en uno de los sillones ingleses situados frente a la ventana del salón, notando el calor del cuerpo y la suavidad de la piel de Lucía acurrucada a mis pies y con un buen whisky que me había hecho traer por una de las criadas de servicio, me dediqué durante un rato a reflexionar sobre las nuevas normas que pretendía establecer y respecto de los cambios, algunos intrascendentes, otros sustanciales, que iba a introducir en mi propia vida y en el funcionamiento cotidiano de la que ya consideraba como mi nueva mansión y de todo cuanto me pertenecía desde hacía unos escasos pero muy intensos días.

Lo primero que tenía que hacer era poner en orden mi situación profesional, y adaptarla a mi nueva condición y situación personal para lo que tenía que realizar algunos cambios que me permitiesen incrementar mi tiempo libre y así poder dedicarlo a mi más reciente e inesperada ocupación, sobre todo teniendo en cuenta que, entre otras ventajas, el dinero había dejado de ser una preocupación.

Para llevar a cabo mi proyecto era necesario que, en los próximos días, procediera a traspasar todos mis clientes y los asuntos pendientes a mis socios –sin que ello significase renunciar a mi condición de socio director-, lo cual provocaría un importante incremento de sus ingresos profesionales y evitaría que me hicieran incómodas preguntas a la vez que me permitiría mantener una fachada adecuada para no despertar sospechas.

Sin ninguna duda que el trato no podía ser más ventajoso para mis socios en particular –tanto profesional como económicamente- ya que, a cambio de asumir la disminución de mi dedicación temporal, iban a ver sustancialmente incrementada su cartera de clientes así como los ingresos del despacho que iban a aumentar considerablemente gracias a los encargos de las empresas gestionadas por mis libertos.

A pesar de que consideraba a mis socios como de absoluta confianza, decidí que sería muy conveniente dejar a alguien que tuviera capacidad para resolver las situaciones más directamente personales a la vez que ejerciera una cierta vigilancia y control sobre el comportamiento y actitud de mis socios, permitiéndome mantenerme informado puntual y fielmente de todos los aspectos relacionados con el funcionamiento del bufete

Para llevar a cabo esa tarea elegí a la esclava Raquel, ya que según su ficha tenía conocimientos y experiencia suficientes y que había mostrado su más completa sumisión a mis deseos, ordenando que acudiese a mi presencia y procedí a explicarle cuales iban a ser sus nuevos cometidos:

"Raquel, a partir de mañana vas a ser mi secretaria particular en el despacho, por eso acudirás todos los días en el horario que te dirán y atenderás y servirás mis intereses allí.

Tu misión principal será atender las llamadas personales, resolver los asuntos urgentes y mantenerme informado del funcionamiento del despacho vigilando que tanto mis socios como el resto del personal respetan los términos del nuevo acuerdo que les voy a plantear.

Trabajarás como si fueras una persona normal, pero no debes olvidar que eres mi esclava, me perteneces, y que dispongo de ti para usarte como me parezca, por eso, además de servirme como secretaria voy destinarte a ser usada para tener satisfechos y contentos a algunos clientes especiales.

Inés te proveerá de la ropa adecuada para mañana y después te llevará a la tienda para proveerte de un par de uniformes adecuados a tu nueva función de secretaria particular y que se acoplarán al uso que se va a hacer de tu cuerpo a partir de ahora.

Además te dará las instrucciones concretas que deberás atender en tu ocupación y te indicará cómo, cuando y por quién serás usada.

Mañana cuando yo me vaya a la oficina quiero que estés limpia, preparada y dispuesta para cumplir mis órdenes y como prefiero que estés bien relajada y tranquila, esta noche te follarán los tres siervos hasta hacer que te corras con cada uno de ellos porque a partir de mañana, y hasta nueva orden, solo serás follada por motivos de trabajo."

Sorprendida, y yo diría que incluso agradecida, por el uso al que la destinaba, Raquel se arrodilló ante mí y, haciendo una profunda reverencia, me contestó:

"El Amo usa a la esclava como le parece; la esclava obedecerá al Amo y le servirá en todo aquello que el Amo ordene; el Amo dispone del cuerpo y la voluntad de la esclava a su antojo.

¿Le apetece al Amo que la esclava sea follada en su presencia?"

Para que no me distrajeran en la elaboración de mis proyectos, y porque no me interesaba en lo más mínimo el espectáculo, le contesté:

"No me apetece el espectáculo, que te follen en el cuarto de los siervos y cuando acaben contigo que te dejen en tu catre, quiero que duermas, como mínimo, cinco horas, así que procura que se den prisa en correrte; y ahora, largo de aquí".

Una vez encauzada la cuestión profesional, empecé a programar mis actividades particulares, empezando por lo que consideraba prioritario, hacer una visita a todas y cada una de distintas secciones y departamento del Club para conocer su funcionamiento y completar sobre el terreno la información que se me había ofrecido así como averiguar el alcance de las relaciones con los otros Amos y las posibilidades que todo ello me brindaba para el futuro.

continuará