Inés (12: Un regalo inesperado )

Después de algún tiempo sin escribir, he decidido continuar mi relato donde lo dejé; espero que guste.

INES, un regalo inesperado.(12)

**Autor:

Sir Stephen**

XII

Antes de salir al jardín decidí que bien podía aprovechar el paseo para informarme con más detalles de algunos de los aspectos financieros de mis sociedades por lo que mientras dejaba a la esclava Lucía esperándome en el porche, ordené que se presentaran y me acompañaran los libertos Antonio y Rafael quienes acudieron inmediatamente y conforme empecé a andar se colocaron a mi altura aunque ligeramente retrasados.

Durante el trayecto hasta los establos mantuve una distendida conversación con ambos libertos y me maravillé tanto de su resistencia física como del nivel de sumisión y de obediencia que mi antecesor había conseguido en dos personas que, para cualquiera que no conociera su verdadera situación, podían representar en la sociedad el éxito empresarial y financiero y ocupaban puestos de considerable responsabilidad, bien relacionados con el poder y, lo que era más importante, bien considerados entre quienes los tenían como sus iguales.

Al acercarme a la nave principal de los establos observé a un hombre y una mujer que, completamente desnudos, se apresuraban a situarse ante la puerta y adoptaban la conocida posición de sumisión inclinándose hasta tocar con la frente el suelo; en esa postura permanecieron hasta que llegué a su altura y, haciendo callar con un gesto a Antonio, me dirigí a la figura masculina diciéndole

- "Tú debes ser el caballerizo, preséntate ante tu Amo y muéstrame lo que he comprado" .

Inmediatamente, el caballerizo se incorporó hasta la postura de sumisión habitual y, todavía con la mirada baja y con un tono profundamente respetuoso y humilde, casi inaudible, se presentó ante mí:

"Mi Amo, el esclavo atiende al nombre de Anselmo, tiene 39 años y ha sido incorporado a la cuadra del Amo para ser usado como mozo para cuidar y mantener a tus caballos y a tus esclavas ponys, así como de vigilar, limpiar y atender los establos.

El esclavo ha sido adiestrado para educar y amaestrar a los caballos y se le han programado conocimientos de veterinaria para saber actuar en caso necesario; también ha sido entrenado para preparar y domar a las esclavas para ser usadas como ponys

La hembra, que es una esclava de 32 años, atiende al nombre de Lina, está domada desde los veinticinco y al igual que el mozo, formaba parte hasta ayer del mobiliario doméstico del Club, pero ha tenido el honor de ser adquirida por el Amo al que servirá de la forma que el Amo disponga, pero por ahora, le ha sido ordenado mantener limpias todas las instalaciones y los animales ayudando al mozo en las tareas necesarios.

Con tu permiso, será un honor para el mozo enseñarle al Amo los establos y mostrarle los restantes animales de la cuadra de su propiedad."

Hastiado de tanto servilismo, pero consciente de que era algo a lo que debía acostumbrarme si quería conseguir normalizar mi nueva condición, procedí a examinar adecuadamente el cuerpo de la esclava Lina que, aún no siendo excesivamente agraciada, se encontraba en buena forma, lo que llamaríamos un excelente estado de conservación y, como era lógico y previsible, se ofrecía a mi exploración sin el más mínimo recato ni vergüenza, adoptando las posturas necesarias para hacer más fácil la minuciosa inspección, tanto ocular como física, de todos y cada uno de los pliegues y agujeros de su cuerpo, su docilidad y su servilismo ponía en evidencia lo acostumbrada que estaba a ser usada de este modo, hasta el punto de mostrarse agradecida por la humillante atención que, como su Amo, le estaba dispensando.

Cuando todavía estaba comprobando la facilidad con la que podía introducir cualquier cosa en el coño de la esclava –la comprobación la realizaba con el mango de una fusta- observé la enorme erección que adornaba el cuerpo del caballerizo Anselmo y que éste exhibía con toda naturalidad, sin que esa situación le hiciera modificar la postura que mantenía, con los brazos pegados al cuerpo y la mirada baja y que hacía que su sexo tieso fuera todavía más evidente.

Entonces se me ocurrió que, al igual que sucedía con las esclavas y siervos de la casa, a éstos tampoco se les habría permitido mantener relaciones sexuales, lo que me fue confirmado por el propio siervo que añadió para mi completa información que desde hacía más de dos meses que ninguno de los dos tenía autorización ni siquiera para masturbarse, lo que explicaba la considerable excitación que mostraba.

En parte para asegurarme de mi propio poder sobre ellos y en parte para observar el espectáculo decidí darles un alivio y ordené a la esclava que se pusiese a cuatro patas y al caballerizo que la montase.

Obedientes ambos y mostrar sin el más mínimo pudor, se apresuraron a obedecer mis deseos para lo que la esclava adoptó la posición requerida mientras que Anselmo, por detrás y de un solo golpe, introdujo sin contemplaciones ni miramientos su endurecida y ansiosa polla en el coño de la esclava Lina que, con un fuerte suspiro de placer, no sólo aguantó la embestida, sino que cerrando los ojos, se adaptó de inmediato al acoplamiento.

Contemplando la escena que se desarrollaba antes mis ojos y que lejos de poderse considerar como erótica tenía un componente más bien animal, pensé que podía aprovechar el momento para comprobar, un poco más, la capacidad de obediencia y de sometimiento real de los siervos que me acompañaban y ordené, tanto a Antonio como a Rafael, que se colocasen respectivamente frente a la cara de Lina y detrás de Anselmo; de esta manera Antonio colocó su polla a la altura de la boca de Lina y Rafael se situó en la posición adecuada para dar por el culo a Anselmo.

Prácticamente sin inmutarse, como si fuese para ellos algo cotidiano, obedecieron mi orden y adoptaron las posiciones que les habían sido ordenadas, permaneciendo quietos y atentos pero sin tomar ninguna iniciativa.

Complacido por el automatismo de su obediencia y para completar el cuadro que había iniciado, ordené a ambos que se follasen el agujero que cada uno tenía delante.

Nada más terminar de explicar mis deseos, con una naturalidad que no dejaba de sorprenderme, tanto Antonio como Rafael procedieron inmediatamente a obedecer mi nueva orden introduciendo, respectivamente, sus ya endurecidas pollas en la boca de Lina y el culo de Anselmo, sin mostrar en ello la más mínima reticencia o repugnancia.

Por su actitud se diría que era como si lo estuvieran deseando, demostrándome con ello que su sumisión y entrega superaba mis mejores expectativas y me recordaba hasta qué punto era correcto, en su sentido más literal, el contenido del video póstumo del anterior Amo.

Aún así, no contento con la situación, y dispuesto a comprobar hasta donde llegaba el límite de la obediencia de mis libertos, cuando ya empezaban a mostrar signos de excitación pero antes de que ninguno de los dos alcanzara el orgasmo, les ordené que intercambiaran sus posiciones, siendo obedecido con el mismo automatismo y sin que ninguno de ellos se inmutara en lo más mínimo ni mostrase ninguna reticencia, al contrario, tanto en la anterior posición como en la nueva cada uno aparentaba entregarse con todo su empeño como si verdaderamente estuvieran deseando hacer aquello que les había ordenado.

Esta pequeña demostración que me acababa de ofrecer a mi mismo, aunque no constituía un espectáculo especialmente agradable, me servía para asegurarme de que la expresión "estar a mi disposición" tenía un significado absoluto, mucho más allá de la mera utilización de los cuerpos de mis esclavas y siervos para obtener mi placer sexual.

Cuando consideré que el espectáculo había durado lo suficiente, sin preocuparme lo más mínimo de averiguar si alguno de ellos se había corrido o no, ordené de repente a Anselmo que se levantara y me ensillara uno de los caballos.

Teniendo en cuenta que su posición no era, precisamente airosa ni cómoda, ya que estaba montando a Lina y a su vez Antonio lo tenía ensartado por el culo, la reacción de Anselmo fue fulminante, incluso más rápida de lo que yo esperaba, hasta el punto que su impulsivo movimiento hizo que Antonio se viera sorprendido y perdiera el equilibrio quedando grotescamente sentado con una fuerte erección entre las piernas y con cara de no entender lo que había pasado.

Curiosamente, y a pesar de que había sido inesperado y brusco, el movimiento de Anselmo no provocó el más mínimo efecto negativo ni en Lina ni en Rafael, antes al contrario, puede que fuera el desencadenante del orgasmo de este último que, emitiendo un sonido gutural, se corrió aparatosamente en la boca de la esclava con tal fuerza que ésta se atragantó.

Tan pronto como apareció Anselmo con mi montura le ordené a él y a los demás que fueran a limpiarse adecuadamente y que me esperasen en la puerta del establo y, sin girarme siquiera, seguro de que su obediencia iba a ser automática e inmediata, me dispuse a dar un paseo a caballo por toda la extensión del terreno no sin antes enganchar la cadena de Lucía al carrito de paseo para permitirle descansar un rato.

En ese momento, al sujetar las riendas de mi montura y emprender la marcha con un trote suave, fue cuando caí en la cuenta de que la forma en la que, desde la visita de Inés a mi despacho hacia cuatro días, los acontecimientos se habían ido sucediendo y me percaté de que todo se había encadenado de tal manera que una decisión me conducía, casi inexorablemente, hacia otra hasta el punto de que, en realidad, podía decirse que desde que decidí aceptar la propuesta original de Inés había perdido el control de la situación y de mis propias decisiones ya que, a pesar de las apariencias, me había limitado a seguir las inercias creadas dejándome llevar por los acontecimientos.

Convencido de que debía retomar el control absoluto de la situación e impedir que ésta me dominase a mí, aproveché el paseo a caballo en solitario para reflexionar y analizar tranquilamente sobre todo lo que estaba pasando y ordenar un poco mis ideas.

Concluido el paseo a caballo, en lugar de dirigirme hacia los establos, detuve mi montura en el porche de la casa, dí a la criada que me esperaba la orden de que Bautista devolviera el animal a su cuadra y que, al regresar, trajera los siervos que había dejado esperándome y me dirigí al salón principal, aquél en el que se había desarrollado mi primera y extraordinaria velada en esa mansión.

Como esperaba, nada más entrar en el porche, Inés apareció ante mí de inmediato y, al comprobar que no había ningún esclavo ni siervo en la estancia, a la vez que realizaba una sumisa inclinación de su cuerpo, me preguntó:

"¿Ha disfrutado el Amo con el paseo? ¿cómo puede la esclava servir al Amo?"

En lugar de contestar a sus preguntas, y dispuesto a llevar adelante la decisión que había tomado en mi paseo, sin dirigirle siquiera la mirada pero a la vez que pasaba mi mano por el trasero de la esclava hasta pellizcar los labios de su coño arrancándole un pequeño respingo de dolor, le ordené:

"Quiero una cerveza fría en el porche, que Lucía se presente ante mí tan pronto la traiga Bautista y que vengan las dos esclavas que gané anoche en el club.

Que la mesa esté preparada para cuatro y tú dispuesta para recibir nuevas instrucciones.".

Sin vacilar, pero con un gesto entre sorprendido y preocupado, Inés se dirigió inmediatamente a cumplir mis órdenes mientras yo me sentaba en la misma mesa del desayuno, hasta la que enseguida llegó mi esclava favorita, una vez transmitida mi voluntad, y se colocó, automáticamente y en completo silencio, en la posición de sumisión a la espera de nuevas órdenes.

Casi de inmediato –probablemente estaba preparada desde antes de acercarme- una de las criadas colocó ante mí una jarra helada de cerveza y se situó a un lado adoptando, tal y como había sido adiestrada, la postura más adecuada para facilitarme el acceso de manera cómoda y fácil tanto a su coño como a su culo, en cuanto notó que mi mano se movía entre sus piernas y permaneciendo en la misma e incómoda posición durante todo el tiempo en el que me apeteció manosear su sexo.

En ese momento, apareció Bautista que traía a Lucía enganchada de la cadena; con un gesto ordené que la soltara e inmediatamente la esclava se acercó hasta mí a cuatro patas, y demostrándome que elegirla como esclava de compañía había sido una decisión acertada se colocó entre mis piernas y, con la máxima delicadeza, empezó a lamer y chupar mi sexo hasta que éste adquirió la dureza suficiente como para abarcarlo con su boca y hacerme una lenta y suave mamada que me ayudó a descargar la tensión y relajarme para la comida; cuando se hubo tragado todo mi semen, Lucía limpió cuidadosamente mi polla con su lengua y la secó con su pelo manteniendo sus labios entreabiertos cerca haciéndome notar su suave y delicado aliento y manteniéndose en esa postura mientras daba las órdenes que había preparado durante el paseo a caballo.

Además comprobé cómo las dos esclavas recién ganadas en la apuesta permanecían arrodilladas en la postura de sumisión a una prudente y respetuosa distancia, así que, con la cerveza en una mano y el acogedor sexo de la criada María en la otra, satisfecho por la mamada que acaba de hacerme Lucía, procedí a dar las primeras instrucciones concretas para organizar la que, a partir de ese momento, esperaba que fuera una vida no sólo cómoda y agradable, sino íntegramente organizada por y para mí; por eso, sabiendo que Inés escuchaba con atención mis palabras aunque no me dirigiera a ella concretamente, ordené:

"A partir de ahora Lucía está a mi servicio exclusivo, su cuerpo estará siempre limpio, dispuesto y preparado para ser usado únicamente por mí; siempre permanecerá a mi lado y me serviré de ella cuando y como me apetezca; nadie tocará su cuerpo sin mi permiso, ni siquiera ella misma, excepto cuando sea bañada e higienizada para mí."

La agradecida reacción de Lucía ante el honor que le acababa de hacer reservándola para mi uso particular consistió en apretar su cuerpo contra mis piernas, renovando con más intensidad si cabe las cálidas y voluptuosas atenciones que su lengua venía dispensando a mi sexo.

Sabiendo que estaba empezando a descolocar a Inés y por tanto poniendo a prueba su sometimiento en condiciones inesperadas, continué con mis nuevas instrucciones:

*"Mañana, los libertos Rafael y Antonio volverán a sus ocupaciones habituales y se dedicarán a sus tareas con normalidad cumpliendo las instrucciones que ya les he dado, pero sus compañeras y los cachorros se quedarán aquí durante unos días hasta que decida el uso que definitivamente quiero que tengan y el adiestramiento que me apetezca darles a cada uno.

Ahora examinaré a las dos esclavas nuevas"*

Casi antes de que acabara de hablar, a un gesto casi inapreciable de Inés, ambas se acercaron a cuatro patas hasta colocarse ante mí en la posición de sumisión, de rodillas, con las piernas bien abiertas, las manos en la nuca y la espalda tiesa ofreciéndome todo su cuerpo con plena docilidad, como si estuvieran deseando ser manipuladas por su Amo.

Abandoné por un momento mis incursiones en el coño de María la cual, con un leve mohín de disgusto se apartó discretamente, y realicé lo que ya empezaba a ser una exploración rutinaria y que empezaba a cansarme por exceso, aunque, por el momento, la consideraba necesaria para mis fines.

Los cuerpos de ambas esclavas, sin ser extraordinarios, eran apetecibles y proporcionados, se mantenían en buena forma y, por supuesto, se prestaban con toda naturalidad a ser manipulados, invadidos, pellizcados y examinados por quien, de esta forma, les demostraba que era su dueño absoluto, el que tenía el poder de decidir el destino de sus vidas a partir de ese momento; y eso es lo que hice al disponer:

"Inés, estas dos esclavas quedan destinadas a mi atención particular, tú las amaestrarás específicamente para ello y serás la responsable de su buen funcionamiento y de que sepan complacer todas mis necesidades y caprichos; deberás adiestrarlas especialmente para atender mi alimento y mi higiene personal en cualquier situación y momento, así como para conocer mis costumbres y gustos en el vestir.

Sin embargo, como no quiero verlas desocupadas, por ahora, y hasta que no estén plenamente dispuestas para satisfacerme, atenderán las labores cotidianas de la casa y su limpieza, aunque serán las únicas encargadas de servirme la mesa y las comidas.

Tan pronto sea completado su adiestramiento me seguirán adonde yo vaya dormir, aquí o en la ciudad; cuando salga de viaje, una de las dos serán siempre mi equipaje de mano.

Esta –cogiendo por el pelo del coño a la que tenía a mi izquierda- se llamará Dara y esta otra –pellizqué el pezón de la que tenía a mi derecha- se llamará Tara.

Además, como parte de su doma, harás que a las dos se les ensanche adecuadamente el agujero del culo para que pueda usarlos cómodamente sin agobios; vas a tener que procurar que sus bocas y gargantas sean adecuadamente adiestradas lo antes posible para acoger, chupar y lamer el sexo de su Amo; tú, Inés, serás la responsable de que enseñarles lo que tan bien sabes hacer y que ellas aprendan a darme el máximo placer con sus mamadas; por cierto, también se les acostumbrará a ser montadas por mis perros.

Nadie podrá usar ninguno de sus agujeros, ni, tocarlas o manipularlas sin que yo lo haya ordenado o autorizado expresamente; las dos tienen completamente prohibido mantener ningún tipo de relación o contacto sexual sin mi consentimiento, pero eso no significa que no estén siempre dispuestas y preparadas para su uso, por eso se las mantendrá limpias e higienizadas y estarán siempre calientes para mí, tanto por dentro como por fuera; si quiero correrlas seré yo el que decida cómo, cuando y de qué forma se aliviarán.

En cuanto a su aspecto físico, las dos llevarán el pelo cortado y peinado de la misma forma y con el mismo color y se moverán de la misma forma y con los mismos gestos; quiero que parezcan dos copias iguales y que actúen como si no fueran más que una.

Sus coños serán completamente depilados, no quiero ni rastro de pelo ni en los labios ni sus alrededores, pero se les dejará la mata superior que dibujaré como me apetezca y que indicará que son de mi uso exclusivo, como Lucía, e igual que ella, también irán anilladas en el sexo y llevarán una placa con su nombre y el de su dueño grabados en el collar para ser plenamente identificadas.

Dara tiene que perder un par de kilos y endurecer este culo flácido, así que hará todos los días ejercicios y será sometida a dieta hasta que sea de mi completo agrado; en cuanto a Tara, fortalecerá esas tetas para tenerlas mejor dispuestas para ser usadas.

Son mobiliario de servicio, por lo que las dos tienen prohibido hablar, así que permanecerán en absoluto silencio siempre, sólo pueden romperlo para transmitir mis órdenes directas o para dirigirse a otro siervo o esclava cuando sea necesario para cumplir mejor su servicio; nadie, excepto Inés, podrá dirigirles la palabra, pero si algún otro siervo o esclava lo hace por cualquier causa, contestarán con un gesto.

Las dos van a llevar, tanto los labios del coño como los pezones resaltados con un color marrón no demasiado fuerte pero indeleble y que los labios de su boca vayan pintados de rojo suave, sin brillo; no llevarán ningún otro maquillaje ni pintura excepto cuando yo lo disponga expresamente.

Obviamente las dos irán siempre completamente desnudas, sin más adorno que el collar y los arneses, si me apetece, pero cuando vayan a servirme la comida o cuando tenga invitados y sean usadas como camareras, se les pondrá el delantal y la cofia que les servirán de adorno así como aquellos otros accesorios que hagan más útil su servicio."

Satisfecho por la mamada de Lucía, mientras comprobaba el efecto que causaban mis órdenes –no había dejado de vigilar a Inés por el rabillo del ojo- y me acababa la jarra de cerveza decidí seguir manipulando el coño de la criada María hasta que le arranqué un sonoro y tremendamente voluptuoso orgasmo que agradeció inclinándose para lamer y limpiar mi mano de sus efluvios hasta que le ordené marchar a lavarse ( "fuera" ) con una fuerte palmada en el trasero.

En ese momento me levanté y sin siquiera mirar el cuerpo humillado de mi esclava "favorita" pero consciente de que permanecía completamente atenta a todas mis acciones, dije: " Tengo hambre ."

Inés, sin duda sorprendida de mi nueva actitud, pero sin atreverse a dirigirme la palabra y mucho menos a contradecirme, inclinó su cabeza hasta tocar el suelo con la frente y en esa postura murmuró con suavidad:

"Todo se hará como el Amo a dispuesto"

y acercándose –o más bien arrastrándose- hasta donde yo estaba, en la misma posición, besó mis pies como innecesaria muestra de humildad y, tal vez, en reconocimiento de que empezaba a actuar bajo mi propio criterio y se mantuvo en esa posición hasta que, con una leve palmada en la cabeza, le hice ver que debía marcharse a cumplir mis instrucciones, lo que hizo seguida por Dara y Tara que a cuatro patas –nadie les había ordenado otra cosa- se encaminaban así a iniciar su nuevo adiestramiento a mi servicio personal.

Seguido por Lucía, me dirigí a la pequeña mesa del salón situada junto a uno de los ventanales laterales que estaba preparada con los cuatro cubiertos tal y como yo había ordenado; al acercarme comprobé que dos criadas –era demasiado pronto para que Dara y Tara estuvieran dispuestas- que hasta ese momento habían permanecido de pié junto a la pared se acercaron moviendo el sillón para facilitar que me sentara cómodamente, tras lo que levantaron y acercaron suavemente la mesa hasta mí de manera que no tuve que hacer ningún movimiento.

Concluida esa tarea, las esclavas se colocaron a ambos lados de la mesa con la mirada baja y en silencio, atentas a mis gestos, mientras que Lucía se arrodillaba (mejor, se arremolinaba a mis pies) y otra de las esclavas se acercaba con una bandeja para servirme la comida.

Casi me había olvidado de ellos cuando, a una respetuosa distancia, y siempre en posición de sumisión, me dí cuenta de que estaban desnudos pero limpios y arreglados, mis dos "invitados", el liberto Rafael y la esclava Angeles a quienes, recordando cual era el motivo de que se sentasen a mi mesa, en un tono deliberadamente desenfadado y, por supuesto, nada autoritario les dije:

  • " Ah ¿estabais ahi?, venid y sentaos a comer"

Y dirigiéndome a Inés, conseguí sorprenderla al ordenarle:

"Tú Inés, ¿a qué esperas? Ven, también, a sentarte a la mesa para atender a mis invitados".

Como esperaba, conseguí descolocarlos a los tres con mi actitud amable que pretendía aparentar que nos encontrábamos en público; sin embargo, debo reconocer que los tres reaccionaron espléndidamente, recordando mis órdenes de la mañana, y acudieron a sentarse con absoluta normalidad, iniciando una conversación banal e intrascendente que bien podría mantenerse entre amigos que comen juntos.

No se si por desconfianza o por falta de costumbre, pero lo cierto es que al principio ninguno de los tres se mostró demasiado locuaz y fue necesario que introdujera algunos comentarios para mantener la conversación pero, sin embargo, en cuanto comprendieron que no era ninguna trampa, empezaron a mostrarse naturales y pronto la comida se convirtió en una especie de reunión de compañeros de trabajo que charlaban amigablemente; es decir, una comida normal y corriente si exceptuamos el hecho de que tres de los comensales estaban completamente desnudos y que sólo empezaron a comer cuando recibieron mis órdenes expresas.

continuará