Inés (11)

El Amo Luis disfruta usando a sus esclavas y descubre cómo va a obtener mayor satisfacción con cada una ...

INES, un regalo inesperado.(11)

**Autor:

Sir Stephen**

La presencia de Inés junto al sillón, tan silenciosa que ya me estaba acostumbrando a sentir su presencia antes que a oirla, me recordó que era el momento de que pudiera inspeccionar aquellas propiedades que todavía no conocía: los libertos, sus hembras y cachorros, así que dirigiéndome a Inés, le dí las siguientes instrucciones:

"En cuanto acabe de desayunar se presentarán ante mí, uno por uno, los libertos, cada uno con su hembra y, si los tienen, los cachorros correspondientes; quiero que verlos a todos en pelotas y conforme se sitúen ante mí cada liberto se presentará a sí mismo y a su hembra, quiero descripciones y exhibiciones completas (edad, peso, medidas, años de siervo o de esclava y ocupación) en el caso de los cachorros bastará con que me los enseñen y me indiquen su edad. Recuérdales que deben emplear el tono y la postura de respeto adecuadas si no quieren ser castigados."

Después de inclinarse hasta tocar con su frente el suelo en señal de obediencia, la esclava Inés se retiró a cuatro patas para transmitir mis instrucciones a los libertos mientras yo terminaba de desayunar y pensaba en cómo debía tratar a quienes, en definitiva, eran parte importante en mi nueva posición económica y mantenían una posición ambigua entre la completa sumisión a la voluntad de su dueño y la libertad que exigía su estancia en el mundo real.

La esclava Inés volvió a mi presencia de manera tan silenciosa como se había retirado y me informó de la situación: "Mi Amo, tus instrucciones han sido cumplidas, los libertos y sus hembras y cachorros están preparados para presentarse ante ti cuando tú lo ordenes" . Abandonando la mesa del desayuno me dirigí a uno de los sillones que había en un lateral de la habitación, hice que retiraran la mesa de delante y apartaran el sofá y me acomodé para recibir adecuadamente a mis libertos haciéndole una seña a Inés para que empezara el desfile.

El primero en presentarse ante mí fue un hombre de unos 50 años, en aparente buen estado de forma seguido de una mujer notablemente más joven que él y algo rellena que en cuanto estuvo ante mí se inclinó de manera exagerada y, permaneciendo de pié, se presentó de la siguiente forma:

"Amo, mi nombre es Antonio, tengo 51 años y fui declarado liberto por el difunto Amo hace 10 años; desde entonces ocupo el cargo de director general del grupo de empresas XXXXX de tu propiedad y me encargo de gestionarlas para tu beneficio y satisfacción. El difunto Amo me autorizó a vivir en Madrid, en una urbanización de lujo adecuada a mi rango social y me emparejó con esta esclava, llamada Patricia, que tiene 32 años; durante este tiempo hemos servido fielmente al difunto Amo y ahora te pertenecemos y esperamos tus órdenes."

De manera casi instintiva, mientras Antonio escenificaba su presentación, dirigí mi mirada hacia Inés para analizar su reacción y comprobé que mi intuición no me había fallado; a ella tampoco le estaba gustando ni la forma ni el fondo de lo que el liberto estaba diciendo, aunque aparentaba sumisión, tanto su actitud como las reiteradas referencias al difunto Amo revelaban un desafío a mi autoridad que no tenía más remedio que doblegar si quería conservar el poder que había heredado; por eso, con un gesto firme, hice callar al liberto, me puse en pié y sin pensármelo dos veces le propiné un sonoro bofetón a la vez que, en el tono más autoritario que encontré, le decía:

"¿Como te atreves a dirigirte a tu Amo de esa forma?, tu falta de respeto y tu indisciplina son inadmisibles y se hacen merecedoras del castigo apropiado, que te será impuesto cuando yo lo decida; pero hasta ese momento vas a repetir tu presentación de la forma adecuada para demostrar la sumisión y la obediencia que debes a tu Amo; en primer lugar, te dirigirás a mí desde la postura que debe ocupar un ser inferior como tú, arrodillado frente a mí, con la cabeza humillada ante tu Amo y la mirada baja; en segundo lugar tu tono de voz será humilde y respetuoso y no pretencioso y altanero y me reconocerás públicamente como tu Amo ofreciéndote para ser usado en la forma que mejor me parezca, en cuanto a la hembra que se te asignó, me la presentarás y exhibirás, reconociendo públicamente que también es de mi propiedad y soy yo, por tanto, quien decido el destino y la utilización que deba tener en el futuro, cuando termines besarás mis pies y mantendrás esa postura, con la frente pegada al suelo, hasta que yo te ordene otra cosa. ¿Lo has entendido, esclavo?"

Sin acabar de reponerse de la sorpresa que le había causado el humillante bofetón que le había propinado en público, la reacción del liberto Antonio fue automática de manera que, cuando todavía no había terminado mi reprimenda, ya había adoptado la postura de sumisión y reptando hasta mí, había colocado su cabeza en el suelo casi pidiéndome que pusiese mis pies sobre ella y cuando terminé de hablar y volví a sentarme, sin abandonar su postura, me dijo:

"Pido perdón a mi Amo, este humilde siervo se disculpa por no saber presentarse adecuadamente, y pide perdón también por molestar al Amo y hacer necesario que el Amo castigue a su siervo; si el Amo me lo permite, me presentaré ante el Amo con el respeto debido."

Alargué el pié rozando su cabeza en señal de asentimiento a la vez que le decía: "Te permito que vuelvas a intentarlo pero espero que esta vez lo hagas mejor" . Al oir mis palabras, el liberto se giró y, siempre a cuatro patas, salió de la habitación seguido por la esclava Patricia que había adoptado la misma postura.

Al cabo de un momento Antonio volvió a aparecer por la puerta de la habitación, pero esta vez su actitud había sufrido un cambio radical; en lugar de dirigirse andando hasta donde me encontraba, se inclinó en la entrada pidiendo, con tono humilde, permiso para entrar –se lo dí con un gesto de la mano- acercándose inclinado en una reverencia hasta llegar delante de mí donde adoptó la postura de sumisión y volvió a presentarse diciendo:

"Mi Amo, tu siervo el liberto Antonio tiene el honor de presentarse ante ti para ofrecerte su entrega y su sumisión absolutas, puedes disponer de tu siervo como desees y usarlo para tu placer; tu siervo el liberto Antonio tiene 51 años y hace quince que está al servicio del Amo, los últimos diez años como siervo externo, es decir, liberto. Tu siervo tiene asignada la función de gestionar tus empresas para lo que fue destinado a vivir en Madrid como Director General y el Amo le asignó una esclava para que hiciera de esposa; si el Amo se complace en autorizarlo, la esclava Patricia se presentará ante el Amo para que el Amo la inspeccione –al ver que hacía un gesto de aprobación, dio dos palmadas y apareció en la puerta la esclava Patricia que, a cuatro patas, se acercó a mis pies e inclinó la frente hasta tocar el suelo, levantando a la vez el culo- Mi Amo, esto es la esclava Patricia, tiene 32 años, es esclava desde hace 8 años, adiestrada como puta, como ama de casa y como esposa de lujo, tiene todos sus agujeros perfectamente entrenados y abiertos para ser usados. Debo informar al Amo que tanto el siervo como la esclava hemos cumplido las órdenes recibidas y no hemos tenido relaciones sexuales ni alcanzado un orgasmo desde que falleció el difunto Amo por lo que ambos estamos en celo dispuestos a ofrecer a nuestro Amo el servicio que desee tener. Si al Amo le parece oportuno, este liberto puede ofrecer al Amo toda la información económica y empresarial que el Amo considere necesaria."

Hice callar al siervo y ordené a la esclava que se levantase y se acercase a mi lado para poderla examinar cómodamente, lo que obedeció al instante, ofreciéndome una completa visión de su cuerpo por lo que pude comprobar, al inspeccionar su coño, que tenía hechos los mismos agujeros que Inés en ambos labios pero que, por falta de uso, parecía como si estuvieran obturados, por lo que decidí remediar esa situación y le ordené a Inés:

"Quiero que se le pongan a la esclava los aros pequeños en los agujeros del coño y, si es necesario, que se le rehabiliten los agujeros, cuando esté lista la vuelves a traer ante mí; en cuanto a la información mercantil y financiera, el liberto me la dará más tarde, después de que sea cumplido el castigo; y ahora haz pasar al siguiente.".

Nada más salir Inés de la habitación apareció en la puerta un hombre algo más joven, pero bastante más grueso que Antonio y al que autoricé con un gesto a acercarse, lo que hizo inclinado todo lo que le permitía su prominente barriga; nada más llegar ante mí adoptó la posición de sumisión y se presentó de la siguiente manera:

"Mi Amo, se presenta ante ti tu liberto Rafael que tiene 48 años y que es tu siervo desde hace diecinueve. Con tu autorización este liberto ejerce actualmente como Director del Hotel XXX (uno de los más lujosos de la capital) y ha sido propuesto para asumir la gerencia de la división de alto nivel de la cadena, cargo que este siervo aceptará o rechazará según el Amo decida; el Amo me impuso la obligación de procurar que el Amo y los señores que el Amo decida, puedan tener las mejores atenciones en mi Hotel y en los demás de la cadena y espero haber cumplido a satisfacción de mi Amo al que pertenezco y sirvo. Si al Amo le parece oportuno, le presentaré a la esclava que se me asignó como esposa …"

Al ver mi gesto a asentimiento, el liberto se puso en pie y andando hacia atrás para no darme la espalda, se dirigió a la puerta y cogiendo una cadena, tiró de ella hasta que apareció a cuatro patas una esclava que aparentaba ser bastante más joven y que mostró un espectacular cuerpo en cuanto adoptó la posición de sumisión a la vez que podía apreciarse que la cadena, aunque pasaba por el collar que llevaba al cuello, estaba enganchada en los aros insertados en unos pezones que eran el remate de unas espectaculares tetas. Inclinándose nuevamente ante mí, el liberto Rafael prosiguió su presentación:

"… Mi Amo, con tu permiso, esta es la esclava Angeles que me fue adjudicada en su momento para que hiciera de esposa, tiene 36 años y desde hace diecinueve es de propiedad del Amo; este liberto está profundamente agradecido al Amo porque le fuera asignada una hembra tan estupenda que, obedeciendo las instrucciones del Amo, el siervo ha procurado mantener en buen estado de adiestramiento y conservación para que sirviera adecuadamente para satisfacer al Amo y a los socios del Amo en su estancias en el hotel; debo informar al Amo que la esclava Angeles acaba de pasar quince días en el Club durante los que ha sido revisada a fondo y se ha actualizado su adiestramiento; además, tal y como el Amo ordenó, la esclava fue preñada y parió un cachorro hembra que ha superado el adiestramiento teórico para ser admitida como criada del Amo, la hembra carece de nombre y está sin usar esperando a ser estrenada por su Amo por eso, para este liberto, es una satisfacción cumplir con la obligación de entregar este cachorro de hembra al Amo para que el Amo lo use a su capricho y sirva al Amo en la forma en la que al Amo le parezca conveniente."

Conforme el liberto iba anunciándome la existencia de una nueva criada que sumar a mis propiedades, uno de los siervos apareció portando una cadena unida al collar que lucía en el cuello de una muchacha joven con la cabeza encapuchada y ataviada con una capa que le cubría desde los hombros a los pies pero que se abría al andar permitiendo ver el cuerpo joven pero perfectamente desarrollado de quien constituía una especie de regalo sorpresa; instintivamente busqué la mirada de Inés y, en su sonrisa descubrí que era ella la que había ideado esa forma de presentación segura de que me iba a sorprender agradablemente y que, así, conseguiría hacer desaparecer el mal humor que me había provocado la presentación inicial.

Siguiendo con el ritual que yo mismo estaba estableciendo, ordené a la esclava Angeles que se acercara para ser examinada por mí y tuve la oportunidad de comprobar que esas tetas cuya visión me había impresionado eran perfectamente naturales al igual que todas las demás partes del proporcionado y bien cuidado cuerpo de la esclava, también aprecié la docilidad con la que la esclava se prestaba a mi más que minuciosa inspección y la sorprendente facilidad con la que adoptaba las posturas más idóneas para que mi examen fuera cómodo, a la vez que profundo; decidí que visitaría a menudo el hotel regentado por mi liberto o, tal vez, haría que formase parte de mi equipaje en alguna de mis vacaciones.

Una vez terminé de explorar detenidamente –incluso repetí el examen de alguna parte- el cuerpo de la esclava Angeles, dediqué mi atención a la hembra de cachorro que me había sido ofrecida ordenándole que se acercara hasta mí –inmediatamente adoptó la posición de sumisión a los pies del sillón- y mientras le acariciaba la cabeza le dije:

"A partir de ahora responderás al nombre de Nayra y serás adiestrada para llegar a ser una buena criada, sumisa, obediente y servicial, pero antes de que empieces con las prácticas, he decidido que esta tarde te voy a estrenar personalmente, por lo que vas a permanecer a mi lado, hasta que tenga ganas de usarte –y dirigiéndome al liberto, le dije- Rafael me ha complacido tu presentación, hoy comerás conmigo y me informarás de ese nuevo cargo y, cuando te vayas, puedes llevarte a la esclava Angeles para que te siga sirviendo como esposa, pero Nayra se quedará aquí, ahora retírate y tú Inés, haz pasar al siguiente."

Cuando apareció por la puerta el siguiente de mis siervos, seguido de una mujer que tapaba su desnudez con una capa, recordé que se trataba del liberto Joaquín y la esclava Rosa, y que éste ocupaba un alto cargo en la Dirección General de una importante entidad financiera, al verlo tuve el convencimiento de que se trataba del más problemático de todos ellos y, probablemente, del instigador del conato de rebelión de la que me había advertido Inés y que se hubiera iniciado con la actitud adoptada por el liberto Antonio si no hubiera sido porque la corté de raíz; bastó una mirada hacia Inés para comprender que mi esclava estaba de acuerdo con esa apreciación; así pues, decidí que tenía que imponer mi autoridad y descabezar el intento de rebelión sometiendo a su cabecilla; así pues, esperé atentamente a que el liberto iniciara su presentación.

Estuve a punto de intervenir al comprobar que su actitud era de abierta insolencia, cuando al llegar ante mí se limitó a inclinarse y sin siquiera pedir permiso empezó a dirigirse a mí, mirándome a los ojos, pero me contuve dejándole crecerse para ver hasta donde era capaz de llegar y le dejé hablar:

"Amo, soy el liberto Joaquín, pertenecí al difunto Amo durante casi veinte años y él confió en mí hasta el punto de que fui su primer liberto; en la actualidad formo parte de la dirección general del Banco XXXX y desde mi puesto controlo y superviso las financias de todas las empresas que eran propiedad del difunto Amo procurando que tengan el mejor tratamiento financiero posible; esta mujer es la esclava Rosa que me fue entregada por el difunto Amo para mi servicio personal."

Hizo una leve reverencia al terminar y mantuvo la misma actitud desafiante, no así la esclava, que había adoptado la posición de sumisión y permanecía tras él con la cabeza inclinada.

Pese al abierto desafío, no respondí inmediatamente, sino que seguí acariciando el cuerpo de Nayra durante unos instantes, hasta que con movimientos deliberadamente lentos y parsimoniosos, me puse en pié y mirando directamente a los ojos a mi liberto, le dije:

"Veo, siervo, que has olvidado completamente el respeto que debe merecerte tu Amo y que incluso pretendes hablar con él de igual a igual; sabes que me perteneces, que lo haces de manera voluntaria y que mientras seas mi siervo no tienes más derechos que los que yo te quiera conceder y que te puedo retirar cuando me plazca; tu vida, tu voluntad y tu cuerpo me pertenecen y puedo hacer contigo lo que desee; pero también sabes que tienes derecho, no lo has perdido nunca, a decidir dejar de pertenecerme y volver a ser libre, para que eso se produzca, sólo tienes que repetir ante mí, dos veces, la frase ritual que te recuerdo por si acaso la has olvidado: "Amo deseo renunciar a mi esclavitud y recuperar plena mi libertad". Ahora escúchame bien porque solo te lo preguntaré una vez ¿quieres pronunciar la frase y ser libre?, si lo haces saldrás inmediatamente de esta casa con la ropa que llevabas puesta y con el dinero suficiente como para volver a tu casa, pero irás sólo, la esclava Rosa se quedará aquí, a no ser que también quiera usar la frase y recuperar su libertad, por supuesto, me encargaré de inmediato de que tus jefes y compañeros reciban un dossier completo de tus pasadas actividades, tanto personales como financieras, y por supuesto, ese mismo dossier llegará a manos de los medios de comunicación. Por el contrario, si no deseas, o no te atreves a afrontar la libertad, asumirás las consecuencias de tu rebeldía, te arrepentirás y pedirás perdón públicamente a tu Amo, recibirás el castigo que decida imponerte, pasarás un tiempo en el Club durante el que se te adiestrará en el comportamiento de un siervo y, después de todo ello, te someterás a una serie de pruebas que me demuestren que efectivamente has cambiado de actitud."

Dejé transcurrir unos instantes, durante los cuales fijé la mirada en los ojos del siervo, hasta que éste empezó a bajar la mirada y a agachar la cabeza en una reacción lenta e imperceptible al principio y manifiesta y clara enseguida, que demostraba que no se atrevía a dar el paso definitivo hacia la libertad y que, como yo había previsto, los veinte años de sumisión eran una losa demasiado pesada como para levantarla de golpe.

Al cabo de un par de minutos, de repente, el liberto se echó a mis pies, y temblando, con la voz entrecortada, me suplicó:

"Mi Amo, el liberto te pide humildemente perdón por su insolencia y por haber olvidado; este siervo te pertenece y no desea dejar de ser de tu propiedad, ni lo ha deseado nunca; tu siervo reconoce públicamente que has heredado la condición de Amo y que todo cuanto pertenecía al difunto Amo es tuyo por derecho propio, a partir de este momento el siervo obedecerá al Amo en cuanto el Amo desee y quiera porque su voluntad es la del Amo y su deseo es servir al Amo; el siervo se ha atrevido a desafiar al Amo y humildemente implora su perdón y le ruega que disponga de él como desee, el siervo merece ser castigado por su grave falta."

Pese al evidente cambio de actitud no estaba seguro de que el liberto Joaquín fuera totalmente sincero en su arrepentimiento y para asegurarme del todo le ordené:

"Tu insolencia no va a quedar sin castigo, tu osadía y atrevimiento merecen una réplica adecuada. A partir de este momento vas a ser tratado como un animal de servicio, llevarás un collar del que se enganchará una cadena y se te conducirá a los establos del Club, donde serás domado como merece un animal que se ha rebelado contra su dueño y sometido a un adiestramiento intensivo y especialmente riguroso para que recuperes la docilidad, así como a un castigo ejemplar por tu insolencia; mañana mismo la esclava que tienes asignada como esposa llamará al Banco y les dará la excusa de que has tenido un percance y vas a estar, como mínimo, dos semanas de baja. Además, desde este momento, quedan eliminados todos tus privilegios como liberto y, desde luego, la esclava Rosa deja de estar asignada a tu servicio, de hecho, tienes prohibido dirigirle la palabra a ella y a cualquier otra esclava, criada o siervo hasta nueva orden, únicamente podrás hablar cuando yo mismo o algún otro Amo te haga una pregunta directa o cuando te lo autoricen tus instructores. ¿has entendido bien tus órdenes?."

Todavía desde el suelo, y sin atreverse siquiera a levantar la cabeza, le oí musitar:

- "Escucho y obedezco a mi Amo, será como mi Amo ordena."

En ese momento, Bautista cogió del pelo al siervo y lo obligó a levantarse mientras que casi al mismo tiempo la esclava Inés, que con un gesto había ordenado a una de las criadas que le trajera del armario un collar de cuero ancho y tachonado, con una argolla en la que enganchar la cadena, lo colocó en el cuello del siervo, enganchó en la argolla el mosquetón de la cadena y entregó su otro extremo al propio Bautista que, sin ningún miramiento, lo sacó de la habitación; por la actitud del siervo pude darme cuenta de que Joaquín asumía de manera resignada la nueva situación en que se había colocado por su rebeldía e intuía que el viaje hasta el Club no tendría la acostumbrada comodidad, ya que iba a hacerlo completamente desnudo y en el maletero del coche como si de un paquete se tratara; para evitar cualquier tipo de error o confusión hice que Inés llamara al club para transmitir mis órdenes respecto de Joaquín a los instructores y, de paso, que comprobase si ya me habían enviado los caballos y sus cuidadores.

Mientras volvía a mi sillón para esperar al cuarto de mis libertos, reparé en una figura envuelta en una capa que se encontraba arrodillada frente a mí; se trataba de la esclava Rosa, que Joaquín había tenido asignada como esposa; no sabía hasta qué punto había sido partícipe de la rebelión de su compañero, por lo que, por mera precaución y para tenerla controlada, le ordené:

"Esclava, acércate para que pueda examinarte. A partir de ahora estarás al servicio de la esclava Inés, a la que llamarás Señora y obedecerás y respetarás en todo como si de mí se tratara; ella te usará como mejor le parezca y según tu comportamiento me informará sobre si mereces ser castigada como cómplice o eres digna de mi ser usada como las demás."

Mis palabras sorprendieron hasta la propia Inés, que me dirigió una mirada de asombro a la vez que de satisfacción y agradecimiento y, por supuesto también a la propia esclava Rosa que, haciendo un esfuerzo por superar la confusión que le habían provocado mis palabras, optó por obedecer de manera automática las órdenes y liberándose de la capa, se aproximó hacia mí para que pudiera inspeccionarla, adoptando las posturas más adecuadas para permitirme el acceso a las distintas partes de su cuerpo; al finalizar mi deliberadamente obsceno e innecesariamente exhaustivo examen, a la vez que le propinaba una fuerte palmada en el trasero, le ordené: "Ve y preséntate a tu señora" . La esclava, algo repuesta de la sorpresa y consciente de que no podía hacer otra cosa que obedecer pero sin saber muy bien cómo tenía que hacerlo, se acercó a Inés y arrodillándose ante ella, con la frente pegada al suelo, murmuró: "Mi señora, el Amo me ordena que me ponga a su servicio para lo que la Señora disponga, espero ser del agrado y satisfacción de la Señora." Sin esperar nuevas órdenes, la esclava se colocó a los pies Inés y permaneció acurrucada en esa posición.

Dominada la incipiente rebelión, para agilizar un poco las cosas, ordené a Inés que hiciera pasar juntos a los libertos que quedaban y así se presentaron ante mí Carlos, que ejercía como reputado Arquitecto de fama internacional y cuya esposa había fallecido hacía varios años sin que el difunto Amo considerase oportuno asignarle una nueva de manera permanente y, por último, Salvador, el político introducido en los circuitos de poder que era utilizado como fuente de información y, en ocasiones, como defensor de algunas iniciativas empresariales o comerciales que pudieran beneficiar tanto a mis empresas como a las de mis socios, este liberto me presentó a la esclava Alba –la más vieja de todas con 41 años- asignada como su esposa, que ejercía como notable dama de la alta sociedad y a su cachorros Nino de 19 años y Lina de 17, que habían sido educados en los más exigentes colegios privados y, al mismo tiempo, habían crecido sometidos a la más absoluta sumisión por lo que estaban preparados para iniciar su adiestramiento como siervo y criada respectivamente. La actitud de todos ellos me demostró que había actuado correctamente con Joaquín al cortar de forma tan radical como fulminante el inicio de rebelión, pero sin embargo me quedé con las ganas de saber quienes de todos ellos habían alentado y animado a Joaquín y hubieran estado dispuestos a secundarlo de haber tenido éxito, me tranquilizó saber que, más pronto o más tarde, acabaría sabiéndolo.

Cansado de tanta presentación reiterativa, decidí salir a tomar el aire antes de comer y, tal vez, montar un rato para abrir el apetito, así que dejé a Inés las instrucciones necesarias para que todo estuviese preparado a mi vuelta y salí de la casa en dirección a los establos llevando conmigo a la esclava Lucía que había sido lavada y enfriada siguiendo mis órdenes, pero cuya excitación no había disminuido, tal y como pude comprobar en cuanto pasé mi mano por su coño que se abrió preparado para aceptar mis caricias, fueran como fueran, y agradecido de recibirlas pese a estar todavía penetrado por el consolador.

continuará ...