Inés (10)

El Amo Luis va a comprobar hasta donde llega la sumisión y entrega de sus esclavas cuando se trata de darle placer...

INES, un regalo inesperado.(10)

**Autor:

Sir Stephen**

Al igual que había sucedido en la competición ciclista, pero en un sentido completamente diferente, el espectáculo que se ofrecía a mis ojos era turbador, a la vez que tremendamente excitante; a cada embate sexual o en cada azote, el gesto de ambas esclavas, incluso sus miradas y los movimientos de sus bocas, se asemejaban tanto que llegué a creer que la esclava azotada estaba gozando y la follada estaba padeciendo un suplicio. Pasados unos minutos, antes de alcanzar los cinco minutos establecidos como límite, Fernando levantó una mano, extendió el brazo y sin quitarse siquiera los cascos, señaló, sin dudar y con una sonrisa autosuficiente y mirándome con desdén, a la esclava situada a su izquierda como aquella que estaba siendo follada y, por tanto, era la que se suponía que debía demostrar placer.

Al comprobar cuál era la esclava señalada por Fernando, me costó un auténtico esfuerzo contener la risa, pero dejé que fuera él mismo quien descubriera que acababa de perder una apuesta; y así fue, ya que al levantar la cortina, descubrió que la esclava que había señalado con tanta seguridad y firmeza mostraba un trasero enrojecido y cruzado por las marcas de los azotes que acababa de sufrir. Al comprobar el resultado, y ver cómo había cambiado la cara de Fernando, Roberto y yo nos felicitamos efusivamente y recibimos los parabienes de Antonio y Ricardo, quienes tuvieron especiales alabanzas hacia mi idea haciéndome saber que gracias a ella habían pasado un rato interesante como colofón de una velada muy agradable y, después de reiterarme la bienvenida al Club, todos ellos se retiraron llevándose consigo a sus esclavas y sin dirigir ni una sola mirada a las tres que, desde ese momento, habían pasado a pertenecernos a Fernando y a mí.

Antes de marcharnos, Fernando ejerció eligió una de las tres esclavas y, después de saludarme nuevamente y felicitarme por la idea de la apuesta, se despidió de mí emplazándome para que nos viéramos un día de la siguiente semana para tratar algunos asuntos profesionales que, según me dijo, eran de interés común.

Naturalmente, sin que hubiera hecho falta ninguna orden especial, al salir del Club no tuve necesidad alguna de esperar, ya que Bautista tenía el coche preparado en la entrada principal, esperando para abrirme la puerta con la reverencia acostumbrada; antes de subir, desenganché a Raquel para que la pusiera en el maletero junto a Lucía y con mis dos nuevas adquisiciones, hice entrar a Inés y me acomodé en el asiento trasero mientras el siervo chofer iniciaba el camino de vuelta a casa; era hora de descansar y prepararse para los acontecimientos del día siguiente, en el que tendría otro reto que superar con los libertos y su especial relación con el difunto Amo.

Mientras volvíamos a casa tuve oportunidad de repasar los acontecimientos de la velada y, además de alegrarme por la inesperada situación que me había deparado el destino, recordé la impresionante actuación de la esclava Inés y mi decisión de premiar su entrega y dedicación.

Entonces caí en la cuenta de que la situación no era sencilla, porque cualquier regalo o premio que no demostrase o reforzase mi dominio sobre la esclava y mi completa autoridad sobre ella sería visto, por ella y por los demás, como una muestra de inseguridad que debilitaría mi posición y me haría extraordinariamente difícil tomar el control absoluto de las vidas de mis esclavos y, a partir de mañana, de los libertos; ciertamente, había tenido mucha suerte hasta ese momento, y no era cuestión de desperdiciar la buena fortuna cediendo a los impulsos románticos que, en mi condición de Amo, eran totalmente superfluos y, además, perjudiciales.

Sin embargo, una vez adoptado el punto de vista adecuado, la solución se presentaba sumamente sencilla; el premio que pensaba darle a la esclava Inés, me beneficaza directamente a mí, porque iba a proporcionarme placer y, además, ahorrarme incomodidades; no quise darle más vueltas, y antes de llegar, tomé la cabeza de Inés con ambas manos, le ordené que me mirase a los ojos y le dije:

"Esclava, tu Amo está muy satisfecho con tu rendimiento, por eso voy a premiar tu sumisión y entrega con dos regalos; en primer lugar, vas a quedarte esta noche a dormir en mi cama, podrás darme calor y ser usada para mi relajación, por la mañana, todas las esclavas, criadas y siervos sabrán que has sido elegida por tu Amo para dormir con él; además, a partir de ahora, siempre que esté solo te autorizo a dirigirme la palabra sin pedir permiso, excepto cuando te mane expresamente callar, espero que no abuses de tu privilegio o te lo retiraré definitivamente."

En cuanto ví la expresión de la cara de mi esclava comprendí que había acertado en la elección y me sentí todavía más satisfecho cuando escuché a Inés que, haciendo uso de su nuevo privilegio me contestó:

"Gracias, mi Amo; la esclava no ha tenido oportunidad de expresarle al Amo el orgullo que ha sentido por ser usada por el Amo en la prueba y poder demostrar al Amo que la esclava le pertenece de manera absoluta. La esclava se siente enormemente ensalzada con el privilegio que le concede el Amo de poder hablar sin pedir autorización y, sobre todo, con el honor de poder servir al Amo durante toda la noche y estar a la disposición del Amo en la propia cama; la esclava procurará satisfacer al Amo para que pueda dormir tranquilamente. Pero, si el Amo me lo permite, creo que la esclava debe ser castigada y corregida por el Amo por la falta cometida durante la prueba en la que ha sido usada."

Verdaderamente asombroso, ¿castigarla? ¡pero si acababa de otorgarle un premio doble por su actuación!, sin poder reprimir la curiosidad, pregunté a al esclava qué tipo de falta la hacía merecedora del castigo y esta fue su respuesta:

"Mi Amo, la esclava ha faltado a su deber de obediencia, sumisión y entrega absolutas al Amo porque ha tenido un momento de debilidad y se ha sentido celosa de que el Amo se follara el coño de la esclava Raquel y ha pensado que el Amo iba a encontrar más agradable el uso de sus coños más jóvenes que el coño viejo y usado de esta esclava. El Amo debe castigar severamente a la esclava porque la esclava no tiene derecho a sentir celos del Amo y menos cuando está siendo usada por el Amo; el Amo tiene que hacer sentir a la esclava que los únicos sentimientos que puede tener la esclava son los de sumisión, obediencia y entrega sin condiciones ni límites al servicio del Amo; la esclava agradecerá al Amo que el castigo sea público y que todos los demás animales propiedad del Amo conozcan la grave falta y aprendan a no cometerla en el futuro."

Desde luego, no salía de mi asombro con esta esclava; resulta que no sólo le parecía un honor que la tuviera a mi servicio toda la noche –estaba seguro de que dormiría mejor en su catre-, sino que además aprovechaba la primera oportunidad de hablarme libremente para auto denunciarse ¡¡ por no ser suficientemente esclava !!, y no sólo eso, sino que, además me estaba recordando que debía dar ejemplo para evitar esos comportamientos en el futuro; agradecí mentalmente al difunto Amo el adiestramiento de la esclava Inés y a la diosa fortuna el hecho de que me eligiese a mí como heredero.

Antes de que pudiera responder, el coche se había detenido a la puerta de la casa y vi como la criada Laura acudía a abrirme, con un gesto hice que Inés saliera del coche –se quedó de pie a un lado esperando- rápidamente subí los escalones de la entrada a la vez que ordenaba a Bautista que sacara a las cuatro esclavas del maletero -a Lucía, a Raquel y a las dos nuevas- las lavara y las acostara y me dirigí a la habitación llevando a Inés de la cadena y comprobando que, tal y como había ordenado, me estaba esperando la criada de servicio arrodillada a los pies de la cama, a la que ordené que me desnudara.

Ya desnudo, antes de meterme en la cama, iba a entrar en el cuarto de baño para deshacerme del exceso de líquido que había bebido durante la velada, cuando recordé que eso no era necesario, así que aprovechando que la criada Silvia había acabado de ordenar mi ropa, con un gesto imperativo la hice arrodillarse ante mí y, sujetándola por el pelo, metí la polla en su boca entreabierta y le ordené que tragase hasta la última gota; la criada obedeció sin rechistar y, cuando hube acabado, procedió a limpiar mi polla con su lengua hasta que la aparté con un empujón y me tumbé, satisfecho, en la cama.

Una vez tumbado cómodamente en la cama atraje hacía mí a la esclava Inés mediante un pequeño tirón de la cadena que la sujetaba de forma que se tumbó a mi lado pegando su cuerpo al mío de manera que se encontraba completamente accesible y, como en un susurro, me comentó:

"Amo, la esclava no sabe si ahora tiene derecho a hablar con libertad con su Amo, porque no sabe si en presencia de la criada debe pedir permiso o no ¿puede la esclava ejercer el privilegio que le ha concedido el Amo?"

Empezaba a estar un poco harto del tema, pero aún así, le dije:

"Te he dicho que te concedía permiso para dirigirme la palabra sin permiso cuando estuviéramos a solas y, por supuesto, me refería a cuando no hubiera ningún otro Amo o señor presente; ni las otras esclavas, ni las criadas ni los siervos cuentan para nada, igual que no cuentan ni los perros ni los muebles; dime lo que quieres rápidamente que voy a usarte y luego a dormir."

"Gracias mi Amo por la infinita paciencia que tienes con la esclava. La esclava está muy excitada por el hecho de que el Amo la vaya a usar para dormir y la esclava agradecería al Amo que, después de usar el cuerpo de la esclava, aproveche la circunstancia para colocarla en la posición que el Amo prefiera para pasar la noche más cómodo, así la esclava aprenderá a servir al Amo para su descanso."

Sin contestarle ni darle tiempo a iniciar otra parrafada de las suyas, cogí la cabeza de Inés entre mis manos y acerqué mis labios a su boca entreabierta dándole un profundo e intenso beso al que respondió con no menos ardor a la vez que se apretaba con todo su cuerpo contra el mío. La verdad es que no tenía previsto nada especial, mi única intención era hacer realidad el sueño de mis noches de facultad y disfrutar de la posesión de mi esclava sin preocuparme de nada más que de mi propio placer y por eso, en cuanto mi excitación alcanzó su punto máximo, sin ningún tipo de prolegómenos, empujé mi polla hacia el interior del coño que, inmediatamente, se fue abriendo para facilitar mi penetración a la vez que empezaba una cadencia de movimientos destinada a provocarme una caricia total, una sensación absoluta de placer que enviaba ríos de placer a todo mi cuerpo.

No se si estaba fingiendo o de verdad sentía hacia mí la pasión y el ardor que todo su cuerpo transmitía, pero la intensidad de la situación, su actitud de entrega absoluta y la excitación mental que me había provocado la velada en el Club hiceron que lo que pretendía que fuera una larga noche de sexo, alcanzara su clímax de manera rápida e inesperada y que fuera, con mucho el orgasmo más intenso del que tuviera recuerdo; recostado sobre el cuerpo de mi esclava, al notar su respiración pausada y la relajación de su cuerpo, se confirmó la impresión que había tenido instantes antes, y supe que –sin siquiera haberme pedido permiso- Inés se había corrido a la vez que yo, sólo que ahora lo había hecho discretamente y sin los espasmos y gemidos que ya conocía.

Cuando me volví a tumbar sobre la cama, me encontraba extrañamente satisfecho, profundamente cansado pero sereno y tranquilo como en pocas ocasiones y así, mientras estaba saboreando la agradable sensación que me provocaba la boca de Inés, aplicada en limpiar a conciencia los restos de semen en mi polla, me fui quedando suave y profundamente dormido.

Ni sé ni me preocupa cuando tiempo estuve durmiendo, sólo sé que las sensaciones que noté al despertar fueron igual de suaves y agradables que las que recordaba al dormirme, sólo que el agotamiento físico había desaparecido completamente y había sido sustituida por una incipiente excitación que recorría mi cuerpo partiendo desde la entrepierna donde un leve cosquilleo junto a las caricias de una lengua húmeda y cálida me anunciaban lo que inmediatamente pude comprobar, que la boca de Inés seguía aplicada en el cuidado y atención de mi polla y alrededores.

La verdad es que ni siquiera me planteé la posibilidad de que la esclava se hubiera pasado la noche dedicada a acariciar mi sexo con su boca, pero, en el fondo, tampoco me importaba demasiado ante un despertador tan suave como excitante, lo cierto es que, tan pronto como la esclava Inés se dio cuenta, al notar que me movía, de que me había despertado, levantó sus ojos hacia mí y con la voz un tanto ronca pero con una sonrisa radiante, escuché que me saludaba:

"Buenos días, mi Amo, la esclava espera no haber molestado al Amo con sus torpes movimientos y que el Amo haya descansado bien. La esclava agradece al Amo que le haya permitido dormir en la cama del Amo, la esclava está dispuesta para ser usada por el Amo si al Amo le apetece y a servir al Amo en lo que ordene y disponga."

Inmediatamente, la esclava volvió a dedicar toda su atención a mi sexo, que empezaba a tener una tímida pero prometedora erección, acogiéndolo con la boca a la vez que, con ambas manos, se dedicaba a masajearme los huevos. Pronto las promesas se hicieron realidad y, para mi sorpresa, la erección se hizo notoria; dispuesto a no desperdiciar la oportunidad, aparté la cabeza de la esclava con una mano, a la vez que, con la otra le hacía dar la vuelta para colocarse de espaldas a mí y, antes de que me decidiera a usarla por alguno de sus agujeros, la esclava Inés volvió a dirigirse a mi con su cadencia dulce y sumisa y me aconsejaba:

"Con el permiso del Amo, antes de usar para su placer el coño de la esclava, tal vez el Amo quiera probar el culo de la esclava y asegurarse de que el agujero ha sido ensanchado a su gusto y medida."

Ciertamente, en condiciones normales, no se me habría ocurrido darle por el culo, ya que esa no era una de mis preferencias sexuales, pero ante una invitación tan descarada y realizada de manera tan natural como obscena, opté por seguir su consejo y, moviendo ligeramente mi enhiesto músculo, lo situé en el lugar adecuado y simplemente con una ligera presión pude comprobar como, efectivamente, mi polla entraba por el minúsculo agujero suavemente y sin encontrar resistencia alguna, al contrario, pude sentir como el propio cuerpo de la esclava se encargaba de facilitar la penetración acompasando sus movimientos a mis embates adoptando la posición más adecuada; sin embargo, y pese a la inicial facilidad, conforme iba introduciendo mi polla en su interior pude sentir, también, como se contraía el esfínter y mi sexo se veía envuelto en una caricia provocada por un casi imperceptible movimiento de sus músculos que me causaba una sensación de placer más intensa que cualquier que hubiera podido sentir hasta la fecha.

Decidido a prolongar al máximo el placer que me estaba proporcionando la penetración del culo de mi esclava, antes de explotar en esa postura, extraje mi polla del agujero que tan agradablemente me había acogido, volví a tumbarme en la cama y, con ambas manos, cogí su cuerpo por la cintura le di la vuelta para ponerla de cara y coloqué su coño sobre mi sexo; tan pronto como se dio cuenta de mis intenciones, la esclava Inés colocó sus piernas flexionadas a ambos lados de mi cuerpo y, con un movimiento deliberadamente lento fue absorbiendo toda mi considerable erección en el interior de su vagina, volviendo a comprimir sus músculos de manera parecida a como lo había hecho con el culo de manera que las sensaciones que provocaba eran similares a pequeños pero repetidos orgasmos que iban incrementándose en intensidad conforme el movimiento de sus caderas permitía una mayor penetración.

Por mi parte la situación era tan cómoda que no tenía que hacer el más mínimo esfuerzo, era absolutamente innecesario que me preocupara de realizar el más leve movimiento, todo, absolutamente todo lo necesario para que yo obtuviera el mayor placer era realizado por el cuerpo de mi esclava Inés que, como si estuviera en trance, mientras me demostraba las excelencias de su adiestramiento sexual, mantenía la vista fija en mí pendiente del más mínimo gesto que pudiera hacer.

Por mucha resistencia que pretendiera tener y por mucho que me hubiera gustado prolongar la situación, resultaba inevitable que alcanzara el éxtasis y llegara al borde de lo que sin duda iba a ser una enorme explosión de placer, lo que no le pasó, en absoluto, desapercibido a Inés que, cuando intuyó que estaba a punto de correrme, entre gemidos me preguntó: "Mi Amo ¿puede la esclava correrse para el Amo?" , sin ganas de hablar, hice un gesto afirmativo con la cabeza a la vez que sentía las primeras oleadas de lo que resultó un impresionante orgasmo y alcancé a sentir más que a ver que la propia Inés, sin dejar de moverse para provocar mi placer, se retorcía entre espasmos y sus músculos se contraían mientras su mirada me expresaba, mucho más que cualquier palabra, un profundo sentimiento de adoración y entrega; tan pronto como se aseguró de que yo había acabado, la esclava se dejó vencer hacia delante y, con su cuerpo sobre el mío, entre gemidos y susurros me besó empezando por el pecho hasta llegar a la barbilla y, acercándose a mi oreja me dijo "Gracias, Amo, la esclava es feliz por haber sido usada para el placer del Amo" , tras de lo que fue bajando por mi cuerpo sin dejar de besarlo y acariciarlo hasta que alcanzó mi entrepierna y pudo limpiar mi sexo y mis saciados testículos para dejarlos libres de semen o de sus propios fluidos.

Al cabo de un rato, cuando empezaba a recuperarme de las intensas sensaciones y el agotamiento iba disipándose, me incorporé sobre la cama y al darme cuenta de que ya estaba bastante avanzada la mañana, decidí ponerme en movimiento, para lo que me levanté, le di una palmada en la cabeza a la criada para que me siguiere al cuarto de baño y me dispuse a darme una buena ducha, no sin antes usar la boca de la criada para vaciar mi vejiga a gusto.

Por su parte Inés, a la que había dejado tendida sobre la cama, nada más comprobar que me dirigía a la ducha se puso en pié y, asomándose a la puerta de la habitación, mantuvo una corta conversación con alguien que debía estar fuera esperando para volver inmediatamente a la cama adoptando la misma postura en la que yo la había dejado. No llegué a saber si hablaba con una esclava o un siervo, pero el hecho es que, casi enseguida apareció en la habitación una criada cuyo único uniforme era el escaso delantal y la cofia, portando el desayuno y los periódicos, que depositó en una mesa cercana al balcón y se quedó en pie a un lado esperando nuevas órdenes.

Acabada la ducha y envuelto en un cómodo albornoz salí del cuarto de baño, dirigiéndome a desayunar, cuando me di cuenta de que la criada que esperaba al lado de la mesa no era tal, sino la recién nombraba esclava Lucía que llevaba puesto, de manera completamente visible, el arnés que sujetaba, en el interior de su coño y su culo, los dos vibradores que le había ordenado llevar toda la semana y cuya vibración decidí activar para comprobar el efecto que causaban y la respuesta que ofrecía mi recién estrenada esclava; mientras tanto, con un gesto hice que Inés colocara a mi lado junto a la mesa –por supuesto en la posición de sumisión- y le acerqué un trozo de tostada que cogió de inmediato con la boca directamente desde mi mano y tragó vorazmente lo que me hizo caer en la cuenta de que la esclava estaba sin probar bocado, como mínimo, desde el mediodía anterior, por lo que vacíe un poco de leche en un plato y le añadí unos trozos de pan dejándolo en el suelo frente a ella; como no podía ser de otra manera, la esclava no hizo el menor movimiento hasta que le di la orden expresa de comer y, entonces, lo hizo poniéndose a cuatro patas y sin usar las manos, sin embargo, al comprobar la rapidez con la que se tragaba el contenido del plato opté por llamar a uno de los siervos al que le ordené que se llevara a Inés y le diera de comer adecuadamente y aprovechara para ducharla y asearla para que volviera a estar dispuesta para servirme.

Iba a continuar mi desayuno y la lectura de la prensa cuando una respiración agitada y unos gemidos sofocados llamaron mi atención sobre Lucía y me indicaban que empezaba a ser víctima de los efectos combinados de los dos vibradores; la verdad es que la cara de la esclava no podía ser más elocuente de su situación pero, además, y sobre todo, su cuerpo, con las piernas abiertas y arqueadas de manera que fuera perfectamente visible su coño ocupado por el enorme consolador, me dejaba ver con toda claridad el grado de excitación que estaba "sufriendo" y que hacía presagiar lo que, efectivamente se produjo, porque antes de que pudiera seguir con mi lectura, escuché el ronroneo producido al solicitar autorización para dirigirse a mí; después de dar un bocado a la tostada hice el gesto de asentimiento y pude escuchar como, con tono implorante y entre gemidos que delataban su grado de excitación, la esclava Lucía me preguntaba:

"Mi Amo, la esclava tiene el coño y el culo preparados para ofrecer al Amo su más sumiso orgasmo, le esclava se permite rogar humildemente al Amo que le ordene correrse para que el Amo pueda tomar del cuerpo de la esclava toda la excitación y el placer que el Amo ha querido provocar."

Prácticamente sin dirigirle la mirada, pero consciente de la enorme excitación que le había provocado la actuación conjunta de los dos consoladores, fingí dedicarme a la lectura del periódico durante unos momentos que le debieron parecer eternos y durante los cuales pude comprobar sus sonoros esfuerzos por evitar desobedecerme y, cuando sospeché que ya no podía aguantar más, acerqué mi mano a su sexo y, con un fuerte tirón de la correa que lo sujetaba extraje de su coño el vibrador e inmediatamente hice lo propio con el que tenía instalado en el culo y, sin darle tiempo para reaccionar, le dí una fuerte palmada en el trasero a la vez que le gritaba:

"Basta, me estás cansando con tus ruidos, además, ahora no me apetece que te corras pero tu insolencia te ha hecho merecedora de una azotaina, trae una fusta y colócate en posición, ¡ya!"

Durante un instante, la expresión de la esclava fue de absoluta sorpresa y desconcierto para pasar enseguida a evidenciar una más que notable frustración; sin embargo, Lucía recuperó la compostura antes de lo que yo creía y con la mirada baja moviéndose a cuatro patas se dirigió a uno de los armarios del que extrajo una fusta de tipo medio que me entregó con una reverencia para adoptar inmediatamente la postura adecuada para ser azotada levantando el trasero todo lo que le permitían sus piernas, pero sin que su frente dejara de tocar el suelo; en esa postura permaneció, prácticamente sin moverse y contando los diez azotes -"Uno. Gracias, mi Amo" "Dos. Gracias, mi Amo" , etc.- del tan inmerecido (para ella) como gratificante (para mí) castigo tras de lo que ordené al siervo que permanecía esperando de pie a la entrada de la habitación que se llevase a la esclava para que le diesen una ducha de agua fría.

continuará