Indiscreción

Evan nunca había deseado tanto a nadie, el hecho de que ella fuera de Alex la hacía inalcanzable, como una diosa y eso todavía le excitaba más.

Evan se sentó como cada mañana en su oficina, dió un sorbo a su café ya dispuesto en la mesa por su eficiente secretaria Anabel, y encendió su ordenador.

Revisó su agenda, tenía dos reuniones importantes que tenían que salir a la perfección si quería mantener su plan de negocios con una gran compañía asiática que llevaba tanteando varios meses. Había trabajado duro últimamente, oficina, gimnasio y casa eran su rutina diaria.

Al menos no tenía que lidiar con nadie al llegar del trabajo, su última relación había sido un completo caos, lo que empezó como algo normal y pasional se convirtió en una espiral de reproches, celos y malas caras. Cuando al fin terminó con ella se sintió aliviado, era parecido a quitarse una gran carga de encima. Se prometió a sí mismo alejarse de ese tipo de mujeres, así que se limitaba a polvos rápidos no comprometidos, era fácil y sencillo no quedarse a dormir en casa de ninguna de ellas alegando una reunión a primera hora de la mañana o algo pendiente para el día siguiente. Se limitaba a vestirse, dar un beso casto y salir rápidamente por la puerta. Ya en el ascensor borraba de su blackberry el número de ellas y así no tenía que caer en devolver una llamada o un sms ya que no sabía de quién procedía, era su mejor manera de controlarse y no repetir con ninguna.

La mañana pasó rápidamente, las reuniones salieron a la perfección y él y su socio Alex salieron a comer a un nuevo restaurante de Madrid, Alex era joven, cómo Evan, los dos rozaban la treintena, amigos desde niños habían conseguido de la nada sacar una compañía a flote y ahora eran unos importantes empresarios de la ciudad. Su estilo de vida era lujoso, nada que ver con su infancia o juventud donde crecieron en un barrio humilde de la capital.

Alex acaba de llegar de viaje, contaba las maravillas que había visto en su luna de miel a África, se había casado hacía poco más de un mes.

Por extraño que pareciera Evan aun no la conocía, había estado en EEUU por negocios de la empresa seis meses y en ese breve periodo de tiempo, ellos se enamoraron, se prometieron, se casaron y se fueron de viaje.

Había visto alguna foto en facebook de ellos juntos, le parecía una chica guapa, estupenda para Alex que no merecía menos, su querido amigo que era casi como un hermano.

-Es preciosa tío, me vuelve loco de verdad. Estoy deseando que la conozcas, ha quedado en pasarse ya que estaba por la zona- dijo Alex mientras su rostro se iluminaba al pensar en ella.

-Me alegro mucho por vosotros, tengo ganas de verla en carne y hueso y preguntarla que ha visto en ti para casarse en seis meses- dijo Evan con una amplia sonrisa.

La camarera se acercó a su mesa y entregó una pequeña bolsa que tenía pegada una nota a Alex mientra le decía, - Disculpe señor, la señorita de la barra me ha pedido que le entregue esto, que usted sabrá que hacer con ello-.

Alex miró a la barra y allí estaba ella, con un pequeño vestido con flores verdes, su larga melena pelirroja le caía por los hombros, y miraba con una intensidad que dolía. Evan se quedó deslumbrado ante tanta belleza y sensualidad. Alex abrió la bolsa con cuidado y miró su contenido, sonrió y metió la mano en ella. Bajó la bolsa y enseñó con cuidado a Evan su contenido. Era un minúsculo tanga de encaje negro. Alex se relamió, sabía que quería ella, y sabía que lo quería ya.

-Martina es muy juguetona, si me perdonas un momento creo que tengo que enseñarle modales a mi nueva esposa- sin más se levantó y se dirigió hacia ella.

El beso que le dió fué descarado, hizo que una camarera se pusiera nerviosa al pasar junto a ellos. La cogió de la mano y se la llevó hacia los aseos.

Evan no era nuevo, sabía perfectamente lo que iban a hacer, imaginarlo le excito sobremanera. Se imaginó a Martina con ese vestido corto subido hasta los pechos y a Alex follandola contra una pared. Ahora era él el que tenía un problema, estaba empalmado y temía que se notara. Así que disimuladamente se levantó y fue hacía los aseos imaginado que ellos estarían en el de mujeres.

Pero algo le llamó la atención, sus imaginaciones no se hacían realidad, la recién estrenada pareja no follaba en el baño, discutía acaloradamente en el pasillo.

Alex forcejeaba con Martina mientras la decía que no quería que repitiera el numerito y menos delante de su amigo.

Ella le empujó para hacerse camino y salió como una bala del restaurante, Alex hizo el ademán de seguirla pero al ver a Evan en el pasillo se paró en seco y se disculpó por la escena.

-No pasa nada Alex, tranquilo, os acabáis de conocer como quien dice y tenéis que aprender a llevaros mutuamente, venga anda, vamos a tomar una copa y sigue contandome que tal en África.

El resto de la tarde Evan la paso inquieto, imaginado a Martina sin su tanga negro, excitada y pidiendo a gritos una buena follada. Esa imagen le torturaba, y se sentía mal porque era la mujer de su amigo, aunque no entendía porque no le había seguido en juego en el restaurante, si fuera él la hubiera dejado sin fuerza en las piernas después de follarsela a lo bestia en baño.

En el gimnasio las cosas mejoraron y cuando salió tenía la mente más despejada. Hasta que llegando a casa le llegó una invitación a su móvil. “A las 21:00 en mi casa, vamos a cenar y así conocerás por fin a Martina”.

Pensó en declinarla, pero la idea de volver a verla le atraía tanto como ella. A las nueve en punto estaba en casa de Alex con una buena botella de vino en la mano.

Martina abrió la puerta, sonrió y se presentó.- Hola Evan, tenía muchas ganas de conocerte, mi maridito no deja de hablar de ti.- Mientras decía esto besó a Evan en la mejilla y se acercó lo suficiente como para rozarle con sus grandes pechos que asomaban por su pequeño vestido. -Yo también tenía muchas ganas de conocerte Martina- dijo mientras sujetaba con fuerza la botella, al menos tenía donde poner las manos.

La cena fue animada y después vieron las fotos del viaje. Evan intercambio su mail con Martina para que ésta le enviara las fotos que más le gustaban y un amigo de Evan fotógrafo las sacaría en grandes cuadros para la casa en blanco y negro.

El Iphone de Alex sonó y su cara cambió de inmediato, eran los del sistema de alarmas de la oficina, algo la había hecho saltar y tenía que ir a poner el pin. Evan se ofreció a ir pero en su ausencia había cambiado el terminal y no sabía exactamente cómo reprogamarlo, así que Alex les dejo y prometió no entretenerse.

Mentalmente Evan calculó el tiempo que Alex tardaría, sería más de una hora entre llegar a la oficina y volver.

Martina se sentó a su lado en el sofá, dejando ver más de lo que Evan desearía. Ahora al tenerla cerca podía oler su perfume, ver sus ojos verdes y apreciar sus labios carnosos.

Estaba muy excitado, imaginaba si llevaba su tanga puesto o si acostumbraba a ir sin nada puesto. El pelo le caía sobre los pechos, ondulado, de ese color fuego que contrastaba tanto con su mirada. Evan nunca había deseado tanto a nadie, el hecho de que ella fuera de Alex la hacía inalcanzable, como una diosa y eso todavía le excitaba más.

Martina hablaba sin parar, reía y bebía vino. Cada vez estaban más cerca, cada vez su calor se hacía más próximo, y la erección de Evan prometía terminar con una rápida visita al baño si no quería hacer algo de lo que arrepentirse. Así que le dijo que iba a hacer una llamada rápida, que le disculpara cinco minutos. Evan se levantó y fué derecho al baño, cerró la puerta, se bajó el pantalón y empezó a tocarse la polla que estaba muy dura, tenía que terminar con eso.

Pero la puerta se abrió detrás de él, Martina entró en el baño,- te termino yo Evan- el forcejeó al principio, hasta que notó las manos de ella envolviendo su pene duro,  tirando arriba y abajo con maestría, sin decir más empezó a comerle la boca, a suspirar. Él agarró su pelo y tiró de él hacía atrás mientras buscaba desesperado su cuello y sus labios carnosos que sabían a placer y a deseo. Sus manos se deslizaron por sus pechos, duros, suaves, grandes, le bajó el vestido que no opuso resistencia y comenzó a lamerle un pezón que rápidamente se puso duro para deleite de su lengua. Martina olía tan bien como sabía, todo lo que había imaginado se quedaba corto con ella, sus manos seguían en su polla y ahora acariciaban su espalda y tiraban de su pelo mientras él la comía los pezones.

Evan llevó una mano entre las piernas de Martina, y como había imaginado no llevaba ropa interior, eso lo hacía todo más fácil. La giró y la empujó contra la pared, la levantó el vestido y ante el tuvo una imagen más perfecta de su vida, el culo redondo, prieto y firme de esa diosa.

Miles de ideas pasaron por su mente, la de cosas que la haría si tuviera tiempo. Pero no en esta ocasión. Evan dudó durante unos segundos donde meter su polla, el coñito de ella pedía a gritos una follada, estaba muy húmedo y caliente, pero esa imagen de su culo perfecto, no tenía la certeza de que se volviera a repetir. Así que sin mucha dilación mojó sus dedos metiendoselos en el coño y haciéndola gemir de placer, ella empujaba hacia atrás con sus nalgas buscando más y más fuerte, y eso era lo que iba a tener.

Evan sacó sus dedos del coñito de Martina que estaban muy lubricados y empezó a trazar círculos alrededor de su agujerito más prieto, ella jadeó pidiéndole más. Y el la metió un dedo y después otro mientras ella gemía. La polla de Evan iba a reventar, le humedeció con saliva  y apoyó su glande en el ano cerradito de ella.

  • Follame ya por favor -gritó ella. - Sus deseos son ordenes para mi - dijo Evan despacio, separando las palabras una a una mientras metía su polla en el prieto culo de Martina. La empujó contra la pared cuando dió su primera embestida metiéndosela toda y haciéndola gemir como una perra en celo. El vaivén se hacía eterno y Evan aumento el ritmo, ella pedía más y su polla entraba y salía salvaje como aquella follada. Evan llevó su mano al coñito de Martina y comenzó a rozar su clítoris mientras entraba hasta el fondo con cada embestida haciéndola contraer sus nalgas prietas. No tardó en correrse entre sus dedos hábiles y buscaba desesperada donde clavar sus manos, el azulejo resbalaba y ella se agarró a un toallero que tenía delante. Ante tal escena Evan se corrió enseguida, haciéndola gemir por sus brutales sacudidas y descargó toda su leche en su culo ya no tan cerradito. La agarraba de las caderas y la clavó las manos en sus sensuales curvas mientras se vaciaba.

Acto seguido se limitó a sacarle la polla, girarla y besarla dulcemente en la boca mientras la bajaba el vestido hasta los muslos y se lo subía tapándole los pechos.

Él se guardó su polla todavía dura y se subió los pantalones, cuando estuvieron ya compuestos salieron del baño y cada uno se sentó en un sofá.

Martina estaba incómoda, no encontraba postura, él se había esforzado para ello, para que mañana cuando se sentara pensará en él y en su polla dentro de su culito.

Continuará.....