Indiferencia Agridulce (VIII)
La respuesta de Tomás a la petición de Ignacio.
Hola a todos! lamento mucho la demora.... este capítulo estuvo guardado en el baúl por MUCHOS meses, espero me disculpen. De seguro muchos no recuerdan lo que ocurrio en los capítulos anteriores.... y bueno es a lo que me arriesgaba al demorarme tanto. Lo invito a refrescarse la memoria repasando los capítulos anteriores, si quieren.
No prometo una pronta entrega del cappítulo IX porque... bueno, tengo muchas ideas en mi cabeza últimamente. Pero espero terminarlo luego ;)
Bueno, no los aburro mas con explicaciones, aquí les dejo el:
Capítulo 8: Amor, un plan para acabar con todo, amor y más amor…
Ignacio:
Se lo dije, finalmente se lo pedí. No sabía cómo hacerlo. Me había propuesto como meta el pedirle a Tomás que fuera mi novio, y esa noche en la que use la excusa de tener frío para poder acostarme junto a él (cosa que deseaba más que nada en ese momento y sin otra intención) al fin se lo pedí.
-Tomas…- le llamé, después de haberle abrazado por la espalda y atraerlo hacia mí para sentir la calidez de su tersa piel.
-¿Dime?…- respondió, de forma nerviosa.
-Quería hablar de algo contigo- le dije, preparándome para lo que se venía.
Me encontraba nervioso y no sabía si realmente debía dar aquel paso, pues tampoco sabía cómo era el terreno en el que me estaba adentrando al hacer la pregunta del millón.
-¿Sobre qué?- me preguntó, y pude notar que él también estaba nervioso por los temblores de su voz. Respiré profundo y me arme de valor para decirlo.
-Bueno, como ya verás tu yo llevamos bastante tiempo en este flirteo y de esta forma de “amigos con derecho a roche” -comencé a decir, ya “lanzándome a la piscina” y arriesgándome a que pasara cualquier cosa- pero estoy aburrido de ello, siento que yo ya estoy listo para pasar al siguiente nivel y bueno… yo quería preguntarte si… tu… si tu… quieres empezar algo serio conmigo, si… ¿quieres ser mi novio?- dije finalmente, exhalando el aire de mis pulmones al haberlo dicho.
Al decirlo, sentí como que me liberaba, como si me quitara un peso de encima. Tomás por su parte, se quedó en silencio unos segundos en los que parecía que estaba meditando lo que yo acababa de pedirle, esos segundos se me hicieron eternos e hicieron que el pánico se apoderara de mi.
-Ignacio… yo…- iba a responderme, pero me apresure a interrumpirle.
-¡No hace falta que me respondas ahora!- exclame de pronto, separándome de él para salir de la cama, me puse de pié y me dirigí a mi cama- Lo siento, no debí preguntarlo, yo… me sentí abrumado por la situación, un poco confundido… lo siento… de veras, olvida lo que dije- decía nervioso, abriendo la cobija de mi cama y justo iba a meterme en ella cuando Tomás habló.
-Ignacio, mírame- dijo.
Me di la vuelta y le miré. Estaba sentado en su cama, en la penumbra de la habitación.
-Ven, siéntate aquí- me pidió de una forma tranquila, golpeando la cama a un lado suyo. Pude percibir una sonrisa en su rostro.
Le hice caso y volví a su cama, sentándome a su lado pero sin poder mirarle a la cara pues me sentía avergonzado y como un estúpido al haberle pedido tal cosa, cuando las señales eran claras. El no quería que fuéramos novios.
-Yo de veras, no quería decir eso…- empecé a decir, pero no me dejó terminar.
-Cállate, Ignacio- me interrumpió. Pero no de una forma brusca si no que como si estuviera divertido ante la situación.
En un momento encendió la lamparita que estaba sobre la mesa de noche entre las dos camas y sentí que se quedó mirándome, pero yo tenía la mirada en el suelo, aun avergonzado por lo tonto de mis acciones. No me reconocía, pues siempre me había mostrado decidido ante esa idea y creía que no me iba a ser tan difícil pedírselo. Pero los nervios me consumieron y no sabía para que Tomás estaba haciendo todo eso si me iba a dar una negativa.
-Mírame a los ojos- me pidió, tomando mi mentón y levantándome la mirada hacia sus verdes ojos, que me miraban de una forma intensa. Nos quedamos así unos segundos, mirándonos a los ojos y yo comencé a sentir que un calor recorría mi cuerpo.
-Si quiero, Ignacio, si quiero ser tu novio- dijo finalmente, acercándoseme lentamente a mí, sin quitar su mirada de la mía y plantándome un beso en los labios.
Yo estaba petrificado, ver a Tomás de esa forma, tomando él iniciativa de besarme y de decirme que sí, que si quería ser mi novio me sorprendió y me dejo un poco atontado por unos segundos hasta que reaccioné, le respondí el beso, pero pronto lo aparté de mi.
-¡¿Es… es en serio?!- le pregunté, incrédulo de que lo que acababa de decirme fuera cierto, pues no me lo creía, al igual que aquella vez en la playa, me era imposible creer que aquello estuviera ocurriendo, pero a la vez me sentía tremendamente feliz y contento de haber oído esas palabras. Palabras que ansiaba escuchar y que al fin eran realidad. Tomás estaba aceptando ser mi novio.
-¿Tengo cara de estar bromeando?- dijo Tomás, sonriendo y mostrando su blanca dentadura. Estaba enamorado de su sonrisa- Te dije que sí, que si quiero ser tu novio, que no quiero pensarlo y que acepto, seamos pareja…- decía, intentando que yo saliera de mi estado de asombro.
Lo único que pude hacer, fue tomarle con ambas manos la cara y atraerle hacia mí de forma lenta. Cuando nuestras frentes estuvieron juntas, nuestras narices pegadas y nuestras bocas a escasos centímetros le dije:
-No sabes lo feliz que me haces…-
Dicho esto, le planté un lento pero apasionado beso en los labios que él recibió de buena gana y nuestras lenguas se fundieron en un juego en el que se buscaban y se deseaban la una a la otra. A veces Tomás se alejaba de mí y yo le buscaba con mi boca, haciéndome hacia adelante, hasta que en un momento quedó recostado y yo sobre él mientras seguíamos besándonos. Quede como se dice “en 4 patas” sobre él. Con una mano me sostuve en la cama y con la otra comencé a recorrer la suave y tersa piel de su torso. A medida que avanzaban los segundos y nuestras bocas seguían unidas, mi entrepierna iba despertando, hasta que llegó un momento en el que estaba dura como el acero y luchaba por escapar del bóxer.
De un momento a otro, Tomás entrelazó sus brazos por detrás de mi espalda y me jaló hacia abajo haciendo que mi cuerpo quedara recargado sobre el suyo. Y fue en ese momento en el que me di cuenta de que su entrepierna estaba igual o más rígida que la mía… cosa que me sorprendió.
Nuestro interminable beso iba subiendo de tono, cada vez se tornaba más apasionado y yo comencé a moverme despacio sobre él, haciendo que nuestros miembros se rozaran el uno con el otro, pudiendo sentir como Tomás ahogaba un pequeño gemido en mi boca.
Decidí aventurarme un poco más y me separe de su boca para ir bajando lentamente hasta su cuello, que besé apasionadamente con lujuria y deseo. Había notado que esa parte de su cuerpo era especialmente sensible cuando otras veces nos habíamos besado y lo que lo confirmaba era que pude sentir que su respiración se agitaba y se volvía irregular. Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda y me atreví a bajar y a besar su pecho, comenzando por sus pectorales y llegando hasta uno de sus pezones, que lamí con total dedicación y oí como soltaba un gemido que venía reprimiendo hace bastante. Su piel tenía un aroma delicioso y me estaba volviendo loco de ganas de comérmelo entero a besos.
Me encontraba completamente entregado a la situación y solo me guiaba por instintos. Por ese instinto del deseo, pero también mezclado con amor y con cariño. Quería demostrarle a través de mis caricias y de mis besos cuánto le quería, cuanto deseaba estar con él y que solo fuéramos uno solo, entregados el uno al otro.
Fui bajando de a poco por su piel, dejando mi rastro con pequeños besos. El sabor y el aroma de su piel, hacían que me sintiera en la gloria, me sentía lleno y extasiado y mis movimientos eran lentos y delicados, buscando el no asustarle ni incomodarlo.
Llegué hasta su abdomen y fui besando cada uno de los cuadritos de sus abdominales que apenas se marcaban cuando respiraba. Iba a seguir mi camino, pero preferí hacerle esperar, hacer que de verdad lo deseara, y así aplazar un poco más ese momento que no quería que terminase nunca pues ese contacto tan íntimo con él, para mí era sublime y me llenaba de felicidad. Subí hasta su boca y seguí besándole, volví a posicionarme sobre él y nuestras miembros retomaron el roce de hacia unos minutos antes, pero esta vez de una forma más apasionada y sugerente. Tomás puso sus manos en mis nalgas y me apretaba contra él. Parecía que aquel roce le volvía loco.
Luego de estar unos minutos así mi mano fue descendiendo lentamente por su pecho y llegué hasta el elástico de su bóxer. Le miré a los ojos -en los que vi el reflejo de la llama entre nosotros- como pidiéndole permiso y él, captando mi señal, asintió. Puse mi mano sobre su entrepierna y pude sentir la dureza de esta y como ardía. Comencé a acariciarla por sobre la tela del bóxer por unos segundos, finalmente bajé el elástico y el miembro de Tomás salió inhiesto, como si hubiese estado esperando su liberación hace mucho.
Baje mi mirada y lo observé, era de dimensiones normales, pero de seguro estaba por sobre la longitud promedio... Lo envolví con mi mano y comencé a masturbarle lenta y acompasadamente, haciendo que soltara un gemido de gusto que parecía querer ahogar pero le era imposible, aumenté el ritmo y Tomás parecía retorcerse de placer debajo de mí. De pronto me tomó por la nuca y volvió a besarme apasionadamente mientras ahogaba sus gemidos en mi boca.
Estuve así por unos minutos más hasta que quise dar el siguiente paso, y sin consultarte fui bajando con mi boca por su cuerpo, haciendo el mismo recorrido que antes… bajé por su pecho, hasta llegar hasta su entrepierna y ahí tuve su miembro frente a mi cara, lo observé y lo tomé con mi mano y sin dudar ni un segundo, me lo introduje en la boca degustando el raro sabor del liquido pre seminal que emanaba de él; no tenía experiencia previa haciéndole sexo oral a otro hombre, pero me esmeré en hacerlo lo mejor que pude y creo que realmente lo estaba logrando, pues Tomás puso sus manos en mi cabeza, comenzando a gemir cada vez más alto y a retorcerse del placer. Debo ser sincero y decir que jamás se me había pasado por la mente llegar a hacer eso con otro chico, pero con Tomás era diferente, y estaría mintiendo si dijera que no disfrute hacer todo aquello.
Estuve así por varios minutos y de momento a otro me jaló hacia arriba y me dijo:
-Para, por favor, si sigues así esto acabará antes de lo previsto… y no quiero que eso ocurra- me pidió, en un tono entre lujurioso y divertido, con una sonrisa de excitación dibujada en su rostro y plantándome un beso más apasionado que antes…
Tomás:
Ignacio y yo éramos puro deseo y puro sentimiento. Jamás creí que la situación fuera a dar tal giro y ambos comenzáramos ese juego que sabíamos, habíamos esperado bastante y que yo había aplazado demasiado.
Ignacio había resultado ser bastante bueno dándome un placer indescriptible, era el gozo de sentir sus caricias y sus besos, mezclados con el cariño y el amor que sentía por él. Las sensaciones eran sublimes, maravillosas y me retorcía del placer cuando se metió mi pene en su boca y comenzó con una felación que hizo casi como un experto.
Esta vez era mi turno y quería retribuirle lo que acababa de hacer. Hice que nos cambiáramos de posición, quedando yo sobre él y nuestras miradas se encontraron: sus ojos se veían demasiado expresivos, demostraban deseo, cariño, lujuria, todo entremezclado; le besé los labios –nunca me cansaba de ello, pues su besos para mi eran como una droga- y fui bajando hasta su cuello, para luego ir bajando hasta sus pectorales, donde llegue a uno de sus pezones y lo lamí con ternura y pasión. Parecía que eso le volvía loco, pues revolvía mi cabello y su respiración estaba bastante agitada, repetí la misma acción en el otro pezón y después bajé hasta sus trabajados abdominales que lamí y saboree con intención de nunca olvidar a que sabía toda su piel… estaba extasiado y poseído por el deseo de ser uno solo con Ignacio.
Llegué hasta su bóxer negro, que marcaba lo crecida que estaba su entrepierna y donde se adivinaba una erección para nada despreciable que debía ser de una longitud bastante aceptable, más que aceptable, pensé. Comencé a darle unos besos por sobre la tela que lo volvieron loco. Puse especial dedicación en esa tarea, pues quería aplazar el momento… y que sufriera un poco, haciéndole esperar eso que tanto él como yo deseábamos…
Seguí besando su miembro por sobre la tela y finalmente le bajé el bóxer lentamente haciendo que su erección saliera de su prisión dando un respingo. Lo miré detenidamente por unos segundos y decidí continuar con mi juego de tortura. Lo tomé por la base y comencé a masturbarle lentamente, haciendo que soltara bufidos de placer. Yo hacía los movimientos de forma lenta y paciente, con la intención de volverle literalmente loco. Hice ademán de acercar mi boca a la punta del glande, pero desvié mi camino hacia uno de sus muslos y comencé a besas sus fuertes piernas, mientras dejaba su miembro libre de caricias. Fui subiendo por su pierna izquierda y llegue hasta su vientre, pasando por el lado de su pene, pero sin tocarlo. De su boca salían leves gemidos que evidenciaban que disfrutaba el momento, pero noté que comenzaba desesperarse cuando comencé a bajar por su pierna derecha, sin siquiera tocar su pene. Cuando me aburrí de hacerlo sufrir me puse frente al glande y comencé a respirar mas fuerte sobre el, mientras le masturbaba.
-Por favor… deja… de torturarme…- dijo, con la voz entrecortada por el placer que mi mano le estaba proporcionando.
Solo reí divertido y abrí la boca para finalmente introducirme su miembro en la boca. Debo decir que -modestia aparte-en el tiempo que estuve con Elías, la mejor forma de volverle loco era con mi boca… y esa vez, planeaba hacer exactamente lo mismo con Ignacio. Estuve algunos minutos haciendo aquello, mientras Ignacio gemía cada vez más fuerte. Hubo un momento en el que levanté la mirada observando la mueca de placer dibujada en su rostro y sus ojos cerrados mientras disfrutaba las sensaciones que le hacía sentir. Al parecer se percató de que le estaba observando porque abrió sus ojos y me miró, con sus ojos azules que me observaban llenos de placer. Me sonrió y me acarició una mejilla. Yo seguí con mi tarea, proporcionándole placer por unos minutos más hasta que de pronto dijo:
-No… no… para por favor- decía, jalándome hacia arriba- detente, tampoco quiero que esto acabe todavía, quiero disfrutar esta noche contigo-
Subí hasta su boca para besarnos de nuevo, y esta vez nuestros miembros se volvieron a rozar, pero esta vez sin tela de por medio, lo que hizo que las sensaciones se multiplicaran. El sentir el calor de su sexo rozándose con el mío era otra de las sensaciones que me provocaban demasiado placer.
De un momento a otro, sus manos, que estaban acariciando mi espalda, fueron bajando lentamente hasta posarse en mis nalgas, y capté el mensaje de lo que aquello significaba. Abrí mis ojos para encontrarme con la mirada de Ignacio y una sonrisa entre nerviosa y traviesa en su rostro, solo sonreí enternecido y asentí. Me separó de él y se puso de pié yendo hasta su bolso donde hurgó hasta que encontró lo que buscaba. Cuando se giró hacia mí para volver a la cama, pude ver lo que traía en la mano: un preservativo y un bote de lubricante.
-¿Ya tenías previsto que esto ocurriría?- le pregunté, mostrándome sorprendido y un poco ofendido, sentándome en la cama- ¿Tan seguro estabas de que caería rendido a tus encantos?-
-Soy un hombre precavido- dijo él, sentándose en la cama- Además, si no los usaba contigo, de seguro había otra persona con quien…-
-¡Hey!- exclamé interrumpiéndole, mostrándome claramente molesto- ¡Pues entonces vete a usarlos con otra persona!- dije, dándole la espalda.
-¡Es broma, tonto!- dijo, riéndose- No tengo ojos para nadie más, que no seas tú- dijo con un tono meloso, acercándose a mi espalda.
-Ya no quiero seguir con esto, tengo sueño- dije, haciéndome de rogar y cruzándome de brazos.
-¿Estás seguro?- preguntó en un tono seductor, acercando su boca a mi cuello por detrás, besándome en esa zona y haciendo que se me erizara la piel. Sentí el calor de su pecho pegado a mi espalda, sus brazos rodearme por la cintura y su miembro duro como una roca pegado a mi espalda baja. No pude resistirme y me puse de pié, saliendo de entre sus brazos.
-Creo que soy la persona más débil de este planeta- le dije, sonriendo de forma lujuriosa y poniéndome frente a él, besándolo y luego empujándole para que quedara recostado en la cama.
Me subí a la cama y me puse sobre él, mirándole directamente a los ojos y sonriendo. En su rostro también se dibujó una sonrisa y continuamos besándonos… Fue así como me decidí y tome el bote de lubricante, me eche un poco en mi mano y me lo unté en la entrada de la zona anal. Ignacio me observaba anonadado por la iniciativa que yo estaba tomando, pues de seguro creía que él iba a ser el que llevaba la “voz cantante” pero se había equivocado.
Abrí el preservativo y se lo puse detenidamente y sin prisas. y cuando sentí que todo estaba bien lubricado, lo miré a los ojos y sonreí, posicioné su miembro a la entrada de mi ano y comencé a descender, haciendo que este fuera entrando poco a poco.
Ignacio solo me miraba, mientras se quedaba quieto y cuando sintió que estaba penetrándome, soltó un pequeño gemido y se mordía el labio inferior, de seguro por el inmenso placer que estaba sintiendo al penetrarme. Yo sentía un poco de dolor, por lo que iba bajando lentamente para que mi interior se fuera acostumbrando a tener a aquel visitante dentro, intenté relajarme todo lo que pude y en parte la excitación que sentía en ese momento, me ayudaba. Fui descendiendo lenta y pacientemente, y sabía que Ignacio estaba disfrutando enormemente por la expresión de placer en su rostro, mientras nos mirábamos a los ojos sin decir nada, transmitiendo sentimientos a través de la mirada… aquello me parecía sublime y sentía que ambos estábamos conectados de una forma que hasta ahora incluso me es tremendamente difícil describir.
Cuando la penetración estuvo completa e Ignacio estuvo enteramente dentro de mí, espere unos segundos a acostumbrarme del todo y cuando sentí que el dolor hubo menguado, comencé un lento vaivén, subiendo y bajando sobre el miembro de Ignacio. Comencé a sentir un enorme placer inundando todo mi cuerpo cuando bajaba, podía sentir como su miembro entraba y salía, y aquello me estaba volviendo loco de placer. Estuve así por varios minutos, los gemidos de Ignacio se volvían cada vez más fuertes y los míos también, pues estaba experimentando un enorme placer, y no era tanto por tenerle dentro de mí, sino porque aquello no era solo sexo, era más que eso: Ignacio y yo estábamos haciendo el amor, algo completamente diferente a un mero polvo… Me sentía feliz en mi interior, lleno de gozo, de amor, de cariño y todas esas sensaciones mezcladas con el placer físico que estaba experimentando, me hacían sentir que tocaba el cielo.
De un momento a otro, Ignacio se irguió, quedando sentado en la cama y yo quede aun sentado sobre su sexo, continuaba cabalgándole y él me rodeo con sus brazos, pegando su cuerpo con el mío. Su boca quedaba a la altura de mi pecho y comenzó a besarme en esa zona, mientras yo pasé mis brazos por detrás de su nuca, intentando afirmarme de algo para continuar con esa danza, que me hacía suspirar del placer.
Ignacio hizo una maniobra y delicadamente me tomó en brazos, girándome hasta dejarme recostado de espaldas sobre la cama y él sobre mí. Separó mis piernas y quedo de frente a mí, mirándome mientras ahora era él quien llevaba el ritmo de la penetración de forma acompasada, ni muy lenta ni muy rápida, mientras ambos gemíamos y ya nuestros cuerpos estaban cubiertos por una leve capa de sudor.
No dejamos de mirarnos en ningún instante, no decíamos nada y nuestros ojos hablaban por si solos. El contacto visual era intenso y el único ruido que salía de nuestras bocas eran gemidos, que ahogábamos a veces con apasionados besos, estuvimos así por largos minutos, disfrutando y amándonos.
Llego un momento en que no aguanté más y debido a la mezcla entre emociones y sensaciones que estaba teniendo, sentí que me desvanecía, que estaba teniendo un orgasmo y no me pude contener hasta que acabé en mi pecho. Al mismo tiempo, en que Ignacio seguía con su vaivén y al sentir las contracciones de mi esfínter, comenzó a retorcerse y a gemir más fuerte, hasta que sentí que estaba acabando dentro del preservativo.
Luego de haber experimentado tan placentera sensación como lo es un orgasmo, quedamos rendidos sobre la cama. Ignacio quedo tendido sobre mi pecho y luego de unos segundos que uso para recuperar el aliento, se levanto y afirmándose con sus brazos a cada lado de mi cabeza y me miró a los ojos nuevamente, de forma seria. Su mirada me inquietó un poco, pero pronto sonrió y me tranquilicé, sonriendo de igual forma. Me encontraba flotando en una nube de felicidad y de placer, la sensación era increíble, tanto, que solo podía sonreír.
Estuvimos unos minutos más recostados en la cama, recuperando fuerzas y cuando nuestra respiraciones volvieron a ser regulares, nos dirigimos al baño a asearnos para luego acostarnos a dormir. Volvimos a la cama, nos acostamos quedando frente a frente y nuestros ojos volvieron a establecer ese contacto intenso. Estuvimos así unos segundos y me dijo:
-No me esperaba que todo esto ocurriera, de hecho, esperaba una negativa de tu parte… pero debo decir que me has hecho la persona más feliz de todas…- dijo, abrazándome y pegando nuestros cuerpos.
Solo pude sonreír y agregar:
-El más sorprendido de todo esto fui yo… me asaltaste con esa pregunta que me hizo tambalear en el equilibrio que mantenía hasta ahora- le dije- pero también estoy feliz por esto, no sabes cuanto… -dije, quedándome unos segundos en silencio-Pero ahora vamos a dormir, ya son casi las 1:30 am y mañana tenemos que levantarnos temprano-
-Si, está bien… buenas noches- me dijo, dándome un corto beso en los labios.
-Buenas noches, que duermas bien- le respondí, dándome la vuelta, quedando de espaldas a él.
-Durmiendo contigo de esta forma, tendré el mejor de los sueños, no lo dudes- me dijo al oído.
Solo pude reír y apegarme a su cuerpo para sentir calor, pues luego de pasado todo el “momento de pasión” volví a sentir frío y el cuerpo de Ignacio me proporcionaba el calor necesario. No pasó mucho tiempo y caímos los dos rendidos en los brazos de Morfeo…
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A la mañana siguiente, poco a poco fui abriendo los ojos y supe que ya era de día por la claridad que invadió mis ojos apenas desperté. Abrí los ojos lentamente y tal fue mi sorpresa, que frente a mi me encontré los ojos de Ignacio mirándome fijamente, como embobado y cuando notó que yo desperté, esbozó una sonrisa.
-Buenos días, bello durmiente- me dijo, pasando su brazo por mi cintura y atrayéndome hacia él- ¿cómo dormiste?-
-Pésimo, hubo alguien que se movió toda la noche y me incomodó demasiado, creo que es mejor dormir solo…- respondí con ironía y aguantándome la risa.
-¿Ah, si?- me dijo, frunciendo el ceño y comenzado haciéndome cosquillas.
-¡Hey, no, basta detente!- le pedí yo estallando en carcajadas y moviéndome como pez fuera del agua. Se detuvo, me miró y me dio un beso en los labios.
-Te quiero…- me dijo, en un susurro.
-Yo… no lo sé, creo que también- le dije, poniendo expresión pensativa, lo que hizo que volviera a las cosquillas- ¡no, no, no!- exclamé, desesperándome de nuevo- Si, yo también te quiero- le dije entre risa mientras comenzábamos una lucha sobre la cama, desordenándola toda. Me sentía alegre y entre risas, comenzamos a forcejear hasta que llegó un momento en que me tuvo inmovilizado quedando encima de mi y me volvió a besar, aun yo estando inmóvil, y seguimos besándonos hasta que comenzó a subir la temperatura de la situación, pero un golpe en la puerta nos interrumpió.
-¡Chicos, levántense!- dijo fuerte una voz femenina al otro lado de la puerta que reconocí como la de Malena- en 20 minutos estará servido el desayuno en el comedor… ¡no demoren!- y escuchamos que después de eso se alejó de la puerta.
Ignacio, que aún seguía sobre mi, me miró con una sonrisa pícara en su rostro.
-¿Qué hora es?- le pregunté.
-Son las 8:43... Creo que no tenemos mucho tiempo ¿Nos duchamos juntos?- me ofreció, de forma traviesa.
-Me parece una oferta… tentadora…- dije yo, de nuevo con una expresión pensativa y haciéndome de rogar.
-¿Tentadora? Yo me estoy tentando de hacerte cosquillas de nuevo- dijo, bajando sus manos hasta mi cintura.
-Acepto… - le dije, sabiendo que no me quedaba escapatoria y porque en principio yo también deseaba aquello…
En la ducha, hicimos una que otra travesura y… la situación me encantaba, me sentía de cierta forma en una felicidad inesperada y llenadora, en cada momento me daba cuenta de que muchas cosas de Ignacio me fascinaban, su sonrisa, su aroma, su voz, su forma de mirarme, de desearme con su mirada. Todo eso me hacía sentir bien, que a alguien le importaba, me hacía sentir querido…
Cuando estuvimos listos y vestidos, bajamos al comedor a desayunar con los demás. Esta vez le dije de nuevo que se sentara con su grupo, que ya tendríamos tiempo para estar juntos, puso mala cara y lo hizo de mala gana, pero al final me hizo caso.
Luego de desayunar los profesores nos dijeron que teníamos una hora para andar por ahí y luego comenzaríamos las actividades así que con Ignacio decidimos salir al gran jardín que tenía el hotel y que estaba cubierto casi entero por nieve, nos abrigamos bien y nos dispusimos a caminar por el patio. A otros también se les ocurrió salir luego del desayuno por lo que no estábamos solos en ese lugar. Ignacio y yo íbamos caminando el uno junto al otro, cuando de pronto me di cuenta de que se quedó atrás…
-Tomás, ¡mira esto!- me llamó, y cuando iba a darme vuelta algo me impactó de lleno en la frente, junto con el estallido de una estridente carcajada. De inmediato supe que se trataba de una bola de nieve y que Ignacio quería guerra…
En un rápido movimiento, tomé nieve del suelo, arme una bola y se la lancé con toda la fuerza que pude, impactándole esta en el estómago.
-¡Hey, eso dolió!- exclamó, llevando sus brazos a cubrirse el estómago.
-Conmigo no te metas, Ignacio Dávalos, conmigo no…- le dije fingiendo seriedad pero tentado de la risa, tomando mas nieve para formar otra bola y lanzársela.
Fue así como comenzó una guerra de nieve entre los dos, ante la mirada divertida de otros que estaban también sentados en algunas bancas, o dando vueltas. Y además ante la mirada de dos personas que serían en un principio lo que acabaría con mi felicidad.
Mariana:
Llegar a un colegio nuevo (porque me habían echado del anterior por pelear con una chica) y más aun a mitad de año, era sin duda, terrible. Por suerte tuve que valerme de mi habilidad para el habla y pude conocer gente que de primeras me pareció agradable. Pero aun así, claro, no tenía a mis amigas de siempre ni era mi zona de comodidad, yo era una completa extraña.
Me encontraba en ese raro viaje que realizaban en esa escuela y al que me habían invitado al inscribirme en ella. En un principio no me agradó la idea, pero después de pensarlo bien, de seguro serviría para conocer a alguien y no comenzar las clases tan sola.
Aquella mañana, me levanté un poco tarde por lo que obviamente llegue tarde también al desayuno. Así que decidí tomar mi taza de café junto con un sándwich de jamón y salir al jardín pues la mañana no estaba tan fría y el sol daba un calor que, aunque débil, era un tanto reconfortante y se sentía bien.
Y que bien que hice al salir al jardín, pues ahí me encontré con ese chico que había captado mi atención desde ayer en la cena. Llevaba puesto un abrigo negro, una bufanda y unos jeans. Sin duda era muy guapo. Iba acompañado de otro chico un poco más bajo y delgado que intuí, debía ser su mejor amigo, pues se les veía bastante a gusto juntos y parecían tener confianza por la forma en que se les veía conversar. Me fue imposible quitarles la mirada de encima y ver qué era lo que hacían, pues me causaba curiosidad. Por estar observándolos mientras bebía de mi café, no me di cuenta de que alguien se había acercado a mí y estaba de pié a mis espaldas.
-¿Interesada en alguno de esos dos?- me preguntó de pronto, haciendo que me sobresaltara por lo cercana a que al sentí.
-¡Dios, que susto me has dado!- exclamé, un tanto molesta.
-Lo siento, no fue mi intención- se disculpó, tomando asiento a mi lado- es que estabas demasiado concentrada mirándoles que no te diste cuenta que me acerqué-
-Yo no estaba… mirándoles- dije, sabiéndome descubierta.
-Oh vamos…- dijo él, riendo mientras observaba como ambos chicos habían comenzado una guerra de nieve y se divertían- estabas ensimismada mirándolos ¿acaso te interesa alguno?- me preguntó.
-¿Tengo que responderte esa pregunta, desconocido?- le dije yo, dándome la vuelta a mirarlo.
-Solo si quieres, no te obligo- me respondió calmadamente.
-Pues sí, el de abrigo negro me parece bastante atractivo ¿lo conoces?- pegunté, ya resignándome a que había sido descubierta.
-Ese es Ignacio Dávalos- respondió el, sin quitarles aún la mirada de encima- y el otro que está con él, el de abrigo café, es Tomás Lastarria-
-¿Ignacio tiene novia?- pregunté a quemarropa, arriesgándome a que el chico, del que ni siquiera sabía aun el nombre supiera mis intenciones.
-Veo que estás bastante interesada ¿eh?- agregó, sonriendo con malicia- y respondiendo tu pregunta, no, no tiene novia-
Y la verdad es que si, el chico se me hacía muy atractivo y tenía deseos de acercarme a él, que debía ser… mío. El día de ayer, entre las preguntas que alguno de los chicos me hacía, no podía quitarle la mirada de encima mientras le veía en otra de las mesas, conversando y riéndose con sus amigos. Me hubiese gustado estar en esa mesa.
-Ya veo…- le dije pensativa- y si, la verdad es que si estoy interesada en él- confesé, dejándolo a él en silencio unos segundos mientras pensaba lo siguiente que iba a decirme.
-Lástima que no tengas oportunidad- dijo de forma misteriosa.
-¿Por qué?- pregunté, mostrándome interesada en lo que ese tipo tenía para decirme- dijiste que no tenía novia-
-Claro… eso fue lo que dije, no tiene “novia” –dijo haciendo énfasis en esta última palabra- pero si tiene novio…- concluyó finalmente.
Aquello me sorprendió de primeras, pues no se me había pasado por la cabeza aquella posibilidad. Vamos… que una no va por la vida, por la calle o por donde sea pensando “ese chico es guapo, pero ¿será gay?”. Eso no ocurre, Pero dude un poco de si lo que me estaba diciendo era verdad o no.
-No te creo, estás bromeando- le dije yo, divertida ante lo que acababa de decir aquel chico misterioso, que no sabía porque pero comenzaba a caerme bien.
-¿Me creerías si te digo que los vi besándose en un baño?- agregó, apuntando hacia donde estaban Ignacio y Tomás.
-¿Los viste?- pregunté yo- ¿te refieres a que estaba con ese chico, Tomás?-
-¡Bingo!- respondió- eres inteligente, Mariana. Efectivamente estaba con Tomás, con… mi Tomás- agregó al final.
-Ahh… ya veo… tú estás interesado en el otro chico ¿no es así?- pregunté bebiendo un sorbo de mi café y notando las intenciones de ese amigable chico y sonriendo maliciosamente al saber el por qué de su repentino acercamiento. Definitivamente comenzaba a verle como un aliado.
-No dejas de sorprenderme, señorita- dijo, dándose vuelta a mirarme y sonriéndome de forma cómplice- Es simple, tu quieres a Ignacio y yo a Tomás…-
La idea me agradaba, pero si Ignacio prefería a los chicos yo no tenía nada que hacer ahí y no tenía oportunidad con el chico. Yo en realidad (y aunque suene algo… zorra) no tenía problema con quitarle el novio a las demás. Tengo que confesarlo. La razón por la que pelee con esa chica en mi anterior escuela (y por la cual fui expulsada) fue precisamente porque su novio… sucumbió a las “tentaciones de la carne” y bueno, tengo que admitir que el chico estaba para chuparse los dedos…
-¿Me estás proponiendo algo indirectamente?- le dije, captando lo que tenía en mente ese chico.
-Como te dije, es simple- dijo, volviendo la mirada hacia ellos, que seguían jugando con la nieve- me ayudas a separarlos y tenemos el camino libre con cada uno…-
-Pero dijiste que Ignacio le gustan los chicos, yo no tengo chance entonces- agregué, insegura.
-Ignacio fue siempre heterosexual, o al menos eso quiero creer- dijo él- de seguro Tomás le sedujo de alguna forma, o quizás es bisexual… pero en el pasado Ignacio estuvo con chicas así que tienes chance, no te preocupes. Además en el estado que estará cuando llevemos a cabo el plan que tengo en mente… no diferenciará mucho, será presa fácil- decía mientras una sonrisa de maldad y triunfo se dibujaba en su rostro y que me contagió a mi pues ambos tendríamos lo que queríamos; se sentía bien tener un aliado en aquel nuevo periodo que comenzaba.
-¿Y cuál es ese plan?- pregunté, curiosa.
-Aun no tengo nada en mente, pero ya se nos ocurrirá algo y se me hace que la fecha adecuada será el cumpleaños de Ignacio- respondió, mirándome a los ojos buscando mi complicidad-Falta un poco para eso, pero asi tendremos tiempo de ir preparando el terreno- finalizó, sonriendo. Me le quedé observando y por primera vez noté que era bastante guapo, tenía los ojos verdosos y una sonrisa bastante atractiva, que se veía mejor aun, sonriendo de aquella forma maliciosa.
-Me agrada como piensas, querido- le dije - a propósito hay algo que aún no me dices…-
-¿Qué es?- me preguntó confundido.
-Tu nombre-
-Damián…- respondió- Damián Salgado, a tus órdenes madamme- dijo de forma divertida e imitando una reverencia.
-Un gusto, Damián- dije mientras me terminaba de beber mi café y me ponía de pie para ir a pasear un momento y pensar- Nos vemos luego, guapo- le dije, alejándome de él.
-Adiós, no vemos…- respondió poniéndose de pié y yendo en dirección contraria a la mía.
Lo que proponía me gustaba y en parte… hacía tiempo que tenía ganas de jugar…
Malena:
La llegada de Sofía y Martín al instituto había sido una gran sorpresa para mí, nunca se me había siquiera pasado por la cabeza reencontrarme con ese par. Si bien seguíamos teniendo una especie de contacto por Facebook y eso de las redes sociales, el contacto era mínimo.
Estaba muy contenta de volver a verlos y lo bueno fue que de inmediato ambos se llevaron muy bien con Tomás y Vicente, por lo que no tardamos en integrarlos a nuestro grupo y la verdad es que pasamos mucho tiempo de calidad los cinco.
Lo que si me sorprendió mucho fue la reacción de Nico al ver lo cercanos que Martín y yo nos habíamos mostrado. Pero claramente esa cercanía no tenía nada de especial pues Martín me había puesto al tanto de todo hasta la fecha y me había dicho que le gustaban los chicos, por lo que era imposible que entre él y yo ocurriera algo.
Y justamente una de las noches, la del cuarto día del viaje, cuando Martín y yo nos encontrábamos conversando en uno de los sillones de la sala común del hotel, junto a la chimenea, me llegó un mensaje de texto de Nico, que decía: “Estás ocupada? Podrías venir a mi habitación?”.
Aquel mensaje me causó extrañeza, puesto que en todo el viaje apenas se había dignado a mirarme o a mandarme un mensaje de texto como solíamos hacerlo. Debo decir que soy una persona bastante orgullosa por lo que si él tenía algún problema conmigo, yo no iba a preguntarle que le ocurría hasta que él se dignara a hablarme, así había decidido restarle interés a la situación.
Al parecer Martín, que siempre fue muy perspicaz, notó mi cambio.
-Es de Nico ¿no?- preguntó.
-Si, así es- le respondí, sonriendo mientras miraba la pantalla de mi teléfono.
Martín y yo habíamos desarrollado una confianza de forma bastante rápida, tanto, que había sido al único al que le había contado con lujo de detalle (a excepción de lo más íntimo, claro) todo lo ocurrido con Nico. Y en principio porque él lo había notado, como dije, era demasiado perspicaz, pero además era muy bueno escuchando.
-Quiere que vaya a su habitación- agregué, mirándole indecisa.
-Ah… ya veo… el chicuelo quiere acción- respondió Martín, de forma picarona.
-Nada de eso- le respondí riendo- de seguro se aburrió de que no me importara que este enojado y quiere hablar las cosas conmigo. Creo que lo conozco demasiado…- dije yo, sonriendo, mas para mí que para él.
-Está bien, ve, además a mí ya me está dando sueño así que me iré a dormir- me dijo, de forma tranquila y poniéndose de pié.
Yo hice lo mismo y nos dimos las buenas noches mientras yo lo veía irse. Mirándolo de espalda, no pude evitar pensar en lo triste que era que un chico tan bueno y guapo como lo era Martín fuera gay, las mujeres perdían un gran ejemplar de hombre… ¡Dichoso el chico que tuviera la oportunidad de estar entre sus brazos! Cuando me di cuenta de las cosas que estaba pensando, me decidí a ponerme de pié e ir a la habitación de Nico a ver que quería. Subí escaleras y caminé entre pasillos, y cuando llegué frente a su puerta, golpee y esperé hasta que luego de unos segundos, abrió y me miró con sonrisa inocente, como si nada hubiera ocurrido.
-¿Qué ocurre?- le pregunté yo, fingiendo seriedad.
-Hola Malena ¿Cómo estás? Yo estoy muy bien, gracias, no te preocupes- respondió, irónico y entrando en la habitación, dejándome el paso libre.
-Que divertido eres, Nicolás- le dije, continuando la ironía- y creo que no entiendo mucho, chico-
-¿Por qué lo dices, Malena?- me preguntó, siguiendo ese juego de ironías.
-Después de que fuiste tú quien me estuvo ignorando estos cuatro días por motivos que desconozco completamente…- le respondí, manteniendo mi semblante serio y entrando en la habitación- Me envías un mensaje para que venga a hablar contigo y me recibes asi, como si no pasara nada…- finalicé, mostrándome enojada. Le observé y me fijé en lo sexy que se veía: llevaba solo una pantaloneta corta y una camiseta de tirantes blanca ajustada que dejaba ver parte de sus pectorales. Y no supe si esa ropa se la ponía a propósito para provocarme o qué, pero él siempre lo supo lo débil que soy ante él.
-Tú has sido la que me ha ignorado por estar con tus nuevos amigos, o más bien, para ser exactos, con tu nuevo amiguito…- dijo, mostrándose enojado y sin mirarme a los ojos. Y lo único que yo pude hacer fue largarme a reír.
-¿Qué es lo gracioso?- me preguntó, ya claramente molesto y levantando la mirada, parecía disgustarle que yo me estuviera riendo en vez de mostrar la seriedad que supuestamente el momento ameritaba.
-Lo gracioso, Nicolás…- le respondí cuando dejé de reír- es que estás celoso-
-No estoy celoso… es solo que… ¿no se te ocurrió otro cliché que decirme?- balbuceaba, mientras un sentimiento de ternura me invadía, me gustaba ver a Nicolás de esa forma.
-No se me ocurrió otro cliché, porque lo único que puedo ver en tu palabras es que… estás celoso, admítelo Nico- le interrumpí mientras me acercaba a él con una sonrisa triunfante.
-¡No! No estoy celoso- decía de forma insegura.
-Si lo estás, cariño, y eso de cierta forma me gusta bastante…- le dije poniéndome delante de él y muy cerca suyo.
-Estas malinterpretando las cosas, Malena- me decía molesto y parecía estar incomodo porque lo había descubierto.
-Admítelo, estabas celoso, te conozco demasiado, ya me habías hecho un ataque de celos anteriormente y fue igual que ahora- le decía yo, sonriendo aún. Él se quedó unos segundos pensativo pues parecía tener alguna lucha interna de emociones, pero no decía nada.
-¡Si, está bien, lo admito estoy celoso, me da rabia verte con ese tipo y como te mira, como conversa contigo y detesto ver que disfrutas su compañía, se te nota que te gusta estar con él!- dijo finalmente, estallando, alejándose de mí y acercándose a la ventana para mirar hacia afuera mientras me daba la espalda.
Yo me quedé un poco sorprendida pues esperaba que lo negara hasta el final como solía hacerlo, además sabía que Nicolás era orgulloso y que no iba a admitir algo que “le avergonzara”, solo me quedé ahí de pié y con unas tremendas ganas de abrazarlo pero me contuve y quise jugar un poco más.
-Lo sabía…- murmuré yo, sentándome en la cama y conteniendo las ganas de estar junto a él.
-¿Qué lo sabías? ¿Solo eso vas a decir? ¿No dirás nada mas?- me dijo dándose la vuelta, con las manos en su cintura y mirándome con enojo.
-¿Y qué quieres que diga?- le dije yo, fingiendo calma y desinterés. Sabía perfectamente lo que Nicolás quería que hiciera y dijera, pero no se la iba a poner tan fácil, una chica tiene dignidad y… tiene que hacerse desear ¿o no? No hay que entregarse en bandeja a los hombres o si no creerán que siempre tienen el poder sobre nosotras -Tu y yo no somos nada en concreto así que… no sé si recuerdas el acuerdo que hicimos hace mucho, y que tus celos quedan fuera de él-
La cara de sorpresa de Nicolás fue lo que más gracia me hizo, pues de seguro no se esperaba esa respuesta de parte mía, su expresión solo duró unos segundos, se quedó en silencio y se volvió a girar hacia la ventana.
-¿Hay algo entretenido que tengas en mente para hacer?- le dije (sin doble sentido alguno, aclaro) recostándome en la cama y estirándome sobre ella. Nicolás seguía en silencio hasta que luego de unos cortos minutos se dio la vuelta, se acercó a mí y me preguntó, mirándome intensamente a los ojos:
-¿Qué sientes por mí, Malena?- dijo.
-¿Es en serio?- le dije yo, volviendo a sentarme en la cama – Te estás poniendo cursi, Nico-
-Respóndeme Malena, necesito saberlo-
La situación se me estaba haciendo demasiado divertida y sobre todo por el hecho de que los papeles estaban invertidos pues como es común (y aunque suene algo machista o como se quiera ver) los hombres en la mayoría de los casos son los insensibles y que demuestran que la cosa poco les importa, y las chicas somos las mas lloronas o que nos importa más la relación, pero claro, a mi me gustaba salir de lo común.
-¿Por qué me estas preguntando eso, Nicolás? Te estás saliendo del acuerdo…-
-¡A la mierda puto acuerdo, Malena! ¿No te das cuenta?- me preguntó, acercándose aun más a mí y sosteniendo esa mirada intensa que expresaba bastante lo que sentía- Me terminaste gustando más de lo que esperaba, hace mucho que siento más cosas por ti de lo que podría llegar a sentir un simple amigo “con derecho a roce”… Malena me gustas mucho como para seguir ateniéndome a ese acuerdo que hicimos hace mucho e ignorar todas estas cosas que siento…- me dijo, finalmente.
Ok, aquello rebasaba lo cursi pero… caló hasta lo más hondo de mi corazón, debo decirlo.
Hubo un momento en que nos quedamos ahí, de pié, mirándonos aún de forma intensa y sostenida. Me gustaba estar así con él; muchas veces cuando pasábamos tardes enteras juntos en mi casa o en la suya, nos quedábamos en silencio mirándonos a los ojos por largos minutos tal y como estábamos haciendo en ese instante en la habitación del hotel, donde se podía sentir en el aire lo que había entre nosotros, era atracción pura, cariño, amor… Algo que yo hace mucho sentía por él, pero que me había negado a expresar y a decirle por miedo a que él no sintiera lo mismo, pero ahora… ahora todo estaba aclarado y no quedaba más que entregarme a los sentimientos y dejar que todo fluyera.
-Creo que… tardaste mucho en decirlo- le dije, acortando toda distancia entre nosotros y pasando mi manos por sobre sus cuello, para luego poner mis labios muy cerca de los suyos.
-¿Eso qué significa?- me preguntó con voz melosa y pasando sus brazos por mi cintura, atrayéndome hacia él.
-Que tu también me gustas más de lo que quisiera, que me encantas, que me traes loca, me fascinas Nicolás- le dije, juntando mi frente con la suya- hace mucho que siento esto, pero no quería darme cuenta, no quería admitirlo porque tenía miedo de expresarlo y que tu no sintieras lo mismo, que solo quisieras seguir con el plan de amigo con derecho a roce… ¿Cuánto tiempo hemos perdido?-
-Creo que meses…- me respondió divertido.
-¿Y es tiempo de recuperarlos?- le pregunté, cerrando mis ojos e inspirando profundamente el aroma de su perfume mezclado con la esencia de su piel.
-¿Quieres ser mi novia?- me preguntó de lleno, sin preámbulos y precipitadamente, aquello me hizo gracia, pues siempre Nico se había caracterizado por ser así, directo al grano al igual que yo.
-¿Hablas en serio?- le pregunte, divertida, aun ente sus fuertes brazos y sonriendo con los ojos cerrados, me sentía feliz- ¿no te arrepentirás después? ¿no querrás tu libertad?-
-De eso nada, si mi libertad está limitada por ti… ¡soy feliz con ello!- respondió, estrechándome aún más fuerte.
-En ese caso, acepto, si quiero ser tu novia- le dije, abriendo mis ojos y encontrándome con una sonrisa de felicidad de parte suya, estaba radiante, como un niño.
Acto seguido, me besó en los labios de forma lenta, tierna, con sumo cuidado, haciéndome sentir una sensación de goce y felicidad que me llenaba por completo… Fue así como estuvimos por largos minutos, hasta que decidimos acostarnos a dormir, aquella noche dormiría con él puesto que su compañero de habitación se había ido también con su novia y tendríamos la habitación solo para nosotros. El resto de la noche estuvimos entre besos, caricias y abrazos, regaloneando y disfrutando la compañía del otro y aunque sea difícil de creer, no ocurrió nada mas allá de eso y me sentía contenta con ello, puedo decir que esa noche fui la chica más feliz que pisaba la tierra, puesto que dormir abrazada al hombre que en ese momento me hacía feliz, era lo único que necesitaba.
Tomás:
El viaje de invierno fue sin duda una gran experiencia y tengo admitir que la pasé bien, muy bien, de seguro mucho mejor de lo que lo habría pasado si me hubiese quedado solo y encerrado en mi casa. Ignacio y yo formalizamos lo nuestro y tuvimos nuestra primera vez juntos de la mejor forma que pudo ocurrir, todo fue genial, mágico, y los días siguiente que pasamos juntos para mi fueron mágicos en esa hermosa ciudad sureña.
El viaje en sí, fue bastante tranquilo a excepción de un pequeño, o más bien, gran incidente que ocurrió la última noche del viaje, en la que a un grupito se les ocurrió escaparse a la media noche a un club y volver borrachos a alta horas de la madrugada, haciendo ruido y escándalo; lo que hizo que los encargados del hotel llamaran a los profesores y… está demás decir lo que ocurrió después. Solo resumo que a los involucrados se les dijo que cuando las clases comenzaran recibirían la sanción adecuada al comportamiento que habían tenido esa noche.
Los días del viaje estuve contento y alegre, por lo que el tiempo se me hizo humo. Y es que hacía mucho tiempo que no me sentía así, radiante, con ganas de disfrutar, de vivir, de estar en el presente sin atormentarme por los fantasmas del pasado que hasta hace poco me habían estado persiguiendo sin descanso.
Ahora estábamos entrando en la última semana de vacaciones y pronto empezaría el segundo semestre y último de la etapa de escuela. Esa última semana con Ignacio habíamos hecho planes para pasarla juntos, salir con los chicos o quedarnos en casa solo disfrutando de la compañía del otro, abrazados o haciendo cualquier otra cosa.
Era la noche del viernes, en que yo le había invitado a casa a que pasáramos la noche juntos y el reloj marcaba cerca de las 18:30 cuando recibí una llamada.
-Sí, diga- respondí yo sin mirar el teléfono, estando en mi despacho recostado en el sillón oyendo música.
-Tomás, soy yo… ¿Cómo estás?- me preguntó alguien al otro lado del teléfono y de inmediato supe que era él.
-¡Hey! Hola Ignacio, estoy aquí relajado en mi despacho esperando la hora que llegues, ¿y tú, qué haces?- A pesar de que éramos novios, la relación y el trato entre nosotros era como la de dos grandes amigos (excepto por la parte de los besos y de hacer el amor) y eso me gustaba bastante puesto que nunca fui de esos que se tratan tonta y melosamente de “mi amor, cariño, etc” para mi gusto todo eso me parecía un poco repulsivo.
-Ehmm… bien- me dijo un tanto inseguro- pero tengo un pequeño problemilla-
-¿Qué ocurre?- le pregunté, incorporándome y sentándome en el sillón.
-Lo que pasa es que mis padres saldrán esta noche, me acaban de avisar y pues… me dijeron que tendría que quedarme a cuidar a mi hermanito…- decía con tono desilusionado.
-Oh… ya veo…- dije yo sin saber que otra cosa decir, la verdad es que tenía ilusiones de pasar la noche junto a él y parecía que no iba a ser posible.
-Pero tengo una solución para eso- dijo animadamente de pronto- si quieres… esta vez vienes tú a mi casa y te quedas acá conmigo. Ya lo hablé con mis padres y me dijeron que si. Y no te preocupes por mi hermano- se apresuró a decir- se duerme temprano así que tendremos la noche para nosotros ¿qué me dices, guapo?- finalizó con un tono seductor.
La idea parecía realmente tentadora y obviamente iba a decir que sí. Y de pronto me puse a pensar en que hace algunos meses me habría negado por completo, pero ese era el antiguo Tomás, era una sombra del pasado.
-Me parece una buena idea…- respondí.
-¡Qué bien!- exclamó al otro lado del teléfono.
-¿A qué hora estoy por allá entonces?-
-Mis padres se irán a eso de las 9 de la noche, así que más o menos a esa hora está bien, si quieres llegas antes, como tú quieras- me respondió.
-Ok, está bien, estaré ahí a esa hora- le dije yo, calmadamente.
-Ah y se me olvidaba, no comas nada antes de venir porque yo prepararé acá la cena, ¿ok?-
-¡Oh! La oferta me parece demasiado tentadora- le dije yo, divertido ante la invitación- quiero probar tus dotes culinarios, a ver qué tal cocinas…-
-¡Genial entonces!- exclamó alegre- nos vemos mas tarde, chau guapo-
-Adiós, sexy- le dije yo riendo, escuchando que reía al otro lado del teléfono y cortaba la llamada.
La verdad no me esperaba aquella invitación repentina, sin duda aquello salía un poco de la rutina que habíamos comenzado a llevar juntos, pero me atraía bastante la idea. Además ya había visto fotos del hermano pequeño de Ignacio que tan solo tenía 4 años y además me había hablado mucho de él y tal parecía que era un amor, su nombre era Cristian.
Decidí ponerme a leer un libro mientras esperaba que dieran más o menos las 8 para ir a darme una ducha y alistarme para salir. Y cuando estuve listo, eché lo necesario en una mochila para quedarme a dormir en casa de Ignacio. Estuve listo a las 20:35, así que me aliste y le avisé a Miguel para que me llevara a casa de Ignacio.
No tardamos mucho en estar frente a la puerta de reja de la casa de Ignacio. Miré al estacionamiento de la casa y vi que el auto se encontraba ahí, por lo que supuse que sus padres debían seguir en casa y la verdad es que la idea no me gustaba mucho. No conocía a los padres de Ignacio y la verdad es que me avergonzaba un poco la idea de conocerles, pero ya estaba ahí, le había dicho a Ignacio que iría así que no podía echarme atrás: era hora de conocer a mis suegros.
Le dije a Miguel que podía marcharse y vi como el auto se perdía en la siguiente esquina de la calle doblando a la derecha. Me acerqué al timbre de la casa y lo toque; estuve cerca de un minuto esperando a que abrieran la puerta y cuando lo hicieron, una figura diminuta asomó su cabeza por la puerta principal.
-¿A quién buscas?- preguntó el pequeño desde la puerta.
-¿Esta Ignacio?- le dije yo, sonriéndole.
-Sí, ya le llamo- dijo de forma enérgica y rápidamente se adentró en la casa mientras le oí gritar -¡Ignaciooo!- con su voz infantil.
No esperé mucho porque en seguida se asomó por la puerta una mujer joven, rubia y delgada. Iba elegantemente vestida, de seguro porque estaba a punto de salir.
-Hola, tú debes ser Tomás ¿no?- me saludó sonriendo amablemente mientras se acercaba y me abría la reja.
-Sí, así es señora- le respondí, devolviéndole la sonrisa- usted debe ser la mamá de Ignacio ¿no?- le dije yo.
-Exacto, la misma- me respondió- Adelante, pasa- me invitó y cuando estuve adentro se presentó- mi nombre es Claire, mucho gusto- dijo, dándome un beso en la mejilla.
-Igualmente- respondí yo.
-¡Eres más guapo en persona de lo que me aseguraron!- dijo riendo de buena gana. -“¿de lo que me aseguraron?”- Pensé yo ¿acaso Ignacio les había dicho a sus padres? La duda me invadió por dentro pero no tuve tiempo para más pensamientos porque mientras seguía a la mamá de Ignacio hasta la puerta principal de la casa, este apareció corriendo.
-¡Tomás!- me llamó mientras yo llegaba a la puerta- que bien que llegaste, veo que ya conociste a mamá- me dijo sonriente, se le veía muy contento.
-Es un chico adorable- afirmó la mamá.
-Gracias- dije ruborizándome antes el segundo cumplido que me hacía Claire.
-Ven, pasa- me invitó Ignacio- te presentaré a papá y a Cristian-
Llegamos a la sala de la casa (yo ya había estado ahí anteriormente pero sin los padres de Ignacio) y en uno de los sillones estaba sentado el papá de Ignacio que al ver que entrabamos en la habitación se puso de pié.
-Así que tu eres el famoso Tomás del que tanto nos hablaron- dijo enérgicamente y acercándose a mi- un gusto conocerte chico, mi nombre es Andrés- dijo extendiendo la mano.
-El gusto es mío, señor Andrés- le respondí yo de forma casi maquinada, extendiendo mi mano y estrechando la suya, la verdad es que me sentía algo nervioso. Pude ver que Ignacio tenía muchos rasgos de su padre, a excepción de que el señor Andrés era más moreno de piel que Ignacio, en eso había salido a su mamá.
-Que chico más agradable- expresó él, mirando con una sonrisa cómplice a su esposa.
-¡Hola!- exclamó una voz infantil proveniente de abajo.
-Hola pequeño, tú debes ser Cristian- le dije yo sonriéndole e hincándome para estar a su altura y le extendí mi mano a modo de saludo.
-Ahá, si soy yo- me dijo, estrechando débilmente mi mano- ¿qué traes ahí, juguetes?- me dijo apuntando a mi mochila. Observé al pequeño y la verdad es que parecía bastante a Ignacio, a diferencia de que el pequeño había heredado el cabello rubio de su madre. Los ojos eran igual de azules que los de Ignacio.
-No, no son juguetes- le respondí yo sonriendo- es ropa que traje para cambiarme-
-Bueno Tomás, nosotros tenemos que irnos, me habría gustado quedarme más y tener una plática pero tenemos un compromiso- dijo a mis espaldas el señor Andrés.
-Oh, no se preocupe, señor- le respondí poniéndome de pié y volteándome a mirarle- entiendo que tienen que irse-
Los padres de Ignacio se despidieron, Claire le dio unas últimas indicaciones a Ignacio y finalmente salieron por la puerta principal diciéndonos adiós y dejándonos a Ignacio, Cristian y a mí en la sala.
-Llevemos tu mochila arriba- dijo Ignacio guiñándome un ojo, y capté de inmediato sus intenciones. Con mis ojos le señalé a su hermanito.
-Cris, ya bajamos nosotros- le dijo.
-Ok- respondió el niño sin prestarle mucha atención al estar concentrado jugando con un camión de juguete.
Subí las escaleras detrás de Ignacio y cuando llegamos al final de la escalera en el segundo piso se volteó abruptamente quedando a escasos centímetros nuestros labios.
-Que bien que hayas venido- me dijo con tono seductor, rodeándome por la cintura con sus brazos y atrayéndome hacia sí. Y no pude negarme, yo también lo deseaba en mi interior, pero cuando nuestros labios se rozaron un ruido desde la sala me hizo volver a la realidad, el niño estaba en la casa.
-No podemos, está tu hermano- le dije yo, separándome un poco de él.
-Tranquilo, no vendrá, está jugando- dijo él, apretando aun más el abrazo y dejándome atrapado entre sus brazos.
Comenzamos a avanzar a paso ciego por el pasillo del segundo piso mientras nos besábamos hasta que finalmente llegamos hasta su habitación, donde el beso fue subiendo de intensidad. Pude ver que la habitación estaba a oscuras, pero entraba un poco de luz desde la calle. Me quité mi mochila del hombro y la deje caer al suelo mientras Ignacio me iba llevando lentamente hacia la cama. La cosa iba cada vez subiendo de temperatura y parecía que las intenciones de Ignacio eran hacer algo en ese mismo instante con Cris despierto en la misma casa. Cuando llegamos a la orilla de la cama, me empujo suavemente y yo caí sobre la cama. Rápidamente se puso sobre mi y seguimos besándonos, pero esta vez algo me decía que no podíamos seguir así porque en cualquier momento el niño podía subir y encontrarnos así. Ignacio notó que algo ocurría conmigo porque dejé de besarle y se separó de mí.
-¿Qué ocurre?- me preguntó separándose de mí.
-No puedo, Cris está abajo y siento que nos puede oír o puede subir y no nos demos cuenta…- le expliqué.
-Está bien, esperaremos a que se duerma- me dijo, dándose por vencido y poniéndose de pié.
Salimos de la habitación. Yo iba adelante y cuando íbamos llegando a la escalera, volvió a tomarme por la cintura y me atrajo hacia él. Se pegó a mi espalda y me susurró al oído.
-Te quiero, Tomás…- al oír sus palabras tan cerca en mi oído, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo desde arriba hasta abajo, pero aquello se sentía bien.
-Yo… no lo sé- le dije yo, bromeando. Me gustaba jugar con ello.
-Más tarde no te escaparás de mí, tenlo por seguro- me dijo, despegándose de mi y comenzamos a bajar.
-Ya lo veremos- le dije yo desafiante, volteándome a verlo con una sonrisa.
Llegamos al primer piso y ahí estaba Cris en la sala, seguía jugando con los juguetes que tenía desparramados por todo el lugar.
-Iré a preparar la cena- dijo Ignacio.
-¡Siii, ya tengo hambre!- grito el niño entusiasmado.
-¿Lo entretienes mientras cocino?- me pidió Ignacio.
-Claro- le respondí.
Así que me puse a jugar con Cris y él se puso contento de ello. El niño era bastante amigable y conversador. Además noté que era bastante perspicaz y curioso como la mayoría de los niños de su edad. A pesar de que eran juegos de niños, camiones, autitos y otras cosas, me divertí bastante con las ocurrencias de… ¿mi cuñado?. Ignacio se asomaba de vez en cuando desde la cocina y nos observaba jugar, y cuando Cris no miraba, me lanzaba besos en el aire. Yo solo podía sonreír, la verdad es que aún me costaba un poco, solo un poco, el acostumbrarme a que fuéramos dos, a que fuéramos novios y que hiciéramos todo lo que eso conllevaba… pero en el fondo me sentía feliz, contento y estaba a gusto con toda la situación, y sin duda Ignacio me había hecho cambiar completamente.
Ignacio:
Yo era feliz. En ese momento había conseguido todo lo que quería para ser feliz. La perseverancia y el no rendirme con Tomás habían dado sus frutos y por fin lo tenía a mi lado. Y aquello se sentía excelentemente bien, éramos amigos, conversábamos, bromeábamos, nos besábamos y yo ya no podía pedir más.
Ese día viernes habíamos quedado en que me iría a su para pasar la noche juntos, pero a último momento mi mamá me dijo que ellos saldrían esa noche y que yo debía quedarme cuidando a mi hermano. En un principio aquello me molestó, puesto que tenía la ilusión de pasar la noche con Tomás, pero rápidamente se me ocurrió la idea de invitar a Tomás a casa y así podríamos seguir con el plan de pasar la noche juntos, solo que en un lugar diferente.
Tomás y mi hermano pequeño se llevaron bastante bien en un principio, así que los dejé jugando en la sala mientras preparaba la cena. Debía quedar perfecta, esa noche todo debía serlo. Decidí cocinar ravioles con salsa bolognesa pues sabía que a Tomás le gustaban las pastas y era lo que mejor se me daba cocinar.
La cena no tardó mucho en estar lista y finalmente cuando estuvo servida llamé a los chicos al comedor.
Tomás acompaño a Cris a lavarse las manos y cuando estuvieron listos se sentaron en la mesa. Yo ocupé el puesto de cabecera de mesa y Tomás se sentó a mi izquierda, mi hermano se sentó frente a él, había que vigilar al pequeño puesto que aún era un desastre para comer y terminaba todo manchado si no se le ponía cuidado.
-¡Hmmm, esto está rico!- dijo mi hermanito cuando dio una probada a su plato.
-Sí, es cierto están deliciosos- me dijo Tomás, saboreando aún los ravioles.
-Bueno… los hice con cariño- respondí.
-Están muy buenos ¿cierto Cris?- preguntó Tomás.
-Sii, muy ricos- respondió mi hermano, comiendo entusiasmado.
El resto de la cena estuvimos conversando Tomás y yo con pequeñas intervenciones de Cris, que escuchaba atento a lo que nosotros hablábamos. La verdad es que la hora de la cena fue muy agradable y llevadera, la comida estaba deliciosa y la compañía era buena ¿Qué más se podía pedir?
Cuando terminamos de cenar, recogimos los platos de la mesa y luego de lavar la vajilla, ya dieron cerca de las 22:30 por lo que era hora de hacer dormir a Cris. Lo llevamos a su habitación y nos quedamos junto a él mirando dibujos animados hasta que finalmente se quedó profundamente dormido, lo arropamos en su cama y salimos de la habitación.
-¿Qué te parece si hacemos lo mismo que Cris?- le pregunté a Tomás cuando salimos de la habitación y acercándome de forma sugerente a él.
-¿Dormir?- preguntó- es un poco temprano para eso ¿no crees?-
-Pues si quieres podemos conversar, podemos acostarnos y hacernos cariño, podemos hacer muchas cosas…- le dije yo.
-¿Por qué tus invitaciones siempre tienen eso de querer tentarme a hacer cosas…?- me preguntó de forma irónica mientras se acercaba y me daba un beso en los labios.
-Porque me encanta tentarte y que hagas “cosas”- le respondí.
Tomás solo rió, me tomó de la mano y me dirigió hasta mi habitación. Cuando estuvimos dentro, se acercó a mi cama, se quitó los zapatos y se recostó mientras yo le miraba atento desde la puerta de la habitación.
-Ven aquí, conmigo- me pidió, golpeando con su mano un lado de la cama. Sus palabras hicieron que mi mente volviera en el tiempo hasta esa noche cuando estuvo borracho y acostado también en mi cama, la noche de su confesión.
Pero esas imágenes se fueron de inmediato cuando volvió a insistirme para que fuera con él a la cama, me acerqué y me quité los zapatos para luego entrar en ella. Cuando estuve junto a él, se giró dándome la espalda y comprendí lo que quería: quería que lo abrazara.
Pegué mi cuerpo al suyo y pasé mi brazo por su cintura acercando nuestros cuerpos y acortando toda distancia. Aquella pose de cucharita me encantaba, muchas veces habíamos estado así, y parecía que nuestros cuerpos encajaban de una forma perfecta y se sentía excelente estar así con Tomás.
Toda esa situación me recordó lo que tenía en mente hacer. Luego de estar unos minutos así abrazados y conversando, me separé de Tomás y me puse de pie.
-¿Qué ocurre?- preguntó él.
-Nada, espera un segundo- le respondí.
Fui hasta mi equipo de música, conecté mi reproductor con la canción que quería y le di play: un piano comenzó sonando.
-Escucha esta canción- le dije y volví a la cama, a la misma pose en la que estábamos antes.
Y la voz de la cantante comenzó a sonar.
You've been on my mind, I grow fonder every day
Lose myself in time, Just thinking of your face
God only knows why it's taken me so long
To let my doubts go, You're the only one that I want [...]
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Tomás, sabía cuál era la canción.
-One and Only…- dijo él.
-De Adele…- completé - y para ti-
Se dio vuelta y quedamos frente a frente, mirándonos detenidamente a los ojos, era increíble estar así.
-Gracias- me dijo, acariciando mi mejilla con su mano.
-Shhh- le dije yo, poniendo mi dedo índice en sus labios. Cerré los ojos y me concentré en escuchar la potente voz de Adele cantando esa canción, que describía de forma perfecta como me sentía hacia Tomás.
[...] I dare you to let me be your, your one and only,
Promise I'm worth it, To hold in your arms,
So come on and give me a chance,
To prove I am the one who can walk that mile,
Until the end starts [...]
Puede que todo aquello rayara en lo cursi pero de veras quería demostrarle como eran mis sentimientos. Cuando la canción terminó abrí mis ojos y me encontré con Tomás sonriendo de forma divertida.
-¿De qué te ríes?- pregunté.
-Jamás imaginé que tú fueras a hacer eso…- decía.
-¿Qué tiene de malo?- le dije- Solo quería demostrarte lo que siento.
-Y me gustó…- dijo él- Y tampoco tiene nada de malo…- agregó.
Sonreí de forma serena y me acerqué a él para besar sus labios.
-Te quiero- me dijo, cosa que me sorprendió pues siempre era yo quien lo decía primero.
-¿Y soy tu One and Only?- le pregunte sonriendo con suficiencia.
-Yo creo que…- dijo, poniendo expresión pensativa- yo creo que si lo eres…-
-Me alegra saberlo- agregué con tono coqueto.
De ahí en más, las cosas se fueron dando solas y beso tras beso nos fuimos quitando la ropa, hubo caricias, hubo roces, podía sentir el calor de su piel junto a la mía, podía sentir sus latidos y me encantaba sentir la suavidad de su piel en mis manos, tanto como me gustaba sentir sus manos sobre mi cuerpo. Estar así con él era fascinante y nunca me cansaba de ello, era una sensación plena, de querer entregarme a él y era aún más reconfortante el sentir que él también se entregaba a mí, que era mío y que me quería como yo a él.
No podía pedir más, hacer el amor con Tomás me dejaba en las nubes, en otra dimensión. Estar con él era diferente a toda relación que había tenido anteriormente y eso de cierta forma se me hacía inexplicable… pero qué más daba, solo quería vivir el momento y disfrutar junto a él sin dar muchas vueltas en como habíamos llegado a todo eso...
Continuará...