Indiferencia Agridulce (VII)
Cuando ambos estuvimos metidos en la cama, pude sentir la calidez de su piel en mi brazo, me di la vuelta dándole la espalda y él se volteo hacia mí y así quedamos en pose de cucharita; en un rápido movimiento de su brazo, rodeó mi cintura con su brazo y se pegó a mí...
Hola! quiero pedirles mil disculpas por la tardanza pero... tengo mis motivos jaja. Quiero agradecerles a todos los que me envían mails, me dejan comentarios y valoran mis relatos y esperan pacientemente a este tipo que escribe y que es medio flojo y a veces está medio ocupado... :). El capítulo es uno de las mas largos hasta ahora, y quise hacerlo así porque para mi es bastante importante y requería tener una larga extensión, además espero así compensar la larga espera.
Este capítulo se lo dedico a la rata inmunda y detestable de Akai que... tu sabes que te odio, pero te agradezco por darme tu opinión adelantada de este capítulo y tus sugerencias y todo lo que conversamos... aun así, sigo odiandote.
Bueno, sin mas preambulos aquí les dejo el:
Capítulo 7: Viaje de Invierno
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Ignacio:
Las 3 últimas semanas para mí habían pasado prácticamente volando. Junto a Tomás, todo se me hacía poco, el tiempo era como arena entre mis dedos y yo apenas lo notaba. Los momentos con él para mi eran gratificantes y reponedores, incluso en un mal día.
En el último tiempo, ambos nos habíamos conocido de verdad, saliendo a pasear al parque o cualquier encuentro casual. Conocí un poco más de él, de su historia, de porque se llevaba tan mal con sus padres, entre otras cosas. Y aunque parezca estúpido, me daba miedo o vergüenza preguntar por el tipo que apareció en el hospital aquel viernes, Emilio. Temía la reacción de Tomás, por lo que decidí esperar a que fuera él quien me dijera algo sobre el tipo ese.
Finalmente era viernes y el final del semestre había llegado ¡y qué rápido había pasado el tiempo!, gracias a la ayuda de Tomás, pude eximirme de cinco de los siete exámenes finales. Y para los otros dos, fue él quien me ayudó a estudiar, generalmente así fue como nos la pasamos esas 3 últimas semanas, estudiando.
Y al final todo ese estudio había tenido su recompensa al haber aprobado esos exámenes con una calificación más que suficiente. Ese día viernes, a la salida de clases, y cuando ya quedaban pocos en el salón, me acerqué a Tomás que arreglaba sus cosas.
-Hola, guapo- le dije, abrazándolo por detrás- ¿me extrañaste en la clase?- le pregunté.
-¿Cómo crees?- me respondió, sonriendo y fijándose en si alguien nos veía, pero ya no quedaba nadie en el salón- Estuvimos juntos en el último recreo, no es tanto el tiempo-
-Al menos déjame creer que me extrañaste- le dije yo, haciéndome el ofendido.
-No, no te extrañé- respondió secamente.
La verdad es que estaba acostumbrado a ello, Tomás no era una persona demasiado cariñosa; solo a veces se abría un poco mas de corazón y se mostraba cariñoso. “Deja que entre en confianza y verás” me dijo Malena un día en el que le pregunté si siempre era así. Y precisamente era aquello lo que estaba esperando pero estaba tomando más de lo que yo creía…
Por otra parte, hacía tiempo que tenía un plan en mente y que creo que sería decisivo en cuanto a lo que Tomás y yo teníamos: en el viaje de invierno, le pediría que fuera mi novio. Quizás aquello era algo cursi, algo muy rosa o qué-sé-yo, pero necesitaba darle un nombre a lo que Tomás y yo teníamos, necesitaba pensar en “mi novio” y no en mi “andante”, y quería sentirlo a él de otra forma, porque siendo novios muchas cosas cambiarían para mejor y a pesar de que antes yo nunca había tenido una relación con un hombre, de seguro no debía ser muy diferente a tener una relación con una chica… o al menos eso creía yo.
Volviendo a nuestra conversación, decidí cambiar el tema luego de lo que él había dicho al último y le dije:
-¿Te parece si vamos al cine?-
-¿Ahora mismo?- me preguntó, mirándome confundido.
-Sí, ahora- le dije- yo invito-
-Me temo que no podré ir- respondió, mientras terminaba de ordenar sus cosas- hoy no puedo, tengo cosas que hacer- me dijo, poniéndose la mochila al hombro.
-Oh, no hay problema- le dije, intentando ocultar mi decepción- ¿mañana entonces?-
-Sí, mañana si puedo-me dijo, con una sonrisa y al parecer había notado mi tristeza, porque su actitud fue más amable.
-Entonces luego nos ponemos de acuerdo en la hora, te llamo más tarde ¿ok?-
-Está bien, nos vemos, adiós- me dijo, acercándose a mí, y nos despedimos con un cálido y corto beso.
-Chao- le dije sonriendo cuando nos separamos.
Yo me fui a mi asiento a terminar de ordenar mis cosas y luego me dispuse a salir del salón. Pablo, Nico y Damián estaban esperándome afuera cuando llegué a la salida del edificio y nos fuimos caminando hacia el lugar de los estacionamientos.
Cuando sin quererlo miré hacia la calle, vi algo que me hizo hervir la sangre de los celos. Vi que Tomás estaba junto a la calle, con el mismo tipo que siempre se aparecía: Emilio. Vi que se saludaron y como la vez anterior, Tomás se subió a su moto y ambos se marcharon.
-¿No es ese el noviecito de tu nuevo mejor amigo, Nacho?- me dijo Damián, de forma sarcástica.
-Es un amigo de él- respondí yo de mala forma, sin darme cuenta del tono de voz que estaba usando.
-¿Te pone celoso que tenga otro mejor amigo?- preguntó con malicia, como queriendo molestarme y lo estaba logrando.
-Cállate, Damián- le dijo, Nico con expresión seria y el ambiente se puso tenso.
-¿Qué hay de malo si son novios?- preguntó Pablo, pensativo.
Damián solo se largo a reír y dijo:
-Que histéricas que están, parecen mujercitas jaja- decía- mira como se ponen cuando uno dice una broma- dijo esto último, intentando disipar la tensión.
Yo no hice comentario alguno, la conversación quedó hasta ahí y caminamos en silencio hasta mi auto pues hoy me tocaba a mí llevarlos a ellos a pesar de que tenía ganas de saltar encima de Damián y molerlo a puñetazos por los estúpidos comentarios que acababa de hacer.
-No me digan que se enojaron por lo que acabo de decir- dijo Damián, quedándose parado ahí- porque si es así, prefiero irme caminando- agregó al último.
Pensé bien las cosas y no me convenía reaccionar de mala forma, o me pondría en evidencia de que algo ocurría entre Tomás y yo.
-Deja de hablar estupideces, y mejor súbete luego- le respondí, tranquilo y quitándole importancia, incluso fingiendo una pequeña sonrisa.
El resto del camino, solo ellos 3 hablaron; yo iba concentrado en conducir y sumido en mis pensamientos, intentado no imaginar a Tomás con ese tipo que ya comenzaba a odiar, siempre que aparecía, a mi me parecía inoportuno y me sentía inútil o que era desplazado por él; el hecho de que Tomás no quisiera salir conmigo al cine por salir con él me preocupaba y me hacía dudar de cuán importante era yo para Tomás.
-¿Ocurre algo?- me preguntó Nico a mi lado en el asiento del copiloto, al verme tan callado.
-Nada, estaba pensando- le respondí, sin quitar la mirada del frente.
-Te dio celos el verlo irse con él ¿no?- me preguntó en voz baja para que los otros dos no escucharan.
-Sí, pero hablemos de ello después, no ahora- respondí, incómodo de que pudieran oírle Damián y Pablo. Nico solo asintió con la cabeza y siguió conversando con los otros dos.
Finalmente llegamos a la casa de Damián, este se despidió y bajó del auto, mirándome de una forma que me pareció rara. Sonreía pero… esa sonrisa algo quería decir y yo no logré descifrar qué era aquello.
Pablo quedo en el asiento trasero y de un momento a otro, se quedó en silencio, lo que me pareció raro. Miré por espejo retrovisor y le vi una expresión triste y cansada en su rostro.
-¿Ocurre algo, Pablito?- le pregunté, con curiosidad.
-Oh no, nada- respondió él, saliendo de sus pensamientos y fingiendo una sonrisa.
-Te he notado diferente estos últimos días- expresó Nico, volteándose a mirarle.
-Y eso es raro… muy raro en ti- agregué yo -Tiene que ser algo muy importante o grave-
-No es nada chicos, en serio- decía él, restándole importancia al tema.
-Últimamente he visto que no hablas con Alonso…- inquirió Nico, mirándole e intentando corroborar sus sospechas.
Pablo dio un suspiro y respondió:
-No, tuvimos una discusión algo fuerte y… bueno, hemos estado llevándonos muy mal las últimas dos semanas- expresó.
-¿Es muy antipático el chico?- pregunté yo, mientras inevitablemente el recuerdo de Tomás me venía a la cabeza.
-No tanto como antipático, lo que ocurre es que bueno… creo que tiene algo contra mi o no sé que es, porque yo intento que nos llevemos bien, pero él… intenta lo contrario, no me habla, me ignora, me mira feo; es como si me odiara por alguna razón que desconozco…- decía nuestro amigo, algo triste.
-Tienes que entenderlo, no creo que haya sido fácil para él cambiar de ambiente, de ciudad, de amigos y venir a vivir con dos desconocidos de un día para otro- expresó Nico – además no siempre los hermanastros se llevan bien… ahí tienes el ejemplo de la cenicienta y sus hermanastras…- dijo luego, riendo.
-Qué ejemplo más estúpido el tuyo- le dije yo, riendo también.
-Con mi papá se lleva tremendamente bien, es conmigo el problema que tiene, pero no sé porque- dijo Pablo, ignorando el comentario de Nico.
-¿Le has preguntado por qué actúa de esa manera?- le pregunté, mirándole por el retrovisor.
-Si, pero me ignora y no responde, ¡no habla!- decía Pablo, con un dejo de frustración.
-Parece ser bastante difícil este chico Alonso, ¿no?- comentó Nico.
-Y que lo digas…- comentó Pablo con desgano- bueno chicos, nos vemos, gracias Nacho por traerme- se despidió, pues ya habíamos llegado a su casa. Por suerte vivíamos todos relativamente cerca.
Nico y yo nos quedamos solos, por lo que temí que volviera al ataque con sus interrogantes sobre Tomás, y en efecto, así fue luego de unos minutos de silencio.
-¿Harás algo mañana por la tarde-noche?- me preguntó para mi sorpresa, pues esperaba una pregunta diferente.
-Si, iré al cine con Tomás…- respondí.
-Te han resultado bien las cosas con el monstruito ese ¿no?- agregó, divertido.
-Hmmm… si, vamos bien, lento pero seguro- le dije yo, sin dar mucho detalle.
-Te pusiste bravo cuando lo viste irse con el rubio ese, ¿eh?- inquirió, burlón.
-Cállate Nicolás- le dije yo, con tono de pocos amigos.
-¿Quién era ese tipo? Le he visto recoger al monstruito varias veces…- preguntó, con la curiosidad que le caracterizaba.
-Se llama Emilio, es amigo de ellos: de Tomás, Malena y Vicente- expliqué yo- no sé mucho sobre él, solo que es bastante importante para Tomás… para ellos- me corregí, intentando convencerme de que no solo para Tomás era importante.
-¿Crees que tengan algo?- preguntó, siguiendo con el interrogatorio.
-Espero que no… porque si fuera así, Tomás estaría jugando conmigo- dije yo, y sintiendo algo de angustia al pensar en la posibilidad de que aquello fuera cierto.
-Yo que tu, hablaría con Tomás sobre…- iba a decir.
-Llegamos a tu casa -le interrumpí- gracias por la compañía, nos vemos luego -pareció darse cuenta de que no quería hablar sobre el tema, pues entendió inmediatamente.
-Ok Nachito, respeto tu decisión de no querer hablar de ello -dijo, abriendo la puerta del copiloto- pero este interrogatorio no acaba aquí, nos vemos, me avisas si mañana sales o no con el monstruito-
-Está bien, chao -me despedí, siguiendo mi camino en el auto.
En ese momento no tenía ánimos de hablar de Tomás y Nico estaba haciendo demasiadas preguntas, de las que yo no sabía si me quería la respuesta o no…
-
Tomás:
La situación entre Ignacio y yo era: rara. Esa la palabra que mejor describía lo que teníamos, pues la verdad es que no teníamos un nombre definido para lo de nosotros. Éramos “amigos con derecho a roce” aunque de “ese roce” no habíamos tenido nada aún, básicamente porque yo así lo había preferido. Aun no me sentía listo para estar con él; a pesar de que si habíamos llegado a altos niveles de pasión en nuestros besos, incluso casi hasta hacerlo… pero yo frenaba todo antes de que se saliera de control, y lo mejor de todo: es que él lo respetaba; pues a pesar de que yo no era virgen, no me sentía listo para estar de esa forma con él.
Gracias a Ignacio yo estaba volviendo a ser el de antes poco a poco y me sentía vivo, tranquilo y alegre. Sentía que al fin a alguien le importaba yo y eso no lo había sentido desde que estuve con Elías.
-Parece que Ignacio te está haciendo bien -me dijo Malena, un día de los que estábamos en el descanso después de clases - ¿No lo crees tú también, Vicente?-
-En efecto, mi querida Malena -respondió Vicente, imitando un tono serio y diplomático- nuestro chico está… mas radiante, incluso sonríe… -agregó Vicente, con el mismo tono- algo muy difícil de ver…-
-Ya están hablando demás, como siempre -les dije yo, evitando reírme.
-Nuestro Tomy se está enamoraaaando -decía Malena de forma infantil.
-Cállense…- dije yo, comenzando a sonrojarme sin poder evitarlo- ¿Por qué no se meten en sus asuntos?-
-Mira como se sonroja, jajajaja- reía Vicente- eso confirma lo que estamos diciendo…-
-¡Ya dejen eso!- les decía yo nervioso pues sabía que estaban en lo cierto y no me gustaba quedar expuesto.
-No hay nada de malo en que te sientas así por Ignacio, es mejor así, porque has mejorado bastante tu carácter y ya no andas tan enojón como antes…- me dijo Vicente, poniéndose serio.
-Deberíamos felicitar a Ignacio por la excelente tarea que ha realizado…- bromeaba Malena.
-Ni se les ocurra…- dije yo, en tono amenazante.
-A propósito, y pasando a otro tema- dijo Vicente, cambiando su expresión- ¿irás al viaje de invierno?- me preguntó a mi- porque la última vez no dijiste que no ibas a ir.-
-Si, ahora si iré…- respondí yo, sonrojándome porque estaba demás decir el porqué de mi cambio de planes.
-¿Ignacio tuvo que ver en tu decisión?- me preguntó Malena con un tono de picardía.
-¡Ya dejen el tema de Ignacio!- les dije yo, evitando reírme, pues estaba nervioso- si cambie de opinión fue porque lo pensé y creí que lo mejor sería ir, eso es todo-
-No no no…- dijo Malena, moviendo su dedo de forma negativa- eso no te lo creo, Tomy- decía perspicaz- estoy más que segura, que Ignacio tiene que ver con tu repentino cambio de idea, te recuerdo que cuando nos hablaron del viaje, tú fuiste el primer en decir que no porque te parecía una estupidez-
Malena tenía razón, la vez que los profesores nos hablaron del viaje de viaje de invierno, a mí la idea no me agradó. En ese momento en el que me negué a ir no me sentía bien y era uno de mis típicos días de mal humor, a inicios del año. Días en los que Ignacio y yo aun no nos habíamos acercado.
Y bueno, creo que tenía que admitirlo: ese día sábado en que Ignacio y yo habíamos ido al cine, luego de ver la película, fuimos a comer a McDonald’s y ahí me preguntó si iría al viaje de invierno. Hasta ese momento yo seguía con la intención de no ir pero cuando se lo dije, comenzó a insistir y a insistir hasta que por fin le dije que iría para que dejara de hacerlo, pues parecía que no se daría por vencido. Finalmente al día siguiente tuve que llamar a la profesora y avisarle que si iría.
El viaje de invierno, era un paseo a una ciudad muy bonita y turística en temporada de invierno debido a la nieve, a la que la escuela nos llevaba a nosotros los alumnos de último año durante una semana entera. Ahí se hacen tours, juegos interactivos y muchas otras cosas que a mí en un principio me parecían estúpidas pero Ignacio hizo que yo cambiaria de idea de una forma que hasta a mi me sorprendió.
Terminé aceptando e incluso entusiasmándome con la idea de ir al viaje y recuerdo que se puso muy contento cuando finalmente acepté ir: -“te daré una sorpresa”- me dijo luego de que aceptara.
-¡Si, lo admito, Ignacio me hizo cambiar de idea!- les dije, casi gritándolo- ¿contentos?-
-Ese chico tiene que traerte bien loco para hacer que cambies de idea- me dijo Vicente, risueño- porque tú sí que eres difícil de persuadir-
-Ya cállense, por favor- les dije yo- ¿no tienen otra cosa de la cual hablar excepto de Ignacio y de los efectos de su persona sobre mi?- le pregunté, aparentando extrema seriedad.
-Ya, está bien, dejemos de hablar de Tomy y de su príncipe azul y de lo extremadamente cambiado que está, ¿si, Vicente?- decía Malena, aguantando la risa.
-Ustedes no tienen remedio- les dije, uniéndome a las risas.
Mi relación con los chicos había mejorado considerablemente. Era cierto que estaba más comunicativo y de mejor humor que unos meses antes y los chicos parecían estar agradecidos con Ignacio por ello.
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El día lunes había llegado, y con él, el inicio del viaje de invierno. A las 8:00 de la mañana estábamos todos los que asistiríamos al viaje en la puerta de la escuela esperando a los buses que nos llevarían hasta nuestro destino.
La mañana estaba bastante fría y todos íbamos enfundados en nuestros abrigos. Y el día parecía que iba a ser frío ya que en el cielo había bastantes nubes, a pesar de que a esa hora de la mañana el tibio sol de invierno se asomaba de a veces entre las nubes y daba un calor reconfortante.
-La vamos a pasar increíblemente bien- me decía Ignacio a mi lado, mientras veíamos como los buses comenzaban a estacionarse para subir nuestras maletas.
-¿Tú crees?- le dije yo.
Le tenía muy cerca mío, incluso podía sentir el aroma de su perfume y de pronto me dieron ganas de abrazarle y de sentirle más cerca mío -algo muy raro en mí, pero que últimamente se había hecho bastante común- pero tuve que contenerme, pues no podía hacerlo ya que estábamos frente a todos nuestro compañeros y obviamente no íbamos a quedar en evidencia.
-Estoy más que seguro- me dijo, con una enigmática sonrisa, que hizo que me inquietara.
Cuando el bus estuvo en posición, todos nos acercamos con nuestras maletas.
-¿Te sentarás conmigo?- me preguntó, poniendo cara del Gato con Botas de Shrek y no pude evitar reír de buena gana.
-No, me sentaré con Malena- respondí- eso fue lo que acordamos-
-Bueno, en caso de que Malena se arrepienta, yo te estaré esperando con un asiento junto a mi- me dijo.
Pero al parecer todo ya estaba previamente planeado por ellos, pues cuando estuvimos arriba del bus y busque a Malena me di cuenta de que se había sentado con Nico.
-¿No se suponía que íbamos a sentarnos juntos?- le dije yo a Malena, notoriamente molesto. Si había algo que yo odiaba, era que me cambiaran los planes en el último momento, incluso por muy insignificantes que fueran, como irme sentado con Malena.
-¡Lo siento!- respondió ella- lo había olvidado y le dije a Nico que se sentara conmigo-
-¿Y con quién me siento yo ahora?- le pregunté.
-Con… ¿Ignacio?- me dijo ella, evidenciando una sonrisa. Y dos asientos más adelante Ignacio nos observaba expectante.
-¿Esto estaba planeado o me equivoco?- le susurre a Malena, acercándome a su oído.
-¿Cómo crees?- me dijo, guiñándome un ojo.
-Te odio- fue lo único que dije, caminé dos asientos hacia adelante y ahí estaba Ignacio mirándome con una sonrisa de tonto.
-Quiero la ventana- le dije, mostrando mi enojo. Él se movió sin reclamar y me cedió el asiento.
Me senté y me di cuenta que delante de nosotros iba Vicente con uno de sus compañeros y atrás de nosotros iban Pablo y Alonso y aquello me recordó el día en que los vi salir del baño del 4to piso…
-Interesante forma de “obligarme” a que me siente contigo, ¿no?- le dije a Ignacio, con una mirada casi asesina.
-No me quedaba otra opción- me dijo, y me robó un beso de los labios de forma fugaz.
-¡Hey!- exclamé yo, mirando a nuestro alrededor y por suerte nadie pareció percatarse de lo que Ignacio acababa de hacer- no vuelvas a hacer eso ¿me oíste?- le ordené.
-¿Y si lo hago, qué me harás?- preguntó desafiante y con una sonrisa que… me derritió.
-Nada, simplemente no lo vuelvas a hacer o pueden vernos- dije yo, un tanto nervioso.
-Me tiene sin cuidado- dijo él, de forma despreocupada y el autobús comenzó a moverse; el viaje comenzaba.
-No quiero que hagas cosas de las que más adelante puedas arrepentirte- le dije yo, desviando mi mirada hacia la ventana y viendo como nos movíamos por la calle.
-No vuelvas a decir aquello- dijo, haciendo que volteara a verle. Me encontré con una expresión seria y en sus ojos veía solo una cosa: sinceridad.
-No sé donde vayamos a llegar con esto- continuó en voz baja, pero con la misma expresión seria- pero si de algo estoy seguro, es que nunca me voy a arrepentir de quererte como estoy comenzando a hacerlo… y por eso, me importa un bledo lo que los demás puedan pensar ¿está claro?-
Al oírle decir aquello no pude evitar sentir un escalofrío en la espalda. La intensidad de su mirada y la sinceridad que sus ojos expresaban era tremenda ¿Realmente Ignacio me quería de esa manera? Porque yo le tenía mucho aprecio y si era sincero, yo tampoco sabía dónde iba a llegar aquello que teníamos. Pero la verdad es que yo siempre creí que lo suyo era una indecisión... Ya saben, el típico hetero que tiene curiosidad por saber cómo es estar con un chico y que pronto se daría cuenta del error que estaba cometiendo. Esa también fue una de las razones por las cuales desde un principio me negaba a aceptar que me gustaba.
-Está bien…- fue lo único que respondí, un tanto abrumado y sin saber que más decir.
Saqué mi iPod del bolsillo de la chaqueta, me puse los auriculares y me dispuse a oír música mientras miraba por la ventana. Puse la reproducción aleatoria y la primera canción que apareció fue “Us” de Regina Spektor y no pude evitar que la película “500 Days of Summer” viniera a mi mente.
“They made a statue of us
And it put it on a mountaintop
Now tourists come and stare at us
Blow bubbles with their gum
Take photographs have fun, have fun […]”
Sonaba la canción y cerré los ojos mientras oía la melodiosa voz de Regina Spektor que me gustaba mucho. De pronto sentí que Ignacio tocaba mi hombro y que me estaba hablando. Quité mi auricular derecho para oírle.
-¿Vas a escuchar música las 4 horas que dura el viaje?- me preguntó y yo comenzaba a hartarme de su insistencia. En ese momento, necesitaba mi espacio.
-Si ¿tienes algún problema?- le dije yo, expresando molestia.
-No, no tengo ningún problema- respondió igual de molesto ante mi actitud y se puso los auriculares de su reproductor al igual que yo.
[…]We're living in a den of thieves
Rummaging for answers in the pages
We're living in a den of thieves
And it's contagious
And it's contagious […]
Cuando dijo aquello, no pude evitar sentirme mal por cómo lo había tratado. Acababa de decirme que no se arrepentiría de quererme con una sinceridad que me dejó abrumado, y yo le respondía horrible y con el peor de los ánimos. Me tragué mi orgullo y me di la vuelta a mirarle, me observó con sus ojos azules y le pedí que se quitara los audífonos.
-Perdóname por tratarte así, no te lo merecías, de nuevo me comporto como un estúpido…- me disculpé, mirándole a los ojos. Lo pensó unos segundos, solo sonrió, me miró enternecido y me respondió:
-Estás perdonado- dijo, tomando mi mano- pero me debes una, en compensación…-
-¿Una qué?- le pregunté curioso de saber que era “eso” que le debía.
-Ya verás… a propósito quería decirte algo- me dijo, cambiando el tono de su voz.
-Si ¿Qué cosa?- le pregunté, con curiosidad.
-Bueno pues, si no quieres no importa pero…- decía inseguro e incómodo- ¿quieres compartir habitación conmigo en el hotel cuando lleguemos?- me preguntó.
Lo pensé unos segundos y luego de evaluar los pros y los contras -y aunque tenía mis dudas sobre que podría ocurrir entre nosotros si estábamos solos en una habitación- decidí aceptar.
-Si, si quiero compartir habitación contigo- le respondí seguro de mi decisión.
-¡Me parece genial entonces!-exclamó alegrándose por mi respuesta afirmativa. Momentos después reclinó su asiento- creo que voy a dormir por un rato, el viaje es bastante largo… ¿duermes conmigo?- me preguntó en un tono picaresco que me sacó una sonrisa.
Se cubrió con una de las mantas que nos habían entregado cuando subimos al bus, pues a medida que avanzara el viaje la temperatura iría descendiendo, se colocó sus audífonos y se dispuso a dormir.
Yo solo lo miré divertido y volví mi vista hacia la ventana nuevamente mientras escuchaba mi música. Estuve así por unos minutos y no me di cuenta cuando caí en un profundo sueño.
No supe cuánto tiempo estuve dormido, pero en un momento sentí un fugaz destello de luz que me despertó. Escuché risas y un movimiento rápido.
-Te dije que desactivaras el flash- decía una voz, aguantando la risa.
Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba durmiendo en el pecho de Ignacio y que me tenía abrazado pasando su brazo por detrás de mi nuca; ambos estábamos tapados con la frazada que antes usaba él. Me sentía a gusto ahí bajo su cobijo, pero tenía que ver quienes habían tomado aquella fotografía.
Me moví cuidadosamente para no despertarle y me puse de pie, miré a mi alrededor y me di cuenta de que la mayoría se encontraba durmiendo. Miré a quienes estaban sentados delante de nosotros y me encontré con que Malena y Vicente estaban revisando las fotos de la cámara de este último, y en ellas aparecíamos Ignacio y yo dormidos.
-Así que ahora se las dan de fotógrafos, ¿eh?- les dije poniendo mi cabeza entre ellos, que se sobresaltaron al oírme, pues creían que estaba dormido- Bórrenlas de inmediato- les ordené.
-Nooo Tomy, mira que lindos se ven juntos- me mostró Malena, con la cámara fuera de mi alcance por si me daba por quitársela.
Observé la foto y tengo que admitir me gustó lo que vi en ella, Ignacio y yo nos veíamos… tiernos durmiendo de esa forma.
-¿Ves que se ven tremendamente tiernos?- me preguntó Malena.
-Haz lo que quieras- le dije, resignándome a la idea de que no la iba a borrar- ¿Cuánto falta para que lleguemos?- pregunté.
-Más o menos una hora y media- me respondió Vicente.
-Oh, ya veo… a propósito ¿tú no estabas allá atrás con tu novio, Malena?- le pregunté.
-Primero que nada, no es mi novio- respondió con seriedad- y segundo, él quería dormir y yo no, y Felipe -el que iba sentado con Vicente- también quería dormir así que le dije que cambiáramos de asiento- me terminó de explicar.
-¿Y no encontraron mejor entretención que sacarnos fotografías mientras dormíamos?- pregunté de forma irónica.
-La imagen estaba genial para inmortalizarla- respondió Vicente- no pudimos resistirnos-
-Bueno, después me la envías- le dije, y rápidamente volví a mi asiento un tanto avergonzado por lo que acababa de decir y no quería verles la cara que pondrían, quería seguir durmiendo… junto a Ignacio.
Recliné mi asiento quedando casi acostado de forma muy cómoda, pero no era suficiente. Yo quería estar de nuevo durmiendo junto a Ignacio así que de forma cuidadosa y procurando no despertarle, me recosté nuevamente en su pecho donde inexplicablemente me sentía muy bien y a gusto. En ese momento también pensé en que me importaba un bledo si alguien nos veía durmiendo así o hacían algún comentario; yo no le debía explicaciones a nadie.
Con la música de mi iPod aún sonando -recuerdo que en ese momento sonaba “I’m Not Calling You a Liar” de Florence + the Machine- fui cayendo en un profundo sueño, del que solo desperté más tarde cuando llegamos a nuestro destino.
-Hey, despierta- escuche que alguien decía, mientras me movía delicadamente- Tomás, despierta- repetía.
-¿Eh?¿Qué ocurre?- pregunté yo, despertando de un sueño que me supo delicioso…
-Ya llegamos- me dijo Ignacio, desperezándose mientras estiraba sus brazos.
A medida que iba despertando me di cuenta de que seguía apoyado en su pecho y que además estaba abrazado a su cintura, por lo que rápidamente deshice el abrazo y me enderecé en mi asiento, sonrojándome un poco por la situación. No entendía por qué aun me daban algo de vergüenza esas situaciones incómodas con él, porque si bien yo había querido dormir apoyado en su pecho, él en ese momento estaba durmiendo por lo que no era consciente de lo que yo hacía. Además en el momento en que me quedé dormido en su pecho, no se me ocurrió pensar en qué pasaría si él despertaba antes que yo.
-¿Qué ocurre?- preguntó, riendo y mirándome con ternura en sus ojos- yo estaba bastante cómodo contigo así como estabas- dijo con picardía.
-¿Hace cuánto que estabas despierto?- le pregunté un poco inquieto.
-Hace más de media hora- respondió aun con su radiante sonrisa.
Me dio un poco de vergüenza y a la vez ternura: vergüenza porque la verdad es que yo no era mucho de demostrar cariño a través de abrazos, o gestos por el estilo, por lo que aún esas situaciones me eran un poco incómodas incluso con Ignacio. Y también ternura porque… a pesar de que quizás haya estado un poco incómodo con el peso de mi cabeza en su pecho o sin poder moverse por no despertarme, él siguió en esa posición. En ese momento yo no tenía noción o más bien no era capaz de asimilar, que todo eso él lo hacía simplemente porque me quería.
Miré por la ventana y pude ver que había nieve por todos lados. En ese lugar, el cielo estaba nublado y hacía bastante frío, parecía que iba a llover en cualquier momento o peor aún, a nevar.
Todos descendimos del bus y fuimos por nuestras maletas para luego entrar al recibidor del hotel.
Cuando todos estuvimos con nuestras cosas, entramos al recibidor y ahí me di cuenta de que éramos muchos, debíamos ser al menos unas 40 o 50 personas (y eso que muchos no habían ido) y todos nos dispusimos a escuchar las indicaciones que el profesor de gimnasia, el señor Carrasco, nos iba a dar.
-Buenos chicos al fin llegamos y espero hayan disfrutado el viaje- comenzó a decir- tengo algunas cosas que decirles: sé que quizás muchos de ustedes vienen con hambre y pues ya es hora de almorzar…-
-Sii- dijeron todos al unísono.
-Bien, distribuiremos las habitaciones y subirán a dejar sus maletas y sus pertenencias para que luego bajen a almorzar… -continuó- pero antes de eso, me gustaría darles una pequeña sorpresilla…- dijo, de forma misteriosa y luego de unos segundos, continuó:- para este viaje, se nos unieron tres nuevas compañeros que a partir del segundo semestre también se integraran a clases con nosotros, chicos por favor, acérquense- les llamó.
De pronto me fijé en 3 personas que antes no había observado detenidamente pues digamos que en ese sentido soy muy mal observador y bastante despistado… Ellos eran 2 chicas y 1 chico.
Aquello si que nos sorprendió a todos, porque no esperábamos que llegaran nuevos compañeros a nuestra clase, menos a mediados de semestre y tratándose del último año de escuela.
-Les dije a los chicos que asistieran al viaje para poder integrarlos de mejor manera ¿y qué mejor forma para integrarlos que el viaje de invierno?- dijo el profesor Carrasco alegremente- Así que chicos, les voy a pedir que se presenten por favor…-
Una de las chicas, la de cabello rubio, dio un paso adelante y dijo:
-Ehmmm, bueno... Hola a todos, mi nombre es Sofía Montenegro, vengo del instituto Francés y por razones del trabajo de mi padre tuvimos que volver a vivir a la ciudad… espero poder conocerles lo mejor posible en este pequeño semestre que se nos viene y que nos llevemos muy bien… eso…- dijo la chica, sonriendo tímida pero amigablemente. A mí de primeras me pareció bastante simpática y además era muy guapa, su cabellera rubia y larga hasta un poco más abajo de los hombros y su sonrisa que parecía muy cálida, su estilo de vestir parecía ser bastante simple pero aquello le daba un toque de belleza tremendo.
El otro chico, rubio también como Sofía, dio un paso adelante:
-Mi nombre es Martín Montenegro y también vengo del Instituto Francés- se comenzó a presentar, con una voz grave y varonil- como se darán cuenta, llevo el mismo apellido y vengo del mismo colegio que Sofía, así que creo que ya está demás decir que somos mellizos- dijo, sonriendo ante esa afirmación que para muchos de nosotros no fue obvia- al igual que mi hermana, espero llevarme bien con la mayoría de ustedes y conocerles lo mejor posible… bueno, y creo que no tengo nada más que decir- finalizó.
Martín era atractivo, de eso no cabía duda. Su cabello rubio y corto, con esos ojos marrones que parecían ser bastantes expresivos, y una bonita sonrisa como la de su hermana daban un cuadro perfecto, sumándole el hecho de que debajo de esa chaqueta café que llevaba no era muy difícil apreciar un buen cuerpo, además de que era alto, al menos más que su hermana. Muchas de las chicas también le miraron como si se tratara de carne fresca.
Finalmente la última chica se paró en frente y comenzó a hablar:
-Bueno… Hola, mi nombre es Mariana Santelices y vengo del Colegio San Andrés por razones que… no vienen al caso y que prefiero ignorar. Ehh… como verán yo no tengo un mellizo que presentar- dijo, y muchos de los que estaban ahí también rieron con ella- pero al igual que Sofía y Martín también espero llevarme bien con ustedes y que tengamos una buena convivencia en este duro semestre que se nos viene… y no sé que mas pueda decirles…- dijo finalmente.
Mariana era atractiva y mucho, eso se notaba en su actitud coqueta y había algo en ella que era como magnético, su cabello negro, largo y prolijamente liso, atado en una cola de caballo junto con esos ojos verdes la hacían tremendamente atractiva. Llevaba un abrigo blanco, unos pantalones negros ajustado y botas, parecía tener un cuerpo esbelto, por lo que las miradas y comentarios de parte de mis compañeros no se hicieron esperar (y uno que otro comentario con toques de envidia de parte de las chicas).
Malena, que estaba a mi izquierda, comenzó a caminar hacia adelante en dirección a los chicos nuevos, que hablaban con una que otra persona, por suerte no estaban muy lejos y pude ver y escuchar todo lo que ocurría.
-¡Sofía, Martín, que sorpresa verlos!- exclamó mi amiga, acercándose a ellos.
-¡No puede ser…!- exclamó Sofía- ¿Malena, eres tú?- preguntó sorprendida.
-Si si, soy yo- respondió, abrazándola- ¿Cómo están? ¡Qué gusto verlos y encontrarnos acá!- decía Malena, mientras saludaba a Martín.
-Hola Malena- le saludó el chico, con un beso en la mejilla y un abrazo- tanto tiempo que no nos veíamos… ¡que cambiada estás! Y muy guapa, por lo demás- dijo, haciéndola girar sobre sí misma para poder admirarla. Nico estaba a unos metros de mí, mirando también la escena y pude ver como miraba de forma casi asesina a nuestro nuevo compañero.
-¿Celos, Nico?- le dijo Ignacio acercándose a él, en tono burlesco.
-Cállate- le respondió el otro de mala gana.
-¡Chicos vengan!- nos llamo Malena a Ignacio, Nico y a mí. Vicente no se veía por ninguna parte.
-Les presento a Martín y a Sofía… aunque ya saben sus nombres pero bueno, da lo mismo- decía mi amiga, apresuradamente- solíamos ser compañeros de clases hasta hace unos 5 años, pero ellos tuvieron que marcharse de la ciudad por motivos del trabajo de sus padres- relataba Malena.
-Mucho gusto- dijo Martín, acercándose a mí y extendiendo la mano.
-El gusto es mio, me llamo Tomás- le saludé, estrechando su mano.
-No te lo tomes mal- me dijo con una seguridad que me sorprendió- pero, tengo el presentimiento de que tu y yo nos llevaremos muy bien…-
No sabía que decir pues su comentario me desconcertó.
-Yo… eso espero- le dije, sonriendo de forma nerviosa. No me extrañó el pensar que el peso que sentía a mis espaldas era mirada de un Ignacio que observaba la escena con detenimiento.
-¡Hola!- me saludó repentina y enérgicamente Sofía luego de haber saludado a Nico e Ignacio- tú debes ser Tomás ¿no? Encantada de conocerte- dijo, dándome un beso en la mejilla.
-Si soy yo efectivamente- le respondí un tanto desconcertado por su enérgico saludo- un gusto conocerte, Sofía- le sonreí.
-Malena me había hablado de ti hace mucho tiempo, aun lo recuerdo- dijo pensativa- Y pareces ser alguien bastante especial, por lo que puedo observar- me dijo de forma misteriosa.
Ese par de hermanos eran bastante peculiares, en sus ojos marrones había algo que me intrigaba. Tuve un presentimiento, pero no era malo sino todo lo contrario… Sofía y Martín parecían ser especiales y aquello lo confirme tiempo después…
Después de las presentaciones, todos tomamos nuestras maletas y cuando estuvimos organizados para la distribución de las habitaciones, subimos hasta ellas para ordenar nuestras cosas. A Ignacio y a mí, nos tocó la habitación 427 del cuarto piso.
El hotel en sí, era bastante bonito y acogedor, no era muy grande, pero tenía bonitas instalaciones y todo parecía estar muy bien cuidado. En todos los pisos, había una sala de descanso con sillones y mesas muy cómodas y todo el ambiente se hacía más acogedor al estar envuelto por el calor de las chimeneas que había en cada una de las salas.
Finalmente Ignacio y yo entramos a nuestra habitación para ordenar nuestras cosas y luego bajar a almorzar, ya que el hambre me estaba matando y mi estómago rugía como león.
La habitación me gustó de inmediato, no era muy grande, pero si tenía una decoración sencilla y bonita, además tenía un pequeño baño privado y las camas se veían bastante cómodas y espaciosas. A mi me pareció perfecta.
-¡Yo quiero la de la ventana!- dije, abalanzándome sobre ella.
-Es como en las películas… siempre alguien se pelea por la cama que da a la ventana- dijo Ignacio, meneando la cabeza ante mi actitud infantil.
-Obviamente quiero la mejor vista- dije, abriendo las cortinas y la ventana para salir al balcón.
La vista no era precisamente la mejor por la altura en la que estábamos, pero se podía ver perfectamente parte de la ciudad -que no tenía muchos edificios- y los tejados de las casas cubiertas por la nieve. A lo lejos, se podía ver el bosque, con todos su arboles también cubiertos por la nieve. Y pensé que si o si debía ir a tomar fotografías a ese lugar.
-Bonita vista ¿no?- me dijo Ignacio al oído parándose detrás de mí.
-Me gusta bastante- respondí, viendo cómo salía vaho de mi boca al hablar. Hacía bastante frío afuera, debía haber unos 6 o 7°C de temperatura.
De pronto Ignacio me abrazó fuertemente por la espalda pasando sus brazos por mi vientre y pegó su cara a mi cuello; me estremecí al sentir el calor de su respiración en ese lugar que era uno de mis puntos débiles.
-Vamos dentro o nos congelaremos aquí afuera- me dijo y sentí como temblaba del frío que sentía.
-Bajemos a almorzar, ya todos deben estar en el comedor- le dije girándome y quedando frente a frente pero aun sin deshacer el abrazo. Ignacio se quedó en silencio observándome a los ojos, como embelesado.
-¿Qué ocurre?- le pregunté, inquietándome por la intensidad con la que me estaba mirando.
-Nada, es solo que nunca imaginé que estaríamos así los dos… de esta forma- me dijo, sonriendo alegre.
Al oírle decir aquello me sonrojé e intente deshacer el abrazo para poder bajar a comer, pero Ignacio no me soltaba.
-Vamos Ignacio, el hambre me está matando, bajemos a comer nos deben estar esperando- le dije, removiéndome entre sus brazos para que me soltara.
-No quiero…- me respondió- quiero estar así contigo nada más, no quiero otra cosa- me decía como un niño pequeño encaprichado.
-Tengo hambre, ¡suéltame!- le dije, poniéndome de mal humor.
-¿Sabías que te ves tremendamente sexy cuando te enojas?- me dijo y de pronto me soltó- Vamos a comer- agregó, dándome un corto beso en los labios y luego se giró en dirección hacia la puerta.
De nuevo lo había hecho. Con cada uno de sus actos me dejaba desconcertado y hacia que me sonrojara… aun no superaba el hecho de que me sintiera avergonzado por las cosas que me decía. Todo aquello se sentía raro, hacia que mi corazón latiera de prisa y que un calor recorriera mi cuerpo. Y me di cuenta que finalmente comenzaba a querer a Ignacio de una forma que no me era posible controlar y eso me alarmaba…
Bajamos ambos en silencio hacia el comedor y cuando llegamos a este, vi que ya casi todos estaban sentados junto con sus grupos de amigos comiendo. En el centro del comedor, que no era demasiado grande, había una especie de mostrador con gran variedad de comidas en él, era tenedor libre.
Cuando entramos en el comedor, busque a Malena y a Vicente y les vi sentado en una mesa junto con Martín y Sofía. Por otra parte, vi que los amigos de Ignacio ocupaban una mesa más grande pues eran un grupo numeroso y le llamaban para que fuera con ellos.
-Te llaman allá tus amigos- le indiqué.
-Pero yo quiero comer contigo- me dijo, conteniendo las ganas de abrazarme.
-No Ignacio…- le dije encaminándome hacia el mostrador para servirme mi almuerzo- ve con ellos, no puedes dejarlos de lado por estar siempre conmigo- le expliqué- comenzaran a sospechar de nosotros-
-Ya te dije que eso no me importaba- dijo, siguiéndome.
-Pero comparte con ellos un momento, tenemos más días para estar juntos- intenté convencerlo- ¿si?- le pregunté, cuando se mostraba un poco indeciso.
-Está bien- me respondió de mala gana- pero no me gusta la idea de que vayas a sentarte con ese tipo nuevo, Martín…- expresó.
-¿Por qué?- le pregunté, haciéndome el desentendido a pesar de que sabía la razón, mientras me servía una lasaña que se veía deliciosa.
-Por lo que te dijo cuando se presento, estoy seguro de que le gustaste…- dijo en voz baja mientras se servía un poco de ensalada.
-Ignacio, ¿estás celoso?- le pregunté, divertido ante su actitud- te recuerdo que aun no somos nada para que te pongas celoso…- le dije, jugando un poco con él. Mi lado cruel volvía a salir a flote.
Pude ver como apretaba el puño de su mano libre, y se contenía de decirme algo. Pero se acercó a mí y me dijo al oído:
-Si pudiera, te agarraría a besos aquí mismo delante de todos y les demostraría a ellos y a ti que quiero que seas mío, que seas mi novio, pero no puedo porque tu no querrías…- dicho esto, se alejó con su plato de comida hacia la mesa donde sus amigos se encontraban dejándome ahí de pié completamente desconcertado por lo que acababa de decirme.
Terminé de servirme mi plato y me encaminé hacia la mesa donde los chicos me esperaban y me senté en una silla entre Malena y Martín, que me miró sonriente.
La comida y la conversación transcurrieron de forma bastante amena. Los temas giraban en torno a preguntas que les hacíamos a Martin y a Sofía para hacerle preguntas , y otros temas triviales… nada muy interesante trascendental, pero al menos nos reímos bastante con algunas anécdotas que Malena y los mellizos nos contaron de cuando fueron compañeros.
-Iré a buscar postre- dijo Sofía enérgicamente poniéndose de pié.
-Sí, yo también iré por uno, ese budín se ve delicioso- agregó Vicente.
-¡No, ese budín es mío!- exclamó Malena, poniéndose de pie rápidamente y corriendo hacia la mesa de los postres.
En nuestra mesa nos quedamos Martín y yo, que no había terminado de comer por haber llegado algo tarde.
-¿No iras por postre?-le pregunté.
-No, aun no- me respondió- estoy satisfecho…- dijo y nos quedamos callados, mientras yo comía mi almuerzo que estaba delicioso.
-Oye Tomás…- me llamó.
-¿Si? dime- le respondí.
-No te lo vayas a tomar a mal…- dijo acomodándose en su asiento y bajando el tono de su voz- Y puede ser que esto te parezca algo precipitado pero… quería preguntarte si… ¿Ignacio y tu son novios?- dijo finalmente de forma directa y abrupta, lo que hizo que casi me atragantara con lo que estaba comiendo de la sorpresa que acaba de darme. Nunca me esperé que fuera a preguntarme eso sin siquiera ser alguien a quien yo conocía o al menos con quien yo tuviera confianza.
-¿Qué? ¿por qué lo dices?- le pregunté, fingiendo no saber nada de ello, como si fuera algo nuevo.
-No me lo vayas a negar- dijo riéndose- te mira de una forma como solo te miraría una persona que está loca por ti- decía y yo ponía especial atención a sus palabras- se nota que esta colado por ti. Lo vi en su mirada y en la intensidad de esta, además en todo este tiempo no ha dejado de mirar hacia acá mientras conversamos- me dijo.
-Bueno yo...ehm… ¿Cómo crees?- le decía, intentando negarlo todo- Solo somos amigos y nada más, además, ¿no crees que la pregunta es un poco… desatinada?- le dije, siendo igual de directo que él.
-Si… ¡Tomas!- decía el intentando sacarme la verdad- A mí también me gustan los chicos, y nunca me equivoco con estas deducciones, sé que tu y él tienen algo o que al menos hay química entre ustedes- decía de forma casi alegre- además tranquilo que no te lo voy a quitar, todo lo contrario, me gustaría ayudarte con él… no sé, aconsejarte si quieres o lo que sea- decía él explicándose y tratando (sin yo saber por qué) de saber a como de lugar si había algo entre Ignacio y yo.
Me di cuenta de que los chicos ya se acercaban a la mesa con sus postres en la mano y pensé bien lo que Martín acababa de decirme.
-Está bien ¡sí!, tienes razón- le dije, arriesgándome- Ignacio y yo si tenemos algo, no sé qué, pero no hablemos ahora de ello, mejor otro día porque ahí vienen los chicos y no quiero que sea el tema de conversación del almuerzo- dije.
-¡Ok! Como quieras- dijo, entusiasmado y sonriente, cosa que me descolocaba un poco. Aquel chico era raro, pero simpático…
Cuando todos terminamos de almorzar, los profesores nos dijeron que teníamos la libertad de pasear por la ciudad si lo deseábamos; pero que debíamos regresar a las 20:00 para la hora de la cena o de lo contrario quien no cumpliera la regla quedaría castigado con no poder participar a las actividades del día siguiente.
Malena, Vicente, Martín, Sofía y yo decidimos ir a dar vueltas por la ciudad y conocerla un poco más, visitamos el centro comercial y algunas ferias a pesar del frío que hacía. Ignacio me había dicho que fuéramos a pasear juntos, pero me negué pues también quería pasar tiempo con mis amigos. No podía dejarles a un lado por estar siempre con Ignacio. Y por otra parte, tenía que hacerme el difícil y no entregarme a Ignacio en bandeja… tenía que hacerme desear un poco ¿o no?.
El día fue divertido, con los chicos recorrimos mucho y la pasamos excelente. Sofía y Martín resultaron ser muy divertidos y espontáneos y el salir con ellos fue como si los conociéramos de toda la vida y no tardamos en llevarnos los 5 muy bien.
Llegada la noche y después de la cena, cada uno se fue a su habitación o se quedó rondando por las instalaciones del hotel. Nosotros después de cenar, nos quedamos en la sala del 4to piso conversando de cosas triviales hasta que nos dieron las 11 de la noche y los profesores nos enviaron a cada uno a nuestras habitaciones a dormir.
Cuando llegué a la habitación me encontré con la ropa de Ignacio tirada sobre la cama y con él metido en el baño dándose una ducha. Me recosté en mi cama con los brazos detrás de mi cabeza y me puse a escuchar música hasta que el salió del baño con ese cuerpo de infarto solamente cubierto solo con una toalla blanca envuelta alrededor de su cintura. El condenado se veía tremendamente sexy y estaba despertando en mi sensaciones que me ponían un poco incómodo…
-Hola…- me saludó- ¿te vas a dar una ducha antes de acostarte?- me preguntó.
-Si, una ducha caliente para este frío no estaría mal- respondí, poniéndome de pié y tomando mi toalla para dirigirme al baño.
Mientras me duchaba, la imagen de Ignacio envuelto solo en esa toalla me vino a la mente y mi miembro no pudo evitar dar un respingo al recordar tal escena y lo mucho que me había gustado… Pero rápidamente decidí quitar todos esos pensamientos de mi cabeza o si no terminaría con una erección que me sería difícil de bajar si no le daba los “tratados especiales”.
Luego de esa reconfortante y deliciosa ducha, me sequé bien y me envolví la toalla a la cintura con la clara intención de jugar un poquito y… provocar a Ignacio.
Salí del baño y le vi metido en su cama mirando al techo con la manta cubriéndole hasta el cuello. Sentí como me seguía con su mirada y no la quitaba ni un segundo de mí. Me dirigí a mi maleta y saque solo un bóxer; a pesar de que había llevado un pijama por el frío que haría, había calefacción en la habitación y además la cama tenía suficientes mantas para no pasar frío, por lo que me sentiría mucho más cómodo durmiendo solo en bóxers y así, aprovecharía también de tentar un poco a Ignacio, pues estaba comenzando a tomarle el gusto a ese jueguito de provocarle.
En silencio, me puse mi bóxer aun teniendo la toalla envuelta en la cintura, cuando lo tuve puesto me la quité y me fui a apagar la luz para luego acostarme, aun bajo la atenta mirada de Ignacio, que no decía nada.
Cuando estuve bajo la cobija me dispuse a dormir e iba a darle buenas noches a Ignacio cuando él se me adelanto.
-Tomás…- me llamó.
-¿Si? ¿Qué pasa?- le pregunté girándome para verle en la penumbra de la habitación.
-Tengo mucho frío…- respondió- ¿puedo… dormir contigo?- me pidió y yo me quedé helado, pues no me esperaba tal petición- tranquilo, que solo será dormir, no haré nada más- se apresuró a explicar un tanto avergonzado.
Lo pensé por unos segundos y finalmente me decidí a decirle que sí. Si él me decía que no pasaría nada, tendría que creerle.
-Está bien, ven- le dije, haciéndome hacia un lado y abriendo la cobija de la cama.
-Gracias- dijo, poniéndose de pié y pasándose a mi cama.
Algo que me hizo sentir bastante incómodo fue que me di cuenta de que solo iba con un bóxer al igual que yo, como aquella vez en su casa cuando me dio la borrachera.
-¿Cómo no vas a tener frío si no llevas pijama?- le dije yo, medio reprochándolo.
-No puedo dormir con pijama, me incomoda demasiado- respondió, solo puse los ojos en blanco y dejé que se acostara.
Cuando ambos estuvimos metidos en la cama, pude sentir la calidez de su piel en mi brazo, me di la vuelta dándole la espalda y él se volteo hacia mí y así quedamos en pose de cucharita; en un rápido movimiento de su brazo, rodeó mi cintura con su brazo y se pegó a mí. Yo me quedé inmóvil y un tanto perplejo, pues me daba miedo tanta proximidad con el cuerpo de Ignacio y estaba comenzado a temer de que no podría controlarme si la situación pasaba a mayores.
-Podría estar toda la vida de esta forma contigo, me encanta- me dijo al oído con ternura.
Yo no respondía, me sentía avergonzado y por suerte la oscuridad no delataba el cuan sonrojado estaba en ese momento. Un calor recorría mi cuerpo, pero no se trataba de excitación si no que era algo más, eran de nuevo esas “mariposas en el estómago”, y me sentía como en el bus cuando me quedé dormido en su pecho: me sentía protegido, a gusto, como si al igual que él podría quedarme de esa forma para toda la vida.
-Tomas…- volvió a llamarme.
-¿Dime?…-
-Quería hablar de algo contigo- me respondió.
En ese momento mi corazón comenzó a latir desesperado, pues sabía lo que se avecinaba.
-¿Sobre qué?- le pregunté, intentando sonar natural y no nervioso, como me encontraba.
-Bueno como ya verás tu yo llevamos bastante tiempo en este flirteo y de esta forma de “amigos con derecho a roche” pero estoy aburrido de ello. Y bueno… yo quería preguntarte si… tu… - decía, dubitativo mientras sentía como de los nervios me acariciaba el vientre con su cálida mano- si tu… quieres empezar algo serio conmigo, si tu… ¿quieres ser mi novio?-
En ese momento, no sé si me sentí en la gloria o que, pero inexplicablemente mi corazón comenzó a latir aun más fuerte que antes y yo me quedé sin saber que responderle…
Continuará...
Espero les haya gustado y les invito a comentar y a valorar... !No sé para cuando tenga el siguiente capítulo! así que no les prometo que sea pronto :/