Indiferencia Agridulce (VI)
Esa noche, el protagonista de mis sueños, no fue Elías
Capítulo 6: El comienzo de algo… importante.
Ignacio:
Sin duda alguna, todo lo ocurrido había sido insólito y completamente inesperado:
Aquel día miércoles, al llegar a casa luego de clases me sentía intranquilo, más que los días anteriores. Desde aquel viernes cuando ocurrió aquel incidente de Tomás y luego de pensarlo por mucho tiempo, decidí que lo mejor sería alejarme definitivamente de él si no quería terminar herido o desilusionado. Por lo que el sábado siguiente había evitado las llamadas de Malena para que nos juntáramos, o incluso las llamada de Tomas los días posteriores -y aquello sí que fue un gran esfuerzo, porque me comían las ganas por contestar el teléfono- para así comenzar a alejarme de él, a pesar de que sentía que en tan poco tiempo me había aferrado mucho a él.
Pero todos mis intentos por alejarme de Tomás se fueron por la borda, ese miércoles, cuando me entraron unas ganas de ir a surfear. Si, las playas de nuestra ciudad siempre se habían caracterizado por tener olas de gran tamaño, que atraían bastantes surfistas en la época de vacaciones. Yo desde pequeño había practicado el surf, gracias a uno de mis tíos que comenzó a enseñarme cuando yo tenía más o menos 6 años.
A pesar de que hacía dos años que no practicaba simplemente por dejación y falta de tiempo, ese día miércoles en especial, me entraron ganas de ir y surfear por unas horas… incluso después de que habían anunciado lluvia para esa tarde, yo fui de todas formas pues surfear con lluvia era una de las cosas que más me gustaban cuando era pequeño.
Luego de haber estado dentro del agua, por cerca de 1 hora, decidí salir y descansar un momento. Cuando llegué a la orilla, me di cuenta que estaba bastante lejos de donde había dejado estacionado mi auto, por lo que tuve que caminar por la orilla de la playa para llegar a este y fue ahí cuando vi que alguien venía en dirección contraria a la mía. No le di mucha importancia, ya que pensé que de seguro se trataba de alguien que había salido a caminar con la lluvia -a mí también me gustaba hacerlo, a pesar de que mi mamá me regañara cada vez que lo hacía- lo que se me hizo raro, fue que cuando se encontraba más cerca, se cubrió la cara con la capucha de la sudadera, dejándome sin poder verle la cara.
Aquello me pareció extraño, pero no le di gran importancia por tratarse de un desconocido, así que yo simplemente seguí mi camino. Cuando pasé por su lado, me di cuenta de que se trataba de un joven y no de un adulto, por lo que le miré de reojo, pero no vi nada llamativo y cuando sentí a mis espaldas que ya estaba un tanto alejado, me di la vuelta a observarlo por última vez, pues había algo en ese desconocido que me inquietaba; al darme vuelta, supe el porqué: vi que el desconocido también se había volteado a mirar y también vi, que se trataba de Tomás. Aquello me tomó por sorpresa, paré en seco y le llamé:
-¿Tomás?-
Pero no hubo respuesta y solo se echo a correr cuando supo que me había dado cuenta de que era él en realidad.
La única reacción que yo tuve, fue echarme a correr tras él, e intentar alcanzarlo para… ni siquiera yo sabía porque quería alcanzarlo, pero sentía que debía hacerlo.
-¡Espera, Tomás!- le pedí, aunque sabía que sería inútil.
Por suerte me fue fácil alcanzarlo, y cuando por fin estuve junto a él, al intentar detenerle ambos tropezamos y caímos sobre la arena, donde comenzó un forcejeo de parte de ambos, el por intentar zafarse y yo por intentar inmovilizarlo.
-¡Déjame!- me decía, mientras forcejeábamos.
Yo no le hice caso, y continuamos así: yo intentaba calmarle e inmovilizarle y el seguía moviéndose; pero fui más rápido y finalmente quede sentado sobre su abdomen, tomándolo de las muñecas y poniéndolas a cada lado de su cabeza
-¡Te dije que me dejaras!- gritó, moviéndose debajo de mi.
-Cálmate…- le dije, de forma tranquila, y casi se me escapa una sonrisa, frente a la situación.
-No, no quiero ¡déjame tranquilo, vete!- reclamaba él con los ojos cerrados, mientras seguía moviéndose de un lado a otro.
-Cállate- le dije, ya cabreado de su berrinche, y sabiendo que tenía el control de la situación.
-Cállame- me dijo, medio molestándose por la orden que acababa de darle.
Y en ese momento, fue cuando actué casi por instinto le planté un beso en la boca de forma rápida. Sentí como de inmediato se quedaba quieto, con los labios entreabiertos.
Luego de un minuto en el que ambos no nos movimos, él finalmente -y eso si que yo no me lo esperaba realmente, porque esperaba que me sacara de encima de él o que se negara- respondió mi beso, moviendo sus labios y entrelazando nuestras lenguas, ese momento fue, sin exagerar, sublime.
Me pareció extraño, porque a pesar de que en un principio se había mostrado renuente a responder mi beso, de a poco fue cediendo y terminamos los dos ahí sobre la arena envueltos en un cálido beso que a mí me supo a gloria. Era como si mí más profundo y anhelado deseo se hubieran visto por fin cumplido. Nuestras bocas se vieron envueltas en un juego de lenguas que a mi estaba volviendo loco y no sabía si podría volver a separarme de él; pero la falta de aire en mis pulmones hizo que lo que yo menos quería, tuviese que ocurrir.
Nos separamos y respiré profundamente, no quise abrir los ojos, pues temía que todo fuera en realidad un sueño; cuando por fin los abrí, me encontré con que los verdes ojos de Tomás estaban clavados en los míos, y pude ver que expresaban una mezcla de confusión y asombro por lo que acababa de hacer. Nos quedamos en silencio y el primero en hablar fue el:
-¿Qué… fue… eso…?- preguntó en un murmullo, mientras la lluvia, ya casi imperceptible seguía cayendo sobre nosotros.
Esa expresión, me hizo pensar que lo que yo acababa de hacer le había desagradado, por lo que inexplicablemente me puse nervioso.
-Yo… ehm… discúlpame, es que tú me…- intentaba explicar yo, incómodo.
-Cállate- fue lo único que dijo, y a continuación alzo la cabeza para volver a darme otro beso, más apasionado y efusivo que el anterior; frente a ello, yo me encontraba verdaderamente extasiado ¿Era ese realmente Tomás? Jamás imaginé que fuera él quien tomara la iniciativa de besarme esta vez, pensando en que me mandaría a la misma mierda luego de haberle besado de sorpresa.
Solté sus muñecas para poder acariciar su mejilla y su pecho por sobre la sudadera empapada mientras nos besábamos; él por su parte, me abrazó fuertemente y a cada momento la intensidad de nuestro beso iba en aumento. Nuestra respiración se volvía cada vez más agitada, y a esa altura -no me había percatado- mi entrepierna estaba cómo el acero, y pude sentir en el roce con Tomás, que él también se encontraba excitado.
En un momento realmente comencé a dudar en si se trataba de un sueño o era la realidad, así que paré de súbito, abrí los ojos al mismo tiempo que él, y me le quedé mirando.
-Espera… espera…- le dije, saliéndome de encima suyo y quedando frente a frente -¿Es esto real? ¿Estoy soñando?- pregunté, incrédulo.
-Me temo que no…- respondió- ahí tienes la prueba-
-¡Auch!- me quejé, al sentir un dolor agudo en la mano, producto de que acababa de pellizcarme.
-Entonces…- iba a decir yo, pero no encontraba las palabras.
-¿Entonces…?- preguntó impaciente, mirándome con esos ojazos de color esmeralda que comenzaban a hacerme perder la cordura, porque sinceramente yo ya no sabía que pensar.
-Es que… ¡esto!- exclamé yo, falto de palabras- ¿Qué ha sido todo esto? De veras, el beso fue algo que hice sin pensar, pero nunca esperé que tú lo respondieras… te tomé por sorpresa, creo ¡pero tú me devolviste una sorpresa el doble de grande!- dije, aun estando frente a él.
Tomás solo sonrió, divertido ante mi actitud.
-Creo que ya te lo dije la noche de la fiesta en tu casa- me dijo, sosteniéndome la mirada- tu me gustas-dijo sin más, a mi me dejó en una pieza.
-Pero… ¿Qué es este repentino cambio de actitud?- pregunté, aun incrédulo.
¡Es que no terminaba de creerlo!
-No sé- respondió- ni yo me lo explico pero… el beso me hizo pensar que quizás tenía que darme la oportunidad de volver a querer a alguien y dejar de ser tan antipático con una de las personas más especiales para mí- me dijo, con una sonrisa en sus labios.
Unos segundos antes, creía que no podía estar más feliz de que uno de mis más anhelados deseos se cumpliera. Pero ahora, Tomás la había rematado, diciéndome aquello; no supe que decir, y lo primero que se me vino a la cabeza fue:
-Hace un poco de frío ¿no crees?-
-Sí, creo que debería volver a casa, antes de que oscurezca- repuso él.
-Si quieres te puedo prestar ropa- le ofrecí- en el auto tengo una muda de sobra, por si acaso.
-Estaría bien- me dijo, avergonzado.
No sé qué me ocurría, en mi interior me sentía contento, quería gritar de la felicidad. A la vez me sentía nervioso y ansioso; ansioso de probar de nuevo los labios de Tomás. No sabía si tiritaba del frío o de la emoción que estaba sintiendo en ese momento. Debía ser muy cuidadoso en mí actuar, pues temía que cualquier movimiento en falso acabara con la magia del momento.
Emprendimos el camino hacia mi auto en completo silencio, caminando uno junto al otro y en mis labios iba dibujada una sonrisa que me era imposible borrar.
Unos metros más allá se encontraba mi tabla de surf tirada en la arena, ahí la había dejado caer cuando salí corriendo tras Tomás; la recogí y seguimos caminando.
Cuando por fin llegamos a mi auto, abrí la cajuela y de ella saque mi bolso con la ropa. Tomás estaba de pié junto a mí, observando lo que yo hacía en completo silencio. Busqué la ropa y una tolla para él dentro de mi bolso y cuando las encontré, extendí mi mano y se las entregué.
-¿Dónde me cambio?- preguntó, parecía incomodo ante la idea de tener que quitarse la ropa en frente mío.
-Si quieres te cambias dentro, pero debes quitarte la mayoría de la ropa afuera o mojaras los asientos- le dije, aprovechándome de la situación, pues tengo que confesar que tenía deseos de verle en… paños menores.
-Está bien…- dijo sin convencerse e incómodo.
-Vamos hombre, que no veré nada que no haya visto antes…-
Dicho esto, comenzó a quitarse el abrigo y la sudadera, luego se quitó la camisa. En ese momento, una vez más tenía oportunidad de observar la tersa piel del torso de Tomás… y se me antojó acariciarlo; las imágenes de esa noche en mi habitación volvían a mi mente y me hacían desear volver a revivir ese momento, solo para estar abrazado a él nuevamente.
Mira a mi alrededor y vi que la lluvia ya había cesado, además de que la calle se encontraba completamente vacía, e hice algo que resulto ser más un impulso que algo pensado. Me fui acercando a él, que me estaba dando la espalda y le di un abrazo por detrás. Me abracé a su cintura con fuerza, sintiendo la fría y tersa piel de su abdomen.
-Te quiero, Tomás- le dije al oído, y pude oír que sonreía
-Creo que… también te quiero- expresó, dubitativo en un principio, pero con seguridad al final.
De pronto echó la cabeza hacia atrás, recargándola en mi hombro. Le di un beso en la mejilla y dejé que se siguiera cambiando mientras yo volvía a la cajuela y buscaba ropa para mí en el bolso.
Rápidamente me cambie de ropa, mientras Tomás se cambiaba dentro del auto, y cuando estuve listo, me senté en el asiento del piloto, para ponerme mis zapatillas, mientras adentro, mi querido amigo luchaba por intentar ponerse los pantalones en ese reducido espacio.
Cuando ambos estuvimos listos, se sentó junto a mí en el asiento del copiloto.
-¿Quieres ir a beber un café para entrar en calor?- le ofrecí.
-¿Tengo otra opción?-
-Me temo que no…- le dije, echando a andar el motor.
-Lo suponía- me dijo, con expresión serena y una sonrisa.
Esta nueva faceta de Tomás me inquietaba de sobremanera. Era muy diferente a como yo le conocía y temía que en cualquier momento me dijera que todo aquello era un broma y quizás que otra cosa… ¡es que realmente aun no terminaba de creérmelo! pues había sido demasiado repentino el cambio.
-Sé que no te lo crees aún…- me dijo de pronto, sacándome de mis pensamientos mientras conducía- y yo tampoco me lo creo pero… mírame, aquí estoy junto a ti en el auto, con tu ropa que me queda un poco grande y camino a una cafetería ¿difícil de creer, no?- me dijo, dirigiéndome una sonrisa.
Se le veía tan guapo y tan diferente, se me hacía extraño ver su sonrisa, pues no sonreía muy a menudo. Su cabello castaño claro, lucia más oscuro debido a que estaba húmedo; su piel blanca y tersa me hacía desear acariciarle y sus labios carnosos me llamaban a besarle de nuevo, pero lo que más me gustaba, era ver como sus ojos verdes también sonreían, eso me indicaba que estaba siendo sincero…
Luego de unos minutos de ir conduciendo por las calles, finalmente llegamos al café que tenía en mente; era uno al que solía ir en los días lluviosos o fríos a beber una taza de café caliente, cuando me entraban ganas de salir a pasear.
Entramos y el ambiente era cálido y acogedor, vimos una mesa que estaba junto a la ventana y nos sentamos en ella. Miramos el menú que había sobre la mesa y luego la camarera se nos acercó para preguntarnos qué pediríamos.
-Yo quiero un moca y un brownie, por favor- le dije.
-¿Y tú, que deseas?- le preguntó a Tomás, con una sonrisa.
-Un capuchino vainilla y un pie de limón, por favor- pidió mi amigo.
-En seguida se los traigo- nos dijo la chica amablemente.
Cuando se fue, nos quedamos en silencio unos segundos. Yo la verdad es que me encontraba incómodo y nervioso, jamás me había sentido así antes con nadie, ni siquiera con una chica. Era como si mi corazón latiera deprisa y descontroladamente cada vez que mi mirada y la de Tomás se cruzaban.
-A propósito…- dijo Tomás, rompiendo el silencio- ¿Qué ocurrió con el trabajo que se supone que íbamos a hacer ese… día viernes?- preguntó, incómodo al recordar “ese” día viernes.
-Ehmm bueno… lo hice yo solo durante el fin de semana y lo entregué el lunes…- le respondí, orgulloso de poder demostrarle que no eran tan inútil como él me había dicho en reiteradas ocasiones- Obtuvimos un 10…-
Vi como sonreía y daba un suspiro.
-Creo que te mal juzgué- reconoció.
-Por fin te das cuenta…- le dije, divertido.
Nuevamente el silencio se hizo presente y las palabras se agotaron. Y se me vino a la mente una inquietud que tenía ganas de exteriorizas.
-¿Tomás?- le llamé.
-¿Si?- me contestó, mirándome a los ojos.
-Puedo preguntarte…- comencé a decir- ¿Por qué hiciste eso de…?-
-No quiero hablar de eso, por favor- me cortó en seco, adivinando lo que preguntaría- al menos no ahora, no arruinemos el momento ¿sí?- me pidió, de forma tranquila.
-Está bien…- fue lo único que yo dije.
Temía que su respuesta fuera negativa, pero por suerte no fue tan malo intentar indagar un poco en los motivos por los cuales había hecho lo que hizo el viernes anterior, al menos me había dejado la esperanza de que en algún momento sabría los motivos.
Finalmente la chica trajo nuestra orden en una bandeja y dejó todo sobre la mesa. El brownie y el pie de limón se veían deliciosos; Tomás comenzó a comer de su pie de limón y yo no pude evitar mirar cada uno de sus movimientos con total dedicación hasta que se percató de que lo estaba haciendo.
-¿Ocurre algo?- me preguntó, dejando la cuchara con un trozo de pie a medio camino.
-No, no pasa nada- le dije, saliendo de mis pensamientos- es solo que incluso comiendo me pareces… lindo…-
Solo vi como quitaba la mirada, y medio se sonrojaba… ¡El nuevo Tomás me encantaba! Era mucho más comunicativo y risueño, aunque seguía teniendo esa esencia tan suya que lo hacía parecer un chico difícil y poco comunicativo… pero que en resumidas cuentas, me tenía loco.
Estuvimos cerca de una hora y media dentro de ese café, conversando sobre nosotros y otros temas. Jamás había tenido ese tipo de conversaciones con Tomás, que aunque parecieran triviales y comunes, para mi significaban mucho; significaban el comienzo de algo que para mí era muy importante.
Cuando ya comenzaba a anochecer, lo dejé en la puerta en su casa, nos despedimos con un beso que me dejó viendo estrellas y luego yo conduje en dirección a mi casa, con una sonrisa que no se me borró hasta que me dormí.
Tomás:
Si para Ignacio fue difícil de creerlo, para mí lo fue el doble. Sinceramente, no me reconocía pero la verdad es que ese beso hizo que dentro de mí, despertara algo: un calor que no sentía hace mucho tiempo; hizo que mis latidos se dispararan y que yo me derritiera por dentro. Ignacio al fin me había conquistado.
Luego fui yo, estando fuera de mi, como si fuera otra persona o alguien que había estado durmiendo por mucho tiempo, quien le respondió el beso… y ahí ya no supe mas del antiguo Tomás pues Ignacio había roto todas las barreras.
En un principio me sentía incómodo y nervioso, pues no sabía lo que estaba haciendo, pero al ver la sonrisa que Ignacio no quitaba de sus labios, me tranquilizaba enormemente, diciéndome a mí mismo, que todo saldría bien, que quizás no todo era tan malo como yo lo pintaba en mis suposiciones.
Y en ese momento, mientras caminaba junto a él por la playa, en dirección a su auto; el recuerdo de Elías me invadió nuevamente, pero esta vez de una manera diferente: me decía “sé feliz, por favor”. Y finalmente aquello termino por convencerme de que debía darme una oportunidad de querer a alguien, de que tenía que vivir y a la vez sentirme vivo por dentro.
Cuando llegamos a su auto, buscó dentro de un bolso deportivo y prestó ropa para cambiarme. Mientras me quitaba la camisa toda empapada, para cambiármela por una seca, estando junto al auto de Ignacio, se me acercó por detrás y me abrazó por la cintura.
-Te quiero, Tomás- fue lo que me dijo al oído, con suma ternura.
Sonreí, de los nervios, pero estaba seguro de lo que diría a continuación
-Creo que… también te quiero- le dije. Y lo dije principalmente porque era lo que de verdad sentía en ese momento, porque le tenía un cariño especial.
Me sentía contento y feliz, sentía -y aunque suene cliché- las llamadas “mariposas en el estómago” mientras pronunciaba cada una de esas palabras teniendo a Ignacio a mis espaldas, abrazándome. En un acto de sentirle más cerca, eché la cabeza para atrás y me recosté en su hombro. Me dio un beso en la mejilla y se retiro, dejando que siguiera con lo mío.
Esa tarde, la disfruté al máximo y el tiempo se me pasó volando junto a Ignacio en esa cafetería a la que fuimos después.
Por la noche, luego de que me trajera a casa, inmediatamente llamé Malena y le conté todo… en un principio no me creyó ni una palabra, tuve que insistir más de 3 veces, para que cayera en cuenta de que el viejo Tomás, había quedado atrás.
Esa noche, el protagonista de mis sueños, no fue Elías…
Eran las 8 de la mañana y yo ya me encontraba sentado en mi pupitre en el salón de clases, revisando mis apuntes y esperando a que las clases comenzaran. Ese día había despertado más temprano de lo común, lo suficiente como para llamar a Miguel y decirle que siguiera durmiendo unas horas más, porque ese día me iría caminando a la escuela. Incluso así, llegué antes del inicio de la primera clase.
Aquella mañana desperté renovado, como si hubiese despertado de un sueño “milenario”, sintiéndome diferente o como si los malos momentos hubiesen sido lejanos y toda esa basura quedaba atrás.
Me pareció sorprendente el cambio que UNA sola persona puede detonar en uno…
Y ese día me sentía de tan buen humor, que había decidido jugarle una pequeña broma a Ignacio, una un poco cruel, pero que al fin y al cabo me divertiría…
Cuando por fin tocaron el timbre que daba inicio a las clases y el profesor entro en el salón con una fila de alumnos siguiéndole, por fin pude ver a Ignacio, que parecía estar buscándome con la mirada. Cuando me encontró, su rostro se iluminó y sonrió. Fue ahí cuando di inicio a mi pequeño juego…
Cuando entro en el salón, pude ver claramente sus intenciones: sentarse junto a mí. Pero yo me negué, mirándole y moviendo mi cabeza a modo de negación, y apunte con mis labios hacia el puesto que él solía ocupar a menudo. Vi como en su rostro se dibujaba la decepción, pero me hizo caso y se sentó donde siempre, con sus amigos.
Por el resto de la clase pude sentir el peso de su mirada sobre mí, buscando mis ojos y aunque se me hacía demasiado difícil, le ignoraba.
Cuando la clase terminó, busqué la oportunidad y cuando vi que conversaba con sus amigos mientras ordenaba sus cosas, escapé. Sabía que me buscaría en el recreo, por lo que me llevé a Malena y a Vicente a un lugar apartado del patio de la escuela, donde no me encontrara.
Y así me las arreglé en las dos clases siguientes para escapar de él y lo que pudiera decirme, aunque por dentro me sentía un poco mal por hacerle aquello…
Fue cuando la última clase de la mañana terminó, cuando me fue imposible escapar y se me acercó.
-¿Podemos hablar?- me pidió, buscando mi mirada con sus ojos azules, pero yo le evitaba.
-Lo siento, tengo que ir rápido a la biblioteca…- me excuse, mintiendo- luego hablamos, ¿si?-
-Está bien- respondió con tristeza, y se marchó, cabreado por la situación, pero mi juego ya estaba por terminar.
Busqué a Malena y a Vicente en su salón, y nos fuimos a almorzar al comedor. Cuando encontramos una mesa vacía, nos sentamos y nos pusimos a comer. En un momento miré hacia la entrada del comedor y vi que Ignacio venía recién entrando junto con sus amigos; como lo supuse, me buscaba con la mirada por todo el comedor y yo no tenía intenciones de esconderme, pues quería que viera donde yo me encontraba… Cuando por fin dio conmigo, me miró de forma rápida y luego siguió su camino hacia una mesa, donde tomó asiento son su grup.
Cuando terminé de almorzar, me puse de pié y también les mentí a los chicos diciendo que debía ir a la biblioteca a pedir un libro antes que la encargada se fuera a almorzar… Mientras caminaba hacia la salida, tomé mi móvil y escribí un mensaje:
“En los baños del 4to piso en 10 minutos ¿puedes?”
Y salí, en dirección al lugar que mi mensaje indicaba.
Los baños del 4to piso, como en muchas escuelas, eran esos típicos baños que siempre están abandonados y no muchos van a ellos por el mal estado en el que estos generalmente se encuentran y nuestra escuela, no era una excepción.
Subí las escaleras y cuando iba llegando al 4to piso e iba a dar la vuelta por la esquina de una pared, en dirección hacia los baños, choqué de frente con alguien que parecía que tenía prisa. Ese alguien era Alonso Santander, uno de mis compañeros.
-Disculpa, no te vi- me dijo, con la cabeza gacha y sin mirarme a los ojos.
-No te preocupes, yo tampoco te vi- le dije, buscando su mirada- ¿Estás bien?- le pregunté, al darme cuenta que lucía nervioso y un poco alterado.
-Sí, estoy bien - me dijo, evitando mirarme y forzando una sonrisa- nos vemos- dijo luego, siguiendo su camino hacia las escaleras.
Yo también seguí mi camino hacia los baños y cuando iba entrando en ellos, creo haber encontrado la razón por la que Alonso estaba así de nervioso: Pablo Dittieri venía saliendo con prisa de los baños con una expresión preocupada en su rostro.
-¿Viste hacia donde fue Alonso?- me preguntó, apresuradamente.
-Bajó la escaleras…- le respondí- ¿Ocurre algo?- pregunté con curiosidad.
-No, nada- me dijo, observándome perspicaz, como temiendo que me hubiese dado cuenta de algo- nos vemos, gracias- fue lo único que dijo y se fue.
La situación se me hizo extraña, pero no me interesó más allá de unos segundos. Aquello no era algo de mi incumbencia, por lo que le reste importancia.
Entre en los baños y me quedé ahí dentro, mirando por la ventana mientras esperaba a que Ignacio llegara. Y por suerte no tarda mucho, puesto que a los pocos minutos, sentí la presencia de alguien dentro de los baños y cuando me voltee le vi ahí de pie con una expresión que me fue imposible descifrar.
-¿Qué me tienes que decir?- me preguntó, un poco enojado.
-Directo al grano, Nachito…- le dije yo, adoptando un tono de antipatía, que no se me hacía nada difícil después de usarlo por tanto tiempo…
-¿Por qué me has estado ignorando toda la mañana?- preguntó sin entender mi actuar- Ayer fue…-
-Lo de ayer fue un error- le corté antes de que dijera algo.
-¿Qué? ¿Me estás hablando en serio?-dijo, incrédulo y sorprendido.
-¿Tengo cara de estar bromeando?- le dije yo, haciendo gala de mis dotes actorales y fingiendo una seriedad que me estaba costando bastante- Mira… ayer me atrapaste en un momento de debilidad, me pillaste volando bajo y yo, caí…- le expliqué, evitando su mirada pues temía que viera la mentira en la mía- y bueno, quería disculparme por… por hacerte ilusiones y todas esas cosas- finalicé.
Ignacio comenzó a reír de forma irónica.
-Me sorprendes la verdad- me dijo, apoyándose contra la pared- Entonces ¿Qué fue todo eso que me dijiste ayer de que yo era una persona importante para ti, o que me querías?- me preguntó, buscando razones.
-Ya te dije que el de ayer no era yo…-
Ignacio se quedó en silencio, pensando en lo que me diría a continuación y yo no sabía si podría seguir con aquel juego por mucho tiempo.
-La verdad es que ya me cansé- dijo, apretando los puños, aquella era la señal de que se estaba poniendo tenso- me cansé de ti, de tus malditos cambios de ánimos y tu bipolaridad. Un día me dices que me quieres, que te gusto y al otro me ignoras y me tratas como perro. Después respondes mis besos y me tratas realmente bien para que al otro día me digas que todo esto es…-
-Una broma, Ignacio, una broma- le interrumpí sonriente y acercándome a él, esta vez mirándole directamente a sus ojazos azules que ahora me parecían tan expresivos, tan sinceros...
-¡¿Qué?!- me dijo, separándose de la pared y procesando mis últimas palabras- ¿una broma? ¿hablas en serio?- me dijo, incrédulo y enojado.
-¡Sii!- le dije yo, sonriente y cuando estuve muy cerca de él, le abracé, pero él estaba inmóvil.
Comenzó a reír nerviosamente, pero se quedó ahí, sin abrazarme con los brazos a cada lado, mientras yo tenía mi cara en apoyada en su hombro. Se sentía bien estar así, junto a él y en ese momento sentí el olor de su perfume, que me embriagó y me fascinó, era un aroma algo cítrico y muy agradable.
-Eres una caja de sorpresas…- me dijo, aun sin abrazarme y yo comenzaba a alarmarme, pensando en que la había cagado y me había pasado de la ralla con mi broma, que ahora que lo pensaba fue bastante estúpida- creo que nunca podré entenderte completamente-
-Abrázame por favor- le pedí, un tanto avergonzado por la petición.
-Y creo que si no te quisiera tanto, en este mismo momento te estaría mandando a la mierda…- me dijo, levantando sus brazos y abrazándome por fin- ¿Por qué lo hiciste?- me preguntó.
-No lo sé…- le respondí- en parte porque soy un poco cruel a veces, y en parte porque quería ponerte a prueba ¿me perdonas?- le pedí.
-Esta bien, te perdono... pero... ¿A prueba?-preguntó.
-No preguntes…- fue lo único que dije yo y levante mi cabeza para dejar nuestros labios a cortos centímetros de distancia- Te quiero, Ignacio -le dije, antes de juntar nuestros labios en un beso que me hizo olvidar todo lo que estaba a nuestro alrededor y que hizo que no me percatara de que en ese momento alguien nos estaba observando…
Continúa.
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Este capítulo para mi es...horrible. No quedó como yo quería que quedara, pero bueno, quería dejarles un capítulo listo antes de que me ausente por algún tiempo, pues que ya el próximo lunes empiezo las clases definitivamente.Gracias de nuevo a todos los que valoran y comentan :)
Saludos ,
Delicious
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