Indiferencia Agridulce (V)

-Cállame- le reté, desafiante. Otro error, pues en ese momento y sin que yo lo viera acercarse, pues tenía los ojos cerrados, me besó

Capítulo 5: Sobredosis.

Ignacio:

Aquel viernes todo fue muy rápido. El momento en que Tomás entró a la sala de urgencias en esa camilla fue como en cámara lenta. Me quede de pié en medio de la sala de espera, impotente y sin poder hacer nada. No me dejaron entrar con él ni siquiera con la mentira de que yo era su primo.

Luego de lograr calmarme después de todo lo ocurrido, tomé mi móvil y llamé a Nico. Cuando me contestó, percibió la desesperación en mi voz pero calmé su curiosidad con una mentira que por suerte se creyó. Solo necesitaba el número de teléfono de Malena.

-¿Diga?- me contestó.

-Malena, Malena, soy yo Ignacio- le dije, hablando apresuradamente- Tomás… no sé que le ocurrió pero estaba con él en su casa y se desmayó y comenzó a convulsionar y a temblar- decía yo, hablando rápido- Malena ven rápido al hospital por favor- le pedí.

-No puede ser… volvió a hacerlo- dijo ella, como hablando para sí misma- tranquilízate Ignacio, voy para allá enseguida, llamaré a sus padres- me dijo, y cortó la llamada.

La espera fue larga y no tenía tampoco noticias de lo que ocurría con Tomás, todo era un gran enigma para mí y aun no comprendía lo que había ocurrido. Malena había dicho: “No puede ser, volvió a hacerlo” ¿Qué significaba eso? Comencé a pensar y a intentar entender algo de esto, pues no saber nada de veras me desesperaba… y de pronto una remota posibilidad se me pasó por la mente, porque uno en casos como aquel siempre piensa lo peor…

Y lo peor que a mí se me ocurrió fue que Tomas había intentado suicidarse…

El solo hecho de pensar en ello hizo que me estremeciera y que se me pusiera la piel de gallina ¿Realmente Tomás había intentado suicidarse? No era posible, no me cabía esa idea en la cabeza y no me lo esperaba…

Creo que pasaron cerca de 20 minutos cuando por fin Malena llegó a la sala de espera donde estaba yo y vi que Vicente venía con ella.

-Malena, Vicente, al fin llegaron- les dije, abrazando a la primera y sorprendentemente rompí a llorar.

No sé porque lo hacía pero pronto me di cuenta que fue porque tenía miedo, estaba asustado de que algo pudiera pasarle a Tomás y me sorprendí bastante al darme cuenta de cuánto lo quería…

-Cálmate Ignacio, todo saldrá bien- me dijo Malena consolándome- pero cuéntanos que ocurrió, por favor. No entendemos mucho-

Intente calmarme, me separé de ella y los miré a los dos, secando las lágrimas.

-No sé que ocurrió- comencé a explicar- yo solo fui a su casa para que pudiéramos hacer el trabajo de Biología y cuando me abrió la puerta lo noté raro, tenía los ojos rojos y llorosos, estaba como ido y su mirada vacía. Se le notaba raro, todo eso me dio un mal presentimiento - hice una pausa para respirar y luego continué- me ofreció un vaso de gaseosa y cuando fue por él, escuche que algo se había quebrado en la cocina. Fui a ver y ahí lo encontré desmayado y me fue imposible despertarlo. Así que de inmediato llamé a la ambulancia y aquí estamos- terminé de decir.

Malena y Vicente se quedaron en silencio y solo se miraron, asustados. Aquello no hacía más que confirmar mi sospecha.

-Intento suicidarse ¿no es así?- les pregunté de forma directa, adivinando lo que se decían con la mirada.

-Creemos que si- me respondió Vicente, preocupado- hace unos años hizo lo mismo, pero por suerte con Malena llegamos a tiempo. Esta vez por suerte estabas tú…- me dijo, poniendo su mano en mi hombro, a modo de apoyo.

Lo que Vicente me decía, no hacía más que asustarme y ponerme más triste. En mi mente imaginaba a Tomás muerto y tirado en el suelo, y un escalofrió recorría mi espalda.

De pronto pude ver que dos personas caminaban por el pasillo en dirección a nosotros y de inmediato supuse que se trataba de los padres de Tomás. El hombre era alto y parecía distinguido, tenía expresión seria y venía con un abrigo bastante elegante. En cambio la mujer vestía más informal, pero de todas formas conservaba la elegancia. Ella venía con expresión preocupada a diferencia de su esposo. Lo que me sorprendió es que ambos parecían ser bastante jóvenes.

-Malena, querida- dijo la mujer, saludando a la chica- ¿Qué ocurrió con Tomás? Por favor dímelo- preguntó después, preocupada.

El hombre, saludo a Vicente de un apretón de manos y luego a mí, evaluándome con la mirada. No parecía ser muy amigable, en cambio la mujer -que luego recordé que Tomás la llamaba por su nombre: Laura- parecía ser más amable y cálida.

Malena les relató lo mismo que yo acababa de contarle a ella y a Vicente, y ambos, Laura y Alfonso me miraron como preguntándose quién rayos era yo.

-¿Eres también amigo de Tomás?- me preguntó Laura amablemente, con los ojos llorosos luego de escuchar el relato de Malena.

-Soy un compañero de colegio- le dije, evitando la palabra “amigo” pues él no me consideraba como amigo- estaba conmigo cuando se desmayó -aclaré- íbamos a realizar un trabajo pero ocurrió esto…-

-Gracias…- fue lo único que dijo ella, y me abrazó.

Pude notar que ambos se parecían mucho a Tomás en cuanto a lo físico. En los rasgos, Tomás era igual a su papá, tenían la misma forma de la boca y nariz pero tenía los ojos y el pelo de su mamá. Una combinación muy atractiva, debo decir.

En ese momento, un doctor entró en la sala de espera y al verme a mí -ya que fui yo quien llegó con Tomás- se acercó a nosotros.

-Doctor ¿cómo está Tomás?- preguntó apresuradamente Laura, casi abalanzándose sobre el doctor, que venía hacia nosotros.

-El chico está bien, los síntomas que presentaba fueron por una sobredosis, pero ya se encuentra estable- explicaba el doctor, un hombre de unos 35 años o quizás más, hablando calmadamente- por suerte lo trajeron a tiempo y pudimos hacerle un lavado de estómago antes de que fuera tarde… Ahora se encuentra dormido, luego podrán pasar a verle- hizo una pausa, nos miró a todos y luego dijo- ¿Es usted la madre?- le preguntó a Laura.

-Sí, soy yo- respondió ella, preocupada aun por Tomás.

-Necesito que venga conmigo para tener los datos de Tomás y buscar su ficha médica- le dijo.

-Está bien- respondió, siguiendo al doctor por un pasillo.

Toda la situación se me hacia realmente confusa. Observaba al papá de Tomás y se me hacía que estaba más enojado que preocupado por lo que ocurría.

Los 4 nos quedamos ahí en un silencio bastante incómodo. Yo no sabía que decir, solo estaba preocupado por Tomás y lo que pudiera ocurrirle, de todas formas ya me había calmado bastante al escuchar al doctor diciendo que se encontraba bien y que actuaron a tiempo antes de que fuera lamentable, aunque de todas formas lo ocurrido era lamentable… no podía dejar de pensar en Tomás intentando quitarse la vida, pero… ¿por qué había intentado quitarse la vida? ¿cuáles eran los motivos? Todas esas eran preguntas de las que no conseguía respuesta alguna y además temía en exteriorizarlas por miedo a entrometerme en pasajes de la vida de Tomás que pudieran ser personales.

Miré la hora en mi reloj y vi que las manecillas marcaban las 7:40 de la tarde, el tiempo había transcurrido de forma muy rápida y ni siquiera lo había notado. Era bastante temprano pero ya había oscurecido afuera y comenzaba a hacer frío. Señal de que el invierno estaba acercándose.

Decidí tomar asiento y procesar de forma tranquila todo esto que estaba aconteciendo ¡eran muchas cosas! Tenía tantas incógnitas en mi mente, que de alguna forma necesitaba despejarme y pensar de forma clara. Pero con lo que ocurrió en ese momento creo que pasó todo lo contrario.

Pude ver que apresuradamente un chico entro en la sala de espera de emergencias y buscaba a alguien, mirando a todos y noté que cuando vio a Malena y a Vicente, se acercó a ellos y los saludo. Cuando lo vi, supe de inmediato de quien se trataba: era el tipo de cabello rubio que pasó a buscar en moto a Tomás unas semanas antes y el mismo de la fotografía en el despacho de este último..

No estoy seguro de cómo me sentí en ese momento, no sé si era rabia, celos o impotencia por intentar saber quién era él, pues cada vez que lo veía la sensación de que era alguien importante para Tomás crecía.

Hubo algo que se me hizo bastante raro, y es que cuando Alfonso, el papá de Tomás, vio al chico, su expresión cambio completamente y pude notar una especie de mueca entre enojo y sorpresa. De inmediato saco un cigarrillo, salió de la sala de espera y ni siquiera miró al tipo que también parecía sentirse incómodo con la presencia del hombre.

Al acercarse a nosotros le habló a Malena:

-Recibí tu llamado y vine tan rápido como pude- le dijo, saludándola con un beso en la mejilla, de un apretón de manos a Vicente y parece que no se percató de mi presencia- ¿Lo hizo de nuevo?- preguntó bajando la voz.

-Si, fue una sobredosis- respondió Vicente, con decepción.

-¿Y cómo se encuentra?- preguntó el tipo.

-El doctor dijo que ya se encuentra estable, que le hicieron un lavado de estómago y que todo fue a tiempo, por suerte- le respondió Malena- de no haber sido por Ignacio -me apuntó- quizás estaríamos lamentando otra cosa… ¡Oh, no los había presentado!- dijo de pronto- Ignacio, este es Emilio, un amigo de nosotros y de Tomás-

Así que su nombre era Emilio, al menos comenzaba por conocer su nombre, luego intentaría indagar un poco sobre quien era este chico.

-Emilio, el es Ignacio, un compañero de clase de Tomás- dijo Malena.

Sé que lo hizo de forma inconsciente, pero cuando dijo “compañero de clase” no pude evitar que las palabras de Tomás vinieran a mi cabeza: “-tú no eres mi amigo…-” e inmediatamente sentí que estaba sobrando en aquel lugar, sentí que yo no tenía que estar ahí, pues parecía que todos eran más cercanos e importantes para Tomás que yo. Además había sido a mí a quien había tratado como un perro el sábado anterior después de que la noche anterior me dijera que yo le gustaba. De seguro lo dijo solo porque estaba borracho y ni siquiera era lo que sentía.

Me sentía estúpido e inútil en ese lugar, lo único que había hecho era la buena acción del día, llevando a Tomás al hospital, nada mas.

Estaba tan absorto en todos esos pensamientos que no me percate de que Emilio tenía su mano extendida en frente mío.

-¿Ignacio, estas ahí?- me llamaba Malena.

-Sí, disculpen aun estoy asimilando lo ocurrido, todo esto es un poco confuso y chocante para mí- mentí, ocultando mis verdaderos pensamientos- Mucho gusto, Emilio- le dije estrechando su mano, él sonrió de forma sincera y yo tuve que forzar una sonrisa para no parecer mal educado.

Como sentía que mi presencia en ese lugar ya no era necesaria, decidí marcharme de aquel lugar. Tenía ganas de llorar, de gritar, de desahogarme y no iba a ser precisamente aquella sala de espera en donde eso ocurriría así que me puse de pié, dispuesto a irme de ese lugar.

-Creo que yo me voy…- les dije, evitando la mirada de ellos, aunque pude ver como Vicente miraba a Malena de forma un poco asustada al ver mi expresión- que estén bien, nos vemos- dije sin más, y di media vuelta para marcharme de una vez por todas de ese lugar.

Escuché a mis espaldas como Vicente le decía algo a Malena en voz baja.

-¡Espera!- me llamó Malena a mis espaldas, acercándose a mí.

-¿Qué ocurre?- le dije.

-Por favor, no te vayas- me pidió- sé que tienes muchas dudas y te las responderemos, pero este no es el momento correcto…- me dijo, tomándome del hombro.

-Malena, yo no debería estar aquí. Ya hice mi parte, y bueno… espero que Tomás este bien, pero ustedes son las personas que a él le importan, ustedes deben estar aquí. En serio no te preocupes por mí y dejemos las cosas como están- le dije yo, a lo que ella quiso responder pero yo la interrumpí.

-No Malena, no insistas por favor- le dije y ella guardó silencio- adiós.

Di la media vuelta y me fui de ahí, no quería seguir en ese lugar.

Cuando iba saliendo del hospital, recordé que había dejado el auto estacionado fuera de la casa de Tomás… y comenzaba a creer que las cosas no podían ser peor.

Finalmente me decidí por caminar hasta la casa de Tomás y ahí recoger mi auto, además así podría refrescar mi mente y pensar. Por suerte traía mi chaqueta y estaba abrigado ante el frío que comenzaba a hacer…

Tomás:

Elías estaba junto a mi, podía verlo, sentirlo, tocarlo e incluso sentir el aroma de su perfume. Finalmente podía abrazarlo y decirle cuanto lo quería, cuanto lo había extrañado todo este tiempo. Decirle lo mucho que me hacía falta.

Pude ver a mi alrededor y me di cuenta que nos encontrábamos de pié junto a la misma banca donde nos habíamos conocido, pero lo que me pareció raro es que no había nadie en el parque, estaba completamente vacío, ni siquiera oía a los pájaros cantar y tampoco veía patos en la laguna. Aquello era muy extraño.

-Te quiero- le dije y mi voz sonaba lejana.

-Yo también te quiero y mucho, creo que no te imaginas cuanto…- me respondió, abrazándome- pero…- iba a decir.

-¿Pero…?- le interrumpí, separándome abruptamente de él al oír lo último.

Ese “pero” me asustó y la posibilidad de volver a perderlo se paseaba por mis pensamientos.

-Pero debes continuar, Tomás. Continuar sin mí- me dijo- Por favor, deja de hacerte daño y sigue tu camino…-

Un dolor, como si de angustia se tratara, se anidó en mi pecho y sentía que las lágrimas estaban a punto de caer por mis mejillas.

-No llores, por favor…- me pidió mientras acariciaba mi mejilla- siempre te amaré, Tomás; pero no puedes seguir así, no es sano para ti ni para los que te rodean y aunque no lo creas, le importas a muchas personas… así que por favor ¡sé feliz! -me animó, abrazándome de nuevo- Y prométeme que no volverás a hacerte daño, ¿sí?- me pidió.

-Está bien… lo prometo- respondí, apretándolo fuertemente contra mí, mientras lo abrazaba.

Quería sentirlo junto a mí y no dejarlo escapar de nuevo… no quería que se fuera y me dejara solo, sin nadie que me quisiera como él lo hizo en todo ese tiempo que estuvimos juntos, pero que el destino, el universo o la vida -no sé que pudo haber sido- lo arrebató de mi lado y se lo llevó donde yo no podía llegar, a menos… que muriera.

-Tengo que irme…- me dijo, rompiendo el abrazo.

-No, por favor…- pedí, pero fue inútil, Elías comenzaba a desaparecer.

-Y tú debes despertar…-

Tenía los ojos cerrados y cuando los abrí me encontré en otro lugar distinto al parque, estaba acostado en una habitación muy iluminada, me sentía mareado y desorientado. Cuando me acostumbré a la luminosidad, pude ver que me encontraba en una sala de hospital. No había logrado mi cometido…

Recorrí la sala con la vista y pude ver que Malena se encontraba dormida sobre uno de los sillones. Me causó ternura verla ahí; fue ahí cuando todos los momentos con ella pasaron por mi mente y me di cuenta que lo que hice, había sido algo completamente egoísta. No había pensado en nadie, solo en mi y en lo que “creía que era mejor” para mí.

Me moví para poder sentarme y en eso despertó a Malena, que me miró somnolienta, y cuando se dio cuenta de que estaba despierto, se levantó rápidamente.

-¡Despertaste!- me dijo, acercándose a mí. Yo solo sonreí, avergonzado.

Ella seguía acercándose a mí, y cuando estuvo junto a la cama hizo algo que no me esperaba. Me dio una cachetada tremenda en la mejilla izquierda.

-¡¿Qu-que te pasa?!- exclamé yo, llevando mi mano hacia mi mejilla, que de inmediato me comenzó a arder.

-¡Eres un estúpido!- me gritó ella- ¿Cómo se te ocurre intentar suicidarte nuevamente?¿no quedó claro la última vez que lo hablamos?- me preguntaba ella, muy enojada, pero a la vez preocupada.

Me sentí miserable, me sentí una rata egoísta y cobarde intentando escapar de todo aquello, por el simple recuerdo de Elías que no me dejaba tranquilo. Estaba mal, muy mal.

-Lo siento, Malena- le respondí- no pensé bien en lo que estaba haciendo…- dije, con la cabeza gacha.

-¡Claramente no lo hiciste!- exclamó ella, hecha una furia.

Aunque parezca raro, en ese momento me sentía feliz, a pesar de la cachetada y por la forma en que Malena me trataba, fue eso mismo lo que hizo que me diera cuenta del cariño que me tenían, y por eso me sentía feliz. Siempre me sentí solo y creo que nunca noté la presencia de mis amigos a mi lado.

-Yo… yo…- iba a decir.

-Tú… por favor, no lo vuelvas a hacer- dijo Malena, suavizando el tono de su voz y acariciando mi mejilla- discúlpame por haberte dado una cachetada, pero es que entré como en pánico y de alguna forma tenía que decírtelo pero es que… ¡tenia tanto miedo!- decía ella, con los ojos llorosos.

-Gracias…- fue lo único que dije, mientras una lágrima caía por mi mejilla.

-Por favor… - me dijo de pronto- deja el recuerdo de Elías atrás. Sé que ese recuerdo es el causante de todo esto, pero por favor, déjalo atrás. Tomás… - me llamó, y yo la miré a los ojos- Elías esta muerto… supera eso y vuelve a ser el de antes, vuelve a ser el Tomás que nosotros conocimos y por favor, no te hagas más daño… ¿sí?- me pidió.

Malena realmente me sorprendió con lo que acababa de decirme.  El tema de Elías era algo de lo que no solíamos hablar porque yo así lo prefería, no era cómodo para mí y el recuerdo hacía que me pusiera de mal humor. Pero esta vez fue diferente, después aquella “misteriosa” conversación que tuve con Elías antes de despertar -esto no supe si fue real o no, pero yo sentía que si-.

-Ya lo sé Malena- dije yo, dando un suspiro- mientras dormía…muchas cosas se me aclararon en sueños… así que ya no te preocupes, no volverá a ocurrir- le aseguré.

-Todos estábamos muy preocupados por ti… -decía ella, mirándome con cariño- tus padres, Blanca, Miguel y todo el servicio de tu casa, Vicente, Emilio e Ignacio…-

¡Mierda! Me había olvidado de Ignacio y de que ese día habíamos quedado para hacer el trabajo de investigación. Pero de ese día no recordaba casi nada, hasta el momento en que me tomé las pastillas…

-Ignacio… ¿Dónde está?- fue lo único que pregunté.

-Él fue quien llamó a la ambulancia y te acompaño hasta acá el día que fue a tu casa, estuvo unos minutos aquí, pero luego no sé que le ocurrió porque de pronto se fue y no dijo nada, se le veía enojado o triste. Quedamos en que ayer yo conversaría con él. Pero no contesta mis llamadas y…-

-Espera… espera -interrumpí, un tanto confundido- dijiste “ayer” o sea que… ¿cuánto tiempo dormí? ¿qué día es hoy?-pregunté.

-Dormiste dos días seguidos, hoy es domingo- respondió.

¡¿Había dormido dos días seguidos?! Eso parecía insólito, aunque bueno, debido a la cantidad de píldoras que me había tomado el viernes, creo que era una cantidad de días razonables.

Malena me explicó lo que ocurrió con Ignacio y el resto de la tarde recibí las visitas de Vicente, Emilio y una llamada de Laura.

El doctor dijo que me darían el alta esa noche y que debía guardar 3 días de descanso, medida que me pareció estúpida pues yo me sentía perfectamente bien cuando salí del hospital. Tuve que hacer caso y limitarme a soportar un par de días encerrado en casa sin nada que hacer.


Era miércoles, mi tercer y último día de reposo en casa y ya no aguantaba más el encierro, así que decidí salir a caminar. El día estaba nublado y amenazaba con ponerse a llover en cualquier momento, pero aquello no me importaba, caminar bajo la lluvia era una de las cosas que más me gustaba y además, me relajaba.

Había intentado llamar a Ignacio a su teléfono celular, pero no había contestado mis llamadas, lo que se me hizo extraño ya que antes siempre contestaba de inmediato…

Me puse una sudadera, un abrigo y bajé las escaleras, dirigiéndome por el pasillo hacia la puerta principal. Cuando pasé por fuera del comedor, me di cuenta que Laura y Alfonso se encontraban bebiendo una taza de café luego de haber almorzado, decidí ignorarlos y seguir mi camino, pero Laura se percató de mi presencia y me llamó.

-Tomás… ¿podrías venir un momento por favor?-

Al escucharla, tuve que devolverme por el pasillo y cuando entré al comedor, me quede parado en la entrada y levante las cejas como diciendo: “¿qué?”

-Tu padre y yo lo estuvimos conversando y…- si ellos dos estuvieron conversando algo sobre mí, la cosa se ponía interesante, aquello era raro de ver- decidimos que lo mejor para ti sería que visitaras a un psiquiatra para ver…- en ese momento creo que me entro la rabia y me transformé.

-¿Perdón?- dije yo, molesto por lo que acababa de oír- ¿es en serio o es una broma?- pregunté.

-Hablamos en serio- respondió Alfonso.

-Se me hace bastante raro porque…- empecé a decir yo, mientras me paseaba por el comedor- ahora les dio por preocuparse por mí y mi supuesta salud mental, cuando nunca antes lo habían hecho… así que gracias, pero no me interesa que se preocupen por mí en este momento, no a estas alturas- finalicé, intentando dar por terminada la conversación.

-Pero Tomás, eso que hiciste al intentar suicidarte, no es normal, debes ver a un especialista para que…- iba a decir Laura, pero nuevamente le interrumpí.

-Por favor Laura… no me vengas ahora con que te bajó el amor de madre por mí, y te quieres hacer cargo de mis problemas, no lo hiciste por 18 años y ¿quieres hacerlo ahora? No me hagas reír…- le dije con antipatía, hice una pausa y al no tener respuesta de parte de ellos continué:- Lo que hice fue una estupidez, y no volverá a ocurrir, si eso los tranquiliza… además deberían sentirse aliviados de que estuvieron a punto de librarse de esta carga que tienen…- les dije, refiriéndome a mi.

-Más respeto con nosotros, Tomás, somos tus padres- me dijo Alfonso- así que no nos hables en ese tono-

Eso me causo risa, y comencé a reírme a carcajadas, de forma irónica.

-¿Quieren que les diga algo?- pregunté retóricamente- para mi ustedes no son más que las personas que me dieron la vida… solo eso. Y por esa razón es que no los llamo “mamá y papá”, para mi un padre y una madre son quienes crían, y a mí me criaron las nanas y la mayoría del servicio doméstico… ustedes estuvieron ausentes toda mi vida y en este momento ya no los quiero en ella ¿ok?- dije, dando por terminada la conversación.

En ese momento Laura comenzó a llorar de forma desconsolada y yo me di la media vuelta para retomar mi camino a la puerta, no tenía gana de ver caer sus lágrimas de cocodrilo.

Sé que fui demasiado duro, que me excedí con las palabras y la forma en que lo dije. Pero no me sentí mal ni culpable, pues en el fondo toda mi vida yo había sufrido por no tener un padre y una madre presente a mi lado. Nunca tuve la oportunidad de que mi papá me fuera a buscar a la escuela cuando era pequeño, como veía que si ocurría con mis otros compañeros.

Ellos siempre estuvieron preocupados de sus asuntos personales, de sus negocios y de la alta vida social que llevaban. Nunca tuvieron tiempo para mi, un hijo nacido en un matrimonio donde no había amor y que solo primaba el interés por el dinero, (y en la familia en general era así, a excepción de mi tía Florencia, que apenas pudo, se casó con un tipo y se fue a Dinamarca, con ella era con quien yo mas contacto y afinidad tenía)

Era raro, pero al haberles dicho eso, fue como que me saqué un peso de encima y había podido decir aquello que tenía guardado desde hace mucho.

Finalmente cuando estuve afuera en la calle, comencé a caminar por la acera y me decidí a ir a dar una vuelta a la playa. Serían cerca de 45 minutos de caminata, pero ir a la playa y mas encima con lluvia era algo que llamaba mi atención, aquel día tenía ganas de hacer cosas insólitas…

Luego de haber caminado los 45 minutos y haber atravesado gran parte de la ciudad que en ese momento se encontraba casi vacía, finalmente llegué a la playa que también se encontraba vacía. Me acerqué a la orilla y me quedé de pie ahí por un momento.

La lluvia no era muy fuerte, pero las olas se veían bastante grandes y me di cuenta que adentro se encontraban un par de surfistas sorteando las olas con gran destreza, algo que yo nunca me atrevería a hacer.

Luego de observar el oleaje por unos instantes, me puse a caminar por la orilla de la playa, mirando la arena bajo mis zapatillas. La lluvia había bajado un poco en intensidad, pero en ese momento aquello ya no me importaba pues mi ropa estaba completamente empapada.

Cuando alce la mirada, me di cuenta que a mas o menos unos 50 metros de distancia, un surfista venía caminando en dirección contraria a la mía. De lejos creí ver que se parecía un poco a Ignacio, pero deseche la idea de inmediato pues de seguro Ignacio no estaría en la playa en día de otoño (casi invierno) en la playa y surfeando con lluvia.

La idea de que se trataba de Ignacio, comenzaba a tomar más fuerza a medida que el surfista se acercaba a mí, ¿acaso era posible? En caso de que se llegase a tratar de Ignacio, me puse la capucha de la sudadera y así intentar esconderme para pasar a su lado.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca para reconocer su rostro, mi corazón comenzó a latir de forma apresurada al cerciorarme de que realmente se trataba de Ignacio. ¿Qué mierda era lo que el destino o el universo entero tenían contra mí, que me ponían a Ignacio en el lugar más insólito e inesperado de todos?

Cuando estuvo a menos de 10 de metros de distancia, pensé en la posibilidad de echarme a correr y evitar pasar por su lado, pero de seguro así quedaría en evidencia. Tal parecía que no se había percatado de que era yo en realidad el que iba caminando hacia él, pues iba caminando tranquila y despistadamente por la orilla de la playa.

Cuando finalmente pasé por su lado, agaché la cabeza y le miré de reojo, para ver si me miraba a la cara o no. Pero no fue así, por lo que me sentí aliviado de seguir mi camino. Cuando sentí que se había alejado lo suficiente, me di vuelta a ver si seguía su camino y… aquel fue un grave error, pues el hizo lo mismo y fue ahí cuando me vio la cara.

-¿Tomás?- me llamó, dándose vuelta.

Yo al ver que se había dado cuenta que era yo, reaccioné instintivamente echándome a correr, arrancando de ahí.

-¡Espera, Tomás!- me gritó, y escuché como la tabla de surf que llevaba en su mano derecha caía al suelo y se echaba a correr detrás de mi.

Creo que en ese momento me jugó el contra el haber sido tan mal deportista. Nunca fui bueno para correr, por lo que Ignacio no tardo en alcanzarme y atraparme. Cuando me agarró por los hombros, intente zafarme pero en el forcejeo, ambos caímos al suelo.

-¡Déjame!- le grite, mientras seguíamos forcejeando.

Pero fue inútil pues enseguida me tenía inmovilizado. Estaba sentado sobre mi abdomen y me tenía agarrado de la muñecas a cada lado de mi cabeza.

-¡Te dije que me dejaras!- le grité, moviéndome bajo suyo.

-Cálmate…- me dijo, tranquilo.

-No, no quiero ¡déjame tranquilo, vete!- le decía yo, mientras cerraba los ojos y seguía forcejeando, pero cada vez me convencía de que era inútil intentar zafarme de él.

-Cállate-

-Cállame- le reté, desafiante. Otro error, pues en ese momento y sin que yo lo viera acercarse pues tenía los ojos cerrados, me besó…

Continua...

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Les pido mil disculpas por la tardanza, pero es que bueno, me vine a vivir a Argentina y estuve haciendo muchos trámites y bueno, también tengo que dejar algo de tiempo para mí... por lo que no tuve mucho tiempo de escribir, pero aquí les dejé el capítulo V, espero les haya gustado ;)

Quiero agradecerle a todos los que comentan y leen la serie, y a los que me envían mails con sus felicitaciones, diciendo que les gusta la historia… sin ustedes esto no continuaría…

Saludos! y... no sé para cuando tenga el capítulo VI, pues ya luego comienzan las clases en la universidad y no sé si tenga tanto tiempo...