Indiferencia Agridulce (IV)

-¡¿Que mierda hago yo en tu cama?!- exclamé, casi gritando y saliendo de un salto de la cama. Una fuerte punzada en mi cabeza hizo que me quejara del dolor...

Les pido mil disculpas por la demora. Me fui por 6 días a la playa con mis amigos y bueno, estuve completamente desconectado. Esta vez creo que el capítulo no es muy largo, porque está todo lo necesario y no podía ser mas largo o corto... saludos, espero les guste ;)

Capítulo 4:

Despierta, por favor.

Tomás:

Poco a poco fui despertando. Me sentía desorientado, era una sensación extraña y estaba incómodo. Abrí los ojos y la luz del sol que invadía la habitación hizo que sintiera una punzada de dolor en mi cabeza ¡Que jaqueca la que tenía! Sentía como si me hubiesen pasado una flota de camiones por encima y además sentía un sabor horrible en la boca. Estaba completamente desorientado y no sabía dónde me encontraba. Cuando mis ojos se acostumbraron a los rayos del sol pude ver que provenían de una ventana que parecía ser un balcón también pude ver que en una mesita de noche que estaba junto a la cama, el reloj marcaba las 9:47am.

No me había percatado hasta ese momento, que había alguien a mi lado, y cuando comencé a percibir el lugar y la cama donde me encontraba, pude sentir que alguien me tenía… ¡abrazado por la cintura! en ese momento me alarme, me giré para ver de quien se trataba y tal fue mi sorpresa, que a mi lado encontré a… ¡IGNACIO!

-¡¿Que mierda hago yo en tu cama?!- exclamé, casi gritando y saliendo de un salto de la cama. Una fuerte punzada en mi cabeza hizo que me quejara del dolor.

Al salir de la cama me di cuenta que me encontraba solamente en bóxers ¡estaba casi desnudo! Y en ese momento un torrente de suposiciones e imágenes llegaron a mi mente.

-¿Qué ocurre? Déjame dormir un poco mas… tengo sueño…- fue lo único que dijo Ignacio, removiéndose en su cama.

Me di cuenta de que el también estaba… ¡¿desnudo?! o al menos esa fue mi primera impresión pues estaba a torso desnudo y una sábana le cubría de la cintura para abajo, cuando fui bajando la mirada pude notar una… erección mañanera…

-¡Ni un segundo más!- dije yo, alarmado al observar tal imagen- Me voy de aquí- y fui a buscar mi ropa que estaba perfectamente doblada sobre un mueble.

Al oír eso pude ver que, Ignacio despertó del todo y se sentó en la cama, restregándose los ojos para espantar el sueño.

-¿Por qué tanto escándalo?- preguntó, dando un bostezo.

-Explícame que ocurrió aquí anoche, porque sinceramente no recuerdo nada- le pedí, o más bien le ordené.

-¿Tan mal estuve, que preferiste olvidarlo todo?- me preguntó desde la cama, riendo, mientras yo me ponía el pantalón.

Aquello me dejó helado ¿habíamos hecho algo y yo ni siquiera lo recordaba? ¡No podía ser!

-¡¿Qué?!- exclamé, acercándome a la cama- tu y yo tuvimos… hicimos… ¿eso?- le pregunté, bajando la voz.

Ignacio rió a carcajadas cuando me oyó decir eso. Yo no podía pensar claramente, pues la jaqueca me estaba matando y además sentía que se me revolvía el estómago. Maldito vodka.

-¡Respóndeme!- le ordené, todo el asunto sumado a la jaqueca, me tenía con humor de perros y él seguía riéndose en la cama.

-¿Qué crees tú que paso?- me preguntó, misterioso, poniendo sus manos detrás de la cabeza y apoyándose en el respaldo de la cama.

-No sé, no recuerdo nada- le respondí- por eso te lo pregunto… ¡Dime que ocurrió!- comenzaba a inquietarme y su tono no me gustaba para nada.

Realmente me desesperaba e inquietaba el no saber o recordar lo que había ocurrido entre nosotros, todo eso se veía incrementado por el tremendo dolor de cabeza que estaba teniendo.

-¿Tanto te molesta el pensar que pudo haber pasado algo entre nosotros?- me preguntó con una sonrisa en sus labios.

El maldito sabía que tenía el control de la situación y estaba jugando conmigo. Tal parece que disfrutaba el tenerme en la palma de la mano.

-¡¿Puedes dejar de joderme de una puta vez y decirme si pasó algo o no entre nosotros?!- le dije, con toda la antipatía de que pude.

-Tranquilízate hombre, que no pasó nada entre tú y yo, solo dormimos y nada más. No soy de esas personas que se aprovechan de los borrachos…- me dijo, aguantando la risa.

Al final había respondido, y había estado jugando conmigo… Luego de eso, lo único que quería era salir de ahí, de esa casa, escapar de su lado. No me sentía cómodo pues estaba fuera de mi zona de comodidad…

-Está bien, de todas formas jamás estaría con alguien como tu ¡Ni siquiera ebrio!- le dije yo, con maldad, tenía deseos de hacerle sentir mal.

Para mi gran sorpresa, lo único que hizo él, fue sonreír. Que su sonrisa se ensanchara a diferencia de lo que yo esperaba, que apretara los puños y se contuviera, como generalmente lo hacía, se me hizo raro y me desconcertó… ¿Acaso anoche había hablado más de la cuenta? El solo hecho de pensar en esa idea hizo que mi corazón se acelerara y que los deseos de salir luego de esa casa aumentaran.

-Bueno, me voy- dije yo, terminando de vestirme y dirigiéndome a la puerta mientras la jaqueca seguía martillando mi cabeza.

-Espera…- me dijo él, poniéndose de pie y acercándose a mí- ¿No te quedas a desayunar?- me preguntó.

El hecho de tenerlo frente a mí, semidesnudo y con ese cuerpo escultural apenas cubierto por un bóxer… hizo que se me pusieran los pelos de punta y que mi corazón comenzara a latir apresuradamente.

-Ni loco- fue lo único que respondí.

-Si lo que te molesta es estar a solas conmigo, también están los chicos aquí. Deben estar durmiendo en la habitación de huéspedes-

-Menos me quedaré aquí con tus amigotes, yo me largo- contesté, retomando la marcha hacia la puerta- Tampoco tengo estómago para comer algo-

-Malena también se quedó anoche- me dijo- no estoy seguro si Vicente-

¡Malena! Me había olvidado por completo de ella. Al recordarla, no pude evitar sentir enojo ¿Cómo se le ocurría dejarme a solas con Ignacio?

-No me interesa- le respondí yo- Dile que cuando despierte, vaya a mi casa porque necesito hablar con ella.-

Dicho esto, salí de la habitación y cuando encontré la escalera, bajé y fui hacia la puerta de entrada. Cuando estuve cerca de la puerta, pude escuchar pasos en las escaleras. Decidí apresurarme pues la verdad es que si era alguno de los otros chicos, no tenía ganas de ver a nadie, y si era Ignacio, lo único que quería era estar lejos de él.

Me apresuré en salir y cuando ya iba cerca de la reja, sentí que la puerta de la casa se abría a mis espaldas

-¡Espera!- oí que me grito Ignacio.

-¿Qué quieres ahora?- le pregunté, ya me estaba hartando un poco.

-Te llevo a tu casa… pareces estar molido por la resaca- me ofreció.

-No quiero tu amabilidad, mejor atiende a tus invitados y dales desayuno, yo llamaré a alguien para que me venga a buscar- le aclaré- Y ahora déjame tranquilo, estoy harto de ti ¡Desaparece, vete!- le ordené, con exceso de antipatía.

-Tampoco es para que me trates como un perro…- me dijo en un tono entre triste y enojado, dando media vuelta y volviendo a la casa. Yo me quede ahí, junto a la calle, de pie y pensativo.

En el momento en que me dijo eso, comencé a sentirme realmente mal. Tampoco se merecía que lo tratara de esa forma pero… realmente me había molestado lo que había ocurrido unos minutos antes en su habitación, su actitud… su sonrisa… su todo. En realidad -y me acababa de dar cuenta de eso-  la antipatía era mi mecanismo de defensa. Terminé dándome cuenta que tenía miedo de que alguien comenzara a sentir cosas por mi y también de que yo pudiera tener sentimientos hacia alguien.

Y realmente sentía que Ignacio era capaz de romper esas barreras, me sentía débil ante él. Sentía que me dejaba desarmado ante cualquier cosa y el atravesaba la barrera de la antipatía que yo ponía entre nosotros, sin ningún problema… hasta ahora. Que creo que en realidad me había excedido. Y me sentía terrible por ello.

Tuve la idea de ir tras él y pedirle disculpas… realmente tenía deseos de hacerlo, pero me contuve… Si realmente quería espantarlo de mi lado, debía ser así de antipático o incluso más…

Tenía que ser sincero conmigo, no podía estar mintiéndome: realmente Ignacio me gustaba y me provocaba cosas que hacía tiempo no sentía, pero algo en mi interior me impedía querer tener algo con otra persona, algo me decía que no… que eso solamente lo hace débil a uno y que terminaría sufriendo de cualquier forma…

Luego de esperar por lo menos unos 15 minutos en una parada de autobuses, por fin vi aparecer frente a mí a Miguel en el auto.

-Buenos días Miguel, gracias por pasar a buscarme- saludé al chofer, subiéndome en la parte trasera.

Generalmente viajaba en el asiento del copiloto pues odiaba esas estúpidas formalidades de tener que viajar en el asiento trasero para “mantener la distancia con la gente del personal de la casa”, pero esta vez me senté atrás solo porque me sentía terrible y quería recostarme en el asiento. Odiaba todo ese mundo de personas ricachonas y falsas, con sus estúpidas reglas y costumbres.  Y mis padres eran precisamente todo eso. Quizás por eso es que no me gustaba llamarlos ni mamá ni papá.

-¿Se encuentra bien, señor?- me preguntó Miguel, mirando por el espejo retrovisor.

-Te he dicho montones de veces que me tutees y que no me trates de señor, que me llames Tomás- le reproché.

-¿Te encuentras bien, Tomás?- se corrigió, sonriendo ante mis palabras.

-No, me siento terrible- le respondí yo- creo que se me paso un poco la mano con el vodka anoche… -

-¿Quiere…  quieres que pare en una farmacia y compre una aspirina?- me preguntó, en un tono paternal.

-Si por favor, te lo agradecería mucho- le respondí. Quedando literalmente tirado en el asiento con los ojos cerrados pensando en lo ocurrido la noche anterior.

Comencé a intentar recordar las cosas que había hecho y dicho la noche anterior. Y comenzaron a venir a mí recuerdos borrosos como flashes de imágenes; la cabeza me dolía tremendamente, pero comenzaba a recordar poco a poco hasta que… recordé lo que le dije a Ignacio cuando estaba en la cama.

Mierda.

Malena:

La noche de le fiesta en casa de Ignacio fue entretenida y larga, muy larga. La pasé muy bien, estuve bastante tiempo conversando con Tomás, quien no quería lo dejara sólo. Y cuando pude escaparme para que Ignacio se le acercara, me fui con Nicolás y ahí sí que la pasé mucho mejor…  Y lo mejor de todo fue: el despertar al día siguiente.

Nunca creí que Nico y yo terminaríamos acostados en el cuarto de huéspedes y mas encima, durmiendo abrazados.

Cuando comenzamos a frecuentarnos a escondidas  -casi un año atrás- habíamos acordado que solo sería eso, a escondidas. Ninguno de los dos en ese momento quería un compromiso y aunque él me gustaba mucho, yo no quería un novio  ni compromisos pues siempre he creído que soy un alma libre y lo que él me propuso en ese entonces, me pareció muy conveniente, seríamos “amigos con derecho a roce”

Nico y yo teníamos una muy buena relación. En frente de los demás aparentábamos ser solo conocidos que conversaban de vez en cuando, y la verdad es que ambos si sabíamos guardar las apariencias muy bien. Pero en solitario, cuando él iba a mi casa o yo a la suya, conversábamos sobre muchas cosas y creo que termine dándome cuenta de que él era el hombre perfecto para mí, solo que no quería admitirlo.

Muchas veces había imaginado en cómo sería si él y yo formalizáramos lo nuestro. Pero la idea me disgustaba un poco pues creo que el formalizar la relación, llegando a ser “novios” le habría quitado esa “magia” de lo secreto, esas miradas furtivas y de complicidad en el patio del colegio, sus sonrisas coquetas dirigidas hacia mi ya no significarían lo mismo.

Lo que más me gustaba en el fondo es que sabía que él me era fiel como yo también lo era con él. En un principio habíamos acordado que ambos podíamos estar con otras personas sin que eso afectara lo que teníamos… pero con el tiempo me fui dando cuenta de que él rechazaba a todas las chicas que se le acercaban y nunca le vi con alguien en el tiempo que llevábamos saliendo a escondidas y por mi parte yo también rechazaba a los chicos que me invitaban a salir.

Finalmente siempre llegaba a la conclusión de que debíamos dejar las cosas tal y como estaban, aunque cada vez sentía más ganas de estar definitivamente con Nico…

Estaba durmiendo tranquilamente cuando sentí que alguien me llamaba.

-Malena… Malena...- decían en un susurro- despierta por favor…-

Comencé a despertar de a poco, y cuando abrí los ojos pode ver que Ignacio estaba al pie de la cama, mirándome y esperando a que despertara.

-¿Qué ocurre?- le pregunté, hablando bajo, para no despertar a los demás.

-Necesito hablar contigo, por favor- me pidió, como si le urgiera hacerlo.

Me moví de la cama y me salí cuidadosamente, procurando no despertar a Nico que dormía como un angelito... no sé si lo hizo por presumir o porque de verdad dormía así, pero cuando nos acostamos decidió quitarse la camiseta y dormir así, solo con pantalones. Y debo decir que aquello me pareció totalmente sexy. Vamos, que una chica debe saber apreciar la belleza masculina ¿o no?...

Cuando me puse de pie y mire hace la otra cama que había en la habitación, vi que Pablo y Alonso estaban durmiendo en posición de “Cucharita”. Pablo tenía abrazado por la espalda a Alonso –y lo que más gracioso me pareció, fue que tenía también una pierna sobre él, como aprisionándolo para que no escapara- parecía dormir muy plácidamente, incluso creo que había una sonrisa en sus labios. En cambio Alonso parecía estar incómodo, como si dormir así con su hermanastro le disgustara y estaba tenso mientras dormía.

Toda esa imagen se me hizo bastante divertida pues gracias a mi intuición femenina -y es que nosotras las chicas siempre notamos los detalles insignificantes-siempre noté algo de tensión sexual entre ellos dos, era como si se odiaran pero al final de todas formas se gustaban.

Decidí dejar de pensar esas cosas y seguí a Ignacio hacia la cocina, donde vi que estaba preparando café.

-¿Quieres una taza?- me ofreció.

-Si, por favor…- le respondí.

Ignacio y yo no éramos muy cercanos. Si había hablado con él en un par de ocasiones, pero nada más, por lo que me sentía un poco incómoda estando a solas con él,  aunque ya sabía más o menos de lo que me iba a hablar.

-Tomás se fue hace cerca de media hora- me dijo, mientras me entregaba la tasa de café y me acercaba el azúcar.

-¿Qué fue lo que ocurrió anoche? ¿Pasó algo entre ustedes dos?- le pregunté, siendo directa como siempre y echando 3 cucharadas de azúcar a mi taza.

-No, como crees…- me dijo, sonriente- yo no me aprovecho de los borrachos. Lo único que ocurrió, y que al parece Tomás no recuerda nada, es que me dijo que me quería mucho y que yo le gustaba- me contó después.

En el momento en que dijo eso, creo que tragué mal el café y comencé a toser como si se me fuera la vida. Lo que Ignacio acababa de decirme me había tomado por sorpresa y me dejaba totalmente sorprendida.

-¿Estás bien?- me preguntó acercándose a mí. Respiré profundo y así se me fue quitando la tos y pude aclarar la garganta.

-Sí, si… ¿Qué hizo qué?- le pregunté, incrédula.

-Lo que oíste… -reafirmó- que prácticamente se me declaró en medio de su delirio de borracho…-

Tomás me iba a matar… ¡me iba a matar de seguro! Estaba completamente segura de que cuando lo viera, me echaría toda la culpa por haberle dejado solo con Ignacio… aunque claramente fue su culpa, pues nadie lo mando a beber tanto vodka pero… él era demasiado orgulloso para admitir su error y prefería culpar a los demás.

-Pero hoy en la mañana despertó con jaqueca y no recordaba nada- continuó.

Aquello me dio un poco de alivio, porque si no recordaba lo que había hecho, no me culparía de nada, pues solamente se había emborrachado y eso era netamente su culpa.

-¿Dijo algo cuando se fue?- le pregunté, pensando en si me había dejado algún recado.

-Aparte de que me trato igual o peor que a un perro- me dijo con expresión triste- dijo que quería hablar contigo y que cuando pudieras fueras a verle-

Realmente me conmovió el ver la expresión triste en el rostro de Ignacio cuando me contó que lo había tratado como un perro. En ese momento recordé lo que Nico me había dicho hace unos días cuando tuve que convencer a Tomás de ir a la fiesta -nadie se puede resistir a mis técnicas de persuasión, ni siquiera Tomás-…

-Ya veo…- le dije yo, pensativa- Ignacio… ¿puedo hacerte una pregunta?- le pedí.

-Claro, hazla- me dijo, expectante.

-¿Tú sientes algo por Tomás? ¿Te gusta?- le pregunté, siendo directa.

En realidad yo sabía que la respuesta era un sí, Nico me lo había contado todo para que le ayudara a idear el plan y hacer que Tomás asistiera finalmente a la fiesta… pero yo quería oírlo de él, no de terceros.

-¿Qué si me gusta?- me preguntó, levantando una ceja- Malena… Tomás me vuelve loco de una forma inexplicable… No sé como todo esto surgió, no sé cómo controlar esto que siento, pero me gusta y me gusta mucho. Es la persona más desagradable que pisa el planeta, pero siento que en el fondo necesita que lo quieran, que le den cariño, que le digan que es especial. Necesita alguien que pueda domarlo…- dijo esto último riendo.

¡Qué lindo! Su mirada me decía que hablaba en serio y que no estaba mintiendo. Que de verdad quería a Tomás con todo: con su humor de los mil demonios y las catástrofes dantescas que este podía despertar… Lo quería tal y como era y la forma en que me lo dijo me pareció lo más tierno que había.

-¡Y mira quien tenía que gustarte!- le dije yo, sonriendo mientras bebía de mi café- la persona más difícil de domar… parece que te gustan los retos difíciles- agregué.

-Espero contar con tu ayuda, y con la de Nico- me dijo, sonriente y esperando mi respuesta, mientras saboreaba su café-

-Cuenta con ello- afirmé.

En ese momento, Nico entró en la cocina. Iba sin camisa y dios… que hombre tan sexy…

-Buenos días- saludó, somnoliento y dando un bostezo- ¿Cómo durmieron?- preguntó después.

-Fue la mejor noche de mi vida- respondió feliz Ignacio.

-¿Hicieron algo?- preguntó Nico, expectante como si se tratara de un chisme, yo solo reí ante la pregunta.

-No, solo dormimos estuve abrazado a él toda la noche y creo que nunca en mi vida había dormido tan bien…- decía Ignacio, pensativo. De seguro recordando cómo había sido.

-¿Y ustedes dos?- preguntó luego- ¿Qué es lo que tienen? ¿Me podrían explicar, por favor?- dijo Ignacio, con una sonrisa pícara y curiosa dibujada en su rostro.

Aquello fue realmente incómodo, tal parece que nos había atrapado porque… bueno, que nos haya visto durmiendo juntos no dice nada. Simplemente podíamos decir que no había más camas y tuvimos que dormir juntos…

-Eh… nada ¿por qué lo dices?- le pregunté yo.

-Anoche, tu Malena, tenías el labial corrido… -me decía- lo que me dio la idea de que te habías estado besando con alguien… y cuando fui a hablar con Nico me fijé que tenía los labios rojos… habría que ser tonto para no darse cuenta…- concluyó, atrapándonos a los dos.

-Creo que yo me tengo que ir- dije intentando escapar- me esperan en casa y no quiero llegar tarde- me excusé.

-Malena no escapes…- me dijo Ignacio, adivinando mis intenciones.

-¡Muchas gracias por todo, nos vemos el lunes!- le dije, y me despedí de un beso en la mejilla de Ignacio y cuando me iba a despedir de Nico de la misma forma, este corrió la cara y me planto un beso en los labios. ¡Maldito sea! Nos estaba dejando en evidencia. Rápidamente me separé y me fui hacia la puerta no sin antes dirigirle una mirada asesina. A mis espaldas escuche un silbido de asombro de Ignacio y después salí de la casa.

Debía ir a mi casa y ducharme, comer algo y luego salir para donde Tomás… de seguro ya había recordado todo lo que había hecho la noche anterior y quería: o reprocharme, o bien, quería saber que debía hacer luego de esa sobreexposición ante Ignacio.


Eran cerca de las 6:30 de la tarde cuando me encontraba frente a la puerta de la casa de Tomás, toqué el timbre y me abrieron la puerta casi de inmediato.

-Señorita Malena, que gusto verla- me saludó Clara, la ama de llaves- pase, adelante- me invitó-

-Hola señora Clara, ¿cómo está usted?- le salude, sonriente. Clara siempre había sido muy amable conmigo y con Vicente también.

-Yo muy bien, gracias- me respondió educadamente- si busca a Tomás, se encuentra en su habitación, hace poco despertó pues tenía una jaqueca tremenda- me explicó

Y era que no, si se había tomado no-sé-cuantos vodka naranja… Subí las escaleras, y cuando entre en su habitación escuché que la voz de Norah Jones salía del equipo de música.

Vi a Tomás sentado en el borde de la ventana desde donde se veía el mar muy a lo lejos. Siempre le gusto sentarse ahí, mirar hacia fuera y ver el atardecer. Decía que le ayudaba a pensar, a reflexionar, que le daba paz y si se encontraba frente a esa ventana era porque estaba de buen humor.

Cuando me sintió entrar, se giro y me miró de una forma que no supe descifrar.

-Al fin te dignaste a aparecer- me dijo.

-¿Cómo estas, Tomy?- le pregunté, amablemente.

-Más o menos… creo que metí la pata, Malena- me dijo, avergonzado y bajando la mirada.

-Sí que lo hiciste… ¿Por qué no me habías dicho que te gustaba Ignacio?- le pregunté rápidamente yendo al grano, dándole a entender que sabía lo ocurrido.

-¡No me gusta!- negó, poniéndose nervioso- bueno… no sé, no sé si me gusta pero… ¡No sé qué hacer Malena! Estoy como bloqueado y además hay que sumarle que he vuelto a recordar a… es como si ¡Ah, no sé que me pasa!- decía, sin terminar ninguna frase, estaba como desesperado.

Pude notar su frustración y fue inevitable que la imagen de Elías viniera a mi mente al escuchar lo que acababa de decirme.

-No me digas que has vuelto a soñar con…- le iba a decir.

-¡Si, volví a soñar con Elías!-me interrumpió- cada día es lo mismo de siempre, se repite una y otra vez y no sé qué hacer, ni que significa…-

-Ya deberías dejar el pasado atrás…- le dije, acercándome a él y abrazándolo, pude sentir que estaba muy tenso- quizás Ignacio te ayude a olvidar todo eso que ocurrió… ¡ya son casi dos años!-

-Si lo sé, Malena- me dijo, separándose de mí, sentándose en la cama y mirándome a los ojos- pero no puedo evitarlo, no puedo controlar lo que sueño y el recuerdo me invade constantemente… Y en cuanto a Ignacio, no podría estar con él, ni con nadie -decía de forma triste, me era raro verle así- yo no sirvo para querer a nadie.

-¿Entonces qué harás?- le pregunté- anoche te le declaraste y dijiste que te gustaba. Además tu también le gustas… ¿por qué no le das una oportunidad?-

-Imposible- me respondió fríamente-y no quiero hablar más del tema. Lo único que quiero y que haré es alejarme de él antes de que alguien salga lastimado- finalizó.

-Está bien, no hablemos más del tema. Es mejor así o terminaremos discutiendo…- comenté- eres tan difícil de persuadir en esos temas… que prefiero no intentarlo.

-Mucho mejor…- me respondió.

El resto de la tarde estuvimos conversando sobre cosas triviales y así logré distraerle hasta más o menos las 10 de la noche cuando me tuve que ir. Esa tarde noté algo diferente en Tomás… pude ver que sonreía más de lo que solía hacer cuando conversábamos y se le veía un poco más relajado o de mejor humor…  Tenía la sensación de que algo había cambiado en Tomás y esperaba que fuera para bien…

Ignacio:

Fue inútil. El día lunes siguiente hablé con la profesora y le pedí si podía cambiar de pareja para los trabajos siguientes y me dijo que lo pensaría, que todo dependía de mi comportamiento en clases y de cómo fueran mis calificaciones en los exámenes.

Y como dije: todo fue inútil. Cuando casi al final de la clase nos asignó las parejas para un nuevo trabajo de investigación, nuevamente me asignó como pareja a Tomás. Este último ni siquiera me miró cuando dijeron nuestros nombres.

Cuando la clase terminó me acerqué a Tomás para coordinar como lo haríamos.

-¿Cuándo nos reuniremos para hacer el trabajo?- le pregunté a secas, sin siquiera saludarlo. Aun estaba un poco enojado por su actitud del sábado pasado.

-No te preocupes, esta vez lo haré yo solo y pondré nuestros nombres en él, si no te importa- me respondió sin mirarme a los ojos y con ese aire antipático que le caracterizaba.

-Sí, me importa- le dije, desafiante- te guste o no tendremos que trabajar de nuevo juntos.

-Te recuerdo que no fui yo el que le pidió a la vieja esta que cambie las parejas, tú se lo pediste porque parece que no querías trabajar conmigo, así que no debería importarte- me respondió, para mi sorpresa.

Creí que no se había dado cuenta, pero al parecer sí. Me dejó sin palabras y salió del salón. Como última medida, me acerqué a la profesora que estaba ordenando sus cosas. Iba a decirle algo, pero se me adelantó y me dijo:

-Sin reclamos, señor Dávalos. Por ahora tendrá que seguir trabajando con el señor Lastarria, hasta que vea una mejoría en sus calificaciones… ¿ok?- No me quedaba otra que resignarme.

-Está bien- fue lo único que respondí y salí del salón, enojado e intentando resignarme a la idea de tener que soportar la antipatía de Tomás de nuevo.

No me gustaba sentirme inútil así que finalmente tuve que amenazar a Tomás con contarle a la señorita Saavedra que no quería trabajar conmigo, para convencerle de que nos juntásemos un día a hacer el trabajo y quedamos en que el viernes yo iría a su casa.


El viernes finalmente había llegado y a las 6:00 de la tarde me encontraba frente a la puerta de la casa-mansión de Tomás. Tardaron bastante en abrir la puerta, pero finalmente y luego de unos minutos finalmente fue Tomás quien me abrió de forma un tanto apresurada.

-¡Hola! Llegaste...- me dijo, abriendo la puerta para que pudiera entrar.

Lo noté raro… como diferente, tenía los ojos rojos y llorosos. Su cara tenía una expresión diferente y todo se me hizo muy confuso. Aquello no era normal y no tenía un buen presentimiento… no me gustaba para nada lo que veía.

-¿Cómo estás?- le pregunté para romper el hielo. Parecía estar solo en casa.

-Yo, perfectamente- me respondió, sonriendo.

-Ah que bien…-

-¿Quieres algo de beber?- me ofreció, amablemente (y eso sí que era raro) mientras me llevaba a la sala.

-Una Coca-cola estaría bien- dije.

Fue en dirección a la cocina y pude notar que caminaba raro, como si le costara mantener el equilibrio. Sentí que ahí había gato encerrado pues Tomás parecía estar drogado o borracho.

Me quedé sentado en uno de los sillones de la sala mientras esperaba, cuando de pronto escuche que de la cocina provenía el sonido de que algo se había quebrado. Me preocupé así que rápidamente me puse de pié y fui hacia donde escuche que provenía el sonido, que de seguro era la cocina.

Por el pasillo busqué la cocina hasta que di con ella y cuando entre, pude ver que en el suelo había un vaso roto y más allá estaba… Tomás desmayado en el suelo.

De inmediato fui hacia él y pase mi brazo por su nuca, para levantarle la cabeza y hacer que reaccionara.

-¡Despierta por favor, Tomás!- le decía yo, alarmado por la situación mientras lo zarandeaba.

Pero no había respuesta alguna, estaba completamente inconsciente y no daba señales de despertar. En ese momento casi por instinto tomé mi móvil y marque tan rápido como pude el número de la ambulancia.

Mientras esperaba la llegada de la ambulancia, cargué a Tomás en mis brazos y lo llevé hacia el sillón -en ese momento pude notar lo liviano que era- lo dejé en él, y pude ver que tenía ciertos temblores y le costaba respirar. Me encontraba muy preocupado, como en shock y más que nada estaba actuando por instinto.

-¡Por lo que más quieras, despierta Tomás, reacciona!- todo intento era en vano y por más que lo intentara seguía inconsciente y su estado empeoraba, pues parecía convulsionar y los temblores eran más fuertes.

Por suerte la ambulancia no tardó mucho en llegar. Los paramédicos rápidamente lo pusieron en una camilla y lo subieron a la ambulancia, colocándole la mascarilla de oxígeno. Parecía algo irreal, como de película.

Las imágenes que recuerdo de ese momento son muy confusas, pues estaba en estado de shock, solo recuerdo que cerré la puerta de la casa, subí a la ambulancia junto a Tomás y momentos después me encontraba en la sala de emergencias del hospital…

Continuará...