Indiferencia Agridulce (I)
Después de todo, creo que no todo salió tan mal, solo era un comienzo un poco agrio
Bueno esta es la segunda historia que escribo, pero la primera que publico en TodoRelatos. Espero les guste. Este primer capítulo no tiene escenas de sexo, espero poder complacerlos con eso en una futura entrega.
Indiferencia Agridulce
Capítulo 1:
Un comienzo agrio.
Tomás:
Corría el mes de mayo, y la escuela y las clases transcurrían de la misma forma que siempre, o sea, aburridas, lentas, y sin nada novedoso. Si bien la clase de Biología lograba despertar cierto interés en mi (era lo que más me gustaba dentro de todas las tonteras que teníamos como materias), al parecer todo eso se esfumó cuando toda esta especie de “telenovela” comenzó.
Nos encontrábamos todos en la clase y la profesora Saavedra nos dijo, con su tono de voz relajado:
-Chicos, les informo que tendrán que realizar un trabajo en parejas, por lo que necesito que se organicen en estas y luego les explico de que se trata este trabajo-
De inmediato una de mis compañeras pregunto, señalando a su grupo de amigas:
-Señorita, ¿podemos nosotras trabajar en un grupo de tres?- a lo que muchos le secundaron, diciendo:
-Siiii, también queremos-
-No, ya les dije que tiene que ser en parejas y no voy a cambiar esa regla, así que no insistan por favor- puntualizó ella.
A mi me daba exactamente lo mismo, después de todo yo podía hablar con ella y pedirle trabajar yo solo -era una de las ventajas de ser sobresaliente en la clase-. A su respuesta, muchos comenzaron a reclamar y a pedirle que por favor los trabajos pudieran realizarse en grupos de más de dos personas.
-Bueno… ya que insisten tanto…- dijo la profesora, haciendo una pausa y un poco harta de la situación- las parejas las haré yo misma al azar-
Los reclamos desde todo el salón no se hicieron esperar, y es que eso era lo que generalmente solía ocurrir, y al final la profesora terminaba cediendo ante las peticiones de mis compañeros - mejor para mi, así podía hacer los trabajos en solitario, valiéndome del argumento que a los demás los dejo hacer lo querían- pero esta vez no fue así y ella se mantuvo firme en su decisión.
La profesora hizo callar a todos y siguió hablando. Yo me encontraba cruzado de brazos en mi mesa, esperando lo que ella diría, pues esto se ponía interesante -y tengo que admitirlo, pocas cosas captan mi atención-.
-Y como yo soy una mujer precavida, ya sabía que esto iba a ocurrir, es por eso que ya tengo las parejas conformadas en una lista- dijo mientras sacaba una hoja de una carpeta en su maletín.
A lo que Daniela, una de mis compañeras (la más elocuente), preguntó en voz alta:
-Profesora, ¿Cuál es el problema con que los grupos sean conformados por más de dos personas?-
-Señorita Díaz, este experimento requiere como máximo dos personas por grupo para que uno realice el experimento, y el otro tome las notas de los resultados. Por lo tanto un tercer integrante estaría de más en el grupo, además, ambos deben luego presentar un informe sobre los datos registrados, y para este caso, tres son multitud – nuevamente hubo reclamos de parte de mis compañeros – así que aquí están las parejas y les pido que cualquier comentario o reclamo me lo hagan al final de la clase…
La señorita Saavedra, comenzó a nombrarlos a todos. Muchos quedaron contentos con las parejas que se les asignaba pues les tocaba con sus amigos, otros no tanto, pero debían acatar la orden, pues se trataba de la señorita Saavedra y ya la conocíamos como era cuando se enojaba.
Por mi parte estuve esperando a ver con cual de mis compañeros me tocaría hacer pareja, personalmente, ninguno de ellos llamaba mi atención.
Y en ese mismo momento, mi pesadilla y el cambio que se venía para mi, comenzó a tomar forma.
-El señor Lastarria – se refería a mí - trabajará junto con él señor Dávalos- dijo la profesora, mirándome. Yo di vuelta la mirada y me puse a mirar por la ventana, aquello no me agradaba, pero tenía solución.
No fue la gran cosa (o al menos eso pensé en un principio, pues creí que sería fácil deshacerme de él) estaba casi seguro de que pidiéndole por favor a la profesora que me dejara trabajar solo y si le daba buenos argumentos – algo que se me daba fácil- podría convencerla de que era mejor solo, que mal acompañado. Ni siquiera me interesé en mirar al mentecato de Ignacio Dávalos, aunque pude percibir las risas de sus amigos cuando escucharon que le tocaba hacer pareja conmigo.
Seguí mirando por la ventana, y deje de prestar atención a lo que la profesora decía, sumiéndome en mis pensamientos, hasta que luego de nombrar todas las parejas, comenzó a explicar de qué se trataba el trabajo que debíamos realizar. Pronto me enteré de que en realidad debíamos realizar dos trabajos de laboratorio: debíamos conseguir ojos de buey y un corazón de vaca, para diseccionarlos y estudiar las partes que los componían, etc. Luego de la disección, debíamos responder ciertas preguntas, anotar los datos y por último presentar un informe escrito. Todo me parecía inútil, pues eso que debíamos hacer podíamos leerlo en un libro y aprenderlo, pero la profesora dijo que debíamos experimentar, conocer físicamente las partes que los componen y un blá blá que me dio pereza escuchar.
Cuando sonó el timbre para el descanso, muchos de mis compañeros se acercaron a la profesora para reclamar la elección que “supuestamente fue al azar” según nos dijo la señorita Saavedra.
Luego de que algunos se lo pidieran por favor y de haber llegado a mutuo acuerdo, pudieron intercambiar las parejas de trabajo, algunos quedaron contentos, otros no. Finalmente cuando ya todos se fueron, quedábamos Ignacio y yo. Ni siquiera le miré, porque la verdad es no me interesaba y las veces que habíamos hablado no era nada más que un “hola” y un “adiós”.
-Era obvio que ustedes dos tampoco iban a quedar contentos con la elección- nos dijo la señorita Saavedra, mirándonos con una sonrisa.
Ignoré el comentario. Mi sentido del humor no era el mejor, y me enojaba con facilidad.
-Profesora, yo quisiera pedirle si es que por favor me dejaba trabajar solo, creo ambos sabemos que trabajo mejor así- pedí yo con un tono amable aunque aquello me costara, sin importarme lo que Ignacio pudiera pensar, aunque sentí que su mirada se posaba sobre mí.
-Me temo que no voy a poder darte el permiso para trabajar solo, Tomás- me dijo ella, tranquilamente- creo que estas siendo un poco egoísta ¿no piensas acaso en que Ignacio también tiene que hacer su trabajo?-
Sabía que su respuesta sería negativa, y creía estar preparado para conseguir lo que quería.
-Pero él tiene sus amigos que lo pueden ayudar o acompañar en el trabajo, Pablo, por ejemplo, o cualquiera de los otros- dije yo aun ignorando la presencia de Ignacio que hasta ahora no había dicho nada.
-El señor Dittieri ya tiene su pareja asignada, trabajara con Alonso Santander –dijo, mirando su hoja- y además todos sus amigos ya tienen una pareja para el trabajo, así que cero posibilidad- argumentó ella.
-Hey, por si no han notado, estoy aquí- dijo Ignacio dirigiéndose a mí más que nada.
Decidí ignorar su comentario, su presencia comenzaba a molestarme. Aquello era lo único que había dicho en ese rato y ni siquiera era un aporte a mis argumentos.
-¿No hay posibilidad de que el pueda trabajar con otra persona además de sus amigos?- pregunté.
Rogaba porque la respuesta fuera un si, pero en el fondo sabía que me diría que no.
-No hay nadie más con quien pueda trabajar el señor Dávalos- dijo ella, hartándose un poco de la situación- además con ustedes tuve especial consideración, la pareja la elegí yo misma- reveló después.
-¿Cómo así?- preguntó Ignacio.
-Tu madre vino a hablar conmigo, Ignacio- le respondió la profesora- está preocupada por tus calificaciones, han bajado considerablemente, es por eso que te puse como pareja al señor Lastarria-
-¿No se suponía que la elección era al azar?- pregunté.
-Ya les dije que el caso de ustedes es especial- respondió ella, perdiendo un poco la calma.
-¿O sea que yo tengo que pagar porque a él le va mal?- pregunte yo.
Comenzaba a molestarme un poco, todo esto era completamente injusto y al final yo tenía que pagar los platos rotos del señorito. La señorita Saavedra me miro, un tanto enojada también y respondió:
-Ustedes dos van a trabajar juntos, les guste o no les guste- nos dijo, y mirándome a mí, agregó:- y usted señor Lastarria, podría comenzar a ser un poco más amable y dejar de ser tan egoísta. ¿Tanto le cuesta ayudar a uno de sus compañeros?-
Ignacio no decía nada ¿Acaso no tenía nada que reclamar? ¿Acaso no quería realizar el trabajo con sus amigos? Dios, que cabreado estaba en ese momento. Resulta que porque al perfecto Ignacio Dávalos se le daba la gana de salir y no estudiar nunca, bromear en la clase y no prestar atención, bajaban sus calificaciones y yo debía ayudarle para que las subiera ¿Era eso justo? No, no lo era. Imbécil.
-Pero…- iba a seguir intentando convencer a la profesora pero esta me interrumpió.
-No se diga mas, la decisión está tomada- dijo ella, cerrando el tema y cambiando un poco el tono de voz me dijo:- Espero que no te enojes, Tomás. Hazlo como un favor- me pidió a mi, que ya tenía suficiente con todo este asunto, ¡que desagradable!
-¿Un favor a quién?- pregunté yo, levantando una ceja.
-Un favor a mí, Tomás, y también al señor Dávalos- respondió, con serenidad
-Está bien -dije resignado y mas bien con desprecio- después de todo, tan difícil no es, y tan solo será un trabajo. Creo que sobreviviré- dije irónicamente.
En ese momento la profesora titubeó -Me temo que… no será solo un trabajo-
-¿Qué quiere decir con eso?- pregunté yo, alarmándome.
-Ustedes dos tendrán que trabajar juntos hasta que note un cambio en las calificaciones del señor Dávalos- respondió ella, temerosa de mi reacción.
-Pero… ¡cómo! – exclamé yo, molestándome por la situación. ¿Yo tenía que pagar porque al señorito se le daba la gana mandar las materias a la mierda? Más encima teniendo que trabajar indefinidamente junto a él, mientras subía sus calificaciones, en ese momento tenía ganas de matar a alguien, mas bien a la profesora.
-Bueno chicos, debo irme, ustedes pónganse de acuerdo- dijo la profesora, medio arrancando de la situación- nos vemos la próxima clase, ¡adiós!-
¡Qué rabia que tenía en ese momento! Mas rabia me dio aun, al ver como la profesora se escapaba con una sonrisita estúpida en su boca. Como la odiaba en ese momento. Cuando ya me calmé un poco me dirigí a Ignacio y le dije:
-No te preocupes, el trabajo lo haré todo yo y pondré tu nombre en el, para que tengas buena calificación- intente decir esto con el tono más amable que pude, aunque me era difícil- así nos evitaremos malos ratos ¿te parece?-
-No, no me parece- respondió el mirándome duramente.
-Entonces… ¿quieres que haga dos trabajos uno para ti y uno para mí? así tienes más crédito por “haberlo hecho solo”- dije sarcásticamente, marcando las comillas con mi dedos.
-El trabajo lo vamos a hacer los tu y yo en conjunto, tal y como lo dijo la profesora- dijo él, con expresión grave… ¿Y qué bicho le había picado?, maldita sea…
-Me niego completamente- dije yo, con la misma seriedad - ¿y que mi calificación sea mas baja por trabajar contigo? Ni hablar- agregué, con un dejo arrogancia.
Debía mostrarme fuerte y pensaba que así quizás lograría espantarlo o hacer que se enojara y que pidiera un cambio de pareja, pero su respuesta fue diferente.
-¿Por qué no me dejas demostrar que soy capaz de lograr una buena calificación?- me preguntó el, en un tono que no pude descifrar.
-No sé, no confío en ti, además tus calificaciones reflejan que no eres capaz- respondí con sinceridad,
Hacía intento de sonar lo más desagradable posible, esa era otra de las cosas que también se me daba con facilidad, si quería ser desagradable, lo lograba con creces.
-Voy demostrarte que puedo hacerlo- me pidió, desafiante.
-Bah, haz lo que quieras, tan solo mantente lejos de mi- dije con desdén, di media vuelta para dirigirme hacia la puerta y no pude evitar sentir como reía por lo bajo. Decidí ignorarlo y salir del salón.
¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Si por mi fuera, habría mandado a la mismísima mierda a Ignacio, pero estaba el colegio y los deberes y la profesora y el favor y un blá blá blá interminable, que fastidio. Caminaba por los pasillos ensimismado en mis pensamientos, buscando la mejor solución a todo esto cuando de pronto, se me cruza Malena en el medio del pasillo.
-¿Que ocurre, Tomy?- dijo, mirándome con su cara siempre alegre.
-Nada, Malena, ando de malas- dije, evitando el tema. De seguro si le contaba me iba a dar un sermón sobre que tenía que dejar de ser tan gruñón y arisco, que debía ser más amable y cosas así. Pero en ese momento no andaba de humor.
-Eso ya no es ninguna novedad, que digamos- respondió ella, riendo por lo bajo. Malena es una de las personas más cercanas a mí. Es una de las únicas personas que soportan mi mal humor, la misantropía que suelo demostrar, mi indiferencia hacia todo lo que me rodea y que pueden sacarme una sonrisa rara vez. La otra persona de mis amigos, es Vicente, otro de los que me soporta mis rabietas y estallidos de furia, o mi mal carácter. Debo decir que no soy una persona “amigable” a simple vista, es más, soy todo lo contrario.
-No molestes, Malena- le dije yo, caminando a su lado por el pasillo, sin mirarla.
-Cálmate hombre, si sigues tan enojón, vas a ser un viejo arrugado, de tanto fruncir el ceño- respondió ella, sin cambiar su actitud frente a mi causticidad.
-Prefiero eso a sonreír siempre como un estúpido- respondí – “la risa abunda en la boca los tontos”, dicen-
-En ese caso yo soy un estúpido sin remedio- se escuchó que alguien decía a mis espaldas, por la voz, me di cuenta que se trataba de Vicente.
-Ah, eres tu… - dije con desgano, no tenía deseos de oir sus bromas.
-¿Y a quién esperabas? ¿a Angelina Jolie?- preguntó él, haciéndose el chistoso, pero las comisuras de mis labios no se movieron ni un milímetro. Ahí estaba Vicente, la otra persona que junto a Malena soportaba todo lo mío (o eso creo)…
Muchas veces me preguntaba: “¿por qué aun no me han mandado a la mierda con este humor de perros que siempre traigo?” Y en mi interior, creo que ya sabía la respuesta: creo que una de las razones era es porque quizás esperaban que yo volviera a ser el que un día fui. Pero el estúpido, ingenuo, tímido y siempre sonriente Tomás que solía ser, quedó enterrado en el pasado junto con el recuerdo de él… y lo que me hizo odiar la vida. Y creo que otra de las razones era porque quizás no querían que me quedara solo. Pero a esas alturas, la soledad me daba lo mismo, pues había pasado la mayor parte de mis dieciocho años entre niñeras, empleadas, choferes y otros derivados del servicio doméstico… todas estas, personas quienes creo, se interesaban en mi o se mostraban amables por lástima o que sé yo, por el hecho de que mis padres nunca se tomaron en serio su labor de padres y no me tomaban mucho en cuanta ya que tenían otros intereses, como darse lujos, viajar, etc, etc...
Mi familia, en realidad, creo que no podía recibir precisamente el nombre de “familia”. Alfonso y Laura, mis padres, en realidad nunca se quisieron como un matrimonio se supone que debe quererse, por la simple razón de que la boda, su relación y todo, fue previamente arreglado por sus familias como un “acuerdo” para fortalecer los vínculos y los negocios -Una medida completamente anticuada que mas bien viene del siglo antepasado- y mis padres siendo bastante jóvenes aceptaron aquello, pues siempre fueron buenos amigos, pero nada más que eso… solo amigos. De esa forma, fue que nací yo, en un mundo de mentiras y apariencias, en una familia formada a la fuerza -y ahora comenzaba a creer que todo era a la fuerza en mi vida- y donde prácticamente no estaba lo principal que sostiene una familia: el amor. Cada uno hacía su vida a parte, y yo, crecí solo.
Malena, Vicente y yo caminamos por los pasillos de la escuela y nos sentamos en el césped. Luego de que Malena y Vicente me obligaran a contarles la razón de mi estado de humor, tal y como esperaba, empezaron a sermonearme sobre que tenía que ser más amable, que Ignacio Dávalos era amigable, según Vicente, un bombón y un amor de persona, según Malena. Aquello me daba lo mismo, pero Malena hizo un comentario que captó mi atención.
-Pero hay algo extraño en Ignacio…- nos dijo Malena, pensativa.
-¿Algo como qué?- preguntó Vicente, también interesado. Yo me mantuve al margen, mirando a la nada, pero al pendiente de la conversación.
-No sé si es idea solo mía, pero siempre he notado que mira mucho a Tomás- respondió Malena.
-¿A mí?- pregunté, mirándola y levantando una ceja. Estaba hablando estupideces.
-¿Hay otro Tomás del que podamos hablar?- me preguntó ella.
-De hecho hay muchos Tomás en la escuela, esta Tomás Rodríguez de tercero, Tomás…- decía Vicente en tono burlesco.
-Ya cállate, Vicente- le dijo Malena, fingiendo molestia, él solo rió- Si, a ti te mira mucho- me dijo.
-Estás loca- dije yo como toda respuesta,
No podía ser que yo le gustara al “chico más guapo y popular de la escuela” como lo describían las tontas que babeaban por él. Además yo ni estaba interesado en él… tanta “perfección” no me interesaba.
-Las mujeres notamos más detalles que ustedes los hombres, y yo si me doy cuenta de esos pequeños detalles- respondió Malena, frunciendo el ceño ante mi comentario.
-Independiente de si te fijas en detalles o no, estás loca, yo no creo eso que tú dices- mentí,
A decir verdad si había sentido su mirada fija en mí varias veces, y cuando daba vuelta a ver de quien se trataba, él quitaba su mirada de mi y hacía otra cosa. En realidad nunca le di mucha importancia ¿que podría querer el de mi?.
-¿No será que le gustas?- me preguntó Vicente con mirada inquisitiva.
-¿Tu también?- le dije yo, hartándome del tema- dejen de joderme, no tengo interés en nada, ni en él, ni en nadie tampoco, así que si el tipo me mira, pues que bueno- y di por terminada la situación. No me gustaba el rumbo que tomaba la conversación.
-¿Y entonces que vas a hacer?- me preguntó Vicente.
-¿Con qué?- pregunte de vuelta, sin entender a que se refería.
-Con lo de Ignacio ¿vas a trabajar con el?- me aclaró- aunque creo que con tu humor lo vas a espantar luego.
-Que haga lo que quiera, a mi me da lo mismo- dije yo, y di por terminada la conversación. Ellos siguieron conversando sobre otras en las que participé poco.
En mi mente quedo dando vuelta lo que Vicente había dicho “¿No será que le gustas?”. ¿Era eso posible? Como respuesta pensé en un no rotundo. Una persona tan desagradable y pesada como yo no podía gustarle a Ignacio Dávalos. Definitivamente no, además era imposible por el hecho de que el tenía novia y no podía ser gay… aunque luego de evaluar la situación y pensar en las cosas que notaba de pronto recordé que muchas chicas estaban babosas por él, pero Ignacio nunca las tomaba en cuenta… -No, no, no- me repetía yo en mi interior. Desgraciadamente y sin saber porque, no pude dejar de pensar en eso en todo el día, dando vueltas siempre en lo mismo.
Ignacio
Me sentía bien y eso era raro debido a las circunstancias en que todo había ocurrido. Y básicamente me sentía bien porque por fin - y aunque haya sido más o menos a la fuerza – había logrado acercarme a él, al inalcanzable Tomás Lastarria. No sé cómo, ni por qué, pero desde que lo vi por primera vez - hace más o menos un año y medio - captó mi atención desde el principio.
Sí, tengo que confesarlo, el que me hayan asignado a él como pareja para los trabajos, no tiene nada de casualidad, ni se le ocurrió a la profesora, porque yo manipulé la situación un poco… solo un poco… La cosa va así: cuando mi madre llegó a casa luego de una reunión de padres donde entregaron las calificaciones, venía muy enojada por lo bajo que estas eran y una que otra anotación negativa por mal comportamiento. Resumiéndolo todo, me pregunto que quien era el alumno a quien mejor le iba en las asignaturas de ciencias – eran las más bajas calificaciones que tenía – y yo le respondí que era Tomás Lastarria quien mejores calificaciones tenía, con la clara intención de poder acercarme a él ya que sabía lo que mi mamá tenía en mente al preguntarme aquello… Y aunque el haber hecho eso puede haber sido un poco “psycho”, aquella era la única forma de que se diera cuenta de que yo existía.
Y es que su forma de ser, la indiferencia que mostraba ante todo y todos los que lo rodeábamos, me llamaba la atención sobremanera. En muchas ocasiones intente captar su atención, de una u otra forma, pero nunca lo logré. Él simplemente miraba, pero no observaba, esa mirada de desdén y que no presta atención a nada, que todo carece de interés para él. Así que me puse como reto, lograr acercarme a el, conversar más allá de un “hola” y un “adiós” -estas dos palabras tenía que decirlas yo, porque el nunca lo hacía, solo respondía-…
“-Bah, haz lo que quieras, tan solo mantente lejos de mi-” fue lo que me respondió cuando le dije trabajaríamos juntos tal y como la profesora lo había ordenado.
Aquello había sido algo... bastante pesado de su parte ¿Acaso tenía algo contra mí? Aunque pensándolo bien creo que no debe haberle caído muy bien el hecho de que prácticamente lo obligaran a trabajar conmigo. De seguro él pensaba que yo era un inútil, un fracasado y quizás que cosa más… pero yo le iba a demostrar que estaba equivocado.
Luego de haberme dicho eso, salió del salón y se fue sin más. Yo me quedé ahí meditando y calmándome, me había molestado un poco su actitud, pues no me esperaba que fuera tan desagradable… pero yo iba a cambiar esa actitud suya hacia mí, de esos estaba seguro.
Decidí salir del salón en busca de mis amigos y traté de olvidar todo ese asunto, pues ya tendría tiempo para pensar en ello y en la mejor forma de abordar a Tomás sin que saque sus espinas venenosas.
Cuando encontré a los chicos, sentados en uno de los lugares con sombre bajo uno de los árboles que estaban en el gran patio del instituto, fui donde ellos, me senté en el césped, y como tenía previsto que ocurriría las bromas no se hicieron esperar.
-Así que te tocó como pareja al ogro de Tomás- me dijo Nico, uno de mis amigos, riéndose.
-Si, por desgracia si… supieran lo desagradable y antipático que es- dije yo.
En realidad estaba mintiendo porque por dentro – y por tonto que parezca – me sentía algo contento… en realidad, muy contento de poder trabajar con él, aunque en realidad fuera desagradable, sarcástico y todas las cosas que se dijeran de él.
-Es antipático, pero no se mete con nadie, así que a nadie le causa molestias- dijo Carla otra de las que estaba ahí.
-¿Sabían que es gay?- preguntó Paula, como contando un chisme y en tono despectivo como si el que fuera gay, le causara asco. Junto a ella, a cada lado, se encontraban Pablo y Damián, este último comenzó a reír por lo que acababa de decir Paula.
En ese momento sentí algo, no sabría explicar que fue, pero algo sentí en mi interior, di un pequeño salto y mi corazón comenzó a latir más fuerte, y creo que me desconecté de la conversación que los chicos estaban teniendo, solo recuerdo que Pablo y Nicolás le reprocharon el que lo dijera de esa forma, pues no tenía nada de malo que Tomás fuera gay. Yo por mi parte comencé a pensar, sin prestar atención a lo que los chicos hablaban…
¿Y si realmente era gay? ¿Tendría yo alguna oportunidad si quiera? Sonreía de tan solo pensarlo. Una pequeña ilusión se albergó en mi interior ¡Rayos! Comencé a pensar a futuro, muy a futuro, y podía verme a mí, conversando con él, abrazándole, besándole, haciéndole… el solo hecho de imaginar esa escena hizo que mi entrepierna diera un respingo. ¡Dios! Pero pronto comencé a caer en la dura realidad: tener a Tomás para mí era prácticamente imposible, por el simple hecho de que presentía me odiaba por tener que hacer trabajos conmigo obligado por la profesora Saavedra. Además… ¿Cómo se iba a fijar en mi? De seguro no era el tipo de chico en el que él se podía interesar. La pequeña ilusión que antes había albergado en mi interior, se había esfumado tan rápido como llego a mí…
-Hey… ¿por cuál planeta andas volando?- me dijo Paula, pasando su mano por el frente de mis ojos, sacándome de mi estado pensativo.
-Oh, disculpa, estaba pensando unas cosas…- respondí- ¿Qué decías?-
-Te preguntaba que si acaso te ocurría algo malo, de pronto sonreías como bobo y luego tu expresión cambio- dijo ella- ¿estás bien?-
Los otros me miraban expectantes a mi respuesta. Les dije que no me ocurría nada y que tan solo estaba meditando algunas cosas. No podía decirles la verdad… no podía. Ellos siguieron conversando y medio se olvidaron de lo que me pasaba, yo seguía un tanto ausente participando a veces de la conversación, y Paula se percato de que algo me ocurría… esa chica nunca me quitaba la mirada de encima.
Finalmente sonó el timbre para volver a clases y nos dirigimos camino al salón. Antes de llegar, me entraron deseos de orinar y me dirigí a los baños que estaban al fondo del pasillo y… no sé si era coincidencia o el universo estaba conspirando, pero ahí lo encontré. Tomás estaba en el baño, lavándose las manos, y me vio a través del espejo. Noté enojo y desprecio en esos ojos verdes, yo le sonreí amigablemente pero él solo quitó la mirada, terminó de lavarse las manos y se encaminó hacia la salida.
-Espera- le dije- ¿puedo hacerte una pregunta?-
-Acabas de hacerla- me respondió, deteniéndose pero sin voltear a verme.
Respiré profundo, esta vez no me iba a enojar e iba a intentar mantener la calma para ver si lograba sacar algo bueno de esto. Así que decidí ignorar lo que acababa de decir y proseguí con la pregunta.
-¿Tienes algo contra mí?- pregunté – no sé… tu actitud no me gusta y creo que con eso no podremos trabajar juntos-
-¿Quién dijo que yo iba a trabajar contigo? Ya te dije que te mantuvieras lejos de mí- respondió de forma despectiva, aun dándome la espalda. Yo solo apreté los puños, estaba aumentando el grado de antipatía, pero yo no me iba a dar por vencido tan rápido.
-No has respondido a mi pregunta- dije yo, ignorando de nuevo sus palabras.
-La verdad es que si tengo algo en tu contra- me respondió, dando la vuelta, acercándose un poco y mirándome desafiante con esos ojazos verdes- me molesta el hecho de que yo tengo que pagar por tu irresponsabilidad y porque te la pases haciendo quizás que cosas con tus amigotes en vez de estudiar o de al menos prestar atención en la clase, ahora soy yo el que tiene que “ayudarte” por tiempo indefinido y créeme que compartir tiempo con alguien como tú, no me gusta para nada- me decía, enojado, mientras me apuntaba con el índice.
-¿Y por qué no te gusta para nada?- pregunté yo, con curiosidad y cruzándome de brazos.
-Eres el típico niñito ricachón y mimado de 18 años que lo tiene todo, una vida falsamente perfecta, con amigos falsos que se basan siempre en las apariencias y que siempre la pasan bien sin importarles nada, y que como consecuencia, me tiene a mí, ayudándote con tus calificaciones, porque a ti se te de la real gana de mandar el colegio a la mierda, por eso no me agrada trabajar contigo… ¿Contento con la explicación, o prefieres que te lo explique con dibujitos?- preguntó sarcásticamente después de todas esas explicaciones, con expresión de enojo… debo decir que se veía bastante guapo con esa actitud y esa mirada.
La descripción de mi, que acababa de da no me gustó para nada y me incomodó bastante, pero le resté importancia, por el momento…
Definitivamente me odiaba, y aunque él pudiera llegar ser gay, como había mencionado Paula, estaba más que claro que nunca se fijaría en mí como yo esperaba que lo hiciera. En ese instante comencé a creer que la forma en la que me había acercado a él, había sido la peor…
-Aun no entiendo porque tanto enojo- dije yo con calma- no es para tanto… digamos que tampoco tienes que estar atado a mí las 24 horas del día, es tan solo un trabajo por unas horas en la semana, así que deberías asumir que ya es una realidad que tendrás que trabajar conmigo te guste o no…- dije esto último, encogiéndome de hombros a modo de restarle importancia al tema.
Note que levantó una ceja, y que su expresión había cambiado, ya no se veía enojado. Pude ver que sonreía arrogantemente – para mi sorpresa – ante mi comentario. ¿Qué le causaba gracia? Luego dijo algo que me dejó sorprendido.
-Veo que contigo no tengo opción, no es fácil deshacerse de ti- dijo, misterioso y luego de una pausa:- me rindo, creo tendré que trabajar contigo y espero que pronto puedas dejarme tranquilo… ¡pero serán solo un par de trabajado, nada más! ¿está claro?- preguntó – y mas te vale que subas tus calificaciones para que todo este drama termine lo antes posible ¿ok?.
No supe que decir, así que solo asentí con la cabeza. Tomás sonrió, satisfecho y retomó su camino hacia la salida, mientras yo me dirigía a uno de los urinarios… debía apresurarme o llegaría atrasado a clases.
Después de todo, creo que no todo salió tan mal, solo era un comienzo un poco agrio…
Continúa...
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