Independencia y lo que quedó pendiente.
Alguien con quien tenía una aventura pendiente me visita en mi nueva casa donde celebro que empezaré a vivir por mi cuenta. Si nadie nos interrumpe podremos acabar lo que siempre quisimos que pasara entre nosotros.
Independencia y lo que quedó pendiente.
Por fin tuve la independencia y aquel día empezaron las presiones de mis compañeros y nuevos conocidos de la zona para que les enseñara el piso donde había empezado a vivir, así que sin remedio, tuve que organizar una pequeña reunión con un reducido grupo de gente. Lara me comentó, que además de ir con su novio que vivía en un pueblo cercano, llevaría alguna conocida para que pudiera ampliar mi círculo de amistades, aunque ya me advirtió que se refería a amistades, ya que no tenía pensado hacer de Celestina.
A eso de las 11 de la noche empezó a llegar la gente. Todo el mundo se quejaba de que tendría que trabajar temprano a la mañana siguiente, así que no podía quedarse hasta tarde, pero como yo no tenía ese problema no lo pensé cuando organicé todo. Soy así de desastre, ¿que le vamos a hacer?
Por el momento conocía a todas las personas que venían. Todos riendo, charlando, pidiendo que les enseñara la casa, mirando la decoración… y como no podía estar a todo, cuando llegaron Lara y su novio Carlos, con su amiga, no fui yo el que se encargó de recibirlos, así que no pude ver quien era la persona que pensaban presentarme hasta mucho mas tarde, cuando después de recibir una bronca de mis dos compañeros por ser tan mal anfitrión y estar desaparecido, me situaron ante una mujer que me resultaba tremendamente familiar.
Carmina era bastante guapa, aunque se le veía que no pretendía destacar entre su grupo de amigas y no vestía de forma que llamara la atención. Tenía unos labios bonitos, o al menos a mi me lo parecían, y lo mismo podía decirse de su pelo castaño y liso. En el momento en que hacían las presentaciones me puse muy nervioso, aunque el motivo era que sentía que ya la conocía. Su aspecto, su nombre, su forma de ser… Hace años que hablaba por Internet casi a diario con alguien que me recordaba mucho a ella. Después de darme dos besos y ver mi cara de sorpresa dijo algo que confirmó lo que yo pensaba.
- Creo que ya nos conocíamos… más o menos.
- ¿Carmina? ¡Que de tiempo sin saber nada de ti! Tanto que ya ni te reconozco.
Todos quedaron sorprendidos y querían saber de que conocía a aquella chica y por que había dicho ese “más o menos”, pero les pedí que nos dejaran hablar un poco, ya que llevábamos mucho sin vernos y teníamos muchas cosas que contarnos.
Hablamos un rato sentados en el sofá, contando a todos la historia de cómo habíamos llegado a aquella ciudad y después pasamos a las típicas conversaciones de grupo hasta que llegó la hora en que todo el mundo empezaba a marcharse. Cuando se despedían siempre me pedían que les explicara todo la próxima vez. Carmina se separó un momento de Carlos y Lara, que habían ido a buscar un abrigo a otra habitación y nos quedamos unos segundos a solas que aproveché para convencerla de que se quedara. Al final se fueron todos a casa, menos ella y yo, que no teníamos que madrugar y si mucho que contarnos.
Hacía años que soñaba con quedarme a solas con ella. Tantos que ya no tenía esperanza de que eso fuera a pasar, y sin embargo ahí estábamos, charlando los dos, sentados en el sofá. Pero Carmina parecía no querer quedarse mucho, así que empecé a ponerme nervioso por que llevaba un rato pensando en besarla y no encontraba el momento.
Empezaba a ser tarde, el tiempo se me escapó sin remedio, ella se puso en pie y me dio dos besos en las mejillas para despedirse que se convirtieron en un momento muy calido. En mi imaginación lo disfruté a cámara lenta, respirando el aroma de su pelo, notando el tacto de su piel y sus labios, escuchando su respiración… Cuando todo pasó la estaba acompañando a la puerta mientras se colocaba su abrigo, y me di cuenta de que mis oportunidades se terminaban, así que le pedí que esperara y cuando se giró, allí, junto a la entrada, me acerqué a ella con cuidado, acariciando sus mejillas con mis manos, y la besé. Fue un beso corto en el que me limité a probar sus labios, cerrar los ojos y suspirar aliviado por haber conseguido atreverme antes de que se marchara. Me quede junto a ella, con mi frente tocando la suya, por miedo a mirarla y encontrarme con una mala reacción por su parte. Entonces noté como me acariciaba los brazos y me decía:
- Matthew
- Perdona, hacía mucho tiempo que quería besarte.
- ¿Quieres que me quede un poco más?
No dije nada, solo volví a besarla. Ella dio unos pasos hacia atrás hasta que estuvo apoyada sobre la puerta y entonces, empezamos a besarnos de forma mas intensa. Mis manos pasaron a su cintura y acariciaban sus costados mientras mis labios y los suyos se fundían. Era como chupar su labio inferior de forma muy lenta, tirando de él hasta que se me resbalaba y se escapaba, y entonces, coger su labio superior para volver a empezar de nuevo, repitiéndolo en una espiral que se hacia mas intensa según me sentía más unido a ella. Pronto, con las caricias de su cintura busqué apartar su abrigo, su jersey, su camiseta y cualquier cosa que me impidiera notar su piel en mis dedos, y en nuestro beso empezaban a participar mi lengua y la suya, que resbalaban una sobre otra, se mojaban mutuamente y enredaban formando círculos al tiempo que nuestras bocas permanecían unidas. Empecé a notar mucho calor y nuestra respiración se aceleraba. Todo iba en aumento y empezaba a desearla tanto que mi cuerpo me pedía arrinconar el suyo contra la puerta y no parar nunca de acariciarla, sin embargo, pensando en su comodidad me aparté un momento y le dije que si quería sentarse conmigo en el sofá. Aceptó la invitación, así que tuvimos una pequeña pausa en la que tranquilamente le ayudé a quitarse el abrigó y fuimos a sentarnos juntos, de hecho, esta vez nos sentamos muy juntos y no tardamos en empezar a saborearnos el uno al otro de nuevo, como si empezáramos de cero, tranquilos, pero seguros de querer recuperar el momento en el que nos habíamos quedado.
Sentados, mas cómodos, ahora podía acariciar sus muslos además de su cintura o sus costados y habíamos recuperado el control, por lo que podía concentrarme en hacer mis besos mas interesantes y me permitía el lujo de rozar sus labios con mis dientes de forma suave o de chupar su lengua lentamente, buscando que se sintiera bien, que su respiración se acelerara y que se divirtiera. Poco a poco empecé a besarla también por el cuello, a morderla despacio, recorriendo cada milímetro tratando de intuir en que parte le hacía sentir mas excitada sentir mi boca. Mis manos subían por su cuerpo, moviéndose por encima de su ropa hasta su pecho, que empecé a masajear de forma suave. Aquello hacía que la deseara mucho y ella se dio cuenta, así que en un instante Carmina se hizo con el control. Subió su mano por la cara interna de uno de mis muslos y empezó a acariciar mi sexo por encima de mi ropa, mientras me dejaba sentir su pecho y besar su cuello y, cuando vio que aquello lo hacía crecer y endurecerse, bajó la cremallera, desabrochó el botón de mi pantalón, y metió la mano para sentirlo un poco mejor. Prácticamente me derretía sentir sus caricias y que ella me permitiera colar mis manos bajo su camiseta y apartar su sujetador lo justo para poder rozar sus pezones con las yemas de mis dedos. Mi sexo desprendía mucho calor y se volvía cada vez mas sensible según sentía las caricias de mi amiga, aun más cuando noté que apartaba mi ropa interior y lo sostenía entre sus dedos, apretando lo justo para dejar que su mano se deslizara fácilmente sobre él y pudiera subir hacia el glande, que empezó a hincharse cuando lo tuvo sujeto con su mano.
Yo ya había perdido completamente las fuerzas cuando Carmina se acercó a mi oído y, sin dejar de acariciarme muy despacio con sus manos, me dijo:
- Antes no me has contestado
- ¿A que?
- Si querías que me quedara un poco más, así que creo que voy a tener que convencerte de que me digas que si.
Y antes de que pudiera decir nada agachó su cabeza, se metió en la boca justamente la punta de mi miembro y dejó que sus labios se deslizaran muy lentamente sobre él, hasta que quedó fuera de su boca de nuevo. Se bajó del sofá al suelo, para mirarme a los ojos y empezó a darme pequeños lametones con su lengua en la zona del frenillo antes de volver a coger mi glande entre sus labios y chuparlo un poco más fuerte, absorbiéndolo y mojándolo un poco con su saliva caliente. Entonces paró y me preguntó:
- ¿Me quedo un poco más?
- Quédate la noche entera. – Le dije mientras me acercaba a ella y la besaba.
Sentado en el sofá, con mi amiga arrodillada delante de mí, empezamos a besarnos un poco más, disfrutando el uno de los labios del otro, pero cuando ella empezó a besarme el cuello, aproveche para pedirle que se levantara y se sentara sobre mis piernas, ya que no me gustaba que estuviera de rodillas en el suelo. Sin dejar de recorrer mi cuello con besos y pequeños chupetones que me hacían perder las fuerzas, se levantó y se sentó sobre mis piernas, aprovechando el momento para quitarse el jersey delante de mí. Debajo aun llevaba el sujetador algo descolocado por las caricias que le había estado haciendo, así que pude ver parte de su pecho y, mejor aun, acariciarlo un poco más. Describía círculos alrededor de la aureola de uno de sus pezones con mi dedo y luego lo pellizcaba para endurecerlo. Ella se echo el pelo hacia atrás y miro hacia abajo para ver como me lo llevaba a la boca y lo chupaba mirándola a los ojos. Seguí pasando la lengua despacio por sus pezones un poco más y luego le desabroche con un poco de torpeza el sujetador, para poder comerme todo mucho mejor. No me di cuenta que mientras le besaba el escote, ella trataba de buscar mi sexo.
No tardó en tenerlo en sus manos, las cuales movía con dificultad, por el poco espacio que tenía, pero con intención de hacerme notar verdadero placer. Lo recorría, desde su base hasta el glande, con ambas manos, y paraba en la punta, donde una gota caliente, salía de mi interior para lubricarla y hacia que su dedo resbalara sobre la parte más sensible, consiguiendo que me rindiera de nuevo a ella. Humedeció su mano y la hizo deslizarse por todo mi sexo, moviéndola arriba y abajo, por todo el tronco, y apretando un poco mas en la zona de la cabeza, enrojecida y muy sensible. Traté de reponerme y tomar algo de iniciativa. Luché contra el placer que me hacia sentir mirarla a la cara mientras se mordía el labio y movía sus manos acariciándome, y sin pararla, empecé a desabrochar su pantalón, a bajar la cremallera y meter mi mano para encontrarme con el suave tacto de su tanga humedeciendo mis dedos. Carmina estaba mojada y podía sentirlo. Reaccionaba a los masajes que empezaba a darle a su clítoris por encima de su ropa interior, acelerando el movimiento de su mano y sujetando con mas firmeza mi sexo. Mientras, nos besábamos. Si, nos besábamos sabiendo que estábamos disfrutando de un momento tan intenso como siempre habíamos deseado.
Pronto pude apartar un poco su ropa interior, lo justo para poder sentir el tacto de su clítoris y poder acariciarlo directamente. Lo masajeaba, lo tocaba, y movía también mis dedos para probar algunas caricias sobre los labios de su sexo, notando como cada vez que encontraba una zona sensible, Carmina, intensificaba las caricias en la punta de del mío y me hacía respirar de placer en su oído, entre susurros, diciéndole lo mucho que había querido vivir ese momento tiempo atrás.
Paramos un momento para coger aire, mirarnos, concentrarnos el uno en el otro. Tratando de volver a la realidad que estaba rodeándonos pero que durante un rato no había formado parte de nosotros. En ese momento Carmina relajo sus músculos para tranquilizarse, pero sin soltarlo aun, acerco la punta de mi sexo al suyo, y ambos sentimos un pequeño, lento y placentero roce, que se hizo mas intenso cuando ella empezó a mover sus caderas, haciendo que el tronco de mi miembro, coincidiera exactamente entre los labios de su sexo. Notaba ese calor, esa humedad, y miraba el pecho de mi amiga agitarse cada vez que ella subía y bajaba. Le pedí que se levantara y cuando lo hizo, le ayude a quitarse el pantalón, acaricie un poco su trasero, y nos deshicimos también de su ropa interior. Ahora podía volver a sentarse sobre mí, pero esta vez, cogiendo mi miembro con su mano y sujetándolo para que quedara en posición recta, la invitación a sentarse encima implicaba que entrara dentro de ella. Lo hizo. Se sentó y se colocó justo para que dejarse caer lentamente me llevara hasta su interior, notando la humedad y como mi glande se abría camino despacio, separando sus labios y llenándola poquito a poco. Cuando estuvo todo dentro, le pedí susurrándole al oído que no se moviera. Y durante el pequeño rato que estuvo quieta, pude disfrutar de los movimientos involuntarios que hacia su sexo, y del calor que desprendía.
Nos besamos. Recorrí su cuello mientras sujetándola de la cintura, la invitaba a subir lo justo para que solo mi glande se quedara dentro de ella, y luego levanté las caderas para volver a introducirla toda dentro de ella. Despacio. Mientras se lo iba describiendo todo al oído.
- No te muevas, deja que yo levante las caderas, así. Despacio. Poquito a poco, que me sientas bien.
Y mientras le hablaba, me introducía muy dentro de ella, y luego salía casi por completo, acelerando el movimiento poco a poco. Sujetando y acariciando su pecho y, siempre que podía, prestándole atención a su clítoris con mi pulgar. Describiendo círculos alrededor de él mientras empujaba todo su cuerpo con mi cadera, cada vez que la levantaba para hacerla sentir llena por mí.
Pronto empezó a moverse conmigo y su respiración se aceleró junto con la mía. Notaba como los labios de su sexo rodeaban y acariciaban cada milímetro de mi tronco y como ella apretaba un poco a veces, para sentirlo mejor. Empecé a tener un capricho. Pedí a Carmina que se levantara y se echara a cuatro patas sobre el sofá y me fui por detrás de ella. Besando su espalda, recorriendo con mi lengua su columna y besando su nuca, rodee su pecho con mi mano, y coloque mi glande en la entrada de su sexo, empujándolo despacio hasta que pudiera sentirlo todo, momento en el que la sujeté por la cintura y empecé a sacarlo por completo de su interior y a volver a meterlo, despacio, antes de acelerarme y profundizar un poco menos la penetración. En ese momento algo nos interrumpió.
Sonó mi teléfono móvil y tuvimos que parar cuando vimos que la llamaba provenía de nuestra amiga Lara. Al parecer el tren para volver al pueblo de su novio había cancelado su salida y tendrían que esperar al próximo, que salía también de madrugada, pero una hora mas tarde.
Carmina y yo empezamos a vestirnos apresuradamente mientras nos reíamos de la situación. Nos sentíamos muy unidos en ese momento y buscábamos nuestra ropa tirada por el suelo del salón mientras nos dábamos algún pequeño beso que nos hacía sonreír.
No pasó mucho tiempo desde que terminamos de vestirnos, y llamaron al timbre. Yo me fui a la cocina para hacer café y así hacer algo de tiempo hasta que bajara mi erección, mientras Carmina abrió la puerta carcajeándose de la situación. Carlos y Lara entraron sorprendidos, sin entender que pasaba y preguntaron por mí. Como veía que a Carmina la risa no le dejaba explicarse, les di una voz desde la cocina para decirles que estaba ocupado con la cafetera.
Allí estaba yo, en la cocina, justo en la habitación de al lado, pulsando el botón para que la maquina empezará a filtrar, cuando oí como mi amiga se disculpaba ante Lara y se venia para echarme una mano. Entró en la cocina y, aun sonriendo, en voz baja me preguntó si estaba ya mejor. Enseguida vio que no. Me besó de un modo que me pareció especialmente tierno y a la vez erótico, y me empujó un poco hasta que acabé apoyado contra una pared.
Vaya amigos, que nos han dejado a medias, ¿eh? – Me dijo al oído entre susurros.
Si… muy oportunos.
¿Te faltaba mucho para terminar?
No lo se, creo que no mucho, así estoy ahora de malo.
Se empezó a reír, luego me besó otra vez, de forma más sensual, dejándome notar su lengua.
- Así, no ayudas a que se me pase.
- Shh. – dijo haciendo un gesto de silencio.
Y en ese momento acercó sus labios a mi oído y me arrinconó contra la pared, luego bajo su mano hacia la cremallera de mi pantalón, y la desabrochó. Después se las apañó para meter sus dedos lo justo para poder sacar mi sexo fuera y empezó a acariciarlo. Volvimos a hablar entre susurros.
- Carmina, que nos pillan.
- No pasa nada, están viendo la tele y el café tarda un poquito, te da tiempo a correrte.
- Uff, no creo que tarde mucho, pero…
- Shh, tu hazlo.
Y en ese momento empezó a besarme el cuello, mientras se dedicaba a recorrer toda la extensión de mi sexo con las caricias de sus dedos, parando solo para humedecerse la mano y continuar estimulándome añadiendo la deliciosa sensación de su saliva caliente. Todo volvía a acelerarse. Le acariciaba el pecho y sentía sus manos recorrerme mientras escuchábamos la tele y la conversación de nuestros dos amigos, muy levemente, en la lejanía de la habitación de al lado. Cuando la yema del pulgar de Carmina se dedicó a la punta, mientras con la otra mano me acariciaba el resto, empecé a notar que estaba apunto, y se lo dije al oído para que me tapara la boca besándome. Y así, con sus labios y su lengua silenciándome, mientras yo no dejaba de acariciarla para sentirla mejor, empecé a correrme, disfrutando de sus caricias.
Chorros de leche caliente brotaron de mi interior y gotearon por sus manos, que ella seguía moviendo, cada vez más lento, para acariciar mi sexo, hasta que terminé del todo. Entonces dejo de besarme, me sonrió, me dio algunos besos más pequeños y fue a lavarse las manos. Después sirvió el café en dos tazas y se las llevó al salón. Cuando terminé de limpiarme, asearme un poco y colocarme la ropa, yo hice lo mismo.
Estuvimos charlando un rato con Lara y Carlos, que nos veían mirarnos y reírnos de forma cómplice sin comprender que pasaba. Luego se marcharon y nosotros pudimos pasar lo que quedaba de madrugada acabando lo empezado y durmiendo los dos juntos.
Escrito por: Mathew Kapsize
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