Incurable

Decido darle una alegría a mi amigo de la infancia, que padece una enfermedad incurable.

—Venga Fede, que Manu debe estar a punto de llegar a por nosotros.

Observé a Fede llegar por la acera arrastrando su bolso hasta mi casa haciendo un esfuerzo para no mostrar en mi cara la tristeza que me producía. Le habían diagnosticado una enfermedad degenerativa hacía seis años, y cada vez estaba peor. Sabíamos que le quedaban un par de años con suerte, el primero no sería del todo malo, pero el segundo ya nos habían dicho que lo pasaría postrado en la cama.

Conocí a Fede hace diecisiete años, cuando ambos teníamos tres. Sus padres se mudaron a la casa de al lado y desde entonces éramos inseparables. Durante la infancia dormíamos indistintamente en cualquiera de nuestras casas, incluso teníamos dos camas en nuestras habitaciones. Cuando crecimos y nuestros padres no nos dejaron dormir juntos, tardábamos poco al levantarnos en reunirnos en su casa o en la mía.

Cuando descubrieron su enfermedad lo pasé muy mal, lloré durante días, sus padres fueron muy francos y desde el principio nos informaron de su corta esperanza de vida. Dejó de venir al colegio conmigo y ya no salíamos por ahí juntos. A pesar de eso yo le contaba todo, le tenía al día sobre los amigos comunes y, cuando empecé a tener novios, le tenía frito contándole las cosas buenas y malas que me pasaban.

Ahora tenía una época de remisión en que la enfermedad era menos agresiva, como si se quedara latente esperando atacar de nuevo con más fuerza. Había aprovechado para incluirlo en el fin de semana de escapada rural al que iba con Manu, mi novio, y otra pareja de amigos, Pepe y Sole. Digo incluirlo pero en realidad lo que había hecho era imponerlo, me había puesto cabezota para que viniera con nosotros, al final Manu había cedido para no seguir discutiendo.

Fede dejó la bolsa jadeando y me sonrió. A pesar de tener veinte años aparentaba dieciséis, pálido, con los miembros flacos y barriga incipiente por el poco ejercicio que podía hacer. Era más bien feúcho, aunque para mí siempre tenía una sonrisa en la cara que le hacía un rostro agradable.

—He conseguido que mis padres no vengan a despedirme, Cara – me dijo -, me dicen que te dé las gracias por todo y que no se nos ocurra apagar los móviles.

—Jajaja, ayer ya estuvieron hablando conmigo, lo que me extraña es que no vengan con nosotros para vigilar a su hijito.

—No te burles, sabes lo que les cuesta dejarme ir solo.

—Ya lo sé cariño, pero como les dije ayer, hay un hospital a treinta minutos, además, ahora estás mejor, si no lo hacemos ahora, ¿cuándo vamos a poder hacerlo?

—Eso mismo les dije yo para que no pusieran muchas pegas, mira, creo que por ahí viene tu novio.

Manu llegó en su coche nuevo, era un SUV no sé de qué marca, lo cierto es que yo lo tenía manía porque lo cuidaba más que a mí. Sus padres tenían dinero y le mimaban mucho, quizá demasiado.

—Hola chicos – bajó del coche y me besó en los labios, le había dicho que no lo hiciera delante de Fede, pero nunca me hizo caso -, meted las cosas en el maletero que quiero llegar antes que Pepe para elegir habitación.

Cuando fui a coger el bolso de Fede para guardarlo me apartó la mano y lo metió él mismo. Yo siempre evitaba que hiciera esfuerzos, pero quizá al estar mi novio delante no quiso que le ayudara. Al guardar el mío vi en el maletero dos cajas de cerveza y una de ron, no me hizo ninguna gracia. Ya habíamos discutido Manu y yo alguna vez porque bebía mucho y se ponía desagradable, alguna veces le daba por insultar, otras, las menos, se quedaba dormido.

Aguanté la reprimenda que merecía la ocasión y nos subimos al coche. Desde Madrid hasta la casa rural en la sierra había un par de horas de camino. Se nos hizo muy breve, el paisaje era precioso, en cuanto salimos de la ciudad y empezamos a subir las montañas por una carretera estrecha pero en buen estado, observamos la abundancia de pinos, jara y muchas flores. Estábamos a principios del otoño y la temperatura era agradable y el sol ya no pegaba tanto como en verano. Con las ventanillas bajadas dejando entrar el olor de la naturaleza, charlamos animadamente hasta que pasamos el último pueblo, luego fui guiando a Manu con el Google Maps la última media hora hasta encontrar la casa.

Hallé la llave bajo la maceta que me había dicho el propietario y entramos cargados con las bolsas. La planta baja consistía en un enorme salón repleto de sillones y sofás, una chimenea que no nos haría falta, y una pequeña cocina en un rincón separada del salón por una sencilla barra con taburetes. Una bonita escalera de madera oscura conducía a la planta de arriba.

—Vamos a elegir habitación – Manu me agarró la mano y me arrastró por la escalera.

Había tres habitaciones, la primera era pequeña y tenía una sola cama, sería para Fede. La segunda y la tercera eran prácticamente iguales, espaciosas y con grandes ventanas, contaban con un armario, una silla y poco más. En el pasillo había un baño bastante amplio con ducha.

Estaba guardando las cosas en el armario cuando oí voces abajo, eran Pepe y Sole que ya habían llegado. Pepe era amigo de Manu y Sole mía, los presentamos hacía unos meses y se hicieron tilín enseguida. Muchas veces salíamos juntos los cuatro y algunas, pocas, con Fede.

Bajé para saludarlos, Pepe era alto y guapo, se le veía delgado pero estaba fibroso gracias a las horas que echaba en el gimnasio con Manu, que era más musculoso y un poco más bajo. Sole era un bombón, incluso había hecho algunos trabajos como modelo, con el pelo largo y rubio, y una piernas larguísimas atraía miradas por la calle.

—Hola elfa – me abrazó, me llamaba elfa porque tenía una cara redondita y llevaba el pelo corto con mechones apuntando en todas direcciones, era más bajita que ella pero mi cuerpo no estaba nada mal tampoco.

—¡Uy chicas! Seguid, seguid, más lengua – nos animó Pepe.

—Cállate, pervertido – le dije dándole también a él un rápido abrazo.

—Imagino que Manu se habrá quedado con la mejor habitación, ¿verdad?

—Qué bien conoces a tu amigo, pero habéis tenido suerte y las dos habitaciones son iguales.

En ese momento Fede bajó despacio las escaleras y se reunió con nosotros. Sole le abrazó y besó en las mejillas y Pepe le dio la mano.

—Qué bien que hayas podido venir, nos lo vamos a pasar genial – le dijo Sole, se conocían desde hace mucho y se apreciaban mutuamente.

—Espero no molestar mucho – dijo Fede.

—Tú nunca molestas, al contrario – Sole le cogió la mano y le miró con cariño.

—Venga, dejaos de hacer manitas y vamos a dejar las cosas, que tengo que meter la comida, supongo que Manu habrá traído bebida – me preguntó Pepe.

—Me temo que sí – contesté.

—Intentaremos que no se pase mucho.

En diez minutos teníamos todos el equipaje en nuestras habitaciones y la comida y la cerveza enfriándose en el frigorífico.

—¿Salimos a dar un paseo antes de cenar? – propuso Sole -, así preparamos un poco el recorrido de mañana.

Esperé disimulando a ver qué decía Fede, no quería dejarlo solo. Al final fue Manu el que se quedó en la casa y nos fuimos los otros cuatro. El paisaje era espectacular, el verde era el color predominante, salpicado por el gris de las rocas. De la casa salían varios caminitos, simples senderos con menos vegetación que el resto, recorrimos uno tranquilamente adaptándonos a la velocidad de Fede, tras unos cientos de metros nos hicimos una idea de adónde conducía y recorrimos otro. Al tercer camino Fede nos esperó en el porche de la casa a que investigáramos los demás.

—Creo que ya tengo la ruta para mañana – dijo Sole cuando estuvimos todos -, el segundo camino que hemos recorrido sube hasta aquel pico de allí – señaló en su dirección -, y luego baja para unirse con el primero. Como éste es más llano Fede y tú podéis ir por él, Pepe y yo recorremos el segundo y nos reunimos como a un kilómetro de aquí. Manu que elija por cuál quiere ir.

—Me parece bien, ¿y a ti Fede? – pregunté.

—A mí también, pero ve con ellos, Cara, yo os esperaré tranquilamente.

—De eso nada, no te voy a dejar solo. Imagina que te ataca una lagartija o un escarabajo pelotero, jajaja – quité hierro con la broma pero lo cierto es que era mi responsabilidad cuidarle este fin de semana, se lo había prometido a sus padres.

—No es necesario – insistió.

—Tú no has visto a las lagartijas de aquí, son grandes como vacas, con colmillos como tiburones y ojos saltones que te pueden hipnotizar y transformarte en lagartijo – dije muy seria.

Conseguí que se riera y dejara el tema. Entramos a preparar la comida y encontramos a Manu tomándose una cerveza con otra lata vacía en la mesa delante de él.

—Hola cariño, ¿qué tal el paseíto? – se levantó y me rodeó la cintura con un brazo. Tardó poco en bajar la mano y apretarme el culo.

—Bien Manu, suéltame que tenemos que preparar la cena – me desasí de su brazo y fui tras la barra, Sole me siguió y entre las dos preparamos algo rápido de comer. Habían traído comida fría para no tener que cocinar. Entre Pepe y Fede pusieron la mesa en la barra y enseguida estábamos sentados cenando.

—No bebas más – le susurré al oído a mi novio -, sabes que te sienta mal.

—Déjame, Cara, tenemos tres días de vacaciones y pienso disfrutarlos – me contestó con mal gesto.

Decidida a ignorarlo, cené charlando con todos. Después sacamos al porche unas sillas de plástico que encontramos apiladas en un rincón y disfrutamos de la noche. Corría una suave brisa y vimos la luz desaparecer poco a poco. Charlamos todos durante un rato hasta que Manu sacó una botella de ron, para no explotar delante de todos me llevé a Sole a dar un paseo alrededor de la casa. Cuando volvimos el panorama no podía ser peor. Pepe estaba callado con expresión avergonzada y Fede aguantando el chaparrón.

—No la defiendas, bastante con que te aguantamos aquí. ¿Te crees que no sé cómo miras a Cara cuando no te ve, medio hombre?

—No se merece que la critiques, sólo se preocupa por ti – contestó Fede mirando al suelo.

—¿Qué pasa aquí? – pregunté indignada, podía tolerar que discutieran pero no que insultaran a Fede.

—Nada – dijeron al unísono.

—Espero Manu que te disculpes con Fede – le encaré enfadada.

—No he dicho ninguna mentira, no tengo …

—Discúlpate por insultarle, es caer muy bajo meterse con alguien porque esté enfermo.

—Tienes razón, lo siento – no había sido una gran disculpa, pero todos estaban algo cohibidos y no quería liarla, lo acepté.

—Yo me voy a acostar, mañana nos levantamos tempranito – dije.

Subí acompañado por Fede, se despidió y me metí en la habitación. Me puse el pijama, que consistía en una camiseta desgastada y las braguitas, y me metí en la cama. No pude dejar de pensar en mi relación con Manu, era divertido y lo pasábamos bien, en la cama éramos muy compatibles y disfrutaba mucho con él, pero no teníamos demasiado en común. Creo que no le amaba lo suficiente para mantener una relación larga y profunda, quizá debería replanteármelo.

A la hora o así subió Manu, yo seguía dando vueltas en la cama y pude ver cómo se desnudaba torpemente y se echaba de golpe a mi lado. Metió una mano bajo mi camiseta y me agarró un pecho. “Por lo menos iba a pasar un buen rato”, pensé. Mis expectativas se vinieron abajo en cuanto le oí roncar y su mano quedó lánguida en mi tripa, tan inútil como mi deseo apenas encendido. Bufé de frustración y salí de la cama, me había desvelado y pensé que sería buena idea sentarme en el porche hasta que volviera a adormilarme.

Bajé descalza al salón, me sorprendió ver la puerta de la casa entreabierta y me asomé con cuidado, no quería pillar a Pepe y Sole en situación comprometida, y menos después de quedarme yo con las ganas. Entreví en la oscuridad a Fede, observando el cielo.

—Hola, cariño – susurré para no despertar a nadie y me senté a su lado - ¿no puedes dormir?

—Me duelen un poco los músculos, y la verdad es que aquí se está muy bien.

—Es verdad, la temperatura es perfecta, oye, perdona a Manu, ya sabes que se pone tonto cuando bebe.

—No te preocupes, ya lo he olvidado.

Estuvimos bastante rato, alternado la conversación con momentos de silencio, me fijé en que Fede observaba mis piernas cubiertas apenas por el bajo de la camiseta, también se deleitó con mis pezones, que despuntaban gracias al fresco de la noche. Aunque siempre actuaba muy discreta con él, pensé que se merecía un premio por aguantar a mi novio y me estiré varias veces levantando los brazos para que se deleitara a gusto. Cuando nos retiramos a las habitaciones fui yo primero para dejarle ver mi culito, que quedaba ampliamente descubierto al subir la escalera.

Una vez arriba le di un casto beso de buenas noches y me despedí, pero antes de meternos en la habitación nos quedamos mudos al oír ruidos. De la habitación de Pepe y Sole salían ruiditos y se escuchaba el movimiento del colchón. Con una risita llevé a Fede de la mano y nos asomamos por el hueco de la puerta mal cerrada. Sole estaba a cuatro patas mientras que Pepe la embestía desde atrás. Ella mordía la almohada para contener los gemidos, sus tetas se balanceaban al ritmo de la intensa follada que estaba recibiendo, estaba preciosa, sonrojada y brillante por el sudor. Pepe murmuró algo que no entendí y enseguida Sole giró y se metió el miembro en la boca, en apenas un minuto recibió la corrida de su chico sin dejar escapar una gota.

Todavía tenía agarrada la mano de Fede, así que tiré de él para no seguir espiando, opuso una leve resistencia pero cedió y me acompañó.

—¡Qué espectáculo! – le susurré al oído -. Que duermas bien, y alíviate eso – señalé el bulto de su entrepierna y con una sonrisita me metí en mi habitación. No sé si él se alivió o no, yo me tuve que masturbar para poder conciliar el sueño, insatisfecha pero algo es algo.

Por la mañana conseguí despertar a Manu después de ducharme, inútilmente ya que no quiso levantarse. Con la resaca que debía tener no me extrañó. Desayunamos los cuatro entre risas y chismes y salimos a hacer senderismo. Fede insistió pero me empeñé y llevé la pequeña mochila con agua y galletas por si nos entraba hambre. Pepe y Sole cogieron el camino que subía la montaña y nosotros empezamos a recorrer el que habíamos elegido, más suave y llevadero. A paso tranquilo para no fatigar a Fede disfrutamos de las vistas y el campo. Con algo de maldad por mi parte decidí pinchar un poco a mi amigo.

—Bueno Fede, ¿dormiste bien anoche?

—Perfectamente – se ruborizó y seguí insistiendo.

—Espero que te consiguieras relajar – Fede se detuvo y me retó con la mirada.

—Claro, aunque mis músculos fallan, hay alguno que funciona perfectamente.

Me miró intensamente consiguiendo avergonzarme un poco, luego se echó a reír a carcajadas, eso me liberó del sofoco que empezaba a tener y me reí con él.

—Tú tranquila, que cuando me empiece a fallar te pediré ayuda – me dijo con sorna.

—Claro, claro, pediré permiso a tus padres y te ayudaré.

Seguimos riéndonos hasta que encontramos una sombra y nos sentamos un rato.

La mañana estuvo genial, andábamos unos cientos de metros y parábamos a descansar antes de continuar el paseo, nos encontramos con Pepe y Sole cerca de la hora de comer y volvimos los cuatro juntos. Fede llegó agotado pero feliz, se sentó en el porche nada más llegar con una sonrisa en la cara a pesar del sudor que goteaba de su rostro.

Por la tarde dimos un paseo más corto, Manu se nos unió con mala cara y en cuanto regresamos volvió a su cervecita. Curiosamente ya no me importaba, al contrario, había decidido dejarle en cuanto volviéramos. Si se emborrachaba igual que ayer, no tendría que pararle los pies en la cama. En una ocasión en que pillé a Sole a solas le conté lo de la noche anterior, al principio se sonrojó un poco pero no tardó en pedir detalles, preguntando en qué momento exacto les pillamos. Cuando le dije que los dos nos masturbamos después, me dijo tan pancha que esa noche lo repetiría, que podíamos mirar otra vez.

—¿Te pone cachonda? – la pregunté sorprendida.

—Es la primera vez que me miran, pero creo que sí – me contestó con una extraña e intensa expresión en la mirada.

Después de cenar jugamos a los chinos y a las películas, me reí cantidad al no estar ya preocupada por Manu. A la hora de acostarnos fue prácticamente una repetición del día anterior. Terminé con Fede en el porche, le abracé por la espalda un rato y luego me senté a disfrutar del fresco y la tranquilidad nocturna un rato. Cuando oímos ruidos arriba le pregunté :

—¿Quieres subir a ver?

El me sonrió y afirmó con un gesto. Esta noche Sole cabalgaba a Pepe mirando hacia la puerta, nos pilló en cuanto asomamos la cabeza. Fede intentó irse, pero le sujeté hasta que Sole nos sonrió y guiñó un ojo. Luego se olvidó de nosotros y siguió follando con su chico hasta que se corrieron los dos. Nos retiramos por el pasillo, el paquete de Fede se marcaba bajo su pantalón corto y me rozó cuando le di el beso de buenas noches. Quizá por los días que llevaba sin catarlo o por la excitación de ver a mis amigos, pero en vez de decir “hasta mañana” lo que salió por mi boca fue :

—¿Quieres que te ayude a aliviarte?

Me quedé horrorizada, alguna vez había pensado en Fede y yo juntos, pero nunca en serio, jamás se me habría ocurrido. Al asentir vigorosamente con la cabeza me decidí y entré con él en su habitación. Hice que se tumbara en la cama y me senté a su izquierda.

—Sólo por esta vez, ¿vale? – acaricié su mejilla.

—Vale – contestó nervioso.

Bajé sus pantalones, a pesar de sus flacas piernas su miembro no estaba nada mal, mayor que la media y duro como el acero. Lo acaricié suavemente con mi mano, casi sin tocarlo, una gotita manó de su punta. Así el miembro firmemente y empecé a masturbar a mi amigo, movía suavemente la mano por toda su longitud mirándole la cara, su sonrisa crispada me decía que le estaba gustando. Una de sus manos se posó en mi muslo acariciándolo, consentí con una sonrisa y seguí pajeándolo. En un par de minutos se corría en mi mano suspirando. Me levanté y me limpié con pañuelos, luego le limpié a él. Sorprendida comprobé que su polla seguía tan dura como al principio.

—¿No has tenido bastante?

—Creo que no, ¿lo harías otra vez?

—Jajaja, las que hagan falta, recuerda que esto no va a volver a pasar, así que aprovecha.

Comencé de nuevo, esta vez le acariciaba el pelo y la cara a la vez que maniobraba en su polla, él me acariciaba el muslo llegando casi hasta mis braguitas. Después de su primera corrida su resistencia había aumentado y me tuve que esmerar para hacerle repetir. La misma cantidad o más de semen salió expulsada en varios chorros de su miembro mientras gemía casi inaudiblemente. La mano con la que me acariciaba subió para aferrarse a una de mis tetas, le dejé mientras acababa de complacerle, ordeñando su polla hasta que terminó de manar su semilla.

—Ya puedes soltarme, cariño.

—Uy, perdona – me dijo sin mucha cara de arrepentimiento.

—No hay nada que perdonar, me ha encantado ayudarte con tu problemilla.

Esta vez sí quedó flácido cuando nos limpié a ambos. Le di un ligero beso en los labios y me despedí.

—Hasta mañana, Fede, espero que hoy sí que duermas relajado, jajaja.

—Hasta mañana, Cara, y gracias.

Le hice un guiño y me fui a acostar con el gilipollas de Manu, que seguía inconsciente. Las imágenes de Sole follando y del miembro de Fede en mis manos ayudaron a que mis dedos en mi coñito me proporcionaran dos orgasmos, con lo que dormí estupendamente.

Sole y yo bajamos las primeras la mañana siguiente, mientras preparábamos el desayuno le conté todo lo que había pasado anoche. Todo.

—¿Y Manu? – me preguntó.

—Pienso dejarle en cuanto volvamos a Madrid, ya no le soporto.

—¿Y Fede?

—Fede nada, solo pasó una vez y no quiero repetirlo. No quiero ese tipo de relación con él.

—Es lo mejor, espero que lo lleve bien. Por cierto, ¿os gustó el espectáculo de anoche?

—Mucho, aunque creo que te gustó más a ti, zorra exhibicionista.

—Jajaja, es posible, la verdad es que me puso mucho veros mirándome, tuve un orgasmo fabuloso.

Dejamos el tema al oír bajar a Pepe, Fede venía tras él más despacio. Sole salió de la barra para dar un beso a su amorcito y Fede me ayudó a colocar platos y tazas. Di un gritito de sorpresa cuando una mano se coló bajo mi pantalón. Fede me metía mano aprovechando la holgura de mis pantalones cortos. Por un momento me quedé de piedra, no esperaba nada parecido, luego me contuve para que Pepe no se diera cuanta de nada, cuando fui capaz de reaccionar los dedos de Fede habían retirado mi braguita y acariciaban mi rajita delicadamente. Le miré echando chispas por los ojos, él disimulaba colocando platos con la otra mano como si no pasara nada, sin mirarme. Estaba tan asombrada de que mi dulce amigo me metiera mano ¡y delante de gente! que no supe qué hacer. Mis traidoras piernas se abrieron un poco más para facilitar sus manipulaciones, mi coñito empezaba a lubricar y los dedos de mi amigo de toda la vida hacían magia en mi sexo.

—¿Estás bien, Cara? se te ve colorada.

—Perfectamente, estoy bien.

Fede sonrió profundizando con sus dedos, tuvo la desfachatez de sentarse a mi lado en un taburete, yo quería apartar su mano pero el placer que sentía y el morbo por hacerlo delante de mis amigos me impulsaron a estarme quieta y dejarle seguir. Cuando me acarició el clítoris tuve que apoyar mis codos en la barra para no caerme, Sole me miró y comprendió enseguida lo que pasaba, afortunadamente me echó un cable y besó a su chico girándole para que no nos pillara. Fede movió sus dedos más deprisa, más profundo. Apreté los labios para no dejar escapar ningún sonido y aprecié cómo mis caderas se movían solas, siguiendo el ritmo que me marcaban los dedos de mi amigo. El placer me inundaba llenándome poco a poco hasta que apretando los puños me corrí en la mano de Fede. Si no estuviera apoyada en la barra hubiera acabado en el suelo, mis piernas me fallaron mientras temblaba de placer y suspiraba en silencio. Cuando terminé, él mismo colocó mi braguita en su sitio, luego se lamió los dedos y finalmente tuvo la cara de decirme :

—Siéntate Cara, te ves sofocada.

Obedecí atónita por su descaro y disimulé cuando Pepe y Sole se sentaron enfrente. Me recuperé de la impresión durante el desayuno y acabé devolviéndole a Sole sus guiños y muecas. Jamás me hubiera imaginado algo parecido, ¡había creado un monstruo!

Como nos volvíamos a Madrid después de comer, acordamos hacer otro ruta de senderismo esa mañana, Pepe y Sole tomarían otro camino y nosotros iríamos por el de ayer. Luego nos reuniríamos y volveríamos juntos. Manu, por supuesto, seguía en la cama. Fede estaba entusiasmado con la idea, se le notaba a la legua el deseo de quedarse a solas conmigo. Yo también quería hablar con él, no estaba enfadada ni mucho menos, pero no quería dejar que las cosas siguieran por ese cauce.

En cuanto recorrimos unos cientos de metros y estuvimos completamente solos me detuve y le enfrenté.

—Fede, cariño, nosotros no po…

Me abrazó y me besó, me había pillado por sorpresa y antes de darme cuenta tenía su lengua en mi boca y sus manos en mi culo. Debido a su debilidad muscular hubiera podido quitármelo de encima fácilmente, pero me estaba besando tan bien que le devolví el beso. De alguna manera conseguía despertar en mí sentimientos por él que nunca había tenido, no le amaba en el sentido romántico, pero le quería tanto que era bonito compartir algo más, compartir una forma de intimidad inexplorada hasta ahora. Disfruté el beso y el magreo un rato hasta que me separé y le cogí la mano.

—Ven, vamos a sentarnos y hablar de esto.

Me siguió sumisamente hasta un tronco caído donde nos sentamos.

—Fede, yo te quiero mucho pero no de esa manera, lo sabes ¿verdad?

—Lo sé, Cara, pero desde anoche no puedo pensar en otra cosa, te recuerdo que empezaste tú.

—Es cierto y no me arrepiento, pero creo que no está bien.

—¿Por qué? Sabes que me queda poco, en menos de un año ni siquiera podré moverme, estaría bien que le dieras un gusto a un enfermo.

—Jajaja, qué morro tienes, ¿te vas a hacer la víctima?

—Pues claro, deberías concederme un último deseo, o penúltimo.

Le miré atentamente hasta que arrancó a reírse a carcajadas, le secundé con regocijo. Por muy triste que fuera los dos teníamos asumida su enfermedad y sus consecuencias y el que ahora quisiera manipularme era francamente divertido. Le abracé cariñosa.

—Pobrecito mi niño que está enfermito – le dijo haciendo un mohín -, vamos a hacer una cosa. Imagínate que soy una genio que acabo de salir de una lámpara y te concedo tres deseos. Seré una genio buena y obediente y cumpliré tus peticiones, ¿te parece bien, mi enfermito?

—¿Solo tres?

—Jajaja, pero ¿qué quieres hacer?

—Quiero que me la chupes y correrme en tu boca, quiero follarte, también darte por culo, estaría bien también hacer un trío, quiero comerte el coño, quiero…

—Vale, vale, para. ¿Tú has visto mucho porno, no?

—Un montón, jajaja. Es lo que tiene no salir apenas de casa.

—Me imagino, bueno, me parece bien todo lo que has dicho menos lo de mi culo. Soy virgen por ahí y me da miedo, la verdad. Lo del trío quizá pudiera arreglarlo con Sole. ¿Te parece bien Sole?

Fede abrió mucho los ojos y me miró sorprendido.

—¿Qué si me …? Pues claro que me parece bien, te lo había dicho de coña, ¿tú crees que ella …?

—No lo sé, pero puedo intentarlo, algo me dice que no la importaría nada.

—Sería fantástico, bueno, lo de anoche ya lo fue, estar contigo es como un sueño.

—Jajaja, no seas pelota, aunque no me gusten las mujeres sé el cuerpazo que tiene Sole. Pero venga, pide un deseo a tu genio.

—Estaría bien una mamadita, si tú quieres.

—Claro que quiero, deja que te quite los pantalones.

—¿Aquí? ¿Ya?

—Sí, tengo que confesarte que me gusta mucho tu polla. Estoy deseando comérmela.

Una sonrisa iluminó su cara mientras le bajaba los pantalones de rodillas ante él. Sé que a los chicos les gusta vernos sometidas, y yo le iba a dar a Fede la experiencia completa. En cuanto su miembro completamente erecto quedó a la vista le acaricié los testículos y sus flácidos muslos.

—Pégame con ella – pedí.

—¿En la cara?

—Sí, pégame.

Fede se la agarró con un mano y me golpeó las mejillas y la nariz, le di unos momentos para que lo disfrutara y le hice sentarse.

—Ahora disfruta, amigo.

Directamente me la metí entera en la boca, había aprendido a relajar la garganta y era algo que me gustaba mucho. Fede siseó de sorpresa y placer, poco a poco la saqué y luego la lamí por entero sin dejar nada sin saborear. Jugué con la lengua en el glande y empecé a mamársela. Mi cabeza subía y bajaba recorriendo toda su longitud, al subir aspiraba con fuerza provocando sus gemidos. Intenté hacerlo despacio para que disfrutara más tiempo, pero mi propia excitación me impelía a darme prisa y sentía su polla temblar de placer. Coloqué sus manos en mi cabeza para darle el control, quería que me follara la boca a su ritmo, que disfrutara de mi sumisión. Debió gustarle mucho porque sus gemidos eran escandalosos, jajaja. Menos mal que estábamos en mitad del campo. Seguí sin parar con la felación hasta que con un grito me apretó contra su pubis y empezó a correrse. Con su polla hasta mi garganta, su semen bajaba directamente hasta mi estómago, respiré afanosamente por la nariz mientras terminaba de correrse, temblándole todo el cuerpo. Finalmente me soltó y pude respirar por la boca, se había corrido un montón y durante mucho tiempo.

—¿Tu deseo se ha cumplido, amo? – le miré sonriente.

—Ha sido alucinante, Cara, gracias.

—Espera que te limpie y seguimos andando otro poco -. Fui a sacar pañuelos de la mochila pero lo pensé mejor, con la lengua le dejé la polla limpia y brillante. Y dura, pero tendría que aguantarse. Tiré de su mano para ayudarle a levantarse y seguimos caminando un rato. La incomodidad por la humedad de mis braguitas y la excitación que me había quedado de la mamada hicieron que fuera mala.

—Espera un momento, Fede.

Ante su atónita mirada solté la mochila y me quité el pantalón y las braguitas. Luego me puse el pantalón y me quité el sujetador sin sacarme la camiseta.

—Ya podemos seguir. ¿No vienes? – le dije al ver que se había quedado parado en el camino.

—Voy, voy.

A los pocos metros Fede me dijo :

—Estoy un poco cansado.

—¿Quieres parar?

—No, creo que con apoyarme un poco en ti será suficiente.

Me agarró de la cintura y fuimos paseando pegados. Enseguida su mano comenzó a explorar y tan pronto me tocaba un pecho como me acariciaba el culo. ¿Cansado? Já. No pude aguantar mucho, empecé a buscar un sitio apropiado para detenernos hasta que divisé algo de hierba a la sombra de unos pinos. Salimos del sendero y en cuanto llegamos me quité la mochila y la camiseta.

—Cómetelas, son para ti – saqué pecho por si no había quedado claro, aunque fue innecesario. Las manos de Fede fueron raudas a agarrarme y su boca siguió a continuación. Le dejé mucho rato que me las lamiera y me mordiera los pezones mientras me las amasaba con las manos. Cuando no pude ahogar mis gemidos le pedí que se tumbara y le desnudé de cintura para abajo.

—Voy a quedarme con tu virginidad – le dije muy excitada -, quiero esta polla tuya dentro de mí.

Fede no dijo nada aunque su cabeza asentía con entusiasmo, me quité los escuetos pantalones y me coloqué en posición.

—¿Preparado?

—Sí, Cara, sí.

Le agarré el miembro y poco a poco fui metiéndomelo, estaba suficientemente lubricada y entró del todo sin problemas. En mi interior se sentía muy grande. Empecé a moverme con cuidado, no quería hacer daño a Fede. Poco a poco aceleré, la cara de mi amigo era un poema, y yo estaba disfrutando un montón, me sentía llena, colmada, algo pasaba entre nosotros que hacer el amor con él era mejor que mis experiencias anteriores. Me dejé llevar por la excitación y le cabalgué profundamente. Agarré sus manos y las llevé a mis tetas.

—Apriétamelas, cariño.

Las dulces manos de mi amigo no fueron tan dulces, me apretó tanto que me dolía, pero era un dolor que se transformaba en placer cuando llegaba a mi coño. El polvo estaba siendo absolutamente genial, ambos gemíamos moviéndonos a la par, su miembro me llegaba muy adentro, volviéndome loca. A punto de llegar aceleré mi movimiento, no quería correrme antes que él pero no podía evitarlo.

—Córrete – pedí -, córrete conmigo.

Como si estuviera esperando mi orden su cuerpo se tensó y me apretó las tetas todavía más fuerte, los ardientes chorros en mi coño precipitaron mi orgasmo que me fulminó como nunca antes. Grité estremecida clavada completamente en su dura polla. El orgasmo fue muy largo y potente, magnífico. Me tumbé a su lado para recuperarme y no aplastarle, fue bonito ver que me miraba con adoración, como si fuera una diosa. Le besé ligeramente.

—¿Qué se siente al no ser virgen?

—Ha sido genial, mis pajas no son ni parecidas.

—Jajaja, para mí también ha sido genial, he disfrutado como nunca.

—No me tomes el pelo.

—Lo digo en serio, ha sido maravilloso, no recuerdo un orgasmo tan fuerte.

—Jajaja, pues no será por mi experiencia, salvo que ver porno cuente, claro.

Disfrutamos unos minutos haciéndonos carantoñas y continuamos el camino. Anduvimos poco ya que ahora sí que Fede estaba cansado.

—Vamos a esperar aquí a Sole y a Pepe, pero quita esa sonrisa satisfecha de tu cara o se van a dar cuenta de lo que ha pasado – le dije.

—No puedo.

—No puedes ¿qué?

—Dejar de sonreír, en serio que lo he intentado, pero no puedo.

Nos tronchamos esperando a nuestros amigos. Cuando llegaron volvimos a la casa todos juntos, justo antes de entrar me llevé a Sole aparte y la comenté unas cosas, ella asintió y entró sin decir nada. Manu nos esperaba preparando la comida. ¿Cómo podía haber estado colgada por él?

En cuanto comimos, el pequeño plan que había comentado con Sole se puso en marcha. Todos recogimos las cosas para volvernos a casa y nos reunimos en el salón para salir juntos.

—Cariño – le dijo Sole a Pepe -, ¿por qué no te vas tú con Manu? Quiero hablar de unas cosas con Cara y así aprovecho por el camino.

—Cómo sois las chicas, no sé de qué tenéis que hablar tanto. Venga Manu nos vamos tú y yo así no tenemos que oír todo el camino de vestidos, cotilleos y cosas parecidas.

—Eso, vosotros hablad de fútbol y de chicas desnudas – contestó Sole.

Manu no dijo ni pío, quizá avergonzado por su comportamiento del fin de semana. Me despidió con un beso en la mejilla que le puse cuando me quiso besar los labios y se marchó con Pepe.

—¡Qué fácil! – dije para romper el silencio que quedó cuando se fueron los chicos. Estábamos todos cortados sin saber qué hacer.

—Digamos que he amenazado a mi chico con una sequía pertinaz si no nos ayudaba – dijo Sole -, tampoco a él le ha gustado la actitud de Manu y no ha sido difícil convencerlo.

—Muchas gracias por tu ayuda, te compensaré.

—Puedes estar segura de que me voy a cobrar este favor.

—Jajaja, me voy a la ducha, ¿vienes Fede?

Pareció que despertaba, se había quedado a la expectativa debido a la presencia de Sole. En cuanto le propuse la ducha me siguió como un corderito.

Entré en la habitación de Fede y me desnudé completamente, me le quedé mirando hasta que me imitó y, de la mano, nos fuimos a la ducha. Después de lavarnos y de enjabonarnos mutuamente salimos y, sin secarnos siquiera, me senté en el lavabo. Abrí las piernas lentamente y le pedí :

—Cumple otro de tus deseos, tu obediente genio dejará que la chupes el coño.

Su perenne sonrisa se agrandó, cogió un taburete y se sentó entre mis piernas. Directamente se lanzó a por mi clítoris torturándolo con la lengua.

—Espera, cariño, no vayas tan deprisa, esto no lo has aprendido bien en internet.

Le indiqué cómo me gustaba a mí, fui dándole instrucciones que siguió paso a paso, cuando empecé a gemir no me corté por si Sole me oía, al contrario, sospechaba que se acabaría uniendo a nosotros. Me corrí disfrutando de su lengua y sus dedos, lo de sus dedos era verdaderamente magia, en cuanto los metió en mi coñito, éste se apretó y convulsioné hasta el clímax. Le agarré de la muñeca y no le dejé retirarse hasta que mis temblores cesaron. Él relamió la humedad de sus labios con cara de felicidad.

—¿Lo he hecho bien, Cara?

—Sabes que sí, lo has hecho genial. Ahora vamos a la cama.

En la habitación nos sorprendió ver que Sole estaba sentada en la silla. Nos hizo un gesto con la mano para que siguiéramos a nuestro aire y eso hicimos. Nos tumbamos juntitos y le pregunté mientras nos acariciábamos.

—¿Qué quiere hacer ahora mi enfermito?

—No sé si aguantaré, pero ¿puedo follarte de perrito?

Sin contestar me puse a cuatro patas mirando a Sole, esta se limitaba a observar. Enseguida tuve a Fede pegado a mi culito intentando penetrarme. Le ayudé con la mano y le dejé encaminado. De un empujón me la clavó, como la vez anterior me sentí llena, completa. Se movió despacio entrando y saliendo de mí, agarrado a mi cintura. Me folló durante un rato cambiando el agarre a mis caderas y luego a mis nalgas, apretándolas con sus manos.

—Dale un azote – dijo Sole.

Fede obedeció y me golpeó el culo suavemente.

—Más fuerte.

—¿Puedo, Cara?

—Hazme lo que quieras, cariño – yo estaba en la gloria y le hubiera dejado hacerme cualquier cosa que quisiera.

Me azotó más fuerte haciéndome dar un gritito.

—Otra vez, más fuerte – exigió Sole.

Fede me azotó varias veces, las primeras me dolieron, luego con cada golpe mi placer aumentaba, concentrándose en mi sexo. Me fijé en Sole cuando se levantó para desnudarse, se volvió a sentar con la mano entre sus piernas.

—Sigue, sigue Fede – ver a Sole desnuda le había distraído, tampoco me extrañaba, estaba buenísima.

Fede siguió follándome y azotándome de vez en cuando, parecía aguantar y me estaba dando un placer increíble. Cuando Sole se levantó y me alzó la cara para besarme la correspondí con fervor. Se vino a mi lado y me susurró al oído :

—Vas a correrte con la polla de tu amigo de la infancia, eres una auténtica zorra – me magreó las tetas y me mordió un hombro, Fede seguía incansable y entre los dos hicieron que me corriera como la zorra que decía Sole.

—Me corro, me corro, aaaaaaaaagggghhhhhhh.

Fede me secundó y llenó mi coño con su semilla, gritamos los dos sacudidos por nuestro intenso orgasmo. Fede cayó en la cama exhausto, yo no podía apenas moverme, doblé los brazos y quedé con el culo en pompa apoyada en mis codos.

—No te muevas, zorrita – me dijo Sole.

Obedecí y dejé que me acariciara dulcemente, me quedé incluso algo traspuesta por sus mimos. Me espabilé cuando noté una lengua jugueteando en mi ano, me giré para ver a Sole con la nariz metida entre mis nalgas. No me esperaba eso, pero la dejé hacer y que siguiera lamiendo mi culito. Me llenó de saliva y luego me metió la lengua, la sensación era extraña pero no desagradable. Cuando metió un dedo me dolió un poco y me tensé.

—Relájate, Cara, no te dolerá. Ahora voy a ser yo la que mire, y quiero ver cómo tu amigo Fede te da por culo.

—No, Sole, nunca lo he …

—Calla, zorra.

Me sometí y siguiendo sus instrucciones relajé el ano, confiaba en la habilidad de Sole y estaba curiosamente emocionada por perder mi virginidad anal. Pronto eran dos los dedos que me penetraban, dando de sí mi agujerito posterior. Cuando Sole notó que empezaba a disfrutarlo añadió un tercer dedo, no tardé en gemir como una perrita.

—Ahora hacedme caso los dos – ordenó mi amiga -. Tú Fede sigue tumbado, y tú Cara siéntate en él como si fueras a cabalgarle pero mirando hacia sus pies. Yo os ayudo.

Fede se quedó como estaba y yo me puse como me habían dicho, Sole escupió sobre la polla de Fede y luego la apuntó a mi pobre culito.

—Ahora despacio, Cara, puedes hacerle daño si eres muy bruta.

El glande entró fácilmente, el resto me costó, dolía y no me relajaba. Al final Sole me agarró la cara con las dos manos y me dio un morreo de escándalo.

—Ahora relájate.

Conseguí tranquilizarme y empezó a entrar poco a poco, subía las caderas bajando un poco más cada vez hasta que acabé completamente ensartada. Todavía dolía y sentía una quemazón. Aguanté un rato para que mi invadido culo se acostumbrara y empecé a moverme. Sole volvió a sentarse mientras yo cabalgaba lentamente, me relajé al sentir las manos de Fede en mis caderas y lo hice más deprisa, era una sensación distinta a la normal, menos placentera pero más morbosa, más excitante. Me giré para ver la cara de mi amigo, estaba radiante y sonriente, jadeando encantado.

—¡Qué demonios, no aguanto más! – Sole se levantó y se arrodilló frente a mí, me separó un poco más los muslos y se sumergió en mi coño con una mano en el suyo. Me lo comió como una experta mientras se masturbaba frenéticamente. El placer me venía en oleadas, atacada por ambos sitios, boté frenéticamente empalada por mi amigo incrementando exponencialmente el placer. Cuando Sole se corrió y me abandonó me dejé llevar por las sensaciones en mi culito y me corrí gimoteando.

—Sí, sí, sí …

—Tú no te corras, Fede -ordenó Sole.

Él obedeció de alguna manera mientras yo me corría salvajemente moviendo el culo arriba y abajo sin parar. Terminé con la cabeza contra el colchón sin dejar de mover el culo, sintiendo los últimos latigazos del orgasmo. Me eché a un lado para sacarme la polla y se oyó un “plop” que me hizo reír tontamente.

Descansé unos minutos ajena a todo, oía a mis amigos moverse pero no me importaba lo suficiente para mirar. Al final giré la cabeza y me llené de celos al ver a Sole cabalgar a Fede, a mi Fede. Sé que uno de sus deseos era hacer un trío, y sé que debería alegrarme por él, pero algo en mi corazón dolió. Tuve que detenerme un momento a reflexionar, a descubrir qué estaba sintiendo, por qué me molestaba tanto. ¿Estaría empezando a querer a Fede de otra forma que como amigo? No, imposible, no era para nada mi tipo. Me autoconvencí que estaba bien, que era bueno. En cualquier caso castigaría a Sole por robármelo.

Me situé a su lado viéndolos, el placer se reflejaba en sus caras, sus cuerpos brillaban por el sudor. Era una bonita imagen. Obligue con mi mano en la nuca de Sole que se echara hacia adelante, con su culo más expuesto dije :

—Puta – y le di un fuerte azote.

—Ay – se quejó.

—Zorra – otro.

—Ay.

—Golfa – otro más.

—Aaahhh.

—Ramera – otro.

—Aaaaahhh, síiiiii …

Su bonito culo empezaba a enrojecer, pero el castigo no parecía serlo, parecía disfrutarlo. Fede nos miraba asombrado, lo cierto es que para una primera vez era mucho para cualquiera.

—Fulana – otro azote.

—Mmmm …

—Te estás follando a mi amigo – la di otros dos azotes seguidos.

—Más … más …

La di otro azote y me sorprendí cuando Sole me agarró del cuello y me metió la lengua hasta la campanilla, me morreó con pasión, con lujuria. Me excité y la acaricié el culo, luego masajeé sus tetas, las amasé y acabé retorciendo sus pezones. Cuando se separó para respirar me tumbé junto a Fede y le besé hasta que se corrieron. Sus gemidos de placer duraron mucho tiempo, no parecía que Sole fuera a terminar nunca de botar sobre la polla de mi amigo. Acabó tumbada jadeante junto al también jadeante Fede.

Aguantamos unos minutos, muy juntos en la estrecha cama. Pensé que a la vuelta ya no sería lo mismo, ni siquiera tenía claro que quisiera seguir con esto. Quise darle un último homenaje a mi amigo antes de volver.

—Fede, cariño ¿quieres una última mamada antes de terminar?

—No sé si podré, me habéis dejado seco.

—Jajaja, ningún chico se resiste a una mamada.

Me puse a la tarea intentando despertar su dormido miembro, con todo él metido en mi boca le lamía con la lengua y le mordía suavemente. Me aparté para dejar sitio a Sole que se encargó de sus bolas. Entre las dos le teníamos en forma enseguida. Fede gemía apagadamente mientras sus dos chicas nos dedicábamos a su preciosa polla. Gimió más alto cuando las dos a la vez recorrimos toda su longitud con los labios y lengua. Me gustó compartir su glande dándole lengüetazos, la lengua de Sole peleaba con la mía compartiendo saliva, me estaba poniendo muy cachonda. Peleé para que terminara en mi boca, recibí toda la carga hasta que se vació completamente. Con la boca llena de sus semen junté mis labios a los de Sole y los abrí, el blanco néctar pasó a su boca y lo compartimos uniendo nuestras lenguas. Fue muy morboso. Al final pasamos de Fede y nos enzarzamos en un sesenta y nueve que calmó nuestra calentura.

Esa noche, al llegar a casa y dejar en la suya a un sonriente y exhausto Fede, lo primero que hice fue llamar a Manu y dejarle por teléfono, no me apetecía verlo más. Fede tardó unos días en recuperarse del cansancio del fin de semana, pero descansó y se convirtió en un pulpo. No conseguía despegar sus manos de mí. Ni ganas que tenía.

NOTA DEL AUTOR : Aunque no era mi intención en un principio, no he conseguido darle el triste final que tenía pensado, así que como en una película de Disney al final todo se arregla.

Un par de meses después del fin de semana nos llevamos una inmensa alegría. El médico aplicó a Fede un nuevo tratamiento con muy buenos resultados. Pronto confirmó que la degeneración muscular de Fede se había detenido. Nos garantizó que con el tiempo mejoraría algo, no llegaría a estar sano pero podría hacer una vida casi normal dentro de sus limitaciones. La espada de Damocles que pendía sobre la vida de mi amigo había desaparecido. Eso nos hizo replantearnos muchas cosas.

Ahora, cinco años después, estoy embarazada de nuestro primer hijo. Vivimos juntos en un pequeño apartamento y hacemos vida normal. La bonita polla de Fede me sigue encantando y me da más placer del que necesito. De vez en cuando yo me convierto en la genio y le concedo los deseos que quiere. ¡Ah!, y no dejo que mi amiga Sole toque a mi novio ni con un palo, él es mío.