INCONFESABLE (Primera noche, segundo día)
Esa primera noche durmiendo con mi padre me atreví a lo que nunca había hecho.
… Y durante un tiempo que me pareció eterno, no me atreví a moverme ni a respirar. Tan solo la respiración pausada de mi padre, muy cerca de mi cara, me daba confianza para intentar algo más que dejar mi mano muerta pegada a sus genitales.
Podía oir los latidos acelerados de mi corazón y sentía encenderse mis mejillas, y en el silencio y oscuridad de la noche, todo esto me parecía que podía despertar a mi padre; al mismo tiempo con mi mano izquierda me empecé a tocar mi polla por encima del pantalón de pijama. Me dolía de tan empalmado como estaba. No podía ver qué hora era. Mi móvil estaba lejos, encima del aparador y el reloj despertador con la pantalla luminosa que estaba sobre la mesilla de mi padre no lograba verlo sin tener que enderezarme bastante, y no quería hacer ningún ruido ni movimiento.
Al cabo de un buen rato de seguir inmóvil me atreví a inspeccionar los genitales de mi padre con mi mano. Era un buen bulto, pero para notar bien los contornos de su polla tenía que apretar y hurgar más con mi mano y no me atrevía. La bajé un poco pensando tocar sus huevos, entonces pude sopesar una bola bien gorda a través del liviano calzoncillo que me ocupaba toda la mano. Quería sentir los dos huevos en mi mano, pero la posición de sus piernas no me lo permitía. Cada movimiento que hacía iba seguido de una parada de varios segundos para detectar cualquier cambio en el sueño de mi padre, pero todo seguía igual. Con mis dedos podía tocar la pernera del calzoncillo, pero no podía progresar porque sus piernas impedían que pudiera abrirlo más, así que después de un buen rato de estar tocando su gordo huevo (creo que solo llegué a tocar uno) subí mi mano poco a poco por la bragueta de su calzoncillo para volver a su nabo. Puede notar que un botón de la bragueta estaba abierto y colé un par de dedos por ahí y el calor que sentí aumentó considerablemente. Estaba tocándole el nabo, por dentro del calzoncillo, aunque solo fuera con dos dedos. Un pene flácido, pero caliente y gordo, tocaba desde la base donde me enredaba los dedos con sus pelos, hasta el capullo, totalmente tapado por su pellejo, pero logré bajarle un poco el prepucio y llegar con mis yemas a su uretra y sentir humedad en mi dedo índice, no sé si orín o precum, de la punta de su nabo salían algunas gotitas que humedecían mis dedos. Me hubiera gustado apretar su polla con toda la extensión de mi mano y lamer esas gotas de la punta de su capullo, pero… al final pudo más el miedo a que se despertara que el fuego que llevaba yo por dentro y, despacio retiré mi mano.
Ese ligero movimiento mio hizo que mi padre se moviera un poco más hacia adelante y ahora su mano derecha reposaba en mi muslo. Silencio…espera… intentaba respirar pausadamente para calmar mis nervios y mis latidos. Seguía empalmado y mi nabo me pedía que le quitara esa tensión.
Pensé en levantarme y masturbarme en el baño, pero en vez de eso me bajé el pijama y me moví lo suficiente para que ahora fuera mi pene el que rozara la mano de mi padre. Y éste sí que echaba fluidos, cualquiera diría que me estaba corriendo. Haciendo acopio de inconsciencia, tomé su mano y la apreté contra mi polla. Y aunque su mano nunca llegó a cerrarse, yo la movía arriba y abajo para que se refregara bien con mi polla. Era una masturbación a mano abierta, o semiabierta. La llevaba desde la punta del nabo hasta los huevos y vuelta a subir. Dada la tensión que soportaba desde hace mucho tiempo, noté que no podía aguantar y que mis huevos necesitaban liberar su carga. Así que exploté rápidamente… uno, dos, tres trallazos que llegaron hasta mi pecho y vientre y alguno mas pequeño que se quedó entre mi vello púbico y los dedos de mi mano y de la de mi padre.
Acabé exhausto. Flojo. Con la mano pringada de mi padre sobre mi nabo todavía duro y respirando entrecortadamente. Mi padre no se había movido. Aunque el leve ronquido había desaparecido.
Tras analizar la situación limpié mi pecho y abdomen con mi camiseta y también lo que puede de mi polla y mano de papá. La dejé reposando junto a mi muslo. Seca, pero un poco pringosa y, toda la tensión que había pasado tuvo que pesar en que me durmiera inmediatamente, porque no recuerdo nada más.
Desperté con el sol entrando por las rendijas de la contraventana. Estaba solo en la cama. Desnudo. Mi camiseta arrollada a los pies de la cama y el pantalón de pijama bajado hasta casi las rodillas. En la casa oía a mi tía diciéndole a mi madre que ya estaba bien, que se iba a su casa. Me levanté y me dirigí al baño tratando de recordar todo lo sucedido en la noche, una ducha o baño caliente era lo que necesitaba, lo demás ya vendría por su propio peso.
Aquella mañana pasó sin nada digno de mencionar. Eso sí, me ofrecí a llevar a mi tía en la silla de ruedas a su casa porque decía que tenía abandonada su casa y estuve allí toda la mañana mientras ella me indicaba como poner la lavadora y recoger tal y cual cosa de las que mi tío había dejado por medio. Volví a almorzar con mi madre y dejé a mi tía en su casa con su marido que se presentó tras recoger el almuerzo que había preparado mi madre. Cuando le dije a mi madre que ya esta noche podría volver a su cama de matrimonio me dijo que no. – Al oscurecer vuelve a por tu tía para que la lave y duerma aquí, esa no está para poder llevar una casa ni estar sola.
Pasé la tarde en la piscina del pueblo, devolví mi tía a casa y mientras mi madre se ocupaba de ella me fui a dar una vuelta por el pueblo. Coincidí con mi amigo Ernesto que ahora trabaja en la Caja Rural y me llevó a su casa a tomar un vino y conocer a su familia. Cuando volví a casa era tarde. Me encontré a mi padre cenando. Yo me quedé quieto y no supe reaccionar al verlo, pero él me saludó y se levantó para darme un beso. Me hizo sentar a su lado mientras cenaba para que le contara cosas del día y él me hablaba de su jornada en la finca. Hubo un momento en que me dijo: - Hijo, te noto un poco raro. ¿Es que no te he dejado dormir con los ronquidos? Mira que yo duermo muy profundo y a lo mejor no te he dejado dormir.
Mi padre se fue pronto a dormir. Yo me quedé un rato viendo la tele y el álbum de fotos que había en el mueble junto a la tele. En una de ellas estábamos mis padres y yo junto a mi tita Inés y su marido en una de las pozas junto al rio. Recuerdo ese momento. Mi padre me llevaba a bañar a unas pozas que el rio formaba cerca del pueblo. Aunque a veces había algunos jóvenes, lo normal es que no hubiera nadie y yo me solía bañar desnudo y cuando le decía a mi padre que se metiera conmigo se quitaba la ropa, pero se bañaba con los calzoncillos puestos. En el agua yo intentaba quitárselos, pero nunca lo lograba, era un juego en que pasábamos muchas tardes de domingo en verano. Ese día, nos acompañaron mi madre y mis tíos ellos no tenían hijos y yo era como si fuera también hijo de ellos). Como siempre me despeloté para bañarme y luego entró mi padre en calzoncillos. Llamamos a mi tío para que se bañara también mientras las hermanas preparaban la merienda. Para sorpresa de todos se quitó el pantalón y no llevaba calzoncillos, así que se metió también desnudo en el agua. Las mujeres reían y mi padre se metía con él diciendo que tenía la churra más chiquita que la mía. No había nada sexual en esa escena, tan solo risas y familiaridad. Nos burlamos de mi padre porque estaba con los calzoncillos y llegó a quitárselos dentro del agua mientras lo ondeaba con las manos, pero cuando iba a salir de la poza se los puso antes de que lo viéramos desnudo. Quizás es el momento en que más cerca he estado de ver a mi padre desnudo, pero no pudo ser, sin embargo, mi tío permaneció desnudo mucho tiempo a mi lado mientras nos secábamos y puedo recordar que la tenía pequeña, no sé si la tenía muy encogida, pero era como una pequeña bellota con la cabecita rosada que salía de una gran mata de pelos negros. Tampoco recuerdo que tuviera unos huevos grandes, a mi padre con los calzoncillos pegados se le notaban tanto que mi madre le susurraba: - ¡Por Dios Paco, tápate tus partes o ponte ya el pantalón! Y mi padre le contestó – Pero mujer si están mojados, además que el niño ya es un hombre, déjame aquí un rato al sol que me seque. Y mantenía sus piernas abiertas para que el aire y el sol secaran sus calzoncillos que mojados traslucían el capullo de su polla. Aunque yo no apartaba la vista de mi padre y su entrepierna, no era algo sexual, quizás curiosidad, pero nunca tuve ni hubo nunca morbo ni nada parecido. Entonces… ¿qué me pasó anoche?
Volví muy tarde a la cama procurando no hacer ruido y me acosté en mi lado esta vez solo con los slips. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad me fijé en que mi padre me daba la espalda y que no llevaba camiseta tampoco. Sus clásicos calzoncillos (que estrenaba todos los días tras la ducha de la tarde) apretaban sus nalgas porque la sábana estaba enrollada a sus pies.
Su respiración era tranquila y seguramente, dormía profundamente, yo le di la espalda e intenté dormir, pero el fuego volvía de nuevo a mis cojones y ya estaba creciendo dentro de mi. Volví a mirar a mi padre y a recordar la primera noche y lentamente pegué mi mano a su culo. A través del calzoncillo sentí que su rajita también estaba caliente. Y que mi mano quería explorar esa raja.
Continuará en el siguiente capítulo