INCONFESABLE (cuarto día)

Dí gracias por no haberme marchado en el arrebato que tuve por la mañana.

Para información del lector que acceda por primera vez a este relato, le pongo en conocimiento que es la quinta entrega de un total de seis. Los cuatro capítulos anteriores son:

1º INCONFESABLE (Primera noche)

2º INCONFESABLE (Primera noche y segundo día)

3º INCONFESABLE (Segunda noche y tercer día)

4º INCONFESABLE (Tercera noche)

… Mi madre fue la primera que puso el grito en el cielo. Cuando me vió llegar a la cocina con mi maleta se quedó asombrada al principio, disgustada luego y desquiciada al final. No se lo podía creer porque no se lo imaginaba. De nada sirvió que le dijera que con la tita aquí era mucho trabajo para ella y que tenía compromisos en la ciudad. Que no, que no, que no me había podido dedicar mucho tiempo pero que ahora iba a ser distinto, que me quedase uno o dos días mas.

Tan fuerte hablaba que apareció mi padre, recién levantado, todavía en calzoncillos. La cara que puso mi madre fue que no le gustaba que su marido se pasease por la casa casi desnudo (por lo menos se ha guardado la polla dentro, pensé yo) pero no dijo nada, tan solo –Anda, convéncelo tú, que el niño se quiere ir ya. Mi padre entró en la batalla. Que sí lo tenía pensado por qué no lo había avisado antes, que si había hecho él algo inapropiado (al contrario, pensé yo), que por qué no esperaba algún día mas si total estaba de vacaciones… los dos suplicaban e imploraban al mismo tiempo. Está visto que a pesar de mis cuarenta años sigo siendo un crio para ellos. Cuando mi padre comentó que le había prometido pasar el día con él en las pozas ahí empecé a ceder, dije que bueno que podía salir por la mañana del lunes, que hasta el lunes tarde no tenía compromisos (aunque los compromisos me los había inventado). Y nos sentamos a desayunar. Mi padre intentó sentarse tal como iba, pero mi madre lo mandó directamente a la habitación a que se aseara y vistiera. Yo te espero papá, le grité mientras se iba refunfuñando.

-Mamá y por qué no te vienes tú también a las pozas? –Quita, quita, para baños estoy yo. Con bañar a tu tia ya tengo bastante. Además que tengo que prepararte comida para que te la lleves. –No hace falta que te esfuerces más en la cocina, ya no soy un niño. –Tú déjame a mi y ocúpate de tu padre que cuando no está trabajando me tiene loca todo el día.

Salimos hacia las pozas siguiendo el sendero del río con el sol bien alto ya. Solo llevábamos agua y unas almendras que mi madre se empeñó en que lleváramos. Y también nos obligó a llevar unos sombreros de paja que colgaban a la entrada del hall. Mi padre iba en camisa de manga corta y sus clásicos pantalones azules, yo con pantalón corto y camiseta naranja. No me había puesto calzoncillos. Al pasar junto al huerto del tito lo saludamos de lejos –Luego podéis refrescaros a la vuelta, gritó, tengo la manguera lista . Seguimos caminando comentándole a mi padre el riego con la goma de ayer. En un momento necesité mear y me día la vuelta dándole a mi padre la espalda y apuntando hacia el rio.

No había hecho mas que bajar la cremallera del pantalón cuando noto a mi padre al lado : -Picha española no mea sola, dijo . Yo me sonreí y miraba hacia el frente mientras meábamos juntos pero mi padre volvió a hablar : -A ver quién llega más lejos y logra mear esos juncos! Este comentario infantil me hizo de nuevo volver a sonreir y a mirar a mi padre con cariño. Luego miré hacia abajo y me detuve en su pene descapullado que sostenía para arriba con una mano. Se la aguantaba con tres dedos y era una polla gorda y venosa, que, sinceramente, parecía calcada a la mia. La verdad es que, para su edad, lanzaba el orín bien lejos. Él también me miraba. –¿Sabes que el tito Luís dice que me parezco a ti hasta en el pito? –Pues a la vista está, dijo. Ya no meaba, tan solo algunas gotas caían de su pene mientras yo tenía todavía un chorro aceptable. –Y dice el refrán que dichosa la rama que al tronco sale –¿Crees que salgo a ti? –En mas cosas de las que dice tu tito Luís.

Seguíamos hablando con la polla en la mano aunque ya ninguno meaba. Mientras hablábamos, mi mirada iba de su cara a su nabo y él hacía igual. La conversación era anecdótica y con muchos silencios, intrascendente, pero tanto su mano como la mia ahora recorrían la longitud de nuestros miembros que cada vez estaban mas empalmados. Miraba como su mano cerrada descapullaba su polla cuando hacia el camino hacia atrás y dejaba ver un glande color violeta antes de que otra vez su mano volviera a taparlo con su piel al ir hacia delante. Era un movimiento muy lento pero constante. Y yo seguía allí hipnotizado, haciendo lo mismo con mi propio miembro totalmente erguido. Si alguien nos divisaba desde lejos pensaría que nos estábamos haciendo una paja.

-Ya tiene que estar bien sacudido, no quedará ni una gota. Creo que debemos seguir adelante, comentó mi padre. Y así lo hice, aunque guardar el nabo totalmente duro no era tan fácil y nos pusimos a andar con un buen bulto cada uno en la entrepierna.

Desde el camino vimos algunos jóvenes en la primera poza y continuamos andando. –La mejor es la última, dijo mi padre. No se vé desde el camino y está mas lejos, por eso no suele haber nadie. Efectivamente, en la segunda también había otros jóvenes, éstos parecían todos machos y entre ellos hablaban algún idioma del Este de Europa. estaban algunos desnudos . –Los que quieren bañarse en pelotas vienen a las pozas, los que no, van a la piscina. Mas cerca y con el bar al lado . Comentó mi padre.

Salimos del sendero para bajar hacia la última de las pozas, el rio llevaba poca agua y era la mas pequeña, igual estaba algo seca. Aunque la belleza del lugar merecía la pena aunque no te pudieras bañar.

Al llegar vimos que también había gente. Estaban en el agua dos hombres muy pegados uno al otro. Uno de ellos se separó enseguida y saludó a mi padre con la mano y gritándole. Se conocían, supongo que eran vecinos del pueblo . –Bañaros, el agua está muy buena y refresca. Pero el mas joven, que estaba callado dijo en un español con acento extranjero: -Yo me tengo que ir ya . Y salió del agua, iba desnudo y con una polla morcillona delgada, bastante larga y depilada. Empezó a secarse rápidamente y a ponerse la ropa sin esperar al compañero. - Luego te veo más tarde, le gritó el mayor . -Si quieres ve a tomar algo a casa esta tarde. Yo miré a mi padre y me hizo gestos de que nos pusiéramos bajo un acebuche que daba buena sombra y había algunas grandes piedras donde sentarse. Mi padre se quitó la camisa y yo le imité mientras el joven desaparecía. -¿Vas a bañarte Andrés? Me dijo mi padre. –Si, para eso hemos venido. ¿A ti no se te apetece papá? Al escuchar lo de papá el otro hombre comentó –Ah claro, éste es tu hijo el Andresillo, como hace mucho que no lo veía no lo he conocido ! y mientras decía esto salía del agua. Era un hombre gordo, sin vello, su pecho era tetudo y la barriga apenas dejaba adivinar una picha pequeña que terminaba como en punta con escasos pelos en el pubis y unos huevos muy negros. –Mejor me voy yo también y os dejo disfrutar del baño en familia.

Mi padre y yo nos miramos pero no dijimos nada. Cuando se fue, mi padre me comentó que era el panadero y que el joven sería uno de los inmigrantes rumanos o ucranianos que, de vez en cuando, contrataba para el reparto por los pueblos de alrededor, pero que le duraban poco. Lo dijo con cierto retintín. Dicho esto se bajó los pantalones y se quedó en sus clásicos calzoncillos que esta vez eran celestes. Y se movió hacia la poza metiendo sus pies. -¿No te animas? Me dijo –Claro, lo estoy deseando . Y me quedé desnudo nada mas bajarme el pantalón y me fui rápido al agua.

Sí que estaba fresca si, en contraste con el día estaba hasta fría, y eso que las pozas, al ser agua casi sin corriente, siempre estaban más calientes que el rio. Chapoteé y salté y con las manos salpiqué a mi padre con toda intención. Éste saltó como pudo hacia atrás y se retiró del agua. –Venga, papá, métete ya. Y mi padre se dirigió al acebuche, se quitó los calzoncillos, los dejó doblados junto a su ropa y se dio la vuelta para venir a la poza.

Cuando tú ves a mi padre andando desnudo no te fijas en su sonrisa, ni en sus anchos hombros, ni en su cuerpo grueso, que no gordo, con abundante vello, ni en sus piernas fuertes y cortas; no, te fijas y no puedes evitarlo, en sus huevos. Son demasiado gordos comparados con el resto de su cuerpo, es como si se los hubieran inflado, son totalmente redondos, mas claros que la piel de sus piernas o vientre y aunque de lejos parecen sin vello, de cerca observas que pelos canosos salen de su escroto. Y luego te fijas en que además hay una polla que no reposa en los huevos como en la mayoría de la gente. Dado el tamaño de sus cojones, la polla parece que está recta, como empinada, como si se empezara a levantar por el deseo. Me quedé callado contemplando sus huevos y mi padre lo debió notar porque se paró antes de entrar en la poza y empezó a rascárselos. Mientras se rascaba los huevos, la polla le bailaba.

-Bueno, allá voy. ¡Hazme sitio que salpico! Y entró en el agua de un salto. En la poza no se podía nadar, todo lo más agacharte para que el agua te llegara al cuello, porque a los dos nos llegaba hasta el ombligo en lo mas hondo. Imitamos una lucha entre dos tios en el agua y luego acabamos abrazados. Estábamos desnudos, pero por efecto del agua nuestras pollas no se juntaron, un nuevo intento de soltarme y mi padre me agarra más y noto que mi polla choca con sus huevos (a esta altura yo ya estaba totalmente erecto) y la suya, que también debía tener un buen tamaño, con el interior de mi muslo.

Estando así me salieron estas palabras: -Papá tenemos que hablar. –¿De qué hijo? –Sabes a lo que me refiero. –Mira Andrés la realidad y los sueños tienen una frontera muy liviana. Cuando tratas de explicar un sueño no puedes usar las normas de la realidad. –No te entiendo nada, papá, ¿qué quieres decir? –Que si tienes un bonito sueño, intenta no despertar porque despierto el sueño no continúa. –Pero lo que hemos hecho… -Si has tenido un sueño bonito y placentero disfrútalo como un tesoro. –No sé si es eso lo que yo quería hablar, papá. –Tienes 40 años y yo 65, ya no estamos jugando como cuando eras niño, ahora es un juego de adultos. -No sé papá, no es tan fácil -¿Hay algo que no hayas querido hacer? –No, no es eso. –Mira hijo, tú y yo hemos soñado con algo que queríamos que se hiciera realidad y la realidad ha llegado a ser el mejor sueño.

Entonces me acerqué a él y lo besé. En los labios. Cerrando mis labios. Cuando me retiré él me volvió a besar, pero con la boca abierta. No hubo lengua ni saliva, fue un beso de amor, ¿entre padre e hijo? No, entre dos hombres.

- Mejor salimos antes que nos enfriemos más. Vamos a tomar el sol para secarnos. Y salimos del agua, los dos empalmados nos dirigimos hacia las piedras para sentarnos o tumbarnos y tomar el sol. Yo me senté apoyando mi espalda en el acebuche con la polla erecta y de frente al sol. Mi padre se sentó en una piedra frente a mí, con las piernas abiertas (con esos huevos era difícil cerrarlas) y también con la polla tiesa y descapullada. Nos mirábamos y mi polla cimbreaba sin tocármela. Mi padre estaba igual, de su polla manaba un hilillo de precum que le manchaba los huevos. No decíamos nada, la tensión sexual era evidente, pero ninguno nos movíamos. Pensé en que necesitaba masturbarme y relajar mis huevos soltando su carga de leche, aunque sonreí pensando en que si los mios soltaban abundante leche los huevos de mi papá acabarían llenando la poza de la leche que soltarían. Ya la otra noche me dejó bien pringado el mamonazo de mi padre. Y hablando de mamonazo, hay algo que me gustaría hacer en sueños con esa polla lechera de mi padre.

-Como venga el panadero y nos vea así nos va a contratar para la panadería. Nos levantamos riendo y nos vestimos con un ataque de risa. Salimos al camino y a la altura de la segunda poza un joven, también inmigrante, nos llamó con cierto apuro. Desnudo se tapaba sus genitales con las manos. Por lo visto los otros le habían gastado una broma llevándose sus ropas. Yo le dije que me adelantaría para traerle algo de ropa, pero mi padre dijo que no haría falta, que al pasar por el huerto del tito lo podíamos vestir. Mi tío ya no estaba, pero en el cuartillo encontramos un mono usado y unas botas que le estaban grande. El chaval nos dio las gracias y salió corriendo diciendo que conocía a Luís y que se lo devolvería. Al verlo correr comenté que había tenido suerte de encontrarse con nosotros, pero mi padre dijo que no, que la verdadera suerte sería que se hubiera encontrado con el panadero, habría podido pasar un buen rato y hasta encontrar trabajo. Y así riendo y abrazados entramos en el pueblo. Dí gracias por no haberme marchado en el arrebato que tuve por la mañana.

Continuará en el siguiente y último capítulo.