¿Incómodo? viaje con la madre de mi amigo
Un chico acompaña a su amigo y a la madre de este en un viaje en auto... sólo dos asientos disponibles...
Conozco a Javier prácticamente desde que tengo uso de razón. Hemos sido compañeros desde el preescolar, de eso hace ya unos 11 años.
Actualmente ambos tenemos 16, y cursamos juntos el colegio secundario.
Es una relación como de hermanos, por lo cual Sandra, su madre, es como si fuera una tía para mí. Sandra es una mujer muy agradable, bonita sin ser deslumbrante, morena, con el cabello corto, y una figura que, a pesar de unos pocos kilos de más, le sienta perfectamente.
Tiene unos 39 años, y debido a la estrecha relación que tengo con Javi, he llegado a verla en traje de baño, en camisón, e incluso en bragas y sujetador un par de veces: la primera vez, estando nosotros en el cuarto de Javi, la vi salir del baño y entrar raudamente en la suya, sin notar que podía verla. Fue una visión muy rápida, y que no me permitió disfrutar nada.
La otra vez que pude verla de ese modo, fue a mis 11 años, cuando habiéndome quedado a dormir, me levanté promediando la noche para buscar un jugo. Al llegar a la cocina, Sandra estaba buscando también una bebida en el refrigerador. La vi de espaldas, llevaba una camiseta negra y una bombacha blanca con algunos dibujos florales..., era una de esas bombachas tipo bikini, que cubren la mayor parte del culo.
Yo me quedé de piedra ante tal panorama, pese a lo cual Sandra notó mi presencia y, tras darse un pequeño susto, se echó a reír y me preguntó que qué hacía despierto a esas horas.
Tras mi explicación, sirvió dos vasos de jugo, sin parecer importarle en absoluto el estar frente a mí con su ropa íntima.
Cuando terminamos la bebida, ella sugirió que volviésemos a dormir, haciendo un ademán como para que yo pasara delante. La habitación de mi amigo quedaba en la primer planta, mientras la de sus padres estaba abajo.
Pasé entonces, a lo que ella pasó su mano por mi espalda para darme luego un amistoso coscorrón en mi trasero. Sandra solía ser muy amistosa y cariñosa, no sólo conmigo, sino también con su hijo y con todo el mundo en general.
Yo seguí rumbo al cuarto, y jamás volví a verla de esa forma.
Voy a la historia que en realidad intentaba narrarles, pero antes les cuento un poco de mí: me llamo Ricardo, soy tirando a rellenito (aunque no obeso) para mi altura, 1.65m, cabello oscuro. A mis 16, apenas si me he besado con una compañera de clase el año anterior, y eso fue lo máximo que logré.
Hace unas dos semanas, Javier me llamó a casa preguntando si podía ayudarlo a llevar unas cosas desde su casa hasta un campo que tiene su familia en las afueras de la ciudad, a unos 50 kilómetros.
Nosotros vivimos en una ciudad pequeña de la provincia de Santa Fe, y el recorrido hasta la finca es de tierra en un 90%.
Obviamente que accedí, y a la hora estaba ya en lo de Javi. Me explicó que su padre había viajado a Chile por trabajo, y que su madre quería llevar unos muebles, ya que habías comprado unos más modernos para la casa, y la idea era que los viejos pasaran a utilizarse en la finca.
Lo que me llamaba la atención era que, si bien Javier sabía conducir, aún no tenía su licencia, y Sandra ni siquiera sabía como poner la primera marcha. Pero como el camino era de tierra y escondido, iría Javi manejando..., igual, estando su madre en el auto no tendríamos mayores problemas en el caso de que algún policía nos detuviera.
Al entrar a la casa, vi a Sandra que estaba arrodillada acomodando algunas cosas en un par de cajas. Llevaba un vestido de verano, a la mitad de sus muslos, y con unos breteles bastante delgados en sus hombros. Era su forma habitual para vestirse, ropa cómoda y ligera.
Me acerqué a saludarla, y me dio un beso en la mejilla, como siempre.
Bienvenido, ayudante...
Javi me indicó unas tareas, y luego él y yo empezamos a cargar las cosas en el auto. Es un Peugeot 307, algo espacioso, pero al ir cargando los muebles, notamos que sólo quedaban desocupados los dos asientos del frente.
Javi se lo comentó a Sandra, y ella pareció dudar: era evidente que Javi tenía que ir, era el único conductor. Sandra también, ya que era ella quien necesitaba llevar las cosas, y la que debía decidir donde ubicarlas en la finca.
Era evidente que era yo el que sobraba, por lo cual me ofrecí a volverme a casa. Ahí fue cuando Javi puso el grito en el cielo:
De ninguna forma voy a bajar yo sólo todas estas cosas, mamá...
¿Y qué otra cosa se te ocurre hacer, hijo?
No sé, compartan el asiento..., tampoco será algo terrible...
Yo ni siquiera abrí la boca, y esperé que ellos tomaran las decisiones.
Intentamos subir y sentarnos uno al lado del otro, pero era imposible cerrar la puerta, a lo que Sandra me preguntó si era mucho problema para mí si ella se sentaba encima mío.
Yo, por ser servicial (en ese momento, no había pensado en nada más aparte de ayudar), le dije que no pasaba nada.
Así fue que Sandra apoyó su culo en mis piernas, dejando sus pies juntos entre los míos.
Así comenzamos el viaje, y con el correr de los minutos, el sentir el culo de la mamá de mi amigo haciendo presión sobre mis muslos hizo que la cabeza empezara a irse en otra dirección.
No sé si era idea mía, o mi imaginación, pero notaba perfectamente como la raja de su culito se sustentaba en mis piernas..., claro está, el vestido era de una tela muy liviana y suponía que solo llevaría sus bragas, con lo que nuestras pieles estaban bastante cercanas.
Sandra se la pasaba hablando con Javi, dándole las ideas sobre la ubicación de los muebles y esas cosas..., mientras yo estaba en otro sitio.
En un determinado momento, sólo llevábamos media hora de viaje, llegamos a un desvío..., pero el que debíamos tomar se encontraba lleno de agua. Había llovido mucho en los días anteriores.
Sandra recordó que en su cartera llevaba un mapa, y decidió usarlo. La cartera estaba apoyada en el asiento trasero, sobre unas cajas, lo que hizo que Sandra se levantara de encima mío, inclinándose de costado hacia atrás, dándome la espalda.
No sé por qué (o sí lo sé...), pero mientras hacía esto, bajé la mirada y pude notar que, debido al esfuerzo, su vestido se había levantado bastante, por lo que pude ver su bombachita blanca casi hasta la mitad de su culo. Era del mismo estilo que la que le había visto aquella recordada noche.
Disfruté de esa visión unos segundos, hasta que encontró el bendito mapa, y volvió a su posición anterior, con la diferencia que el vestido se mantuvo levantado, con lo cual era ahora su culo apenas cubierto por las blancas braguitas lo que se apoyaba sobre la piel de mis piernas. Yo llevaba unos bermudas, cosa que no había detallado.
Mi cabeza estaba tan compenetrada en ello, que notaba fácilmente la diferencia entre la piel de sus nalgas y la zona que ocupaban sus braguitas.
Lo que más me llamaba la atención era la total despreocupación de Sandra por ello, o bien no se percataba, o bien no le importaba.
Pero claro, a ella podía no importarle, pero a mí sí, y mucho..., lo que hizo que mi "compañero" empezara a despertarse. Yo empecé a desesperarme, me aterraba la posibilidad de que Sandra se percatara, y eso implicaría mi ruina.
Pero no parecía notarlo, hasta que en un momento, trató de modificar su posición, quedando una de sus nalgas sobre mi entrepierna. No había forma de que no se diera cuenta de mi estado...
Por suerte, en ese momento pasamos por una gasolinera, y paramos. Javi bajó a cargar el combustible, y Sandra me dijo que iría al baño:
Estoy meándome, unos minutos más y no aguanto...
Me sorprendió su comentario. Ella abrió la puerta, y al bajarse de encima mío, volví a ver sus bragas cubriéndole el culo, y sólo una vez que estuvo de pie y fuera del auto, se estiró el vestido..., impidiendo que yo continuara viendo el espectáculo.
Yo aproveché su ausencia para estirarme fuera del auto, y acomodarme el pene, que estaba taladrando mi ropa.
Sandra volvió de inmediato, con una mano en su vientre y el rostro preocupado.
El baño estaba hecho un asco por lo sucio, lo que la hizo desistir de su propósito, volviendo al auto.
No hizo ningún otro comentario, pero yo pensé para mí que si hubiese estado tan desesperada como me había dicho, hubiera meado en cualquier sitio, limpio o sucio...
Continuamos con el viaje, y Sandra se mantenía casi en silencio respecto a su comportamiento previo a la detención, pero como yo tampoco tenía muchas ganas de hablar, no me molestó para nada.
Ella repitió la acción anterior, esta vez buscando en su bolso unos caramelos, y nuevamente me reencontré con la visión de su bombachita, que volvió a quedar como único escollo entre nuestras pieles.
Apenas unos minutos mas tarde, percibí como que ella se tensionaba un poco, porque pareció endurecer sus nalgas, y el resto de su cuerpo.
No entendía el porque, era imposible que notara mi erección porque ahora no estaba tan cerca suyo, hasta que sentí algo muy extraño: notaba que mi muslo derecho, el cual estaba sosteniendo su culo, empezó a humedecerse.
No comprendía lo que pasaba, hasta que, por el comportamiento de Sandra, me di cuenta de que en un descuido, había dejado escapar algo del orín que venía reteniendo.
Mi muslo cada vez se encontraba más mojado, sin llegar a estar empapado claro está.
A los 5 minutos llegamos a destino, y tan pronto Javi descendió, Sandra hizo lo propio. En su movimiento, pude observar nítidamente un importante lamparón de humedad en el blanco de sus bragas y en parte del vestido..., ya no tenía dudas de que la madre de mi amigo de había meado sobre mí pierna...
Caminó a paso rápido pero firme hacia la casa, seguramente hacia el baño.
En cuanto a mí, por suerte sólo tenía mojada parte de mi pierna, pero no así la ropa, por lo cual pude ayudar a Javi sin la necesidad de disimular.
Bajamos todos los muebles, mientras Sandra debería seguir en el baño..., yo suponía que estaría muy avergonzada.
Cuando apareció, me sorprendió el que llevara el mismo vestido, pero por un lado era sencillo: no tendría allí nada de ropa para cambiarse...
Sandra actuó como si nada, haciéndose la tonta de lo que había ocurrido.
Lo más raro fue que decidió llevar unas cajas repletas de libros hacia su casa, con lo cual el auto quedó en un estado similar al del viaje de ida.
O sea que nuevamente debería llevarla sentada en mi falda..., lo cual no me molestaba, todo lo contrario, pero me causaba una rara impresión el que llevara la misma ropa con la cual se había meado encima...
Posiblemente se habrá cambiado las bragas, pensaba yo...
Eso pensé hasta que, tras ella dejar una de las cajas, quiso sacudirse el polvillo de su vestido, levantándolo parcialmente y dejándome ver por completo la parte delantera de su bombachita..., la misma que traía antes.
Debo admitir que no fue algo adrede, sino completamente casual, pero también tengo que confesar que el que fueran las mismas bragas me gustó..., no sé por qué.
El viaje de regreso fue casi un calco del de ida, con la única excepción de que no sentí más humedad que la que ya traían sus bragas.
Mi pierna derecha sobó su culito durante el trayecto, incluso sus bragas me dejaron una marca en la piel, lo cual comprobé al llegar.
Cuando arribamos a su casa, ella me agradeció la ayuda, y me pidió disculpas por cualquier molestia que me hubiera ocasionado..., a lo que le respondí que no era nada.
Ella me dijo que no me preocupara, que tarde o temprano tendría una recompensa por ser tan diligente...
No hice más que llegar a casa, que me hice la paja más encantadora de mi vida...