Incómodas preguntas

Opté por no decir nada más, pues estaba nerviosa y notaba mi nerviosismo...

Mientras preparaba la comida yo le ayudaba en la cocina e iba poniendo la mesa. Aún no lo he dicho, pero vivíamos solos, pues mi madre nos abandonó cuando yo era pequeña y se marchó con otro hombre. Algo que papá aún no había superado, yo la odiaba por ello, pero sobre todo por abandonarme a mí. Pero, en fin, la vida seguía.

—¿Y qué habéis estudiado hija? —preguntó mi padre.

—Pues, hemos estudiado mates —dije yo sonriente.

—¡Oh mates, estupendo, así no te tendré que explicar anda esta tarde! ¿No? —rio él.

No sé por qué, pero oí cierto retintín en sus palabras y no me gustó nada.

—Si Santi es muy listo y me ha explicado algunos problemas que no entendía.

—¡Oh, claro! Me alegro de que haya venido. Bueno hija, solo quiero que sepas que no tienes que mentirme, ya sé que tu madre no está aquí y bueno, solo espero que si el chico te gusta puedes contármelo, ¿vale?

—¡Pero papá, es que hemos estado haciendo deberes! No sé de dónde sacas esos pensamientos.

—Lo sé hija, como quieras. Sólo te digo que yo fui joven una vez y tal vez eso me de cierto sexto sentido, aunque tú no lo creas —me confesó.

Opté por no decir nada más, pues estaba nerviosa y notaba mi nerviosismo, así que él sospechaba algo, pero no quería que yo se lo contara, pero lo cierto es que yo aún no estaba preparada para sincerarme con él.

Después de la comida le dije a mi padre que iba a echarme una siestecilla, pero lo cierto es que estuve muy aplicada acariciándome mi coñito, lo tenía tan excitado y lubricado que mis dedos corrieron por entre mis labios y me hicieron gozar hasta un punto en el que me tensé tanto que me estremecí y mi cuerpo se convulsionó como una gatita que tuviese frío por una racha de viento gélido, entonces lo supe, ¿era mi primer orgasmo?

Nota del autor: Este relato corresponde al tercer capítulo de mi novela El Despertar

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