Incesto Sin Sangre (4)

-Confía en mi.- Le dije mirándola a los ojos, separándome un instante de su boca. Ella asintió. Mordisqueé su lóbulo y bajé por la barbilla, dejando un reguero de besos, hasta llegar a su clavícula...

-¿La señorita Alexandra no bajará?- Pregunta la ama de llaves a mi papá.

-No. Salió temprano.- Le contestó este.

Sintiéndome como una sanguijuela, finjo no escuchar su conversación. Últimamente todos los días sale temprano. Es obvio que me evita. Desde aquella noche, no me mira ni me habla. Sólo lo hace en presencia de mis padres, para que no sospechen nada. Cerró el trato con la dueña del departamento  y mañana se mudará. Y lo peor; que es como si lo supiera, ha salido todos estos días con mi padre por las tardes, no sé a donde, mamá no me da ninguna pista, tampoco parece sospechar nada. Es obvio, ¡cómo no se da cuenta! Parecen dos amantes, sin embargo no tengo nada en qué afirmarme para corroborar mi suposición. ¡Maldita sea!

Toda esta semana me he estado follando a las hermanas Ray (Theresa y Nancy) sin llegar a correrme, es tan frustrante, sólo ellas parecen disfrutar.

Al llegar a casa luego de mis clases de boxeo, oigo dos voces discutir desde el segundo piso, no discuten, gritan. Me imagino que son mis papas, pero al ir a la cocina, veo a mi madre preparando algo para comer.

-¿Con quién discute papá?- Le pregunto.

-Con tu tía.

-¿Así? ¿Por qué?- Mi mamá se encoge de hombros sin darle importancia.- ¿No crees que papá es demasiado aprensivo con Alexandra?

-Es su hermano, Ted.- Me responde.

-Aunque lo sea, es…demasiado.- No puedo evitar la advertencia tácita de mis palabras. Mi madre me mira y sonríe lacónicamente.

-Te prepararé el baño, vienes sudado.- Da media vuelta y sale de la cocina, dejando a fuego lento su comida. Mierda, mi mamá sabe algo y no quiere decírmelo. Espero, de corazón que no sepa nada, o sino, esto sería aún más retorcido.

Saco del refrigerador la jarra con jugo frío. Me apoyo en el mesón y lo bebo con tranquilidad. Tenía la garganta seca. La puerta se abre de pronto, me giro y veo a Alexandra parada en el umbral, notoriamente sorprendida de encontrarme allí.

-Si quieres me voy para que puedas pasar.- Le sugiero con acritud.

Su mirada se endurece y entra sin decir nada. Se dirige a la despensa, dándome la espalda. Saca un tazón y se sirve avena. El ambiente entre nosotros se tensa.

Da media vuelta, buscando el mueble de los servicios. Cuando se da cuenta que estoy apoyado contra el cajón, titubea.

-Si quieres algo, pídemelo.- La provoco. No me responde.

No soporto esta distancia entre ambos, la hostilidad con la que me mira. Pocas veces nos hemos peleado, casi siempre era porque cuando éramos pequeños, la molestaba, pero no era más que un capricho, me perdonaba pronto. Me enderezo, acercándome, y ella retrocede instintivamente. Por un momento fugaz, su rostro se tensó en una mueca de pánico, pánico de MI proximidad. Como siempre, recuperó la compostura y se puso la máscara de invulnerabilidad en segundos. No puedo creer que ahora me tema. Sé, sé que le recuerdo a la persona que abusó de ella, y eso hace que sienta verdadera repulsión hacia mi mismo.

Me hago a un  lado, dejando que saque la cuchara.

-Algún día tendremos que hablar Ale.- Digo.

-No si puedo evitarlo.- Responde con apatía y sale de la cocina. Y eso fue lo último que hablamos en una semana.

Se fue de la casa entre las sugerencias, o más bien “órdenes” de mi papá para que se quedara. Agradezco que se fuera. Si yo no la tengo, él tampoco. Quizá ahora mi vida recupere la perspectiva que poseía antes… ¡¿A quién engaño?! La necesito, la deseo intensamente, pero la cagué, literalmente.

-Vamos, vamos, despierta.- Me dice mi mamá destapándome.

-Un poquito más mamá.- Le ruego adormilado, aferrándome a la almohada.

-No, vamos Teddy- Me apremia- Es tu cumpleaños, deberías estar feliz.

Tráeme a Alexandra desnuda con una manzana en la boca y estaré feliz, mamá.

-Es mi cumpleaños, ¿Acaso no puedo dormir un poco más hoy?

-No. Hoy es tu fiesta.

-No quiero fiesta.- Le respondo fingiendo un puchero. Mi mamá se ríe y me acaricia la mejilla.

-Vamos, te subirá el ánimo. -Se sienta a mi lado con ademán maternal.- Hijo, ¿por qué…?

-Ya, listo, me levanto.- La interrumpo sabiendo a lo que quiere llegar.

No hay nada más fastidioso que aguantar tu propia fiesta. Debo ser cordial, debo ser cordial, me repito para no perder la paciencia. Vinieron mis amigos, mis compañeros del boxeo, algunos conocidos y para mi mayor incomodidad, mi madre invito a todas las mujeres con las que me acosté alguna vez. Todas me miraban con reproche y alguna que otra esperanza. No sé qué hacer. Las hermanas Ryan no se despegan de mí, como si estuvieran marcando territorio.

También vinieron mis abuelos, mi primo y mis tíos. Sólo faltaba ella. Tanta gente reunida y tenía que notar su ausencia. Me dediqué a pasearme entre las personas como buen anfitrión, asegurándome de que lo pasaban bien. John era un perro cachondo entre tanta mujer, no puede evitar reírme, de seguro aún era virgen el muy gilipollas. Todas las mujeres bailaban, con mis amigos nos fuimos a un rincón y comenzamos a observarlas detenidamente, cada uno elegía a la que se follaría.

-Esa, esa me gusta.- Me dijo uno, apuntando a una morena que movía el culo.

-¿Esa? Ya me la follé- Le dije engreídamente.

-Tampoco la quiero para casarme.- Nos reímos.

Alguna que otra me tiraba una mirada calentona, provocándome. Yo sólo les sonreía.

-¿Y esa? Esa es para follársela por todos los agujeros.- Nadie de nosotros puedo evitar carcajear ante las palabras de nuestro amigo, además de la cara de lujuria con que lo dijo, nos mató.

-¿Cuál?- Preguntó otro.

-Esa, la de allá. Está conversando con Anahí, con tu tía.- Me dijo golpeándome el hombro. Busqué con mi mirada a mi tía, para ver de quién hablaba. Cuando la divisé, un calambre estomacal me paralizó el cuerpo. Alexandra estaba allí.

-¿Qué tal si me la follo?- Volvió a preguntar el mismo tipo.

Girándome hacia él, le puse una mano en el pecho y lo aplasté contra la pared.- Es mía, ni te atrevas a pensarlo mierdecilla.- Le dije tan quedamente que se quedó lívido. Tragó saliva sorprendido por mi sobre reacción. Jason –mi amigo- me tomó por el hombro para que lo mirara.

-Hey, Teddy, cálmate hermano. Sabes que nadie la tocará.- Sus palabras me apaciguaron, momentáneamente. Iba a decir algo, pero la interrupción de la música y la voz de mi madre nos distrajeron. Traía una gran torta entre las manos, con el número “18” encima. Todos me cercaron y comenzaron a cantar  feliz cumpleaños. Un poco avergonzado apagué las velas y estallaron en aplausos. Recibí los abrazos espontáneos y felicitaciones de todos. Después de ello, todos se esparcieron y siguió la fiesta.

A pesar de que Ale no me saludó, de que se mantuvo a distancia, la noche se tornó gloriosa. Me sentí… feliz de algún modo. Me reí más alto, conversé ahora con todos y bailé entre un circulo de mujeres alborotadoras. Sí, soy un capullo, pero sé que ahora me mira. Lo hace de reojo y cuando nuestras miradas se cruzan, la quita de inmediato y se sonroja. Muchos tipos se le acercaron y con incomodidad Alexandra los alejaba. Mantenía una distancia prudente con ellos, ¡Gracias por su fobia! Yo me mantuve todo el tiempo alerta, hasta que se juntó con la familia, sintiéndome más relajado.

A cierta hora, quería que la fiesta terminara, quería hablar con ella. Quería estar a solas, pero iba a ser imposible echarlos a todos. La fiesta estaba en su apogeo, nadie estaba desanimado a excepción de mi.

Sentado en la terraza junto a unos amigos, llegó Nancy sonriente. Me estiró la mano.

-¿Qué?- Le pregunté irritado al ver que la fiesta se alargaba.

-Vamos.- Cogió mi mano.- Te quiero dar tu regalo de cumpleaños.

Extrañado, miré a mis amigos que disimulaban una sonrisa cómplice. Me erguí y la seguí. Me llevó hasta uno de los baños de la planta baja, milagrosamente desocupado. Cuando entramos, me empujó contra las baldosas y se arrodilló ante mi.

-Oye, ¿Qué haces?- Nancy desabrochaba mi cinturón ansiosa y desabotonaba el jeans.

-Hey, Nan…Aahh-  Balbuceé al sentir su boca tibia engullendo mi pene.

Bajé mi vista y ella me miraba caliente, con satisfacción al ver mi rostro compungido.

-Serás zorra…- Sonreí, y acuné su cabeza entre mis manos, atrayéndola hacia mi pelvis.

Sacaba el pene y luego se lo metía en la boca, cubriendo los dientes con los labios. Cuando lo tenía todo encajado, succionaba, ¡Oh mierda! Cómo chupaba esta mujer. Lo extraía con cuidado, y cuando llegaba al glande, pasaba su lengua y lo apretaba contra el paladar, repitiendo el mismo proceso una y otra vez. Mi pelvis se movía ociosa hacia ella, profundizando su felación. Con una de sus manos, acariciaba mis testículos, acuciando mi orgasmo…y lo estaba consiguiendo. Agarré su pelo con fuerza y la atraje hacia mi. Nancy sólo emitió un gruñido, volviendo a succionar. Cerré los ojos, a la espera del éxtasis que ya se avecinaba. Cuando estaba a punto, la puerta se abrió de sopetón y unos ojos sorprendidos se encontraron con los míos.

-Lo siento.- Musitó Ale y como una exhalación, volvió a cerrar la puerta. Fui capaz de reaccionar tras el estruendo de la puerta.

-Mierda, Ale…- Traté de moverme, pero Nancy me lo impidió.- Nancy, ¿puedes para…?- Volvió a chupar, dejándome con la palabra en la boca y un leve jadeo.

Iba a correrme. Así que, apretando su cabeza con fuerza, y penetrando a fondo su garganta, acabé en su boca. Nancy trató de separarse, pero se lo impedí. Cuando supe que no quedaba nada, la solté.

-¡Ay, Teddy! Siempre tan brusco.- Me acusó con una sonrisa ladina, extrayendo con la lengua restos de semen en la comisura de sus labios. Se acercó, tomándome de la chaqueta de cuero para darme un beso.

-¡Epa!- Le puse mi mano en la boca.- Sabes que no me gustan los besos después de haberme corrido en tu boca.

-Es tu propio semen.

-Lo sé, aún así no me gusta.- Para suavizar mi reacción, le di un beso rápido en la frente y su rostro se iluminó.- Venga, hay que salir de aquí.- La tomé de la mano y salimos al bullicio y al aire viciado de la fiesta.

-¡¿La que nos vio fue tu tía Alexandra?!- Me gritó por encima de la música.

-¡Ella no es mi…!- Me corté yo mismo, es mi tía, por qué mierda lo olvido.- ¡Si, ella nos vio!- Le solté la mano y me volví hacia ella.- ¡Iré a buscarla para hablar!- Le informé.

Me aproximé un tanto y le susurré al oído.- Gracias por el regalo.- Me aparté y le guiñé un ojo. Nancy me sonrió como una quinceañera.

Me alejé y comencé a buscar a Alexandra entre la multitud. No se veía. Le pregunté a John y a la tía Anahí si la habían visto. Me dijeron que estaba junto al lago, comiendo asado con la familia. Salí y el aire fresco azotó mis pulmones, menos mal que no he bebido lo suficiente.

Efectivamente toda mi familia estaba allí. Esa era su propia fiesta. Mi abuela me abrazó en cuanto me vio. Me entretuve hablando por un rato con ellos, hasta que localicé a Ale a un costado del lago, sentada sobre un tronco, fumando, apartada del resto.

Me acerqué tanteando el terreno. Ella me vio, pero no hizo ningún amague de irse. Se limitó a mirar al frente. Me senté a su lado, tratando de disimular la sensación que me provocaba.

-¿Me das un cigarro?-Le pedí con total naturalidad. Fue lo único que se me ocurrió.

-Ahora tienes dieciocho, supongo que ya no debo sentirme mal.- Me entregó la cajetilla y su encendedor, tratando de reducir al máximo nuestro roce.

Lo encendí y fumamos en silencio un buen rato. No iba a hablarme.

-Ale, con respecto a lo que viste en el baño, yo…- Una sonrisa reprimida apareció en los labios de Alexandra.- ¿Qué te causa risa?- Le pregunté divertido. Hace tiempo que no la veía sonreír.

-Es que si hubieras visto tu cara Ted.- Ahora su risa se ensanchó.- Una mezcla de placer con asombro.- Soltó una risita baja.- ¿Quién era esa?- Me preguntó.

-Nancy.

-Ah.- Y volvimos al abismo silencioso.

-Oye- Le palmeé el brazo, atrayendo su atención.- Disculpa.- No puedo decir más, odio pedir disculpas.

Me miró incrédula.- ¿Por qué?

Desconcertado, fruncí el ceño.- Ya sabes por qué.- Repliqué.

Meneó la cabeza.- No, no lo sé.

¡Maldita! Quiere que lo diga. Qué mujer más frustrante. No me gusta que me acorralen. La miro por un rato y su expresión sigue impasible. Resoplo, producto de un enojo ascendente y con voz endurecida la contesto:

-Por forzarte la noche pasada.- No puedo decir más. No diré lo que quiere oír.

-¿Por tratar de violarme la noche pasada?- Me corrigió. Alcé mi vista hacia ella y pude ver que se estaba entreteniendo a costa mía.

-Se, se, se.- Le respondí ahora sin enojo.- Lo siento enserio. Había bebido más de la mitad del Bourbon de mi papá- Me expliqué- Y no sé… puse el canal Play boy…- Alexandra se rió- que era lo que quería conseguir- … y eras tú o la Sra. Might.- Me encogí de hombros.

Ale no pudo evitar reírse con todas sus ganas. Me alegraba escuchar su risa.

-Eres tan idiota Teddy.- Dijo con resignación al calmarse su risa.- De seguro la Sra. Might te hubiera violado, no tú a ella.- Ambos reímos.

Debo aprovechar su buen humor.-Sé que para ti el rollo “Tía- sobrino” es importante…-Proseguí.

-No Teddy, eso no me importa.

-¿No te importa?- Ale se puso roja de inmediato y apartó su mirada de la mía, avergonzada por sus palabras.

-O sea… sí, si me importa.- Tartamudeó nerviosa. Nah, mentira, no le importa. Tengo posibilidades.- Pero lo que me…dañó, por decirlo de alguna manera, fue el hecho mismo, a sabiendas de mi miedo, Teddy. Esa misma tarde te lo confesé.

Oh sí. La bendita fobia. Me alegro de que exista, así nadie puede acercarse a ella, pero ahora yo representaba su miedo. Traté de cogérmela por la fuerza, y aunque ella no lo reconozca, sé que de algún modo, su terror a que la toquen es porque abusaron de ella.

Inspiro hondo, tratando de elegir las palabras correctas.- Lo sé y no sabes lo basura que me he sentido todos estos días. Odio que me evites, que no me dejes acercarme.- Con seguridad, voy y le tomo su mano libre. Para mi contento, no la aparta.- Disculpa.

Vuelve su cabeza para mirarme, pero rehúye mi mirada inmediatamente, cohibida.

-Vale- Musita.- Te disculpo, ese es mi regalo de cumpleaños.

-Supongo que esa es tu excusa por no haberme traído nada.- Le digo con ironía. Ella ríe y yo la sigo.

-Sí.- Responde aliviada.

Nos quedamos nuevamente en un silencio renovado, sin incomodidad; observándonos mutuamente. Puedo palpar una extraña corriente entre ambos. Me inclino y con dulzura acomodo un mechón rebelde detrás de su oreja. Alexandra me sonríe con timidez. Fumamos en paz sin pronunciar palabra. Exquisitos minutos interminables transcurrieron mientras yo le acariciaba con parsimonia los nudillos, ambos perdidos en nuestros pensamientos. No quiero que se aleje nunca, ¿Es eso amor? Espero que no, por lo que dicen, el amor sólo te hace sentir vulnerable… no quiero ser vulnerable. No a mi edad.

-Debo irme.- Me dice Ale, sacándome de mis conclusiones.

-No te vayas.- Tiro de ella para que no se pare.

-Es muy tarde Ted. Debo dormir.

-¿Por qué?

-Tengo trámites que hacer mañana.- Me aprieta la mano y la suelta. Se inclina sobre mí  y me planta un dulce beso en la mejilla.- Feliz cumpleaños Teddy.- Susurra bajito y se aleja.

Un poco ausente, observo como se despide de todos. Como siempre mi padre la retiene más de lo normal, pero no me importa. Una extraña sensación me aliviana el cuerpo y los pensamientos.

Ha pasado, no sé, una hora desde que Ale se fue. Son las 3:30 de la mañana y tengo la necesidad de estar con ella. Nada en esta insulsa fiesta me interesa. Piensa Teddy, piensa.

Sin decir nada a nadie, me meto en la cocina y salgo por la puerta que da al comedor- cerrado por la fiesta, mamá no aguantaría un solo rayón en la fina mesa- Me detengo frente al bar de licores y saco una botella de champagne. Cruzo el vestíbulo-también cerrado- y salgo al patio. Voy al garaje y me subo al XKR, con rumbo al departamento de Alexandra. Sé donde vive, yo la acompañé la primera vez.

-¡Teddy!- Exclama sorprendida al verme.- ¿Qué haces aquí?

Levanto la botella y le sonrío.- Vine a celebrar mi cumpleaños contigo.

-Pasa.- Me pide y la sigo. Va con el cabello recogido, una polera blanca y unos shorts cortos, como no, anchos.

Veo que ha comenzado a amueblar su departamento. Ya tiene los sillones. Una alfombra felpuda adorna el centro del living. Tiene una televisión pantalla plana ya instalada. Sólo le falta adornar las paredes, que se ven desnudas y un poco tétricas sin nada en ellas.

-¿Tienes copas?- Le pregunto sentándome en uno de los banquillos, junto a la encimera de la cocina.

-Es lo primero que compré.- Responde. Da la vuelta al mesón, abre uno de los muebles y saca dos copas. Se voltea y me las tiende.

-¿Qué pasó con tu fiesta? A esta hora recién debería estar comenzando.

-Me aburrió.- Le contesto con sinceridad. Abro la botella con destreza y apenas boto algunas gotas al servirnos.

-Yo no te vi tan aburrido.- Dice irónica, recibiendo mi copa. Sé a lo que se refiere, pero lo dejo pasar.- Por tu cumpleaños.- Brinda, ambos alzamos nuestras copas y las chocamos. La miro fijamente mientras bebo, ella se sonroja y baja su mirada al licor. De pronto parece recordar algo y sonríe.

-Espérame aquí.- Dice y sale disparada a su habitación. Vuelve e instala un paquete envuelto en papel de regalo, frente a mí.

Una sonrisa infantil me parte la cara. Es extraño lo que hace un papel de regalo en uno.

-¿Para mi?- Le pregunto excitado por el presente.

-Sí, venga Teddy, ábrelo.-Me azuza, quitándome la copa de la mano.

Rasgo el papel, realmente ansioso. Es una caja de cristal, con una base de madera barnizada. Dentro hay un auto a escala.

-Un “Corvette, Split Window” del ‘63- Susurro sorprendido, con la boca abierta.

-Sabía que lo reconocerías. ¿Te gusta?

No puedo articular palabra.- ¿Cómo lo conseguiste?- La miro y en su rostro se dibuja una sonrisa de satisfacción.

-Se cuenta el milagro, pero no el santo. Me he dado cuenta de que te gusta la mecánica, aunque tú aún no te percates de ello. ¿Te gusta?- Vuelve a preguntar.

-¡Claro!- Le sonrío abiertamente- ¡Me encanta! Gracias.- Hace mucho tiempo que no me sentía tan niño con un regalo.

-Me alegro de que te guste.

-Pensé que no me tenías ningún regalo.- Le reprocho, aún sin poder borrar las sonrisa bobalicona de mi rostro.

-Te lo compré la semana pasada, sólo tenía que decidir el día de la entrega.

-¿Lo compraste cuando estabas enojada conmigo?

-Tú y yo sabemos que no puedo estar mucho tiempo enojada contigo, Teddy.- Me dice. Así que a pesar de todo, pensaba en mí. Le importo…y mucho.

Conversamos un buen rato. Le conté de cómo Nancy prácticamente me había violado en el baño. Se rió a carcajadas. No sé si sentirme bien por la confianza que tenemos o abatido al ver que no demuestra ni una pizca de celos. Un bostezo se me escapa involuntariamente y Ale me mira con dulzura.

-¿Tienes sueño?- Asiento pesadamente.- Puedes dormir en aquella habitación.- Apunta con el índice a una puerta en el ala derecha.- O si prefieres ver televisión antes de dormir, quédate en el living.

-Quiero dormir contigo.- Le suelto sin el más mínimo tapujo. Abre mucho los ojos y palidece.- Como cuando éramos niños.- Añado para que se relaje.

-Ted, ya no somos niños. Menos después de lo que hiciste.

Pongo los ojos en blanco, fastidiado.-  Venga, no me lo recuerdes. Además, prometo no hacer nada.- Cruzo los dedos, me los beso y hago como que lanzo la promesa al aire. Ella se ríe y su rostro vuelve a la normalidad.

-Vale, vale.

Dentro de su habitación hay una cama de dos plazas, dos veladores y unas dos cómodas, atochadas en su superficie con diferentes cámaras de fotografías. Un ventanal gigante, con puertas- persiana de madera, que se cierne sobre toda la habitación.

Cuando estoy sacándome la polera para acostarme, descubro que Alexandra me observa detenidamente. Endurezco los músculos de mi estómago, marcándolos, provocándola; ella se da cuenta de que la miro y se agacha ruborizada, pretendiendo retirar el cobertor. Me saco los jeans y me acuesto.

-¿Dormirás sólo con bóxer?- No puede ocultar su  impresión.

-¿Pretendes que duerma con jeans puestos?- Contraataco llevándome los brazos detrás de la cabeza, reprimiendo mi risa. No dice nada. Se acuesta a mi lado, guardando ciertas distancias, visiblemente acobardada.

-¿Duermes con corpiño?- No vi que se lo quitara.

-A tu lado, sí.- Responde seria, yo me río de su sugerencia.

Me volteo, quedando boca abajo. Llevo ambas manos debajo de mi mentón y la observo.- ¿Puedo preguntarte algo?

Ella ladea su cabeza, se pone de costado y me mira de frente.- Dime.

-¿Alguien abusó de ti, verdad?- Para mi sorpresa no se enojó, no se tensó ni entró en pánico. Con la misma tranquilidad con la que pregunté, me respondió.

-No es momento de hablar cosas tristes, Ted. Hoy es tu cumpleaños, otro día si quieres te cuento.- Me sonrió débilmente.

En total mutismo, analicé cada rasgo de su rostro. Sus labios delineados, sus ojos almendrados, ahora llenos de secretos lacerantes y sus pestañas largas.

-No me mires así.- Me retó divertida.

-Abrázame.- Le pedí sin pensarlo.

-¿Por qué?

-Porque cuando éramos chicos, solías abrazarme como a un peluche cuando estabas triste.- Me apoyé sobre un codo y me acerqué a ella. Alexandra, intimidada se alejó un poco.

-Ted, yo…

-Abrázame.- Insistí con dureza. La encerré en mis brazos y me cerní sobre ella, a centímetros de su rostro. Ale vaciló insegura. Me miró a los ojos y me abrazó, rodeando mi cintura con sus brazos fuertemente. Me volví para que quedáramos ambos de costado. Alexandra se escondió en mi cuello, ahogando algunos suspiros, mientras yo la sujetaba contra mi pecho. De repente, en un arranque de naturalidad-creo- Ale besó mi cuello.

Ambos nos tensamos al instante. Ninguno de los dos lo esperaba.

-Lo, lo siento.- Musitó nerviosa junto a mi clavícula.

La aparté un poco para poder mirarla. Tomé su barbilla y levanté su rostro hacia el mío.- Te gusto, ¿verdad?- Le dije, dándolo por hecho.

Abrió un tanto los ojos y me respondió:- Sí.

Su respuesta fue como un bálsamo. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente. La tomé por la nuca y la besé. A diferencia de la vez anterior, no se resistió y me besó de vuelta, mordisqueando mis labios. Volví a quedar encima de ella, encerrándola, devorándola a besos. Una mano desocupada, subió por entre su polera.

-Ted…- Me advirtió.

-Confía en mi.- Le dije mirándola a los ojos, separándome un instante de su boca. Ella asintió. Mordisqueé su lóbulo y bajé por la barbilla, dejando un reguero de besos, hasta llegar a su clavícula –Me salté el cuello- No hice el intento de quitarle la polera, me dediqué tan solo a besarla por encima, en medio de ambos senos, hasta llegar a su bajo vientre. Se tensó.

Volví a comenzar desde arriba. Debe existir una fórmula. Ahora, con más permiso, mi mano subió por debajo de su polera y encerró una teta. Alexandra, entretenida con mis besos, no prestó atención. Lo apreté levemente y ella soltó un jadeo. Bien.

Bajé su corpiño, haciendo que su pecho se irguiera un poco más, y amasé su seno con delicadeza. Alexandra, entre nerviosa y excitada, me besaba frenéticamente, como si el mundo fuera a acabar. Arremangué como pude su polera hasta arriba, no le daría la oportunidad de arrepentirse ahora al preguntarle si se la podía quitar. Liberé el otro seno. Eran tan atractivos, impolutos. Parecían amoldarse tan bien a mi mano, sus pezones se endurecían a cada roce, y Ale parecía cada vez más sobrepasada por las emociones que le provocaba. Pude sentir como el deseo invadía su cuerpo. Mi mano ávida de ella, bajó lentamente hasta su ombligo, procurando no fastidiar el momento. Abrí sus piernas con la mía, para poder tener un mayor acceso a su entrepierna y Ale volvió a tensarse. Mierda.

Me alejé de ella jadeante, a penas respirando producto de su beso. La miré a los ojos, tratando de transmitirle todo lo que sentía por ella.

-Quiero que sólo pienses en mí y en lo que te estoy haciendo, ¿Vale?- Le dije con la respiración entrecortada. Ella asintió nuevamente y mi mano recorrió vientre abajo.

Sutilmente, mi dedo se entretuvo con sus labios vaginales por arriba de sus bragas. Tocándola de  comienzo a fin, adentrándome en su humedad. Ale empezó a dejarse llevar y su pelvis empujaba contra mi mano, en busca de mayor satisfacción. Con sigilo, metí mi dedo en su interior y con el pulgar acaricié su clítoris. Hice que soltara un gemido. Con mi boca comencé a juguetear con sus pezones, mordisqueándolos y succionándolos a mi antojo. Que exquisita era. Su piel olía maravillosamente. Mi dedo índice y del medio luchaban por entrar en su coño, pero las bragas se lo impedían, devolviéndolos afuera casi como un resorte, lo que aumentaba la excitación de Alexandra.

Tomando mi rostro entre sus manos, Ale me besó apasionadamente, introduciendo su lengua, entrelazándola con la mía, soltando gemidos junto a mi boca. Hice mi beso más intenso y aplasté la cúspide de su entrepierna con la palma de mi mano. Esta vez ella soltó un gemido aún más alto y cerró los ojos. Haré que se corra así. Me erguí un poco para observarla mejor. Llevé mi otra mano, ahora libre, y amasé su teta suave y erguida, tirando a ratos de su pezón. La otra mano, seguí frotándola contra su clítoris, con fuerza, aumentando la presión. Alexandra apretaba sus muslos, buscando mayor placer.

Me incliné y tomé su seno libre en mi boca. Lengüeteé unas cuantas veces su aureola antes de succionarlo por completo. Volteé un poco mi mano, haciendo que la parte inferior de mi muñeca frotara su clítoris, entre tanto, metía dos dedos en su vagina, dando círculos de adentro hacia fuera, acuciándola para que se corriera.

Y así, llenando sus sentidos casi al completo, Alexandra arqueo su espalda hacia mi, balbuceando algo inteligible, llegó al orgasmo.

Sabía que ahora no ocurriría nada más. Era muy pronto para tratar de penetrarla, a penas me dejó tocarla. Jugaré bien mis cartas si quiero llegar a hacerla mía, aunque mi pene palpitante pensara lo contrario. Me apoyé sobre mi brazo y la besé escuetamente en los labios. Ella abrió los ojos y me miró cándida, aún agitada. Esbocé una sonrisa y volví a besarla con más pasión. Alexandra me lo respondió en al acto, aferrándome a ella.

-¿Sientes culpa?- Le pregunté nuevamente sin aire.

-Siento rabia.- Me dijo pegada a mi cuello.

-¿Rabia?- Alcé las cejas.

-Rabia por no sentir culpa.- Me besó y sentí su sonrisa. Cal´´o unos segundos y agregó:- Ted, tú no me has…

-Oye- La paré en seco, conociendo lo que quería decir.- Sin presiones, esperaré lo que sea necesario.- La besé en la coronilla.- Ahora a dormir- Me estiré y apagué la lamparilla del velador. La abracé todo lo que pude, tratando de que no rozara mi pelvis, o sino se daría cuenta de lo empalmado que estaba. Me dormí más feliz que nunca, olisqueando su cabello, por fin comenzábamos a estar juntos.

La luz de la mañana me cegó un poco al abrir los ojos. Busqué a Alexandra con mis manos pero no estaba. Somnoliento, me estiré y me levanté. Busqué mis ropas y me vestí. Pensar en lo que había ocurrido ayer, en como Ale gemía y jadeaba, me producía un alborozo inesperado, satisfactorio.

Oí su voz desde la cocina. Salí, encontrándomela de perfil hacia mi, hablando secretamente por teléfono, vestida con la misma ropa de ayer.

-No.- Le respondió enojada.- Te dije que hoy en la tarde, deja de fastidiarme.- Volvió a callarse,

-Oye, hago lo que quiero con mi vida, es mi problema si estoy con alguien o no.- Al parecer la voz del otro lado dijo algo que le molestó, porque Alexandra frunció aún más el ceño- ¡¡Sabía que no tenía que contártelo!!- Gritó.- ¿Me lo vas a tirar en la cara todo el tiempo desde ahora?- Se serenó y escuchó atentamente lo que le decían.

-Vale, vale. Si sabes que te quiero.- Le confesó. Mi sangré comenzó a hervir.- Si iré hoy, te dije que nunca más fallaría.- Sonrió por algo y se despidió.- Adiós.

-¿Con quién hablabas?- Ale se giró al escuchar mi voz.

-¿Ya te has levantado?- Trató de distraerme.

-Responde la puta pregunta.- Le dije entre dientes, apretando los puños. Bajó la cabeza y se miró los pies, nerviosa. De pronto, una luz iluminó mi cabeza.

-¿Era mi papá?- Hablé con un hilo de voz. No respondió.- ¿Era mi papá Ale? ¡¡Respóndeme!!- Grité sin poder controlarme. Alexandra me miró asustada. -¿Qué mierda de secreto se traen tú y mi papá? ¿Por qué debes hablar a susurros con él?

-Ted, tú no entenderías…- Dijo suavemente, tratando de aplacarme.

-¿Qué no podría entender?- Y la imagen de ellos dos, juntos, volvió a aparecer en mi cabeza, ahora con más fuerza.- Explícate Ale.- Le amenacé.

-Ted, es muy complicado…- Su rostro se atribuló.- No es bueno que lo sepas.

Me quedé denodado enfrente de ella, mirándola, digiriendo sus palabras. ¿Qué puedo pensar? ¿Qué no puede decirme? Ahora siento que sobro. Doy media vuelta hasta su habitación para recoger mi chaqueta. Ale me sigue sin decir nada.

-¿Dónde vas?- Me pregunta al ver que me dirijo a la puerta de salida.- Ted, tú no entiendes… Teddy, por favor.- Suplica

-¡¡Cállate!!- Bramo enfurecido.- ¡No me interesa! ¡Jódanse tú y mi papá!

-¡Ted, para!- Oigo que grita antes de que salga del departamento y cierre la puerta con gran escándalo.

Jódanse, jódanse los dos.