Incesto Sin Sangre (3)

Su pecho ya no fue suficiente para mi mano y, bajando en busca de algo nuevo, llegué hasta su coño. Advertí la tensión debajo de mí, pero proseguí. Metí mis dedos debajo su pantaleta y acaricié sus labios empapados en fluidos.

Nuevamente me dormí tarde esa noche. Me masturbé hasta que el cansancio me venció. Definitivamente llamaré a Nancy o Theresa, esto me está matando, mi tía me está matando. Aún puedo palpar la turgencia de sus senos en mis manos u oler su humedad en mi dedo índice, tan cálida y ácida. ¡Dios! No podré verla a los ojos hoy.

Sentado en la mesa de la cocina  con mi padre, esperamos a que mi mamá se nos una y también Alexandra. La Sra. Might nos sirve diligentemente en silencio, cambiando algunas palabras de cortesía con mi papá. Yo estoy demasiado sumido en mis pensamientos como para poder entablar alguna conversación. Doy vuelta a los cereales en el tazón…mmm… tazón, tazón, pezón ¡pezón! Los pezones de Ale, erguidos y rosados. La asociación de mis ideas me produce una sonrisa anodina y una leve erección.

-¡Qué bien que ya estás en pie hijo!- Dice mi mamá a modo de saludo, besándome en la sien. Se dirige hasta donde está mi papá y le da un tierno beso en la boca.

-¡Hey!- Grita Alexandra, sobresaltándome a mi espalda. Pone ambas manos en mis hombros y me besa la mejilla. Expele un aroma fresco. Su tacto me produce una extraña corriente por todo el cuerpo y un nudo en el estómago. Redondea la mesa y besa a mi madre que se entretiene junto al ama de llaves preparando algunas tortillas. Saluda a la Sra. Might con familiaridad y luego, dirigiéndose a mi padre, le toma la cara entre sus manos, la acerca a ella y le besa con ¿complacencia? Ambas mejillas. Antes de que mi tía se retire, mi padre le toma una de las manos y se la besa con veneración. Ambos se observan por unos segundos interminables con complicidad.

Al parecer, a todos este detalle pasó inadvertido, menos para mí. ¿Qué sucede? Digo, está bien que sean hermanos, pero ni siquiera con mi madre mi papá ha demostrado esa conexión tan íntima.

Alexandra tomó sitio a mi lado. La miro rápidamente, analizándola. Se ha duchado. Lleva el cabello demasiado mojado, recogido en forma de tomate. Algunas gotitas bajan por su nuca y se pierden columna abajo, dentro de su polera negra. Redirijo mi mirada a mi padre sentando enfrente, leyendo el diario sin prestar atención a nada. No puedo evitar sentir ojeriza hacia él. Una punzada en el pecho me hizo dejar de respirar por el momento, planeando irrisoriamente alguna forma de separarlos.

-¿Qué harás hoy, Ale?- Le pregunta mi mamá, sentándose junto a mi padre.

-Buscaré departamento.- La decepción al oír estas palabras cruzó por mi cuerpo. Levanté mi mirada del cuenco y vi a mi padre con el ceño fruncido. Bien, creo que será mejor que se vaya, no la quiero junto a él.

-¿Departamento?- Repite mi papá con sorna.- ¿Tienes dinero para eso?

Alexandra lo mira con paciencia.- Tengo más de lo que crees Christian.- Le replica.

-¿Y dónde exactamente piensas vivir?- Vuelve a inquirir mi padre, sin poder disimular su aprensión.

La insistencia de mi padre realmente me está molestando, pareciera que la quiere bajo su mismo techo bajo cualquier circunstancia.

-Eso me lo reservo.- Le responde mi tía con burla.

-¿Tienes pensado algún lugar?- Mamá intenta relajar un poco el repentino mal humor de mi padre.

-Sí, tengo algunos avisos en buenos sitios, por cierto.- Informa mirando a mi papá.

La Sra. Might se acerca a nosotros y nos sirve las tortillas, distrayéndolos. Me quedo escrutando el rostro de mi papá sin reparo hasta que el se da cuenta y me devuelve la mirada sorprendida, creo.

-¿Qué?- Me pregunta. Me encojo de hombros sin darle importancia y vuelvo a mi desayuno.

-Hace tiempo que no desayunaba en familia.- Expresa Alexandra con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Me ladeo para mirarla mejor y me sonríe genuinamente. Mi suspicacia desaparece y no puedo hacer nada más que devolverle la sonrisa.

-¿Tienes planes para hoy?- Me pregunta. Un poco desconcertado, niego con la cabeza.

-¿Te importaría acompañarme a buscar departamento?

-No.- Le respondo con indiferencia, aunque el sentimiento de entusiasmo invade mi organismo.

Mis padres se fueron a trabajar y, Ale y yo nos dirigimos al estacionamiento de la casa. Hay cinco autos. Dos son míos. Un XKR y un R8 Spyder descapotable, negro. Escojo este para ir. Me encanta como las personas lo admiran cuando lo manejo.

Alexandra se queda pasmada al verlo, escudriñándolo atentamente.

-¿Vas a subir o piensas ir corriendo detrás?- Me río.

Levanta unos ojos escépticos hacia mí. -¿Qué pasó con los Audi,  los Toyota?

-Poco excéntricos.- Se ríe ante mi respuesta y sube al asiento del copiloto.

Con satisfacción tomo posición al volante. Conciente de que me observa, juego el papel de conductor instruido y rebelde. Doy contacto al auto y mientras espero a que el portón automático abra, enciendo un cigarro. Cuando es hora de salir, doy al cambio y aprieto con suavidad el acelerador y salimos disparados hacia delante. Es una delicia.

Saliendo del condominio, mis vecinas me hacen señas y yo las saludo cordialmente.

-¿Te gusta llamar la atención verdad?- Me pregunta con ojos divertidos.

-Algo así.- Se inclina hacia mí y puedo oler su perfume. Una ola de placer se instala en mi entrepierna y cierro los ojos, procesándolo. Me quita el cigarro de la boca y se lo lleva a la suya.

-No debes fumar mientras conduces.- Me reprende falsamente, dando una bocanada.

Me volteo y no puedo dejar de comérmela con la mirada. Lleva el cabello tomado. Una polera roja de cuello ancho, que deja relucir sus hombros y el inicio de sus pechos. Unos jeans pitillo negro, que se le ciñen completamente y unas converse. Sólo se ha encrespado las pestañas y pintado los labios. Me enciende completamente.

-Deja de mirarme así.- Me regaña, ligeramente ruborizada.

-¿Cómo te estoy mirando?- Le reprocho pícaro, a sabiendas de que mi mirada debió ser demasiado descarada.

Se limita a menear la cabeza divertida, baja la ventanilla y deja que el viento azote su rostro.

-¿Sabes?, podríamos llegar mucho más rápido si me dices las direcciones.- Le digo.

-Ah, lo siento.- Se inclina hacia delante y de su morral saca un papel lleno de anotaciones y me lo pasa.

-No conozco mucho esta ciudad, así que tú quédate con el papel.

Lo cojo y analizo las direcciones.- De los siete avisos que tienes, tres son buenos. Los otros tres están en una mierda de barrio.

Me mira, analizando mis palabras y asiente.- Con razón eran tan baratos.- Le sonrío y nos dirigimos en silencio a la primera dirección.


-Es espacioso.- Me comenta, paseándose por lo que sería el living.

Yo me quedo apoyado en una esquina, admirándola. Tiene un culo precioso, como me gustaría follárselo con brutalidad. Dejarle la alfombra enmarcada en la mejilla de tanto cabalgarla en el piso.  Lo que más me gusta es su espalda. La forme en que su nuca, su cuello y su espalda se unen tan esbeltamente.

-¿Si quieres puedo mostrarte las habitaciones?- Se dirige a mi la dueña del piso. Tendrá unos veinte años. Es una rubia, teñida, pero rubia, con unas tetas gigantescas.

Le sonrío cordialmente.- Yo no soy el interesado, es ella.- Digo alzando mi barbilla hacia Alexandra.

-¿No son pareja?- Pregunta esperanzada.

La idea me hace sonreír.- Sólo he dicho que es ella la que quiere comprarlo.- Me encanta acariciar el pensamiento de que ella es MIA.

-Porque si no lo eres- Añade aleteando las pestañas- Podría persuadirte de comprar otra cosa.- Acto seguido, se acerca sugerentemente y me acaricia el brazo.

¡Oh perra! Quiere que me la coja. Le dirijo una mirada lasciva y ella se muerde el labio.

Alguien carraspea y nos volteamos a Alexandra que nos mira realmente incómoda.

-¿Te gustó?- Le pregunto encaminándome hacia ella.

-Aún tengo que ver los otros para poder elegir.- Evade. No le gustó.

-Si se deciden o cualquier otra cosa, llámenme. Aquí  está mi tarjeta.- Me la pasa y me guiña un ojo desfachatadamente. Yo sólo atino a sonreírle.- Que tengan un buen día.- Dice ahora, mirando a Alexandra, quién le responde con un hosco asentimiento de cabeza y camina rápidamente hacia la salida.

-¿Estás bien?- Le pregunto a Alexandra mientras vamos a la siguiente dirección.

Se voltea con expresión impasible. Haciendo un mohín, niega con la cabeza.- Sí.- responde lacónicamente.

-¿En serio? A mi me parece que estás de mal humor.

-No lo estoy.- Me dice arisca.- ¿Puedo poner música?

-Lo que quieras.- Me encojo de hombros.

Juguetea con la radio y aparece “No one like you” de Scorpions. Qué apropiado, pienso con resignación.

Llegamos al vestíbulo del segundo edificio. Bastante más prolijo que el anterior. Preguntamos al conserje por el piso que le corresponde el número del departamento, que viene siendo el décimo. Nos dirigimos al ascensor y el tipo nos advierte de que está averiado y que debemos subir por las escaleras.

-No pienso subir diez pisos.- Me advierte Alexandra.

-No seas floja, ven.- Le tomo la mano y toda mis células se ponen en alerta. Nervio y comodidad se pelean en mi interior. La miro inquieto de reojo y ella parece a gusto.

Alexandra a penas respira cuando pisamos el último escalón.

-Debes hacer más ejercicio.- Le molesto con arrogancia. Levanta la cabeza, tratando de recuperar el aire y no puedo dejar de imaginarla después del sexo. Agotada y jadeante. Me estremezco. Me acerco a ella y vuelvo a tomar su mano, esta vez entrelazando los dedos, tirándola para que camine.

Tocamos la puerta y abre un tipo con un polo blanco y shorts, como si estuviera recién despertando. Me mira extrañado y luego dirige su vista a Alexandra. Se queda contemplándola más del tiempo necesario. Ella se tensa imperceptiblemente a mi lado y aprieta de mi mano. Yo se la aprieto devuelta y bajo mi mirada hacia ella y le sonrío con calidez. Cuando lo hago, se relaja y un conato de sonrisa aparece en sus labios.

El tipo parece recuperar el habla y nos hace pasar. Todo el tiempo se dirige a ella. Le sonríe con demasiada afabilidad y bromea con ella en algunas ocasiones. Cada vez la acerco más a mí. Alexandra lo toma con naturalidad, lo que me tranquiliza y me complace. El departamento es bueno. Está en un buen barrio, es espacioso, aunque sólo tiene una habitación. El único problema es el dueño que intenta flirtear con su posible clienta. Tira una de sus cuantas bromas sosas y me mira, esperando a que me ría. No lo hago y frunzo el ceño aún más, enojado. Parece nervioso, traga saliva y nos sigue mostrando.

-¿Tienen alguna pregunta?- Me lanza una mirada nerviosa.

-No, gracias por mostrarnos el departamento.- Le dice Ale amablemente. El tipo le sonríe y le roza el hombro descuidadamente. Encolerizado, le suelto la mano a Alexandra y la atraigo a mi con brusquedad,  tomándola por la cintura.

-No me gusta el departamento. Gracias por tu pérdida de tiempo.-  Le gruño y el tipo parece encogerse ante mí.- Vámonos.- Tiro de ella y me sigue sin reproche.

Ira, ira es lo que me carcome mientras echo a andar el auto. Ella no dice nada, respetando mi silencio. Saca un cigarro y lo enciende. Lo aspira unas cuantas veces, se reclina sobre mí y  lo coloca entre mis labios semi abiertos que resoplan. Me curvo con cuidado hacia ella y me observa con ternura. Alza su mano y suaviza el espacio entre mis cejas.

-Te ves bonito de ambas formas, pero me intimidas menos relajado.- Musita, apartándose.

Un gozo extraño se apoderó de mi cuerpo. -No comprarás ese departamento, Ale.- Le advierto, conciente de que no tengo ningún derecho sobre ella y de mis celos inútiles.

-No te preocupes, no me gustó el sitio.- Accede para mi sorpresa.

Iba a preguntarle el por qué, pero mi celular nos espantó a ambos. Activé el manos libres.

-¿Sí?- Pregunté.

-¿Ted?- Era una voz femenina.

-Sí, soy yo.- Contesté un tanto intrigado.

-¡¡Maldito cabrón!! ¡¿Por qué no me has llamado?!- Me gritó.

Alexandra y yo no pudimos evitar reírnos.

-¿Nancy?- Inquirí.

-¡Theresa, idiota!- Me reprochó.

-Ah, Theresa,- Rectifiqué, un tanto incómodo con Ale a mi lado.

-Sí.- Soltó un suspiro.- ¿Nos veremos hoy?

-¿Teníamos que vernos hoy?- Pregunté extrañado.

-Ted- Su tono tenía un deje de advertencia.- ¿Lo olvidaste?

-Eh, sí, creo que sí.- Dije sincero.- Lo siento, de verdad, prometo que te recompensaré.

-¿No puedes venir ahora? Ted, hace mucho que no tenemos sexo, te extraño.- Confesó con zalamería. Ale no pudo evitar sonreír al escucharla.

-Theresa, estoy ocupado.- Alexandra me dio un codazo reprobatorio. “Anda” me dijo moviendo los labios.

-¿Dónde estás?

-En estos momentos estoy conduciendo. Te llamo más tarde, ¿vale?

-Mmmm…Vale, pero hazlo, o se terminó ¿entendido?- Amenazó.

No pude evitar soltar una carcajada, ¡Una mierda si se terminaba!- Vale, vale.- Solté y apreté el botoncito al volante, dando por terminada la conversación.

-¿Por qué no vas y te juntas con ella?

-Porque estoy contigo.- Dije serio.

-Sólo nos queda un departamento Teddy, ve y júntate con tu chica.- Apremió Ale.

-En primer lugar, no es mi chica- Aclaré socarrón- Y segundo, tengo hambre, iremos a comer.- Me volví hacia ella y la incité a que discutiera. Se limitó a sonreírme incrédula.


  • A ver si entiendo- Dijo mordiendo una patata- Nancy y Theresa son hermanas.

-Sí.

-Y te acuestas con ambas.- Prosiguió suspicaz.

-Sí.- Asentí.

-Y ambas saben que mantienes sexo con ellas.

-Sí.

-¿Eso no está mal Teddy?

-Díselo a ellas. Ellas son las parientes.- Nada más decirlo, recordé que Alexandra era mi tía. Lo había olvidado.

-Bueno- Dijo con resignación- Cada loco con su cuento.

-¿Me vas a decir que nunca has hecho nada malo?- Me estiré y robé algunas patatas de su plato.

-No.- Respondió escueta, prediciendo a qué terreno quería llegar.

-¿Ale, tienes algún problema con el sexo?- Aquella pregunta la tenía demasiado tiempo en mente. Obviamente tenía alguna tara. Recuerdo la primera vez que le pregunté si le gustaba follar y sir ir más lejos, su súplica de la noche anterior mientras le metía el dedo en la vagina.

Como era de esperar, se acomodó inquieta en su asiento, jugueteando con su comida. Alzó su rostro hacia mí y pude ver su sonrojo.

-¿Por qué lo preguntas?- Dijo brusca, olvidando todo resquicio de buen humor.

-Me he fijado y he notado tu angustia al hablar de sexo, además de tu más que notoria incomodidad frente a los hombres, a excepción de mí  y… de mi padre.- Una ola de celos acudió a mí al rememorar la escena de esta mañana.

No dijo nada, se dedicó a mirarme impávida.

-Te conozco desde que tengo memoria- Seguí al ver que no tenía intenciones de hablar- Y siempre te has mostrado igual. Nunca lo había sopesado seriamente, pero hoy tu nerviosismo hacia el puto que te devoró con la mirada, no pasó desapercibido para mi.- Listo, dije mis dudas.

Inspiró fuertemente y su gesto se suavizó.- No me acomodan mucho algunas… proximidades físicas.- Confesó cohibida.

-¿Eres virgen?- Debo admitir que la idea me ilusiona.

Me observó y sus labios se curvaron en una sonrisa triste.- No.

¡Maldita sea!

-¿Entonces…?

-¿Tenemos que hablar de esto Ted?- Espetó impaciente.

-No veo por qué no. Nunca he tenido tapujos para confesarte mis cosas, no sé por qué tú sí.- Respondí en su mismo tono.

-Ay, Ted- Resopló- Digamos que…-Vaciló como buscando las palabras- Digamos que no practico un sexo muy convencional.- Me miró a los ojos, evaluando mi reacción.

La imagen de mi padre y ella revolcándose me provocó nauseas. ¿Ese es su secreto? ¿Su sexo no convencional?- ¿Qué quieres decir?- Expresé, tratando de mantener mi enojo guardado. El rubor cubrió sus mejillas.- Explícate Ale.- Exigí.

Miró a nuestro alrededor y se volvió a mí.- Ted, sufro de afensfobia.- Confesó. ¿Qué mierda es afens... bla blá? – Es…- prosiguió al verme pillado- …el miedo a que te toquen.

Mi boca se desencajó. ¿A que la toquen?- Yo te toco.- Dije con una voz ronca ante la impresión, y para demostrárselo, me incliné sobre la mesa y le tomé la mano. Su rostro se dulcificó.

  • Sólo a algunas proximidades Ted.

-¿Cómo cuáles?- Siento curiosidad.

-Por ejemplo: Que me toquen la cara, el cuello, la espalda y… bueno, de la cintura para abajo.- Se sonrojó. A mi mente acudió su ruego. Ya veo.

-¿Por qué tienes ese miedo Alexandra? ¿Qué te pasó?- Volviéndose a tensar, retira su mano bruscamente y su expresión indiferente vuelve.

-No lo sé, simplemente lo tengo.- El estómago se me recoge en angustia al imaginar que alguien pudo haberle hecho daño. ¿Quién?

Vuelvo a estirar mi brazo y agarro su mano nuevamente, acariciando sus nudillos.

-No seguiré por ese camino, no llegaré a ninguna parte.- Aclaré, dándole a entender que sabía que había algo más. Su cuerpo se relajó visiblemente.- Pero eso no explica tu “sexo no convencional”. ¿Atas a tus parejas o qué?

Una risa liberadora salió de su garganta al escuchar mi pregunta, haciendo que riera con ella. –No, ¡Cómo se te ocurre Teddy!- Me palmeteó la mano- Comprenderás que el tener miedo a ciertas caricias, no facilita tener relaciones.

-¿Qué haces entonces?

-Me drogo y emborracho hasta estar semi –conciente.- Reveló con seguridad.

Ahora yo solté su mano. -¿Estás bromeando verdad?

Abrió muchos los ojos, sorprendida.- No, Teddy.

-¡¿Pero cómo eres tan estúpida?!- Exploté sobresaltándola- ¡¿Te das cuenta la mierda que me estás diciendo?!

-Ted- murmuró nerviosa- cálmate, nos están mirando.

-¡No me interesa! ¡¿Te das cuenta a lo que te expones?!- La sangre me hierve, ¡Dios! Quizá cuántos tipos se la cogieron mientras ella apenas era conciente.

-Lo sé Teddy, ya no lo hago más, pero por favor cálmate.- Su expresión de angustia me apaciguó un poco. Restregué mi rostro y bebí un largo trago de bebida. Cavilando un poco más la situación, mi enojo fue desapareciendo. Sí que debe tener fobia a que la toquen para recurrir a eso.

-¿Segura que ya no lo haces más?- Pregunté en un tono más amigable.

-No.- Respondió.

-¿Por qué te obligas a hacer esa estupidez?

-Debo hacerlo, hay cosas…que debo borrar.- Vislumbré sufrimiento detrás de sus palabras, y eso bastó para calmarme por completo. Un puto “Quién” abusó de ella, estoy seguro.

-¿Has visitado a algún psicólogo?

-Pfff, odio los psicólogos.- Se burló.

-No eres la única.- Coincidí, dando por zanjado el tema.


  • Este me encantó.- Me dijo con una sonrisa radiante, llevándome con ella por el departamento.

Era muy bonito en verdad. La sala de estar era amplia, y sus ventanales ofrecían la imagen completa de la ciudad en las alturas. La cocina- americana- estaba a un costado del living. Además poseía dos habitaciones bastante espaciosas.

-¿Qué les pareció?- Preguntó la vendedora, una señora de unos cuarenta y tantos años.

-Precioso.- Comentó Alexandra sin ocultación. La mujer le sonrió.

-Estupendo, de seguro ustedes dos serán muy felices aquí.

Ambos nos miramos y reímos ante la suposición de la mujer. La dueña nos miró con duda.

-Él es mi sobrino.- Aclaró ella.

-¿Su sobrino? Pero si tú debes tener veinte años.

-Veintidós.- Corrigió Ale. La vendedora, asombrada, me observó a mí.

-Tengo dieciocho.- Contestando a su pregunta no formulada.

-Dieciocho menos dos semanas.- Dijo Alexandra entre risas. Entorné los ojos. Sí, dentro de dos semanas cumpliré mi mayoría de edad.

Sin necesitar nada más, Alexandra se decidió por aquel apartamento. Se verían dentro de dos días para cerrar el trato. De vuelta a casa ninguno de los dos hizo mención a los hechos de ese día. Ni de mis celos, nuestras manos entrelazadas, su confesión, etc. Todo siguió igual entre nosotros, para mi pesar.

Todos se despidieron temprano esa noche. Como siempre, desde que llegó mi tía, me encontraba intranquilo. Aproveché que mi papá estaba dormido y robé una de sus botellas de Bourbon. Se lo merece por desear a su hermana el muy cerdo. Hice zapping un buen rato, hasta que me quede pegado en el canal playboy. Ridículo estar viendo porno, siendo que tengo la oportunidad de tener sexo con cualquiera. Theresa y la zorra rubia del departamento sin ir más lejos. Aún tengo su tarjeta. Alexandra llegó a cagarme la vida. No podía desear a otra mujer, ni siquiera sentía deseos de ver esta mierda de canal playboy.

Tras trago y trago, me tomé más de la mitad de la botella recién estrenada.Sí, a cagarme mi vida sexual. No es justo de que por ella esté en esta situación.

Y, guiado por la obnubilación del alcohol en mi cerebro y mi reciente desprecio por Alexandra, llegué a su habitación, tambaleándome, sujetándome de las paredes. Abrí la puerta, la cerré a mi espalda, y con paso zigzagueante me planté frente a su cama. Mi mente no procesaba bien las cosas, ni el miedo a ser descubierto. Tiré la sabana que la cubría hasta los pies. Dormía plácidamente con una blusa abotonada y unos hot pants. Con mi mano, recorrí su cuerpo desde la mandíbula, hasta el empeine de sus pies. Volví a la cabecera, y palpé su cuello. Elle odia que le toquen el cuello. Y como si su subconsciente no durmiera, siempre alerta, ella abrió los ojos de un sopetón, espantándome.

-¿Ted que estás haciendo?- Masculló con el ceño fruncido y tomada aún por el sueño.

-Quitándote la fobia.- Le respondí tórridamente. Abalanzándome en la cama, me senté a horcajadas sobre ella. Su brazo derecho lo aplasté con mi rodilla. Con una de mis manos, tomé su muñeca izquierda y la llevé por encima de su cabeza, sujetándola con fuerza. Alexandra aún estaba adormilada, y cuando trató de zafarse, ya era demasiado tarde.

-Ted, Teddy, por favor…- Suplicó al ver mis intenciones.

-No supliques, que me excitas más.- Murmuré. Mi mano libre se dirigió a su pecho. Con rapidez tiré de su camisola, arrancando los débiles botones que la cerraban, dejando libre sus senos.  Alexandra se removió debajo de mí. Me incliné sobre ella, aplastándola aún más para inmovilizarla. La observé a los ojos desorbitados por el terror y lengüeteé un pezón, sin dejar de mirarla.

-Ahhh- Jadeó en respuesta. Aproximé mi boca aún más y lo mordí, cubriendo mis dientes con los labios. Ale se arqueó debajo, cerrando los ojos. Tiré con ellos de su pezón duro y chupé con mi boca. Mi pene estaba completamente duro, y sólo llevaba unos shorts, así que el contacto con la pelvis de Alexandra era prácticamente real. Me mecí sobre ella, restregando mi dureza sobre su vagina.

-Teddy, por favor, para.- Pidió, volví a moverme y mi roce la hizo gemir nuevamente.

-Siempre he querido besarte.- Confesé alzando mi rostro.

-¿Has tomado?

-No lo suficiente.- Y la besé. Alexandra opuso resistencia ante mi beso. Mis labios pujaban contra los de ella. Introduje mi lengua para separar sus labios y tener acceso por completo a su boca. Jugueteé con su lengua débil y presioné aún más con mi boca para que me respondiera. Ale sólo soltaba gemidos ante mis intentos. Exasperado, subí mi mano libre hasta su teta y tiré de su pezón con fuerza, sin miramientos. Soltando un quejido de dolor dentro de mi boca, Alexandra parecía perder fuerza y sus labios ya no se mostraban reticentes, sino más bien superados por mi insistencia.

Volví a mecerme sobre ella, simulando una penetración. Mi pene rozó su clítoris y Alexandra fue cediendo ante mi beso.Tomé su seno entre mi mano y lo amasé con paciencia esta vez, haciendo que gemiditos de placer arrancaran de su boca. Apreté su pezón entre mis dedos y Ale arqueó su espalda hacia mí. La excitación comenzó a apoderarse de su cuerpo. Ahora me devolvía los besos con la misma pasión y accedía a explorar mi boca con su lengua.Rítmicamente, frotando mi falo sobre su entrepierna, Alexandra perdía el control y gemía, producto del placer que le provocaba.

Su pecho ya no fue suficiente para mi mano y, bajando en busca de algo nuevo, llegué hasta su coño. Advertí la tensión debajo de mí, pero proseguí. Metí mis dedos debajo su pantaleta y acaricié sus labios empapados en fluidos.

-Ted, no. Para.- Murmuró Ale contra mi boca.

No hice caso. Doblando mi dedo índice, introduje la punta de su curvatura en su interior, moviéndolo a lo largo de su vagina.

-Por favor, por favor. Teddy , para.- El tono de su voz me alarmó. Abrí los ojos. Alexandra estaba con los parpados apretados, acongojados, mientras que por sus mejillas caían lágrimas.

Nunca la había visto llorar. ¿Qué estoy haciendo? No, no quiero hacerte sufrir. Me paré en seco al ver su aflicción.

-No, no llores Ale.- La solté y con ternura besé sus mejillas, arrepentido.- Por favor perdóname.

Ella apenas fue capaz de empujarme, cuando empezó a sollozar.- Vete, Ted, vete.

-No, no me eches. Lo siento, no sé lo que me pasó.- Tomé su rostro entre mis manos y volví a besarla, esta vez en la frente.

-Por la mierda Ted,  ¡Vete!- Grito entre enfurecida y dolorida. Volvió a empujarme sin fuerzas.- Vete o gritaré.

Me separé de ella, trastabillando. Sí, estoy ebrio. ¿Qué hice? Me dirigí a la puerta y antes de irme, vislumbré; con la poca luz que hay, como se colocaba en posición fetal sobre la cama, apretando sus piernas contra su pecho. Sentí amargura y culpa. Lo único que quería era ir allí y abrazarla, consolarla.

Ale, al ver que titubeaba en la puerta, me miro y dijo:

-Si no sales ahora mismo de aquí, juro que en mi vida te perdonaré.- Sus palabras tenían dejes de odio que me hirieron. Di media vuelta y me fui.