Incesto, la salvación del matrimonio.

Dos hermanos amantes, unos padres que no pueden hacer el amor... Todo junto da como resultado una familia incestuosa.

Incesto, la salvación del matrimonio.

Me llamo Roque. Desde que éramos pequeños, mi hermana y yo hemos tenido una relación sentimental en la que se confundía el amor entre hermanos con el amor entre una mujer y un hombre. Mi hermana es Cristina. En la actualidad ella tiene veintidós años y yo veinte. Nuestra relación siempre fue muy excitante por tener que ser furtiva, aunque nosotros siempre la hemos considerado de lo más normal.

Siendo niños teníamos que dormir en la misma habitación en la que teníamos dos camas. No sé la razón, pero en la noche siempre he querido dormir con alguien cuando tenía apenas cuatro años. Tras varios minutos de incansable peticiones, mi hermana accedía a que me metiera en su cama, eso ocurría todas las noches hasta que ella sucumbía a mis peticiones. Día tras día hizo que dos años después ya no tuviera que pedírselo, ella se acostaba y me dejaba mi trozo de cama para que yo durmiera. Lo que siempre hacíamos era que yo me despertaba antes de que mis padres se levantaran y así pensaban que yo dormía solo.

Y así estuvimos hasta que ella cumplió los once años. Con mis nueve años, una noche sentí algo raro por mi hermana. En aquellos años casi no cabíamos juntos en la misma cama, así que una de aquellas noches le pedí a mi hermana que levantara la cabeza y la colocara sobre mi brazo. Me pegué a ella y la abracé por la cintura. Nunca había sentido su redondo culo sobre mi pene y aquel contacto hizo que se me pusiera dura. ¡Me gustaba aquel leve roce! Desde entonces dormíamos igual, ella entraba en la cama y después yo, la abrazaba y pegaba mi pene a su culo para sentir aquella sensación.

Ella ya tenía trece años y su cuerpo empezaba a mostrar los primeros trazos de la mujer en la que se iba a convertir. Sus pechos empezaban a despuntar, sus caderas se iban ensanchando poco a poco, sus labios se afinaban. Durante el día con sus amigas se iba volviendo cada vez más coqueta, se peinaban y arreglaban allí en la habitación. Yo tenía once y la verdad es que era un canijo que las miraba, viendo como se convertían en mujeres, sobre todo mi hermana.

Una tarde estábamos los dos solos en casa, era la primera vez que nuestros padres no dejaban solo y confiaron en mi hermana para que no ocurriera nada. A las cinco de la tarde mis padres, después de darnos todos los consejos e indicaciones de lo que teníamos que hacer mientras ellos estuvieran fuera, estábamos sentado en el salón viendo la televisión.

-¡Mira Roque lo que me han pasado mis amigas!

Manipuló su móvil y empezó un vídeo donde una chica en ropa interior le sacaba la polla a un hombre y empezaba a acariciarla hasta que se ponía grande, más que grande enorme. El vídeo duraba dos minutos y se paraba ahí, cuando el tipo aquel mostraba su brutal tamaño.

-¿Eso tenéis los hombres? – Me preguntó y me sentí ruborizado. Aquella imagen me había excitado y sentí que la mía también empujaba en mi pantalón.

-¿Me la enseñas? – Me dijo. - ¡Anda quiero hacer como la del vídeo y hacer que crezca la tuya!

No dije nada, simplemente me bajé los pantalones y apareció ante ella mi pilila algo crecida para su volumen normal, pero más chica que la de la película. Ella la miró un poco desilusionada al ver que su hermano no tenía una polla igual a la de la película. No dijo nada, empezó a acariciarla con la mano y yo la dejé hacer viendo como jugaba con ella.

-¡Se está poniendo dura! – Dijo cogiéndola con la mano. - ¡Está muy caliente y da pequeños botes! – La acarició imitando a la chica de la película y yo sentí un gran placer. - ¡Qué es esto! - Un líquido blanquecino salió de mi pene y llenó su mano. Ella lo olió. - ¡Huele bien!

-¿Será con lo que las mujeres quedan preñadas?

-Seguramente… Lo que estoy sintiendo es un cosquilleo raro aquí… - Señaló su coño y su mano empezó a tocarse.

-¿Te toco yo ahora? – Le pregunté.

-¡Vale! – Me dijo, levantó su falda y abrió sus piernas.- Puse mi mano sobre sus bragas y empecé a acariciarla. - ¡Ouf, no aprietes tan fuerte que me haces daño!

-¿Así? – la acaricié con más suavidad.

-¡Eso, eso es…! ¡Así… despacito! – Se mordía el labio inferior mientras la tocaba, su mano volvió a agarrar mi polla. - ¡Se te ha vuelto a poner dura!

-Ha sido al verte hermana… - Sentía mi cuerpo vibrar con aquella nueva sensación. - ¡Estás muy bonita mientras te toco!

Me miró a los ojos, seguía mordiéndose los labios y sus ojos se abrían y cerraban por las sensaciones que experimentaba su sexo. Se bajó las bragas sin decir nada, abrió la pierna y me mostró todo su sexo desnudo y sin pelos.

-¡Tócamelo otra vez!

Volví a poner mi mano sobre aquella raja y sentí la calidad humedad que tenía. Agité mi mano sobre ella, pasándola de arriba abajo. Su cuerpo se agitaba y empezó a lanzar pequeños gritos que aumentaban de intensidad y ritmo cuanto más la acariciaba.

-¿Te duele hermana? – Le pregunté un poco asustado.

-¡No, no pares!

Sentí como mi mano se iba mojando sobre su raja. Uno de mis dedos cayó dentro de aquella caliente raja y sentí un bulto endurecido que froté.

-¡Ouf, qué me estás tocando! – Ella apretó el cojín con una mano mientras sus piernas se abrían por completo. - ¡Ahí, ahí, tócame ahí! ¡Qué buenooooo!

Metí mi dedo buscando aquel bultito que tanto placer le daba. Pasé mi dedo por encima y continué metiendo mi dedo, siguiendo el tacto de aquella parte de su cuerpo que me pedía que tocara. Bajé siguiendo el tacto duro y se perdía dentro de ella.

-¡Mételo, mete el dedo! – Me pidió.

Empujé mi dedo y sentí su interior caliente. Ella enloqueció y moví mi dedo para acariciarla desde lo más alto de su raja hasta lo más profundo de ella. Sentía mi mano mojada, se estaba meando de placer. De ella brotaba un aroma raro, no olía a orina, era un aroma que me embriagaba y hacía que mi pene se endureciera más dentro de su mano. Se puso rígida y lanzó un gran grito para después quedar medio inconsciente. Seguí tocándola y ella se agitaba y botaba cada vez que tocaba su bultito que iba menguando poco a poco.

-¡No lo toques más que me duele, ahora me duele un poco! – Saqué mi mano de entre sus piernas, totalmente mojada y la olí.

-¡Me gusta como huele tu raja! – Le dije y chupé mi dedo para saborearla.

-¿Te gusta el sabor de mi coño…?

-¡Sí!

Su mano empezó a agitarse sobre mi pene y de nuevo empezaba a sentir el placer que mi hermana me daba con su mano. La movía y en menos de un minuto de nuevo lanzaba ese líquido blanquecino sobre su mano. Cuando menguó, lamió su mano y me saboreó.

-¡También me gusta el sabor de tu polla…!

Aquella fue la primera vez que practicamos el incesto. Nos mirábamos, yo con mi polla al aire y ella abierta de piernas con su mojado sexo. Sonó el timbre y los dos botamos asustados.

-¡Esa es Laura!

Entramos en el baño y nos lavamos las manos rápidamente. Ella se puso las bragas y salió para recibir a su amiga. Yo me quedé un rato pensando en lo que había ocurrido, después me fui a la habitación, mientras ellas hablaban y se reían en el salón, y busqué por Internet información de sexo. Poca cosas encontré, mi padre tenía el control parental del navegador y no podía ver nada. Así que utilicé una versión que tenía en un pen drive y estuve buscando, aunque casi todo lo que aparecían eran páginas de pornografía. Algo leí y comprendí un poco de lo que había pasado por la tarde.

Poco a poco fuimos aumentando nuestros encuentros sexuales. Empezamos con masturbaciones en las que el uno masturbaba al otro, disfrutando del placer que nos dábamos. Durante algún tiempo, por las noches, nos levantábamos y veíamos en nuestro ordenador algún vídeo pornográfico, eso fue cuando ella tenía sobre los quince años y yo trece. Ella ya presentaba un hermoso cuerpo de mujer y el mío aún crecía, si bien ya no era de tan niño.

Aquella noche esperé como todos los días a que nuestros padres durmieran. Me bajé de mi cama y cuando me acerqué a ella me esperaba con la sábana en alto para que me acostara con ella. No lo hice, me arrodillé en el suelo, junto a la cama y metí mi cabeza bajo la ropa. Ella me miraba extrañada. Puse mi boca en su muslo y comencé a darle besos recorriendo su larga pierna. Ella dejó caer la ropa sobre mí y su mano acarició mi cabeza. Saboreé la suave piel de su muslo hasta llegar a la ingle. Recorrí sus bragas de fina tela hasta encontrar el bulto que formaban sus labios vaginales. Mordí con mis labios su sexo y ella se retorcía haciendo un gran esfuerzo para no gemir.

Sus manos bajaron con impaciencia sus bragas y acabé de quitárselas. Tenía sus piernas abiertas ofreciéndome su sexo, segura de que mi boca se posaría sobre él para hacerla gozar como nunca. Recorrí su pubis deleitándome con el tacto de su fina piel. Bajé y en mi boca se agolparon los rizados pelos que habían crecido con el tiempo. Besé suavemente sus mojados labios vaginales y sus dedos me abrieron el camino hacia su cueva de placer. Conocía perfectamente su coño, sabía dónde y cómo tenía que tocarla para que gozara de placer. Mi lengua recorrió toda su raja de arriba abajo y su cuerpo empezó un involuntario movimiento. Encontré su familiar clítoris y mi lengua empezó a jugar con él. Su mano agarró un puñado de mi pelo mostrándome el placer que sentía, la otra tapó su boca para ahogar el gemido que salió de ella.

Durante varios minutos la saboreé directamente, tomando el néctar que brotaba de su vagina. Metí un dedo en su vagina y la penetré mientras mi lengua lamía su clítoris azarosamente para que tuviera cuanto antes su deseado orgasmo. No tardó en llegar y sentí como mi mano y mi boca se inundaba con los flujos que empezó a lanzar. Me tumbé junto a ella mientras acariciaba suavemente su clítoris.

-¡Dios, hermano! – Me susurró abrazada a mí. - ¡Me has hecho gozar cómo nunca antes!

-Cada vez que lo desees te lo haré.

La abracé y pegué mi polla a su desnudo culo. Nos quedamos dormidos. Desde que ella tenía el teléfono móvil, poníamos una alarma, que no sonara muy fuerte, para que nos despertara a las cinco de la mañana y yo me marchaba a mi cama para no ser descubiertos.

Con el paso del tiempo, fuimos creciendo y cada vez salíamos más juntos, como hermanos, con nuestros amigos. Pero la verdad es que en realidad nos necesitábamos, pues ya no sólo necesitábamos tener nuestras masturbaciones nocturnas, si no que sentimentalmente no podíamos estar el uno sin el otro.

Recuerdo que ella empezó a medio salir con uno de los chicos de la pandilla. No le dije nada, pero verlos juntos y mi corazón se retorcía de dolor, además dejó de dormir conmigo. Con dieciséis años me di cuenta de que amaba a mi hermana como mujer, estaba enamorado de ella.

Una de aquellas noches en que salió con aquel tipo, cuando nos acostamos, ella me invitó a su cama. Se abrazó a mí llorando.

-¡Roque, no puedo salir con ningún chico! – La acaricié dulcemente.

-¿Qué te ha pasado?

-Hoy quiso hacer el amor conmigo… - La sangre me hirvió al escuchar aquello. – No he podido, no pude… - Sentí alivio al escuchar aquellas palabras.

-¿Qué problema tienes?

-Hoy he descubierto… - Calló un momento. Me abrazó cariñosamente y me miró a la cara. - ¡Estoy enamorada de ti!

Por un momento quedamos en silencio, mirándonos. Yo estaba sobre ella, sintiendo sus brazos alrededor de mi cuello. Acaricié su cuerpo y llevé mi boca hasta la suya para besarla apasionadamente.

-¡Yo también te amo hermana! – Los dos nos fundimos en un largo y profundo beso de amor.

Durante toda aquella noche estuvimos besándonos y acariciándonos, sin nada de sexo, todo era amor en aquella noche. Nos mirábamos dulcemente y uníamos nuestros labios para besarnos, mientras nuestras manos recorrían nuestro cuerpo.

Durante los cuatro años siguientes, la vida no fue fácil, teníamos que esperar a estar solos para mostrarnos nuestro amor. Cada vez que nos quedábamos solos en casa, nos besábamos y nos acariciábamos apasionadamente. Sabíamos que nuestro amor no podía ser, era imposible que pudiéramos tener una familia como una pareja normal, todo eran cosas en contra. Durante el tiempo que estábamos con alguien o en la calle, todo eran miradas y caricias furtivas, cosas imperceptibles que sólo ella y yo entendíamos.

Pasaban los años y nuestros cuerpos nos pedían tener plenas relaciones sexuales. Ansiaba amar a mi hermana cómo se merecía, ella deseaba sentirse llena de mí… Pero todo era inútil, hablábamos de ello pero no queríamos llegar a ello.

Así llegamos hasta la semana pasada. Mis padres se marcharon a pasar el fin de semana a casa de un tío mío que vivía en el campo y donde tenían piscina para estar allí con ellos. Como era normal, Cristina y yo nos comimos a besos nada más irse ellos.

-¡Te amo tanto, cariño! – Me decía.

-¡Y yo a ti! – La tenía abrazada contemplando su hermosa cara. - ¿Nos duchamos juntos? Ellos no vendrán hasta mañana por la tarde. – Le dí una cachetada en su redondo culo.

-¡Pues sigue mi ropa! – Me soltó y caminó despacio, quitándose las ropas y tirándolas por el suelo para que la siguiera. - ¡Al final estaré yo desnuda! ¡No tardes en encontrarme!

Recogí su falda, su camisa, sus zapatos, su sujetador y llegué hasta el baño donde ella me esperaba en bragas.

-¡Esto me lo quitas tú! – Se giró, se inclinó y puso su culo en pompa.

Me arrodillé tras ella, su redondo culo estaba en mi cara, aquellas bragas lo cubrían bastante y mostraban la raja que separaba sus cachetes. Agarré el filo de la única prenda que vestía y comencé a bajarla hasta que la tuvo por sus muslos y su culo desnudo estaba a merced de mi boca. Besé sus cachetes y ella movió su cintura para restregar su culo por mi cara. Le quité las bragas por completo y antes de que se pudiera dar la vuelta, ya estaba desnudo y con mi polla totalmente erecta.

-¡Cómo ha crecido mi hermanito! – Se arrodilló y agarró con su mano mi polla. – Recuerdo la primera vez que la tuve en mi mano, tan chiquitina… - Besó mi glande dulcemente. – Y mira ahora lo que mi hermano tiene solo para mí…

-Puedes hacer con ella todo lo que quieras… - Quedé callado.

-¡Si pudiera tenerla dentro…! – Suspiró. – ¡Sería la mujer más feliz del mundo!

La levanté, le di un beso en la boca y entramos en la ducha. Nos enjabonamos mutuamente y disfrutábamos de nuestras caricias. La abracé por detrás y mi polla se apoyó en su culo.

-Hermano, hoy te siento más grande que nunca… - Giró la cabeza y me ofreció su boca.

-Aquí solos… desearía hacerte una mujer completa, amarte toda la noche hasta el amanecer… - La besé.

La tenía abrazada y acariciaba sus hermosas tetas. Me moví para que mi polla cayera entre sus piernas. Se colocó por debajo de su culo y empujé. Entró entre sus muslos acariciando un poco su ano y su sexo.

-¡No hermano, Roque no podemos hacerlo! – Quería convencerme para que sacara mi pene, pero su culo se puso más en pompa. – ¡Por favor cariño, sabes que te amo con locura, pero tener sexo no puede ser!

Mi polla se deslizaba entre sus piernas y ella temblaba por la excitación. Me movía y recorría todo el exterior de su sexo, acariciándola.

-¡Sólo quiero acariciarte con mi polla! – Le dije y sentí sus dedos que por delante acariciaban mi glande cuando asomaba entre sus piernas.

-¡Pero tus caricias van a hacer que sucumba al deseo de tenerte dentro de mí! – Su voz era dulce y sensual. Podía sentir como me deslizaba entre los labios de su coño.

Me separé de ella y salí de la bañera. Ella me miró extrañada. La ayudé a salir del baño y sin decirle nada la cogí entre en brazos y la llevé hasta la habitación de mis padres. La deposité en la cama de matrimonio.

-¡Hoy utilizaremos una cama grande! – Me coloqué encima de ella y ella abrió sus piernas para recibirme.

Empapados de agua empezamos a besarnos y acariciarnos. Muchas veces lo habíamos hecho en nuestra cama. Besé su boca y bajé para buscar sus pechos. Sus pezones estaban erectos y los mamé con pasión. Ella me acariciaba y mi polla empezó a frotar su sexo. Sentía como el calor de su vagina llegaba a mi polla, sentí como sus flujos empezaron a mojara mi erecto miembro. No podía más, escuchar sus gemidos sin miedo a que nuestros padres nos pillaran me excitaron más aún y me moví para buscar la entrada al placer.

-¡No cariño, no puede ser! – Me pedía mientras su cara mostraba el placer que estaba sintiendo. - ¡Estoy indefensa, pero no lo hagas!

Empujé y sentí el calor de su vagina en mi glande. Paré, aquella deliciosa sensación casi consigue que me corriera. Me miraba deseando que entrara en ella mientras su boca imploraba que no. Empujé un poco más y mi polla entró poco a poco en ella.

-¡Dios, por fin te siento en mí! – Se retorcía de placer.

-¡Te amo Cristina! – Le dije mientras la penetraba lentamente y cada vez más profundo.

Me movía y ella se retorcía y gemía bajo mi cuerpo. Cada vez la penetraba con más pasión, mis embestidas aumentaba. Me abrazó y sus piernas rodearon mi cintura cuando empezó a sentir aquel orgasmo. Su boca lanzaba chillidos de placer mientras su cabeza se agitaba a un lado y a otro.

Quería correrme, iba a correrme sin remedio y ella no dejaba de presionar mi cuerpo contra el suyo.

-¡Me corro…! – Dije para que me liberara y sus piernas me soltaron. Saqué mi polla en el justo momento. - ¡Ahí va!

Agarré mi polla con la mano y la agité encima de su coño. Mi semen empezó a brotar cayendo sobre su vientre, llenando los pelos que custodiaban su joven coño. Ella acariciaba mi semen y se lo llevaba a la boca mientras mi polla lanzaba los últimos chorros.

-¡Tráela aquí! – Me dijo y empezó a lamer mi polla para dejarla limpia.

Nos acostamos juntos en la cama de nuestros padres, habíamos gozado como nunca, habíamos tenido sexo completo. Ya nada ni nadie podría separarnos, aunque se supiera lo nuestro, nadie conseguiría que nos separáramos. Nuestro amor era un amor verdadero, incestuosos según la sociedad, pero sincero y verdadero.

-¡Pero esto que es! – Esas palabras de mi padre me despertaron.

Confiados en que volverían al día siguiente, nos habíamos quedado dormidos allí mismo, en la cama de ellos. Por alguna razón habían vuelto aquel sábado por la mañana y nos habían pillado en la cama, desnudos y con claras muestras de haber tenido sexo durante la noche. Ellos estaban enfadados y Cristina y yo estábamos muy nerviosos. Torpemente y con nervios nos vestimos. Nuestros padres nos esperaban en el salón. Cuando entramos los dos nos sentamos en uno de los sillones.

No sabíamos que decir, mi única respuesta fue “nos queremos”. Después de un rato de charla, ellos parecían menos enfadados y más comprensivos con nuestra situación. Noté como Cristina se iba tranquilizando.

-La única justificación que puedo decir es que nos amamos aunque seamos hermanos. – Dije agarrando la mano de Cristina.

-Bueno, vale. – Dijo mi padre. – Es una situación rara, pero si los dos estáis de acuerdo con ello tal vez no debamos hacer nada en contra… - Mi madre lo acarició y le habló al oído. – Ya, por eso lo tolero, aunque me parece raro, al igual que les parecerá raro lo mío.

-Veréis hijos. – Comenzó a hablar mi madre. – Lo de ustedes es una situación atípica, rara y por Dios que nunca tengáis hijos por que no haya problemas genéticos que puedan ser graves. – Hizo una pausa y agarró las manos de mi padre mirándolo a los ojos como pidiendo permiso para seguir. Él asintió con la cabeza. – Resulta que en nuestra familia hay otra cosa algo rara. Vuestro padre se excita viéndome tener sexo con otro hombre… Desde que nació Roque no hemos tenido sexo por ello.

-Entonces ¿tienes un amante? – Le preguntó Cristina.

-¡No hija, no! – Contestó mi madre. – Nunca he querido hacerlo con un extraño…

Cristina y yo estábamos asombrados, primero los nervios de ser pillados en la cama y después las confesiones que nos estaban haciendo nuestros padres. Ya éramos adultos, los cuatro, pero aquello era duro para cualquier familia. Los hijos éramos amantes y mi padre se excitaba viendo hacer el amor a su mujer con otro.

-La cuestión es que hemos estado pensando… - Mi madre hizo una pausa. – La verdad es que era una idea que llevábamos tiempo sopesando y que nunca nos atrevíamos a proponer. – Sus manos se movían nerviosas y mi padre esperaba que acabara sin mirarnos. – Desde hace un tiempo habíamos pensado que hiciera el amor contigo Roque.

Me quedé más estupefacto que antes, ahora me proponían que follara con mi madre para que mi padre se excitara y pudiera tener relaciones con su mujer. Ya no sólo tendría incesto con mi hermana por amor, si no que me proponían cometer incesto con mi madre por petición de mi padre.

-Dejadnos pensar… - Fue lo único que se me ocurrió decir.

Cristina y yo nos fuimos a nuestra habitación. Me eché en la cama y ella se tumbó junto a mí. Ahora que nuestros padres sabían lo nuestro, la besé antes de hablar con ella.

-¿Qué piensas de todo esto? – Le pregunté a ella.

-No sé si me gustará verte follar con otra mujer que sea yo… - Contestó. – Ahora mismo no me gusta la idea… Pero ellos no tienen sexo desde hace ya muchos años… Sólo accederé si yo estoy con ustedes, nunca podrás hacerlo con ella sola.

-¡Entonces lo que eres es una guarrilla! – Le dije bromeando con ella y besándola.

-¡Con mamá te dejo, pero como te vea con otra te la corto!

Así volvimos a reunirnos con nuestros padres para comentarles lo que habíamos hablado. Después de un buen rato de charla todo estaba decidido, los tres haríamos un trío delante de mi padre para que se calentara. Mis padres habían venido para recoger algunas cosas que habían olvidado, llamaron a mis tíos y se excusaron diciendo que yo me encontraba algo malo y que se quedarían para cuidarme.

Los cuatro juntos, cómo una familia normal, salimos a pasear aquella tarde hasta acabar cenando en un restaurante. Lo que peor llevaba era no poder besar o tocar a Cristina a la que tanto quería. Sobre las doce de la noche volvimos a casa y estábamos tensos por la situación a la que nos encaminábamos. Nos sentamos en el salón sin saber bien que hacer.

-¡Bueno, qué hacemos! – Dijo mi madre.

-Podríamos hacer como pasó esta mañana. – Dije yo. – Cristina y yo estaremos en la cama a lo nuestro y ustedes nos pillan… Iremos improvisando hasta que mamá acabe con nosotros mientras papá nos mira. ¿Os parece bien?

Todos estuvimos de acuerdo en esto y así mi hermana y yo nos fuimos a la habitación de ellos. Nos desnudamos y Cristina se echó sobre mí. Mi polla ya estaba bastante erecta por la excitación, no sólo follaría con mi amada hermana, también iba a estar con nosotros mi madre. Nos besábamos y acariciábamos celebrando que a partir de ese momento podríamos hacer lo que quisiéramos dentro de casa.

-¡Por Dios, mira lo qué están haciendo nuestros hijos! – Gritó mi madre haciendo el papel de sorprendida.

-¡Hombre, son jóvenes! – Dijo mi padre.

-¡Jóvenes y hermanos! ¡Eso no lo pueden hacer dos hermanos! – Añadió mi madre.

-¡Es que mira lo que tiene tu hijo! – Cristina tenía mi polla agarrada con una mano, agitándola y mostrándola para que nuestra madre la viera bien.

-¡Vamos cariño! – Habló mi padre. - ¡Vas a decir que no te gusta una polla joven y bien dura como la de tu hijo!

Ella se pasaba la lengua por los labios sin dejar de mirar mi polla. Me levanté de la cama y Cristina me seguía. Me coloqué junto a mi madre y mi polla se apoyó descaradamente en su cadera.

-¡Vamos mamá! – Le susurró Cristina al oído. - ¡Verás cómo te gusta!

Mi padre nos miraba sin perder detalle de cómo sus hijos empezaban a acosar a su esposa. La mano de mi madre empezó a acariciar mi polla, sentí su tacto y al momento su mano empezaba una suave paja sintiendo su dureza.

Cristina se colocó detrás de ella y empezó a desabrochar su vestido. Bajó la cremallera y lo dejó caer hasta el suelo. Mi madre estaba en bragas y sujetador. Besé su hombro y puse mi mano sobre su culo, mi mano empezó a acariciarla y su respiración se aceleraba. Mi hermana se acercó a mí y me besó en la boca, mi madre nos miraba. Dejé la deliciosa boca de Cristina y besé el cuello de mi madre.

La cogí por la cintura para llevarla a la cama, mi padre se sentaba en un rincón de la habitación para ver como se follaban a su mujer. Mi madre puso las rodillas en el colchón y su culo quedó en pompa. Era redondo y jugoso. Detuve su movimiento y empecé a besarlo, a acariciarlo. Sus piernas se abrieron un poco y pasé una mano entre ella. Podía sentir el calor de su sexo que quemaba la tela de sus bragas, bajo ellas sentía los labios mojados de su coño. Mi madre gruñía y se contoneaba. Miró a mi padre y él le devolvió una sonrisa.

Cristina se colocó junto a mamá y le desabrochó el sujetado. Entre sus piernas veía sus dos redondas y hermosas tetas con sus pezones erectos por el placer. Las manos de mi hermana empujaron las bragas hasta que quedaron a medio muslo, separó los cachetes y delante tenía el estrecho ano. Empecé a acariciarlo con la lengua, mi madre gimoteaba sensualmente mientras miraba a su marido que ya tenía la polla erecta y se la tocaba con la mano.

Durante varios años lamí muchas noches el coño de mi hermana, lo había hecho desde todas las posturas y al coño de mamá no le iba a dar un trato peor. Bajé las bragas hasta sus rodillas y le pedí que pegara su pecho al colchón. Entre aquellos muslos sobre salían los pelos y los labios de su maduro coño. Metí mi boca y empecé a lamer todo su sexo. Ella gemía y se agitaba.

Mi padre estaba totalmente excitado, pero aquella vez al vernos a los tres allí, deseó unirse a nosotros. No dijo nada, se subió a la cama de rodillas y se colocó delante de mi madre. Ella se incorporó y empezó a mamar la polla de su marido.

-¡Parece que esto funciona! – Dijo mi madre.

Cristina me besaba y toqué su coño, estaba empapada. La tumbé boca arriba al lado de mis padres, le abrí las piernas y empecé a lamer su raja. Ella no tardó en gemir y tener el primer orgasmo. Mi padre nos miraba y aquello parecía excitarle, se colocó detrás de su mujer que permanecía a cuatro patas en el filo de la cama y acercó su polla a ella para metérsela. Hacía muchos años que no hacía aquello, desde que yo nací su polla no se había levantado en el momento más necesario… Aquella noche al ver a su mujer, su hijo y su hija en la cama, la excitación le produjo una gran erección y ahora volvía a penetrar a su mujer que no paraba de gemir y agitarse con las embestidas que le daba.

Levanté a mi hermana de la cama y la llevé al otro lado, la coloqué a cuatro patas, como estaba nuestra madre, a un lado de ella de forma que sus cabezas casi estaban juntas. Tomé mi polla y la dirigí a su húmeda raja. Poco a poco empujé y veía como mi polla se perdía sin remisión en el interior de su caliente vagina aprisionada entre aquellos labios vaginales.

-¡Si hubiera sabido que este iba a ser la solución a mi problema, lo hubiéramos hecho antes! – Dijo mi padre gruñendo mientras le daba fuertes embestidas a mi madre.

Allí estábamos los cuatro. Cristina me paró y me colocó en la boca arriba, abrió las piernas y se sentó sobre mi polla, empezó a cabalgarme ante la atenta mirada de nuestros padres. Mi madre también quiso montar sobre mi padre y allí estaban madre e hija gimiendo y botando sobre sus machos.

Poco le duró la alegría a mi madre, al poco la polla de él estaba de nuevo flácida. Los dos preocupados no sabían que hacer.

-¡Puede que necesite los cuidados de una hija! – Dijo Cristina sentada sobre mí.

Se separó de mí y mi madre se colocó junto a mí para ver que harían padre e hija. Él estaba en la misma postura. Ella se movía sensualmente hacia papá.

-¿Qué le pasa a mi papito? ¿No se le levanta? ¿Quieres que tu niña te ayude?

Cristina se colocó sobre él dándole todo su coño para que su lengua la probara, ella agarró la flácida polla y empezó a lamerla lenta y suavemente. Podía ver a mi padre perdido entre las hermosas piernas de mi amada hermana, moviendo la cabeza, tenía que estar lamiendo aquella raja que tanto me gustaba. Sentí la caricia de la lengua de mi madre, empezaba a mamarme y lo hacía muy bien.

-¡Dame tu coño! – Le dije.

Nos colocamos al igual que nuestros compañeros de cama. El coño de mi madre estaba totalmente mojado, separé los labios y hundí mi lengua dentro. Ella gimoteaba con mi polla ocupando su boca. La lamía y ella se agitaba. Escuchaba los gemidos que mi hermana daba, mi padre también sabía comer bien un buen coño como el de Cristina. Las gemían.

Mi madre no pudo más, me apartó el coño de la boca y bajó hasta estuvo encima de mi erecta polla. Podía ver su redondo culo, entre las piernas apareció su mano y agarró mi polla hasta llevarla a la entrada de su sexo, se sentó despacio y mi polla fue entrando. Empezó a moverse y podía ver como era penetrada. Agarré su culo con las dos manos.

A mi lado mi hermana tenía un orgasmo gracias al gran trabajo que mi padre le hacía en su joven coño. Ella había conseguido que se le endureciera de nuevo la polla. Entonces Cristina se colocó a cuatro patas en los pies de él.

-¿Te gusta el culito de tu niña mala?

Mi padre parecía enfurecido, se levantó y de rodillas se colocó detrás de ella. Se agachó y separó sus cachetes. Parecía enloquecido mientras lamía el ano de ella.

-¡Qué buena lengua tiene mi papito! ¡Sigue me vuelves loca!

Mi madre seguía clavándose mi polla y mirando como su marido lamía el culo de su hija. Mi madre se giró sobre mi polla, sin sacarla y siguió botando sobre mí. Se paró con el culo bien en pompa, separó sus cachetes con las manos.

-¡Y el culo caliente de tu mujer! ¿No te gusta?

Mi padre se colocó tras mi madre y lamió su ano. Yo me movía bajo ella y la penetraba a la vez que la lengua de su marido jugaba con su ano. Mi polla se deslizaba por la vagina de mi madre y sentí que algo presionaba contra ella.

-¡Te gusta tener mi dedo en tu culo mientras te entra otra polla que no es la mía! – Le dijo él a ella.

-¡Siiií, me encanta que me folle tu hijo! – Mi madre estaba gozando. - ¡Clávame la tuya en mi culo y folladme a la vez!

Y así sentí la presión que la polla de mi padre hacía en el interior del culo de mi madre. Ella gemía y gritaba mientras mi padre entraba poco a poco, con trabajo. Se movía y daba placer a su mujer. Yo no podía moverme, mi polla estaba dentro de su vagina sólo para rellenarla. Mi padre se movía enloquecido y ella seguía gimiendo. Cristina se colocó a mi lado y empezó a besarme.

-¡Ya, ya me corro! – Mi padre clavó su polla y descargó todo dentro de mi madre.

Cayó al lado, exhausto disfrutando después de tantos años en los que no pudo hacerle el amor a su mujer. Mi madre estaba disfrutando con aquello. La agarré por las caderas y la penetré todo lo rápido que podía. Su orgasmo no tardó, entre gemidos y gritos se corrió. Se echó junto a mi padre y se abrazaron satisfechos por la dosis de sexo que habían tenido.

-¡Ahora te toca a ti! – Me dijo Cristina.

Agarró mi polla y empezó a hacerme una buena paja. Al momento empezaron a salir los chorros de semen que caían por mi cuerpo y la cama. A ella le gustaba verme tener un orgasmo y disfrutaba viendo como me retorcía de placer allí junto a nuestros padres. Después de descansar un poco nos levantamos y nos marchamos a la ducha, dejando a nuestros progenitores abrazados.

-¡Gracias hijos! – Nos dijo mi padre como despedida.

Tras la ducha nos echamos en la cama para darnos cariño. Desde ese día ya no tendríamos que esconder nuestro amor en casa y además tendríamos que ayudar a papá y mamá para que disfrutaran del sexo, lo que se dice una buena familia incestuosa.