Incesto entre un cura y su madre

Si leíste el título sabes de que va el relato.

Martina con los ojos cerrados se enjabonó las tetas, más que enjabonarlas las magreó bien magreadas, enjabonó el coño, más que enjabonarlo lo frotó cómo si lo estuviera masturbando, se dio la vuelta y se enjabonó el culo, más que enjabonarlo, masajeó su periné y su ojete para luego enjabonar las nalgas. Se volvió a dar la vuelta, apretó la yema de dos dedos contra los pezones de sus grandes tetas con areolas marrones e hizo círculos sobre ellos. Tenía la cortina de la ducha abierta. Sabía que su hijo la estaba mirando. Hacía un mes que la espiaba, el mismo tiempo que hacía que volviera del seminario convertido en cura. Estaba esperando destino y mientras tanto se mataba a pajas espiando a su madre en la ducha, en la habitación, follando con su padre... Ella lo sabía y se exhibía. Se masturbaba para él. Nunca pensó que se excitaría al ver cómo la espiaba, pero al hacerlo la primera vez que lo vio asomando la cabeza mientras la follaba su marido, se vició, necesitaba que la vieras, que sintiera sus gemidos cuando se corría.

Dos dedos enjabonados de la mano izquierda de Martina se habían metido en su coño y cuando los sacó estaban llenos con los jugos de una espectacular corrida. Álvaro con la cabeza de su miembro viril envuelta en un pañuelo para no manchar el suelo se había corrido escuchando los gemidos de su madre al alcanzar el clímax.

Algo más tarde estaban sentados a la mesa de la cocina hablando cómo si nada hubiese ocurrido.

-¿Ya sabes algo de tu destino, hijo?

-Aún no, pero no tardaré en saberlo.

-Bendice la mesa.

Ávaro bendijo la mesa y comenzaron a cenar.

Martina ya no aguantó más las ganas de follar con su hijo, así que fue a por él:

-Tengo una amiga que es una pecadora

-¿Necesita confesión?

-No, necesitaba a alguien que la escuchara, la escuché y no supe qué decirle.

-¿Es muy grave lo que le ocurre?

-Juzga tu mismo. Desea a su hijo. Se masturba para él. Sabe que su hijo se masturba viéndola, y no sabe si dar un paso adelante o seguir así.

Álvaro supo que llegara el momento que tantos años llevaba esperando.

-El incesto es un pecado muy grave, aunque sea de pensamiento, así que no se agravaría siendo también de obra.

-¿Entonces le digo que de un paso adelante?

-El pecado ya ha sido cometido.

Damián, el marido de Martina, era médico y esa noche estaba de guardia, y Martina, que era una mujer de 48 años, estatura mediana, de ojos marones, cabello marrón y corto, buenas tetas y buen culo, vistiendo una bata azul y descalza entró en la habitación de su hijo. Lo encontró sentado a una pequeña mesa leyendo una revista religiosa, y le dijo:

-Vengo a pecar contigo, hijo.

Álvaro giró la cabeza y vio cómo su madre se abría la bata, la dejaba caer al piso de la habitación y le mostraba todos sus encantos. Se levantó. La sotana y su delgadez hacían que pareciese más largo que un día de mayo. Se acercó a su madre, la cogió por la cintura, la morreó, y después le dijo:

-El pecado es usted, madre, es un pecado de mujer.

Martina se arrodilló delante de su hijo, le levantó la sotana y cómo no llevaba nada debajo se encontró con la verga.

-¡Qué barbaridad!

Era, era una barbaridad, tenía una verga que entraría justa en el tubo de un papel de water, y medía unos diecisiete centímetros, su capullo era puntiagudo y después iba haciéndose más y más gruesa hasta llegar a unos cojones cómo pelotas de golf. Marina rodeó con su mano izquierda el capullo y con la derecha el cuerpo del delito y lo masturbó mientras Álvaro se quitaba la sotana, después metió el capullo en la boca y lo mamó... Luego se la mamó metiendo toda la que le cabía en la boca... Le lamió y chupó los huevos, lamió desde la base al capullo. Le hizo una mamada en toda regla. Se veía que la beata, antes de beata fuera puta, o nunca dejara de ser puta, eso solo lo sabía ella. Cuando se puso en pie y volvió a besar a su hijo sus gordos pezones ya rayaban diamantes de lo duros que estaban. Álvaro lo supo cuando echó a su madre sobre su cama y posó la lengua sobre uno de ellos. Hizo lo que le gustaba, aplastarlo con la lengua y hacer círculos sobre él y sobre las areolas y añadió la mamada. Martina echó la mano al coño y comenzó a masturbarlo, Álvaro le pegó en la mano con la suya, se la quitó del coño, y le dijo:

-Eso no se hace, madre.

Martina se resignó.

-No, hijo.

Álvaro antes de cura fuera gaitero, ya que después de comer las tetas con maestría su lengua hizo estragos en el coño de su madre desde el primer segundo, ya que en el primer segundo metió todo el coño en la boca, pelos incluidos, y le metió la lengua dentro de una estocada cómo si se tratase de una polla, después lo lamió y succionó el clítoris, al succionarlo salió el glande de él y al lamerlo, Martina le dijo:

-Si sigues me corro, hijo.

-¿Quiere que siga o no, madre?

La respuesta de Martina fue coger la cabeza de su hijo y devolver la boca al lugar que estaba. Unas lamidas después le decía:

-¡Me corro!

Martina tembló, se retorció y levantó la pelvis hasta el infinito, pero su hijo no dejó de lamer el clítoris hasta que acabó de correrse.

Al acabar Martina resoplaba y se daba aire con las dos manos. Álvaro mirándola, le preguntó:

-¿Disfrutó, madre?

-Disfruté, hijo. Deja que descanse y haré que disfrute tú.

Álvaro, que le gustaba beber más que follar, se levantó de la cama, abrió un cajón de la cómoda y debajo de la ropa sacó una botella de Terry centenario al que le había quitado el dosificador, y a morro le echó un trago largo. Le preguntó:

-¿Quiere, madre?

Martina no daba crédito a lo que estaba viendo. Su hijo parecía un alcohólico y siempre echara pestes sobre el alcohol.

-¡¿Cuándo empezaste a beber?!

-En el seminario.

-¿Y dejas un polvo a medias para beber?

-Tú necesitabas descansar y yo necesitaba echar un trago. Es lo que hacía en el seminario.

-¿Eso hacíais para divertiros?

Echó otro trago.

-Para divertirnos hacíamos otras cosas.

Martina sumó uno más uno y le salió polla y culo.

-¡No! Allí solo había hombres

-Sí, madre, allí solo había hombres, sexo duro y alcohol. ¿Quiere el trago o no lo quiere?

-Sí, ahora lo necesito.

Martina se sentó en la cama y echó un generoso trago de brandy.

-Nunca lo podría imaginar. Has estado en un nido de maricones.

Álvaro puso la botella en el piso, y le dijo:

-Si, madre, salí de una casa de putas y me metí en otro antro de vicio.

-¿Qué casa de putas?

-¿Cuál va a ser, madre? La vi dándole al vicio con el jardinero, con su mujer... ¿Quiere que siga?

-¿Para qué? Fui puta en casa y una señora fuera, pero...

No la dejó acabar.

-¿Y yo matándome a pajas?

-¡¿Ya de aquella?!

-Ya de aquella, madre, ya de aquella.

-Pues ahora puedes resarcirte, hijo.

A Álvaro se le había puesto flácida la verga. Al meterse entre las piernas de su madre, Martina se la cogió y comenzó a jugar con ella... La frotó en su coño mojado, golpeó su clítoris con ella, puso su meato en el glande del clítoris y los frotó... Estuvo así hasta que se la puso dura. Álvaro jugaba con sus tetas. Cachonda de nuevo le preguntó:

-¿Me dejas que te monte, hijo?

-¿Es que papá no te deja?

-No sé, hijo, nunca se lo pregunté. Me cree tan decente..

-Entiendo. Monte, madre, monte.

Martina montó a su hijo, cogió la verga. La cabeza le entró apretada. Meter toda dentro de su coño iba a ser tarea casi imposible. Lo folló despacito y metiéndola hasta la mitad. Echándose sobre él para besarlo, le dijo:

-Es mucha verga para tan poco coño, hijo.

-Acabará entrando toda, madre, ya lo verá.

Después de darle las tetas a mamar, de darle su cuello a besar, sus orejas, después dárselo todo, le iba a dar una corrida brutal. Se echó sobre él, y le susurró al oído:

-Fóllame.

La folló metiendo la mitad de la verga, tal y como lo estaba follando ella a él... Cogiendo su culo metió y sacó cada vez más aprisa, hasta que le Martina dijo:

-¡Me corro!

Al correrse su coño se abría y se cerraba. Cada vez que se abría se la metió un poco más. Cuando acabó de correrse tenía toda la verga dentro. Le dio la vuelta y le dio a mazo. La folló a romper... Al rato ya era Martina la que le cogía el culo a su hijo y tiraba hacia ella para que la verga entrase hasta el fondo de su coño. En una de estas que estaba en el fondo, la verga descargo tanta leche que a Marina le pareció la corrida de un toro. Movió su culo alrededor y cuando su hijo estaba acabando de correrse, se corrió ella. Se corrió cómo una fiera, estremeciéndose, arañando la espalda de su hijo y mordiéndole en un labio. En su vida se había corrido con tanta intensidad.

Al acabar viendo sangrar a Álvaro por el labio, le preguntó:

-¿Te hice yo eso, hijo?

Era obvio que sí, por eso Álvaro le respondió:

-¡Qué polvazo tiene, madre, que polvazo tiene!

Martina lamió la sangre de su hijo, lo besó y después le preguntó:

-¿Quieres seguir?

-Sí. ¿Ya se la metieron en el culo, madre?

-No, hijo, aún no.

Era demasiada polla para tan poco culo, pero también parecía que lo era para el coño.

Quique