Iñaki, un vasco con un pollón de la hostia

Mi encuentro con un tío que presumía de un buen rabo difícil de creer hasta que una foto no dio lugar a dudas.

Mi vida es en muchos aspectos como una montaña rusa. A veces creo sentirme en la cima queriéndome comer el mundo estando dispuesto a todo, y otras, desciendo en picado casi como en una caída libre desde la que no veo el suelo. Es el precio a pagar por tener una personalidad como la mía, a la que los complejos le afectan de manera desmesurada haciendo estragos en el autoestima que me enclaustran en mi casa sin un atisbo de esperanza en querer traspasar la valla del jardín.

Pero otras, quizá por iluminación divina, por algún piropo esporádico o porque de repente no me reconozco en el espejo, me convierto en un tío con ganas de salir, de conocer gente con la que irme de cañas o tíos con los que meterme en la cama. En realidad siempre he preferido poder hacer las dos cosas, pero en pocas ocasiones he podido disfrutarlas. Y de esa idea hice mi bandera en los diferentes perfiles que tengo colgados en webs y aplicaciones: «Busco alguien con el que poder salir a tomar unas cervezas para luego ir a la cama; o viceversa. Follamigo suena mal, ¿o no?». Una descripción sencilla pero directa. Y desde el momento en que la fui copiando y pegando me llegaron solicitudes de conversación. Como siempre ocurre en estos casos, por cada decena de tíos con los que te topas, sólo hay uno con el que al final ocurre algo.

No me detendré mucho en los que habido en etas semanas porque quiero centrarme en el último: Iñaki. Sólo decir que antes de este encuentro he estado con un tío un par de meses en los que hemos cenado mucho y practicado mucho sexo, haciendo cosas que nunca creí. Sin embargo, llegamos a un punto en el que él quería más de lo que yo podía darle, imagino que porque sus sentimientos hacia mí eran más intensos. Y como no quise crearle falsas esperanzas, lo mejor fue hablarlo y dejar nuestra relación. Volví pues a estar en el mercado en una etapa un poco ambigua, porque esos momentos de querer quedar con tíos se entremezclaban casi por segundos con querer apagar el móvil y no encenderlo hasta el siguiente día laborable.

La semana pasada me habló un chaval de Bilbao que me cayó bien. Me dijo que le gustó mi perfil, por lo que creí que no iría tanto al grano. Me equivoqué, y casi en la tercera o cuarta frase que me mandó en forma de audio ya me preguntaba si era activo o pasivo. Algo que me corta un poco el rollo, porque pese a todo prefiero que nos conozcamos algo más antes de dar el paso a quedar. Y más estando a 400 kilómetros. Quise desviar el tema preguntándole por la edad, y desde ahí todo fue de lo más surrealista:

-Pareces muy joven por la voz -comenté.

-Tengo 32 años, aunque de polla algo menos -replicó con un descaro que me retrajo y al mismo tiempo despertó mi curiosidad.

-¿Algo menos? -pregunté con picardía.

-Veinticuatro centímetros.

Obviamente no me lo creí. Es cierto que alguna vez he podido disfrutar de un buen rabo, pero esas medidas se me hacían demasiado desmesuradas e irreales. No obstante, el tío me mandó una foto en calzoncillos que parecía corroborar que no mentía.

-Y ese soy yo de cara -aclaró tras enviar una segunda imagen-. Si te gusta lo que ves y nos caemos bien, para el puente de la semana que viene voy a hacerte una visita a Madrid.

La conversación se centró entonces en el sexo, en lo que a ambos nos gustaba y las cosas que preferíamos hacer. Me dijo que era versátil, pero que dependía de la polla del otro.

-¿Qué significa eso? -inquirí.

-Que si la tiene grande y gorda me dejo follar -admitió.

-Pues me temo que no es el caso -me lamenté.

No pareció importarle, pues siguió hablando elucubrando sobre las cosas que podríamos hacer.

-Me puedo sentar sobre ti para que me folles, porque así entra más. Y si no es mucho pedir me gustaría que me masturbaras al mismo tiempo.

Esas palabras derivaron en una conversación de lo más caliente que le llevaron a querer masturbarse porque decía haberse puesto cachondo. Para demostrarlo, me envió una foto de su polla tiesa. No mentía ni en eso ni en el tamaño. Además estaba el capullo quedaba semi oculto por la piel, lo cual la hacía aún más apetecible. Le escribí guarradas para que se pajeara consciente de que tras hacer eso nuestro encuentro real ya no tendría lugar por dos motivos: primero porque tras correrse Iñaki desaparecería; y segundo por mi vergüenza y pudor, puesto que si tenía "sexo virtual" ya no iba a ser capaz de quedar con él cara a cara. Casi acerté, pues al mandarme un audio en el que se le escuchaba llegar al éxtasis, pasó un buen rato hasta que me volvió a escribir. Se excusó en que había tenido que ir a limpiarse por la densa corrida.

-¿Quedamos para el puente entonces? -preguntó sin más-. Podemos poner en práctica todo lo que hemos dicho por aquí.

No me atrevería, y además ahora vivo en casa de mi madre, así que no dispongo de sitio. Pero es que el pollón de Iñaki, su masculina voz, y lo fácil que parecía hacerlo todo resultaban de lo más tentadores.

-No tengo sitio -aclaré por fin.

-Oh, vaya. Te diría que un hotel, pero la verdad es que no me gusta mucho la idea -cortó el audio, pero volvió a grabar otro-: oye, ¿nos damos los números de teléfono y hablamos mejor?

Acepté y me llamó a los pocos minutos.

-¿Qué tal, Ángel?

-Bueno, un poco avergonzado -contesté reprochándome mi forma de comportarme.

-¿Y eso por qué?

-No sé. Me daría un poco de reparo quedar contigo tras lo que hemos hecho.

-Pero así es más fácil, ¿no? Ya al menos sabemos lo que nos gusta. Pero escucha, que lo de tu perfil me mola de verdad: nos tomamos unas cañas y si hay feeling pasamos a la cama.

-Estamos demasiado lejos para eso, ¿no? ¿Vendrías hasta aquí sólo para unas cervezas?

-Es que yo estoy seguro de que no será sólo eso. ¿Me equivoco?

-¿Pero has visto mis fotos? -pensé en mis malditos complejos-. Y además, ya te he dicho que no la tengo muy grande.

-Eso no es problema.

No logré entender su insistencia. ¿Qué llevaba a un tío como él, aparentemente atractivo, con un rabazo, masculino y extrovertido, a querer quedar a cientos de kilómetros con un tipo como yo? Algo no me cuadraba, pero no supe cómo plantearle mis vacilaciones.

-Tampoco te creas que va a ser sólo sexo y cervezas -añadió-. Me gusta viajar y ver sitios.

-Es que es una pena que ahora esté en casa de mi madre -lamenté cada vez más convencido-. Tuve que dejar mi piso y aún no he encontrado otro.

-Si pagamos a medias podemos irnos a un apartamento de AirBNB. Es que la habitación de un hotel me parece… No sé explicarte.

La cosa se quedó en el aire sin llegar a concretar nada. Me acordé de mi mejor amiga y su ofrecimiento de dejarme su casa como "picadero" cuando le conté hace unas semanas que me estaba viendo con un colombiano que compartía piso. En pleno momento de excitación y calentura, la llamé:

-Tía, mira lo que me pasa -le conté-. ¿Te vas en el puente?

-Sí, de hecho tengo vacaciones, así que me voy a Almería una semanita. Pensaba llamarte para saber si ibas a ir también, pero ya veo que no. Puedes contar con mi casa.

Dicho y hecho. Fui en busca de las llaves el mismo sábado por la mañana antes de que se marchase. Se lo agradecí en el alma diciéndole que le debía una muy gorda. Una vez en posesión de ellas le mandé un WhatsApp a Iñaki.

-De puta madre, tío -celebró junto con un par de emoticonos.

Y desde ese momento hasta el miércoles mis nervios y la ansiedad se apoderarían de mí deseando por un lado que al final el vasco no pudiese venir por algún motivo. No obstante, en la soledad de mi dormitorio la idea se hacía de lo más estimulante al recordar el descomunal rabo que me había mostrado. La misma mañana del miércoles me fui a casa de mi amiga y allí esperé a Iñaki. Bajé a su encuentro cuando me dijo que ya estaba en la puerta. Era un tío delgaducho de mi misma estatura. De cara parecía menos atractivo que en la foto que me había enviado, y su descuidada barba tampoco ayudaba mucho. No sé si llegué a arrepentirme al verle. No porque fuera feo, pero no me gustó tanto como me imaginaba, aunque sí que sabía lo que guardaba entre las piernas. Nos fuimos a comer unas tapas a un bar cercano donde la conversación fluyó a ratos. Yo soy tímido en general, y él ya lo sabía o debía de intuirlo por las veces que habíamos hablado. Es verdad que él puso mucho de su parte, así que al final el rato no fue tan mal.

-¿Una siesta? -propuso con una picardía de la que yo no sería capaz.

Fuimos a casa, se la enseñé para que supiera dónde estaba el baño y el dormitorio y nos metimos en el salón con un par de gin-tonics .

-Eres más atractivo que en fotos -me dijo causándome cierto rubor-. Tienes unos labios súper carnosos, aunque a mí la verdad es que eso de besar no me va mucho -reconoció.

-Nadie es perfecto -traté de bromear aunque mi comentario estaba totalmente fuera de lugar.

-Entiendo que a ti sí -dedujo-. Yo ya te dije que era versátil. Porque además, acuérdate de que mencioné que me molaba tragarme la leche, así que no es que me den asco los besos ni nada de eso.

Entre su tono de voz, su aspecto masculino, y esa facilidad para hablar obscenidades sin ningún decoro le hacían muy distinto a mí.

-Mira, de recordar nuestra conversación del otro día ya me estoy poniendo cachondo -se señaló el paquete y era cierto que su polla ya se intuía por debajo de la tela-. Dijiste que empezarías chupando, ¿no?

Me pudo la timidez y la vergüenza, y él lo notó, claro.

-¿No te apetece? -insistió.

-Sabes que sí, pero… necesito mi ritmo.

-A ver si así te ayudo a decidirte…

Se bajó el pantalón descubriéndose el rabo que ya apuntaba al techo. No sé si serían tantos centímetros como había dicho, pero me pareció de un tamaño descomunal al que yo no estaba acostumbrado. No esperé mucho: le di un sorbo a la copa, me quité el jersey y me arrodillé frente a él, que permanecía sentado en el sofá. Percibí un intenso olor y vi brillar la poca zona del capullo que no estaba cubierta de pellejo. Era verdad que estaba ya cachondo porque debía de haber soltado alguna gota. La probé por fin. Me agradó ese potente y rancio sabor característico de una polla de la que ya ha brotado algo mezclado con el tiempo que había pasado desde que se duchara. Al tragarme la punta pude ver el tronco con toda su extensión. Era imposible meterme todo aquel trozo de carne. Iñaki se limitó a jadear mientras recibía mi boca. Fui intercalando la degustación del capullo con movimientos que deslizaban mi lengua por su rabo hasta llegar al denso vello púbico y a los huevos. Después me la volví a meter en la boca dispuesto a saber cuánto entraba hasta que me quedaba sin aire.

-Te gusta, ¿eh? -mascullaba con descaro-. Mírame.

Levantar la cabeza y cruzarme con sus ojos llenos de lascivia me causó bastante rubor. Seguí pues deleitándome con su pollón jugueteando con la piel, acariciándole la punta con la lengua o ayudándome incluso de una mano para pajearla. Noté cómo se recolocaba y supe lo que me iba a pedir:

-Méteme un par de dedos.

Obedecí buscando la entrada de su culo con el dedo índice sin despegarme de su cipote. Al llegar a su ano vi que era mejor ensalivarlo, así que me llevé la mano a la boca y mojé un par de dedos que comenzaron a entrar en su agujero.

-¡Joder! -exclamó él-. Sigue chupando, cabrón.

Ese tipo de insultos habían sido muy comunes durante aquella charla virtual que mantuvimos mientras se pajeaba. Reconozco que no me desagradaban, pero yo me veía incapaz de devolvérselos. De todas formas, mi boca estaba demasiado ocupada con su rabo, ya que el placer no sólo lo sentía él, pues tener un pollón así delante de uno no es para despreciarlo.

-Quiero follarte la boca -dijo consciente de que esa era una de las cosas con las que habíamos fantaseado.

Se puso en pie, me agarró de la cabeza y me la clavó entre los labios sin demora. Comenzó a embestirme con rudeza hasta que veía cómo me faltaba el aire.

-¡Oh sí, hijoputa! Me encanta follarte esa boca.

Me dio un poco de tregua para que tomara aliento y siguió haciéndolo durante un rato más. A mí es algo que me ha encantado siempre, pero quizá ahora hubiese agradecido un tamaño menor, si bien cuando te lo hacen con una polla que te entra entera hasta que tus labios llegan a la pelvis tiene su punto negativo. Iñaki empujaba cada vez más como queriendo explorar cuáles eran los límites. Tuve que apartarle porque yo ya no podía más.

-Joder, cabrón. Cómo me pone eso. Quiero que me folles ahora.

Yo creí que para ese primer contacto nos íbamos a limitar a una mamada y dejar así más cosas para otras ocasiones, pero Iñaki parecía quererlo hacer todo desde el principio. Me desvestí y me senté en el sofá con mi polla dura y ensalivada. Él apenas la rozó con la mano salvo para dirigirla a su culo mientras se dejaba caer frente a mí.

-Qué bien entra, hijo de puta -supongo que su abierto culo y mis medidas facilitaban mucho el asunto.

No costó que la tuviera ya dentro y comenzase a cabalgar sobre mí al tiempo que me miraba con unos ojos llenos de lujuria. Me encantaría saber qué diablos trasmitían los míos justo en ese instante.

-Pajéame -me pidió.

Se reclinó un poco y pude agarrarle la polla con la mano. Él mismo se llevó la suya llena de saliva para lubricarla. La sentí palpitante entre mis dedos, consciente de que una buena parte del tronco se quedaba sin estimular.

-Oh, sí, cabrón. Dale más fuerte.

No supe si se refería a los movimientos de mi mano o a los de la pelvis, si bien era él quien imponía el ritmo de la follada.

-Me voy a correr en tu puta cara, cabrón. Oh síiiii, joder.

Yo me mantenía en silencio, pero Iñaki seguía farfullando aquel tipo de comentarios. Por teléfono había mostrado un gran aguante, algo en lo que también diferíamos, pues yo estaba a punto de correrme tras unos pocos minutos disfrutando de follarme a un tío como ese con la excitación añadida de tener un pollón entre las manos. Se lo hice saber y se apartó con las ideas ya claras:

-Chúpamela entonces mientras me metes los dedos.

Se puso de pie sobre el sofá dejando caer su rabo sobre mi cara abriendo las piernas para que yo pudiera tener un mejor acceso a su agujero. Le metí un par de dedos, pero su culo pedía más. Incluso él introdujo alguno de los suyos. Con la otra mano se pajeaba mientras yo mamaba, intercalando mi ritmo con los movimientos de su pelvis, que a veces empujaba de forma más enérgica.

-¿La quieres en la cara o te la tragas? -preguntó entre jadeos.

Señalé mi rostro y poco después le tenía sacudiéndosela él sólo al tiempo que me miraba y seguía diciendo improperios.

-Oh sí, te voy a manchar la cara de leche, cabrón.

Se le tensaron los músculos y un sonoro gemido avisó que estaba a punto. Sentí los chorros de denso y caliente semen golpeándome las mejillas y los labios. Iñaki gemía con más rudeza.

-Hostia puta, Ángel, vaya corrida.

Que cambiara un insulto por mi nombre daba la sensación de cercanía, pero ahora la situación no podía ser más impúdica, con toda mi cara salpicada de su leche. Cuando acabó de estrujársela me volvió a ofrecer la polla para que se la siguiera chupando, si bien no aguantó mucho. Se agachó y probó su propia lefa, que hasta llegó a compartir conmigo desde sus labios a los míos. Pude al fin sentir su lengua en mi boca, lo cual provocó un repentino calambre en mi rabo, acentuado cuando Iñaki comenzó a pajearme con su mano.

-Avísame, que yo si quiero tragar.

Si acaso era posible ponerme más a mil, el conocimiento de que iba a poder correrme dentro de su garganta agudizó mi excitación, así que poco después le hice saber que mi momento había llegado. Se colocó sobre el suelo y se metió mi verga en la boca por primera vez. Apenas necesitó estímulo para sentir cómo iba descargando provocando que yo gimiera con ganas por fin, dejándome llevar por el momento mientras gritaba algún comentario tipo "Dios, oh sí".

Iñaki se apartó, le dio un trago a la copa y se sentó en el otro sofá.

-¿Qué tal? -preguntó.

Contesté alguna tontería y él siguió:

-A mí me ha encantado, cabrón. Vaya corrida.

Guardamos silencio unos segundos, pero él volvió a romperlo:

-¿Puedo echarme una siesta en el cuarto de invitados?

No diré que no me sorprendiese porque tampoco el viaje había sido tan largo ni había madrugado demasiado, porque además, ¿qué iba a hacer yo mientras tanto? ¿Y en el cuarto de invitados? No traté de persuadirle, así que le dejé y esperé viendo la mierda que ponían en televisión hasta que se despertase. Estuvo cerca de dos horas cuando apareció por fin en el salón vestido únicamente con sus bóxers negros y calcetines blancos.

-¿Qué haces? -preguntó.

-Aquí aburrido -dije recostado en la chaise longue .

-¿Pues qué hacemos para quitarte el aburrimiento? -dijo insinuante.

-¿Qué tienes en mente? -le seguí el juego.

-Lo mismo que tú.

Se acarició el paquete por encima de la tela mientras se acercaba hacia donde yo estaba.

-No, no te muevas -me pidió al ver que iba a incorporarme.

Se colocó de rodillas sobre el sofá y se restregó contra mi cara con el calzoncillo aún puesto. Me dejé hacer sintiendo cómo su rabo se endurecía por momentos y luchaba contra la tela dándola de sí. Abrí la boca para llevarme un trozo de su tronco entre los labios. Iñaki lo deslizaba de un lado al otro.

-Joder, pensaba que iba a durar más así, pero quiero que me la comas ya.

Dijo mientras se desprendía de la ropa interior para volver a colocarse de igual manera. Su polla tiesa apuntaba directamente a mis tragaderas. Me hubiese gustado que me dejara saborearla a mi antojo, pero se ve que eso de follarme la boca le atraía demasiado. Así, se inclinó hacia adelante para apoyar los codos sobre el respaldo y comenzó a dejarse caer metiendo y sacando el rabo a su antojo entre jadeos, gemidos y palabras malsonantes.

-Si quieres puedo follarte -propuso.

Yo me encogí de hombros, pero él se lo tomó como una aceptación.

-¿Qué postura prefieres? -indagó.

-Me da igual.

-Si dices que suele dolerte, mejor que decidas tú, que ya ves que no tengo una polla cualquiera.

-Pero si vemos que me molesta mucho lo dejamos.

-Sí, sí, claro.

Con un rabo como ese cualquier posición era buena, puesto que nuestros cuerpos encajarían de cualquier forma. Para hacerlo fácil, me incorporé y me coloqué tal cual estaba él: me puse de rodillas sobre el asiento, me apoyé en el respaldo y arqueé el cuerpo para entregarle mi culo. No tardó en acariciar la entrada con las yemas de los dedos, y al ver que necesitaba lubricación se agachó para lamerlo. No pude evitar exhalar un sonoro sollozo al sentir su lengua jugueteando en la entrada. Lo hacía de manera brusca dando a entender que a él le gustaba tanto como a mí. Escupió y comenzó a sondearlo con un par de dedos.

-Lo tienes cerradito -apreció.

Los dedos pudieron entrar más o menos, pero tampoco es que me resultara muy placentero, lo cual me hacía dudar de si realmente iba a disfrutar que Iñaki me follara. Entre mis divagaciones él fue colocándose dispuesto a romperme el ojete. Lo hizo despacio y me estremecí al notar la punta. Un primer impulso me llevó a pedirle que se detuviera, pero no hablé y él siguió. La fue metiendo poco a poco, pero costaba y yo me retorcía.

-Ángel, es mejor que te relajes.

-Es que me duele.

-¿Quieres que pare?

-A ver, espera un poco.

Sin llegar a meterla más me fue follando con cierta suavidad. Apenas había introducido la punta, por lo que para él no sería demasiado placentero. Para mí lo era cada vez más, pues mi culo se fue adaptando al pollón de Iñaki. Él debió notarlo porque iba empujando más adentro. No quiso tentar demasiado a la suerte, y tras unos pocos centímetros más volvió con sus embestidas. Me seguía doliendo, pero algo dentro de mí no quería que se detuviese. Por ello le pedí que cambiásemos de postura para ver si así resultaba más placentero.

-Lo mejor es que te pongas a cuatro patas.

No es la posición que más me apasione, pero reconozco que es la más apropiada, si bien tampoco aguanté mucho. Otro intento fue colocarme tumbado boca arriba y que él me la metiera haciéndose hueco entre mis piernas. Aquí pude disfrutar algo más, pero se ve que mi cara expresaba lo contrario, pues Iñaki desistió.

-Tampoco vamos a forzarlo -dijo-. ¿Quieres follarme a mí o prefieres mamar?

Si la mamada iba a ser una follada de boca casi que preferí clavársela yo a él, esperando que al menos ahora tuviera yo mayor aguante para poder satisfacerle más. Me pidió que me tumbara completamente y se dejó caer hacia mí. Una vez tenía mi polla dentro se echó hacia atrás apoyándose en los brazos.

-Pajéame, tío.

Tal como habíamos hecho antes, se la fui clavando mientras le masturbaba. Deslizaba mi mano por todo el tronco ayudándome en algún momento de la otra para rodearlo casi por completo. Luego se la estrujaba con fuerza mientras él pedía más.

-Me gusta que lo hagas fuerte -dijo.

Yo obedecía alentado por sus gemidos y sus ojos que imploraban que no parase.

-Fóllame, hijoputa.

Repetiría las mismas frases que antes intercalándolas con jadeos, suspiros más o menos sonoros y, en menor medida, silencios que dejaban escuchar las fricciones de nuestros cuerpos.

-Córrete dentro si quieres -me dijo.

Y luego, exaltado por el momento, volvió a preguntarme si quería que él descargase en mi boca. Supuse que sí él había sido capaz, y además me dejaba hacerlo en su culo, se merecía que le complaciese de esa manera. Porque además es algo que no me desagrada, y en aquella posición con su tieso y larguísimo rabo frente a mí sin poder estar chupándolo se me antojaba de lo más sugerente. Con todo, ahora fui yo el primero en correrme entre gemidos y espasmos que me llevaron a interrumpir la paja. Iñaki la retomó con ansias, estrujándosela de forma enérgica hasta que notó mi verga desfallecida, se la sacó y acercó el pollón para que se lo chupara. Lo hice a mi ritmo, que fue ahora más vívido ayudándome con la mano, que hacía círculos en su tronco al tiempo que me tragaba el capullo.

-Cabrón, que buen mamador eres.

Y así hasta que me apartó, se la volvió a pajear él hasta dejarla a punto y la devolvió a mi boca anunciándome que se corría. Un resonante gemido se escuchó al compás de los primeros chorros que fui degustando antes de tragármelos.

-Joder, sigue chupando, Ángel… Jooodeeer… No pares.

Y no me detuve hasta que también la fui sintiendo ablandarse dentro de mí, pero porque él se apartó, ya que yo, y a pesar de haberme corrido, me mantenía extasiado por ese trozo de carne tan sumamente apetecible.

Tras apartarse de manera definitiva ahora me preguntó por el baño para darse una ducha. Le dije que si quería que fuésemos a tomar unas cañas y así ducharme yo también. Me pidió que esperara, y cuando volvió le vi completamente vestido, así que supuse que sí saldríamos. Le sonreí, me metí en el baño y cuando salí Iñaki había desaparecido. Instintivamente miré el móvil y me había escrito: «Gracias por todo, pero me vuelvo a Bilbao». Le pregunté el motivo y se limitó a decirme que esperaba algo más.

Y eso me jode, pero no porque no pudiera dárselo, sino porque como siempre hago, se lo dejé claro desde el principio para que luego no hubiese desilusiones ni ocurriesen cosas de ese tipo. Y como dije al principio, pasé de estar en lo alto de la montaña rusa a solas con un tío dotado de un buen pollón que pocas veces he visto dispuesto a pasar unos días conmigo, a ser plantado a escondidas mientras me daba una inocente ducha.