Immortalis passionis III: La Fiesta de Bienvenida.

En el día a día encontramos obstáculos en nuestro camino, los cuales nos limitan o nos apartan de nuestras metas, o que simplemente nos aplastan los sueños, nuestras pasiones, emociones y por ultimo el corazón.

La Fiesta de Bienvenida I: Un Giro Inesperado.

–Hans–

Los días pasaron con sus noches, mis suspiros se ahogaron entre mis sabanas. Pensaba en él mientras mordía mis labios. Esa fue mi rutina al pasar las horas, al pasar esa semana en casa de Luke. Nada había cambiado. No hubo un milagro, tampoco una contusión en su cabeza, la cual le haría amarme.

Tanto tiempo fue el que pasó. Ya estábamos de vuelta a la facultad. Reencontrarnos con nuestros compañeros, nuestros deberes y con los maestros. El mantener ocupada mi mente era lo único que evitaba que yo desease mirar sus ojos.

– ¿Iremos a cenar antes de irnos de marcha? – Escucho a lo lejos que alguien me hablaba – H, pon un poco de atención tío. Te he hecho la misma pregunta tres veces – Dice mi amiga Gina con el ceño fruncido.

– Cena – Digo decididamente, aunque la fiesta de principio de curso no me animaba mucho, una semana en la facultad y ya toda la universidad pensaba en fiesta, alcohol y sexo. El planificar una fiesta para el recibimiento de los nuevos estudiantes fue algo agotador. Todo sea por ayudar a mi Luke para escapar de Mía.

Ese día había sido cansado, el tener ocho asignaturas nunca es fácil, pero es gratificante. Solo una clase me faltaba para finalizar el día y la semana. Filosofía, mi clase favorita, impartida por el Arquitecto mas buenorro de la facultad. Era difícil imaginar a un hombre de 30 años, majo y amante de la filosofía e historia antigua. Él era responsable de que mi viaje y estancia en Grecia fuese realidad. Como si pensar en el fuese la señal que esperaba para entrar al salón de clases, este abrió la puerta. Para mí es un ejemplo a seguir, aunque claro, no puedo negar que el tipo es de los que calientan hasta al mismísimo sol. Vale, que con sus 1.87, cabello corto a los lado y negro azabache como la noche más oscura que pudiese existir, con unos toques grises en la sienes, algo que lo hacía más humano, ojos tan grises como la plata fundida, su boca, una rapsodia a los deseos de besar, su cuerpo parecía ser normal, tirando a fibrado, su sonrisa era todo un espectáculo, tan franca y cálida. Pero como dije, es más un ejemplo a seguir, pero todo un deleite para los ojos, era normal que más de una de mis compañeras suspirase por él.

Caminó como siempre, tan seguro de sí mismo, colocó sobre su escritorio el maletín que portaba e hizo una rápida inspección con sus ojos, hasta clavarse en mí.

–Andrei–

Vale, ha llegado el momento en que me presente. Soy Andrei Jankowski. Arquitecto e historiador, ejerzo mi carrera en la firma arquitectónica de mi familia, pero también me dedico a impartir clases en una universidad. Tengo 30 años, no podría hablar mucho sobre mí, nunca es fácil hablar sobre uno mismo. Solo puedo decir que soy amante a la lectura, a la natación, la filosofía y la historia antigua.

Desde que me gradúe decidí que debía compartir mi pasión con los demás, así que tome el puesto de mi antiguo profesor de filosofía, también acepte el cargo como profesor de  historia del arte y la arquitectura e inicie una vida a medio tiempo como catedrático. Todo fue bien, normal, hasta hace dos años le vi llegar.

Al principio lo negué, pero con el paso del tiempo me di cuenta que tenia las cualidades que siempre había querido, seriedad, inteligencia, conocimiento, todo ello con una carita de niño malo que en realidad es bueno. Por si aun siguen con la duda, sí, soy gay, aunque mi vida privada la se llevar a como se debe, en privado.

Este sería un nuevo curso, uno más. No niego que me alegre al ver su nombre en la lista de mis futuros alumnos, por ello lo primero que hice al estar frente a la clase fue buscarle, sentir esa conexión, esa descarga eléctrica que mi cuerpo percibía al cruzar mis ojos con esos ojos de jade tan enigmáticos.

Allí estaba, sentado atrás, con una media sonrisa en señal de saludo. Ese lazo fue minúsculo.

– Buenas tardes – Saludo tranquilamente a los alumnos, algunos conocidos y otro tantas caras nuevas – Soy el Arquitecto Jankowski. Este modulo al que se han inscrito será Filosofía ­– mi vista viajaba de un rostro a otro, pero era el suyo, sus ojos eran los que captaban por más tiempo mi atención. Y la clase concluyó, tan rápido como había dado inicio, solo quedaban unos alumnos rezagados y el, Hansel, al cual le dedico una sonrisa mientras ordeno unos documentos para introducirlos posteriormente a mi maletín. Escucho pisadas y la puerta cerrarse, pero al cabo de uno segundos escucho nuevamente el andar de unos pasos firmes que se acercaban a mi escritorio, echo una mirada por encima de mis gafas y le veo, tan alegre, con su sonrisa

– Fue maravilloso – Me dice con entusiasmo.

– Es un gusto que te haya gustado la clase – Le digo sonriendo, sin poder hacer mas nada.

– No hablo de la clase, a pesar de que ha sido excelente. Hablo del viaje, fue emocionante desde el mismo instante en que usted me ha dicho que había conseguido para mi, el hospedaje y facilidades – Eso lo recibo como una forma de agradecimiento.

– No fue nada, tú has hecho y costeado la mayor parte para ese viaje.

– Nada de eso, sus clases y su pasión por la historia me ha hecho imaginar mil y un escenario en mi viaje, cada calle, plaza, estatua, columna, todo ello me recordaban sus palabras, sus historias, el fervor con el que impregna sus palabras – Al escucharle así, tan extasiado, no pude más que sentir unas inmensas ganas de decirle que solo lo había hecho para que uno de sus sueños se hiciesen realidad.

– ¿Y qué tanto hiciste en ese viaje? – Le pregunto con interés.

– Casi de todo, menos encontrar el Vellocino de oro – Dice para luego reír, risa que acompaño sin pensarlo.

– ¿Sabías que yo intente robar una columna del Partenón? – Le pregunto con mirada maliciosa para después reír a carcajadas – No, vale, que es broma, pero si ha sido uno de los lugares más espectaculares a los que he ido. Es una lástima la situación en la se encuentra sumido ese hermoso país – Digo.

– Una verdadera lástima, pero todo mejorara – La esperanza se escuchaba en su voz ­– También he escalado el Olimpo, pero fue una lástima el no encontrar a Apolo – Dice con algo de pena fingida – Pero vale, creo que mi profesor de filosofía esta mas bueno que el ­­­– esa última frase capta mi atención, pero cuando lo veo fijamente, el se percata de lo que ha dicho y abre sus ojos como platos.

–Hans–

La he cagado. Es lo único que pasa por mi mente, le he tirado los trastos sin pensar y creo que él lo ha notado. Trato de hablar pero mi boca se niega a gesticular palabra alguna. No sé cómo arreglarlo, lo único que puedo hacer es reír como loco, simular que todo lo he dicho de coña.

– ¿Estará presente en la fiesta de bienvenida? – En mi intento de salvar el día, trato de cambiar el tema, esperando que el fuese lo suficientemente educado, o lo suficientemente despistado, cosa que dudaba, como para seguir el asunto.

– La verdad no sé. No creo que alguien tan viejo como yo se sienta a gusto entre tanta gente joven. – Su voz era apacible, como si mi último comentario no hubiese sido inoportuno, abro mi boca para hablar.

– Usted no es un viejo – salto de inmediato – Aun se conserva muy bien – Me pateo mentalmente.

– ¿Crees que no soy viejo? – Pregunta con una sonrisa mientras se levanta.

– Definitivamente no es un viejo – Digo serio, mientras veo como rodea el escritorio y se inclina un poco para poder sentarse levemente en el borde del mismo.

– No soy un viejo, pero me sentiría fuera de lugar, tampoco tendría compañía – como si sus gafas le estorbaran, se las quita, sus ojos al no estar obstruidos por el brillo del cristal, se ven aun más hermosos.

– Yo… yo le podría hacer compañía – digo tragando saliva – Digo, al final yo soy uno de los organizadores del evento.

– Con mucha más razón no me puedo permitir el abuso de despojarte de tu diversión ­– su cara era seria, pero sus ojos eran tan cautivantes, tanto que sin pensarlo me moví ligeramente, hasta apoyar mi mano libre en el borde del escritorio. A esa distancia tan próxima pude sentir su aroma, era fuerte, con un toque de madera y tabaco, aromas que me encantaban. Ese hombre me arrancaba los deseos por besarle, lo cual se vio intensificado por la costumbre que tenia de jugar con sus labios y su lengua.

– No sería una mala idea – digo en el momento en que la puerta del salón se abría para dejar pasar a alguien, a Luke, quien entro a trompicones al salón.

– Lo siento maestro, no pude entrar a la clase por razones importantes – Dice mi amigo. Al verlo mi corazón dio un salto en mi pecho.

– Déjame adivinar – su voz denotaba seriedad, pero espero unos segundos para continuar – Los preparativos de la bienvenida ­– dice aun serio pero luego sonreír de lado – pierde cuidado, pero debes ordenar tus prioridades y yo me debo ir – con su caminar confiado rodea el escritorio y toma su maletín, cuando llega a la altura de la puerta, se voltea y sonríe – Espero que no me dejes solo – Me dice y con un gesto de su mano se despide, cerrándose la puerta tras su salida.

– ¿De qué iba todo eso?, estoy seguro que de tanto leer se ha quedado chalado. – Dice Luke con una risilla. – Anda, que debemos terminar con los preparativos, el Dj que hemos contratado no ha aparecido y aun debe de instalar su equipo.

Caminamos mientras Luke me daba la lata de todo lo que hacía falta. Yo solo quería descansar un poco, aunque las ganas de estar con él eran mayores. Ver como gesticulaba con las manos, cada gesto que hacia me impedía dejarlo. Ver su cuerpo, su cabello negro y esos ojos con color indefinido, eran la oda a la perfección humana, o por lo menos mi mente enamorada me hacía pensar eso.

Después de todo, la fiesta no había sido tan mala idea. Gina se paseaba de un lado a otro, entre los nuevos alumno, estaba seguro que esa noche se morrearía a más de uno. Luke por su parte había desaparecido con Mía, mientras tanto yo estaba junto a la barra que habíamos mandado a instalar. Sentí unos golpecitos en el hombro, por lo cual di media vuelta, solo para encontrarme a unos centímetros de su rostro, en el cual se dibujaba una sonrisa cálida.

– Espero que te encuentres sin compañía por elección y no porque tus amigos te hayan dejado solo – esa era una gran forma de saludar. Instintivamente di un paso atrás para cortar un poco con la proximidad de mi profesor de filosofía. Hasta ese momento pude notar que no portaba su característico atuendo de catedrático. Su figura se veía más delineada en esos vaqueros de azules, que resaltaban unas piernas largas y definidas por músculos marcados. Mi mirada le recorrió sorprendido de forma ascendente, hasta toparme con un bulto de proporciones generosas. No pude evitar enarcar mi ceja derecha ante tal apreciación visual, que era sobre todo grata. El hombre sabía salir de sus estándares. Vestía además con una camisa manga larga blanca, que llevaba un poco arremangada hasta casi llegar a los codos, esta se ceñía al talle de sus musculosos brazos. Con una sonrisa bobalicona trate de contestarle lo más casual que pude, tratando de disimular en mi no tan discreto escrutinio.

– Arquitecto Jankowski – Dije sonriendo y un poco alto para hacerme oír sobre la música que en un instante se hizo más fuerte. – Pensé que no vendría. Pero si estoy solo por elección.

– La verdad no deberías elegir estar solo, estoy seguro que muchas personas estarían encantadas con tu presencia y no solo lo digo por tu apariencia. – Sus últimas palabras tenían mayor énfasis al ser pronunciadas y no por el hecho de que tuvo que elevar su voz para hablar. – Pero veo que este barullo ha tenido éxito, no solo hay caras nuevas, de los cursos superiores se han permitido la oportunidad de venir.

– Seguro que están aprovechando a que en la primera semana los profesores son un tanto humanos y no nos cargan de asignaciones – Le digo sonriendo burlonamente. – A partir de este momento la mayoría dejara las caras alegres para convertirse en zombies. – Su risa me llego como el tintineo de metal chocando, era una risa melodiosa, fuerte, contagiosa.

– Tampoco todos somos tan crueles, ¿O sí? – Pregunta mientras le hace señas al barman para que se acerque. Hasta sus movimientos eran coordinados y firmes, pero al mismo tiempo naturales. Mientras hablaba con el barman solo pude concentrarme en el hoyuelo que se formaba en su mejilla mientras gesticulaba. ¿Es qué este hombre no tener algún defecto? Mire que su rostro volteo en mi dirección y que me hablaba, pero no había logrado entender las palabras que salían de su boca.

– ¿Qué ha dicho? – Le pregunto sacudiendo un poco mi mente.

– Te he preguntado si se te ofrece algo – Me dice sonriendo.

– Lo mismo que usted. – El me mira con cara de sorprendido.

– Pensaba que tú no tomabas. – Me dice sorprendido, pero se encoje de hombros y pide una cerveza. – Espero que estén pidiendo identificación. – Suelta de pronto, el volumen de la música había descendido un poco. – Seria muy irresponsable que tantos críos se pusieran en plan botellón en plena universidad. – Decía en tono serio mientras me pasaba la cerveza.

– Tampoco es que todos sean santos – Le conteste al tomar la cerveza y tratar de abrirla con la mano, imitando la acción de mi interlocutor, pero fracasando en la tarea. Sentí como mi frente se arrugaba al hacer fuerza, pero no lograba retirar la chapa de la botella. Solo escuche la risa que salía de la boca del Arquitecto Jankowski.

– No santos, pero si inexpertos – Me dice tomando la botella de mi mano y abriéndola en unos segundos. Cuando me entrego la botella en su rostro había una sonrisa que mostraba un aire de superioridad que me desafiaba un poco. Sin pensarla dos veces, tome dos grandes sorbos de cerveza, no era un gran tomador, mi experiencia con el alcohol solo abarcaban un par de fiestas donde termine dormido en un sofa y en las reuniones familiares que efectuaban mis abuelos cada año en noche vieja. Al sentir el sabor amargo de la cerveza, sentí el deseo de expulsarla de la boca, pero no quería darle el gusto de verme como alguien inexperto. Mi única respuesta a la bebida fue mi ceño fruncido mientras apartaba mis labios de la botella. Pero el me seguía viendo con esa sonrisa burlona en sus labios.

– Le puedo asegurar que la mayoría de los adolescentes presentes han tomando más que usted – Le dije después de otro sorbo.

– Aunque sea muy penoso aceptarlo, es la verdad. No soy el tipo de persona que le guste pasarse de copas. – Yo sentía un pequeño mareo, pero aun así le imite cuando él se llevo la botella a la boca. Mientras bebíamos, observaba como tomaba la botella y como sus labios hacían contacto con la boca de la botella. – Aunque puedo alardear de mi resistencia al alcohol. – Yo no podía presumir de ello, al finalizar la primer botella, sentía como mi cuerpo se ponía más ligero. Aun no estaba borracho, era ilógico.

– ¿Usted no es casado, cierto? – Hasta yo mismo me sorprendí al formular esa pregunta. Pero mi profesor solo sonrió, al parecer nada le hacía borrar esa sonrisa y parecía que en cada momento se hacía más hermosa. Para disimular un poco le hice una seña al barman para que trajese otra cerveza para destaparla por fin por mi cuenta y así volver al ataque. – Lo digo porque he notado que no usa anillo de bodas. – Le digo antes de beber un poco de la botella. Cada vez le iba tomando gusto a la cerveza.

– Hagamos algo. No me sigas tratando de usted, llámame Andrei, ¿Vale? – Yo asiento en respuesta. – Y contestando a tu pregunta, es cierto, no estoy casado. – Dice haciéndole una señal al barban y colocando la botella vacía en la barra. En ese momento sentí la imperiosa necesidad de ir al baño, pero podía aguardar unos minutos más o hasta haber acabado con cerveza que aun tenía en la botella. En ese instante la música comenzó a subir un poco e hizo casi imposible que siguiésemos hablando sin elevar la voz.

– ¿Y por qué no te has casado? – Le pregunto casi gritando para que el me escuchara. El se acerca a mí un poco, puedo sentir la proximidad de su cuerpo, poniéndose frente a mí, acerca su boca a mi oreja y así pude sentir su aliento mientras soltaba aire para contestarme, fue una exhalación un poco pausada y larga.

– Porque soy… – Su respuesta se vio interrumpida por el saludo de una profesora, Miss Serrano, la profesora encargada de literatura inglesa. Sus manos se cerraron en torno del brazo musculoso de Andrei, pasando del típico contacto para saludar a todo un sobón.

– Vale que casi no lo he reconocido con ropa casual – dice la recién llegada, apartando por fin sus manos de bíceps de mi profesor de filosofía. – Se ve tan diferente, más joven, bueno tampoco es que usted sea tan viejo – Dice atropelladamente Miss Serrano. En sus mejillas se notaba un pequeño rubor y gracias a la proximidad pude sentir en su aliento, el vestigio del alcohol.

– Gracias, pero yo tampoco la reconocería con ese atuendo. ¡Qué se ve guapísima! – Le contesta Andrei con educación, pero tenía razón, ella era una mujer que casi terminaba entraba a los cuarentas pero aun conservaba un cuerpazo que cualquier mujer de menor edad le envidiaría.

– Esta fiesta esta divertidísima. – Definitivamente la maestra se había pasado de copas en tan solo tres horas. – Deberíamos bailar un poco. Me han comentado que usted es un bailarín muy ágil. – Sus ojos parecían que estaban acariciando la piel de Andrei y yo me sentía un tanto… ¿Celoso?, no, definitivamente molesto, estábamos en una conversación agradable y esta profesora con problemas de alcohol venia a coquetear con Andrei. De mi boca salió un bufido que no pasó desapercibido para Andrei, quien me miro con cierta pena. Yo solo pude tomarme de un trago el restante de la cerveza. ¿Con esta cuantas llevaba? No importaba. Pedí otra, ya se me hacia fácil el destaparla.

– Charlotte, gracias por la invitación y el elogio pero hoy no será, lo que suena no es de mi agrado, ni del tipo de música que me guste bailar. – Le contesto al fin Andrei a Miss Serrano, la cual hizo un puchero, pero terminó sonriendo lascivamente, apretujando demás su cuerpo con el de Andrei.

– Pero si esta música es algo sensual – su tono de voz era impertinente, vulgar e inapropiado. Esa actitud provocadora hizo que mi ceño se frunciera, pero lo único que hice fue volver a tragar a prisa de mi bebida, terminarla y pedir otra, que empuje rápidamente a mi garganta. Andrei solo me observaba y apartaba delicadamente a la profesora de literatura inglesa.

– Hoy no. – Fue su respuesta a lo cual la mujer se apartó un poco y le sonrió.

– Esta bien, pero invítame a un trago.

– No creo que sea buena idea – Digo seriamente, captando así la atención de mi ex profesora.

– ¡Oh! Cariño, si eres tú. – Dice con sorpresa la aludida. – Cada vez te pones más guapo. – Dice al acercarse para darme dos besos como saludo. – Aun conservo tu ensayo final, fue exquisito, franco, sincero y un tanto crudo. Deberías estudiar política, seguir los pasos de tu padre, porque nadie, ni siquiera yo habría hecho tales observaciones sobre la revolución americana. – A pesar que eso había sido un halago en toda la regla, fue arruinado por la mención de mi padre.

– Gracias. – Esa fue mi respuesta.

– Anda, deberías de ir a tomar un poco de aire fresco. – Le dijo Andrei, quien la tomó del codo derecho y se la llevo con dirección a los jardines internos de la universidad. – Vuelvo enseguida. – Me dijo en voz alta, para luego seguir caminando mientras arrastraba a la ebria profesora de literatura.

Después de unos minutos y tomarme otras dos botellas de cerveza, mi vejiga me recordó que debía ir a los baños. Al llegar a los baños del primer piso, me entere que no iba a ser posible hacer uso de ellos. Habían unas cuantas parejitas teniendo sexo, así que opte por ir a los del segundo piso, para ello debía tomar el ascensor, pero estaba fuera de servicio, seguro que alguien lo había detenido desde adentro y así tome nota de no hacer uso de él como mínimo una semana entera. Tomé los caminos más cortos a las escaleras del segundo piso. Los baños estaban despejados.

Quise despejar mi mente un poco y por supuesto bajar los niveles etílicos de mi sangre. Mientras caminaba, pude escuchar ruido en uno de los salones. Era algo raro, no había visto subir a nadie, así como no me había encontrado con nadie en el camino. El ruido era amortiguado y se podía escuchar claramente gracias a que el edificio esta insonorizado, por lo tanto el barullo externo no se colaba dentro.

Camine hasta donde había salido el ruido, era el salón de redacción argumentativa. Abrí lentamente la puerta y en ese momento sentí que el licor salía enseguida de mi cuerpo, así como sentí que mi alma caía para dejar solamente mi cuerpo vacio.

La escena era algo que nunca hubiese querido ver. Las cosas que deberían ir sobre la mesa, estaban esparcidas sobre el piso y sobre la mesa había una pareja. En el momento en que ella levanto su cabeza de rojos cabellos,  mis ojos se cruzaron con los suyos, me miraban con aire soberbio y con cierta malicia mientras me dedicaba una sonrisa. Estaba completamente desnuda, sus tetas saltaban al compas de sus movimientos de cadera. Se movía lentamente para luego apoyar las manos sobre los pectorales de su jadeante acompañante. El solo verla a ella me indicaba quien era el hombre sobre la mesa, pero sus rizos fueron los que reconocí, los que me permitieron saber quién era. Mi Luke. La sonrisa de Mía era perversa, lasciva, mostraba cierto triunfo. Eso me basto para que yo cerrase la puerta, no demostré ninguna reacción, solo la cerré, camine un tramo y cuando doble por un pasillo eche a correr, no lloraba, pero sentía que iba a morir. Me preguntaba él porqué, pero no encontraba respuesta.

Corrí hasta llegar a la fiesta, donde el sonido de la música era tan fuerte que no podía escuchar con claridad ni mis propios pensamientos, pero mi corazón latía fuerte, sentía calor, rabia, decepción. Me acerque a la barra y pedí un trago doble de ron con cola. El barman no preguntó nada, seguramente mi cara revelaba algo. Me bebí el trago de antes de que el barban lo hubiese puesto sobre la barra e inmediatamente le pedí otro.

En el momento en las manos fuertes de Andrei impidieron que me tomara otro trago, ya no llevaba la cuenta de cuantos me había tomado. Mi cara dibujo una sonrisa idiota y le solté a Andrei lo primero que se me ocurrió.

– ¿Ya te la has follado? Si que tardas, menudo polvazo, la has de haber dejado muerta sobre la grama. – Le dije atropelladamente para luego soltar una carcajada.

– ¿Cuánto has tomado? – Me preguntó con tono serio, decidido pero no se notaba enojo en su voz. Yo solo atine a soltar una risilla.

– ¿Cuántos crees que me pude haber tomado mientras estabas con Miss Puta en el jardín? – Le pregunte desafiante, pero él no me contesto. Me tomo del brazo, podía sentir su mano dura, la cual sujetaba mi brazo izquierdo con fuerza. Me pasó el brazo derecho por la espalda, para depositar su mano sobre mi cadera y así guiarme hasta el estacionamiento.

– ¿A dónde me llevas? – Pregunte indignado. – La estaba pasando bien.

No recibí respuesta alguna mientras llegábamos a su auto, un Volvo plateado, a la luz de la luna parecía estar hecho de plata, o seguro era mi borrachera que lo hacía ver así. Tampoco recibí respuesta a mis múltiples preguntas en su coche. Al cabo de unos minutos, los cuales parecían ir en cámara lenta, llegamos a un edificio cercano a la universidad, en un sector de la ciudad donde viven las personas pudientes. Después de un viaje corto en el elevador, en el cual Andrei me sostenía entre sus brazos, llegamos a un piso amplio, definitivamente era un lugar donde vivía alguien con dinero. Si mis condiciones hubiesen sido otras, habría admirado los libreros que tapizaban una pared entera del lugar, o la armonía arquitectónica que poseía, así como la vista que ofrecían los grandes ventanales que conducían a un balcón amplio que parecía invadir el interior.

– Anda, siéntate aquí. – Me dijo Andrei, quien me apoyaba sobre un sofa de negro dos plazas. – ¿Qué te ha pasado? – Me preguntó mientras se sentaba a mi lado y me miraba a los ojos. Mi única contestación fue una sonrisa y después un sollozo, para después quedarme callado y contemplar sus ojos grises, que con la luz tenue del lugar se miraban más oscuros.

– ¿Alguna vez te han dicho que eres guapo? – Le pregunte riendo. – Guapo, inteligente y no sé que mas. – Dije en medio de una contracción involuntaria. El licor me había provocado hipo.

– Traeré un poco de agua. – Me dijo dejándome en el sofá, para luego regresar con un vaso de agua fría. – Toma un poco, eso te ayudara a que todo ese alcohol baje, no creo que a tus padres les agrade que llegues así y yo no creo que quieras llegar en ese estado. – Su voz era pausada, la preocupación se encontraba en ella. Las lágrimas asaltaron mis ojos y me sentí desfallecer.

– No quiero que el alcohol baje, no quiero llegar a mi casa – Dije gimoteando – No quiero sentir dolor – Lleve mis manos a mi cara mientras trataba de no gemir mientras lloraba, sus manos se apoyaron en mis hombros y yo me aproxime a él para enterrar mi cara entre su pecho.

En su pecho me sentí seguro. Llore no se por cuanto tiempo, quejándome del amor, mientras él me escuchaba y acariciaba mi cabello. Me acerque más a él para sentirme más cómodo. Levante mi cabeza y lo vi a los ojos, su mirada era tan segura y en un instante sentí la enorme necesidad de besarlo, esos ojos de plata me hicieron besarlo.

–Andrei–

Su aliento con sabor a ron se sentía cálido, sus labios eran torpes, pero seguros, su lengua luchaba por entrar en mi boca, trate de apartarlo, o por lo menos tuve la intención de hacerlo, pero al final cedí y mis labios recibieron al cuerpo intruso con sabor dulce. Mi conciencia tomo control de mí. Esto no era correcto por diferentes motivos, pero sus manos tocaban mi cuerpo, el cual reacciono a sus caricias, sentía como mi miembro crecía, siendo presionado bajo la tela del vaquero. Sus manos hicieron volar los botones de mi camisa y tocaron mi abdomen, surcando las líneas que dibujaban mis músculos. Sus labios viajaron de mi boca a mi oreja, donde sus labios la atraparon. Me sentía fuera de mi mismo, mis manos también se aventuraron a viajar por su cuerpo, por su anatomía perfecta, por esos firmes músculos y su piel blanca.

En un momento en el cual yo me debatía entre lo correcto y sus caricias, el se separo de mi y sus ojos se llenaron de lagrimas.

– Yo esperaba ser el primero. – Me dijo en pleno llanto, lo cual me trajo de nuevo a la realidad. – Pero él tenía otros planes, los he visto follando. – Me dijo con tristeza, mientras me miraba y trataba de acercarse y besarme de nuevo.

Le deje besarme un rato mas, pero no era igual, así que le aparte lentamente. Tomándole por los brazos le puse en pie.

– Debes dormir un poco. – Le dije serio. – Ya mañana olvidaras todo esto.

No recibí respuesta vocal de su parte, así que lo guie hasta mi habitación, en ese instante me di cuenta que su ropa estaba sudada, su cabello castaño alborotado.

– ¿Te gustaría tomar una ducha antes? – Le pregunté, el solo me quedo viendo y se comenzó a desvestir, dejándose como única prenda los bóxers blancos y ceñidos que llevaba. No pude apartar los ojos de su piel tan blanca como el mármol, de su esbelto y juvenil cuerpo, de sus pezones rosados y pequeños, de sus pierdas gruesas y esculpidas, de ese bulto increíble en semierección que se dibujaba bajo la tela de algodón de su ropa interior.

Levante mis pies mientras apartaba de mi mente todo deseo que pudiese tener, no quería aprovecharme de su estado.

Abrí la llave del agua fría mientras él estaba viendo la operación.

– ¿No te ducharas conmigo? – Preguntó mientras entraba.

– Hoy no. – Le conteste.

Dio un salto en el momento en que el agua hizo contacto con su piel, había olvidado despojarse de sus bóxers, los cuales al estar mojados dejaban ver perfectamente su miembro que reaccionaba al agua fría. Salí de mis pensamientos cuando le vi caer sentado. Sin importarme que mi ropa se mojase, entre a la ducha para ver si estaba bien, cuando me miro su risa se hizo presente.

Yo estaba mojado de pies a cabeza y el agua estaba fría. Mis manos rozaban su piel caliente.

– Báñate conmigo. – Me suplicó con ojos anhelantes. Lo puse en pie y comencé a desnudarme por completo. Mientras me despojaba de mi ropa, el tocaba mi cuerpo con las yemas de sus dedos, sus manos se detuvieron en mis bíceps, tocándolos, apretándolos.

– Con razón Miss Serrano no dejaba tocarte. – Me decía mientras yo luchaba por desprenderme de mis vaqueros mojados.

Sus labios hicieron contacto una vez más con mi cuello, aquello era demasiado, si aún quedaba algún vestigio de que no tuviese una erección en toda la regla, sus labios lo borraron. Cuando hube terminado de sacarme los pantalones y quedarme únicamente con mi slip negro, el se separó de mi y con una sonrisa triunfal se volvió a acercar a mí, para meter mano bajo mi única prenda y tocar mi miembro.

Mientras sus labios besaban los míos, sentía como la piel de miembro era retraída por su cálida mano. Mis manos salieron disparadas a apretar su cuerpo contra el mío, mis pies se movieron para arrastrarlo contra las baldosas de la ducha y así dejarlo sin escape. Comencé a tocar su espalda con vigor, luego mis manos descendieron hasta su culo de nalgas duras y calientes. No pude evitar hacer presión sobre uno de sus glúteos. No creo que hubiesen unos más duros que esos. Con su mano libre se colgó de mi cuello, mientras que la otra toqueteaba mis huevos.

– La tienes grande. – Me dijo en medio de un jadeo gracias a que yo lamia su oreja con pasión, queriendo arrancársela de su lugar.

Sus labios descendieron a mi pecho, llegando así a mis pezones que estaban duros como piedra. Su lengua jugueteaba con ellos, sus dientes me hacían gemir de gozo. Tome el gel de baño y rocíe su cuerpo. El aroma a durazno inundó mi olfato y mis manos competían con la espuma en la labor de abarcar su cuerpo. Frote cada parte de su cuerpo. Su espalda, su cuello, su marcado abdomen, su culo de campeonato que me tenía como un burro, lo despoje de su única y mojada prenda, dejando al aire un miembro bamboleante, grueso, rosado y largo, que era acompañado de un par de testículos rozados y grandes, todo en su cuerpo era armonioso y proporcionado.

En mis manos anude su virilidad juvenil y con el gel frote su miembro, ganándome sus gemidos como un premio a mi labor. El repitió la misma labor, rociando mi cuerpo con el gel y frotándolo hasta dejarme completamente limpio.

– No sabes cuánto pensé con un momento como este. – Le solté cuando me separe de sus labios para tomar un respiro. Sus brazos se colgaron de mi cuello, sus piernas se atenazaron en mi cintura y mis manos fueron el punto de apoyo que se anclaron en sus nalgas. Camine con él hasta la habitación, donde lo tumbe en la cama. En sus ojos y en su lento hablar se notaban aun los efectos del alcohol, razón por la cual aun me atacaba la moral, pero sus caricias me hacían perder la cordura.

Mire su cuerpo, su entrega. Bese su piel, su bajo vientre, en el momento en que había decidido dar inicio a una sesión de sexo oral, levante mi vista y me encontré con su cabeza inclinada a un lado, sus ojos cerrados y su boca entreabierta. Se había dormido. En mis labios se dibujo una sonrisa.

– Sera en otra amigo. – Le dije a su pene que ya estaba volviendo a su estado de flacidez. Con mis labios recorrí de forma ascendente su abdomen, hasta llegar a sus labios, donde deposité un tierno beso, sin rastro de pasión.

A su lado me acosté, aproveche el momento en que él se dio la vuelta, para darme la espalda y así juntar su cuerpo con el mío y abrazarle. Conté sus latidos, ganando así la inconsciencia producida por el sueño.

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Si han llegado hasta aqui, solo les puedo decir, Gracias.

Gracias por esperar tanto tiempo. No daré excusa alguna, no hay ni una sola que sea valida.

Espero que hayan disfrutado de este capitulo, el siguiente ya esta en el horno para ser publicado.

Aprovecharé la ocación para mandar un saludo a dos grandes amigos, que me han ayudado a salir de mi bloqueo, que han despertado a mi dormida imaginación y todo con sus sabias palabras. Un gran beso dirijido a Argentina y otro a Francia, ¿Y por qué no? También les mando un beso a todos los que han leido mis relatos.

Muchas Gracias.

KASP.