Imagino tu regreso

La pasión desatada de una pareja que ha permanecido un largo tiempo sin verse.

Imagino tu regreso

Como quien disecciona un mapa.

Apareces en el marco de la puerta hermosa. Rubia platino, ojos verdosos de mirada tierna que ahora me examinan con un toque pícaro y deseoso. Tu blusa blanca y fina, transluce un sujetador negro de suave apariencia que deja ver buena parte de tus níveos pechos. Una falda negra por la que asoman unas delgadas y sexys piernas enfundadas en unas medias de rejilla. Mi erección me expone a tu deseo.

Entras y cierras la puerta, me abrazas. Siento tu tierno aroma, y percibo en tu mirada un deseo incontrolable por poseerme. El deseo es mutuo. Te beso, primero suavemente tanteando tus labios, recordando viejas sensaciones, para terminar fundiéndonos en un apasionado beso, mordiéndonos y comenzando a acariciarnos mutuamente.

Tu blusa cae al suelo y me abalanzo sobre tus pechos, apresándolos entre mis manos, besándolos con pasión, y lamiendo el canalillo que dejan tus pechos cuando los oprimo con deseo. Adoro ese aroma, muero por ese hedor sexual que arrojan tus pechos cuando estás cachonda y desesperada por desencadenar esa pasión.

Tu no pierdes el tiempo y tras desabotonar poco a poco mi camisa, comienzas a lamer mis tetillas, atrapando entre tus dientes mi pezón derecho mientras pellizcas con tus dedos el otro pezón. Esa mezcla de una punzada de dolor con un placer supremo, termina de desembocar mi erección, asomando la punta de mi candente deseo por la cintura de mi pantalón.

Desabrochando tu sujetador y liberando tus firmes pechos, por los que se adivinan dos erectos pezones que reclaman mi libidinosa atención, te agachas y, en cuclillas, bajas mi pantalón y dejándome en calzoncillos blancos por los que se vislumbra perfectamente mi enhiesto miembro, lo acaricias y aprietas entre tus manos. Tomas la punta entre tus dedos, y suavemente, la acaricias en círculos y pellizcas, produciéndome un enorme placer. Acompañas ese movimiento con unas caricias en mi culo, al que aprietas con ardor sabiendo que esa es una de las partes más erógenas de mi cuerpo.

Te tomo de la mano y te conduzco hasta el salón, apoyándote en el respaldo de sofá, de espaldas a mí. Bajo tu cabeza y agarro fuertemente con mis manos tu culo, reconociéndolo, palpándolo, sintiéndolo mío. Acaricio también tu coño, lo noto ardiendo, deseoso de recibir mi caliente sexo.

Me agacho y en el proceso bajo tu tanga, despojándolo de tus intimidades y abriendo el camino a tu fuente de placer. Acerco mi boca y comienzo a besar tus labios, suavemente, acariciando tu culo con cariño. Recorro con mi lengua toda la longitud que se extiende desde tu clítoris hasta tu ano. Me encanta sentir toda la humedad caliente que se aloja en tu coño, llevándome en cada lamida parte del elixir que derramas a borbotones presa de un ardor sexual  incontrolable. Al acercarme a tu ano recorro suavemente en círculos con mi lengua tu anillo anal, rugoso y con tono rosado, que comienza agitarse al sentir las caricias. Introduzco mi lengua en tu ano, suavemente para pasar a jugar a penetrarlo con ataques reiterados de mi lengua. Mientras, con mi mano acaricio suavemente el botón de tu clítoris. Ambas caricias te hacen gritar de placer, pedir más, agradecer la ascensión al placer que te estoy haciendo sentir.

Ese movimiento de mi lengua, acompañado de súbitos recorridos de mi lengua por todo tu coño, te hace estallar en un tremendo orgasmo por el que gritas, te convulsionas sujetando con tu mano mi cabeza y acercándola a tu entrepierna para así acrecentar sensaciones, y expulsas grandes cantidades de jugos que me trago con enorme placer.

Descansamos, te noto exhausta. De pronto, estallas en una risa relajada mirándome y señalando mi cara. Tengo la cara llena de tus jugos, húmeda por tus elixires de amor.

-          Ahora te toca a tí. –me dice mirándome, cogiéndome de la mano y sentándome en el respaldo del sofá, dándole la cara.

Te agachas y comienzas a tomar en tus manos mis huevos, -están como una pelota de tenis, gordos y grandes. Quiero comerme lo que contienen – dices riendo y comenzando a lamerme los huevos, recorriéndolos con tu lengua y atrapándolos en tu boca, sorbiendo mientras acaricias dulcemente toda mi dura polla.

Me agarras de las piernas y tiras un poco de mí, dejándome sentado sobre medio culo. Y acto seguido recorres con tu lengua el trayecto que existe entre mis huevos y mi ano, recreándote en el perineo, donde acaricias en rápidas y juguetonas caricias circulares, poniéndome cachondísimo.

Acaricias mi polla, comenzando a masturbarme mientras con tu lengua acaricias mi ano, comenzando a introducir un dedo tímidamente. La sensación de tu lengua acariciando y lubricando mi ano mientras introduces un dedito se une a sentir mi dura polla aprisionada entre tus manos, que la recorren cada vez con un ritmo más endiablado.

Estoy próximo a correrme y lo sabes. Sonríes mientras te apartas un poco y mientras masturbas mi polla, sorbes con tus labios y acaricias con tu lengua mi glande, cada vez más amoratado por la proximidad de mi estallido. Súbitamente acaricias mis huevos e introduces mi polla en lo más profundo de tu boca, comenzando a follarme con tu cálida y ardiente boca.

Te aviso que me voy a correr, te apartas y asistes cachonda perdida mientras te pellizcas el pezón derecho a la expulsión de leche caliente sobre tu cara, dejándote completamente impregnada de mi semen, que lames y tragas con una mirada de perra libidinosa que me hace adivinar que esto solo ha sido el comienzo de una tarde de satisfacción…