Imaginando

Con ese pensamiento se puso más caliente aún, se metió en la cama, quitándose las bragas, ya que las perras como ella no deben llevarlas, abrió las piernas, como una buena puta, como a su Amo le gustaba.

Viendo una serie se quedó adormilada y abrió los ojos pensando en él, se sentía sola e imaginó que estaba a su lado, que observaba como iba despertándose y que al momento de despertarse, se acercaba a ella y le daba un besito en la frente, la atraía hacia él para abrazarla y se acomodaban nuevamente los dos cerrando los ojos para dormir un rato más.

Se levantó, miró la hora, solo eran las 23:35 y decidió irse a dormir, ya que no lo tenía a su lado y no iba a darle ese besito que ella tanto ansiaba, pero antes se dispuso a escribirle un mail para cuando llegara.

Mientras lo escribía recordó una frase que le dijo por la tarde "te pongo tan cachonda que te da vergüenza" esa frase le había encantado, porque era verdad, aunque no siempre le daba vergüenza, no podía evitarlo, además hasta su parte mas tierna también la ponía cachonda, le encantaba esa mezcla de sentimientos.

Una vez terminado de escribir el mail, se fue a dormir, con esa frase retumbando en su cabeza y su coño palpitando, había pasado en breves minutos de levantarse mimosa a ponerse caliente como la cerda que era al recordar a su Dueño.

Su Dueño, le gustaba sentirse suya, de su propiedad, esa manera de posesión siempre la había puesto cachonda, desde mucho antes de conocerlo, siempre había anhelado en su corazón y en su cabeza, pertenecer a alguien, que ese alguien le dijera que era suya y que se lo hiciera sentir hasta en la última fibra de su ser.

Con ese pensamiento se puso más caliente aún, se metió en la cama, quitándose las bragas, ya que las perras como ella no deben llevarlas, abrió las piernas, como una buena puta, como a su Amo le gustaba y comenzó a darle caña a su coño de guarra, pensando en esas mismas palabras dichas por su Amo, cosa que la hizo estremecer.

Pensó en que su Dueño la tenía de rodillas, con los ojos vendados, las manos atadas detrás a la espalda y con la mordaza puesta, cogiéndola del pelo y tirando de él, obligándola a tener la cabeza hacia atrás, le daba un par de fuertes bofetones y le susurraba al oído mientras le quitaba la mordaza, "te pongo tan cachonda que te da vergüenza" y acto seguido le metía su poya en la boca.

La poya de su Amo, esa poya que tanto le había gustado, que tenía tantas ganas de volver a sentir y que tanto adoraba, perteneciente a ese hombre que tan cachonda la ponía y al que tanto adoraba.

Siguió imaginando que le follaba la boca sin descanso, obligándola a que se la tragara entera, ella abría y abría la boca cada vez mas, sacaba la lengua y procuraba aguantar las embestidas de su poya en la garganta que le provocaban arcadas, eso la ponía aún mucho más cachonda, porque sino se las provocaba él, se las provocaba ella cuando tenía libertad para comérsela a su antojo.

Justo en ese momento pensó lo mucho que le gustaba comérsela con ansias y provocarse ella misma las arcadas, se sentía como una cerda al hacerlo, como una cerda salida, ansiosa y viciosa aprovechando por si es la última vez que la saborea.

Deseó con fuerzas volver a ser su comepoyas, no solo en su pensamiento, deseaba volver a verlo y servirlo, entretenerlo, divertirlo, preocuparse por el uso y disfrute que su Amo podía hacer de ella.

Mientras no había dejado de imaginar que le follaba la boca, era lo que más ansiaba, que su Dueño disfrutara de su puerca comepoyas y oírle decir lo bien que lo hacía para esforzarse en hacerlo aún mejor para él.

Su coño estaba chorreando, estaba casi sin aliento de la caña que le estaba dando y ya no le quedaba mucho, imaginó antes de dejarse ir que su Amo se corría en su cara y en su boca y una vez hubo vaciado sus pelotas en ella le dijo "córrete para mí, perrita".

Dicho y hecho, en ese momento se dejó ir y su cuerpo explotó en un tremendo orgasmo que la hizo estremecer entera, desplomándose mientras recuperaba el aliento, notaba su cuerpo totalmente vencido y en su mente le dio las gracias a su Amo por regalarle esos orgasmos tan intensos incluso sin estar él presente.

Como solía hacer y como la buena perra viciosa que era, llevó sus dedos mojados a su boca y se los lamió, le gustaba su sabor y había cogido esa costumbre después de masturbarse.

Una vez se tranquilizó y su respiración volvió a la normalidad, colocó la almohada paralela a ella, la abrazó imaginando que era él y se dispuso a dormir, lastima que no fuera él de verdad, pero se consoló pensando que ya quedaba menos y se durmió con una sonrisa que iluminaba su cara.