Iluxtrando

La iniciacion de la novia de un amigo es algo que su propio novio debería hacer pero...

Quien más quien menos todos tenemos recuerdos de la adolescencia que han quedado grabados a fuego en nuestra memoria; cuando la treintena llega a su meridiano  me doy cuenta de los errores y tonterías que se llegan a cometer, mas todos y cada uno me han servido para aprender y madurar. Pero si por algo se caracteriza esa época es por ser la de iniciación al sexo. En éste caso si no la mía, relataré la de una amiga (quizás la mejor que he tenido) que, como no,uno de mis errores distanció hasta el olvido. Es uno de esos recuerdos que como imágenes sueltas emanan y me emborrachan hasta la excitación. Ya han pasado diez años, ni los nombres ni los lugares tienen importancia aquí...solo la escena; ella y yo en aquel coche blanco y en aquel lugar escondido de mi Asturias querida.

Ella era perfecta (al menos eso pensaba yo); tenía el cabello rubio, de larga melena lisa y piel muy pálida. Su cara (aún guardo fotos de aquella época) era la cara misma de la inocencia. Tenía una hermana gemela, que nunca llegó a atraerme; todo un misterio ya que eran prácticamente iguales; quizás por su carácter  más engreído. Vestía siempre de manera que mi polla se sentía obligada a levantarse; pero eso para ella era todavía un secreto. Pues sí, era perfecta y solo tenía un pequeño defecto; era la novia del por aquel entonces mi mejor amigo. Típica escena ¿no creéis? Viéndolo desde la distancia uno no comprende muy bien lo que ocurrió, aunque estoy prácticamente seguro que jamás volveré a caer en el mismo error. Enlazando sentimientos, y como diría mi “amigo” Yoda; la amistad me llevó al cariño, el cariño a la confianza, la confianza al roce y del roce surgió la ruptura y el olvido.

Nos conocíamos hacia mas de tres años y la confianza ya era total; nos contábamos todos los secretos, besos de pico cómplices y alguna que otra metida de mano en plan guasa. El caso es que su novio estaba trabajando fuera de la provincia y yo me limitaba a ser el taxista de ella y sus amigas durante las interminables sesiones de juergas de los fines de semana. Una mañana me levanté totalmente excitado; la resaca y los deseos reprimidos me estaban poniendo a mil y en una decisión que ahora me asombra a mi mismo decidí que tenía que intentarlo. Después de todo no me salio tan mal, ya que mi gran error solo fue el no saber parar.

Quedamos para tomar algo y tomarnos unas sidras, y como en una de esas películas baratas de la televisión  yo iba planeando paso a paso como lo iba a hacer. Pagué sidras hasta que noté que se alejaba cualquier atisbo de timidez en ella y mi cuerpo estuviese en condiciones de conducir hasta llevarla de vuelta. Entonces comencé a sacar el tema del sexo; ella era una ignorante en el tema y como pude le fui explicando los pormenores para el día que quisiese estrenarse con su novio. Conseguí caldear el ambiente, y después de comer algo no fuimos en dirección al coche. Como no podía ser de otra forma, la sidra luchaba por salir así que me puse a mear la gran base de un roble que guarecía mi coche y ella sin ningún corte (inocentemente creo yo) se puso a mirar. Como ya iba  bastante cargado tampoco me atacó la vergüenza, sin más le dejé mirar; no estaba empalmada del todo, simplemente morcilla y entre risas nerviosas me dijo que no pensaba que era tan grande.

Aquello terminó de sacarme de mis casillas; desconozco como la tenía su novio pero he de reconocer que aquella frase me sonó a insinuación...absurdo pero cierto. Como pude guardé mi arma y nos fuimos al coche; mi estrategia se iba planeando sobre la marcha y mientras echábamos un cigarro antes de arrancar el coche volví a intentar dirigir la conversación hacia el sexo, y en una especie de pequeño juego a médicos la convencí para sacar mi polla; la escusa era enseñarle el prepucio en todo su esplendor. Suena un poco infantil, pero os juro que fue así, desconozco si ella se hacia la tonta o si simplemente en realidad no conocía una polla en primera persona. Ella tenia por aquel entonces veinte años así que me imagino que a su novio ya le habría dado algún que otro buen momento.

Se quedo con los ojos abiertos como platos a menos de medio metro de mi polla, que os confieso nunca  había visto de aquella manera, la excitación era tal que estaba cogiendo un tono amoratado. Si algo tenía claro es que no iba a obligarla a nada, así que tiré hacia atrás de mi piel y le mostré aquella “seta” que brillaba como un espejo. Recuerdo que le hizo gracia el “frenillo” y sin más ni más me hizo la pregunta del millón -¿puedo tocarla? ..no pude articular palabra, sentía el corazón en mi cabeza y solo asentí con la cabeza. Iba a cerrar los ojos, pero preferí verlo todo y de repente frío...una mano fría cogía mi polla. No sabia como ponerme ya que al ser solo una amiga no debía abrazarla,

es más, con tal de no fastidiar aquel momento creo que no moví ni una pestaña. Ella tenía cara de asombro solo de asombro. Y comenzó a hacerme preguntas sobre las pajas y las corridas, le explique como pude y con la voz entrecortada lo primero que me venía a la cabeza. No me atrevía a decirle nada ni a tocarle porque sabía muy bien como había surgido aquella situación y un mal movimiento sería fatal.

Descapulló mi polla cuatro o cinco veces y os juro que sin yo decirle nada bajo su cabeza y un escalofrío subió por mi espalda, del frío de aquella mano pase a sentir en mi polla el roce de una lengua húmeda y unos dientes inexpertos, casi me hacia daño pero la sola imagen de aquella melena rubia balanceándose entre mis piernas me dejo fuera de mi. Solo mamaba la parte superior, pero no sería yo el que le dijera nada solo quería correrme, cosa que no conseguí ya que apenas una docenas de envestidas en su boca y ella volvió a incorporarse, me dijo algo pero yo ya no me podía controlar así que en el menor de los daños cogí su mano y volví a llevarla a mi polla le dije que si quería ver una corrida solo podría provocarla ella (gran mentira pero inevitable) Media docena de sacudidas bastaron para que mi leche saliera disparada, se reía, lo recuerdo como si fuera ahora, hasta que mis últimas sacudidas, con ya menos fuerza comenzaron a caer por sus cuidadas manos. Me soltó, le dí unos klinex y la llevé a casa. Aquello sería el comienzo del fin de una gran amistad y no por el sexo (si es que aquello fue sexo) sino porque a la novia de un amigo le puedes hacer de todo menos enamorarte de ella; pero eso lo contaré en otra ocasión si el cuerpo y las ganas me lo piden.