Ilusiones 5 - 6

Condensando las dos ilusiones más importantes de la historia...

5 Quinta

Laura sólo alcanzó a estrujar el papel que Alison le había pasado, con todas sus fuerzas, con todo su dolor. Intentó mantener la calma, pues a pesar de todo, no quería tener alguna reacción incoherente e impulsiva. Se quedó con la vista estática en un punto fijo en su asiento, intentaba no pensar en nada, intentaba poner atención a lo que llevaban en aquella hora de química, la última clase que les tocaría sería de Filosofía, sólo eso le faltaba, bueno, al menos era sólo la última clase.

La agonía y las ganas contenidas de salir corriendo y nunca volver, le acosaban sobre manera a cada minuto que pasaba, quería llorar; pero en el curso no podía, quería salir huyendo; pero estaba en la escuela, quería gritar; pero la sacarían del aula y de todas maneras, lo que fuera que hiciera… nada conseguiría que Alison le aceptase de nuevo, aunque sea sólo como su amiga. Pero no, lo arruinó todo, ojalá hubiera sabido la reacción que la chica tendría, entonces no hubiera dicho nada y se hubiera conformado con “amistad”.

Por fin terminaron las clases, sólo por última vez, quiso observar a Alison; pero ella se levantó rápidamente, no le miró y salió del aula. Todo el mundo casi huía de la clase. Demonios, ella se quedaba sola como una idiota. Había perdido su popularidad, a sus otras amigas, lo había sacrificado absolutamente todo por Alison, todo y ella le había dejado… ya no tenía nada… maldito el momento en que se enamoró de ella. Con el corazón en la mano, comenzó a llorar en silencio, ocultando su cara entre sus manos, mientras sentía las miradas de los últimos compañeros que quedaban en el aula. Se sentía estúpida, rechazada, completamente indefensa y vulnerable a todo. Le había abierto su corazón a Alison y ella le clavó una daga… bueno, tampoco era su culpa, si no sentía nada por ella, tal vez sí era su propia culpa. Cuando sintió que no había nadie más en el aula, rompió a sollozar de manera más natural, aún sosteniendo el papelillo que le había mandado la muchacha, todo apretujado en su puño.

-Ríos… está usted bien? – oyó de repente, una voz muy conocida y casi antipática, era eso lo que le faltaba. Destapó su cara lentamente mientras giraba la vista hacia la persona que le había hablado, su cara colorada y sus ojos enrojecidos dejaban ver que había estado llorando. La maestra de Filosofía, esa que ella tanto odiaba, se había quedado en el curso a corregir los trabajos que había pedido, sin darse cuenta de que una de sus estudiantes se había quedado allí a llorar. Justo cuando terminaba de alistar sus cosas, se dio cuenta de que estaba allí. La joven se acercó lentamente al asiento contiguo de Laura - ¿está bien? – se veía y oía preocupada. Laura sólo asintió.

-Estoy bien… - miró a otro lado “qué pregunta, es obvio que no estoy bien, ¿no me ve llorando?”, se dijo a sí misma.

-¿Segura? – preguntó la maestra, mientras sacaba algo de su cartera donde llevaba todos sus papeles. Sacó un pañuelo desechable y se lo pasó amablemente – tome… creo que lo necesita – sonrió comprensivamente, como una verdadera maestra preocupada por una alumna. Laura sólo le miró fijamente con algo de desdén, observó sus ojos azules, no parecía tan mala después de todo; pero aún así, no estaba de ánimos como para aguantar la preocupación de alguien que le desagradaba.

-Gracias – murmuró dudando, mientras recibía el pañuelo desechable.

-¿Qué le pasó señorita? - sonrió de nuevo la maestra – ¿puedo ayudarle en algo?

-A usted qué le importa… - bajó la vista Laura, mientras descargaba su ira en aquella persona – no tiene por qué meterse en mis problemas personales, además usted no me agrada y yo no le agrado, no venga a hacerse la buena maestra preocupada por su alumna…

-No me desagradas Laura – negó seriamente la maestra, sin ofenderse y sin cambiar aquél tono amable que utilizaba para hablar – sería poco ético de mi parte el que “no me agrade” alguno de mis estudiantes, yo sólo te ofrecí mi ayuda; pero tienes razón, no me concierne el meterme en tus problemas…

La joven se dirigió al escritorio donde había dejado sus cosas, dándole la espalda a Laura, quien por alguna razón, se sintió culpable. A la maestra en realidad le daba igual todo lo que ella hiciera para molestarle… segunda vez que habían lastimado su orgullo en ese día. La joven alzó sus cosas y se fue. Laura no le detuvo ni nada, en realidad no tenía ganas de hablar con nadie sobre Alison y sobre el gran fracaso del que había sido víctima. Así como un pobre perro apaleado, salió lentamente del aula, caminando con la cabeza agachada, recordando que debería llegar a casa y aparentar que le había ido bien en aquél día, que todo había estado “como siempre”, que Alison seguía siendo su amiga…

Dos meses después…

-Entonces, ¿qué quieres hacer Laura? – preguntaba Natalia caminando a su lado, caminaban por la calle sin rumbo alguno, mientras la muchachita disfrutaba de la compañía de su maestra.

-No lo sé, podemos ir a comer algo – sonrió. Por un momento, sólo por esa tarde, olvidó a Alison… tal vez eso era lo que necesitaba, un poco de ternura, algo más que sólo pasión y acostarse, ella necesitaba amor… y se sentía realmente feliz al estarlo recibiendo de aquella mujer…

-Vamos a comer una pizza – asintió la maestra – yo te invito – sonrió triunfalmente – hoy me dieron mi recibo de nómina.

-Oh… - se sorprendió Laura - ¿de verdad? Felicidades – le abrazó dulcemente como felicitación. En cuestión de altura, la maestra no era mucho más alta que Laura, en realidad sólo le llevaba por cinco centímetros, pues la muchacha era alta  y aún le faltaba por crecer. Sintió cómo su mano era tomada por la de Natalia, quien le miraba con esos ojos azules tan hermosos, en los que se perdió desde la primera vez que la observó bien…

Dos meses antes…

Y era así, cómo al día siguiente, una vez más iba a la escuela. Ya no quería ir, quería huir de allí, quería salirse y nunca más ver a Alison, pues sabía que el verla le causaría mucho dolor, mucho más del que hubiera querido soportar. Al llegar no saludó a nadie, tampoco quería hablar con nadie, sólo quería arrojarse a su asiento y morirse allí, por un momento pensó “Tal vez si tuviera un accidente Alison se daría cuenta que me ama, como en las películas”, rió para sí ante la ridícula idea y se sentó apoyando su cabeza en el mesón.

Poco después entró su maestra de Filosofía, a darles la reflexión del día, era ella quien la daba pues era la responsable del nivel en el que estaba Laura, quien resopló al verla, mientras sus pensamientos se encontraban en Alison y lo mucho que la extrañaría en la hora de descanso.

-¿Estás mejor Laura? – preguntó la joven cuando se hubo parado delante de todo el curso, el bullicio tapaba su conversación, mientras la muchacha le observaba sorprendida.

-No, no estoy mejor… - resopló – gracias.

-Anímate – sonrió mientras se dirigía a todo el curso – Jóvenes siéntense por favor!! Comenzaremos el día con una cita del poeta Jorge Luis Borges… “Instantes”…

La maestra comenzó a recitar el poema de memoria, mientras Laura se preguntaba cuántas veces habría leído el mismo escrito como para memorizarlo a esa medida Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más…”, bueno, sonaba interesante; pero no tenía el humor suficiente como para recibir sermones de un poeta que no sabía por lo que estaba pasando o una maestra que simplemente no le agradaba. Aunque debía aceptar que desde el sólo hecho de preguntarle “¿Estás bien?” le había cambiado totalmente el concepto y la imagen que tenía de ella. Alison volvió a su mente… dejó caer su cabeza sobre el mesón del pupitre… tendría más problemas reales y menos imaginarios. Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría. Pero si pudiera volver atrás trataría de tener solamente buenos momentos…”, ¿ buenos momentos? Aquéllos que estaba viviendo eran horribles… Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora…” sí claro, ese ahora tan obscuro por el que estaba pasando. ¿Estaba exagerando? En realidad habría dado lo que fuera por no sentir ese dolor, está bien, que Alison no le haya aceptado, inclusive lo aceptaba; pero ese dolor casi la mataba y aún le causaba esas horribles ganas de vomitar sin siquiera haber desayunado…

“Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría descalzo hasta concluir el otoño…”. A decir verdad, la maestra no era tan mala recitando después de todo y hasta parecía que ella misma se hacía a sí misma pensar en Alison en vez de concentrarse en el poema. Intentó una vez más, sacarla de su mente, concentrándose en las palabras de la joven, a quien todos atendían con interés, pues cada día llegaba con un nuevo poema para citar y explicar, haciendo una reflexión más amena. Laura pensó por un momento, se preguntaba cuántos versos habría en su memoria, dándose cuenta de que, al concentrarse en sus palabras, podía sacar a Alison de sus pensamientos. “Poesía”, se dijo a sí misma, “Con ello podré olvidar a Alison…”. “…Pero ya ven, tengo 85 años, y sé que me estoy muriendo…”

-¿Qué opinan al respecto? – preguntaba la joven cuando terminó de recitar, mientras la gente de siempre, participaba, esos a los que les encantaba responder preguntas o exponer sus ideas por más descabelladas que fueran. Cuando de repente – ¿Usted que piensa al respecto señorita Ríos? – le preguntó la maestra. Laura salió de su ensimismamiento y se sobresaltó.

-Err… - musitó insegura – que debemos vivir cada instante como si fuera el último – se sentía idiota diciendo algo como eso. La joven le sonrió y asintió a manera de aceptación, mientras Laura por un momento, se sorprendía por aquello que estaba ocurriendo, de verdad creía que no le agradaba a la maestra; pero resultó ser tal como ella había dicho “…sería poco ético si no me agradara alguno de mis estudiantes…”.

Aprovechó el cambio de hora para ir a hablar con la maestra, se sentía idiota haciendo esto; pero era necesario después de la resolución que había hecho en su cabeza de que la poesía le ayudaría a olvidar a Alison.

-Maestra! – le llamó, ella volteó y le sonrió.

-Sí? señorita Ríos?

-Quería saber si… podría usted recomendarme más poetas…

-Hay muchos – resopló la maestra, sin dejar de sonreírle gentilmente – si vienes a mi oficina en el descanso, estaré gustosa de darte una gran lista de autores que estoy segura que te gustarán.

-Iré… - asintió Laura, volviendo a su asiento, bueno, al menos no pasaría sola el receso de aquél día. Se sentó de nuevo y dio media vuelta para mirar a Alison, quien como siempre, miraba hacia la ventana, tal vez perdida en sus pensamientos. Sintió dolor por un momento, si hubieran seguido siendo amigas y todo hubiera estado como siempre, tal vez nunca habría tenido que pedir sugerencias de poetas y estaría hablando con ella en ese momento. Imaginaba con melancolía, como hubiera sido si Alison hubiera aceptado sus sentimientos, si no le hubiera dado ese tajante “NO”… tal vez estaría dibujando su nombre en su cuaderno… o enviándole un beso por el aire…

Sonrió tristemente y volvió a la realidad de todo el resto de la mañana.

Por fin fue hora del descanso, las cosas no habían cambiado desde el inicio del día, así que prefirió ya no tomarle tanta atención al hecho de que Alison seguramente le odiaba. Cuando llegó el momento de salir, se levantó sin más, intentando no caer en la tentación de voltear la vista a ver a su recientemente convertido “amor platónico”.

-Maestra, disculpe – entraba Laura a la oficina de la joven, quien ya estaba sentada en su escritorio corrigiendo unos exámenes. Simplemente levantó la vista y le miró sonriente.

-Señorita Ríos – le dijo con gentileza – tome asiento por favor… - le indicó la silla frente a ella.

Laura se sentó sin necesidad de pensar en nada. Cuando vio que la profesora sacaba una pequeña hoja debajo de la tapa de un diccionario de Latín que tenía en un extremo del escritorio. Se lo pasó sin dejar de sonreírle amablemente.

-Aquí anoté una lista de los autores de poesía que pueden interesarte… pero tengo una duda – comenzó - ¿por qué de repente te interesas por la poesía? Creí que te aburrían las reflexiones…

-Es que… jeje – rió Laura, apenada, sabiendo que tal vez el verdadero motivo por el que estaba haciendo esto realmente no era tan grave – estas últimas veinticuatro horas, he estado muy deprimida, como usted pudo ver y eh… - le miró por un momento, por alguna razón, esos ojos azules, a pesar de verse normales, sinceros y gentiles; le intimidaban. Tal vez sólo sería porque era la maestra – al escuchar el poema que recitó esta mañana… me tranquilicé un poco… - tenía que estar muy desesperada como para llegar a hablarle de eso a la maestra. Pero debía aceptarlo, ahora mismo no tenía a nadie, ni a Alison, ni a su hermana menor y menos a sus padres.

-Entiendo… muchos nos damos cuenta del valor del arte de la literatura recién en cuanto estamos en problemas muy grandes – asintió comprensivamente la joven – puede ser una puerta de escapatoria; pero no olvides, que también debes tomar sus lecciones para enfrentar tus propios problemas, o descargar tu dolor, todo lo que sientes; escribiendo.

-¿Cree que puedo escribir? – dudó Laura, mientras se imaginaba a sí misma escribiendo algo para Alison.

-Lo creo, todos podemos hacerlo señorita Ríos…

-¿Usted escribe?

-De vez en cuando – le sonrió y miró a su alrededor, al montón de libros que tenía detrás de su estantería – si necesitas más sugerencias, o quieres saber más sobre literatura… autores, novelas, Filosofía; con gusto te ayudaré…

-Gracias… - Laura sonrió por primera vez en su vida, mientras pensaba que de verdad estaba desesperada como para sonreírle y acudir a aquella maestra que no era como ella pensaba después de todo – iré al receso... – recordó que no tenía con quién ir, resopló y se dio la vuelta para salir.

-Señorita Ríos – oyó la voz de la joven, dio media vuelta y se encontró con su mirada comprensiva – anímate… si necesitas hablar, recuerda que para estamos tus profesores, sobretodo porque soy la tutora de tu clase.

-Gracias maestra y… - por un momento dejó su orgullo a un lado – disculpe que le haya contestado de esa manera ayer…

-No te preocupes… entiendo la edad por la que estás pasando…

Salió de la oficina finalmente, mientras observaba la letra carta con la que la maestra había escrito nombres de poetas y nombres de obras. “Qué bonita letra…”, pensó para sí, mientras con ello, recordaba aquel trozo de hoja que le había pasado Alison con esas hirientes palabras…

“…Ya no podemos ser amigas… por favor, ya no me hables ni me busques…”

Apretó los ojos, como aguantando un gran dolor; pero es que cada vez que recordaba aquello, se sentía caer en un abismo… “…tendría más problemas reales y menos imaginarios…”, era esa frase que había escuchado en la mañana, la que le había calmado, se la repitió miles de veces para poder dejar de pensar en lo mucho que le dolía la indiferencia de Alison, y lo mucho que le dolería verla de nuevo en el salón.

El tiempo comenzó a pasar y al no tener con quién compartir sus recesos, cada vez frecuentaba más la oficina de la maestra para comentarle sobre poemas, novelas recientes que había leído, preguntarle qué pensaba ella sobre ellos. Le gustaba mucho oír su opinión, pues siempre le daba un punto de vista muy crítico, analítico y filosófico. Por primera vez, comenzó a atender sus clases, comenzó a hacer sus tareas y sus trabajos prácticos en la materia en general, comenzó a estudiar y valorar realmente el conocimiento que les ofrecía la maestra Natalia.

Así pasaron alrededor de tres semanas, mientras se acercaba la semana aniversario de la escuela. Como siempre, habría una gran fiesta, preparativos, números de canto y cosas de todo tipo. Laura no participaba más que de las fiestas y planeaba participar este año también, pues últimamente, estaba necesitando de despejarse un poco, lo cual sería el último paso para olvidarse de Alison, pues a pesar de todo y aunque seguía queriéndola… su indiferencia le dolía menos.

-¿No harás nada para el festejo del aniversario de la escuela? – preguntó la maestra un día que estaba corrigiendo los exámenes de un curso inferior al nivel de Laura.

-Iré a la fiesta – sonrió la muchacha, mientras sostenía un pequeño libro de poemas que la joven le había prestado – voy todos los años…

-Yo me refiero a… sino participarás en las actividades culturales – explicó – podrías recitar un poema…

-No maestra – negó la muchacha riendo un poco – no soy buena para esas cosas, más bien, usted debería asistir a la fiesta… es su primer año y la fiesta es buena y divertida.

-Lo pensaré… - le miró con esos profundos ojos azules, luego volvió a lo que hacía – tengo una gran cantidad de trabajo…

-Vamos maestra, diviértase un poco, que usted es joven – se burló Laura, a decir verdad le había tomado confianza de amiga a su maestra, al no tener a nadie más.

-Te digo que lo pensaré – rió la joven.

-¿Cuántos años tiene usted? – preguntó Laura, mientras por poco se arrancaba la boca al haber preguntado eso. Tal vez era demasiado indiscreto… - digo no? – Intentó corregir – usted se ve muy joven… no como los aburridos maestros adultos que tengo en las otras materias…

-¿Aburridos? – Rió – no suelo decir mi edad… y menos a mis estudiantes – observó con tranquilidad, sin dejar de ser amable.

-Disculpe, no debí preguntar – se encogió Laura – que confianza la mía…

-No te preocupes Laura – sí, ya no le llamaba por el apellido, sino por el nombre – hace poco cumplí veinticuatro años. Terminé mi carrera a los veintidós, con excelencia – sonrió como triunfante.

-Wow… - se sorprendió la muchacha – es usted genial, ya quisiera yo salir por excelencia de mi carrera…

Como si nada, comenzaron a hablar sobre la carrera que estudiaría Laura luego de la escuela, aunque en realidad aún no le preocupaba tanto, pues aún le faltaba un año por terminar.

Así, poco a poco, llegó el día del festejo del aniversario de la escuela, su clase preparaba la tarima donde cantarían los grupos invitados para la fiesta de la noche. Laura se preguntaba si Alison iría a ese famoso festejo, en realidad sí quería verla allí, tal vez sólo un momento, intentar hablar con ella… la maestra tenía razón, no podía huir de sus problemas, debía enfrentarlos y lo que había pasado con Alison, estaba mal en realidad porque a pesar de la amistad que habían tenido, ahora ni siquiera se dirigían la palabra. La fiesta tal vez, sería el mejor momento para decírselo.

Así llegó el día, las actividades tuvieron lugar en la mañana, en la tarde, había padres de familia, invitados de otras escuelas y tipos variados de gente. Laura quien andaba con una playera con decoraciones extrañas color blanco y unos vaqueros azules, iba caminando sola, observando a su alrededor, por si veía a Alison; pero se encontró con las molestas miradas de su antiguo grupo de amigas. A veces le era difícil pasar por ciertos lugares, pues todo estaba lleno de gente, andaban amotinados en juegos, en comida y todas las cosas que se habían preparado. Aún era de mañana así que Laura se dispuso a caminar por los lugares menos poblados de la escuela. Uno de ellos eran los pasillos de las aulas.

Allí, donde menos lo esperaba, encontró a Alison, sentada, sola, con unos audífonos, oyendo música, apoyada en un pilar de espaldas a ella. Abrió la boca de sorpresa y se decidió, era el momento para solucionar las cosas, al menos volvería a ser su amiga o al menos, volvería a hablarle de vez en cuando.

-Alison? – habló, mientras se acercaba lentamente y se paraba a su lado, ésta volteó lentamente… y abrió los ojos de par en par, parecía haberse asustado. Llevaba una sudadera morada y unos vaqueros azules, el cabello lo tenía liso, como siempre, para Laura, se veía hermosa.

-Laura… - musitó quitándose el audífono que daba directamente hacia el lado donde estaba parada su amiga, quien no sabía realmente qué iba a decir.

-Alison debemos hablar…

-¿De qué quieres hablar? Tú y yo no tenemos de qué hablar, te dejé las cosas bien en claro…

-Me parece muy infantil de tu parte – comenzó, bien, se le había venido a la cabeza una idea más o menos lógica. Eso era bueno – abandonar nuestra amistad sólo por algo como eso, eres tú la traidora, eres tú la mentirosa… yo dejé todo – bien, una buena forma de recriminar las cosas – yo dejé todo, a mis amigas, a mi popularidad, todo… por ti – miró a otro lado – pero tú… intenté ser sincera contigo… pero tú… me destruiste…

-¿Y por qué esperas hasta ahora para decírmelo? – preguntaba la muchacha quitándose el otro audífono.

-Porque estaba muy dolida como para insistir más… - respondió – apenas me recuperé para volver a hablarte ahora… por favor Alison, al menos déjame ser tu amiga de nuevo… te extraño…

-No lo sé Laura… - negó la otra, poniéndose de nuevo los audífonos y dándose la vuelta – no creo poder estar tranquila con eso – caminó por el pasillo a paso rápido, alejándose de Laura, quien una vez más, estaba hecha trizas. Aunque debía aceptar que le había dolido menos que la vez anterior y algo le decía que Alison reaccionaría de esa manera…

Aún así, bajó la cabeza y, aguantándose la ira se fue caminando a zancadas por el lado contrario. Maldecía mentalmente mientras caminaba sin rumbo, lejos del ruido de los festejos y la gente que estaba en el patio. Cómo hubiera querido disfrutar de ese día, con Alison o con sus amigas. Pasó por la oficina de su maestra y vio que la luz estaba encendida, no sabía ni siquiera sobre qué poesía le preguntaría o le comentaría pues de hecho sólo hablaban de eso; pero se decidió a tocar tres veces, como siempre lo hacía.

-Adelante… - oyó la voz desde adentro, tímidamente abrió la puerta con lentitud, la maestra a pesar de estar corrigiendo exámenes, estaba vestida con ropa más casual que siempre, levantó la vista y le miró sorprendida – Laura, ¿no estás en los festejos con los demás estudiantes? – por primera vez en su vida, la muchacha no podía articular palabra, el nudo que tenía en la garganta no le dejaba… simplemente negó con la cabeza, muda – Laura… - se levantó la maestra, llevaba una playera de mangas largas color negro y unos pantalones vaqueros color blanco - ¿estás bien? – le preguntó acercándose a ella.

-N-no lo sé… - apenas respondió la muchacha, mientras la joven le hacía sentar en una de las sillas de la oficina, puestas para aquellos padres que iban de vez en cuando a hablar sobre las notas de sus hijos.

-¿Te sucedió algo? De nuevo lo de la otra vez…

-¿Cómo lo sabe? – levantó una ceja la muchacha.

-Tienes la misma expresión de ese día – resopló la maestra levantándose de su lado, cogiendo una jarra de agua, sirviendo en un vaso y pasándoselo a su alumna – si necesitas hablar con alguien…

-Me rechazó dos veces… - murmuró Laura recibiendo el vaso de agua; pero sin levantar la vista – la persona a la que yo quería me rechazó dos veces… - bebió un poco del agua y tragó con dificultad – la primera vez sí me declaré… pero… la segunda vez sólo quería arreglar las cosas como usted me había dicho… no huir de los problemas – resopló mientras miraba a la maestra con angustia, ella se veía preocupada – pero… volvió a dejarme… así… como si nada… como si de verdad no le importara nada…

-Laura, no te pongas triste por eso – sonrió comprensivamente la joven sentándose a su lado de nuevo y poniendo una mano en su hombro, dándole apoyo – hay personas que no nos valoran, o simplemente no son para nosotros… tú eres una chica magnífica – le sonrió, al escuchar estas palabras, Laura por un momento levantó la vista y miró a la joven directamente a los ojos…  extrañamente ya no le intimidaban – tú vales mucho Laura – sonrió – verás que aparecerá alguien que sí sabrá valorarte… o que sí será para ti…

-Gracias… - la muchachita sonrió y por puro instinto se abrazó a su maestra, quien le correspondió de manera fraternal, como una consejera que acababa de ayudar a un perdido.

-Deberías ir a los festejos – sugirió mientras volvía a su escritorio a trabajar.

-No tengo ganas maestra – negó Laura – no quiero ver a mis compañeros… y de seguro veré a esa persona allí…

-Está bien… puedes quedarte aquí si quieres… - comprendió la joven – no me molesta, me agrada tu compañía…

No podía creer cómo, en tan poco tiempo la maestra había llegado a estimarle aunque sea un poco; pero Alison no, ella era tan fría que no valoraba nada de lo que hizo por ella, ¿qué más quería? Por un momento comenzó a creer que la odiaba.

Así pasó el día, eran las seis de la tarde y Laura se la había pasado en la oficina de la maestra, leyendo un libro, a ratos platicando con la joven.

-Deberíamos ir a la fiesta -  propuso Laura – es decir, debería usted ir… estuvo trabajando todo el día… - sonrió apenada.

-Ve tú Laura, esa fiesta es para los estudiantes…

-Por favor, acompáñeme… además, usted es muy joven, tranquilamente pasará por uno de nosotros… - bajó la vista – por favor, aunque sea un momento, sino, estaré sola… ya ve que no tengo amigos… los perdí a todos – sintió que la joven le observaba atentamente, entonces escuchó.

-Está bien… te acompañaré; pero en cuanto vea que me reconocen o pase mucho rato, debo volver a seguir trabajando, no debía venir a la escuela el día de hoy; pero si los maestros no asistíamos nos marcarían como inasistencia y nos descontarían nuestro recibo de nómina… - resopló – vamos Laura…

-Gracias maestra – agradeció la muchacha.

Y era así, cómo arrastraba a su maestra a la fiesta. El cielo ya estaba oscuro, el sol ya se había ocultado y la música invadía los oídos. Laura buscaba a su alrededor, no encontraba a Alison, tal vez ya se había ido, no lo sabía. Había mucha gente bailando en el patio, todo oscuro y un grupo desconocido tocando varias piezas bailables. La muchacha jaló a su maestra hasta un lugar entre mucha gente, donde todo el mundo andaba metido en su mundo y  lo mucho que disfrutaban de aquél ambiente. La joven no parecía sentirse cómoda; pero aún así intentó seguir el ritmo del lugar.

-¿No va a bailar? – Le preguntaba Laura a ella casi gritando, pues el alto volumen no le dejaba oír ni su propia respiración.

-No sé bailar! – respondía apenada.

-Yo le enseño maestra! – exclamaba Laura.

-Si no quieres que me reconozcan no me digas “maestra” dime Natalia – intentó disimular mientras se acercaba un poco a ella – pero no, no es necesario, creo que mejor volveré a mi oficina a seguir trabajando!

-No maest..-… Natalia… - se le hizo raro llamarle así – quédese aquí, por favor, un momento, disfrutemos de la fiesta! – como acción natural tomó sus manos e intentó enseñarle unos cuantos pasos. Así comenzaron a pasar varias canciones, y la maestra Natalia mejoraba en cada paso que daba y ya bailaba de manera mucho más suelta y confiada, hasta parecía estar disfrutándolo.

Cuando terminó la décima canción, rieron como si hubieran oído un buen chiste, en verdad estaban disfrutando de aquél evento, al menos Laura, disfrutaba del día aunque sea al final de éste y la maestra, era una muy buena compañía (aunque fuera su maestra). Le sonreía casi radiante, durante un momento en verdad le había hecho olvidar a Alison, pues ni siquiera la inicial  de su nombre se hacía presente en su cabeza.

-Natalia… - la muchachita ya se había acostumbrado – usted es la mejor!! – exclamó mientras otra canción comenzaba a tocar y a pesar de la poca iluminación del lugar… por un momento, se perdió en sus hermosos ojos.

-Te dije que eres grandiosa Laura – sonrió ella casi eufóricamente. La muchachita por un momento perdió la noción del tiempo cuando vio a la joven acercársele tan rápido y sentir sus labios pegados a los suyos, fue muy rápido, hasta creyó que se lo había imaginado. La sonrisa se esfumó de sus labios por completo.

-¿Q-Qué…? – se quedó con la boca abierta mientras Natalia se tapaba la boca y pasaba por su lado rápidamente, huyendo de allí. Aún con la adrenalina y confusión del momento, logró medio reaccionar y se veía a sí misma yendo tras la maestra… mientras pensaba “Wow… qué maestra…”, en realidad no sabía qué pensar. Su mente estaba en blanco; ni siquiera estaba hecha un revoltijo, estaba en un alarmante blanco total. Casi corrió a la oficina de la maestra para encontrarla alistando sus cosas rápidamente – Natalia… - le llamó - ¿se irá?

-Debo irme… - decía mientras guardaba sus papeles – no debí venir el día de hoy…

-¿Por qué?

-No sabía que tú vendrías a hacerme compañía…

Después de todo, no era mala persona, era muy tierna y le había acompañado, sin pensarlo, en los momentos en los que más le había necesitado. Pero, ¿qué fue ese beso? ¿Acaso ella sentía algo por una muchachita siete años menor que ella?

-Maestra Natalia… - insistió – no se vaya…

-Mañana presentaré mi renuncia… - decía apresurada – lo siento Laura, olvida esto, sé que tú quieres a otra persona, de hecho… a mí me odias… eso fue lo que dijiste… no tiene sentido la forma en cómo te acercaste a mí, fue sólo… malinterpretaciones mías… - terminó de cerrar el maletín – además, soy tu maestra… por sobre todas las cosas… por eso renunciaré mañana…

Observó fijamente sus azules ojos, eran hermosos, tenían algo extraño que notó desde la primera vez que los vio con atención… y no lo tomó en cuenta por pensar en Alison…

-Adiós señorita Ríos – se despidió Natalia tajantemente, colgándose el maletín al hombro y pasando por su lado para irse. Pero Laura le sostuvo del brazo rápidamente, le volteó con firmeza y le besó de esa manera profunda sin siquiera pedirle permiso ni avisarle, al principio sintió que ella se resistió y quería separarse de ella; pero sostuvo sus brazos y le abrazó fuertemente, pegándole más a ella. Sintiendo con satisfacción cómo ella comenzaba a corresponderle. Laura quitó el maletín de su hombro y lo arrojó a un costado, mientras tomaba los brazos de Natalia y se rodeaba a sí misma con ellos. El beso parecía durar horas; pero sólo duró unos hermosos quince segundos.

Cuando se separaron, se miraron fijamente.

-Sabías que podrían despedirme y enviarme a la cárcel por esto? – resopló la maestra mirándole de manera culpable.

-No digas eso… - animó Laura – no dejaré que lo sepan…

-¿Por qué hiciste esto? – Preguntó la joven, aún dudando – tú dijiste que querías a otra persona…

-Porque usted me enseñó… que soy una persona que merece algo mejor que eso…

Era cierto, aunque sea de noche ya, era una imprudencia total el que estén abrazadas allí, a mitad del pasillo, así que deseando que nadie les haya visto, se separaron y se despidieron normalmente. Pero Laura notaba la cara de alegría; pero a la vez de preocupación de Natalia. Tal vez no era correcto; pero sí era bueno…

Pasó un poco el rato y se disponía a salir del pasillo de las aulas, cuando escuchó una voz muy familiar.

-Laura… - se dio la vuelta, era Alison…

-Alison… - musitó sorprendida - ¿qué sucede?

-Te busqué por todas partes… perdóname… - decía mientras Laura se preguntaba qué demonios pasaba allí – lo siento tanto… no estaba segura de mis sentimientos… por ti…

¿Qué? ¿Estaba oyendo bien? ¿No estaba soñando? ¿Sentimientos por ella? ¿Entonces sí sentía algo por ella después de todo?

-¿Qué? No te entiendo… explícamelo por favor…

-Tú también me gustas… - Alison bajó la cabeza – perdóname… entiende que… tenía miedo, aún tengo miedo de lo que vaya a pasar… pero… si tú estás conmigo…

-Un momento… ¿Quieres decir que…?

-Quiero estar contigo…

Y era así como una bomba le caía encima a Laura y le explotaba con toda la potencia del caso. Una estampida parecía perseguirle mentalmente… Le había hecho sufrir… casi un mes… por ese “amor no correspondido”… tal vez sí tenía la culpa después de todo, tal vez no hizo lo suficiente para quitarle ese miedo. Comenzó a enojarse, pues recordó a Natalia…

-No tienes derecho – comenzó – no tienes derecho a manejarme como te plazca… - la ira acumulada y el dolor que Alison le había causado de repente comenzaron a quemarle por dentro – yo ya no te quiero… de hecho, creo que nunca te quise…

-Pero Laura… - Alison parecía estar al borde de las lágrimas y por alguna razón, esto aumentó su ira.

-No me hables, aléjate de mi… te odio

Continuará...

Esos fueron los capítulos! Ahora sólo falta ultimar los detalles de la unión de las historias. Y volveré a repetirlo... la historia de Ilusiones empieza a partir de cuatro meses antes de la historia de Suspiros x.x....

Gracias por sus comentarios a... HombreFX, shane valentine, aurora la diosa, Ana Maria, Universo, Ladrodectus mactans, Artwork, Bonita pero Cabrona, ross2712, kitxie, Elemiah

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