Ilse es forzada por un viejo y su nieto.

La Joven viuda se ve obligada a casarse con un viejo coronel y también tiene que follar con su nieto.

ILSE  es  forzada  por un viejo y su nieto.

La situacion  de abuso de que era objeto la joven  viuda,  hizo descubrir a Ilse  que, si por una parte era humillante el trato que recibía, por otra, cada vez disfrutaba más sexualmente de la mayor parte de las cosas  que tenía que hacer con aquellos tres camisas pardas.

Pero  el inicio del nuevo curso escolar hizo  que las cosas  cambiaran.  Dado el control ferreo que los  nazis estaban ejerciendo  en la educación,  era absurdo y peligroso seguir llevando  a sus hijos  a un colegio religioso,  porque el dinero  les hacía  falta  y  el futuro  no  estaba garantizado para los que recibieran una educación  sospechosa para el nuevo régimen.  Por lo tanto decidió que sus chicos  fueran al instituto  estatal,  que además estaba cerca y  por lo tanto los  alumnos eran  de su  mismo nivel  social.

Su  hijo  pequeño,  había interiorizado mucho ciertas enseñanzas religiosas de su anterior colegio  y  la dirección del Instituto  consideró necesario tener una conversación con  su madre, para que el chico  modificara su comportamiento  y no  perturbara el  adoctrinamiento que se quería dar a los muchachos.  Y  le dejaban bien claro  a la joven señora que  le hacían un favor; considerando que dada la edad del chico todavía podía ser “encaminado  adecuadamente”.

Cuando Ilse  acudió  a la entrevista con el director tuvo  que recorrer un largo y ancho pasillo antes de llegar al  despacho;   había un grupo de chicos del último  año,  pertenecientes  a la Juventudes  Hitlerianas,   esperando para recibir las instrucciones y consignas  que debían seguir aquella semana para ir  atrayendo  a los demás muchachos a la organización.

Erich,  era quizás el  más ferviente  del grupo,  pues su difunto  padre había sido  militar, lo mismo que su  abuelo con el que vivía,  dado que también su madre y  abuela habían fallecido  en el mismo accidente que su padre.

Cuando los muchachos vieron aparecer por  el  pasillo aquella señora rubia, de formas exuberantes y  voluptuosas,  se la comían con los ojos y  la desnudaban mentalmente  imaginando aquellos muslos portentosos,  aquellos senos generosos,  que  Ilse había procurado poner en evidencia todo lo que el justo recato exigía. Sabía que tenía que granjearse la condescendencia del director.

Mientras esperaba, los chicos no dejaban de examinarla de arriba abajo,  particularmente el escote del vestido que llevaba para la ocasión,  que mostraba el canalillo de aquellos senos exuberantes.  Ella se daba cuenta y se puso nerviosa por lo que se levanto  y  comenzó a caminar  por el pasillo,  volviendo locos a los chicos al ver como se movían aquel culo y aquellas nalgas, apretados en su ajustada falda,  según caminaba.

Cuando, por fin,  la recibió en su despacho el director, los jóvenes nazis babeaban:

-Que  buena está esta tía. Sabéis quien es.

  • Es  la madre  de Frans,  creo que ha venido por que su hermano  da problemas.

  • Joder, pues ya lleva ahí  dentro un buen rato.

Erich,  sonrió maliciosamente y les indicó con el dedo que no hicieran ruido y se acercaran a la puerta.  Pegaron el oído y  sus miradas brillaron de lascivia.   Lo que se oía no dejaba lugar a dudas, porque Ilse no  podía dominar suficientemente los gemidos de  placer que las envestidas del director le producían.

-Se  la está metiendo, tío! El director se la está follando.!

Se frotaban la entrepierna porque no podían pajearse, dado que en cualquier momento podía aparecer alguien.  Pasaron los minutos y al final salió la joven viuda.  Los jóvenes  hitlerianos contemplaron con satisfacción y lujuria aquella hembra que no había conseguido componer del todo su vestido y su peinado.

Cuando  Ilse  salía  del  Instituto un caballero ya mayor le hizo un gentil saludo mientras se la comía con los ojos;  era  el coronel Fromm, ya retirado;  el abuelo de Erich.   Aquella mañana la estupenda señora había atraído las miradas de todos  aquellos con los que se había cruzado; muchos la hicieron protagonista de sus fantasías, el coronel Fromm, iba a hacerlas realidad debido a un golpe de

suerte.

El viejo coronel, se iba de putas frecuentemente, pero desde que se hizo cargo del nieto dio en la manía de casarse, quería una mujer que se ocupase de ellos y si además estaba apetecible pues mejor. Por  medio de algún un capellán militar, amigos y otros intermediarios había tanteado algunas mujeres, siempre bastante más jóvenes que él, pero a ninguna le sedujo la idea de unirse a un viejo.

Averiguó  la posibilidad de poder siquiera cruzarse con Ilse en la calle  y  cuando lo conseguía  la trataba con cortesía de caballero militar, de una manera exagerada que la divertía. Aquel viejo tan cortés no le habría caído también si hubiera podido

ver sus sucios pensamientos.

El coronel  Fromm charlaba animadamente aquella mañana con su amigo Meihoff en la tienda de compra-venta de joyas que este tenía en una calle del centro de la capital.  Sonó el timbre de la puerta y mientras Meihoff se dirigió a retirar el pestillo de seguridad, el coronel seretiró a un cuarto interior para que el cliente pudiera tratar a solas con su amigo. Cuando escuchó aquella voz de mujer su corazón se aceleró; se asomó discretamente y efectivamente era Ilse. Vio como sacaba de  su bolso una gran cantidad de dinero en billetes grandes y  compraba unas preciosas joyas.

Meihoff  le hizo saber a la joven  viuda que  tendría que explicar a los compradores  (el viejo  que la  magreaba y otros  judíos),  el  riesgo  que suponía para él ayudarles  a escamotear  su dinero al estado  y  ello aumentaba el precio. Además debía advertirles que les quedaba poco tiempo de poder hacerlo. También le advirtió a ella que su labor de intermediaria podría acarrearle problemas.

Y  exactamente eso  es  lo que  ocurrió; cuando  la  Gestapo empezó a investigar los  modos  como los  judíos intentaban  salvar sus bienes.  Meihoff  se adelantó astutamente a salvar el pellejo y  puso en conocimiento de la policía que judíos tenían cantidades importantes de joyas ocultadas.

La  investigación estaba  alcanzando  a personas como Ilse y esa fue la oportunidad que aprovechó el coronel para  conseguir hacer suya a la joven viuda. Ilse salía de su casa cuando se encontró a la puerta aquel “viejo simpático”:

  • Buenas tardes Sra. Me aceptaría una invitación y un poquito de conversación.

  • Claro que sí, siendo usted tan gentil.

Fueron a una cafetería de lujo y charlaron animadamente mientras tomaban unos exquisitos aperitivos. Ilse, a pesar de la preocupación que tenía,  reía divertida las ocurrencias del coronel. Se daba perfecta cuenta de cómo al viejo, a cada tanto, se le iban los ojos a su escote, que no era nada excesivo; Tenía los hombros y los brazos desnudos con tan solo los finos tirantes del vestido. Aquella piel blanca y suave precipitó la descarnada propuesta del coronel; al fin y al cabo – pensó para sí- no van a cambiar las cosas por unos días más o menos.

  • Bueno señora, vamos a hablar de cosas más serías.

Ella notó como le cambiaba al viejo la faz hasta hacerse desagradable e intentó cortar en seco:

  • No veo coronel de que tenemos usted y yo que hablar en serio.

  • Por ejemplo de ciertas  personas a las que la Gestapo a puesto los ojos encima y que pueden terminar, en la cárcel o, con mucha suerte, estigmatizadas ellos y su familia para siempre.  Ayudar a los judíos es una cosa muy mal vista.

A la joven viuda se le vino el cielo encima; se quedó muda. El contempló unos minutos los ojos asustados de Ilse y luego comenzó a exponer la situación.

Con suavidad le dijo que no quería hacerle mal; que si hacía de intermediaria

es porque era una mujer elegante y presumida que no tenía medios, pero que eso

podía cambiar. El tenía una buena pensión, no le faltaría nada a ella y a sus

hijos; pero él necesitaba el cuidado de una mujer y también su nieto. Todo se

arreglaría bien para los dos si ella consentía en casarse con él.

A Ilse, consciente de que sin decirlo había una amenaza implícita, lo primero que le vino a la mente es la relación íntima que tendría que mantener con su "esposo". Intentó salvar este aspecto. Apenas había empezado a hilvanar las palabras; el coronel la cortó suavemente para decirle que lo entendía; que era un pobre viejo, que solo esperaba afecto y compañía; dormirían en camas separadas.

Aunque le dio un tiempo para pensárselo estaba claro que no había más que una opción para la joven viuda.  El  prestigio del coronel y sus buenas relaciones con el partido nazi desviaron la atención de la Gestapo.

El tiempo que transcurrió hasta la boda sirvió para que Frans y su hermano trataran a su futuro "padre" y Erich a su "abuela" o madrastra. Los compañeros de Frans comentaban con él :

  • Que cabrón tu abuelo! vaya tía que se va a follar.

Y a Frans se le hacía la boca agua pensando que iba a vivir con aquella tía que estaba tan buena.

La boda fue bastante discreta, unos cien invitados, un exquisito restaurante y un poco de baile hasta las 12 de la noche, ya que la mayoría estaban bien entrados en años. En un momento dado del baile Ilse notó como el coronel se apretaba contra ella y recorría su espalda con sus manos una y otra vez, pero no dijo nada. También le molestó la manera como la miraba el viejo joyero. La verdad es que estaba guapísima con aquel vestido ceñido al cuerpo de escote generoso.

Terminado el baile montaron los cinco en el coche, los tres muchachos  atrás. Frans que no perdía ojo a su madrastra observó como su abuelo en algún momento al cambiar las marchas dejaba su mano sobre el muslo de Ilse .

Miraba con una sonrisa maliciosa los dos hermanos como si le dijera:

  • Ya verás lo que le va a hacer mi abuelo a vuestra mamá esta noche.

Una vez en el garaje bajaron del coche y los chicos, con algún regalo que traían en el portamaletas, fueron a abrir la puerta de casa y esperar a los "novios". Cuando el ascensor volvió a bajar entraron en el y entonces Ilse sintió como el coronel puso la mano en su hermoso y firme trasero dándole un buen apretón.  Ella se movió nerviosa y enfadada mientras el viejo la miraba con fruición pensando para sí:

  • Ya estás dentro de la jaula, paloma.

Sin mucho entretenerse se dispusieron a acostarse, Ilse beso con cariño a sus hijos que estrenaban su nueva casa y por delicadeza también a Frans, sin darse cuenta como este clavaba sus ojos en el escote.

Entraron en la habitación y, mientras  preparaba sus cosas de aseo, el viejo se desnudó en un santiamén, se puso el pijama y, metido en su cama, esperó a que

empezara el "espectáculo" que le iba a ofrecer su joven esposa.

Cuando se quitó el vestido, el coronel sintió como su pene se ponía duro al contemplar aquel cuerpazo adornado por aquella lencería fina, aquellas piernas macizas contenidas en las delicadas medias blancas.

Ilse que se disponía a quitarse el sujetador miró de reojo y vio como debajo de las sábanas el viejo se acariciaba el bulto; quiso darle la espalda y entonces escuchó la voz imperiosa de su esposo:

  • Date la vuelta y deja que tu marido disfrute de lo que es suyo.

  • No puedo, me voy a ir al baño a cambiarme.

Entonces comenzaron a discutir fuerte sobre lo que habían pactado respecto a las relaciones íntimas. Erich se levantó y se dirigió hacia la habitación del matrimonio. Al mismo tiempo los dos hermanos se asomaron  por la puerta de su habitación y asustados fueron detrás de Frans; que les ordenaba marcharse.  El pequeño obedeció asustado pero Frans, no.

Erich sonrió, mirando con desprecio y sorna a Frans:

-Quieres  escuchar lo que va a hacer mi abuelo con tu madre? Pues escucha!

Pegaron el oido a la puerta a tiempo de escuchar:

  • Mira grandísima zorra, eres mi mujer y te la voy a meter cuando quiera; y si no te parece bien te vas, luego voy a la policia y ya verás que bien te pasas unos añitos en la carcel. Desnúdate de una puta vez!

Erich muy lentamente entreabrió la puerta para ver la escena. Su abuelo sentado a los pies de la cama; y frente a él, Ilse se quitaba el sujetador dejando a la vista aquellos explendidos pechos. Luego se quitó las bragas mientras escuchaba:

  • Pero que buena estás cabrona, que chochazo más rico; anda date la vuelta que te vea bien esas nalgas.

Erich comenzó a masturbarse mientras le decía a Frans:

  • Macho, que buena está tu madre, ya verás que pollazos le mete mi abuelo.

Erich se asomó a ver lo que pasaba y sintió ganas de llorar de rabia.

El viejo sentó a Ilse a su lado y comenzó a sobarle los muslos y las tetas mientras le comía la boca:

  • Cógeme la polla y menéamela con esa manos de puta fina que tienes.

Y la recién casada comenzó a recorrer aquel tronco de piel oscura con sus blancas manos.

Sentía una gran sensación de asco al ser besuqueada y sobada por aquellas manos sarmentosas y tener que meneársela.

Luego el viejo hizo tender boca abajo a su esposa para echarse sobre ella y restregarse la polla contra sus turgentes nalgas mientras estrujaba sus tetas. La mordía en el cuello y le babeaba la cara susurrándole brutalidades:

-Te lo hacía asi ese viajo Judío?  A mí me tienes que dar más gusto.

Así estuvo un buen rato. Frans era una pura congoja viendo aquel  blanco y delicado cuerpo aplastado por aquel energúmeno arrugado que se apretaba contra su madre. Erich ya se había corrido y estaba de nuevo empalmado.

El coronel se puso en pie sobre  y ella de rodillas:

  • Ahora me la vas a chupar con esa boquita tan linda que tienes.

Ilse comenzó lentamente a engullir su verga pero él la obligo a colocar sus manos en sus escualidos gluteos y aferrando su cabeza comenzó a follarle la boca con violencia. Erich disfrutaba viendo como a cada empellón de su abuelo las tetas de su madrastra rebotaban y temblaba todo su cuerpo.

El viejo notó que podía terminar así que sacó su polla de la boca y la mandó echarse y abrir las piernas. Se la clavó hasta los huevos y comenzó a bombear a placer pues a pesar de todo Ilse estaba húmeda.

  • Guarra estás bien mojada. Y eso que no querías.

El viejo comenzó a embestirla y al poco Frans escuchó los gritos y gemidos de su madre, que lo asustaron, pues Ilse era muy escándalosa cuando follaba.

  • Mi abuelo la va a romper el coño por puta – Erich estaba como loco viendo como su abuelo montaba aquella hembra mientras sus carnes temblaban con cada acometida.

La recien casada abandonada ya a sus sensaciones, sentía un gran placer al ser penetrada. y cruzó sus piernas a la espalda del viejo coronel, mientras le ofrecía su lengua en un beso lleno de lujuria, para que su polla entrara hasta lo más profundo.

El cuerpo de la hembra se acoplaba y salía al encuentro de cada empujón del viejo macho. Erich le dijo a su hermanastro algo que Frans empezaba a intuir:

  • Miralá, como le gusta que se la metan.

Y le estaba gustando tanto que fuera de todo control le decía al viejo palabras cariñosas como:

  • Así mi vida, sigue dándome gusto cariño.

Ella se corrió jadeando como una perra salida y enseguida él:

  • Toma puta te lo doy todo a ver si te preño esta noche.

Luego él bastante agotado se echó en su cama y enseguida quedó dormido; sollozó un rato al darse cuenta de cómo se había entregado y también se durmió.

Entonces Erich, que estaba fuera de sí por la excitación, entró sigilosamente en la habitación, retiró con cuidado la ropa que cubría el cuerpo de su madrastra y encendió la tenue luz de cabecera para ver de cerca por un momento aquella hembra. Ilse se despertó y chilló al muchacho lo que hizo que el coronel también se despertara.

El viejo en vez de reprender a su nieto, viendo el bulto del pantalón del pijama, preguntó divertido por que estaba así y el muchacho le dijo que por lo que había visto.

Entonces el viejo tuvo una idea diabólica:

  • Mira nieto, en la familia hay que ser todos para uno. Una recién casada espera que le den tralla durante toda su noche de bodas, asi que como yo ya no puedo tanto lo vas hacer tu por mí.

La recien casada dijo que aquello era monstruoso; pero al final los mismos razonamientos que la hicieron entregarse al viejo la obligaron a condescender.

Erich se echo a su lado y comenzó a magrearla mientras la besaba. También le dijo que se la meneara  e  Ilse comenzó a acariciar aquella polla que pronto reaccionó alcanzado un tamaño considerable.

Tras disfrutar de sus muslos y nalgas, se concentró en sus tetas chupándolas y mordiéndolas a placer, escuchando con satisfacción los gemidos de su madrastra.

Después se sentó sobre su pecho y comenzó a follarle las tetas. Amasaba a

placer aquellos senos redondos, duros enterrando su pija entre ellos. Disfrutó

así otro buen rato, luego la abrió de piernas, contemplo su peludo coño, apoyo

su verga y comenzó a empujar.

Sintió como si se derritiera al gozar por primera vez de aquella suavidad y calor que envolvía y aprisionaba su miembro. Cuando hizo tope con sus huevos comenzó a bombear poco a poco hasta coger un ritmo frenético. Mientras aferraba con sus manos las carnes de Ilse, sintió como esta, a la vez que se movía con la misma furia que el , lo abrazaba con fuerza y apretaba sus gluteos hasta hacerle daño:

  • ¿Te gusta que te la meta así "mamá"?

  • Si cabrón jódeme bien.

Frans  lleno de rabia, pensaba que su madre era muy puta.

En medio de fuertes estertores la hembra volvió a alcanzar un tremendo orgasmo y al poco Erich se vino llenándola con su leche joven.

El viejo no le dio descanso, se estaba empalmando y quería volver a cojerla:

  • Ahora nos la vas a chupar para que que te demos una buena noche.

Se sentaron en la cama y ella, colocada a cuatro patas entre los dos comenzó a mamársela alternativamente, mientras ellos le acariciaban la espalda y le sobaban las tetas que en esa posicion se bamboleaban a un lado y otro ofreciendoles un espectáculo maravilloso.

Luego el abuelo se colocó detrás y comenzó a clavarla hasta que tuvo su verga bien lubricada, entonces la sacó y apoyo el glande en el ojo del culo y apretó:

  • Eso no por Dios, no me hagas eso.

Pero el coronel siguió apretando y su miembro comenzó a entrar.

Como si adivinara el pensamiento de su abuelo, Erich sujetó fuerte la cabeza de la mujer para que no pudiera sacarse la polla de la boca y hablar.

Ya la verga del viejo había hecho todo el camino; se detuvo un momento para que dilatara entreteniéndose en amasar a placer las nalgas de su esposa y luego comenzó a moverse hasta alcanzar un buen ritmo.

Erich disfrutaba viendo como gruñía de dolor con su polla en la boca. La enculada del abuelo duró más de media hora hasta que se vino llenándole el culo de leche cuando Ilse empezaba a sentir una cierta sensación agradable.

Ya la verga la tenía Erich bien dura e intercambiaron el puesto, el viejo dejaba que le chupara su flacida polla, ya sin muchas esperanzas, pero, eso si, magreando aplacer sus bamboleantes tetas. Su nieto se colocó detrás de su "madrastra" lubricó la verga en su concha y comenzó a darle por el culo.

Ahora ILse sentía una sensación cada vez más agradable; incluso no le molestaban demasiado los azotes que el cabrón de su hijastro le daba de vez en cuando en las nalgas llevado por la excitación. Movía el culo con frenesí disfrutando de la penetración del glande hasta lo más profundo de sus entrañas; de vez encunado apretaba con fuerza volviendo loco al muchacho Y al fin lo dos llegaron a un nuevo orgasmo.

Frans se retiró a su cuarto,  encorajinado,  sin poder entender que había pasado para que su madre se hubiera entregado de aquella manera.

Erich se puso su pijama y volvió a su habitación. El viejo la tuvo otro buen rato chupándole la pija, más que nada para disfrutar de su sometimiento.

Luego se levantó y antes de echarse en su cama la lmiró lleno

de lascivia y le dijo:

  • Ya te lo dije, no te va a faltar de nada.

Ella, totalmente confusa por sentimientos y sensaciones encontradas, pensaba que ante la sociedad sería la distinguida señora del coronel y en su casa la puta de dos

pervertidos.