Ilse, de Señora a puta de los nazis

Una hermosa viuda alemana, se ve obligada a satisfacer los deseos sexuales de los nazis. Degradándose hasta hacerse uns de ellos.

ILSE,  de señora  a puta  de los  nazis.

Hans Haring, llevaba más de 30  años  siendo el portero de aquel edificio de clase media acomodada,  acumulando un rencor  sordo contra aquellos inquilinos,  algunos  de los cuales eran judíos, exitosos en sus profesiones o negocios.  El era un fracasado al que un tío suyo le había proporcionado ese modesto empleo.

Estaba preso de una continua tensión sexual  que malamente satisfacía, pues con su sueldo, pocas  veces podía irse de putas.  Pero cuando lo hacía  le gustaba hacerles daño y elegía a las que no podían negarse a nada. Aunque era bajo y  delgado,  su verga cuando estaba excitado pasmaba a las furcias, gorda y con una glande muy abultado.

Se pajeaba diariamente con lo que su mente calenturienta ideaba después de mirar a las mujeres que pasaban por la calle y sobretodo a las damas que habitaban el inmueble;  espiando los mínimos descuidos que le permitieran ver algo.

Una tarde apareció en la  porteria preguntando por un inquilino Ilse, un lujo de mujer que destilaba esencia de hembra en cada una de sus voluptuosas formas. Era rubia y desplegaba su abundante cabellera como si fuese una leona. Su pelo era el marco perfecto para aquellos ojazos verde esmeralda , aquellos labios, rojos, carnosos, delicados y aquella nariz ligeramente respingona , aristocratica.

La arquitectura de sus 1,70 era pura voluptuosidad y morbo, hermosos senos, casi excesivos y unas piernas que nacían de unas exuberantes caderas , espléndidas nalgas que se adelgazaban armoniosamente para terminar en unos finísimos tobillos . Sus manos blancas como su delicada piel, de largos dedos y uñas largas muy cuidadas.

Ese cuerpo se hacía evidente por la forma en que vestía: elegante, lejos del recato y también del mal gusto. Era una mezcla de

insinuación y coquetería natural, no rebuscada.  Era una  expléndida hembra alemana a sus  35  años.

Hans,  que se  había afiliado al nuevo partido nazi que comenzaba a afianzarse en Alemania,  encontró en Ilse un  presa  que  poco  apoco sería  suya.  Ilse comenzó a visitar a un judío  viudo  que  habitaba en inmueble;  Hans  supuso que había  algo  turbio y  como  tenia llave  de cada piso sabía  que podría espiar algunas veces en que el judío olvidara,  poner el pestillo.

Aquella señora que vivía a  dos manzanas del edificio,  venía  dos veces por semana al edificio, y  Hans tras esperar un rato y preso de su excitación subía e  intentaba  abrir.  Por fin un día hubo suerte  y la puerta se abrió.  Lo que  pudo  ver  alimentaría su lubricidad durante días.  El  judío la tenía echada en el sofá  con  la  falda  subida   y  la  blusa abierta.  Temblando de excitación  le  comia  la boca mientras sus manos temblorosas  magreaban sus muslos.

Aquel  tipo  de más de 70  años obnuvilado por  el deseo  intentaba torpemente sacarle las tetas  del sujetador y  tuvo que ser ella laa que apartándolo un poco  se quitó la blusa y el  sostén.  El  Judío se volvió loco amasandole las tetas  y chupandole los pezones,  mientras Ilse,   habilmente,  le abrió  la cremallera del pantalón  y  sacándole la pija se la meneo provocando que el tipo  se corriera rápido.          La  cosa  no paso  de otro  rato  de magreo porque  el viudo  no  daba para más.

En la  siguiente ocasión Hans pudo  ver  como, despues del  magreo, Ilse se la  chupaba y  lo  pajeba con sus tetas hasta que se corría. Alguna vez el  viudo recibia  una visita de uno  o  varios amigos  judios de  su edad  y,  con  mucho riesgo,  Hans podía ver  como Ilse  se paseaba delante de ellos con solo las medias  y  los zapatos de tacón y tras dejarse magrear por todos ellos se  la chupaba  a todos hasta que se corrían.  Pero  nunca vio que se la follara ninguno.

Esta  situación duró  más de un año y  Hans  pudo averiguar  que el esposo de Ilse  había  fallecido dos  años  atrás y tenía ascendencia judía.  Ahora  Ilse  hacía  frente a las dificultades del negocio  familiar, Siendo amable  con  el  viejo  judío que  aplazaba los  plazos  de devolver los prestamos hechos  a su marido.

Pero  la cosa cambió cuando en  Enero de  1933,  el  partido  Nazi se empezó  a hacer con el poder.   Hans se había integrado  en las  SA  y  con otro camarada que también era portero en una finca cercana idearon el plan para hacer suya  a Ilse.

Cuando las cosas se pusieron muy  feas para los judíos,  sonsacaron al  viudo con la promesa de protegerlo  de los excesos y  con todos los datos le dijeron que llamara a Ilse,  que por el miedo  había interrumpido sus visitas. Ella  se presentó en casa del  judío  y  allí  se encontró  con Hans,  Jurgen, el otro  portero, y  Lothar que era un   veterano  mutilado de guerra al que le faltaba un pie.

Hans  la  insultó haciéndola sentirse basura que se entregaba a satisfacer a los judíos comportándose indignamente, siendo  madre de dos muchachos alemanes,  que cargarían con la vergüenza de que aquello lo supieran sus amistades  y compañeros de estudios.

Luego Hans cambió el tono: - Es verdad que podrías  hacernos entender que  cediste a los deseos de este ser inferior, si decides rehabilitarte dándole  a los nuevos combatientes alemanes la satisfacción que necesitan y  que merecen por  su servicio a Alemania.

Ilse  entendió perfectamente y  accedió:  - Soy vuestra, haced  conmigo  lo que queráis.

Jurgen devorándola con los ojos y  excitado le dijo: - Que puta eres, seguro que te lo montas bien y te llevas a la cama buenos maromos cuando  te apetece y  se la pegas  a tu  marido.

Hans,  tras decirle a Lothar que bajara a  cuidar durante un rato  la portería, por si había algún imprevisto,  empezó a dirigir la función y la viuda ejecutó dócilmente todas sus indicaciones, mientras oía las groserías que tanto uno como el otro le decían, conforme la voluptuosa y espectacular anatomia de aquella hembra aparecía ante sus ojos.

Después de quitarse su abrigo comenzó a desabrocharse la blusa mostrando sus blancas carnes , sus tremendos pechos que  parecía que iban a rebentar el sujetador, y aquellos brazos torneados que tenía fuera de si a aquellos tres degenerados.

  • Ahora la falda, zorra.

E  Ilse la desabrochó deslizándola hacia abajo y sacándola por debajo de sus zapatos. Cuando se agachó la vista de

sus senos apretados en el sujetador hizo gruñiar aquellas fieras excitadas por la vista de sus nalgas y sus muslazos . Ver aquellas piernotas enfundadas en delicadas medias que Ilse sujetaba con un ligero, y realzadas por la forma que adquirían al calzar tacones de 10 cms., era el más potente afrodisiaco .

  • Ahora date un paseo, potra , que queremos ver esas carnes en movimiento.

Y Ilse comenzo a andar por el despacho. Al girarse en su particular desfile reparó por primera vez en aquellas  piltrafas que sentados en sus butacas se la comían con los ojos. Estaban desnudos con solo los calcetines , flacos,  pero con las vergas a reventar, la de Jurgen larga y bastante gruesa, la de Hans enorme y muy gorda  para lo delgado que era, con una tremanda cabezota morada.

Ilse temblaba, no era una hembra lujuriosa, había cumplido bien con su marido, pero aquellas tremendas pollas le daban miedo.

  • Quitate el sostén y las bragas, puta .

Ilse se lo quitó, tapándose los senos con las manos en un gesto de pudor instintivo, para luego bajarlas dejando ver aquellos rosados pezones apuntados.

– Que pedazo de tetas Hans, que festín nos vamos a dar. Las manos se movían frenéticas sobre las vergas.

– Vamos a ver ese chochito .

Y calléndosele los lagrimones Ilse dejó a la vista de aquellos salidos aquel frondoso bosque de pelo.

Hans excitado: - Ahora date otra vuelta pero andando muy deprisa, que vibren bien esas nalgas.

Y aquellas carnes comenzaron a moverse con una voluptuosidad que provocaba el delirio.

  • mira la cabrona , seguro que que todos los día le abres las piernas a alguno y duermes calentita,

  • Jurgen esta es de las que se dan buenos restregones en el baile , vamos a calentarla.

Y los dos se avalazaron hacía ella. Hans por delante y Jurgen por detrás .

Hans buscó su hermosa boca mordiendo, chupando aquellos labios , metiendole la lengua , mientras ella lo que percibía era una sensación desagradable acompañada del picor que le producía su bigotillo ridículo. Las manos de Hans amasaban, apretaban con furia sus nalgas y sus muslos .

Jurgen se afanaba intentando encerrar en sus huesudas manos aquellos turgentes senos, pero no daba abasto , se desbordaban y el apretaba lastimando a la pobre Ilse que ahogada solo decía:

-Por favor, ya basta.

Los dos restregaban sus vergas contra los muslos y nalgas, sintiendo la caricia de aquella piel suave. La besuqueaban y mordían mientras se afanaban en el magreo; aquella tensión lasciva las hacía sudar.

-Vamos al sofá Jurgen.

Y aquel sofá en el que tantas veces la  había  magreado el  judio, se convirtió en el potro de tortura para Ilse.

-Nos la repartiremos como buenos hermanos.

Y se sentaron uno a cada lado.

-Vamos a ver que se esconde entre esos pelos, golfa.

Los dedos amarillentos de aquellos dos sátiros exploraron lo más íntimo de la temblorosa viuda descubriendo aquellos plieges carnosos, rosados. Los dedos se movían torpemente para luego introducirse , los dos iniciaron un frenético mete-saca de dos dedos juntos, que hizo gritar a Ilse :

-No me hagan eso por favor.

Pero ellos seguían, mientras uno le metía los dedos el otro se recreaba en el muslo que le correspondía , apretándolo con fuerza en su cara interna. Cuando se cansaron de tocarle el coño dirigieron su furia a las tetas.

– Ahora puta nos vas a coger con esas manitas nuestras pollas y nos las vas a pajear con delicadeza.

Los dos creyeron volverse locos cuando aquellas manos finas, alargadas se cerraron sobre sus pijas. No era una paja; era una caricia suave, de lo contrario se hubieran corrido al minuto.     La brusquedad en el trato que ellos daban a los pechos de Ilse era directamente proporcional . Los estrujaban , los mordían , los pellizcaban y de vez en cuando, poniendo la palma de la mano debajo, los sopesaban y sonriéndose le decían :

  • Luego nos  haras cosas ricas con ellas.

Disfrutaron un buen rato de aquellos hermosos y abundantes senos.

-Jurgen ya veras como va a resultar una buena mamona. Ponte de rodillas y bésame los huevos zorra.

Ella se postró y comenzó a besárselos sintiendo que le daba un vuelco el estómago. Hans estaba loco mirando aquella boquita roja, carnosa . Si hubiera sabido que nunca su marido le había pedido tal cosa a Ilse le hubiera dado un infarto.

Siguiendo las ordenes que le daba el sátiro le cogio la polla con su delicada mano y comenzó a chupar, como si de un chupa-chups se tratara, aquella cabezota morada que a duras penas le cabía en su boca;  luego Hans la cogio la cabeza y comenzó a follarle la boca hasta que sus labios tocaban sus pelotas, mientras ella casi

se ahogaba y se esforzaba en masajearle la polla y los huevos.

Jurgen colocado detrás seguía magreando sus tetas. Después de un rato, para no correrse pronto, intercambiaron las posiciones. Hans repartía sus atenciones entre las tetas y su concha. Poco a poco la señora Ilse se iba calentado a pesar del dolor que sentía en sus pechos y la humillación que sufría.

Jurgen no se contenía ya :  - Hans vamos a clavársela que está deseándolo la putona esta.

– Sí, te vamos a preñar, pero no te preocupes que necesitamos chavalotes en la juventudes hitlerianas.

Pusieron los tres cojines del sofá sobre la alfombra del salón, Jurgen se sentó en el suelo y puso sobre si la cabeza  de Ilse ligeramente levantada para que pudiera ver lo que le hacía Hans, mientras la tocaba la cara, los hombros y las tetas con fruición. Ilse, totalmente espatarrada, con los ojos abiertos como platos observaba la descomunal tranca que la iba a penetrar.

Hans apoyó la cabeza de su pijota en su coño y empujó. Ilse se estremeció  por la brusquedad,  pues desde que había quedado viuda  nadie  la  había  vuelto  a penetrar, y meneaba su cabellera rubia con desesperación, pero Hans la seguía clavando hasta los huevos y se recreaba mirando aquellos ojazos verdes espantados, aquella boca abierta y comenzó a bombear.

Los jugos de la viuda y su liquido preseminal facilitaron el camino y la penetración se hizo furiosa. –Noooo, gritaba en un espasmo de placer Ilse.                                   Aquel tremendo orgasmo delataba que había perdido cualquier tipo de control, y ella desearía que no fuera así.

– Dale Hans que la vas a volver loca.

Hans le daba con fuerza excitado por el temblor de sus carnes en cada arremetida. Se aferró a sus tetas gruñendo como una bestia cuando sintió que se venía llenándola con su leche.

Se dejó caer sobre ella , la beso en la boca y un poco después se echo a un lado y dijo:

  • A ver como te portas Jurgen.

Jurgen se colocó, la clavó y la bombeó a placer. La joven señora les dio la satisfacción de tener otro orgasmo; aquella hembra aullando y retorciéndose de gusto.

Estaban agotados aquellos viejos sátiros, la sesión superaba en mucho el tiempo y las sensaciones que un rato con una puta les había proporcionado alguna  vez,  de hecho no tenía nada que ver. La miraban satisfechos , ella quería creer que tal vez eso y el cansancio los haría dejarla marchar. El sopor en que quedó se rompió con el ruido de la puerta de la puerta del piso al cerrase.

Era Lothar que al entrar en el salón la vista de aquella hembra tirada en el suelo lo hizo salir de sí. Si dejar de mirarla se quitó el Jersey y la camisa. Desde el suelo ella veía una mole cuadrada, bastante peluda, con unos tremendos brazos, fruto del continuo esfuerzo con las muletas.

Lothar se sentó en el sofá y consciente de que los otros le dejaban el campo libre comenzó a disfrutar de ILse. Le ordenó que lo desvistiera, sabiendo que cuando le quitara su calzoncillo quedaría aterrorizada; su polla superaba en presencia y vitalidad a la de Hans.

Sentada a su lado le cogió la polla y se la acarició mientras el magreaba a la dama, la mordía, la pellizcaba , la mamaba las tetas, disfrutando de ese espléndido cuerpo. Ella miraba su tremenda garrota casi más gorda que su raquítica pierna.

Luego la tumbo en los cojines y la alfombra para hacer realidad una de su fantasías: follar una buenas tetas. A pesar del grosor de la verga , los senos abrazaron con holgura aquella bestia, sujetados por aquellas finas y cuidadas manos. La caricia de la suave piel, el volumen de los senos y aquellos dedos largos, era algo que nunca aquel hombre hubiera pensado disfrutar salvo en sus sueños.

Comenzó a moverse disfrutando de la situación. Aquella cabellera, aquella carita y las caras de satiros de los dos camaradas.

Ilse volvió a temblar ante las embestidas de Lothar, que había puesto a trabajar a sus compañeros en la entrepierna de la señora.

  • Calentármela bien mamones.

Lo hicieron tan bien que volvieron a sentir el aullido de la dama en su nuevo orgasmo. Lothar decidió clavarla , le miró el culo y se percató de que por ahí no habían entrado, pero prefirió dejarlo para más tarde cuando su verga necesitara más estímulo.

La puso a cuatro patas ordenándole que se la chupara a los otros y comenzó a metérsela. El chocho de Ilse aunque lubricado aún sufría por la dilatación que le producía encajar aquella polla tan gruesa, ella gemía y suplicaba que despacio, pero Lothar aferrado a sus nalgas la bombeaba vertiginosamente.

A ratos se inclinaba y estrujaba sus tetas apartando las manos de los dos camaradas que se entretenían con ellas mientras se la mamaba. Al fin apoyando su cara sobre su espalda y abriendo la boca como un idiota, pego un berrido y se corrió, acallando el gemido de la dama que había alcanzado su enésimo orgasmo.

– Nos vas a poner la polla perdida, so zorra, de tanto correrte, le grito Hans.

Decidieron darse un respiro para recuperar fuerzas, l mientras obligaron a Ilse a pasearse contoneándose , masturbarse y tocarse las tetas, hasta pasado un rato. Entonces Lothar decidió que era el momento de cogérsela por el culo. Inició el calentamiento echándola bocabajo en el suelo, se tiró sobre ella y comenzó a restregar su polla contra sus nalgas , mientras amasaba sus senos.

Luego el se tumbó boca arriba y ella de rodillas entre sus piernas comenzó a chupársela sintiendo las manos de los otros dos  que recorrían sus nalgas y el interior de sus muslos, sin olvidarse de sus pechos. Cada poco el cabrón Lothar les hacía una seña para que la pellizcaran o le dieran un apretón y ella se quejara con la boca llena de verga.

Cuando sintió bien dura su tranca la hizo cambiar de postura  lubricó su agujerito anal, untándolo con los dedos  mojados  en los jugos de su chocha y ordenó a los otros que la pusieran en cunclillas de cara a él, apoyando su culo sobre la punta de la verga y sujetándola uno de cada lado para ayudarla a subir y bajar.

Desde el suelo con la cabeza apoyada en los cogines le dijo a la viuda que se dejara caer el culo sobre él. Cuando el glande comenzó a entrar Ilse quiso alzarse pero la sujetaron los dos camisas pardas, Lothar movió la pelvis y entro un poco más. La  viuda aullaba con desesperación, aquello la rompía, la quemaba.

Cuando la tuvo toda dentro sintió como Lothar empujaba para arriba y los dos camaradas, agarrándola de los brazos la hacián subir y bajar . Disfrutaban viendo como su carnes, sus tetas, su nalgas rebotaban, temblaban , a la vez que la boquita carnosa se abría y gemía de dolor. La corrida abrasó sus entrañas y Lothar volvió

a sonreir con la boca abierta y la cara de idiota mientras berreaba de gusto.

-Ahora vosotros, mientras me limpia la polla esta puta.

La  joven viuda puesta a cuatro patas entre las piernas de Lothar, comenzo a mamársela mientras Jurgen se la clavaba por el culo; y cuando terminó este se colocó Hans volviendo a destrozárselo. Para excitarse los camisas pardas y dar cumplimiento a las perversiones de  Lothar, le  hicieron penetraciones dobles por el culo y el coño a la vez.

Luego le empezaron a meter la mano en la chocha primero dos dedos, luego tres y así hasta la mano entera. Mientras Ilse bramaba del dolor.  Excidado,  el sádico deHans tuvo una brutal idea:

-Jódela  con el muñón  Lothar.

La abrieron la piernas y Lothar de pie apoyó su pierna mutilada y comenzó a meterla hasta enterrar en el coño de Ilse un buen trozo,  que sujetada por los otros no podía sino  gritar y  mover la cabeza desesperadamente.

Cuando quedaron satisfechos, llamaron al  viejo judío  para que les trajera lo mejor que tuviera en casa para comer y  beber.  Mientras se dieron el festín explotaron el morbo bailando con ella, desnuda  y magreándola a placer.

Por  fin cansados y  satisfechos  la dejaron  marchar.  Ilse  sabía  que  aquello  solo  acababa de empezar  y  tendría que aceptar convertirse en algo bien distinto  de lo que hasta hora había sido.

P.D.  Espero  que os  haya gustado.  La  historia tendrá una continuación en tres  capitulos más.