Ilegalmente tuya 2

Patricia pudo ver un hermoso cuerpo femenino semidesnudo, que apenas se sostenía en pie,...

Patricia decidió no contestar la llamada, así que tomó sus cosas y abandonó el lugar; una vez que estaba saliendo del estacionamiento se sobresaltó ante la súbita aparición de un vehículo que le bloqueaba el paso; el susto se convirtió en enojo cuando vio descender de él una alta figura masculina bien conocida por ella: Sebastián:

  • Hola preciosa, donde vas tan a prisa? –preguntó Sebastián inclinándose sobre la ventanilla para saludarla;
  • A casa, a donde más –respondió Patricia con cara de pocos amigos;
  • Ya estás! Te sigo amor –dijo Sebastián retirándose de inmediato sin darle tiempo a decir nada.

Después de unos minutos de trayecto, ambos llegaron al departamento de Patricia, y una vez ahí, Sebastián la abrazó y besó apasionadamente; por un breve instante, Patricia se dejó llevar por los besos de su novio, hasta que un chispazo de lucidez la hizo separarse con firmeza de los brazos que la aprisionaban:

  • Sebastián, no creas que se me ha olvidado lo que hiciste, así que no trates de evadirlo –dijo muy seria;
  • Preciosa, yo se que estás sentida, pero necesitaba besarte, no te pongas así –respondió un risueño Sebastián;
  • Ok, ya me besaste, ahora espero una explicación –respondió Patricia separándose de su novio, mirándolo con frialdad;
  • Veamos abogada, si no me queda de otra, confesaré mi culpa: como te dije, Paco, mi amigote, se casa, así que fuimos a festejar la noticia con otros compas, y ya entrados en gastos decidimos irnos al table… pero solo vimos, no tocamos caray! –soltó Sebastián algo divertido;
  • No seas cínico! Si no tocaste, explícame entonces como es que traías tremendo chupetón en el cuello? –dijo Patricia sintiéndose cada vez más irritada;
  • Ah eso! Una de las chicas se acercó a nuestra mesa, la invitamos para que estuviera molestando a Paco, pero… ya sabes, son cosas de hombres y pensaron que sería buena broma que me mordiera, por eso me pescó descuidado y me mordió!
  • Ahh y yo soy estúpida eh? Sabes qué? Me fastidia que me quieras tomar el pelo; si me dices que te acostaste con ella, puedo ser mas tolerante, pero que insistas en que no pasó nada y que quien sabe porque te mordió, uff! Me enferma! –dijo Patricia empezando a levantar la voz;
  • Ah! O sea que prefieres que me acueste con una tipa y te lo diga y no me puedes creer que esto fue una inocente broma? –dijo Sebastián mirándola directamente a los ojos
  • No, claro que no, pero… Sebastián, mira… no tengo ganas de discutir si?, mejor así déjalo –respondió Patricia con tono cansado
  • Yo tampoco… más bien tengo ganas de… esto –dijo Sebastián besándola de nueva cuenta.

Mientras Sebastián intentaba seducirla besándola con pasión en el cuello (sabía que era su punto débil), Patricia intentaba contener su enojo, pensaba que su novio era un magnifico tipo salvo por un "pequeño" detalle: era demasiado mujeriego, un verdadero galán que además tenía la gracia de hacer de las suyas y conseguir que ella invariablemente se las pasara; acaso era tonta? O lo amaba tanto que por eso le perdonaba todas las que le había hecho durante los casi tres años de noviazgo?... realmente lo amaba o simplemente había caído en un sitio de confort y le era más fácil continuar en él?

  • Sebastián, no! –dijo Patricia cuando sintió las manos de éste recorriendo sus senos;
  • Te deseo y me encantan tus tetas –insistió Sebastián mientras tomaba uno de sus delicados pezones entre sus dedos;
  • Dime algo: porque te desapareciste el fin de semana? Donde estabas? No se nada de ti desde el sábado por la mañana;
  • Ahh… ps… me fui a curar la crudita que me cargaba preciosa, y luego me fui a visitar a mi hermano y ahí me quedé… además, Usted me corrió –respondió Sebastián mientras tomaba a Patricia por el trasero y la apretaba contra su cuerpo;
  • No!! Ya te dije que no! Porque no te creo eh? –respondió Patricia intentando librarse de los fuertes brazos que la atrapaban
  • No se porque no me creas, pero te juro que eso hice… porque no cosita rica, quiero comerte, anda – dijo Sebastián mientras lamía las orejas y el cuello de su novia, frotándose contra ella, en tanto sus manos apretaban sus pezones – mira como me pones condenada, si?
  • No, ya dije que no, tengo una audiencia temprano y aún no termino de prepararla –dijo Patricia apartando las manos de sus traidores pezones que ya empezaban a reaccionar;
  • No será que quieres castigarme? –dijo Sebastián sin dejar de acariciar a sus cómplices;
  • Claro que no!, no digas tonterías, te parece si nos vemos mañana? –dijo Patricia soltándose de sus brazos y dirigiéndose hacía la puerta
  • Sabes? Por eso me gustas… por difícil –dijo Sebastián un tanto divertido mientras seguía a su novia rumbo a la salida del departamento;
  • Estás loco!, no soy difícil
  • No??? Si no lo eres no quiero imaginarme como sería si lo fueras preciosa –respondió dándole un ligero beso, mientras sus manos buscaban de nueva cuenta los senos de su novia;
  • Mmmm… deja de hacer eso… no te vas a salir con la tuya… anda, ya vete –dijo Patricia escapando de nuevo.
  • Uhhh… yaa ni modos! Te me escapaste por hoy nena, pero… mañana quien sabe, te invito a comer va? – dijo Sebastián ya resignado;
  • Ok, va, háblame a eso de las dos para ver por donde ando y ponernos de acuerdo –respondió Patricia despidiéndolo en la puerta.

Una vez que Sebastián se retiró, Patricia recargó su cuerpo contra la puerta, mientras llevaba sus manos a sus senos, sintió sus pezones un tanto duros y un escalofrío la recorrió; que le sucedía?, los últimos meses se había sentido un tanto… aburrida; su relación con su novio no le estaba resultando satisfactoria; se dirigió a su recámara y mientras se ponía su pijama, se quedó pensando que quizá el tiempo que llevaban juntos los había hecho caer en la rutina; su vida sexual, no era lo que pudiera llamarse fabulosa, aunque tenía claro que mucho de eso se debía a su carácter un tanto… frio?; recordó cuantas veces Sebastián le había dicho que sentía que al sexo entre ambos le faltaba pimienta; no porque ella fuera una mojigata, no… al contrario, sentía que era una mujer bastante receptiva y que de buena gana aceptaba muchas cosas que a Sebastián le gustaban en la cama y que a ella no tanto: una buena sesión de sexo oral en el auto o inclusive, hacía tiempo había aceptado practicar el sexo anal, que no era muy de su gusto, pero sabía que a su novio lo enloquecía; quizá su temperamento no era todo lo caliente que pudiera esperarse en una mujer de su edad, pues generalmente le costaba trabajo llegar al orgasmo y muchas veces había tenido que fingirlo para no herir a Sebastián, y cuando lo lograba, era tan fugaz que en muchas ocasiones se llegó a preguntar si esos orgasmos explosivos de los que algunas amigas suyas hablaban, no serían solo una mera fantasía; recordó que en muchas ocasiones había recurrido a la masturbación y los orgasmos logrados habían sido un poco más satisfactorios.

Este pensamiento la sobresaltó –en que carambas piensas mujer!- cómo que tienes mejores orgasmos masturbándote que con tu novio?? – Será que soy frígida? … no!!… las frígidas ni siquiera se calientan… o si?. Será que Sebastián… mmm… no me estimula lo suficiente? O el problema soy yo? Recordó el físico de su novio: éste era un tipo alto, atlético, con músculos no voluminosos pero si marcado, una amplia espalda y abdomen casi tipo lavadero; un poco velludo sin parecer un oso, tenía una sonrisa pícara y unos agradables ojos ámbar; el corto cabello negro, algo grueso le gustaba mucho, sexualmente le parecía atractivo, pues la naturaleza lo había dotado con un hermoso pene de unos 18 cms, grueso y apetitoso, que seguramente era el sueño de muchas mujeres; sus grandes testículos completaban el atuendo del equipo de Sebastián, haciéndolo un macho muy atractivo y deseable, aunque a ella en ese momento, lo último que se le antojaba, era tenerlo.

Al dirigirse ya hacía su cama, pasó frente al amplio espejo de su vestidor y no pudo evitar plantarse frente a él y abrir la corta bata que la cubría; debajo solo tenía un pequeño camisón que apenas le llegaba a medio muslo, ya que no soportaba la ropa interior para dormir; la imagen que le devolvió, le resultó mas que satisfactoria: su cuerpo delgado, se podía adivinar debajo de la delicada tela semitransparente que poco podía hacer para cubrir sus senos redondos y firmes, la pequeña cintura se definía perfectamente para dar lugar a unas caderas rotundas, para finalizar con un par de piernas llenas y torneadas; le gustó como se veían sus pezones a través de la tela, aún duros por las caricias recibidas y no pudo evitar sentir un estremecimiento cuando pasó sus dedos por encima de ellos, rozándolos; éstos, respondieron de inmediato al llamado de su dueña, quién sin poder contenerse, los acarició delicadamente, apretándolos entre su dedo pulgar e índice; sintió su sexo humedecerse ante una de sus caricias favoritas; metió su mano por el escote y atrapó uno de sus deliciosos botones, le gustaba sentir su firmeza y al mismo tiempo, la suavidad de la sonrosada piel que lo cubría; continúo acariciándolo mientras fijaba su mirada en la sexi figura que desde el espejo compartía con ella ese íntimo momento; cubrió con toda su mano el hermoso globo que a duras penas era contenido por el ligero encaje del escote, apretándolo, acariciándolo; sintió su piel erizada y sin poder contenerse, liberó su pecho, quién orgulloso y lleno, exhibió el hermoso y redondo pezón, que ya había tomado un ligero tono obscuro debido a la excitación; celoso, su otro seno clamaba su atención, por lo que Patricia no lo hizo esperar, liberándolo para que goloso, se uniera a su compañero en su descarada exhibición; verlos a ambos así, plenos, con los pezones duros y erguidos, desafiando a la gravedad, generó que su sexo palpitara, logrando que se humedeciera aún mas al tomarlos con ambas manos y apretarlos, unirlos, acariciarlos en círculos, brindándoles un masaje que la hizo suspirar con fuerza. Echó la cabeza hacía atrás, mordiendo sus labios en un vano intento de acallar sus gemidos, mientras sus uñas iniciaban un interesante periplo: viajaban a lo largo de su cuello, apenas rozándolo, se desplazaban imparables hacía el sur, buscando como primer destino sus hermosos pechos que no cesaban de clamar atención, se detenían en sus pezones, arañándolos suavemente, se desviaban hacía sus hombros ya desnudos y subían ávidos por la columna húmeda y palpitante de su cuello, para volver a reiniciar su recorrido, una, dos, tres veces, hasta que su dueña se detuvo, clavando su mirada en la hermosa mujer que a través del espejo, le revelaba sus más íntimos secretos.

Patricia pudo ver un hermoso cuerpo femenino semidesnudo, que apenas se sostenía en pie, con las piernas un poco separadas, cubierto por una delgada capa de transpiración, el cabello castaño un poco revuelto, los labios rosados y llenos, húmedos y ansiosos, sus senos hinchados coronados por los botones enrojecidos que clamaban por caricias; imparables, sus manos bajaron por su vientre, dieron un pequeño paseo por su cintura y el contorno de sus caderas, llegaron al borde del pequeño y blanco camisón, subiéndolo, acariciando sus muslos, arañándolos suavemente primero por los costados, después por el frente y al final, por la suave piel de la parte interior, una y otra vez, gozando del viaje; una de sus manos, quizá extrañando el anterior recorrido, regresó a sus senos y su cuello; Patricia se sintió observada por la sensual figura del espejo, sintiéndose cada vez mas excitada ante la hambrienta mirada, por lo que incontenible, posó una de sus manos en su desnudo sexo, regocijándose en la humedad que cubría una delicada y bien recortada mata de vello castaño, dándole un ligero masaje circular que hizo que el pequeño habitante de la apetitosa cueva, protestara clamando atención, palpitante, húmedo y caliente; ante semejante requerimiento, Patricia no tuvo mas remedio que acariciarlo un poco, apretándolo entre sus dedos con sutileza, regocijándose con su suavidad y tamaño.

La respuesta a sus deliciosos estímulos no se hizo esperar; sintió como un estremecimiento la recorría desde la cabeza hasta los pies, mientras un rico cosquilleo recorría toda su vagina, dejándola completamente bañada con sus jugos; pasó uno de sus dedos humedeciéndolo y llevándolo después a su boca; le fascinaba el sabor de su sexo, dulzón y ese olor que la dejaba jadeante de excitación; mientras frotaba de nuevo su caliente capullo, su cuerpo respondía gustoso, calentándose cada vez mas, sintiendo en su vientre pequeñas contracciones que le hacían desear sentir ocupada su vagina, por lo que atenta a las demandas de su ardiente cavidad, introdujo su dedo índice mientras el pulgar continuaba su delicioso coqueteo con su mojado clítoris; así, de pie, se sentía desfallecer, hipnotizada por la mirada que denotaba lujuria y que le era devuelta desde el indiscreto espejo incapaz de guardar nada; llegó al punto en que su solitario invasor resultó insuficiente, por lo que retirándose de su acogedora funda, retomó el asalto acompañado por su dedo medio; sintiendo que en cualquier momento sus piernas se doblarían ante el cúmulo de sensaciones que la invadía, Patricia tomó asiento en la orilla de su cama, ubicada frente a su vestidor; separó sus piernas y dejó totalmente expuesta a su ávida mirada, su vulva sonrosada, húmeda y palpitante; ver como ésta se abría gustosa recibiendo al nuevo par de conquistadores que implacables la tomaban, mientras su protuberante clítoris crecía hasta sobresalir entre la celosa mata de vello que lo resguardaba, detonó un delicioso orgasmo, que cadencioso acompañaba la danza de sus dedos entrando y saliendo profundamente de su interior.

Ver su sexo así, abierto, invadido por completo, recibiendo placer, la calentaba de manera especial; un gemido ahogado y un efluvio de jugos calientes y abundantes, brotaron de Patricia, quién desmadejada, se dejó caer de espaldas en su amplia cama, intentando recuperar la cordura y la respiración después del éxtasis experimentado; pasó sus dedos por el borde de sus labios vaginales, que se encontraban hinchados y húmedos después de ese rico orgasmo, sintió la viscosidad de su néctar y lo llevó a su boca, saboreándolo, degustándolo como al mejor manjar, mojando sus labios con ellos mientras el rico aroma a hembra caliente llenaba su olfato, motivándola a continuar un mete y saca frenético que la llevó a un nuevo orgasmo que la dejó totalmente agotada.

Después de algunos minutos y una vez recuperado el ritmo de su respiración, Patricia fijó su mirada en el techo; odiaba sentirse culpable, pero no entendía porque carajo le había mentido a Sebastián diciéndole que aún tenía trabajo pendiente, porque prefería una masturbación en solitario y no gozar con él una rica sesión de caliente sexo?¿Qué le pasaba? ¿Por qué hacía eso? Y lo peor… algo que la venía inquietando desde tiempo atrás… porque se excitaba tanto con el olor de su sexo, su textura y en cambio, el olor del sexo de Sebastián le resultaba un tanto desagradable? Envuelta en estos pensamientos poco a poco fue entregándose al sueño reparador, dándole así, una tregua a su atormentada mente.