Iker abusa cruelmente de su pequeña hermanastra

Los días fueron pasando y por suerte no noté mucho la presencia de las nuevas inquilinas, más que nada porque nuestros padres volvían tarde de trabajar y Anna no solía salir de su cuarto. La primera vez que me molestaron fue la ya descrita y la segunda fue cuando quise ver un partido de fútbol...

Dicen que tener padres divorciados es duro y que es el motivo de mi agresividad y rebeldía. La separación me dio bastante igual, la verdad, y ya me metía en líos mucho antes de que se divorciaran. Lo hicieron  y ya han pasado 10 desde entonces.

Mi nombre es Iker, mi edad ya la sabéis y he vivido solo con mi padre hasta hace 2 meses, momento en el que se trajo a su prometida, y la hija de esta, a casa.

-Joder papá, no me jodas que vamos a tener que vivir con esas dos...

-Esas dos son tu hermana y tu madre, no lo olvides.

-Madrastra y hermanastra en todo caso... Vas a conseguir que pote a diario si tengo que ver a la gorda esa. -dije refiriéndome a Anna, mi “hermana”.

-Primer aviso. -dijo dándome una fuerte colleja.

Mi padre hizo que bajara a la calle para ayudar con la mudanza.

-Hola Iker. -dijo Patricia, mi madrastra.

-Tsss... -dije yo como gesto de desprecio.

Anna, a sus 19 primaveras, estaba apoyada en una farola, mirando el móvil con los auriculares puestos. Las dos eran bajitas y Patricia tenía un físico espectacular, muy estilizada, vientre plano y unas tetas que le tenían que provocar más de un dolor de espalda... Su hija era lo contrario, entrada en carnes aunque no de forma exagerada, con un culo redondo y salido, tal vez su mejor virtud ya que no lo tenía nada plano, y unas tetas pequeñas en proporción al resto de su cuerpo. Era guapa, eso no lo puedo negar, morena con un pelo escalado que le llegaba a los hombros, un largo flequillo que casi le tapaba un ojo y unos labios carnosos de lo más tentadores.

Yo, a parte de ser muy alto, y pese a ser bastante delgado, soy fuerte y gracias a esto subí varias bolsas en un solo viaje con el objetivo de evadirme de todo aquello para encerrarme en mi cuarto a viciarme a algún juego.

A las dos nuevas inquilinas ya las conocía desde hace tiempo. Primero conocí a mi madrastra Patricia debido a que mi padre la traía a casa algún fin de semana, cosa que yo desaprobaba pero aprendimos a ignorarnos mutuamente.

El único momento en el que le prestaba algo de atención era cuando aparecía por la cocina con una larga camiseta que no disimulaba sus pezones empalmados, pero si tapaba la prenda inferior que llevaba, si es que llevaba alguna. Sabía que cuando aparecía de esa guisa era porque había follado o iba a follar con mi padre... o ambas cosas. Yo me la comía con la mirada con tal de disfrutarla y con la intención de incomodarla, aunque no lo conseguía.

A Anna la conocí en navidad y durante la cita se veía claramente que nuestros padres nos habían obligado a asistir y nos habían jodido los planes con nuestros respectivos colegas. Desde entonces no nos soportábamos y volvimos a coincidir en algunas comidas y quedadas impuestas que “disfrutábamos” en silencio.

-Enséñale la casa a tu hermana mientras yo sigo subiendo cosas, haz el favor. -dijo mi padre entrando en la habitación.

Acepté de mala gana, no me quedaba otra. Mi padre salió de casa y yo indiqué a Anna que me siguiera, la cual estaba en la puerta de mi cuarto esperándome.

-Este es mi cuarto. Como te vea aquí dentro te reviento. Este es el lavabo. No lo atasques porque solo tenemos uno aunque con el culo que tienes y lo gorda que estás seguro que estoy pidiendo un imposible. Esta es la habitación de mi padre. Aquí es donde le revienta el culo a tu madre y le hace chillar como a una perra. Aquí tienes la cocina. Viéndote imagino que será tu lugar favorito de toda la casa y te pasarás aquí todo el día. Este es el salón y al fondo está la terraza. Se te prohíbe tomar el sol en él para que no lluevan vómitos de los vecinos de arriba. Y este es tu cuarto, en el que te podrás matar a pajas ya que nadie te toca ni con un palo.

-Tengo novio gilipollas, y es mucho más hombre que tú.

-Claro que si, guapa, sueña despierta. Tú nunca pierdas la ilusión.

Sí, lo sé, soy un faltón de mierda, pero yo soy así y estaba rabioso por el riesgo de que rompieran mis hábitos. Pese a que me metía mucho con su físico, debo decir que tenía un punto... Pero claro, siempre iba al “chiste” fácil y de gordas habían muchos. Ella solía vestir con ropa ancha y aquel día no fue menos, por lo que era difícil intuir que escondía debajo.

Por la noche pedimos una pizza para celebrarlo, como en el anuncio, y como era habitual nuestros padres rompían el incómodo silencio. En ocasiones intentaban meternos en la conversación preguntando (reprochando) cuando pensábamos buscar un trabajo. Mi hermanastra y yo acabamos rápido y nos fuimos cada uno a su cuarto.

Al día siguiente, tras levantarme, me dirigí al baño y estaba cerrado. Mi padre nunca cerraba con pestillo por lo que sólo podía ser Anna o Patricia.

-Un momento. -era Anna.

-Venga, joder, que me meo. ¿Quieres abrirme ya? Como sea cada día así me voy a cagar en la puta... Vamos a tener que poner ciertas normas.

Tardó un rato y cuando salió le vi por primera vez con un atuendo que me dejaba apreciar mejor su figura: llevaba un pantalón de pijama suelto pero que le marcaba sus curvas dando detalle de su forma: cadera ancha y dos glúteos como pelotas de baloncesto cada uno. No puedo decir que tuviera barriga pero tampoco tenía un vientre plano. Es decir, si os imaginabais algo colgando con michelines, no era el caso. Su camiseta ajustada dejaba apreciar unos pechos pequeños pero suficientes para cogerlos, apretujarlos y disfrutar con ellos.

Los días fueron pasando y por suerte no noté mucho la presencia de las nuevas inquilinas, más que nada porque nuestros padres volvían tarde de trabajar y Anna se solía encerrar en su cuarto. La primera vez que me molestaron fue la ya descrita y la segunda fue cuando quise ver un partido de fútbol en el salón.

Anna estaba tumbada boca abajo, ocupando todo el largo del sofá, entreteniéndose con su móvil.

-Cerdita, vete a tu habitación a meterte un bate de béisbol, una farola o lo que sea que te metas en el coño.

No me contestó, ni me miró, y le aparté las piernas para sentarme en una esquina. Tenía un primer plano de su gran culo y daban ganas de tocarlos como si fueran bongos. A los 3 segundos volvió a coger su posición original y puso sus pies desnudos sobre mis piernas. ¡PLAS!, le di un fuerte azote en una de sus carnosas nalgas.

-¿Pero tú estás tonto o que te pasa? -dijo mirándome.

-Un respecto a tu hermano mayor si no quieres que te parta la cara.

-¿Tú que vas a ser mi hermano? Atontao...

¡ZAS! De nuevo un fuerte cachete, más que el anterior. De un salto se puso de pie y se acercó de manera desafiante.

-Das pena, payaso.

De nuevo se avecinaba una hostia pero Anna fue ágil y se marchó antes de que pudiera darle. Ahora el sofá era todo mio y me acomodé para disfrutar del match. El día transcurrió con normalidad y también lo hizo el siguiente, hasta que tocaba ver otro partido.

-Las piernas o te las parto. -dije a Anna que estaba exactamente igual que la vez anterior, boca abajo.

Me miró de reojo y dobló las rodillas para poner las plantas de sus pies paralelas al techo. Me senté y volví a admirar ese apretado culo cubierto de una fina tela. Llevaba un pijama de entretiempo que dejaba apreciar su raja trasera.

-Tráeme una cerveza, anda.

Se hizo el silencio durante un rato y... ¡PLAS!

-¿Se puede saber que problema tienes?- dijo levantándose de nuevo de un salto.

-Así me gusta. Ahora ya sabes que tienes que hacer.

Se fue pero no volvió. En lugar de ir a la cocina se fue a su habitación y yo fui a pedirle explicaciones.

-¿Qué te he dicho? Tráeme mi puta cerveza.

-¡Sal de mi puto cuarto! Se lo diré a mi madre.

-¿Tú cuarto? Esta no es tu casa, cerdita, que te quede claro.

Me acerqué a ella, le tiré del pelo para que me mirase a la cara y le escupí en su rostro.

-Y ahora, tráeme mi jodida cerveza.

Me fui al sofá y nada más sentarme ya estaba ahí con la cerveza en la mano. Tras cogerla se fue sin decir nada, aunque ganas no le faltaban, seguro. Otro día más me quedé a mis anchas sin nadie que me molestara. Pensé que Anna no volvería a aparecer por el salón, había conseguido marcar el territorio, pero me equivocaba.

Al día siguiente se volvió a producir la misma situación que siempre acababa mal para ella.

-Hoy no hay fútbol, lo he mirado. -dijo ella.

-¿Y no puedo ver la tele? Aparta los pies, anda.

Obedeció y volvíamos a estar igual por tercera vez: yo en un lado del sofá disfrutando de un primer plano de su expandido culo y ella escribiendo en su móvil. Ni corto ni perezoso llevé mi mano a uno de sus glúteos y lo agarré con fuerza, aunque sólo conseguía cubrir la mitad de su nalga. Se giró ligeramente y apartó mi mano con violencia.

-Cuidado con lo que vas a decir, no te olvides que estás en mi casa. -me anticipé.

-No es tuya, es de tu padre.

-Cállate la puta boca y sigue escribiendo a tus amigos imaginarios con tu móvil. -dije tras darle un nuevo y fuerte azote.

Obedeció y no aparté mi mano de su trasero. Lo seguía apretando con fuerza y la misma mano iba cambiando de nalga para imprimir un desmedido manoseo.

-No tienes mal culo, cerdita.

Seguía a lo suyo, con su móvil, ignorándome. Ante su pasotismo y mi calentura me saqué mi polla dura para pajearme, aunque ella no se percató. Quería mejorar mi situación y me puse tras ella, de rodillas, y posicioné sus piernas de tal modo que yo me encontraba entre ambas. Llevé mis manos a su trasero y mis cachetadas no cesaron aunque en esta ocasión no era de un modo desmesurado, violento ni doloroso.

No pude reprimir mis ganas de hundir mi cara en ese gran culo y cuando lo hice aproveché para morderlo y estirarlo con los dientes. Bendito culo con el que tendría para una maratón. No fueron pocas las fantasías que me rondaban por la cabeza con tal de aprovechar el tamaño de ese curvado trasero.

Seguía sin poder reprimirme y en esta ocasión agarré su pantalón por ambos costados y, agarrando al mismo tiempo sus bragas, le bajé ambas prendas para dejar su culo al aire.

-¿Qué haces, gilipollas? -dijo girando su cuello.

De nuevo un nuevo ZAS fuerte pero en esta ocasión directamente en su fina y suave piel.

-Vigila tus palabras. Por cada una que digas ya sabes lo que te espera.

-Te estás pasando.

3 palabras, 3 azotes: ¡PLAS!, ¡PLAS! y ¡PLAS!. Uno de sus cachetes empezaba a ponerse colorado y Anna no pronunció palabra, aunque seguía con la cabeza girada.

Sin permiso, sin salir de lo establecido, mi boca se dispuso a jugar sobre su desnudo trasero. Lamía sus nalgas, las besaba, las mordía... Y cuando mi cuerpo me pedía más le separé cada una para ver un agujero oscuro como su piel. Hundí mi cara en su hendidura y le ofrecí extensos lametones con mi ancha lengua. Tras un rato jugando en su raja, mi boca tenía hambre y volvió a comer sus jugosos alrededores de tierna carne.

Mi polla pedía atención y yo se la dí. Junté los tobillos de Anna y los elevé para follarme sus piernas, o mejor dicho sus gemelos. Tenía unas carnosas piernas y en ese punto comprimían mi polla a la perfección. Movía mi pelvis y mi rabo desaparecía en un lado para aparecer en el otro. Anna seguía callada, inmóvil. Tras varios minutos follando sus piernas en silencio llegó la esperada corrida. Solté abundantes chorros que llegaron a su camiseta, su culo y sus muslos, en ese orden.

-Ya puedes ir a limpiarte.

Una vez más hizo caso. La estaba dominando y me empezaba a gustar la idea de tener una hermana. Estaba deseando que llegase la tarde siguiente para repetir las mismas acciones frente a mi sumisa hermanastra.

Con esa idea me dirigí al salón a la hora de siempre pero Anna no estaba. La esperé media hora y no aparecía por lo que mi habitual impaciencia decidió tomar la iniciativa. Me dirigí a su cuarto y allí estaba ella, con su habitual postura boca abajo con la cabeza a los pies de su cama.

-¿Qué quieres? -me dijo al verme.

-¿Ya no te gusta el salón?

-No, ya no me gusta. -dijo desviando la mirada.

-Creo que ayer te hice un favorcillo y ahora me debes algo. -dije acercándome a ella en linea recta.

-No te debo nada.

-Yo diría que sí.

Me saqué la polla frente a su cara, la cual es larga como yo y ancha como Anna. Hizo el gesto de apartarse pero le agarré rápido del pelo por la parte superior de su nuca. Comencé a golpear su cara con mi largo rabo, con fuerza, y lo llevaba a sus carnosos labios los cuales había sellado con fuerza con tal de no degustarla.

-Abre la boca, cerda. -dije escupiéndole en la cara.

Seguía sin obedecerme y mi cuerpo se inclinó hacía delante y alargué mi brazo para azotar su culo. No era efectivo y Anna seguía con su negativa. Decidí apretarle la nariz para que no le quedara más remedio que abrir la boca y por fin conseguí mi propósito. La abrió ampliamente y mi falo lo agradeció colándose dentro.

-Eso es, cerda, cuidado con los dientes o te quedarás sin ellos.

Mi mano seguía cogiéndole del pelo y gracias a ello orquestaba su cabeza para que engullera mi polla a gusto del consumidor. En un par de ocasiones se la saqué y le tiré fuerte de su cabellera, hacia atrás, para que me mirara la cara, momento en el que le pedía que abriera la boca y sacara la lengua para escupirle en su interior.

No tardé en llevar ambas manos a su cabeza para, con la ayuda de estas y mi cadera, follar brutalmente su boca. No le cabía toda pero yo lo intentaba y le provocaba varias arcadas. Estuve un buen rato con la follada descrita y en cuanto la solté pegó un salto hacía atrás y se quedó tumbada boca arriba con su cabeza en el otro extremo de la cama mirándome atentamente.

Con una zancada me subí a la cama y con otra me posicioné justo encima suyo. Me puse de rodillas, ubicando cada una en uno de sus brazos abiertos en cruz y esto me permitió inmovilizarla con mi sexo en su rostro.

-Abre la boca, foca.

No la abría ni para contestarme así que decidí repetir la acción en su nariz. Conseguí mi objectivo, una vez más, y con la otra mano le agarré nuevamente del pelo para seguir disfrutando de una buena mamada. Su cabeza se movía a mi antojo y abusaba sin miramientos de su cavidad.

-Eso es, devuélveme el favor.

Favor... Recordé lo que le había hecho el día anterior y se me encendió la bombilla. Me giré de manera ágil y conseguí que siguiera inmovilizada de la misma forma y ahora era mi culo el que se ofrecía a ser comido.

-Saca la lengua, puta, y lame. -le decía mientras lo restregaba por su cara con insistencia.- Ufff... Joder, que gusto... Te lo tuviste que pasar bien ayer gracias a mi.

Mi polla se sentía abandonada por lo que le liberé uno de sus brazos para enseñarle el camino hasta ella. Mi mano sobre la suya masturbaba mi miembro y cuando la solté siguió ella sola, de manera autónoma, con la misma velocidad que le había indicado.

Me aplicaba ambas acciones en ambas partes de mi cuerpo y a los pocos minutos no aguanté más y me corrí sobre su pijama. Tras el éxtasis del momento me puse de pie e hice que se sentara sobre el borde de la cama para que me la dejara bien limpita. Cuando finalizó su labor me propuse darle un morreo en sus carnosos labios y extrañamente este fue correspondido. Nuestro encuentro había acabado por ese día.

-Ya verás lo bien que nos lo vamos a pasar, hermanita... Y una cosa más, a partir de ahora, me llamarás papi.

-Tu no eres mi padre.

-Lo seré en cuanto me folle a tu madre.

Continuará...