(iii) soy la puta de mi pueblo

La Chivita debuta de puta por necesidad.

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Luego de este arrebato de presunción, sigo con la Chivita…

(III) SOY LA PUTA DE MI PUEBLO

Don Elías era el hombre más anciano del pueblo, desde que su madre fundara la farmacia: La mano de Dios, él se había hecho especialista en pruebas de paternidad debido a la inmensa cantidad de violaciones que sufrían las niñas en San Isidro, de hecho, doña Chenta se había hecho la prueba, pero nunca supo quién era el padre de su hija, la madre de la Chivita, lo que estaba claro es que no era de su esposo. Don Elías precedió a averiguar quién de los tres supuestos padres era el auténtico y después de hacer la prueba con las evidencias de todos los hombres, se llevó una gran sorpresa, el padre de la Chivita era su abuelo.

León colgaba desnudo, de unas cadenas en el salón del placer , como lo había bautizado el Comandante General al cuarto de torturas, mientras el Coronel Felipe García permanecía inconsciente en la sala de enfermería. El cabo Culajay, un enano apestoso, era el encargado de torturar al que en su momento fuera, el Capitán Balam, Culajay era un experto en torturas, lo que no sabía era por qué tenía que torturarlo, no tenía nada que confesar, de cualquier manera, conectó los electrodos.

La Chivita estaba desesperada, estaba frente a las puertas del Destacamento Militar y el pinche soldado que la atendió, le dijo que él no estaba autorizado para darle ninguna información, que el Coronel García seguía inconsciente y que solo él la podía atender, le dijo que regresara mañana.

La cantina aún no abría porque no estaba ninguno de los patrones, pero adentro Robelio y Calixto (encargados de la seguridad), se daban la grande con Rosita y Maruca (dos de las 4 muchachas contratadas para ayudar en la cantina), Robelio tenía acostada sobre una mesa a Rosita, estaban vestidos por aquello de las emergencias, Robelio hizo a un lado el calzón de Rosita y le metió la verga, Rosita trababa los ojos en señal del inmenso placer que le provocaba ser cogida de manera tan salvaje. Maruca estaba cocinando cuando sintió que Calixto la agarraba de las nalgas, ella misma se bajó el calzón a las rodillas y Calixto que era amante de los culos, le metió la pija sin consideraciones, Maruca echaba las nalgas para atrás para sentir hasta adentro la cabeza de la verga de su cogedor, a ella le encantaba que le abrieran el culo y mientras más larga fuera la verga, mejor.

En eso oyeron la moto de la Chivita, se compusieron las ropas y todos se encargaron de sus labores, la patrona entró preguntando por Liseli y Filomena, le dijeron que se estaban bañando, les dijo que se apuraran porque ya los comensales estaban amontonando para entrar, Robelio y Calixto levantaron la cortina de metal mientras, Rosita y Maruca iban a la cocina, la Chivita se dirigió al baño y encontró a Liseli y Filomena totalmente enjabonadas, mientras se metía la una a la otra, los dedos en la cuca, a la Chivita le pareció tan morbosa la escena que se escondió para seguir viendo; las dos amantes se quitaron el jabón y la mirona pudo observar que tenían unos cuerpos estilizados, casi sin tetas y los culitos pequeñitos, le extrañó que siendo casi niñas y ya eran tan mañosas, luego fisgoneó como Filomena se hincaba y le mamaba la cuchara a Liseli, ésta casi se cae de la calentura, Filomena la agarró de las nalgas y le metió la lengua en la panocha, a los pocos minutos vio como le salía muchos fluidos, como si se estuviera orinando, Filomena se paró y se besaron en la boca para disfrutar del sabor de los jugos, la Chivita se sentía extrañamente sudada, así que hizo como que venía llegando y les pidió que se apuraran.

Ese día la pobre Chivita casi se volvía loca, eran muchos los comensales y poca gente para atenderlos, ya no tenía manos para servir, cobrar y supervisar, así que les pidió a Robelio que se encargara de servir los licores y a Calixto de la caja, pero eso provocó que dos borrachos se agarraran a machetazos, llegó el jefe de la policía y se llevó a uno a la cárcel y al que le colgaba el brazo a la clínica, luego pidió hablar con la Chivita:

-Buenas tardes, ¿Cuál es su nombre?

-Silvia Salas, pero todos me dicen Chivita.

-No tenía el gusto de conocerla, me llamo Benjamín Guerra y soy el comisario en jefe de la estación de policía, mire, esto no puede seguir pasando, le ofrezco protección a cambio de una módica cantidad.

-Ya salió en peine, estábamos mejor sin ustedes ¿de cuánto va a ser la mordida?

-¿Qué pasó Chivita? Si no somos perros.

-No pues, hienas son ustedes, ¿sabe qué? Espere a que venga el dueño y habla con él.

-¿Y dónde está?

-Preso en la Base Militar.

-¡Puerca! ¿qué hizo?

-Le quebró una botella en la cabeza a un coronel abusivo que me metió mano.

-Ah, entonces a saber si sale.

-No me diga eso.

-Mire, le doy una semana, sino, le cierro el changarro, usted dice.

-Va.

La Chivita le pidió a Rosita que la acompañara porque era la más cabrona de todas, además que el par de maricones no quisieron ir porque les daba culío ver a sus antiguos jefes, se pusieron bien chulas, se montaron a la moto y partieron hacia la Base Militar, las atendió el mismo soldado, llamó por radio y les dijo que otro soldado las iba a conducir, llegaron a una especie de sala de espera, es eso apareció otro soldado y le dijo a la Chivita que podía pasar pero sola, Rosita iba a protestar, pero la patrona la controló. Pasó a la oficina del Coronel García, estaba vacía, al rato apareció el despreciable militar con la cabeza vendada:

-¿En qué le puedo servir?

-Devuélvame a Leonidas, él solo me estaba defendiendo, usted tuvo la culpa de que le reventara la cabeza.

-Vamos a hablar a calzón quitado, chula, mire, su novio, marido, amante, o lo que sea suyo…

-Eso a usted no le importa.

-Ta bueno, pero nadie se queda sin castigo, a Leonidas lo pienso matar.

-Pero ¿por qué? Si fue culpa suya.

-Nosotros los militares no sabemos de culpas.

-¿Qué quiere? ¿Dinero? ¿Dígame cuánto?

-No estaría mal… pero…

-Pero ¿qué? Hable de una vez… dígame qué quiere y yo veo si se lo consigo.

-Si puede, chula, la quiero a usted.

-¿Cómo así?

-Me la quiero coger.

-Ni lo piense.

-Usted decide, ¿O me da esa cuquita rica que tiene o mato a su Leonidas?

-No lo creo capaz.

-Venga, acompáñeme.

La condujo por unos corredores obscuros, llegaron a una puerta, el coronel le dio una nalgada, la Chivita se tuvo que tragar su orgullo y solo lo fulminó con una mirada asesina, que provocó gracia, al monstruoso militar, abrió la puerta y era un sótano, bajaron unas cuantas gradas y la detuvo, desde ahí se podía ver, bajo una luz amarillenta, a Leonidas colgado de unas cadenas, desmayado.

-Ya le dije, usted decide.

-Pídame lo que quiera, cualquier otra cosa, pero eso no, por favor, se lo suplico.

El coronel chifló y de las sombras apareció Culajay cuadrándose, le dijo que ya sabía lo que tenía que hacer, bajó a Leonidas, desmayado, Culajay lo acostó boca abajo, se sacó la verga y se la metió entre el culo, León gritó, rugió maldiciendo, tratando de zafarse de aquella profanación, pero estaba muy débil, el asqueroso enano hundía su estaca con verdadero gusto al que algún día fuera su superior, lo cogía con saña, le estrellaba la cara contra el piso, la Chivita no soportó más y accedió a sus pedidos siempre y cuando lo saltaran.

- Deme las nalgas y se lo puede llevar vivito y coleando… bueno, no tan vivito, pero eso sí, bien culeado, ja ja ja

-Ta bueno, pero déjelo en paz.

Volvió a chiflar y el enano dejó de violar a su víctima. El coronel se llevó a la Chivita a una habitación lujosa, prometiendo que después de cogérsela, se lo podía llevar. Mientras tanto el enano terminó lo que había empezado, le dejó todo el culo bañado de leche y sangre.

García le pidió a la bella que le hiciera un striptease, puso música tropical y se sirvió un whisky, ella empezó a moverse al ritmo de la música, pero sin ganas, él le dijo que si no hacía su mejor esfuerzo, que de todos modos se la iba a coger y que luego mataría a Leonidas, ella asustada y obligada, se empezó a mover de la mejor manera que podía, a pesar de su disgusto, se movía muy bien, se alborotaba el pelo y después echaba la cabeza para atrás, se empezó a desabrochar la blusa, dejando ver un sostén blanco de encajes, precioso, tiró la blusa al suelo, luego se fue bajando el zíper de la faldita, le dio la espalda y se la bajó sin doblar las piernas, al Coronel se le paró la verga de inmediato, que ricas se le veía sus paradas nalgas en esa tanga diminuta, luego se dio vuelta, al ver que el militar se tocaba, ella sonrió, estaba aprendiendo a saber el enorme poder que ejercía su cuerpo sobre los hombres, el militar creía que ya había derrotado su resistencia y le ofreció un whisky, ella tomó la botella y se empinó varios tragos, los necesitaba, estaba a punto de ser violada por una bestia peor que Leonidas y eso ya era mucho decir.

La bella siguió su danza sensual, él sentía que era muy afortunado, parecía que estaba con una estrella de cine, lucía muy alta con esos tacones, sus piernas largas y torneadas, una cinturita como la de Thalía, y esos pechos, que vestida, no parecía que fueran tan grandes y tan ricos, y esa boca… esa boca pintada de rojo, con el cabello cubriendo medio rostro… y esas nalgas, se deleitaba viendo como movía el culo, eran dos generosas masa de carne aplaudiendo mientras bailaba, no aguantó más y se desnudó, le pidió que se subiera a la cama con los tacones puestos, él se tiró primero, ella subió y se colocó con las piernas abiertas en medio de su cuerpo, esa visión de sus nalgas partidas por la tanga lo enloqueció, ella se fue quitando lentamente el sostén hasta que brincaron esas tetas morenas con sus pezoncitos cafés, trató de tocarla pero ella lo evadió coqueta, le pidió qué el mismo le quitara la tanga, el degenerado militar, tomo con sus dientes un extremo de la tanga y aunque le costó trabajo, logro bajarla, ella con un coqueto movimiento de su pie, la aventó al suelo.

Por fin la tenía totalmente desnuda, ella iba descubriendo una habilidad que no se conocía, le salía natural, se preguntaba si sería herencia de su abuela, aunque eso de ser puta nunca pasó por su mente y si había aceptado acostarse con ese asqueroso, era por salvarle la vida a Leonidas, pero se juró, que nunca más lo volvería a hacer, pero la boca del hijueputa militar, la sacó de sus pensamientos, le lamía los pies con devoción, por una extraña razón, se sintió poderosa, ver a aquel animal en esa posición, le abrió una puerta que la excitó, él fue subiendo por sus piernas hasta llegar a su abertura rosada, ella tembló de miedo, él la agarró de sus poderosas nalgas y cuando la iba a lamer, se meó sobre su cara, ella muerta de miedo comprimía sus músculos vaginales para evitar que le siguieran saliendo los meados, pero el asqueroso hombre abrió la boca y se tomó los meados con placer.

-Ninguna puta me había meado la cara, que rico.

-Yo no soy puta.

-Si lo sos, lo que pasa es que no lo sabías… vení, mamame el chorizo.

-Pero le huele feo.

-¡Dejate de mierdas! Yo me acabo de tomar tus meados… no te hagás la delicada… vení pues, acercá el hocico… así… lameme la cabeza de la verga… que rico… así… ya te metiste toda la cabeza… sos una golosa… ahora hasta el fondo… aghst… uf… vos tenés garganta profunda… naciste para mamar verga… que buena puta me conseguí… esperate porque si no me vas a hacer acabar.

La Chivita sentía que vomitaba del asco, pero también sabía que tenía que fingir como una verdadera puta, el Coronel, la puso de perrita y ocurrió lo jamás pensado, le vino la regla, ella corrió al baño, pero García la trajo de los pelos de vuelta, le dijo que así iba a ser más rico, la volvió a colocar en la misma posición y le metió la verga de un solo puyón, a la Chivita le dio una repulsión enorme al sentir que, con el golpeteo del Coronel en sus nalgas, saltaban gotitas de sangre por todos lados, pensó que la única ventaja que tenía, era que el degenerado Coronel no se había puesto condón y así evitaba quedar embarazada.

Lo más asqueante de todo fue que movía el culo sin voluntad, le empezaba a gustar esa tremenda cogida que le estaba dando ese mono peludo, ella quería pensar en otra cosa para no sentir placer, pero sentía que se venía, contrajo todo su cuerpo y logró que el mono se vaciara en sus entrañas.

-Ah, estuvo rico.

-¡Maldito!

-Pero rico, no me digás que no te gustó, si hasta echabas el culo para atrás ja ja ja

-Devuélvame a Leonidas, pobrecito, él no hizo nada.

-¿Nada? Vení a ver.

Le mostró una grabación donde se veía a Leonidas robándose unas bolsitas de cocaína, la Chivita abrió los ojos sorprendida, con qué razón tenía tanto dinero, ahora entendía por qué lo habían echado del ejército. El Coronel le pidió el número de su celular, ella se negó y le dijo que entonces no le devolvía a su casero, no tuvo más que dárselo. Cuando llegaron a la recepción, Rosita tenía recostado a Leonidas, en sus piernas, como si fuera un bebé, la Chivita corrió a abrazarlo y lo sacaron presurosas de aquella casa del terror.

Cuando entraron al pueblo, las calles estaban llenas de gente y rompieron en aplausos al ver a Leonidas en medio de esas dos mujeres, lo recibieron como un héroe, por supuesto, no había ni una mujer, lo entraron cargado a su casa, la Chivita dio la orden de abrir la cantina y repartió responsabilidades, ella subió con su fiera herida hacia su habitación, lo desnudó como pudo y lloró de la impresión de verlo magullado, quemado y con algunas llagas abiertas, mandó a llamar a don Elías y lo atendió, las órdenes fueron: reposo por una semana.

Al día siguiente, mientras León dormía sedado, la Chivita bajó a atender el negocio y se encontró con varias sorpresas, la primera fue ver a un niño comprando una botella de ron, ella regañó a Robelio por venderle licor a un niño, pero éste ya había pagado y salió corriendo con la botella en la mano, la segunda fue que Rosita y Maruca le dijeron que se querían casar con Robelio y Calixto respectivamente, la patrona las abrazó y las felicitó, luego preguntó por Liseli y Filomena y le dijeron que se estaban bañando, ella quería ir a espiarlas, pero una visita no se lo permitió:

-Hola Chivita, veo que el dueño del negocio ya está en casa.

-Sí, comisario, pero está dormido, venga mañana por favor, además aún no ha pasado la semana.

A los cinco días llamaron al cura de un pueblo vecino y casó a Robelio con Rosita y a Calixto con Maruca, la fiesta fue extraordinaria, mataron varios cochitos y hubo chicharrones y carnitas gratis para todo el pueblo, pero nunca falta el pelo en la sopa, apareció de nuevo el Comisario Benjamín Guerra y pidió hablar con el dueño, pero a León lo habían trasladado al hospital de la cabecera departamental porque requería de medicinas y cuidados que no había en San Isidro:

-Lo siento, chula, pero se llegó el día, quiero hablar con el dueño.

-No se va a poder, fíjese, porque está en el hospital de la cabecera departamental.

-Entonces voy a proceder a cerrar su negocito.

-No puede hacer eso.

-¿Cómo qué no? Para eso soy la autoridad.

-¿cuánto quiere?

-Yo no hago negocios con viejas.

-Dígame ¿Cuánto quiere?

-Pues… mientras viene el dueño… y para no cerrarle el negocito… pues… la quiero a usted.

-Eso no se va a poder.

-Entonces consígame una puta.

-Esta es una cantina decente, aquí solo vendemos licores y comida, aquí no hay putas.

-Ta bueno, entonces procederé a cerrar el negocio.

Y lo cerró.

Pasaron dos días y el Comisario Guerra no cedía, los comensales hicieron una protesta frente a la comisaría con pancartas y carteles, pero aparecieron las señoras defensoras de la decencia, comandadas por doña, Chayo, con alta voz en mano, gritando consignas en favor de la policía y en contra de ese negocio del diablo, los ánimos se empezaron a calentar, los hombres sacaron sus machetes y los policías las pistolas, llegó el alcalde auxiliar para tratar de mediar, pero le acertaron una pedrada en la cabeza y se armó la trifulca, varios hombres terminaron en la cárcel y otras mujeres en la clínica, Doña Chayo, por supuesto, ya había salido corriendo, el pobre alcalde se quedó tirado en la calle y Liseli y Filomena lo entraron al negocio para curarlo.

Entonces, a la Chivita, se le ocurrió llamar a su violador, al Coronel Felipe García, a grandes malas, grandes soluciones, pero le dijeron en la Base Militar que se había ido a la capital a una comisión y que regresaba en 15 días, ella dijo que él le había dado este número de teléfono, pero le contestaron que ese solo lo usaba en San Isidro y que el otro no se lo podían dar. La Chivita hizo una reunión con su personal y los puso al tanto de la situación, les contó las condiciones que pedía el Comisario Guerra, Rosita dijo que, si no estuviera casada, la hacía de puta para salvar el negocio, Maruca opinó igual, las otras dos solo bajaron la vista. Lo peor para la Chivita fue que ya se le estaban acabando los ahorros, aun no terminaba de pagar el terreno, la hospitalización de León estaba saliendo carísima y para colmo de males había mandado a comprar un pick up a la capital y ya no le alcanzaba ni para comer, pensó que estaba como al principio, solo que ahora, más jodida, antes no tenía nada, ahora tenía deudas.

Se vistió con su ropa más sexy y mandó a llamar al Comisario y el Comisario le mandó a decir que la autoridad era él, que, si quería hablar, que llegara a la estación de policía. Fue recibida en medio de chiflidos y vulgaridades de parte de todos los agentes y fue conducida a su despacho:

-¿Qué quiere?... veo que se arregló para mí.

-Le vengo a suplicar que nos deje abrir el negocio, estamos en la quiebra.

-Hum… pero con una condición… no, mejor que sean dos…

-¿Cuáles son?

-La primera es que me dé el 10% de toda su ganancia

-5.

-9.

-6.

-8.

-Esa bien, 8 ¿Y la otra?

-Una puta.

-Ya le dije que no tengo putas.

-Deme, aunque sea a una de sus cuatro muchachas.

-No puedo, dos ya están casadas y las otras dos… las otras dos son casi unas niñas.

-No importa, más rico todavía.

-Está bien, llegue a mi casa a media noche y le tendré a su puta.

Mientras tanto Rosita se desnudaba para su marido y Robelio estaba caliente, pero no se veía feliz.

-¿Y a usted qué le pasa? Yo encuerándome y usted ve pa otro lado.

-Cuénteme pues.

-Otra vez con lo mismo.

-Ahora ya estamos casados, ya no importa… cuénteme… ¿quién fue el que la desvirgó?

-¿Por qué le preocupa tanto eso?

-Fue Calixto ¿verdad?

-Ya le dije que no.

-Entonces ¿quién? Cuénteme.

-¿Quiere que me vista?

-No.

¿Entonces qué quiere?

-Venga, chúpeme el pito y me cuenta ¿va?

-Solo se lo chupo… olvídese de lo otro.

-Cuénteme… o me va a volver loco… yo le dije que me casaba con usted si me decía, ahora cumpla su palabra.

-Va, pero primero deme mi luna de miel y ya después le cuento.

-Esa ya se la di hace ratos.

-No sea burro, ya cogimos, pero la luna de miel solo es cuando uno se casa.

-Burro soy, pero por la gran verga que le encanta.

-Démela pues.

Y Robelio se desnudó, ella se tiró como fiera hambrienta a devorarle la pija, él se puso a la orilla de la cama y se agarró las piernas, ella ya sabía lo que quería, le pajeó la moronga, le acarició los huevos y le metió la lengua en el culo, Rosita tenía la lengua larga y Robelio sintió que se venía, se acostó en la cama y Rosita experta jinetera, se le subió encima, le agarró el pito y se dio un sentón tan profundo que Robelio sintió que le destripaba los huevos, ella se movía como una verdadera batidora, él la agarró de las tetas para detener a ese tsunami convertido en mujer, pero el contacto de las manos de su esposo en los pezones, solo hizo que le subiera el volumen, como si sus tetas fueran el botón de un radio, ella se sacaba la verga hasta la punta y se dejaba caer con todo el peso de su culo, Robelio disfrutaba sufriendo y ella sufría porque quería más verga, por fin terminaba la tortura, Rosita se le acalambró todo el cuerpo, brincaba como poseída moviendo la cabeza alborotada para todos lados y cuando le vino el orgasmo, fue tal el grito que pegó, que los perros empezaron a ladrar, Robelio se vació como si hubiera roto una botella de champagne.

-Va, ya tuvo su luna de miel, ahora cuénteme.

-Fue… fue… Leonidas, el patrón.

-Ese hijo de puta ¿Y cómo fue?

Liseli y Filomena le habían quitado la camisa llena de sangre al alcalde, Liseli le limpiaba la sangre de la espalda, Filomena estaba hincada limpiándole la panza, cuando de pronto entró Doña Chayo y los agarró a bolsazos, quien sabe que se imaginó la primera dama del pueblo, don Goyo como pudo la logró contralar y ella muerta de celos agarró del pelo a las dos muchachas y las arrastraba por el suelo, don Goyo tuvo que hacerle una llave de lucha libre para aquietarla, ella lo escupió:

-¡Rosario! ¡¡Estás borracha!!

-Quiero el divorcio.

Y salieron gritándose para su casa, Filomena ayudó a parase a Liseli, le dio un beso en los labios y también se fueron para su casa, aún vieron entrar a la patrona toda arreglada ¿A dónde iría? Se preguntaron.

Calixto y Maruca se bañaban juntos, hoy era un día especial, era la primera vez que iba a coger siendo esposos.

-Cuénteme pues, ¿Cuántos se la cogieron antes que yo?

-Uno que otro… cuénteme usted primero y luego le cuento yo.

-Ta bueno, primero me cogí a la Berta.

-¿Y esa quién es?

-La Berta hombre, la hija de doña Güicha, la de la casa de adobe.

-Nooooo, a la gordita esa, que huevos los suyos.

-Es que yo era chamaco.

-¿Y qué tal coge? Cómo me calienta que me cuente eso.

-Va, empelótese pues, así más rico.

-Ta bueno, pero sígame contando… ¿Qué tal coge la gordita esa?

-Rico, tiene unas chichotas bien blancas y grita como yegua recién parida.

-¿Quién más?

-A la hermana del Calixto, pero no vaya a decir nada porque no sabe.

-¿Quién? ¿El Calixto o la hermana?

-¡El Calixto! ¡¡¿Cómo no se iba a dar cuenta la hermana cuando le atravesé la panochota con mi verga?

-Una nunca sabe… ¿quién más?... ay, ¿Mire cómo me tiene? Estilando, como pila rebalsada…

-Mejor cómame la verga y le sigo contando… ay… tenga cuidado con los dientes, me la va a arrancar…

-Perdón… siga.

-Mi prima la Tere… si… si… así… que rico me la come… ay… a ver… ¿Quién más?... Ah, la mamá de la Liseli… y… nada más.

-No sea mentiroso, le falta una… cuénteme.

-Usted.

-No sea pendejo, yo soy su esposa… falta una… bueno, por lo menos de las que sé… cuénteme…

-No ¿quién?

-¡La Rosita!

-¡Mentira podrida!

-Déjese de pajas, si ella me contó.

-Que boquiabierta la Rosita, quedamos en que no se lo íbamos a contar a nadie.

-Agradecido con ella debería estar.

-¿Por qué?

-Porque ella me contó que usted tenía el chile bien grande y que cogía bien rico, pero que una vez usted se la quiso coger por el culo y ella no se dejó y como a mí me encanta que me revuelvan la caca, por eso me lo conquisté.

-Yo no le conté nada porque creí que se iba a enojar. Va, ahora cuénteme usted.

-Ta bueno, pero chúpeme el sapito mientras le cuento… ay… que rico siento… no se olvide de mi culo… así… así… ay… bueno, el primero fue don Goyo.

-¿Don Goyo, el alcalde?

-Sí, yo era la muchacha y una vez que doña Chayo se fue pa la iglesia de San Mateo, ahí me desvirgó… el segundo fue mi primo Chinto, luego siguió el nieto de don Porfirio, aquel que lo mandaron para la capital… después… fue el hermano de la Filomena.

-¿Quién de todos?

-El Juan y el Simón.

-¿Los dos? ¿Y al mismo tiempo?

-No, ¿cómo cree? Seré puta pero no degenerada… Primero el Juan y a la semana el Simón.

-y el último fue…es… es que me da pena.

-No se haga, si yo ya sé, fue el Robelio, si él mismo me lo contó.

-Ah, sí pues, el Robelio se me había olvidado.

-¡¿Hay otro?!

-Ya le dije, el que me da pena.

-Dígame o ya no me la vuelvo a coger por el culo.

-Ta bueno, pero no me vaya a regañar… fue… el cura… el cura que nos casó.

-Ja ja ja que puta es… que rico… Cuénteme ¿Cómo fue?

El comisario Benjamín Guerra, toco la puerta a las doce en punto de la noche, la Chivita salió a abrirle la puerta, totalmente desnuda…

CONTINUARÁ.