III. La cuadratura del círculo

Jandra se levantó de su rincón y con sus lágrimas se esfumó de la habitación.

Jandra se levantó de su rincón y con sus lágrimas se esfumó de la habitación.


Miré a David y con un gesto leve de mi mano le insinué que me iba fuera.

Ya fuera noté que todo el alcohol ingerido no era el suficiente como para no darle importancia a nada, así que opté por irme caminando hacia mi casa, no tenía ánimo alguno de continuar en la fiesta.

Caminando un coche empezó a pitar, ni me inmuté, tras varios pitidos oí mi nombre, giré mi cabeza y en el interior del coche estaba mi amiga de la infancia con su novio, me invitaron a subir, así lo hice, se ofrecieron a llevarme a mi casa y acepté, en el camino me sacaron múltiples temas de conversación, contestaba medio aturdida y se percataron de ello y preguntaron si me pasaba algo, no paré de excusarme en que tenía un gran dolor de cabeza.

Bajé del coche y de espaldas a ellos una lágrima salió sin avisar a nadie. Los despedí y entré lo más rápido posible a mi casa.

Decidí no subir aún a mi casa, estaba digiriendo todo lo sucedido, me toqué los ojos con las manos y descubrí aquella lágrima, por lo que fui directa al piso de abajo, donde nadie me oyera, me senté, respiré hondo y comencé a pensar en las múltiples respuestas a todas mis preguntas. ¿Por qué me había mirado así?, ¿Qué le había pasado?, ¿Qué sentía?, ¿Qué pensaba?, ¿Me odiaba? Y más importante aún ¿Por qué estaba llorando?

La única cosa clara que saqué es que no estaba bien, que lo que había sucedido no era consciente aún de ello…

Busqué respuestas en mi propia experiencia, dos años atrás estaba felizmente con mi novio, a gusto, sin agobio alguno y él entero me tenía anonadada; sabía qué hacer en cada momento y la noche que me subió al tejado para ver las estrellas y mientras me abrazaba me contó cómo se enamoró de mi… todo era perfecto hasta que llegó Elena, arrasando con todo, llenando con mariposas rincones que pensé que ni existían en mi interior, pequeños huecos pero que me hacían sentir tres veces más llenas que cualquier otro.

Comencé a coquetear sin darme cuenta con Elena, pero no lo veía así, pensaba que era una amiga especial nada más, hasta que una mañana de instituto, aburrida me puse a revisar mis propios mensajes y ¡cataplaf! El tonteo entre Elena y yo era descomunal, me faltó el aire en ese momento, no podía asimilar que yo estuviera teniendo ese tipo de conversaciones y deseos con otra chica, no se lo comenté a nadie, me lo guardé para mí misma para así intentar apagar ese deseo.

Fue imposible, al poco tiempo sin yo quererlo Elena ocupaba demasiadas horas mi mente y poco a poco apartó de mi mente a mi novio, al cual se que era muy importante para mí, pero no podía hacerle daño, así que una tarde quedé con él y le fui sincera, no podía continuar con aquello.

-       Me cuesta un montón decirte esto, pero sé que si te miento o me excuso no sería justo ni para ti ni para mí-. Al fin le dije.

-       ¿ Qué sucede? ¿Ha pasado algo con tu padre?- preguntó preocupado, mi padre estaba bastante enfermo por aquél entonces.

-       No, no, mi padre no ha empeorado, por suerte se sigue manteniendo positivo y con mucha vitalidad que le aporta una fuerza descomunal, es… es que… no sé explicarlo, ni yo misma lo entiendo, ni sé si hago lo indicado o no, pero creo que me está empezando a gustar una chica-.

Su cara fue entre “estás bromeando” y asimilando mis palabras… estuvimos varios minutos en silencio, para mí fueron horas y apuesto lo que sea que para él también lo fueron.

-       Por favor… dime algo, ódiame, dime que estoy loca… ¡lo que sea! -.

-       Es que… no sé qué decir, no me lo esperaba, supongo que lo mejor es que lo dejemos para que te aclares y sepas lo que quieres y lo que no, no quiero incordiarte en ésta situación, lo que tengas que hacer y lo que no, hazlo y con lo que hagas, por favor, querré saberlo-.

Aún recuerdo aquella tarde en aquél parque, los dos sentados frente a frente, tan jóvenes y teniendo razonamientos de lo más coherentes para nuestra edad.

Bien, al menos estaba libre y si surgía algo estaba en mi total libertad de hacerlo sin engañar a nadie.

Un mes después Elena se quedó a dormir en mi casa y pasó lo que en mis adentros más deseaban que sucediera. Tuvimos un mes muy intenso, aunque a veces me descolocaban sus aptitudes bipolares hasta que un día optó por irse con otra, así, sin más, tanto camino recorrió para luego esfumarse. Me permití un día para desahogarme para que me diera explicaciones y ¿qué hizo? Me echó la culpa de todo y dejó de hablarme. Me prohibí sentir algo más por cualquier chica, no volvería a pasar, lo juré.

Con el paso de los meses mi relación con mi ex volvió a surgir y volvimos, pero luego la distancia hizo que todo se estropeara, tuve más encuentros con otras chicas pero ninguna hizo brotar nada en mi interior hasta que aquellos ojos verdes se chocaron conmigo aquella tarde de parque de Abril.

Allí, sentada, buceando en mis recuerdos, intentando ponerme en el lugar de Jandra solo me fié de una respuesta a todo aquello, y esa respuesta era “miedo”, debería de tener miedo, yo lo tuve, pero llegó un momento que no pude más y me arriesgué y sí, en esos momentos perdí pero ahora pienso que el arriesgarme hizo que me volviera más valiente y me uniera más a mis sentimientos y sensaciones que a la razón.

El alcohol seguía dominándome y comencé a llorar, me sentía como un monstruo por estar haciéndole daño, no debería de haberla perseguido así, regalarle aquellos detalles, escucharla, hacerla reír, invitarla a aquella fiesta en la cual nos besamos a un metro de donde yo ahora me encontraba llorando, no por mí, sino por ella, lo que menos quería era que estuviera mal y peor aún, era la persona que menos podía consolarla o ayudarla en éstos momentos.

Al día siguiente, me desperté sin ningún rastro de resaca alguna, pero los recuerdos me pesaban, llamé a mi amiga y le conté todo, pensaba como yo, que Jandra no era consciente aún de todo lo que había pasado y estaba asimilándolo y hecha un lío, me quedé más tranquila y decidí escribirle diciéndole que estaba preocupada por ella y nada más.

Noche de fin de año, alcoholizada hasta las cejas, mente en blanco y risas con mis amistades, todo iría bien si no me la encontrase, de hecho esa noche no pensé en ella ni en la posibilidad de encontrarme con ella. Ya en la discoteca una chica se me acercó, era una amiga de una amiga mía (vamos una completa desconocida para mí), me felicitó el año y tras ello me preguntó.

-       ¡ey! ¿es verdad eso de que has tenido algo con Jandra “la buenorra”?-.

Mi cara fue épica, y mi subconsciente fue astuto y respondió al segundo.

-       ¿Jandra “la buenorra”? A esa chica apenas la conozco, no, ¿por qué?-.

-       ¡Oh! Por nada, es que me lo habían comentado por ahí-.

Imposible, es imposible que se haya extendido tal rumor, si apenas lo sabían personas, lo sabía mi mejor amiga, mi hermana y mi compañera de piso… era imposible, además la desconocida es de otra ciudad… y eso solo significaba que si ella, siendo de fuera lo sabía, todo el mundo si no lo sabía ya, estaban a punto de conocer tal bombazo. La chica desconocida interrumpió de nuevo mis pensamientos.

-       ¿Sabes dónde está Jandra? Es que quiero verla y preguntárselo a ella, además que la conozco desde que éramos pequeñas-.

-       No, no sé dónde está, quizás esté en la otra sala-.

-       Bien, pues acompáñame-.

Sin poder responder u oponerme me encontraba dada de su mano, tiraba de mí hacia la otra sala, en busca de Jandra.

Nos la encontramos, no me salía mirar a Jandra, así que cerca de ellas vi a un amigo y volé hacia él para conversar. Pasaron minutos y minutos y no paraban de hablar, me quería fugar de allí, me harté así que las interrumpí, me puse en mitad de ellas, saqué mi mano, invitando a aquella ya no tan desconocida a irnos de allí. Jandra y una amiga suya nos miraron extrañamente, no entendían de qué nos conocíamos esa chica y yo, yo tampoco, pero conseguí irme de allí.

De vuelta a la otra sala. – Le he preguntado a Jandra que si os habéis liado- me dijo tan tranquila.

-       ¿¡Qué!? ¡estás loca! ¿por qué lo has hecho?-.

-       Me ha mirado nerviosa y solo ha sabido responderme “es mona esa chica”?-.

Ni ella ni yo supimos qué significaba esa respuesta pero ambas reacciones le dieron la respuesta, sí, Jandra y yo habíamos tenido algo.

Pasé la noche hablando con Paula, la desconocida, me sentía rara porque una desconocida no parase de querer saber más y más cosas de mí, en el baño, mientras esperaba a Paula, pasó Jandra, nuestras miradas se encontraron y el tiempo se paró y mis pensamientos se aceleraron queriendo descifrar qué decía su mirada pero a la vez frenaban el querer saberlo, me aterraba descubrir que me odiaba.

Ya de madrugada Paula me acompañó a mi casa, raro en una chica y más en una desconocida, me contó mil historietas que tuvo con Jandra, en realidad eran amigas desde la infancia pero que por mudarse ella a otra ciudad habían perdido algo de relación pero aún así estuvieron muy unidas.

Días después me fui a un concierto, al de uno de mis cantautores favoritos, se que a Jandra también le encantaba, por lo que pensé en ella y al finalizar el concierto le pedí al cantante que me escribiera “algo guay”, él tan amable lo aceptó y escribió: Jandra, algo guay!!! Espero que te abracen muy fuerte y que estas humildes canciones te sirvan de medio de transporte a los lugares soñados” .

Ojalá y le estén abrazando muy fuerte, pensé.

Tras el concierto regresé a mi casa y no sabía qué hacer con aquellas palabras… dárselas yo misma o a través de una amiga o dejarla en su casa y salir corriendo… dejé de pensar y actué, cogí la bici y allí estaba en su puerta. Seré idiota, ¿qué hago aquí? ¿Y si no está? ¿Y si me manda a la mierda? ¿Y si directamente no me abre?

Después de varios minutos de dilemas aturdidos y que mis manos no pararan de sudar, llamé al timbre y me abrió ella, su cara era de sorpresa, podría aparecer el mismísimo Papa que se lo habría esperado antes que a mí.

Entre titubeos y mi tartamudez que brota cuando estoy nerviosa le expliqué que estuve en el concierto y me dio esto para ella, se lo di, me dio las gracias y dos besos, y me largué.

Mientras pedaleaba iba recorriendo en mí la sensación de sus dos besos, habían sido tan neutros, eso solo significaba una cosa, esto había acabado.

Regresé a Granada, se acercaba la oleada de exámenes y tras aquella tarde… no supe más de ella, pasó el invierno, un invierno más que frío para mí, de razonamientos congelados, frialdad en mis gestos, impenetrable para todos, no quería saber de nadie más que de ella y el saber de todos menos de ella me atrofiaba lentamente por dentro.

Un invierno de noches de insomnio golpeadas por miles de preguntas sin respuesta y lo que me mataba aún más es el hecho de poder ponernos en contacto en cualquier momento y que no lo hiciera, así que corté todo contacto con ella de raíz y a las pocas horas se percató y me dijo que no entendía por qué lo había hecho que por qué había cortado contacto de toda red social. ¿Qué por qué? De qué me sirve que sepa de mi vida porque una puta red social se lo contase todo, no, no estaba dispuesta a que supiera de mi cuando le diera la gana sin yo saberlo, si algo quería saber de mí, que viniera, que fuera trato directo.

En todos esos meses, Paula me cuidó bastante, me llamaba casi todos los días y si no me dejaba algún mensaje que me distraía, incluso fue varias veces al pueblo y sonsacaba alguna información sobre Jandra, sin yo decirle nada.  Poco después Paula lo dejó con su novio, nos unimos más, se supone que tenía que apoyarla por haberlo dejado pero en realidad estaba bastante bien, incluso la notaba con tal libertad que la llenaba. También me comentó tanto ella como otras amigas que en el pueblo estaba empezando a volar el rumor de que Jandra y yo habíamos tenido algo, me invadieron las ganas de aniquilar a las personas que se van tanto de la lengua e incluso inventan, que hablaran de mi era lo de menos, estaba acostumbrada y esas personas sin cerebro no me importaban lo más mínimo, pero yo estaba lejos, ajena a todo aquello mientras que Jandra estaba allí, en todo el meollo a saber cómo, si al tanto de todos los rumores o no... tragando todo ella sola...

La primavera se aproximaba y una tarde como otra cualquiera Paula se me declaró, me quedé impactada, no me lo esperaba, recuerdo que nada más saberlo, fui con los ojos como platos hacia mi compañera de piso y por mi cara me soltó.

-       ¿Qué, al fin Paula se te ha declarado?-. Paula y mi compañera de piso eran también amigas de siempre, así que imaginé que ella se lo comentó tiempo atrás.

-       Sí… pero… ¿qué le digo? No lo entiendo, sabe de sobra que yo ahora mismo no puedo tener nada con nadie, estoy resurgiendo, rehaciéndome y reconstruyéndome poco a poco y necesito hacerlo sola y Paula, Paula se ha convertido en mi amiga…-.

Hablé con Paula, ella lo entendía perfectamente, me lo contó porque ya no podía aguantar más y sabía lo que había y dejaba de haber, pero quería que lo supiera, que yo le había abierto los ojos, que por más que ha estado con un tío nunca se había sentido plena, que no quería que nuestra relación cambiase o que me distanciara de ella por lo que sentía. Y así fue, no me distancié pero intenté ante todo no darle falsas esperanzas.

La primavera reinó por todas partes, alegría contagiosa a cada paso que daba por las calles granadinas, me sentía mejor, más tranquila, si no ha querido saber nada de mí, es lo que había y no lo podía cambiar, seguía preguntándome cómo me había podido afectar tanto ella, cómo por cuatro palabras que me soltó el primer día que la vi, me enganchasen tanto, pero estaba mejor, incluso conocí a Cristina, me hacía perderme en cada una de sus pecas y volvía la ilusión a mí.

En el fondo quería contactar de nuevo con ella, saber cómo estaba y saber si al fin podría entrar de nuevo en su vida, ya no como culpable de todo, sino como amiga, para cuidarla y saber por mí misma si estaba bien o sino, simplemente saber de ella y en la medida de lo posible cambiar sus males por sonrisas.

Tras mucho pensarlo, cotilleé sus redes sociales a través de mi compañera de piso, y leí algo parecido que quería decir que quería saber algo de alguien, que lo que pasó fue importante para ella, que quería llamarle pero no se atrevía, todo esto disfrazado en frases de alguna canción o fragmento de alguna película. Me permití darme por aludida así que le escribí, ésta vez lo hice sin miedo alguno, sino me quería contestar me daba igual, pero al menos lo habría intentado.

Me contestó y la notaba tranquila y receptiva hacia mí. Eso me tranquilizó un montón y a la vez me alegré, por fin sabía algo de ella y la notaba bien, apaciguada, mi culpabilidad disminuyó.

Aunque por muy culpable que me sintiera de lo que hice, no me arrepentí de nada, hice lo que sentía y mis impulsos no los pude controlar pero guardaba la esperanza que tras todo lo surgido, tras meses de silencio e incertidumbre un día volveríamos a retomar el contacto y poder cambiar los errores, tenía ganas de saber cómo estaba y cuidarla, sentía que poca gente la había valorado como algo más que lo superficial, que pocas personas se habían interesado por saber qué surgía dentro de esa cabecita en cada momento, simplemente querían lo fácil, el morbo y el deseo de poseerla y posteriormente, tras usarla no darle la menor importancia ni a ella ni a sus sentimientos.

Poco después tenía que regresar al pueblo, echaba de menos a mi familia y ya era hora de regresar. Era Semana Santa y hacía alrededor de un año de aquella mañana de parque. ¿Quién diría que un año después habría pasado todo aquello? Mi yo del pasado ni loca por un segundo habría imaginado tales cosas, habría sido una ilusa por tan siquiera haberlo formulado en su mente.