(ii) soy la puta de mi pueblo.

La cantina La Chivita transforma al pueblo de San Isidro y la Chivita pierde su virginidad por delante, porque la de atrás, ya se la había quitado un tío, cuando era niña.

(II) SOY LA PUTA DE MI PUEBLO

A eso del mediodía, se hicieron presentes doña Chayo, comandando al grupo de mujeres del pueblo, protestando por abrir una cantina en San Isidro, nunca se había abierto un antro tan pecaminoso en el pueblo:

- Una cantina atenta contra las buenas costumbres y la moral de nuestros hogares ¡Ni una cerveza más!

Y el coro de mujeres, repetía:

-¡Ni una cerveza más, ni una cerveza más, ni una cerveza más!

Varios esposos e hijos fueron sacados a escobazo limpio, Doña Chayo trajo de los pelos a don Goyo, su alcalde-marido, para que hablara con ese chafarote asqueroso.

-¿Quién es el encargado de este tugurio?

-Yo, señor, Leonidas, para servirle, pero todos me dicen León, porque…

-Mucho gusto, soy Gregorio López, alcalde auxiliar de San Isidro ¿Tiene licencia para abrir este negocio? No se puede vender licor si una licencia.

-¿Podemos hablar a solas?

Lo llevó al patio trasero, nadie sabe de qué hablaron, las malas lenguas dicen León le entregó un sobre con dinero, pero nadie lo pudo comprobar. Don Goyo salió diciéndole a las mujeres que la Cantina La Chivita , sí tenía licencia, que se la había extendido en la cabecera departamental, doña Chayo agarró a bolsazos a don Goyo, pero el alcalde auxiliar sacó carácter quien sabe de dónde y le dio un empujón, cayendo de nalgas con las piernas abiertas, enseñando esa carpa negra que usaba como calzón, los hombres aplaudieron a don Goyo y las mujeres cacareaban alrededor de doña Chayo.

Por la noche aquello parecía la fiesta patronal, todos se abrazaban y se decían que se querían como hermanos, cada vez se fueron sumando más comensales, ya no había lugar, así que la gran mayoría estaban de pie en la calle, la Chivita cocinaba, corría, servía y vuelta a cocinar, León destapaba una y otra y otra cerveza, la caja de cartón que habían dispuesto para guardar el dinero se rebalsaba, así que León se lo tuvo que ir guardando en las bolsas del pantalón, en eso llegaron otros visitantes en bicicletas, nadie los había visto nunca, entraron amenazando a León, querían extorsionarlo, pero León se agarró a golpes con tres, tirándolos al suelo a trompada limpia, pero eran muchos, así que León llamó a grito pelado a la Chivita y esta salió disparado al aire y los visitantes corrieron asustados y nunca volvieron al pueblo, los comensales aplaudieron a la Chivita y se convirtió en la primera leyenda rural femenina de la región, hasta un corrido le hicieron, se llamaba Los huevos de la Chivita.

Todo iba de maravilla, hasta que llegó un jeep con 4 soldados, los había mandado el Comandante General del destacamento militar, para saber a qué se debía ese escándalo, León les ofreció unas chelitas, cortesía de la casa, pero no les bastó, quería ver la licencia, León se sentía atrapado, en eso va saliendo la Chivita, como nunca nadie la había visto, ni ella misma se había visto así, salió con una minifalda negra, muy ajustada a sus caderas, sus pierna enfundadas en una medias caladas, tacones rojos, una blusa del mismo color de sus tacones, con un generoso escote por delante y peinada y maquillada de tal manera, que su apariencia era muy sensual, y provocó varias erecciones inmediatas, caminó lentamente moviendo las nalgas, a tal extremo fue su aparición, que todo el mundo se quedó viéndola en silencio, como si un pequeño ruido, les hiciera perder la vista de esa imagen tan erótica, la Chivita les llevó un plato de botanas, abajo escondió un sobre con dinero, los militares le besaron la mano en señal de agradecimiento, los aplausos no se hicieron esperar y el día de la inauguración duró hasta la madrugada siguiente.

León y la Chivita durmieron hasta el mediodía, se levantaron orgullosos, contentos, con ganas, se bañaron juntos, él le enjabonaba las nalgas y las tetas y ella la verga y los huevos:

-Ay, mi amor, tengo ganas de cogérmela.

-Yo también, pero me muero del hambre.

-Sí, mi vida, pero primero comámonos juntos y luego llenamos la panza.

-Es que… tengo miedo… no sé… sería mi primera vez…

-Déjeme que la desvirgue, Chivita, ya va a ver que le va a gustar.

-Pero caliénteme primero, dicen que así duele menos…

-Vamos a la cama pues.

León le secó todo el cuerpo con una toalla, para después mojarla con su saliva, le besó la boca, las orejas, la Chivita sintió una corriente eléctrica que invadía toda su espalda, León siguió por su cuello, ella se retorcía como gusano en sal, le mamó las tetas, los pezones se le hincharon como dos penecitos de bebé, bajó por su ombligo hasta llegar a su pusita rosada, mojada y temblorosa, pero antes de darle placer, se dio la vuelta y quedó en posición de 69, la Chivita no sabía para qué había hecho esa pirueta, lo entendió cuando vio la verga de León a escasos centímetros de su boca, la agarró con la mano y la masturbó, los ojos casi se le salían de sus órbitas cuando vio que al bajarle el pellejo se asomó la cabeza de la verga, grande como un hongo, olía extraño, no entendía por qué ese olor la volvía loca, en eso sintió la boca de León aferrarse a su panocha virgen y sin pensarlo dos veces, se tragó esa verga tan deliciosa, por primera vez.

León la agarraba de las nalgas, y le pasaba la lengua del clítoris hasta su culo, ella se sacaba la verga de la boca para disfrutar de esa caricia bendita, tomó aire y volvió a chupar esa verga venosa, sentía como le iba creciendo dentro de su boca, él le metió toda la lengua en la cuca, le sobaba en círculos el clítoris y le metió un dedo en el culo, La Chivita gritó de placer, solo lo pajeaba, cerró los ojos y disfrutó del primer orgasmo en la boca de su amante.

A ella le temblaba todo el cuerpo, no sabía si era por el orgasmo, o del miedo a ser desvirgada, él la acostó con las piernas abiertas sobre la cama, se agarró el garrote y lo condujo a la gruta cerrada del objeto de su deseo, cuando La Chivita sintió esa verga queriendo invadir su intimidad, se meó, a León le pareció el regalo más obsceno que jamás había recibido, movió su pelvis unos centímetros para atrás y hundió su verga caliente en el sangrante hoyo de su amada, ella pegó un grito de dolor, que hasta los perros empezaron a ladrar, ella le suplicaba con lágrimas en los ojos que parara, pero la bestia enloquecida, parecía no oír, se movía como un taladro, como si quisiera sacar petróleo de ese pozo tan pequeño.

Ella sabía que no iba poder controlar a esa masa humana, entonces empezó a golpearlo en la cara con el puño cerrado, pero eso pareció despertar más el sadismo de ese espécimen parecido a un hombre, León sudaba a chorros y sus asquerosas gotas caían sobe el desfigurado rostro de la bella, ella se sentía como una yegua atravesada por esa verga de caballo, sentía por momentos, que le iba a salir por la boca, se sentía asfixiada por el enorme peso del cromañón, sus tetas aplastadas, sus ojos

henchidos de ira, su mente vacía, su cuerpo violado, estaba a punto del desmayo cuando sintió que la bestia descargaba todo su semen en el fondo de sus entrañas.

León salió de ese sexo destrozado, orgulloso, sintiéndose poderoso, viril, todo un macho y fue a bañarse al patio, ella se vio su abertura con compasión, tenía una mezcla de meados, fluidos, sangre y semen, que odió a los hombres en ese momento, ella había soñado tanto con este día, se había imaginado una escena romántica con música de fondo y resultó ser una película de terror, con gritos de horror… los perros dejaron de ladrar… ella juró que nunca más permitiría semejante vejación, (fue peor que cuando su tío le violó el culo), aunque para ello tuviera que echar de su vida a esa bestia humana.

León entró desnudo al cuartucho, luciendo ese pedazo que le colgaba entre las piernas, ello lo vio y le dio asco, se acercó y trató de besarla, ella le dijo que no la besara, que no la tocara, que ni siquiera le hablara, él no entendió, las putas que se cogía hasta le agradecían… ella caminó herida, se bañó con cuidado, se vistió y no se pudo poner calzón porque le ardía, fue a cocinar, almorzaron en silencio, se prepararon para abrir el negocio y un toquido interrumpió aquel incómodo silencio, era don Chico, don Porfirio y don Elías, el primero en hablar fue Don Chico:

-Hola Chivita, fíjate que nos juntamos los tres para venir a hablarte.

-¿Qué quieren?

-¿Todavía no van a abrir la cantina? Cómo ya se acabaron las clases me caería bien una mi chelita.

-Sí, ya mero vamos a abrir.

-Abrí pues, así hablamos con vos, porque por la farmacia ya ni las moscas se aparecen.

León se encargó de abrir el negocio y La Chivita se llevó a los tres señores a la cocina y los puso a picar cebolla, a freír las salchichas y a hacer guacamol mientras ella torteaba, le dijeron que los tres habían sido novios de su mamá y que querían hacerse la prueba de paternidad para saber quién era el padre y así poder adoptarla:

-¿Para qué? Ahora que vieron que el negocito pegó, ahora si quieren adoptarme, lo que verdaderamente quieren es que yo los mantenga.

-No, Chivita, yo hasta te regalé unos panes y una gaseosa.

-Pues aquí está su cochino dinero.

-¿Sabés porque te pusimos Silvia? En honor a mi santa madre quien fue la fundadora de la farmacia.

-Mentira, tu abuelita me habló porque tu mami iba muy mal en matemáticas y de tanto contar, llegamos al 69 y pues un día, tu mami quedó embarazada.

-Me vele madres saber quién fue mi padre, así que, si quieren una chela, vayan y pídansela a la bestia de León, ya les llevo las mixtas.

Ese día se llenó la calle de música, embaces de cerveza, basura y uno que otro borrachito que se quedaron tirados a media calle. Fue tal el escándalo que armó doña Chayo y su séquito de señoras, que el alcalde tuvo que amenazarlos con ir a hablar con el Gobernador, si no se hacían cargo de limpiar la calle, conforme fueron pasando los días tuvieron que contratar a 4 muchachas para que se encargaran de hacer la limpieza y ayudar en la cocina, también dos ex soldados, amigos de León, para poner orden cuando los borrachos sacaban el machete, al mes, el negocio había crecido de manera increíble, hasta compraron un terreno baldío que estaba a la derecha de la casa de la Chivita.

Le costó mucho trabajo convencer a la bella para que le volviera a hablar, le compró vestidos coquetos, lencería reveladora, blusas escotadas y varios zapatos de tacón, pero de sexo nada, León no tenía más remedio, por las noches, que levantar las chamarras para verle el culo a su amada y masturbarse, teniendo cuidado de no embarrar a la Chivita, para no volver a despertar su furia. La bella se daba cuenta de todo, pero le gustaba verlo sufrir, a veces se hacía la dormida y le pegaba el culo a la verga y cuando la bestia quería arremeter, se quitaba.

Al siguiente mes ya habían construido una casa de dos niveles, abajo funcionaba el negocio y arriba vivían ellos, cada uno en su cuarto. Ahora ya no era una simple cantinucha de pueblo, ya tenían rocola, mesas de futillo, rótulo de neón, vendían toda clase de licores, y la cocina había ampliado su menú. Como llegaba mucha gente de los pueblos vecinos, el alcalde solicitó una estación de policía con su respectiva cárcel, el pueblo creció el doble en habitantes, la tienda se volvió supermercado, la farmacia estaba bien surtida y hasta tenía su clínica a la par, la escuela abrió la secundaria y el mercadito se llenó de diversos puestos y San Isidro entró al progreso.

Una noche, León se coló al cuarto de ella, se acostó a la par y la bella no dijo nada, entonces la bestia decidió convencer a la Chivita para que le diera las nalgas, ella seguía enojada, pero le salía una sopita por su cuquita, no entendía por qué su enojo se asociaba a sus ganas, pero, aun así, permaneció firme en su decisión de no volver a coger con esa bestia pre histórica.

-¿Ya me perdonó?

-No.

-¿Qué tengo que hacer para que me perdone?

-No volver a comportarse como una bestia.

-Pero si no me deja tocarla ¿cómo hago para demostrarle que se lo puedo hacer bonito, que le guste?

-No le creo.

-¿Quiere que hagamos la prueba?

-No.

-Entonces como quiere que se lo demuestre.

-Duérmase.

-¿Me va a dejar dormir con usted?

-…sí.

-¿La puedo abrazar?

-No, hace mucho calor.

-¿Le puedo quitar el calzón?

-No.

-¿Pero si me deja tocarle las nalgas?

-No sé…

-¿Siente rico?

-Más o menos.

-¿Me puedo quitar el bóxer?

-Si quiere.

-¿Le puedo quitar el sostén.

-Sí.

-¿Qué siente cuando le toco las chiches?

-Casi nada.

-¿La puedo besar?

-No… en la boca no.

¿Me deja besarle la espalda?

-Si quiere.

-¿Le gusta?

-Me da igual.

-Pero yo le veo la tanguita mojada.

-Es que acabo de orinar.

-¿Y no se limpió?

-No.

-No le creo.

-Que me importa.

-¿Le puedo tocar la cuquita?

-No, está apestosa.

-No me importa.

-Pero a mí sí.

-Déjeme, no sea mala… ¿ese silencio quiere decir que sí?… ¿por qué levanta los hombros?... ¿no le importa?... uf, que mojadita y caliente la tiene… huy, que rico… ¿siente cómo se traga mi dedo?

-Sí.

-¿Y qué siente? ¿le gusta?

-Algo.

-¿Le puedo quitar la tanga?… dígame pues… aunque sea levante los hombros otra vez… ¡eso!... me gusta verla desnuda… ¿Sabe que la amo?

-Yo lo odio.

-Entonces ¿por qué se deja tocar la conchita?

-Por bruta.

-¿No será que está caliente?

-Es por la calor.

-¿Qué siente cuando le embarro la verga en el culo?

-Qué está caliente.

-Estamos, querrá decir.

-Piense lo que quiera.

-Que rico mueve el culo.

-Es que me pica una nalga.

-¿Quiere que se las rasque?

-Bueno.

-O ¿quiere que se las bese?

-Hujú.

-¿Eso quiere decir que sí?

-Sí.

A partir de ese momento se desató la pasión contenida por tanto tiempo, León le iba a lamer la cuca cuando ella hizo una pirueta y quedó sobre él en un delicioso 69, ella se prendió a su verga y le apretaba los huevos hasta hacerlo doler, pero él se aguantaba como si mereciera aquel castigo, le metió los dedos por sus dos hoyitos y le chupó el clítoris con delicadeza, la bella gimió como ave herida, ella se mojó el dedo medio y se lo zampó, con rabia, por el culo, el militar pego un brinco, pero estaba dispuesto a sufrir cualquier humillación con tal de que la bella lo perdonara, cuando él se la quiso coger, ella puso sus condiciones:

-Ni se le ocurra que va a ser como la otra vez.

-Yo hago lo que usted me diga.

-Acuéstese boca arriba.

-¿Así?

-Así mero, ahora yo me le voy a montar, me voy a meter su verga hasta donde la aguante, no se vaya a mover, porque entonces sí, lo mando a la mierda.

-Se lo prometo.

-…ay… me duele… otro poquito… ya… hasta ahí la aguanto…

-Si no le ha entrado ni la mitad.

-Y a mí que me importa, ya le dije que ahora va a ser a mi modo.

-Sí, mi amor.

-Amor, su culo.

-¿Ya no quiere que le diga mi amor?

-A ningún amor se le trata como usted me trató a mí.

-Es que estaba muy caliente, perdóneme.

- O sea que cuando tenga hambre, le puedo arrancar la verga a mordidas.

-Eso que tiene que ver.

-Militar tenía que ser para ser tan bruto… ay… así… me la voy a meter otro poquito… ¿ya me entró la mitad?

-Le falta un montón.

-Pero sí casi la siento en el estómago.

-A las mujeres les gusta grandes.

-Sí, pero yo era virgen, animal.

-Pero ahora, que se me hace, que si se la va a poder tragar toda.

-Eso trato… ya le dije que no se mueva… pérese, yo le digo cuando.

-Va.

-¿Qué siente?

-Rico ¿Y usted?

-Como si me estuvieran metiendo un fierro caliente… me quema… me siento toda abierta… como que me va a partir en dos.

-Pero ¿rico?

-No sé cómo explicarle… es diferente a la otra vez… ay… me duele… pero me gusta.

-Como no Ana Bárbara…

-¿Cómo así?... ay… no se ría porque siento que le crece adentro y me duele.

-Le asusta, pero le gusta.

-Otro poquito… ¡Ya!... ya sentí sus pelos en las nalgas… ay… pérece, aún no se mueva… deje que mi hoyito se acostumbre a su anaconda.

-¿Le parece tan grande?

-Cállese… déjeme el culo en paz… ya tengo bastante con su verga.

Y empezaron una danza erótica que hubiera calentado hasta la madre Teresa de Calcuta, ella brincaba sobre la verga como poseída, él le estrujaba las tetas hasta hacerla doler, ella lo abofeteaba y le apretaba los huevos, era como una danza macabra de sacrificio para algún dios pagano:

-¡Qué rica verga!... ahora sí se la aguanto toda…ay… sí… más… deme verga… métamela toda… agh… así... hasta el fondo… así, mierda… ay que rico me coge…

-Déjeme ponerla de perrita, así le entra más… así… ahí le voy… a la puta… que rica panocha tiene… ya se la metí hasta los huevos… así… mueva el culo así… tráguese toda la verga…

-Que rico… así… deme verga… pero muévase rápido… ay… así… más rápido… que rico siento tocarme el gallo mientras me chinga la cuca… así… deme verga… deme más… ay… deme más, cabrón.

-Ya se la metí toda… ya no tengo más…no sea tan tragona.

-¿Para qué me calienta, pues?... métame los huevos también si puede… no sea mula… eso no se puede… ahora sí… métame dos dedos en el culo… ay… idiota… pero chúpeselos primero… agh… así… que rico… húrgueme el culo… así… que rico… siento como si me estuvieran cogiendo dos…

-Ni mierda, usted es solo mía.

-Era, cabrón… ahora soy dueña de mi cuerpo y voy a hacer con él lo que se me chingue la gana… le guste o no.

-La mato… se lo juro que la mato…

-Máteme a vergazos mejor… deme toda la verga… métame otro dedo en el culo… ay… que rico… me voy a venir… deme duro, mierda… ya… yaaaaaaaaaaaa… yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

La bella lo desmontó y el militarucho se vino al aire… ella se reía, era su venganza y se bañaba contenta y bien cogida. Al día siguiente la bella amaneció radiante, como nueva, con una sensación poderosa entre sus piernas,  a él le dolían los huevos y el culo, caminaba como pato, pero se aguantó como los machos y se bañó con cuidado, no soportaba el jabón en el culo, le ardía, solo se puso una pantaloneta sin bóxer y una playera, desayunaron con ganas, ella se reía y él sufría, ella se vistió como una reina erótica, hacía un mes era una simple muchacha mal vestida que nadie volteaba a ver, ahora todos la deseaban, hasta sus posibles padres.

Cada vez tenían que abrir más temprano, hasta desayunos servían, su personal contratado, también convirtieron en casas lo que antes eran chozas, los patrones eran muy justos con ellos. Llegó la hora del almuerzo y apareció el mismo jeep, con los mismos cuatro soldados, anunciando que vendría a la noche a cenar un militar de alto rango, como siempre, los soldados aprovechados, disfrutaron de un almuerzo cortesía de la casa, pero lo que más les impresionaba, era la belleza de su anfitriona.

Exactamente como lo anunciaron los soldados, el militar de alto rango se presentó a cenar acompañado de un batallón, a León casi se le cae la cara del miedo, era el Coronel Felipe García, el mismo que lo había acusado de robarse unas bolsitas de cocaína y gracias a esa mentira, lo habían echado del ejército, la Chivita les preparó una mesa cerca de la rocola, teniéndoles que pedir de favor, a los comensales que la ocupaban, que abandonaran la mesa, ellos temerosos lo hicieron de inmediato, la bella acomodó a aquellos despreciables visitantes, pero como ella decía: ” más vale quedar bien con el poder, que tener que salir corriendo”

León les sirvió los mejores licores y las mejores viandas, al ver al Coronel García, se le cuadró, pero éste ni siquiera lo volteo a ver, las muchachas les llevaban diferentes platos y los miembros del batallón les tocaban las nalgas con descaro, hubo una de ellas, Rosita, que trató de darle una bofetada a uno de esos abusadores, pero la Chivita llegó a tiempo para impedírselo. Los encargados de la seguridad permanecían impávidos por orden de su jefe, después de haberse bajado dos botellas de whisky, el Coronel García llamó a la bella, la vio de pies a cabeza y le metió la mano entre las piernas, todo se le hizo obscuro porque León le estrelló una botella en la cabeza.

CONTINUARÁ.