Idas y vueltas. 5

Con paciencia...

9

-Voy a buscarte una novia –dijo muy animada Simona mientras miraba como rompían las olas del mar.

Solía siempre distraerme de mis pensamientos con sus ocurrencias.

Yo había estado muy ocupada repasando los días previos. Luego de que Simona fuera hasta a mi casa yo no me alejé más. El parque, la playa, las calles y un centenar de personas al azar, eran testigos de nuestras salidas. Desde luego conocía mi casa, no pasó mucho tiempo para que conociera a mi familia. Mi madre completamente enternecida  haciendo eternas comparaciones de lo seca y fría que era yo a veces y lo  encantadora que era Simona.

-Pero yo no quiero una novia –respondí a su idea. Me parecía extraño cada vez que hablábamos ese tema pero Simona estaba empeñada en emparejarme con cualquiera que veía por la calle, en broma como decía.

-¿Quieres un novio? –sugirió

-Claro, alto, rubio, ojos azules, no mucho. –le dije tentada de la risa. A ella se le desorbitaban los ojos frustrados por mi respuesta. Me hacía mucha gracia verla refunfuñar.

-¿Y cómo sabrás si realmente te gustan las mujeres? –preguntó seria.

La miré y me preguntaba si algún día sería capaz de siquiera insinuarme ante ella. Quizás no me gustaban todas las mujeres del universo pero bastaba sólo con mirar a Simona para que se me revolviese el estómago de los nervios porque jamás conseguiría algo más que una amistad. Era hermosa, era inevitable sentirse atraída al primer contacto visual. Yo había sentido algún tipo de atracciones efímeras hacia otras mujeres, estaba segura de eso pero con Simona era diferente. Ella me llamaba a mirarla cada cinco segundos. Y cada vez que no se diera cuenta.

-Me gustan –le confirmé –no necesito una novia para comprobarlo.

-¿Cómo lo sabes si no has estado con una? –me preguntaba tal cual inocencia de un niño.

-¡Pero hey!, que no haya tenido novia nunca no significa que jamás he estado con una chica, que jamás he besado a una o le he coqueteado –le insistí. Me lanzó una mirada de odio y desentendimiento

-Eres igual que Camilo –dijo decepcionada –tú y él cortados con la misma tijera. –agregó. No entendía a qué se refería. Me sentía deprimida con semejante comparación. Yo no me parecía a Camilo, a él no le importaba destruirle el corazón a alguien, yo habría procurado jamás comportarme así.

-¿Por qué dices eso? –pregunté herida.

-Porque si, ¿tú vas por ahí, igual que él regalando besos a cualquier persona sin importarles nada, sin sentir nada? –dijo con dolor en sus palabras. A veces me volvía loca que Simona fuera tan estricta con algunas cosas aunque entendía el porqué de su  desconfianza y sensibilidad respecto a eso.

-Simona, que bese a alguien no significa que deba casarme ni comprometerme para toda la vida –me defendí –no puedes jurarle amor al primer idiota que te hable educado.

-¿Entonces qué? ¿Todo el mundo es tan malo? –regañó

-Entiende, este no es el mundo que tú crees, aquí no existen princesas ni príncipes, ni todos los finales son felices –le respondí inquieta y vi la expresión de tristeza en su cara, suspiré –y debes saber que no todos somos tan malos…  yo… yo jamás te hubiese hecho daño.

Y entendí entonces por qué no me había insinuado nunca antes. Se sentía extraño ser tan directa diciendo tan poco y que esas pocas palabras salieran como por arte de magia. Quería remediarlo porque aún no me atrevía a enfrentar a mi corazón, con la actitud de Simona, probablemente la espantaría.

-Todos dicen lo mismo –dijo ella en cambio. Camilo le habría roto demasiado el corazón para que ella tuviera esa visión.

-Oye, no todos son iguales –le garanticé casi como un suplicio.

-Lo dices sólo porque te duele que te compare con él- inquirió muy sabiamente.

-No, lo digo porque tú eres diferente y eso me basta para convencerme –le aseguré.

Lo había hecho otra vez. Tenía que dejar de delatarme así.

Ella esbozó una sonrisa y lanzó una pequeña carcajada –espero que con el pasar del tiempo no cambies de opinión –insinuó más tranquila esta vez.

-Estoy segura –la convencí.

La empezaba a amar con desenfreno.

10

Hace un mes todo era tan tranquilo y hoy pensar tanto en Simona comenzaba a agotarme, se robaba todo mi tiempo, mis pensamientos. Si no estaba a su lado entonces la tenía registrada en mi cabeza y siempre así. En mis ratos libres imaginaba millones de situaciones que la involucraban ¿cómo pudo calarse tan fuerte en mi vida?

Quizás Simona tenía razón, necesitaba a alguien. De cualquier manera necesitaba a alguien que me hiciera olvidarla, alguien que me distrajera, y entonces ¿quién podría si quiera reemplazarla? Simona no es una chica que se reemplaza, ni que definitivamente, se olvida.

Me retó a que la acompañara a pub diferente del bar a que íbamos siempre con los chicos. Yo no lo conocía pero bueno, ella puso esa cara de “ por favor, por favor ”  y eso, era imposible que me negara. Me traía absolutamente loca y era difícil que rechazara alguna de sus peticiones, era difícil que me rehusara a complacer sus caprichos. Y sí que eran muchos.

-Hoy probarás el alcohol, te bautizaré como la reina del tequila –dijo riendo.

Me llevó hasta un lugar de mucha gente, música electrónica, mucho ruido. Definitivamente no era mi ambiente pero ya estaba ahí. Existían unas salas más apartadas y privadas, con mesas de pool y taburetes de cuero, que me parecían demasiado extravagantes y la gente ahí en general parecía estrafalaria y se jactaba de su buena situación económica.

Miré a Simona, ella parecía divertida así que estaba bien para mí. –No bebo Simona, lo sabes –respondí.

-Yo tampoco ¿y qué? Siempre hay una primera vez –dijo en un tono rebelde. Esas desenvolturas me hacían humor. No veía a Simona tomando, menos ebria ni nada.

-¿Pero no crees que el tequila es un poco mucho como para tu primera vez? –pregunté

-Somos unas mujeres, no unas niñitas –me gritó y se llevó el limón, la sal y el cortito a la boca, en ese orden.

Estaba expectante a su reacción. Esperaba que escupiera el líquido en la cara de alguien o algo parecido pero para mi sorpresa, Simona salió completamente invicta.

-Salud –dijo burlándose en mi cara.

-Wow, eres toda una caja de sorpresas –le dije un poco impactada

-Aún no me conoces –y me guiñó el ojo. Ese gesto me hizo sentir levemente borracha sin haber bebido absolutamente nada.

Tenía razón, no conocía mucho sobre Simona. Sabía que vivía con su padre, que era hija única, que tenía dieciocho años igual que yo, que su color favorito era el rosa pero no esperaba que ese ambiente al que me había llevado era el que le gustaba, ni que se atrevería a tomar.

¿Qué más tenía que esperar de ella?

-Es tu turno Paula –me animó.

-no me incendiaré el hígado con esa cosa –le advertí.

-Vamos, o ¿acaso eres una cobarde? –dijo, hiriendo mi orgullo. Ella no lo sabía pero yo sí era una cobarde, sin embargo, Simona podía ¿por qué yo no? Tomé el corto de tequila, sin el limón ni la sal para demostrarle mi pseudo valentía. Casi fui yo la que escupió el trago al piso, era horrible como mi garganta se quemaba tratando de disimular.

-¿Y? –esperaba impaciente.

-Salud –le anuncié, recuperando la voz.

-Ves, ahora mira, debe haber alguien aquí que te guste –dijo

Si tú, tú y tú.

-¿ves a alguien?- me preguntó mirando a su alrededor

-¿Me trajiste aquí para buscarme novia? –pregunté entorpecida

-Por supuesto, ya pasaste el primer reto –respondió orgullosa.

-¿Cuál era? –me sentía confundida.

-Tomarte eso sin escupirlo en mi cara –dijo riendo.

Simona comenzaba a sorprenderme demasiado. No me gustaba para nada la idea que me llevara hasta ahí con ese objetivo pues tampoco había alguien que me llamara la atención, los aborrecía a todos a excepción de una, que bueno, la llevaba conmigo las veinticuatro horas del día.

-Voy a buscar un poco de agua –le avisé mientras me paraba, pero ella no respondió. Me devolví para ver si le pasaba algo, quizás el alcohol comenzaba a hacer efecto, hasta que vi que tenía la vista puesta en algo a lo lejos. Le seguí la mirada que llevaba a la entrada donde ingresaban unos chicos con dirección a la mesa de pool. Entre ellos estaba Camilo.

-Oye si quieres nos vamos –le sugerí enseguida

-no tengo por qué irme de acá, nosotras llegamos primero –me dijo con una sonrisa en la cara, queriendo demostrar que estaba todo bien.

Realmente quise creerle, pues ya había pasado un tiempo de que habían terminado y ella comenzaba a estar bien pero entonces Simona pidió otro corto de tequila. Lo tomó de forma brusca y se paró de su asiento. Yo sólo era una espectadora, observando como Simona se dirigía hacia la mesa de pool

De inmediato reaccioné y la fui a buscar, la tomé del brazo – ¿A dónde se supone que vas? –le pregunté

-A saludar a Camilito –respondió muy risueña. Definitivamente el tequila le había comenzado a hacer efecto.

-¿Estás loca? Vámonos a casa –le exigí. No tenía un buen presentimiento sobre Simona hablándole a Camilo.

-No quiero ir a casa –me respondió y se soltó. Fue hasta donde Camilo y comenzó a recriminarle porque estaba con otra chica tomando una cerveza. Él me miro preguntándose qué hacía yo ahí con Simona

-Paula por favor llévatela de acá –me pidió. Yo accedí sólo porque consideraba indigno que estuviese haciéndole una escena de celos, además, me dolía que Simona aún siguiese preocupada por él. La tomé nuevamente sin tiempo para reproches y la llevé hasta afuera del pub.

Una vez afuera, se desenganchó de mí y empezó a maldecir por la situación.

-¿Puedes creer que estaba con otra? –Decía riendo –estúpido Camilo-

Estaba diferente, muy ida, reía sola y se comportaba de forma muy osada. Agradecí no haberme permitido ingerir ni una gota más de alcohol. Hoy particularmente Simona estaba hermosa, sus ojos miel irradiaban más que nunca vitalidad, su cabello iba suelto y hacía perfecta simetría con su rostro. De haber bebido un poco más, yo me habría dejado llevar…

-No me gusta que hagas eso –me atreví a decirle. Mi voz transmitía inseguridad y nervios. Ella hacía que los perdiera.

-¿Hacer qué? –preguntó acercándose

-Eso que hacías hace un rato –empezaba a inquietarme su cercanía  –eso que estás haciendo ahora

Hizo una pausa mientras mordía su labio inferior con curiosidad –Paula, tú estás haciéndome perder…la paciencia –dijo en voz baja mirándome a los ojos. No sabía en dónde esconderme, me tenía acorralada y sus labios pretenciosamente me invitaban a besarla de una vez por todas, teniéndola a unos cuantos centímetros de mí.

Mi cuerpo se detuvo limitando la pared con mi espalda. Unos pocos centimetros que me hacían más alta nos separaban a penas. Ella se inclinó para hacer lo que yo jamás me hubiese atrevido hacer.

Cuando Simona me besó, el tiempo se detuvo para hacerme saber que no podría seguir si no probaba un poco más de eso.

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ufff, agradezco mucho la paciencia. Volví a mi vida de pololeo cibernético y telefónico ajajaj así que tengo tiempo para la continuidad.