Idas y Vueltas 26

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-Tengo que dejarte ir –aclaró. Pensé en la frase, pensé en lo real que ahora se oía. Pensé en la idea de libertad y me parecía lejana si ella no estaba ahí. Por el contrario, solo podía verme esclava de su recuerdo. Solo me ataba a la idea de su regreso.

-Me estás quitando toda la libertad que tengo –manifesté temerosamente.

-Estoy segura que vas a lograrlo

Estoy segura que no.

*

-No me hagas esto Anto –expresé con enojo –Puedo resignarme a duras penas a la idea de que te vas pero no lo haré si me dices que no quieres que sepa nada de ti

-No voy a mantenernos esperando todo ese tiempo –fue lo que ella respondió. Arrrg. Cálmate, cuenta hasta diez.

La semana siguiente a saber la información de que ella se iría estuve trabajando arduamente con la almohada para superarlo. Pensé en las posibilidades, pensé en las comunicaciones a larga distancia, el internet, etc. No podía ser tan difícil. Comenzaba a aceptarlo, aun cuando el verla a diario entorpecía mi proceso de costumbre, la observaba y podía dar fe de que ningún sentimiento cambiaría con el tiempo sino que al contrario, solo crecería, tanto quizás como no me sería posible envolver y enviar, tanto que no me sería posible volver a mirar a otra persona. Pero el que ella quisiera desligarse por completo de mí bajaba por completo el telón de esa historia.

-Pau piénsalo –propuso acariciando mi cara.

La retiré –No, no intentes comprarme. No puedo –reafirmé con dureza -¿Por qué? ¿Para qué? Estás como pasándome un auto por encima una y otra vez

-¿Cómo que para qué y por qué? Digo ¿Realmente estás dispuesta a vivir así? ¿Con información desfasada y a medias? –Preguntó con su voz quebradiza –Ahora me suena solo a promesas y es muy lindo, es muy comprometedor pero yo sé que no debo atarte. No es justo. Debo decirte claro y fuerte ahora que quiero que seas libre porque mereces buscarte un destino que te haga feliz. No lo encontrarás conmigo lejos, todo se va a desvirtuar demasiado para ser así.

Me alcé con mi cabeza al cielo. No podía entender su paz con la vida. No comprendía si lo hacía para mantenerme calmada o si realmente quería irse sin dejar cabos pendientes. Me quedé mirando el cielo un momento intentando disipar mis sentimientos. Sentí sus labios fríos en el centro de mi cuello.

-Desearía ser tan fuerte y valiente como tú y poder decir “claro, seamos maduras, es lo mejor” –acoté rendida deslizando mis manos por sus brazos. Entendía que no había forma de corromperla. Su convicción era más grande que todos mis problemas.

-Eres fuerte y valiente tonta –reparó rozando su nariz aún en mi cuello –Solo observa tu vida. Toda el agua que ha pasado bajo el puente y tú sigues dándome esa sonrisa tan bonita e insuperable. No la apagues.

-Anto ¿Y si vuelves? –alegué cuan cinco años de edad. Hablando de madurez…

Ella sonrío de mi infantil gesto –Creo que no es sano que pensemos en eso

-Creo que estás buscando la forma de deshacerte de mí –anuncié mostrándome completamente indefensa al hecho.

Me observó con fiereza –No lo digas ni en broma

-¿Y si vuelves? –insistí vertiginosamente.

Suspiró rendida –Dejémoselo al destino –declaró serenamente arrastrándome hasta sus brazos.

¡Maldito destino que me odia! pensé mientras me permitía querer a la sombra de esa plazuela que recogía nuestras últimas andanzas. Quería que esas palabras que con tanta dulzura salían de su boca y que con tanto esfuerzo se sobreponían a la borrasca, se convirtieran en hechizo que suspendiera mi vida hasta que ella volviera a mí.

La miré por primera vez despojándome de mis temores. Entendía su posición de cortar todas nuestras relaciones. Entendía su dolor. Su dolor era también el mío, no solo porque sintiera en todas partes cada malestar que ella tenía sino porque era cierto, estábamos caminando en la misma cuerda floja. Ella tenía razón. Al final del día todo se desvirtuaría, todo lo que supiera la una de la otra se reduciría a la mitad. Y así, con el paso del tiempo sería un cuarto de aquello. Nos mentiríamos inevitablemente para no preocupar a la otra. Compartir las alegrías no sería lo mismo. Aun cuando me sentía aterrada de darle mi mano y mi consentimiento a la vida para que tomara a Antonia y se la llevara a cualquier parte, confiaba en que ella más que en mí misma. Confiaba que estaría bien, que haría lo correcto, que su vida estaría llena de éxitos y que enfrentaría con endereza todas sus metas. No podía decir con seguridad lo mismo sobre mí pero si ella podía lograrlo entonces al menos debía prometer que intentaría hacer lo mismo.

-¿Y ahora qué haremos? –preguntó animada. Me pregunté a mí misma si se refería a qué haríamos con la vida o en aquel espacio y tiempo.

-Supongo que voy a raptarte –añadí enérgicamente

-Se oye perverso –dijo alzando una ceja. Mi cuerpo reaccionó.

-De hecho es muy muy perverso –mentí exageradamente por un segundo. Luego pensé en que la idea no distaba mucho de la realidad. La observé sonrojar –No puedo creer que te avergoncé

-Basta –se ocultó con una sonrisa nerviosa.

-¿Sabes qué haré durante todo este tiempo que nos queda? –Añadí leña al fuego –Voy a hacerte el amor tantas veces que no me olvidarás jamás

Me miró con agudeza y se acercó a mi oído –Estás demasiado segura ¿Quieres que te recuerde quién se achicó cuando me vio desnuda por primera vez? –recordó esta vez avergonzándome a mí acertadamente.

-Eres brillante –agregué absorta -¿Y ahora quién va derretirme como un helado?

-En este tiempo que nos queda voy a hacerte el amor tantas veces que nadie va a volver a derretirte como yo –afirmó con la seguridad que la caracterizaba mientras se adelantaba a seguir el camino.

Miré ese danzar. Estoy segura de ello.

60

Ok Antonia, haz como si nada. Haz como si no la hubieras visto y no la mates por favor.

Me había ido al centro comercial buscando algunos obsequios que pensaba dejar a Paula. De pronto, sin más que un actuar de reojo me encontré con la guinda del día. A lo lejos vi a Simona, absorta en un estante de libros sobre medicina y naturismo mientras pasaba por fuera de una librería. Me alarmé de inmediato e intenté disimuladamente esconderme entre la multitud para que no se percatara de mi presencia. Ridícula .

Pensé en acercarme, en encararla, en reclamar justicia por invadir con su existencia mi entorno. Luego recordé en el poco sentido que tenía a esas alturas volver a atrás. Paula me amaba al fin y al cabo. Me aprehendía y me aferraba a aquello. Paula . Recordé ¿Qué sería de ella cuando yo me fuera? Volví a mirar a Simona quien esta vez se encontraba hojeando uno de los libros ¿Qué sería de ellas? ¿Simona de todas formas lo intentaría? Me preguntaba también que tan terrible podría ser eso y no podía evitar arriesgarme a prejuzgarlo con el corazón antes que con la cabeza. Aquella mujer que, concentradamente y con gran interés se sumergía en la lectura bien podía ser una espléndida persona. Bien podía ser que ella tomara mi lugar, que le diera alegrías y entusiasmo ¿Por qué no? Si antes podía hacerlo ¿Por qué ahora no? ¿Iba a prohibírselo?

Alcé mi mirada con disposición a observar por última vez ese entorpecedor fantasma que se aliaba a mi decepcionante destino pero justo en aquel breve y preciso instante los ojos de Simona se clavaron accidentalmente sobre mí. Fueron casi cinco segundos eternos sosteniendo esa notable interrogante en su rostro que culminó con una media sonrisa en tanto despreocupadamente –para mi sorpresa –se aprestó detrás de una fila para pagar el libro que tenía entre las manos. Decidí entonces que definitivamente debía dejarlo atrás. Me armé de actitud y seguí mi camino pero de pronto escuché una voz desconocida para mí que llamó a mi nombre. Sentí nerviosismo que se conjugaba con la intuición de lo que seguía a ello. Me volteé y me encontré con Simona observándome con inquietud.

-Hola –saludé una vez que opté por recomponerme de la impresión.

Ella sonrió de vuelta. Comenzaba a odiar esa sonrisa –Como te quedaste ahí pensé que querrías decirme algo –insinuó casi inocentemente. El casi era porque no podía dejar de pensar en que no le creía nada.

-Supongo que si seguí caminando es porque no tengo nada que decirte –sostuve con firmeza. Presentía que quería fastidiarme de alguna manera.

-¿Estás segura? –preguntó

-Qué quieres que haga mm ¿Simona? –Me aseguré considerando en que nunca antes habíamos hablado – ¿Quieres que te arme un escándalo?

-Estoy segura que eres una mujer bastante decente –apoyó mientras me hervía la cien –de otra manera ella no se habría fijado en ti ni te querría de la manera en que lo hace

-Veo que estás demasiado informada –me detuve en lo que decía.

-Anto… ella habla de ti como si realmente no hubiera otra persona. Te ama aunque sabrás que me duele aceptarlo –agregó en un rastro de ironía

-Aparentemente no lo suficiente –seguí el juego –Ella fue a buscarte e incluso a besarte –recordé con rabia.

-¿Qué?!! –Se largó a reír exageradamente mientras alzaba la bolsa que tenía en sus manos – ¿Eso te contó?

-¿Acaso no es así? –fruncí el ceño. Estaba enloqueciéndome esa particular forma de llevar la conversación.

-¡No! –Declaró horrorizada –digo, pasó pero fui yo la que se lanzó sobre ella. Lo siento, realmente lo siento pero esa es la verdad.

No podía decidir que me impactaba más sobre la situación, si acaso era la natural forma en que ella lo describía sin prever que yo estaba a punto de golpearla o si en verdad era el hecho de saber que no había sido Paula quien fue directamente hasta su casa para hacerlo. Tampoco podía decidir si eso me tranquilizaba ni menos entender para qué Paula me había omitido esa parte de la historia.

-Hablando en serio –Reanudó Simona devolviéndose a su quietud y captando mi atención –Solo quiero que sepas que no me entrometeré ahí

-¿Debería quedarme tranquila después de lo que me acabas de contar? Porque tú sabías que yo estaba con ella y aun así lo intentaste. Y también sabías que había grandes posibilidades de que ella cayera en tus manos de todas maneras –enfrenté descolocada y más que todo enojada. No entendía su desfachatez. No tenía sentido aventurarse a provocarme de esa manera.

Me mantuve atenta a su respuesta sin embargo silencio fue todo lo que se ventiló.

-Lo supuse –afirmé obviando la situación y dando pie para retirarme.

-Oye espera –llamó cuando me daba vuelta –Tienes razón. Yo me arriesgué y lo intenté de todas maneras pero…

-No me interesa saberlo Simona…

-Escucha –fue ella quien interrumpió esta vez –Seguir intentándolo después de lo que pasó sería engañarme a mí misma. No te conozco Anto, por tanto supuse que renunciar a ella ni siquiera es por respeto a ti sino porque quiero demasiado a Paula como para obligarla.

Una breve y abrumadora carcajada se escapó por mi parte.

-Pero ahora tú la haces feliz y eso merece mi respeto –continuó –Ten la seguridad que yo no le quitaré eso

Observé su expresión casi agonizante y evidentemente diferente a la posición con la que había llegado hasta a mí y tuve la leve sensación de que decía la verdad

-Parece absurdo que te agradezca porque me prometas que no te meterás en medio pero de todas maneras… Gracias –aclaré en paz.

Ella sonrió detrás de un panorama distinto. Esta vez, incluso con más humildad –Adiós –se despidió.

Le observé el rastro un momento hasta que fue por unas escaleras. ¿Y ahora qué? pensé.

*

-¿Hola? Aló llamando planeta Antonia ¿Hay alguien ahí? –molestó Paula frente a mí. Resolví en que daría vuelta la página sin embargo mi incertidumbre era demasiado grande. Así como también las ganas de darle un poco de triunfo a mi orgullo.

-¿Qué pasa? –pregunté desentendida

-Pasa que estás demasiado rara y no, no voy a tolerar que estés así los últimos días conmigo –alegó mientras saboreaba la paleta dulce que le había obsequiado.

La miré un par de segundos. Tampoco quería pasar mis últimos días junto a ella debatiendo sobre el pasado. Quería abrazarla. Quería besarla todo el día. Quería enredar mis manos en su cabello. El único acertijo que quería descifrar era el misterio de sus ojos cuando me miraban con esa delicadeza, tan propia de su personalidad inocente e infantil. Sin embargo mi mente se estancaba. No quería tener dos versiones de un mismo hecho.

-Pau, necesito que me digas algo que está golpeándome la cabeza –comencé

Ella dejó de hacer todo lo hacía para sentarse frente a mí -¿El qué?

De pronto me avergoncé –No olvídalo, creo que es realmente estúpido

La suavidad de sus manos invadió las mías –Nada que esté preocupándote puede ser estúpido –animó con la ternura que caracterizaba sus palabras –menos si está golpeándote la cabeza –sonrió. Sonreí junto a ella. No podía ser tan anormal tener incertidumbre.

-¿Por qué me dijiste que tú la habías besado?

Me miró sorprendida claramente no entendiendo a lo que me refería –Me encontré con Simona y ya no recuerdo cómo llegamos al tema pero bueno, ella prácticamente me dijo que se había lanzado sobre ti –arrojé en un leve jadeo.

Sus azules ojos se abrieron nerviosamente al ser descubierta. No me mientas Pau. Estaba expectante – ¿Habría cambiado en algo las cosas en ese momento? Tú estabas muy enfadada y con justa razón. Pensé que no te importaría...

-Claro que me importa. Tienes razón, estaba enojada y creo que sigo guardando un poco de recelo pero creo que habría deseado imaginar lo contrario a como me lo describiste. Y es eso, realmente quería escucharlo de ti. No que ella lo explicara como si fueras una medalla a la que había logrado tocar

-Creo que están cosificándome demasiado –dijo riendo

-Lo sé –asumí –Está mal pensar que eres un trofeo y lo sé. Solo que te amo y esa mujer aparentemente también ¿Qué debíamos hacer?

-Bueno, si lo quieres ver así creo que pierdes tu tiempo corriendo una carrera que ya está ganada

-Paula me iré –mencioné soltando por fin mi miedo más grande en ese momento. Después del encuentro con Simona, no era la superficialidad de la situación la que me molestaba sino el hecho de que esa mujer estaría allá afuera y aun no estaba completamente segura de qué pensar sobre eso. Le exigí e impuse libertad a Paula pero hasta ese momento no había dimensionado lo mucho que me costaría aceptar dicha libertad –Creo que ni siquiera es una carrera ganada. No te sientas culpable si vuelvas con ella, no sientas como que me debes algo…

-Ok. Trato hecho. Si conoces a alguien más entonces tampoco ni te molestes en sentirte culpable –dijo con falsa molestia mientras se arrojaba a su cama –Eso sí asegúrate que cuando estés en la intimidad con esa otra persona no le grites mi nombre en su cara. Sería realmente una pena…

Exploté en risas mientras dejaba caer suavemente sobre su cabeza uno de los almohadones. Lo anotaré en mi libreta imaginaria de cosas que no debo hacer . Se aventuró buscando mi mano y atrayéndome hacia ella. Me senté sobre su torso - ¿Sabías que eres la mujer más hermosa que he conocido y existen altas posibilidades de que eso ocurra? –indiqué intentando imaginar la situación.

-¿Sabes que eres lo más importante que me ha pasado y que no me importa si alguien en el futuro me hace pensar lo contrario? –dijo recordándome el punto anterior.

Llevé sus manos hasta mis muslos – ¿Es muy egoísta si te pido que no vuelvas a pensar eso de otra persona?

-Estás aquí arriba chantajeándome –indicó entre regocijos –Creo que estoy un poco coaccionada a prometer cualquier cosa. No me dejas muchas opciones

Volví a sonreír. Removí sus manos a mi cintura. Una oleada de excitación me recorrió el cuerpo haciéndome olvidar las razones que me ataban a un cúmulo de imposibles –No me importa si te acuestas con otras personas y si de ahí en adelante decides tener relaciones amorosas con alguien más. Quiero que me recuerdes como esto

-¿Como la mujer sexy sobre mí chantajeándome?

-Sí y como la mujer a quien tenías como mil grados bajo cero sobre el pasto gimiendo como una loca –añadí dibujando círculo en su vientre.

-Eres imposible de olvidar –concluyó atrayéndome hasta su boca para mitigar las consignas.

Era eso lo que nos quedaba. El sexo y el amor a la espera de que una línea dibujada sobre el mapa nos distanciara.


Un saludito a la gente de los mensajes <3