Idas y vueltas 21

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Me sentí satisfecha, como en mucho tiempo no lo había estado y más que todo plena. Sólo quedaba una persona a quién anunciarle la nueva noticia sin embargo, decidí, aun ante la ansiedad que me provocaba, guardar el misterio hasta el día siguiente, hasta que la viera nuevamente.

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-¿No crees que es tierno? –preguntó Camilo con su mejor cara de niño noble.

-¿Qué cosa? ¿El que me escriba mensajitos como si estuviéramos en el jardín o el que lo llene de corazones por todas partes? –pregunté a su vez muy divertida por la situación.

Antonia había pasado por mi lado dejando el curioso y primitivo mensaje “instantáneo” sobre mi mesa que señalaba que deseaba verme al término de clases.

-¿Qué esperas? ¿Qué pase un avión con un mensaje escrito con señales de humo? ¿No estaban haciendo de esto algo discreto? –me increpó

-Si Camilo –sonreí –sólo me parece divertido

-Eres la peor pareja del universo –alegó

-¿Y tú eres mucho mejor, verdad? –molesté y devolvió burlándose de mí. Lo dejé un segundo ocupándome del hecho puntual del mensaje. Ella quería verme, y fuera de las formalidades o mejor dicho informalidades que ocultaba eso, me preocupaba saber de qué se trataba.

La miré deseando tener alguna pista de lo que se traía pero nada me indicaba nada. Odiaba que me mantuviera al margen de las cosas pero decidí dejar mi ansiedad de lado y esperar naturalmente que el tiempo pasara para que me explicara qué sucedía.

Obviamente de un tiempo a esa parte había resuelto el dejar tranquilo a mi corazón, abstenerlo de aquella situaciones que lo mantenían en constante suspenso. Ella me quería y yo a ella y a pesar de los increíbles obstáculos puestos no me cabía duda que todo tendría su recompensa. Guardé muy profundamente todo el triste orgullo y los celos que pude haber sentido alguna vez para conservar lo mucho que con poco habíamos logrado conseguir.

Miré a Claudio y me pregunté si él realmente algún día se daría cuenta. Rogaba que no, pero tarde o temprano algo tenía que pasar. No podía conceder que alguien viviese así, atando a alguien incluso por las malas antes de aceptar que había cosas que simplemente no podían ser. Estaba tranquila porque sabía que hasta el momento Antonia había logrado mantenerlo calmado, sin siendo precisamente la mujer sumisa que él esperaba, pero yo no podía dar fe que siempre podría ser así. Mis miedos más terribles se escondían tras la despreciada idea de que algún día él tratase de aprovecharse de ella nuevamente, imponiéndose, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Me hacía sentir inútil, de manos atadas.

Prontamente, la salida de clases se acercó antes de lo que había esperado y me apresuré para esperarla fuera del lugar. Estaba nerviosa, no podía negarlo y el hecho de que ella se retrasara algunos minutos no me hacía sentir mejor. La espera me agotaba en cualquier circunstancia, hasta que la vi salir con una atractiva sonrisa en su cara. No podía entenderlo pero al menos me aliviaba el hecho de que era una sonrisa y que no estaba plasmado en su rostro la mismísima preocupación que tenía en el cuerpo y que traspasaba al mensaje que ella me había dado –que a esas alturas –estaba completamente arrugado

Me vio y se apresuró hasta donde yo estaba, tomándome de la mano e invitándome a salir corriendo junto a ella. No tenía idea entonces qué era lo que hacía; hace un momento había estado paralizada preguntándome que parecía tan misterioso y al otro segundo estaba ahí, dándole carrera a aquella mujer.

Tras unas cuadras me detuvo. Arqueé mi cuerpo intentando recuperar el aliento –Anto, ¿qué pasa? –pregunté con dificultad al coordinar palabras y respiración.

Espero hasta que me pusiera a su altura nuevamente –Les confesé la verdad Pau –anunció con una potencial sonrisa en su rostro y una notable ansiedad que la hizo decir todo muy rápidamente.

No lograba conectar las partes, había escuchado algo como confesar, confesar –Se los confesaste… ¿a quién, qué cosa?

-¡Pau! Mis padres –aclaró –lo nuestro –intentó.

Volví a perder el aliento y mirarla descolocada -¿Y entonces por qué corrimos hasta tan lejos? –pregunté torpemente no sabiendo qué decir con exactitud.

-No lo sé –dijo ella impaciente –estaba emocionada creo –explicó tiernamente. Le sonreí, no podía hacer más que adorarla y empezar a comprender todo lo que sucedía. Ella les había confesado la verdad y no tenía la menor idea. Comencé a reír, del nerviosismo, de la emoción, sólo sabía que me sentía infinitamente libre al fin –Me alegro que estés feliz –comentó ella.

-Es la mejor noticia que me han dado en mucho mucho mucho tiempo –respondí no pudiendo dejar de observarla con total amor –yo no tenía idea –

-Lo sé –afirmó –y me alegro que sea así –expresó aliviada –estoy segura que me habrías convencido que no me arriesgara y ya no podía arrastrarte más a mi miseria –

-¿Y cómo pasó? ¿Cómo lo tomaron? –pregunté intentando ignorar aquella explicación, pues ella tenía razón. A pesar de sentirme ahogada yo le habría recomendado seguir esperando quizás hasta cuándo.

-Tranquila –comentó tomando dulcemente mi rostro –te lo diré todo en su debido momento pero ahora sólo quiero besarte y besarte demasiado como para estar ocupada en eso el resto de la tarde –susurró atrayendo su boca hacia mí sin prisa ni temor tras nosotras esta vez.

-Quiero que todo el mundo sepa que estoy loca por ti –añadió antes de volver a mi boca nuevamente.

-Pau, ¿por qué te diría que no? –preguntó Ámbar cansada de repetirlo una y otra vez.

-Quizás ella no quiere algo serio o ponerle nombre a esto–aclaré rápidamente tratando de encontrar alguna excusa para la vergüenza y el nerviosismo que sentía.

-Pero si es lo mismo que hasta ahora, sólo le pondrán una fecha para recordarlo todo los meses y todas esas cosas tiernas y tontas que hace la gente –sugirió ella –además, mierda, mira todo lo que hizo para estar contigo ¿realmente crees que no es serio?

La observé rendida.

Ella suspiró –amiga ¿no será que tú no estás preparada para esto? –

¿Era eso? Había estado repasando mentalmente todo ese tiempo que había estado con Antonia de manera clandestina deseando de una vez por todas llevar adelante esa mano sin miedo. Eran incontables las veces en que, observándola fingir un noviazgo que no quería, habría estado preguntándome ¿Por qué no era yo quien estaba junto a ella?

Y entonces ahora era así. Ahora era completamente mía.

-¿Si no funciona así? –Pregunté cohibida. ¿Qué pasa si se aburre de mí? ¿Qué pasa si no resulto ser lo que ella quería? Eran las preguntas que realmente pasaban por mi cabeza y quería transmitir.

-¿Así como novias? O… ¿así cómo?

-Así como juntas, así como novias, así como algo que ella tenía con él –me atreví a decir.

-Pau, estoy segura que Anto no se atrevería a comparar lo de ustedes con lo que ella tenía con él –señaló como si fuese obvio.

-No lo sé –respondí por inercia.

-¿Pau? –Llamó mi atención –Sé que odias que lo pregunte, y que odias que siempre lo relacione con esto pero ¿Esto es por Simona cierto?

Tenía tanto temor por ver a Antonia apagarse. Tenía tanto miedo de despertar un día, buscarla y darme cuenta que ella no estaba ahí. Que nunca lo estuvo, que todo había sido un sueño. Mi pecho se oprimía cada vez que intentaba imaginar cómo saldría de eso ¿Acaso podría hacerlo?

-Yo no soportaría verla partir –dije como respuesta a su pregunta.

Delicados brazos se abrieron para acurrucarme –Pau, pau pau… -suspiró cerca de mi oído –tienes que superar esto algún día y estoy segura que Anto es la mujer que te ayudará a hacerlo –explicó mientras frotaba la palma de su mano sobre mi espalda.

-No quiero perderla Ámbar –confesé

-Eres una de las personas más buenas que he conocido y tienes tanto para entregarle –añadió. Una risa nerviosa se escapó de mi estigmatizado rostro.

-Gracias por no permitirme ser una estúpida –reconocí

-Desde siempre trabajando para usted –manifestó orgullosa -¿Y entonces?

-Entonces voy a decirle que hay mucho que quiero entregarle y que ya no puedo seguir esperando –admití aliviada.

-Que no te malinterprete

Reí junto a ella. Gracias por ser la mejor amiga del universo.

53

-Anto ¿Dónde me llevas? –gritó detrás de mí

-Tú sigue pedaleando –grité de vuelta con una sonrisa que saludaba al viento que me arañaba el rostro.

Recordaba aquél camino con notable detalle. Los árboles seguían inclinándose hasta tocar sus ramas entre sí formando con ello una perfecta avenida que recibía a sus visitantes mostrándoles las bondades de una naturaleza virgen e intocable.

-Al menos dime cuanto falta –suplicó Paula unos metros más atrás.

-Ya falta poco –respondí para su alivio. Seguí pedaleando con la esperanza de llegar y encontrar todo en su lugar. Entonces ahí estaba. Primero sentí la primera brisa que traía consigo un aire diferente, luego solo lo vi. Estaba ahí justo donde lo había visto por primera vez. Bajé la intensidad del pedaleo de la bicicleta hasta detenerme.

-Dime por qué nunca había visto este lugar antes –exigió Paula deteniéndose junto a mí.

Observé a mi alrededor y recordé a mi padre cuando me había llevado a visitar aquel lugar por primera vez. En ese momento, a mis cortos años, no entendía por qué estaba obligada a seguirlo en sus aventura pero entonces me invitó a conocer esa gran laguna que limitaba con un verde e impecable pastizal que se extendía hacia toda la pradera y bastó para descifrar todo lo que para él también significaba; tanta paz como era posible hallar.

-Solo mira todo lo que tuvimos que recorrer para encontrarlo –respondí emocionada.

-Realmente vale la pena –dijo ella esbozando una inocente sonrisa que observé fascinada –Es hermoso

-Sí, me encanta todo aquí –comenté mientras tomaba su mano y la invitaba a botar todo y seguirme.

-¿Eso me incluye? –se adelantó a preguntar deteniéndome de un suave impulso. La miré nuevamente fascinada ¿Cómo podrías creer que no es así?

Volví a caminar empujando su mano hacia mí nuevamente –Tienes que dejar de ser tan ególatra mi amor –vociferé ahogando el mensaje en una sonrisa.

De pronto, las manos que jugueteaban con las mías se posaron sobre mi vientre para capturarme en un dulce abrazo -¿Y me dirás cómo conoces este lugar? –susurró en mi oído. Toneladas de convulsiones se precipitaban por todo mi cuerpo. Las ignoré.

-No te había contado pero –comencé mientras quitaba sus manos de mi vientre en pos de mi concentración –mi padre vivió aquí durante toda su infancia y entonces como que nos hacía volver todos los veranos, para que viéramos lo maravillosa que era la vida acá y bueno, obviando el hecho de que la ciudad es un asco, aquí es tan…

-¿Diferente? –interrumpió

-Si –asentí con convicción –no tienes idea los increíbles recuerdos que tengo de este lugar, es decir, mi papá intentando pescar algo cuando en realidad no había nada que pescar o él intentando robar un bote para pasearme –reímos juntas –es de una inmensa nostalgia

-Tú eres diferente –agregó con mesura entretanto se recostaba sobre el pastizal. Sus palabras me descolocaron. Le seguí para quedar frente a ella.

–No digas cosas que no crees –exigí nerviosa mientras apuntaba a su frente con mi índice.

Tomó mi mano -¿No se supone que ahora tienes que decir “Oh mi amor, eres tan dulce”? –reía

-Nooo –alargué –suena como algo que le dirías a otra, y a otra y a otra –me aproximé a su boca –dime algo que ya no sepa

-Te diré algo que no sabes –desafiantes ojos azules se posaron en mi boca –me raptas a un lugar maravilloso, me haces infinitamente feliz a tu lado, yo –pausó –… yo pienso que es el momento perfecto para decirte que no me queda más remedio que hacerte mi novia

Me separé al segundo. Al escuchar la palabra “novia” entonces recordé por qué la había llevado hasta aquel lugar. Llevaba un buen tiempo preguntándome ¿Por qué no? ¿Por qué seguir esperando? ¿Cuándo realmente podría decir “ella es mi novia”? pero con todo el desenlace que ello significaba, un montón de dudas se precipitaban opacando todo: ¿Qué tal si ella no lo quería? ¿O si la asustaba?

-¡Oye! –reclamé

-Qué!! –Protestó aterrada –Ahora sí que se supone que deberías llorar o reírte y decirme algo como “Mierda, claro que sí”. ¿No me digas que lo arruiné? –suplicó.

Suspiré -¡No! Tú no arruinas nada, tú solo estás colgándote de mí éxito con esta idea y entonces ahora no me queda más que pedirte que te cases conmigo o algo así –declaré agotadísima pero en fin feliz. Ella lo había hecho, ella había pronunciado esas palabras que tanto necesitaba para cotejar la incertidumbre que me invadía.

Paula solo se echó a reír –Entonces olvida que te lo pedí y hazme los honores –pidió con una brillante expresión en su rostro.

-Jamás lo olvidaría –anuncié rendida –Yo solo quiero que sepas que lo había estado pensando todos estos días y quiero que sepas que también quiero que seas mi novia y no solo eso –me lancé a reír nerviosamente –quiero que seas la mujer a quién presente a mis padres, a quién adoren o desaprueben, por quién me atreva a desafiarlos un millón de veces si es necesario, por quién quiero babosear todo el tiempo, a quién quiero tener entre mis brazos

-Yo…

-Shh –insistí –Y yo quiero ser la mujer a quién presentes a tu familia, a quién adoren o desaprueben completamente por ser una loca irremediable, a quién quieras matar por mi mal humor a veces y a quién quieras comer con la mirada cada vez que le observas, yo quiero ser la mujer a quién acudas cuando necesites a alguien, yo…

-Tú ya lo eres –replicó ella suavemente. Posé mis manos en su cuello como siempre lo hacía cuando las palabras se restaban de lo que realmente sentía.

Me castigué por el pasado. Me castigué por haber llamado amor a algo que nunca lo pareció. Me crucifiqué por no haber notado la diferencia. Ella estaba frente a mí y era tan diferente a todo lo que me había parecido dulce antes ¿Cómo no lo vi? Entonces recordaba también su historia y condené al tiempo por no haberme puesto antes en su camino. Por no haberme permitido hacerla feliz antes, por haberme privado tanto tiempo de encontrar a la mujer con la sonrisa y el alma más bondadosa del planeta. Por haberle dado ese privilegio a otra persona ¿Acaso esa otra persona habría sentido todo lo que yo sentía al tener mis manos en su cuello y aferrarme a la idea de que no existía un lugar más acogedor en el mundo?

-Quiero hacerte feliz –pronuncié en el corto espacio que había entre su boca y la mía

-Eso también lo haces, y créeme, lo haces muy bien –agregó con el mismo aplomo con el que se animaba para estampar la brecha que nos separaba. Me vencí ante la cercanía de su cuerpo pero ella me alejó un segundo –Anto

-Dime –acepté preocupada

-Hay algo que tengo que confesarte –dijo nerviosa y risueña –parece que eres mi primera novia –anunció con rapidez y vergüenza.

-Oh Pau, ahora sí que puedo decir que es lo más dulce que me han confesado –aseguré divertida intentando mitigar su inquietud.

-¿Cómo puedo ser seria con usted señorita? –se limitó a protestar.

Me lancé sobre ella esta vez mucho más decidida a hacerla entender –Escúchame, puede que yo no sea la primera en hacerte sentir mariposas en el estómago, puede que existiera otra que invadió tu vida, tu cuerpo, tu cama o lo que sea –añadí divertida –y que te haya dejado marcas, puede que mi ex psicópata novio haya intentado coquetearte en algún momento, puede que el mundo te desee pero, tal como dices, soy tu primera novia y así mismo, prometo ser la primera en muchas otras cosas –terminé besándola nuevamente.

-Estoy muy curiosa sobre eso –expresó empujándome hacia ella con más seguridad. Cerré mis ojos ¿Cómo le explicaba que estaba siendo un trozo de hielo expuesto al sol entre sus brazos?

-Entonces, señorita curiosa –le devolví el aliento – ¿Esto ya es oficial?

-Completamente oficial –confirmó.

¡Jaque Mate!

-¿Qué haces preguntó? –preguntó divertida

-Buscando alguna prenda tuya que pueda guardar para mí –respondí concentrada en mi misión.

-¿Quieres hacerme alguna brujería o qué?

La miré con reproche –No necesito hacerte ninguna brujería para tenerte amarrada a mí

Me abrazó por la espalda –Tienes razón –explicó mientras tanteaba mis hombros con su boca. Un cosquilleo se expandía por mi cuerpo.

-Esta me gusta –me limité a señalar la camiseta despegándome de ella un momento intentando ignorar ese promitente flirteo. Me crucé de brazos y quité mi propia polera para tomar la que había escogido de su clóset.

-Deberías quedarte así –propuso fingiendo inocencia.

Arquee una ceja –Pau, me impresiona tu soltura –decidí –si no te conociera diría que estás intentando tener algo conmigo

-Es solo que me molesta verte con tanta ropa –aclaró con una sonrisa brillante. El cosquilleo volvía.

-Entonces ven y quítame el resto –animé con osadía. Me sorprendí a mí misma con esas palabras pero mis ganas me lo reclamaban. Necesitaba saber de qué me estaba perdiendo.

Ella no lo dudó y volvió a impresionarme –Esto –comentó señalando mi sostén –está molestándome. Me dejé arrastrar hasta su cama permitiéndole deshacerse de lo que quisiera sin antes reñirme en una pelea con su boca.

-Me enloqueces –expresó cerca de mi oído. Esos sutiles murmullos comenzaban a excitarme cada vez más.

La recosté en su cama y justo cuando me disponía a arrebatar su propia ropa escuché un sonido que me pareció familiar al punto de hacerme fruncir el ceño al percatarme de dónde provenía. Estúpido e inoportuno celular.

-No tienes que hacerlo

-Mierda, ya lo arruinó –resolví frustrada. Me alejé para buscar el maldito aparato que estaba dispuesta a tirar por la ventana una vez que viera de quién se trataba. Genial! –Es mi madre –mostré –Es como si pudiera oler que estoy haciendo algo malo

-¿Lo estás haciendo? –me recriminó entretenida de verme en dicha situación. Me reí antes de contestar.

-¿Hola? Ok. Si iré mamá. No necesitas controlarme. Nos vemos –anuncié sintiéndome fracasada.

-¿Y bien? –preguntó con curiosidad.

-Recordándome que debo ir a cenar –dije disgustad –¿Ves? Es como si realmente supiera que estaba haciendo algo –pensé –incorrecto

-¿Es incorrecto querer tener un poco de ti? –preguntó apenada. Apenada, claro.

-Es incorrecto que estemos haciendo esto en tu casa –repliqué con entretención al verla quejarse.

-Perdóname –musitó suavemente –Es que tú te paseas por ahí y no puedo evitar pensar que eres deliciosa y que quiero hacer cosas malas contigo

Hasta ese momento, mi sonrisa era más grande que mis ganas de preocuparme por el llamado de mi madre –Por casualidad ¿tenías todos estos pensamientos cuando me conociste?

-Más o menos –aclaró ella.

Sonreí y me adelanté a besar su frente –Será mejor que me vaya antes que sigas provocándome

-No! –rogó con quebranto. Por un momento le creí.

-Amor si no me voy ahora ella de verdad va a pensar que estaba haciendo cosas sucias contigo

-Está bien pero voy a dejarte hasta tu casa –propuso rendida. Acepté encantada por la idea. Caminar junto a ella después de haberme puesto a hervir era la mejor forma de disimularlo.

Finalmente tomé su camiseta y me vestí con ella –¿Ahora me parezco a ti?

-Mucho más hermosa –declaró conforme y con una reluciente mirada que me fulminaba. Retiré mi vista antes de que esos intensos ojos azules terminaran por doblegarme como siempre.

Lograda la compostura, con todo en su lugar, decidimos marcharnos de su casa. Tomé de su mano durante el camino a lo que ella respondió con satisfacción. Me alegraba tenerla a mi lado, me alegraba que camina conmigo para asegurarse de que estaba bien o simplemente para pasar más tiempo junto a mí. Cualquiera excusa me era fascinante.

De pronto ella se detuvo mostrándome que ya habíamos llegado. Ni siquiera lo había notado. Se me hacía insoportable tener que despedirla

-Entonces ¿Hablamos luego? –sugirió tristemente.

-Sabes que no pasará más de una hora antes que sepas de mí de nuevo –alivié –Cuídate de camino a casa ¿Sí?

-Lo prometo –aseguró.

Me acerqué para besarla. Ella se retiró –¿Qué?

-Estás siendo demasiado irreverente –dijo indicándome mi casa.

Tomé su mano exigiéndole atención –No me importa ¿Ok? Quiero besarte porque me duele saber que no te veré hasta… bueno ¿Hasta mañana? –sonreí y me dirigí a su boca. Ella respondió con delicadeza y una pisca da nerviosismo.

-Ya me voy –se despidió con paciencia. Asentí. Me quedé afuera hasta que la vi dar media vuelta a la cuadra desapareciendo de la escena.

Volví a unos segundos. Me apenaba que siguiera preocupándose por todo lo que sucedía dentro de mi vida pero entonces, cuando decidía por devolverme a mi casa vi a mi madre de pie frente a la puerta. Mi cuerpo se paralizó. Ella estaba ahí esperándome lanzándome a lo lejos una mirada de reproche.

Me acerqué porque no podía seguir aplazando esa conversación –Hola –saludé intentando mantener la calma.

-Ella es muy linda –comentó ella en cambio. No entendía el punto y aunque me preocupaba el comentario, coincidía en ello.

-Lo es –respondí brevemente.

-Ambas lo son –repuso ella. Miré sospechando a dónde se dirigía con eso –Es una pena que lo estén desperdiciando

-¿Desperdiciar qué? –exigí con escándalo. Estaba tan emputecida de que ella siguiera con su postura. Prefería que ella siguiera sin hablarme antes de maltratarme emocionalmente con eso –Ya la viste ¿No? Es hermosa. Entonces créeme, no estoy desperdiciando nada con eso

-Antonia ¿acaso te has preguntado si estás haciendo lo correcto con esto? Yo entendería si me dijeras que es una etap..

-¿Una etapa? Una etapa a la mierda mamá –grité con enfado –Puedes seguir pensando que es una etapa toda tu vida si así lo necesitas para seguir viviendo tranquila

-¿Crees que estoy tranquila con esto? ¿En verdad piensas que duermo tranquila sabiendo que mi hija perdió la cordura?

-¿Y crees que estoy desvelándome por ti? ¿Crees que seguiré llorando por esto? Si así lo prefieres, deberías acostumbrarte a la idea de que soy y seguiré siendo una enferma, aunque a estas alturas, creo que la única enferma aquí eres tú –anuncié al momento que un fuerte estruendo seguido de un punzante dolor se apoderaba de mi rostro. Ella me había elevado la cara de una bofetada que sentía por primera vez en mi vida.

-Basta –gritó desde atrás mi padre.

El tiempo se me detuvo en ese momento. No podía concebir si lo merecía o no. No podía entender si era la mejor manera. No podía decidir si justificarlo y retirarme dolida hasta mi habitación o repudiarlo.

Decidí repudiarlo –Fuiste tú la que realmente arruinó todo –acabé por decirme para retirarme por el mismo lugar por donde había llegado. No sabía a dónde ir exactamente, solo sabía que quería estar lo suficientemente lejos antes de que ella siguiera observando lo “enferma que estaba”

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Agradezco a toda la gente que ha vuelto a leerme; a los que lo hacen por primera vez y junto a ello se ha tomado la molestia de regresar hasta el primero. Muchas Gracias!