Idas y vueltas. 2

Continuación

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Y yo sólo quería decir

“hola Simona, creo que eres la mujer más hermosa que he conocido, mi mejor amigo es un idiota. Un idiota guapo, afortunado, pero idiota. No te merece, ahora, corre por tu bien.”

No dimensiono lo horrible amiga que habría sido."

-Hola, soy Paula, un gusto- le dije amistosamente. Y ya estaba. Era más sencillo de lo que parecía, presentarse, actuar como buena amiga. Escondí mis oscuros sentimientos en lo más profundo de mi cabeza.

-Es un gusto chicas, pero bueno, creo que las conozco más que eso- haciendo referencia a nuestra típica presentación -Camilo no deja de hablar de ustedes- dijo Simona, lanzándose por fin a las fieras.

  • ¡no es así! – Se defendió un poco sonrojado Camilo - ellas son muy importantes para mí-  dijo orgulloso.

Yo me sentía realmente intimidada de lo podría haber dicho Camilo sobre mí.  Algo estilo “si bueno, está Paula, mi amiga más freak. Siempre está leyendo un estúpido libro ¿rara no crees?”. Me asustaba, no quería darle esa impresión al cabo de que ni siquiera sabía por qué me importaba causarle alguna impresión. No estábamos destinadas a ser amigas solo porque fuera la novia de mi amigo. No cuenta obviamente si aclaraba que hasta ese momento no me opondría a tener la fortuna de ser su amiga. Quizás algo más.

-Bueno y toman algo? ¡Hay que encender esto niñitas! – propuso Ámbar para romper algún tipo de tensión, si es que la había. Ella estaba licenciada y con honores si de beber y diversión se trataba.

  • ¡De inmediato! – Anunció Camilo – pide algunas cervezas y sólo agua para la bebé – refiriéndose a mí con un tono burlista que ya estaba avergonzándome por completo.

-ok, no porque no me intoxique como ustedes soy una bebé, vale? – traté de fingir seriedad pero me hacía gracia la situación.

-Yo tampoco bebo, tranquila- siguió la adorable voz de Simona.

Creo que había terminado por aniquilar mi actual situación. Entonces, ¿podría si quiera ser más perfecta?  Sólo podía golpear mi cabeza mentalmente con el inmueble preguntándome si ella era algún producto de mi imaginación que se había materializado para invadirme. Me preguntaba si en el mundo real las mujeres que no bebían también cabían en mi mundo.

Simona al menos sí, aunque no exactamente en mi vida.

3

Habían pasado dos semanas desde que nos encontramos en el bar y supimos la gran sorpresa que tenía mi mejor amigo. Luego de notar que Camilo y Ámbar comenzaban a emborracharse como locos, Simona comenzó a platicarme.

Fuera de que yo hubiese estado completamente enganchada, hablando objetivamente parecía ser una niña interesante. Cursaba nuestro mismo nivel, le gustaba la buena música, leer, discutir sobre los últimos acontecimientos. “ Ok, comenzaba a derretirme de todos modos por ella .” Empezó a hablarme sobre algo que hasta ese momento me mataba. Creo que Camilo se había encargado de hablar muy bien de mí porque ella lo demostraba.

-Él te quiere mucho sabes, no es como para ponerme celosa ni nada, sólo que siempre habla de los planes que hace contigo y las dos en general- me explicaba. En cualquier otro momento me habría sentido agradecida por tenerlo pero ahora, con que desapareciera del mapa estaba bien.

Luego contó toda esa historia de cómo se habían conocido hace unos meses, con lo que no hizo más que matarme.

En fin, esa noche llegué a casa exhausta de tanto pensar y de fingir normalidad y luego de una semana de que hayan ocurrido los hechos, le seguía dando vueltas al asunto. No tenía nada más en que pensar, no había estudio ni nada, en mi cabeza estaba ella y lo mal que me sentía por estar loca por la novia de Camilo.

Esa tarde había quedado con Ámbar quien me había pedido que la acompañara a tomar algunas fotografías al parque.

-Qué te sucede?- preguntó ella, al mismo tiempo que enfocaba hacia alguna dirección.

-A mi nada, por qué? – le respondí sintiendo pánico por lo transparente que era.

-Paula, te conozco ¿Qué es lo que te tiene tan desconcentrada?- insistió dejando la cámara de lado un segundo.

-Ámbar, no pasa nada ok? Yo sólo estoy meditando- le respondí inventando la mejor excusa del siglo

Ámbar comenzó a infartarse de la risa -tienes que estar bromeando – me dijo tomando la calma del inicio. – Vamos Paula, ¿se trata de ella?- me preguntó ya por fin más seria.

-¿¿De quién?- fingí horrorizada. Cómo podía darse cuenta?

-Simona, de ella te hablo- respondió tajante, tratando de acorralarme – ¿Crees que soy tonta y no me di cuenta de todo lo que pasó cuando la viste? Yo no sé cómo no comenzaste a babear- dijo maltratándome sicológicamente.

Yo sólo callé. Las situaciones que más aplastan son las que te dejan al descubierto, completamente desnuda antes las demás personas. Ámbar no tenía por qué saberlo sin embargo yo no había hecho un buen trabajo para ocultarlo. Esperaba que Camilo no haya sido tan observador como ella o estaría en un buen lío.

-Sólo puedo decirte una cosa Paula – insistió Ámbar - olvídala.

-Está bien, nada pasará ok?  Yo olvidaré esto – intentando más que convencerla a ella, convencerme a mí misma de lo que había dicho.

4

-¿Por qué tienes que ser tan frío? – escuché entre sollozos la voz de Simona. A Camilo se le había ocurrido que era buena idea ir al bar de nuevo, entonces nos invitó a Ámbar y a mi a pasar el rato con su novia. La cosa es que yo ya estaba sola, Ámbar se había ido por algún rincón seducida de las connotaciones intelectuales de un tipo, llevando consigo unas cuantas copas encima. A mí me había tocado tener que escuchar la peleita que se traían esos dos tortolos. Camilo también había tomado más de la cuenta y comenzó a discutir hace ya quince minutos con ella quien le impedía que siguiera bebiendo.

-Por qué tienes que ponerme tantas reglas? ¡Estoy celebrando, mierda!- insistía él, con un poco de dificultad para hablar.

-Por qué no dejas esa copa? – le rogaba Simona con una voz terrible que apenas se escuchaba con el fuerte sonido de la música.

-¡DEJA DE SER AGUAFIESTAS!- gritó Camilo. Ella simplemente se marchó, completamente desconsolada.

Yo entendía muy bien lo que sentía. Muchas veces le insistía a pesar de parecer una vieja que no bebiera demasiado, aunque jamás se lo exigí. Camilo era un terco y esto se multiplicaba con un poco de alcohol en el cuerpo.

-te das cuenta lo que acabas de hacer?- le pregunté, tratando de que tomara consciencia.

-ahora tú te podrás a exagerar también?- respondió ya harto del tema, por lo que me dejó con la palabra en la boca.

Me sentía terrible, yo sabía que me había prometido no acercarme a ella. Luché con todas mis fuerzas para no ser yo quien la consolara, incluso cuando ya me dirigía hacia las afueras del bar para ver cómo estaba. Era inútil, era casi instinto. Me dolía verla así.

-No me digas nada- dijo Simona al notar que iba a manifestarme. Entendí y decidí quedarme en silencio pero a su lado.

Era hermosa, aun cuando su sonrisa había sido reemplazada por las lágrimas. Su naturaleza sensible me llenaba de ganas de abrazarla y asegurarle que las cosas irían bien.

-Sabes?- me sorprendió mirándola -Él era realmente encantador cuando lo conocí. No sé qué he hecho el último tiempo para que se comportara así- me indicó con cierta culpa en sus palabras lo cual me parecía inaceptable. ¿Cómo podía culparse de que su novio no fuera un príncipe azul?

-Él es un buen chico, sólo que creo que no leyó por completo las instrucciones de cómo ser un caballero- contesté no sabiendo bien porqué lo estaba defendiendo, pero ella reía. Ella comenzaba a reír y eso era todo para mí.

-definitivamente jamás leyó esas instrucciones- dijo esta vez con una sonrisa.

La mejor sonrisa.